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8. ➳ Aliens y el rey de la selva ♡

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Normativa de los Cupidos: «Una vez estén en tierra, los Cupidos estarán solos. Sin embargo, siempre tienen la posibilidad de subir a Skydalle bien sea a buscar información que consideren necesaria o a pedir consejo del maestro».
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En la mochila de Jacobo, una vibración insistía desde hacía un buen rato. Eran sus flechas temporales que reaccionaban al palpitar del corazón de Samantha. En teoría en el reglamento dice que esas flechas son para sumar puntos en un enamoramiento, pero no dice que son obligatorias, y en eso (más la recomendación de esperar una semana para empezar a usarlas) se resguardaba Jacobo para no regalar un flechazo dedicado a Mario.

Vamos, que Sam ya tenía suficiente con el amor que de por sí le daba.

Aunque odiara admitirlo, Mario no era malo con Sam. Jacobo los observaba de lejos y en ningún momento vio algo inapropiado; Mario le sonreía y la dejaba jugar con los patos, le enseñaba, la ayudaba con su puntería, dedicaba toda su atención a ella y al tocarla o hablarle era muy delicado, casi devoto.

Al ver tantos Cupidos en la feria y ninguno detrás de Mario por su edad, quiso pensar que ese era el motivo de su propia desconfianza, lo más probable era que él ya hubiera tenido su Cupido y de ser así, ¿qué había pasado con ese amor? O tal vez nunca tuvo uno, lo que de cierta manera, inquietaba más a Jacobo.

Con los patos, Mario se ganó un vale por un postre en el área de comidas y fueron a reclamarlo con Sam. Jacobo los siguió esta vez más de cerca.

—¿Helado? —propuso Mario. Sam negó con la cabeza.

—¿Qué tal un trozo de torta de tres leches? Es mi favorita.

Mario miró la nevera donde tenían los postres exhibidos y asintió; cambió el vale y salieron de ese sector para sentarse en el césped a unos metros, donde varias familias también comían algo mientras disfrutaban del sol.

Mario le dio a Sam de su postre directamente con la cuchara y ella lo recibió sin reparo alguno; le tenía toda la confianza que se le puede dar a un amigo y un poquito más.

—Si hubiera sabido que ibas a venir, habría pasado por ti esta mañana.

—De todas maneras ya había quedado con Román de venir. Ni Elliot ni mi madre pudieron estar, pero bueno, yo no tenía nada qué hacer.

—Tu madre debería tomarse un domingo de descanso.

—Ella descansa estando en el trabajo —respondió Sam—. En casa se estresa mucho y si está mi papá, pues peor aún.

Una ventisca fuerte los envolvió un par de segundos y el cabello de Sam se elevó sobre sus hombros. Varios cabellos se le atravesaron en la cara y ella, con una mano, intentaba retirarlos; cosa difícil ya que el viento iba contra su espalda. Incluso, varios mechones alcanzaron a Mario junto a ella, este alejó el plato con el postre para evitar que un cabello quedase allí. Cuando cesó, Sam pudo finalmente despejarse el rostro.

—No sé cómo puedes vivir con ese cabello por la cara.

—Una se acostumbra. Aunque esos vientos son horribles.

—Deberías cortarlo —dijo Mario distraídamente.

Sam se mordió el labio; nunca había considerado cortarse su cabello, cuyo color le encantaba, mas ahora, escuchando el fastidio de Mario a su melena, se sintió mal. Soltó una risita incómoda aunque lo que deseaba era atarse cada uno de sus cabellos y luego despreciarlos en casa.

—Algún día lo haré. Igual volverá a crecer.

Por la expresión de Mario, era evidente que el tema del cabello era algo sin importancia, solo lo comentó por comentar y Jacobo notó eso, significaba que no lo dijo con malicia; mas no lograba entender del todo por qué Sam se lo tomaba tan mal, pues él pudo evidenciar –y en parte sentir— su malestar. Mario cambió de tema:

—Oye, el sábado habrá partido, ¿vienes?

