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62. ➳ Despedidas y reencuentros ♡

"El dolor de la separación no es nada comparado con la alegría de reunirse de nuevo".
-Charles Dickens.

***

Melody llevó a Jacobo a la habitación de Sam porque no sabía a dónde más podrían estar sin llamar la atención, además, tenía la vaga esperanza de que el entorno familiar de algún modo lo ayudara a despertar. Su momento de desesperación total había disminuido a mera preocupación porque si bien Jacobo seguía inconsciente, sabía que seguía vivo y razonando un poco, quiso creer que así era el proceso necesario para que recuperase la memoria.

Toda su fe estaba en que el amor sincero de Román hubiera servido para Jacobo también, y si no funcionaba...

Melody levantó la mirada cuando Samantha entró en la habitación. Ya era de noche y no se molestó en hacer gran cosa más que quitarse los zapatos y recostarse en su cama. Estaba contenta; Melody lograba sentir la buena energía emanando de ella en ese momento y pese a todo, sonrió, pensando que no se había equivocado en flechar a Román unas semanas atrás.

Melody sabía que el amor de Samantha era complicado y por eso siempre lo había considerado inferior para lo que su Román merecía, sin embargo, conviviendo con Sam con tanta frecuencia pudo notar que si bien sí era un amor difícil, era merecedor porque ella podría ofrecerle a su humano un corazón tan puro como el de él... eventualmente y con paciencia.

Sam se giró en su propia cama para quedar de lado y pasó una cobija sobre su cuerpo. En unos minutos quedó profundamente dormida y Jacobo, para desconcierto de Melody, desapareció para ingresar a su mente.

♡♡♡

A Jacobo le dolía la cabeza pero a la vez sentía que el dolor no era suyo... o ni siquiera estaba seguro de que fuera en la cabeza. Se sentía mareado y tenía la impresión de que si abría los ojos por más de cinco minutos seguidos, el mundo daría vueltas a su alrededor hasta desvanecerse. Veía borroso, mas no estaba seguro de si realmente él tenía algo en los ojos o si sencillamente alrededor no había nada qué mirar.

Luego de unos minutos decidió abrir los ojos y analizar el entorno; más confundido quedó con lo que vio: un suelo negro y una cantidad incontable de hexágonos a su alrededor, todos brillando con diferentes colores y distintos grados de luz intermitente. Su palma abierta dio con el suelo y lo sintió frío, pero ignoró eso para poder ponerse de pie.

Dio un paso y una punzada le atravesó el cerebro, mas no fue solo dolor sino que en su mente hubo chispazos cortos pero claros de una chica pelirroja; no le llegó de inmediato el reconocimiento total pero sí sabía que se llamaba Samantha y que era importante para él.

Dio otro paso hacia los hexágonos y visualizó la sonrisa de Samantha. Luego sus lágrimas, sus sonrojos y se descubrió recordando cada uno de ellos. El corazón de Jacobo palpitaba con fuerza pero una cosa sí era segura: estaba recuperando cada trozo de la memoria que le habían quitado.

Estando cerca de los hexágonos notó que eran como ventanas y se asomó a varios de los más coloridos: Sam en una exposición de su clase, en otra Sam riendo con su hermano, en otra Sam jugando fútbol y arrugando el entrecejo en plena concentración.

—Sam... —susurró para sí mismo.

Le dolió el pecho y el alma cuando de un segundo a otro y en tromba, los recuerdos se metieron en su cabeza, especialmente los que nacieron cuando Jacobo ya estaba en Tierra con ella. Recordó a Mario, a Eliott, a Lisa, Franco, Román, Drew, Ian, Alice... El aire se fue de su cuerpo y sintió que se ahogaba; dejó de ver hacia donde caminaba y a trompicones avanzó hacia adelante, consciente solamente de que no podía quedarse en un solo sitio o enloquecería.

Sin darse cuenta atravesó una puerta grande que no había visto y la luz de adentro lo cegó por un buen rato. Entró en una cocina ajena y de momento su recién restaurada memoria no le alcanzó para saber que era la cocina de Roman. Vio a Samantha de espaldas. Estaba sola, mirando una bandeja de cupcakes sin hornear y sin notarlo tarareaba una canción desconocida.

