61. ➳ No puedo perderte ♡
***
Jacobo bizqueó para saber dónde estaba pero su mente nadaba en confusión y temor. Entonces reconoció a la figura a un par de metros de él.
—¡¿Qué demonios pasa contigo?!
Melody esperaba esa reacción pero aun así le chocó un poco que su Jacobo le hablase así.
—Escúchame...
—¿Dónde estamos?
—En Tierra.
Jacobo abrió mucho los ojos.
—¿Por qué? ¿Cómo es que tú...? ¡Me trajiste a la fuerza! Dijiste que eras mi amiga. Llévame de regreso.
—No hasta que me escuches —replicó, usando su tono firme y serio—. Escúchame y ya.
Jacobo resopló pero, tal como Melody predijo, estaba demasiado confundido en un lugar nuevo como para irse aireado y dejarla sola.
—¿Qué quieres?
—Jacobo, te han borrado la memoria.
—Ay, por favor, yo mismo te dije eso.
—¡No! Quien te la borró fue Benjamín. Él no te ha salvado, él te ha atacado.
—Estás loca.
Melody dio un paso hacia él. Lo había llevado a lo alto de la iglesia donde una vez habían estado, donde él le dijo que era posible enamorarse de ella y ella se sintió como la magia pura. Esperaba que el lugar le diera alguna pista a Jacobo pero de momento no había pasado; un punto menos.
—¿Qué pruebas te ha dado él de que todo sea como te lo dijo? —espetó—. Dime qué te hace creer que dice la verdad sin escuchar otra versión.
—¡Pues...! —El arrebato de Jacobo se cortó cuando no tuvo respuesta—. Él estaba ahí cuando desperté y todo lo que dijo lo vi. Vi a los opositores, vi el desastre que fue de las calles los primeros días, vi a Benjamín intentando arreglar todo con paciencia, vi...
—¡Te engañaron! ¿Quién te dijo que eras?
Jacobo no tuvo ni que pensarlo para responder:
—Jacobo White. Terminé con bien mi misión y conseguí un puesto en el edificio Cristal, trabajo con los altos mandos y pude ascender rápido porque soy muy listo.
A Melody le quebró un poquito el alma escuchar su convicción. No tenía dudas y ella necesitaba que tuviera dudas.
—Jacobo, te han mentido. Escúchame, por favor. No terminaste tu misión, la abandonaste para ayudarnos con el cierre del portal.
—¡Eres parte de la oposición! —explotó.
—¡Tú también lo eres! Y no cualquier miembro, eres un líder. Tu maestro se llama Ambrosio y nos traicionó, se fue al bando de Benjamín y tú te quedaste con nosotros. Con Lilith, con Aaron, con Robbie. Conmigo.
—No sé de quiénes estás hablando.
—Tu humana se llama Samantha White, es pelirroja, bonita, tiene lentes y una sonrisa pareja. Sufre; la viste sufrir y por eso empezaste a unirte a la oposición. Llegaste acá solo hace unos meses y sonreías por todo pero cuando llegó el momento de cerrar el portal ya no sonreías tanto. Eres fuerte, valiente, aguerrido, Jacobo. Eres parte de nosotros porque sabes que es injusto todo lo que sucede en Skydalle; Benjamín no es el aliado, es el enemigo.
Jacobo la miraba a los ojos y parte de su frustración se diluyó porque notó que Melody estaba a punto de llorar. Había tal certeza y dolor en los ojos de la cupido que ni siquiera Jacobo creyendo que todo era mentira podría pasar de ella e ignorarla. Cuando replicó, lo hizo con más suavidad y tacto:
—Yo realmente siento que estás algo confundida. Mira, lo siento de verdad, pero yo...
Melody acortó la distancia y tomó su mano; ya no quería gritarle, al contrario, había un silencio triste en ella. Jacobo se dejó tomar la mano aunque aún le era ajeno el toque. Melody le volteó la palma para ver su dorso y con la otra mano le acarició esa piel.
—Tú eres Jacobo y eres dulce, comprensivo, algo torpe y testarudo. Eres insistente, perseverante, apasionado. Tu sonrisa es cálida y tu voz lidera. Te traje acá una vez cuando estabas frustrado y te pareció un lugar tranquilizador... Ese día me dijiste que era posible que un cupido se enamorase de otro.
A Jacobo se le aguaron los ojos pero en su laguna mental seguía sin saber muy bien por qué. Se dio cuenta de que su lado inconsciente le creía a esa cupido extraña pero su lado racional, al menos el que conocía, no podía tomar ni una palabra como verdad... o eso se supone que debía pensar. Pero, ¿y si ella tenía razón? No recordaba ser su amigo pero sí sabía que era muy bonita como para decir tantas mentiras.
—¿Y quién eres tú entonces? —musitó, angustiado.
—Yo soy Melody. Soy aprendiz de Lilith, cupido de un chico llamado Román. Yo soy mala haciendo amigos y de hecho te mandé a volar las primeras veces que quisiste hablarme. Creo que me tenías miedo. —Jacobo sintió que su corazón se aceleró pero no podía descifrar el motivo—. Yo fui quien te llevó la primera vez a los almacenes ilegales porque querías algo que te ayudara en tu misión. Yo te miré con desprecio muchas veces, te corté la conversación, te decía que me exasperabas y era cierto, te consideraba fastidioso e irritante.