—¿Contra quién jugamos?

—Pues de hecho es uno oficial, así que no podrás jugar. —Sam asintió comprensiva; su padre jamás la dejaría entrar en el equipo oficial de la zona y no podía ocultárselo porque incluía entrenamientos a veces en las noches, a los que no le daría permiso—. Pero quiero que estés. Me traes buena suerte. Eres como mi trébol de cuatro hojas.

Jacobo, inmerso en la conversación, sonrió, pero al darse cuenta de que eso le había gustado de parte de ese chico, meneó la cabeza... aunque empezaba a comprender de a poco el enamoramiento de Sam. Se dijo que debía ir pronto a Skydalle para averiguar sobre el historial de Mario.

—¿Te doy suerte?

—Siempre, Samy. No me importaría si no asistiera nadie más al partido, con tal de que tú estés allí.

A Sam no le gustaba mucho ese apodo, cuando Mario lo pronunciaba, sentía que usaba un tono apropiado para hablarle a una hermanita y eso le dolía, pero jamás se lo reclamó, y menos lo iba a hacer si iba acompañado de esas palabras tan bonitas.

—Ahí estaré. Solo avísame con tiempo la hora para pedirle permiso a mamá.

—Me darán la hora fija en estos días, y te aviso. —Sam asintió y de forma natural, Mario le dio el último bocado del postre. Aclaró la garganta y con aparente desinterés, añadió—: Si no es tan tarde, puedes pedir permiso y salimos un rato antes del partido.

Sam lo procesó lentamente mientras Jacobo se mantuvo estático, ¿le estaba pidiendo una cita? Las flechas en su mochila se movieron tan fuerte que casi le dolieron los hombros. Por un momento consideró si podrían salir solas y flechar a Sam por su cuenta pese a que no era tiempo aún. No recordaba que Ambrosio se lo hubiera mencionado pero sonaba probable.

—Salir... como salir, ¿a dónde?

Mario se encogió de hombros.

—No sé, a comer algo o a caminar por ahí. Tú y yo.

El rostro de Sam adquirió el tono de su cabello y con mucho esfuerzo, calmó un poco su sonrisa. Necesitaba tranquilizarse para preguntar si era una cita. Estaba aterrada de pasar una vergüenza monumental en caso de que la respuesta fuera no, pero decidió arriesgar y en todo caso, podría decir que era una broma si algo salía mal. Tomó aire y abrió la boca, pero antes de que salieran las palabras, el nombre de su amigo fue gritado desde la lejanía. Mario miró hacia allí y se levantó de inmediato del césped.

—¿A dónde vas?

—Le prometí a mis amigas ayudarlas a descolgar unas decoraciones y parece que ahora es cuando. —Se agachó un poco y dejó un sonoro beso en la mejilla caliente de Sam—. Te veo luego, Samy.

—Adiós... —Suspiró para sí y nadie escuchó su despedida.

Vio a Mario botar el plato de plástico del postre en la basura y ella se quedó allí. Estiró las piernas sobre el césped y dejó que ese momento de paz la absorbiera. Sonrió mordiendo su labio, a sabiendas de que tenía una casi cita con su enamorado.

A unos metros vio a Román caminando solo y girando su cabeza de un lado a otro, posiblemente buscándola. Cuando sus ojos dieron con ella, Sam levantó la mano y Román se acercó. Se sentó a su lado, en el lugar que Mario había dejado.

—¿Ganaste algo en los patos?

—Yo no, soy un asco con la puntería. Mario ganó un postre y lo compartimos.

—¿Dónde está? Tu amigo, no el postre.

—Pues... debía ayudar a no sé quién con algo.

—¿Te dejó sola?

—Se acabó de ir —defendió—. No estuve sola ni cinco minutos. ¿Qué tal el almuerzo?

—Meh, muy básico. ¿Quieres comer algo? Dudo que medio postre te dejara satisfecha.