Era actual su imagen, la Sam de hoy, Jacobo lo sabía y su garganta se cerró aún más teniéndola tan cerca. Sus ojos se llenaron de lágrimas porque la culpa de haberla olvidado lo lastimaba demasiado. Sabía vagamente que ella no lo sentiría, vería u oiría y con esa convicción se acercó sigilosamente.

Era su Samantha, era la razón por la que vivía, la razón de... muchas cosas que había hecho.

Samantha volteó cuando Jacobo estuvo lo suficientemente cerca.

—¡Hola!

Jacobo se movió para ver a quién se dirigía pero la cocina estaba sola además de ellos dos.

—¿Sam?

—Sí, ¿cómo estás? —le respondió con emoción.

Le respondió. Me respondió, se dijo dentro de sí.

Jacobo dio dos pasos atrás entre sorprendido y emocionado. Su lado lógico le decía que estaban en un sueño, que no era real el tenerla tan cerca, sin embargo sueño o no, jamás creyó posible comunicarse con ella.

—Tú... ¿tú me ves?

Samantha pulió un gesto de extrañeza.

—Pues sí... aunque no sé quién eres. ¿Quién eres?

—Soy Jacobo.

—Jacobo... —repitió Sam en un susurro—, es un nombre muy lindo. ¿Qué haces acá?

Jacobo estaba demasiado confundido para entender cualquier cosa y su cabeza seguía latiendo dolorosamente.

—¿Qué es acá exactamente?

—Es mi lugar feliz —replicó Sam, sonriente y confiada como nunca antes había estado, como solo podía estar en la seguridad de su interior—. Si estás acá debes ser algo bueno; mis miedos no ingresan a esta habitación.

—¿Habitación?

—Estoy soñando —explicó Samantha con gentileza—. Y esta es mi habitación feliz. Estoy bastante segura de que nunca te he visto, pero me eres familiar. Y eres pelirrojo como yo —apunto, sonriente—, ¿eres como mi ángel guardián o algo así?

Samantha hablaba con total naturalidad, como si fuera de lo más normal ser consciente de estar en un sueño; sin embargo Jacobo razonó que esta no era su Samantha real, solo una representación de la mente dormida de su verdadera Sam.

—"Algo así" —replicó Jacobo, considerando que eso era más lógico que explicarle todo el rollo de los cupidos—. No creí que podría hablarte en algún momento.

Ella no reconocía a Jacobo, y lo más probable era que al despertar no recordase mucho de su sueño pero en ese momento, la Samantha del subconsciente sentía que podía confiar en ese Jacobo, que era parte de ella tanto como ella misma, así que le sonrió como si lo conociera de toda la vida.

—Pero acá estamos —respondió Sam; hizo una pausa y luego mordió su labio—. La mamá de Mario dice que cuando los ángeles se aparecen en nuestro sueño es porque saben que estaremos mejor pronto y que vienen a despedirse.

A Jacobo se le llenaron los ojos de lágrimas al escucharla porque era lo que más sentido tenía. Sus recuerdos habían regresado y sabía con más certeza que otra cosa que lo que pasara en ese momento era lo último que haría con Samantha. Su misión había terminado y no tenía nada más que hacer ahí, y por el contrario, tenía mucho que hacer en Skydalle.

—Entonces supongo que he venido a despedirme.

Tal como un imán que de repente recuerda que tiene polos para atraer a otro, Sam y Jacobo se acercaron para darse un abrazo. Jacobo nunca creyó poder tocar a su Samantha y aunque fuera una ilusión se sentía tan real que deseó no soltarla nunca. Sam empezó a llorar por la despedida pese a que a decir verdad, no sabía de qué se despedía exactamente, era más un reflejo triste de su corazón que de su mente.

—¿Esto significa que estaré bien pronto?

—Yo espero que sí. Hay tantas cosas que he querido decirte todo este tiempo, Sam... —A Jacobo se le escapó un sollozo a la vez que se alejaba un poco para ver a Sam a los ojos. Se tragó el nudo en su garganta para sonreír y hablarle—. No deseo más que bienestar para ti, te mereces todo lo bonito del mundo. Eres hermosa por dentro y por fuera. Estoy muy, muy orgulloso de ti y de todo lo que eres y de todo lo que serás. Quiero que te ames tanto como yo te amo, espero que pronto puedas mirarte al espejo y sonreírte, decirte que eres bella y creértelo. No debes cambiar por nadie, no debes perder tu esencia, tu personalidad. Usa tu vestido azul enterrado en el armario; se te ve precioso. Usa adornos en tu cabello sin preocuparte si los demás te miran o no. Ríete de ti misma y enamórate de tu reflejo. No tengas miedo nunca de decir lo que piensas, lo que sientes, no te quedes callada nunca. No te avergüences nunca de buscar tu bienestar emocional, tienes derecho de estar triste y deber de intentar cambiar eso.

