extra
Tuvieron dos hijos más.
Fue necesario porque ambas estaban enamoradas de la maternidad y no querían dejar solito a Louis.
Con treinta y cuatro años, Hanni podía decir orgullosamente que su familia se componía de ella, su hermosa esposa Haerin, Louis de doce años, Blair de siete y Hyiseo de dos. Hanni había estado embarazada de Blair, pero fue tan caótico que al decidir tener un tercer cachorrito, le suplicó a Hae que ella se embarazara, que eso le gustaba más. Mimarla y escuchar sus lloriqueos sin sentido.
La menor estuvo de acuerdo, pues Hanni embarazada era, probablemente, la cosa más peligrosa que alguna vez vio.
De todas formas, eran felices.
Felices como lo eran Hyein y Eunchae, casadas hace dos años y con Azumi, una pequeña de ascendencia japonesa que adoptaron luego de contraer matrimonio. Felices como Danielle y Wonyoung, quienes después de romper la última vez, formalizaron por fin. Y felices como Minji y Minjeong, alias Winter, una hermosa chica que llevaba conociendo los últimos meses y, por primera vez, sus amigas notaron a Minji tomándose una relación en serio.
En un mundo cuestionable, el grupo de amigas supo mantenerse unidas y crear nuevos recuerdos, así como tenían planeado ser viejitas y viajar por el mundo una vez sus hijos fuesen adultos independientes.
Parecía fantasía, una película o cuentos infantiles, pero así es la vida cuando encuentras el amor verdadero. Ese que, independientemente de las circunstancias complejas, se mantienen a tu lado con una sonrisa.
Hanni seguía afirmando hasta el día de hoy que Haerin fue su estrella, su milagro. Es y será por siempre la mujer de su vida.
Y sus hijos, esos dos demonios -Louis y Hyiseo- y ese angelito -Blair, quien sacó la personalidad de Haerin-, eran solo una prueba más de que junto a Haerin Pham Kang podía ser feliz hasta ser enterrada en su tumba.
—Te amo hasta el infinito, Rinnie —susurró Hanni, besando los labios de su esposa. Ambas rieron ante las muecas de su hijo mayor e hija menor.
Estaban los cinco sentados en un largo sofá de la casa que compraron hace años atrás, hermosa y espaciosa.
—Te amo hasta el infinito, ratoncita —devolvió Hae, acomodando a Hyiseo en su regazo.
—¡Mamis, basta de amor, queremos ver la película! —se oyó el gruñido de Louis con su melena azabache.
—¡Tene raón! —imitó Hyiseo, que aún estaba aprendiendo a hablar bien.
—A mí me gusta el amor que se muestran, mamis —les dijo Blair en un tono tranquilo.
—¡Ahg, aburridaaaaaaaaaaaaa! —se burló Louis y la más pequeña de los tres se rió.
—¡No sean malos con Blair! —regañó Haerin, haciendo el mismo puchero que hacía Blair al estar en desacuerdo con algo.
Hanni sonrió viendo a su familia que comenzaba a discutir dulcemente. Eso era lo que siempre soñó para su futuro. Y ese futuro ya era presente.
Acabó por interrumpirlos, abrazándolos a todos hasta que sus reclamos se transformaron en risas mientras comenzaban una repentina guerra de almohadas.
Hyiseo iba sobre los hombros de Hanni, quien perseguía a Blair mientras Haerin se encargaba de Louis.
Los mejores años de sus vidas, pensaron las dos madres al momento de quedar todos repartidos en el piso de la sala con la respiración acelerada.
Sí. Los mejores años de sus vidas.
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