—No, así está bien. Mi padre diría que deje de comer tanto porque me engordo. —Sam soltó una risita. Se le hacía más fácil bromear que mostrar lo que le molestaba cuando nombraba a su padre.

—Tu padre no está, ¿qué dices tú? En la carpa de mi curso están vendiendo unos perros calientes deliciosos. Vamos.

—Gracias, pero...

—Bien, no comas. Pero vamos igual, yo sí quiero uno. Acompáñame; tal vez te antojes de algo.

Sam accedió y caminó a su lado hasta donde él la llevó. Efectivamente, se antojó de un sandwich de pollo con muchos aderezos que lucía sabroso; Román se lo compró, con gesto de suficiencia porque él sabía ella sí quería comer.

Por primera vez, Jacobo vio a la Cupido de Román distraída, solo observándolo interactuar con Sam y sonreír; ¡Sonreír! Se dijo que era el momento de acercarse y así lo hizo. Le tocó el hombro y ella se sobresaltó, borrando su sonrisa.

—¡Hola! Me llamo Jacobo y...

—No me interesa.

—Ya que Román está contigo...

—No me interesa —insistió.

—Pensé que podíamos hablar y...

—No me interesa.

Jacobo intentó no borrar su buen humor. Cerró los ojos dos segundos y respiró profundo. Trató usando un tono más acorde a ella, es decir, menos efusivo.

—Oye, solo quiero hablar contigo. Es sobre...

—¿Sobre cómo tu encargada desprecia a Román? —Soltó—. ¿O me vas a pedir consejos porque eres recién llegado? Cualquiera de los dos temas, no me interesa.

Jacobo abrió mucho los ojos, impresionado —y no en buen sentido— con su actitud. Esperaba que al ser Román tan amable, su Cupido fuera similar, así como él y Sam. ¿Había una regla al respecto? No podía recordarlo.

La Cupido se alejó; Jacobo aún podía verla pues no había ido lejos pero ese distanciamiento solo decía claramente "no te me acerques".

Nota mental: averiguar en los archivos sobre Román y su Cupido también.

Cuando decidieron salir del bazar, ya eran cerca de las cuatro. Sam no vio más a Mario y tampoco hizo el intento de buscarlo; la pasaba bien con Román, la hacía reír y por raticos sentía que era de esas amistades de muchos años y no de meses como en realidad era.

Iban caminando en dirección a su cuadra. Para Jacobo era divertida la manera en que los temas surgían entre ellos; pensó que literalmente, no hablaban de nada importante, es más, las cosas agarraban un rumbo absurdo e hipotético casi siempre, pero los silencios raros eran casi nulos. En ese momento hablaban de algo relacionado con aliens.

—Sería una masacre indiscriminada —comentó Román, haciendo una mueca.

—No realmente —difirió Sam—. Piensa que si un extraterrestre viene y abre a un humano en dos para estudiarlo, es en pro de su ciencia, no de la maldad, asumiendo claro que si llegaron a la tierra es porque son muy inteligentes y por ende, amantes de la ciencia y el conocimiento. Y no puedes usar el argumento de que es esa persona partida en dos tiene familia, sentimientos y todo eso. Piensa que los humanos usamos otros seres vivos para estudiar, para ciencia, para consumo, entonces ¿qué diferencia hace?

—Los humanos son humanos y las vacas son vacas.

