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9. ➳ Las variaciones de un corazón roto ♡

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Normativa de los Cupidos: «Mientras sea aprendices, los Cupidos absorberán la información de personalidad de su humano, lo que los hará crecer con similitud en sus maneras y pensamientos. Sin embargo, al bajar a Tierra, el Cupido deja de estar conectado exclusivamente con Skydalle para abrir lugar a su existencia en Tierra, así que su personalidad puede cambiar y volverse completamente ajena a la de su encargado (nunca enemistando, a tener en cuenta que siguen siendo responsables de su humano)».
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Aunque la gama de colores en Skydalle era amplia, no se salía de los tonos pasteles; era casi imposible hallar un azul rey o un rojo sangre, reinaban los azules cielo y los palo de rosa.

Al cruzar el portal, a Jacobo se le cambió de inmediato el atuendo rojo que llevaba (del mismo color que Sam ese día) y pasó a ser de un amarillo brillante, que quedaba un poco chocante con su cabello rojizo.

Era martes en tierra, es decir que llevaba ya cuatro días y un poquito más al lado de Sam y cualquier expectativa que tuvo al bajar, había sido tumbada brutalmente... bueno, casi todas; Sam era hermosa para él y eso no había cambiado. De resto... no entendía nada de nada.

La Sam que él conoció a lo largo de su vida era la misma que iba a estudiar a Winston, que ayudaba a los demás, que sonreía por deporte y que le ponía el ciento diez por ciento a cada cosa que surgiera. Sin embargo, al llegar a su casa, se apagaba y era reemplazada por otra Sam que a él no le gustaba.

Jacobo imaginaba que si las personas fueran colores, Sam sería un arcoíris a los ojos de todos, pero al estar sola y envuelta en las paredes de su habitación, quedaba gris, sin luz. ¿Qué rayos le pasaba?

Con frecuencia la magia lo expulsaba de su habitación y tardaba demasiado como para que solo se estuviera cambiando, además, cuando al fin lograba entrar de nuevo, Sam estaba en una paz demasiado exagerada, como si estuviera en off y sus ojos estaban hinchados, era evidente que lloraba, pero ¿por qué demonios lloraba? No se quejaba de dolores con nadie, no parecía tener heridas y era muy joven para las enfermedades de la vejez. ¿Sería por Mario? Y en caso de ser así, seguía sin entenderlo.

Mario en teoría no la había rechazado jamás y siempre era un sol con ella; aún si su aflicción se debiera a que no son nada más que amigos, a Jacobo le costaba pensar que eso desencadenara sus lágrimas.

Decidió dejar a Sam sola un rato por ese día para subir a Skydalle y buscar información. No le preguntaría a su Maestro porque no quería decepcionarlo; volver luego de menos de una semana totalmente confundido y frustrado no era una buena imagen con su mentor. El fracaso no es bueno para la imagen con nadie, quedaré mal, se dijo.

Skydalle se dividía en vecindarios en los que todos vivían, igual que en la Tierra, con la diferencia de que al momento del Cupido ser activado, perdía su cubículo, que era el equivalente a un apartamento humano. Al bajar por primera vez, el cubículo quedaba como nuevo para otro futuro ocupante, aunque no sacaba completamente al antiguo pues este tenía el derecho de volver cuando quisiera a visitar o a examinar la información que había dejado guardada. Mientras Jacobo crecía vio al menos una docena de Cupidos que pasaban por su cubículo (antaño de ellos), buscaban información en su gaveta y luego se iban.

Cuando encontró su cubículo, entró y notó que como era de esperarse, ya estaba ocupado. Había una cuna y decoración sencilla de bebés, ese nuevo Cupido debía tener los cinco días que él llevaba afuera. En el momento el bebé no estaba, Jacobo supuso que el Maestro encargado debía estar con él, mimándolo y poniéndolo frente a fotos de su bebé humano, como una adaptación, de hecho era similar a la crianza de los bebés de la Tierra, pero sin familia de sangre, solo de magia.

Las paredes de información son espacios que tienen todos los cubículos en Skydalle; ocupan todo un lado de la estructura y posee muchos cajones, cada uno perteneciente a un Cupido. Los cajones, pese a ser visualmente pequeños, más parecidos a un buzón de correo, pueden guardar cualquier cantidad de información y solo son accesibles por el mismo dueño y por su maestro. Las gavetas nunca sobran, nunca faltan y se vacían por sí solas cuando el humano de ese Cupido, fallece. Es un sistema ordenado y eficiente.

