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Hanni suspiró con desgano, debía ir al edificio B para su clase y se encontraba en el A, y como su universidad era excesivamente grande, se tardaría fatigosos minutos en llegar.
Lo peor no era eso, sino que la desgraciada profesora con quien le tocaba clases, era la misma que el año pasado le hizo la vida imposible. Hanni estaba segura que desaprobó ese curso solo porque no le caía bien a esa mujer, pues aunque en sus exámenes hiciera todo su esfuerzo por pasarlo, la maestra le bajaba demasiados puntos, así como también en las pruebas
orales le hacía las preguntas más complicadas y le pedía justificar cada respuesta, mientras que a los demás alumnos, jamás les hizo ese tipo de cosas.
Vieja de mierda, era su más sincero pensamiento ahora mismo.
Se acomodó la mochila y salió del edificio, su serio rostro era una advertencia para que nadie se le acercara, o eso pensó, pues al cabo de un corto tiempo, un jodido jugador de baloncesto que entró a la institución solo por una beca deportiva, había lanzado la pelota con demasiada fuerza y terminó estrellándose contra su pobre cara.
La sangre bajó de su nariz, el marco de los lentes que a veces utilizaba (y hoy, claro, debía tenerlos puestos porque la vida la odiaba) se rompieron por una esquina y su vista se nubló ligeramente. El muchacho se acercó preocupado, viéndola intentar recomponerse, iba a ofrecerle llevarla a la enfermería, pero Hanni, que de pronto había recuperado la postura, tenía los mofletes de tonos cálidos lanzados al rojizo y sus puños amenazaban en estrellarse contra él.
—¡¿Te faltan neuronas acaso?! ¡No entiendo cómo las universidades aceptan a idiotas como tú que no saben más que jugar con una red y una pelotita de mierda! —el basquetbolista se quedó estático, sin saber qué decir—. ¡Ahora apártate de mi camino y agradece que no te esté cobrando el jodido marco y la hora al doctor por mi nariz!
Los que estaban por ahí solo apartaron la mirada, intimidados y sin querer captar la atención de esa bajita pero mortal chica.
Pham siguió caminando y se limpió la nariz como pudo, tenía un ligero dolor, pero no perdería tiempo yendo a la enfermería, pues el reloj seguiría avanzando y no se detendría por ella.
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me consume la flojera, así que más rato corrijo la ortografía.
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