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12

—¡Listo, ahora solo queda enviarlo! —celebró Haerin cuando por fin acabaron el trabajo.

Se habían pasado de la hora límite para entregarlo, pero como su profesora los apreciaba a ambos por sus notables capacidades intelectuales, no tuvo problema en darles un poquito más de tiempo, siempre y cuando se mantuviera en secreto.

Sunghoon sonrió leve mirando a Haerin, ambos eran bastante introvertidos, pero por eso mismo, se sentían más cercanos; se entendían.

Él se encargó de mandar el correo con su proyecto y una vez guardaron sus cosas, salieron por la puerta de la biblioteca conversando con tranquilidad.

—Mmh, Hae —le llamó.

—¿Si?

—¿Me acompañarías a mi casillero?

—Claro —asintió.

Los estudiantes de Bellas Artes o Diseño eran los que solían tener taquillas para guardar sus materiales, pero si sobraban algunos, se los cedían a otras carreras,
como le pasó al afortunado de Sunghoon.

—Debo ser sincero... —expulsó aire y recién allí Kang se percató de su nerviosismo.

Ella estaba apoyada al lado derecho de la taquilla y el mayor a la izquierda, separados por unos cortos centímetros.

—¿Sincero con qué, Hoon? —ladeó la cabeza, su gesto inocente y dulce hizo al chico apartar la mirada, carraspeando la garganta y abriendo la puerta de metal.

—Hay... hay algo que quiero darte, ¡pero no te espantes!

—Hoon, que me digas que no me espante, ¡me espanta más! —respondió con cierta gracia, a pesar de ser un tipo alto y de brazos marcados, ahora mismo lucía como un cachorro ansioso.

—Antes que nada, te pido que no salgas corriendo y me dejes explicarte, ¿bien?

—Es una promesa —sonrió.

—Cierra los ojos y extiende tus manos, por favor —Hae hizo caso y pronto sintió un peso en sus palmas—. P-puedes abrirlos —avisó, aunque la castaña escuchó su voz más baja y lejana.

Cuando tuvo los párpados abiertos, Haerin se descolocó al ver un pequeño ramo de peonías; maravillosas flores de color blanco, mezclado con un rosa claro. Amarrada a los tallos, una dedicatoria colgaba.

Observó hacia Sunghoon, pero este había escondido la cabeza dentro del casillero.

No pudo evitarlo, soltó una suave risita.

—Hoon...

—Haerin, de verdad lo lamento —se volteó hacia ella, sus mejillas levemente coloradas y su voz tornándose cohibida—, pero tengo que decírtelo o me volveré loco.

Tomó una respiración profunda, no pudo deducir lo que pensaba Haerin porque su carita se mantenía serena, y tal vez hubiese sido mejor que la niña efectivamente hubiera salido corriendo, pensó Park, a tener que avergonzarse de por vida por su revelación.

—Me gustas... me gustas hace mucho pero me demoré demasiado en intentar conquistarte —retomó y sonrió con un poquito de amargura—. Es triste, sí, aunque te veo contenta con Hanni, así que eso es suficiente para mí —pestañeó lento, una costumbre que le contagió la gata frente suyo—. No me malinterpretes, jamás interferiría en tu relación y menos haría cosas imprudentes contigo, solo... solo quise ser sincero, pues hace mucho llevo guardándome este secreto —teniendo que agachar un poco la cabeza por la diferencia de altura, Sunghoon conectó con los ojitos de Haerin y una ola de tristeza le invadió; era una gran tortura no poder ser su novio—. Perdón si esto te incomoda, intenté... intenté callarlo, en serio...

Los brazos de Haerin rodeándole el tórax y su cabecita apoyándose en su pecho enmudecieron sus torpes intentos de formular oraciones sin trabarse. Su boca se abrió ligeramente y su corazón se sintió muy presente.

Los abrazos de Kang Haerin podrían curar cualquier mal, pensó, permitiéndose devolverle el gesto cariñoso. No habían intenciones perversas por parte de ninguno, solo una muestra de afecto.