Jacobo abrió su gaveta, allí solo encontraría información sobre Samantha y su pasado, siempre con las limitaciones que no podía evitar. Buscó posibles —pero improbables— accidentes que le dejaran secuelas dolorosas en el cuerpo, pero no había nada. Buscó otra posibilidad remota: que Sam se hubiera enamorado antes sin que él lo notara y que algo hubiera salido mal, eso explicaría su tristeza. Para un humano era más difícil enamorarse de verdad sin la ayuda de un Cupido, pero no era imposible; con asuntos del amor no existen imposibles.

Tal como esperaba, la respuesta era no; no habían existido amores de los que él desconociera. La respuesta lógica que halló, era que lo que fuera que causaba su desasosiego, pasaba dentro de su casa, lugar que le era vetado hasta hace apenas unos días.

Sin embargo, Sam tenía un hermano mayor que se veía que la adoraba; el más pequeño también la quería demasiado; su madre le hablaba con gentileza a diario y se sonreían mucho; quedando su padre, Jacobo solo podía destacar como negativo el que fuera alejado de Sam y que su humor para hablar y tratarla no fuera óptimo, pero una vez más, no consideró eso como suficiente para esa tristeza que parecía invadirla.

Se sobresaltó cuando alguien entró en el cubículo. Miró y venía el nuevo bebé en brazos de Ambrosio. Las posibilidades de que el maestro del actual habitante fuera el mismo suyo eran bajas, y aún así, ahí estaba...

—Jacobo. No esperaba verte. —Ambrosio pulió una cariñosa sonrisa a la vez que dejaba al bebé en su cuna—. Ella es Danae, su encargado se llama Antón.

—Es muy linda.

—Todos los recién nacidos lo son. —Ambrosio rió—. Si puedo saber, ¿a qué se debe tu visita? ¿se te olvidó algo de lo aprendido?

—Emmm, no... —Jacobo se mordió el labio. Para él, que admiraba tanto a su Maestro, le era sumamente vergonzoso mentirle; era como un sacrilegio—. Es que tengo unas dudas.

—¿Por qué no me buscaste primero?

—Creí que tal vez encontraría respuestas en el historial de Sam.

—¿Y has tenido suerte con eso?

—No mucha...

Jacobo chasqueó la lengua. Una Cupido retirada ingresó en el cubículo; era la niñera y la señal de que Ambrosio ya podía irse. Empezaron a caminar fuera del cubículo luego de que Jacobo cerró su cajón.

—Dime qué te preocupa.

—No es preocupación, es que...

—Jacobo, llevo siendo mentor suficientes años como para saber cuando a uno de mis alumnos les preocupa algo. Y no está mal eso, no te avergüences, la preocupación deriva del cariño a tu encargada y nunca debes sentirte mal por quererla.

Jacobo suspiró, un poco aliviado. Una de las tantas razones para idolatrar a Ambrosio era su extensa comprensión a los problemas ajenos, su paciencia y su disposición a ayudar... era como Sam en cierta medida.

—De acuerdo, verás, sé que es una pregunta tonta pero, ¿es posible que... —vaciló— un humano tenga el corazón roto sin haberse enamorado antes?

Jacobo no había querido pensar siquiera en las palabras "corazón roto" para describir a Sam, pero era la manera más sencilla de exponer su caso al Maestro.

—¿Qué entiendes tú por "corazón roto", Jacobo?

—Bueno, según nuestra definición es cuando un amor fracasa, se abre una herida en el corazón y aunque no sangra físicamente, quiebra y desangra en el alma.

—Bien, estudiaste, pero ¿qué es para ti un corazón roto? ¿por qué usas esas dos palabras específicamente para decirme lo que sucede?

—Siendo literales, el corazón no se rompe porque sino el humano muere —contestó despacio, evitando equivocarse—. Es decir, no hay moretón, no hay fracturas físicas o cicatrices en la piel, pero sí en el espíritu. A los humanos no les duelen los ojos, pero lloran; no les duele el cuerpo pero no quieren moverse; no les duele la cabeza, pero les pesa pensar cuando tienen un corazón roto. ¿No?

—Si eso es para ti un corazón roto, está bien. No hay respuesta equivocada porque todos piensan, ven y sienten diferente y todas las variaciones de las emociones son válidas. Te pregunto una vez más, ¿por qué asocias el corazón roto con tu humana?

Jacobo retorció una de sus manos con la otra, sentía que la garganta se le secaba pero ya no por reparos a sincerarse con Ambrosio, sino porque era Sam de quien hablaban y le dolía mucho pensar en que sus divagues fuera correctos y se tratara de un corazón roto.