»Recoge cada uno de los pedazos en los que estás rota y consiéntelos para que se peguen solos con el amor que puedes llegar a sentir por ti misma. Jamás escuches lo malo que tu padre dice de ti, jamás dudes de tu valor y tu valentía. Sé que has pasado por muchísimo, Sam, y sé que te duele y tienes todo el derecho a que te duela, no dejes que nadie nunca minimice tus sentimientos. Y también sé que florecerás a pesar de eso, sé que ese dolor no te va a definir por siempre y que algún día estarás feliz con tu existencia, dejando todo lo malo atrás.

»Quédate con quienes te amen y te hagan bien, solo con esas personas, no más. Naciste para brillar, no te conformes nunca con que te opaquen. Te amo, te amo muchísimo.

Sam estaba llorando y Jacobo la acompañaba. La abrazó de nuevo, apretando tan fuerte que temió quebrarla en dos. Samantha era su vida, era su alma, su corazón y dejarla ir era duro y a la vez liberador porque tenía la certeza de que ella estaba lista para volar sin él, que ya había cumplido su cometido dentro de su vida empujándola al cambio y que ahora era responsabilidad de Sam lo que siguiera.

Y sí, tenía confianza en que Sam podría con todo eso sin él.

—Estaré bien —murmuró Sam y se escuchó como una promesa y un deseo de lo más profundo de su ser—. He encontrado las ganas de luchar y estaré bien... aunque me tome mucho tiempo.

—Ámate, Sam, ámate mucho y el resto del camino será más corto.

Sam asintió con sus ojos brillantes y dejó que Jacobo le acunara las mejillas con las manos. El tacto sabía a despedida definitiva pero también a amor incondicional.

Por el rabillo del ojo Jacobo vio que algo se movía y al girarse vio a Román entrando. No era el Román real, por supuesto, era el Román de los sueños de Samantha y le daba crédito por soñarlo con el lujo de detalles suficientes para que no se notase la diferencia entre el real y él a simple vista.

—Es Román —dijo Sam a Jacobo, como si este no lo conociera. El Román del subconsciente se quedó en el marco de la entrada sin moverse ni entrar—. Él en esta cocina es mi lugar feliz.

—Él te acompañará —prometió Jacobo—. Su amor es puro, Sam, recuerda eso.

—Me dijo que me ama —confesó, sonriendo—, y no se sintió incorrecto.

—No lo es. Deja que él te ame porque él sabe cómo amar bien y cuando estés lista, ámalo también.

Samantha lo miró y en automático Román se acercó a ellos. Jacobo empezó a soltar a Samantha y a dirigir la mano de ella a la de Román, que pronto la tomó.

Los dedos del cupido y de la humana tuvieron un último contacto, simbólico y físico, antes de que Jacobo diera un paso atrás.

—Debo irme ahora. —Jacobo aclaró la garganta para poder hablar pese a su emoción latente—. Ha sido un placer acompañarte, Sam. Siempre te amaré.

—¿Te veré de nuevo algún día?

—Soy tu guardián —respondió, y en realidad lo creyó—, volveré cuando crea que me necesitas.

—Gracias, Jacobo.

—Adiós, Sam.

Jacobo retrocedió hasta cruzar la puerta por la que había entrado. Cuando giró para mirar atrás, Sam seguía mirándolo con los ojos brillantes y con Román bien asido a su mano. Sonrió una vez más y se alejó definitivamente.

♡♡♡

Melody estaba sentada en la escalera de emergencia fuera de la habitación de Sam. Su sueño era profundo y si todo era como cuando Jacobo se metía en sus recuerdos, él no regresaría sino hasta que Sam despertara. Los minutos parecían horas y las horas días enteros pero Melody esperaba con paciencia.

—No voy a perderte —susurró a nadie—. No me quedas sino tú, tonto Jacobo.