—Está bien, Sunghoon —dijo, separándose para observarle—, me alegro y agradezco que hayas sido sincero, no debes disculparte conmigo —sonrió mostrando sus infantiles colmillos y Park sonrió también—. Y lamento no poder corresponderte, Hoon, eres un chico muy dulce y bueno.

—Tú eres mucho más dulce, Haerin, gracias por siempre ser tan comprensiva.

Sunghoon le sonrió otra vez, no podía evitarlo, él tenía claro lo unilateral de sus sentimientos hace meses, pero es que Haerin era tan amable que simplemente era capaz de apaciguar cualquier cosa con su calidez.

—Y gracias por las flores, son muy hermosas.

—Mmh, mi hermana me ayudó a escogerlas, no recuerdo el nombre, pero dijo que el blanco y rosa significaban delicadeza, armonía... y, ¿valentía? No, no, creo que era pureza —formó una mueca—. Está bien, ya no me acuerdo qué más había dicho, pero eran cosas lindas.

Ambos rieron mientras una feliz Haerin mantenía las peonías cerca de su nariz para aspirar su aroma dulzón.

Su amor pertenecía a Hanni, nunca lo dudó, mas, de vez en cuando, que un tercero te apreciara y manifestara actos bonitos hacia tu persona, era muy nutritivo para el corazón, sin importar si fuese parte de un amigo, novio, familiar, o quién sea.

—Quise comprarte el ramo completo —volvió a hablar Sunghoon—, de hecho quise comprarte la florería entera —sonrió mirando las manitas de Haerin que acariciaban los pétalos—, pero mi hermana me lo prohibió. Le conté que no estabas soltera, así que dijo que sería un atrevimiento demasiado grande llevarte más de cinco flores.

Carcajearon a la vez, las confesiones de amor no correspondidas suelen ser incómodas, pero Haerin tiene esta chispa única que es capaz de animar cualquier lugar, y no necesitaba ser el humano más sociable o parlanchín para lograrlo.

***

Sus piernas duelen al igual que su nariz, lleva los lentes rotos colgando del pecho y se cree capaz de estallar en segundos si no encuentra a Haerin.

Sus clases con la bruja parecieron ser aún peor de lo que fue la semana pasada, su mirada juzgadora daba cada tanto con Hanni y su maldita boca no se detenía de reprocharla: Pham esto, Pham lo otro. ¡Dios, ¿es que acaso esa mujer se alimentaba de mierda cada día? ¿O por qué carajos era así de insoportable?

Da un suspiro, está llegando al edificio A.

Ojos en blanco reemplazan el suspiro: Jay apareció por su rango de visión y claramente no tiene ganas ni energías de hablarle.

Pero al parecer a él eso no le detiene.

—Hola, solterona —sonríe coquetamente, llegando a su lado.

Hanni demuestra con su expresión facial un desagrado casi imposible de imitar.

—¿Cómo que solterona, Park?

—¿No lo estás?

Ella detiene el paso, agarrándolo bruscamente del brazo.

—Claro que no, ¿quién te dijo esa estupidez? —cuestionó a la defensiva.

—Nadie, es solo que... —Jay era consciente de lo bruta que podía ser la vietnamita -quizás por eso le atraía tanto-, así que cierto temor se instaló en él antes de contarle del rumor—. Sunghoon se le confesó a Haerin y han pasado todo el día juntos, así que se cree que ellos...

Un silencio pesado se apoderó de Hanni durante un momento, los latidos de su corazón parecieron detenerse y los bellos de sus brazos se erizaron.

Sintió miedo.

Y Hanni nunca admite sentirlo.

—¿Disculpa...?

Ahora el rostro de la joven se deformó, una vena azulina sobresaliendo de su frente. Podía estar insegura en ese instante, pero la rabia era mucho mayor.

—¡¿Qué mierda dijiste?! —gritó ante el horroroso silencio del mayor.

Jay retrocedió un paso de manera lenta.

—Hanni...

—¡No! ¡Explícame de inmediato, Park!

—Tu noviecita se consiguió nuevo noviecito —se metió Minjae llegando hacia ellos con una sonrisa burlesca.