—Porque no tengo más respuestas —confesó—. La asocio con un corazón roto porque no sé qué más puede ser, pero espero con todo mi ser estar equivocado. Sé que no se ha enamorado, pero todo lo que acabo de decir, le pasa; y aparte de todo, lo que más me inquieta es que no es siempre. Es como si su corazón se rompiera al entrar en su habitación pero al salir, puff, se reparó. ¿Es eso posible?

Ambrosio se ensimismó en la calle por la que caminaban pero no porque dejara de ponerle atención a su alumno, sino porque buscaba las frases correctas para abarcar en cinco minutos un tema que no se podría explicar completamente en dos siglos.

—Los humanos no son como nosotros, Jacobo, eso lo sabes. Nosotros vivimos con, para y por amor; unos más que otros, pero eso es todo. No tenemos familia, no tenemos deudas, no tenemos en sí grandes preocupaciones. Los humanos sí. Ellos son un cóctel de emociones permanentes y a veces, algunas son mucho más fuertes que otras. Hay humanos que tienen todo en su vida material pero en el corazón les falta, y el que llora no es el estado de la cuenta bancaria sino las carencias de algo interior.

—Sam lo tiene todo.

—No me has entendido, Jacobo. Las comodidades nunca podrán llenar la vida de nadie, no es suficiente.

—Pero tiene un hermano que la ama y su madre la adora y un par de amigos que aunque no demasiado cercanos son buenos y un buen vecino que la aprecia... ¿Qué le falta?

—Cuando estamos jóvenes y somos aprendices, vemos todo maravilloso, Jacobo. Nos parece que nuestra misión es sencilla y altruista, mas cuando bajamos notamos que la realidad pesa mucho más de lo que un montón de libros e información pueden decirnos. Y más que nada, solemos pensar que el amor es cosa de lanzar una flecha, conseguir un beso y felices por siempre, pero infortunadamente, es más complicado. Los humanos son complejos y hay muchas cosas que tristemente se salen de nuestras manos, como por ejemplo, la mente del encargado. Podemos sentirlos, pero no escuchar sus pensamientos.

Jacobo se frustró aún más pues cada palabra que su mentor decía le sonaba en otro idioma.

—Disculpe, Maestro, pero realmente no estoy entendiendo nada de lo que trata de decirme.

—Trato de decirte que no desesperes, que tengas paciencia, y que si es necesario, deja el corazón de Samantha quieto y primero concéntrate en su mente. Deja de verla como un objetivo de enamoramiento y mírala como si fueras un ángel que quiere ayudarla.

—Yo sí quiero ayudarla —respondió, un poco ofendido—. Por eso he venido. No la veo solo como un objetivo de enamoramiento.

—Tus intenciones nunca han sido malas y puedo dar fe de ello; pero asimismo, me puedo tomar la libertad de remarcarte el error que has cometido al subirte tan alto en las expectativas de Samantha. No la has conocido completamente, Jacobo, solamente la has visto a través de una pantalla y te hiciste una idea que no es de ella. No te sientas mal, la gran mayoría se idealiza mucho antes de bajar a Tierra.

Jacobo sintió los ojos ardiendo con una mezcla de cada emoción que alguien de su clase pudiera sentir. Solo pudo atinar a responder entre dientes:

—Samantha es grandiosa.

—No lo dudo. Cuando hablo de tus expectativas no hablo de la nobleza de su carácter, sino de la idea que tenías de su vida. Desde ojos ajenos, una vida puede lucir perfecta, pero recuerda que la lección más importante de nuestra existencia es que la perfección no existe; la perfección es lo único que ni con el amor puede ser posible.

—¿Entonces qué hago?

—Aprender, acompañarla y detallar más allá de sus intereses románticos. Los misterios del corazón humano son unos que hasta el día de hoy no han sido registrados porque no es posible tener algo concreto; cada persona funciona distinto.

—Me entristece mucho verla sufriendo.

—Y lamento mucho no poder ayudarte más. En mi despacho hay libros antiguos que tienen una versión muy general de cómo funciona el corazón al ser estrenado y cuando desees, puedes ir a mirar. O cuando tengas dudas, venir a mí. No siempre tengo respuestas, pero el apoyo y los consejos a veces son necesarios y suficientes.

—Gracias, Maestro.

Jacobo se detuvo. Estaban a menos de media calle del despacho de Ambrosio pero no tenía deseos de ojear los dichosos libros en ese momento; necesitaba despejarse. Ambrosio lo observó y le asintió, como si aprobara cualquier cosa que fuera a hacer a continuación.