Melody entró a la habitación igual que hacía cada veinte minutos para revisar a Samantha y la posibilidad de que Jacobo estuviera ahí. De momento todo seguía igual: ella dormida y Jacobo ausente. La cupido se mordió el labio y se sentó sobre la alfombra dispuesta a esperar más y más horas hasta el amanecer, pero entonces Samantha se sacudió en su cama y en dos segundos Jacobo estuvo junto a ella, de pie.

Melody se puso de pie también, demasiado sorprendida de verlo despierto y mirándola como para pensar en algo inteligente qué decir. Sam en su cama buscaba posición para dormirse de nuevo, lo que no fue demasiado complicado.

—Jacobo —murmuró Melody, dubitativa—. ¿Estás... bien?

—Mel...

Jacobo se acercó en dos pasos y la besó.

Tomó a Melody por sorpresa pero ella en su estupefacción no se negó a su beso. Le rodeó el cuello y se dejó acariciar los labios con la ansia de quien lleva siglos sin ver a su ser amado. Sus emociones finalmente la sobrepasaron y una lágrima rodó por su mejilla; Jacobo la secó sin despegarse de su boca, y sonrió sobre sus labios. Pasó sus dedos por su cabello, como si necesitara reconocerla totalmente para asegurarse de que Melody estaba con él.

—Lo siento —dijo Jacobo—, lo siento mucho. Lamento esto, lo siento, Mel. Te amo, no debí olvidarte, perdóname...

Melody tocó las mejillas de Jacobo, luego sus orejas, su cabello, su cuello. Estaba demasiado alterada para pensar con claridad pero sí tenía en mente el alivio de que Jacobo estuviese bien y con ella; eso era lo único que importaba.

—Pensé que te perdería —confesó Melody en un sollozo—. No sabes el miedo que he sentido...Casi te pierdo y sin ti, yo no...

—Tú me salvaste.

—Eres todo para mí, Jacobo.

Jacobo soltó una risita alegre, feliz.

—Creo que debo grabar eso porque algo me dice que no lo volverás a decir nunca.

Melody también rió.

—Y tienes razón. Mañana seré de nuevo la Melody "no me interesa" de siempre... pero ahora estoy muy feliz de tenerte conmigo. No me dejes nunca de nuevo —suplicó.

—Te lo prometo. —Jacobo miró a Samantha en la cama, no del todo dormida pero tampoco despierta. Sonrió y luego tomó la mano de Melody—. Debemos irnos ahora.

—¿Y qué haremos? En Skydalle todo está...

—Mal, lo sé. Pero quedamos nosotros y sé que no somos los únicos.

—Marissa y Sandro están bien. Buscan a los que hayan sobrevivido el día del cierre. Te necesitan.

Nos necesitan —aclaró—. Tú y yo somos ahora un equipo, para bien o para mal. Bueno, si quieres.

—Donde y como sea si es contigo.

Jacobo la besó de nuevo, sonriendo de tanto en tanto.

—Entonces vamos, Mel. Somos la oposición y si debemos empezar de cero, lo hacemos. Los Altos Mandos no podrán ganar por siempre y lucharemos contra ellos, incluso si debemos quemar sus cimientos uno por uno.

Melody asintió, sintiendo un nuevo respeto en su interior por el amor de su vida.

La convicción en la voz de Jacobo era fuerte y poderosa. Su tono ya no era el de un cupido recién bajado a Tierra con mil expectativas de que todo saliera bien, mil dudas sin responder e ingenuo prácticamente sobre todo lo que pasaba en su mundo, no.

Ahora la voz de Jacobo era la de un líder, el tipo de voz que logra reunir seguidores, la que es capaz de mover multitudes y buscar lealtad por montones.

Jacobo ya no era un cupido con la misión de enamorar a Samantha a cualquier costo, ahora era un líder opositor y su camino apenas empezaba hacia otra futura revolución. El brillo infantil de su mirada había muerto y había sido reemplazado por el de la perseverancia, el deseo de justicia y el rencor contra el poder.

Y también el del amor hacia Melody, su nueva y permanente compañera.

Jacobo era la ceniza del fuego que les habían apagado y también la chispa que lo encendería de nuevo.

Jacobo sonrió antes de dejar la habitación de Sam. Había muchas cosas que estaban mal en su mundo pero la mano de Melody en la suya y la fuerza en su corazón lo hicieron levantar el mentón y sentirse más poderoso que nunca antes en su vida.

♡♡♡

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