—Y los ratones, ratones, y los extraterrestres, extraterrestres —replicó Sam, gesticulando con las manos—. Pero ¿qué te hace pensar que la vaca que mata el granjero para hamburguesas no será extrañada por su madre o por sus crías? No entendemos su lenguaje, no podemos saber si piden ayuda al ser matadas, o si su familia siente la pérdida. ¿Has escuchado el chillido de un animal de esos al ser degollado? Horrible, por cierto; ¿y si es un "auxilio" en su idioma? Y bueno, que es por cuestión de la cadena alimenticia, lo entiendo, pero piensa que hasta el momento en la Tierra, el humano se ha autoproclamado con el poder de arrancar vidas para alimentarse, somos como los reyes de la cadena alimenticia... ¿o es el león? No, ese es el rey de la selva, ¿te gusta el Rey León? A mí me encanta... aunque siendo literales, el león no es el rey de nada, leí el motivo de que sea llamado rey de la selva cuando no lo es, nada que ver con la realidad, eso te lo cuento luego, me desvié... —Su tono iba subiendo en algunas partes de su discurso, tendía a emocionarse al hablar de cualquier cosa que le soltara la lengua—. El punto es que si llega un extraterrestre y se autoproclama estar un escalón más arriba que nosotros los humanos, ¿quién se lo va a impedir? ¿y qué autoridad tenemos para decirle que no? Total y el extraterrestre no habla ningún idioma de la Tierra, así que al no entendernos, pensaría que solo somos criaturas que "mugen" como nosotros con las vacas. ¿Crees que un extraterrestre llegue a casa pensando "ese humano tenía sentimientos"? Pues no. Cuando me como una hamburguesa no pienso "esa pobre vaca lloró en su lecho de muerte". Las personas nos sentimos dueñas de las demás especies pero solo porque no ha llegado una especie que nos domine en habilidades... aunque es más en número que en habilidades porque por ejemplo, un león es mucho más fuerte que un humano y lo destrozaría en segundos pero un león contra cien humanos es más difícil, somos muchísimos... ¿has pensado en la sobrepoblación? Es preocupante. Leí una teoría interesante sobre...

Se calló de repente, como si el volumen de su voz lo hubieran puesto en mute de un momento a otro. Jacobo iba concentrado en sus palabras y al oírla callar, la miró; estaba colorada y se mordía ambos labios. ¿Le habrá dolido la garganta?

Afortunadamente, a Román también le extrañó el cambio, por lo que preguntó:

—¿Qué con la teoría?

—Perdón.

—¿Por qué? ¿por no tener sentimientos de tristeza al comer hamburguesa? Si te hace sentir mejor, tampoco yo, somos seres desalmados y carnívoros —bromeó.

—Hablo mucho... —murmuró, con un tono de disculpa—. Mi mamá dice que logro aburrir a las personas. A veces estamos hablando de alguna cosa que vimos en el noticiero y le cuento sobre casos similares, o a veces ella llega a decirme de algo impresionante y cuando le respondo más de la cuenta se enoja. La vez pasada llegó a contarme que una clienta suya que está embarazada le había mostrado un ultrasonido en el que se veía a su bebé sonreír dentro del útero y que el doctor le había dicho que la sonrisa era por la voz de su padre que estaba allí cuando le hicieron la ecografía; yo le dije que había leído que los bebés no sonríen por estímulo sino por reflejo cuando están en el vientre y me regañó, me dijo que le quito la diversión a todo, que yo qué iba a saber, que cuando me contaran algo feliz solo asintiera y no intentara buscarle tanta explicación a las cosas... luego me dijo algo de que solo Dios sabe lo que hacen los bebés y por qué lo hacen y cuando le insinué que lo que le decía era porque había expertos haciendo estudios e investigaciones siempre para saber ese tipo de cosas, se enojó más y no me habló durante ese día, fue gracioso...

Sam giró a mirar a Román mientras movía y movía sus manos acompañando sus palabras. Su compañero tenía una sonrisa con los labios apretados, aunque la miraba fijamente; Sam asumió de inmediato que se burlaba de ella. Y no se sintió mal como para enojarse, sino como para disculparse.

—Lo hice de nuevo. ¿Sabes qué? Necesito que alguien me diga "basta" cuando empiezo a hablar así. Hazlo sin pena ni miedo, no me molesta, es más, lo agradezco porque no me gusta hacer sentir incómodos a los demás... aunque lo hago de todas maneras.

—No me siento incómodo. No te diría basta cuando hablas así, es divertido escucharte. No divertido de "quiero reírme", sino divertido de "sigue hablando, me gusta oírte" y uno nunca sabe qué puede aprender.