—Con tu primera pregunta —dijo, antes de dejarlo atrás—. La respuesta es sí. Por diversos e infinitos motivos, se ha evidenciado que un corazón sí puede romperse sin haberse enamorado. Los humanos son más que amor y por ende, se rompen por más razones aparte del amor.

Jacobo no respondió nada, no sabía qué más cuestionar pues lo que él quería saber no lo iba a descubrir allí con su maestro y no quería confundirse más.

Se despidieron y Jacobo se dispuso a alejarse, quizás caminar un poco por Skydalle, dándole vueltas a las palabras de Ambrosio y luego volver a Lansfield junto a Samantha.

Su plan, sin embargo, se vio volteado cuando a lo lejos, vio a una cupido morena, con gesto serio y vestida de amarillo como él. No podía desperdiciar la oportunidad.

Se acercó casi trotando y le tocó el hombro, ella lo miró y hubo clara molestia y fastidio en sus ojos.

—Perfecto, lo que me faltaba.

—Te juro que solo quiero una charla contigo.

—No me interesa.

—A mí sí me interesa. —Se puso repentinamente firme, no quería un rechazo como el de hace dos días—. Mira, sé que soy nuevo y toda la cosa, no entiendo tu enojo conmigo, de verdad es incómodo no saberlo. Lo que sea que Sam haga o no haga no debería influir en lo que piensas de mí, digo, tú más que nadie sabes que los encargados no siempre actúan como nos gustaría, entonces ¿por qué me odias? Dame una oportunidad de hablar, si quieres no mencionamos a Román en absoluto, solo quiero hablar de temas generales y conocernos un poco. No seas prejuiciosa; supongo que piensas que Sam no se da a la tarea de conocer a Román, pero si tú no te das a la tarea de conocerme, ¿no crees que es irónico que pienses mal de Sam? Porque piensas mal de Sam, ¿no? Se te nota en la mirada pero no por eso estoy odiándote como debería, porque quiero a Sam, obviamente....

—Ay, ya cállate —interrumpió ella. Jacobo se detuvo y aunque sus palabras habían salido con evidente nerviosismo y una voz un poco chillona por el apuro, su mirada era determinante—. Bien; estaré un par de horas acá, puedo darte unos minutos.

—Gracias, ¿ves que no es difícil?

Jacobo intentó sonreírle, mas ella arrugó la frente.

—No mencionarás a Román ¿estamos?

—Bien.

—Ya me dijiste que te llamas Jacobo, no necesitas repetir eso.

—Bien. ¿cómo te...?

—Mi nombre es Melody —cortó.

Eso no iba a ser sencillo.

A varios metros, Ambrosio observaba a través de la ventana de su despacho cómo Jacobo y otra Cupido entablaban conversación. Una de las cosas, si no es que la única, que lo había mantenido por mucho tiempo con el deseo de dejar de ser mentor era la prohibición que tenía de darles respuestas directas a sus alumnos. Siempre podía dejarles pistas y la manera de hallar la información, pero no decirla directamente, dar esos atajos solo creaba Cupidos mediocres y holgazanes.

Suspiró al pensar en Samantha y arrugó su frente por no poder comunicar lo que le sucedía. Infortunadamente, esa no era información que Jacobo fuera a encontrar en ningún lado pues ese tipo de temas eran los que se descubrían con la práctica y el entendimiento.

Si él sabía cuál era el problema era porque parte de su trabajo era estar pendiente de los humanos de sus alumnos y ya que él había conocido a Sam desde sus ojos adultos y sabios, era plenamente consciente de lo que ella atravesaba.

Le quedaba de consuelo saber que Jacobo era muy perspicaz e inteligente y esperaba que, para variar, la paciencia estuviera también de su lado.

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Prohibiciones de los Cupido: «La información del encargado es algo que se debe tratar solamente entre maestro y cupido; se debe mantener discreción en cuanto a la vida del humano con los demás, revelar demasiado puede traer consecuencias negativas tanto para el humano como para el Cupido».
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Ooooola de mar <3 

Perdón por no actualizar antes, ando en muchas cosas al tiempo Y SE ME OLVIDAN LAS ACTUALIZACIONES AHHHH. Pero bueno, eternas gracias por la espera, si fuera yo, ya habría dejado de leer (?) por eso se les agradece la fidelidad con Thyfhanhy INC ♥

Al menos ya nuestra Melody cedió un poquito jaja, pobre Jacobo precioso xD 

Me encanta ambientar en Skydalle aunque sea un poco vaga la descripción. Amo a todos, a TODOS jaja. ♥ Nos leemos próximamente; espero actualizar dentro de dos o tres días para recompensar la demora. :'v

¡Nos leemos!

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