Hanni y ella siempre se han odiado, desde el instituto, pues asistieron al mismo por años.

—¡Te voy a romper la cara, Minjae! —Hanni intentó abalanzarse sobre la otra, estirando las garras dispuesta a cumplir con lo dicho.

Jay tuvo que sostenerla del torso para evitar un desastre y Minjae solo reía, sabiendo que la vietnamita no podría tocarle ni un pelo.

—¡Relájate, Pham! ¡No es mi culpa que seas insuficiente para Haerin!

—¡Minjae, no la provoques más! —reclamó el chico, llevándose como pudo a Hanni de allí. Minjae siguió su camino sin borrar su sonrisa.

—¡Suéltame! ¡Suéltame, Jay! —él hizo lo pedido mientras la más baja planchó sus prendas con las manos sin quitar la expresión de odio—. ¿Dónde carajos están?

—Los vi en las mesas de descanso hace un rato —suspiró.

Hanni no dijo más, se dio media vuelta y caminó a pasos furiosos.

No demoró en llegar, y joder, ojalá jamás los hubiera visto: Haerin se veía hermosa sentada con un ramo de flores en el regazo, reía con elegancia junto al rubio, quien le contaba algo con ánimo apoyado en la mesa frente a la silla de la menor.

No estaban muy cerca, no parecían más que amigos, pero para Hanni no hubo peor imagen.

—¡¿Quién te crees, niñito?! —gritó acercándose. Cuando Haerin vio los labios de Han apretados y sus manos hechas puño, supo que algo acabaría mal—. ¡Aléjate de mi novia! —lo empujó, haciendo que la mesa y el cuerpo ajeno retrocedieran bruscamente.

Haerin se levantó espantada.

—¡Hanni!

—¿Qué... qué pasa? —Park la observó con el ceño fruncido.

—Que descarado debes ser para preguntar. ¿Qué carajos es lo que te pasa a ti que te confiesas a mi novia, imbécil? —Sunghoon guardó silencio—. ¡Responde, mierda!

—Hanni, no... —Haerin calló igualmente cuando Pham se volteó hacia ella y casi la asesinó con los ojos.

—¿Y tú? ¿Tienes algo para decir o te harás la mosquita muerta? —rió con ironía—. Porque resulta que ahora aceptas sus florecitas —le arrebató el ramo de las manos—. ¿Pero qué será luego, eh? ¡¿Le aceptarás una cita?! ¡¿Una follada?! —tiró las flores al piso y las pisoteó con rabia e irritación, la inseguridad ganándole y cegándola completamente—. ¡Porque así de suelta pareces, Haerin! —acabó por empujarla de igual forma, más brusca de lo que fue con el rubio.

La coreana quedó sin palabras, su corazón apretándose en su pecho con dolor mientras Sunghoon se interponía, colocándose frente a ella.

—¡Oye, no la trates así! —defendió el alto, ahora con expresión molesta.

Todos los alumnos les observaban en ese instante y una lágrima de humillación bajó por la mejilla de Haerin, sin saber qué hacer.

Hanni se había excedido.

—¡Deja de entrometerte, idiota! ¡Estoy harta de ti y de tus coqueteos hacia mi novia! —bramó, furiosa de que el mayor se las diera de protector con su chica.

—¿Tu novia? —rió él—. ¡¿Qué clase de imbécil trata así a su novia?!

Listo.

Eso fue suficiente para que Hanni colapsara e intentara saltar sobre el rubio para arrancarle los cabellos uno por uno.

Suerte que sus amigas llegaron justo a tiempo, Danielle y Minji sosteniendo a Hanni de los hombros y piernas mientras Hyein sacaba de allí a Haerin, quien solo soltó un "estoy bien" y no dejó a la más alta hablar mientras se dirigía a buscar su mochila para largarse de allí.

¿Hanni realmente la había tratado de puta? Haerin seguía sin procesarlo mientras bajaba las escaleras de la universidad limpiando sus lágrimas con los puños de su sudadera.

Pham le había roto el corazón, esta vez sí que sí.

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