—Lo dices porque es la primera vez que estamos juntos tanto tiempo —dijo Sam, más risueña y tranquila—. Imagina ser mi madre y tener que oírme a diario.

—No voy a imaginarme siendo una mujer con tres hijos, gracias, pero lo de oírte a diario no se oye mal.

Oye, Samantha, ¿no agarras las indirectas? Jacobo estaba luchando para no perder su buen humor.

—Dile eso a mi mamá —respondió ella con genuina diversión, pensado en Román diciéndole a su madre que le gustaría oír a Sam divagar. Su madre reiría. Esa imagen la hizo reír también—. A Elliot le causa gracia hablar conmigo, pero no para enojarse. Él me dice que tengo una mente medio fumada, pero que eso es bueno porque permanezco un poco más alejada de la triste realidad. Él es medio depre con esos temas, pero me escucha.

—Bueno, aparte de lo depre, concuerdo con él.

Llegaron al portal del edificio de Sam y se detuvieron. Se sonrieron; Sam en agradecimiento por el buen rato y Román simplemente porque estaba contento y embriagado con su carisma.

—Muchas gracias por haberme invitado, la pasé muy bien.

—También yo. —Las manos de Román, metidas en sus bolsillos del pantalón, se retorcían un poco por los nervios—. Tal vez podemos repetirlo, salir otro día.

—¿Tendrás otro bazar pronto? —dijo Sam.

—No necesitamos un bazar para compartir algún día.

Román en su interior se reprendía por su forma nada directa de pedirle una cita, pero aunque quería, la palabra no salía de su boca. Se dijo que con esa manera de hablarle, ella solo iba a pensar que era una salida de amigos y ya, y él no deseaba eso, él deseaba que ella supiera de su interés... pero a la vez le aterraba eso.

—Oh, bueno, me parece bien. Me escribes o nos vemos por ahí.

—Sí, supongo.

—Entonces adiós; debo hacer una tarea de historia y si no empiezo ahora, me dará pereza después.

Ondeó su mano y le sonrió; dio media vuelta para subir los tres escalones hasta la puerta principal del edificio. Jacobo se quedó observando a Román que, por su gesto, se debatía si debía decirle algo más a Sam o no. Imaginó que su corazón iba muy rápido y que sus palmas le sudaban. Pobrecito; Jacobo agradecía internamente con frecuencia estar encargado de una mujer, ser hombre le parecía más complicado en cuestiones del amor adolescente y por eso eran mujeres las Cupidos de los chicos; ellas lo hacen todo mejor.

—Oye, Sam...

Su chica volteó y Jacobo retuvo el aliento, esperando que le dijera algo dulce o le confesara cualquier cosa. Lo que sea, Román, dile algo.

—¿Si?

Abrió la boca y en sus ojos hubo arrepentimiento o quizás, un arranque de pánico. Solo le sonrió y dijo:

—Me debes la historia de por qué el león no es rey y la teoría interesante que mencionaste.


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Prohibiciones de los Cupido: «Los Cupidos no podrán solicitar un cambio de humano, pero el maestro sí podrá cambiar de Cupido para un humano si lo considera insuficiente. Estos puestos son llenados por los Cupidos expertos de reemplazo que trabajan en masa para cada maestro y el Cupido cambiado deberá tomar las clases correspondientes nuevamente y solo podrá ejercer si su maestro se lo permite».
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¡Hola!

Amo escribir a Samantha divagar, ojalá yo pudiera decir tantas palabras por minuto xD 

Admito que de los capítulos que he escrito para esta historia, este es mi fav hasta el momento; el Jacobo estresado es lo más tiernis que hay y el Román atontado también jaja

¿A quién le van por ahora?

#TeamRoman

#TeamMario

#TeamThyfh v:

➳ Gracias por leer, recuerda dejar tu estrellita ♡

♥Nos leemos♥

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