—Vaya, no sé cómo pudimos ser amigos entonces —bromeó Jacobo—. Te oyes algo grosera.
Melody rió, pero ese gesto se quedó exclusivamente en su boca. Tragó saliva y respondió:
—Te mentí un poco. No somos amigos, somos más. Me enamoré de ti, Jacobo y tú me amaste tanto que cuando las puertas se cerraron me obligaste a quedarme acá mientras tú ibas a dar la cara por la oposición. Luego todo salió mal y... y acá estamos, no me recuerdas.
Y eso no sonó a locura, notó Jacobo.
Sonaba factible aunque ajeno porque no podía recordar nada de eso; sonaba factible que dos cupidos se enamorasen y que uno amara tanto al otro que prefiriera dejarlo ir a atarlo a algo malo, sin embargo no era factible para Jacobo poner su nombre y el de Melody a esos dos cupidos hipotéticos.
—Yo no recuerdo nada —admitió Jacobo, con real dolor en la voz—, y de verdad lo lamento, Melody.
—Me dejaste acá, Jacobo. Me dejaste acá y ahora no me recuerdas. No puedo perderte a ti también y me duele sentir que ya te estoy perdiendo. Te he traído acá para que recuerdes, tengo fe en que recuerdes. Por favor.
Entonces Jacobo sintió lástima por ella. ¿Y si en realidad todo eran mentiras pero ella las creía porque estaba algo loca? Benjamín le había dicho que la oposición era cruel y que manipulaba a cupidos a su antojo, ¿y si esta bonita cupido morena solo era un títere?
Jacobo se soltó de las manos de Melody y dio un paso atrás.
—Esto es muy raro, Melody. En serio, en serio quisiera poder ayudarte pero...
—Dame un día —interrumpió—. Acompáñame hoy y te mostraré tu vida. Si anochece y sigues sin recordarme, te llevaré a Skydalle y no volverás a saber de mí. Te lo prometo.
Jacobo reflexionó. Dadas sus opciones —es decir ninguna porque no sabía cómo regresar a Skydalle por su cuenta— no le quedó sino aceptar. No perdería nada y se sacaría a Melody de encima; era un buen trato.
♡♡♡
El bus que partía hacia la capital con el grupo de baile saldría desde el salón comunal donde se daban las clases. Cada bailarín podía ir con un acompañante y Román iría con su hermana Amy. Entre la emoción del viaje, la expectativa del concurso y los nervios a flor de piel, el ambiente estaba saturado de voces, risas y lágrimas de madres.
Había tal alboroto que incluso algunos vecinos hacían parte de la multitud y les deseaban suerte en el concurso aunque no supieran exactamente de qué iban. Amy y Román hacían la corta fila para dejar sus maletas en el maletero del bus; se irían en unos quince o veinte minutos y mientras tanto todos se despedían y se subían en orden.
—¡Esto es tan emocionante! —explotó Amy—. Y no solo porque viajo a la capital, sino por tu competencia.
—Sí, claro, emocionada por tu hermanito.
—Ya no eres mi hermanito, ya eres mayor de edad así que legalmente no eres mi problema durante este viaje.
—Pobre mi madre que te creyó que irías a cuidarme y por eso te pagó el pasaje.
Amy le sacó la lengua y se rieron. La fila avanzó y Amy miró detrás de Román una cabellera roja conocida que iba llegando. Elevó el mentón para señalar y dijo:
—Parece que otra personita ha venido a despedirse.
Román volteó a mirar y sin pensarlo dos veces echó a caminar hacia Sam, sin preocuparse de las maletas o de que Amy las pusiera donde debía. Román recibió a Samantha con un abrazo; no esperaba verla más antes de irse.
—¡Sam!
—Hola. ¿Vine de forma inoportuna?
—Jamás. —Román le sonrió—. Aunque no te esperaba.
—Bueno, Alice me hizo venir. —Sam señaló a su derecha y en una esquina estaba Alice mirándolos. Román ondeó su mano, algo extrañado por la distancia pero no comentó nada—. Resulta que ayer iba a decirte algo y no lo hice pese a que hablamos un buen rato. En mi defensa diré que no te lo quería decir por mensajes y luego me excusé en que ya te ibas para no decirte nada. Así que Alice me obligó a venir porque dice que es importante.
Román recordó que estuvieron hasta la madrugada hablando por mensajes y de repente le inquietó que algo malo hubiera sucedido, especialmente por el rostro de angustia y nervios de Sam.
—¿Es algo malo?
Sam negó con la cabeza y tomó la mano de Román para halarlo fuera de la multitud de personas. Se ubicaron en el límite de la congregación y Sam lo soltó para mirarlo a los ojos.
—No malo, más bien... de acuerdo, es raro para mí porque aunque hable muchísimo y tú sí que sabes que hablo muchísimo, pues no digo algo así con frecuencia.
—Me estás asustando, Sam.
Sam miró hacia atrás, hacia Alice y Román notó que ella desde su esquina le elevaba los pulgares para darle ánimos. Eso lo hizo sonreír... y a Sam la hizo sonrojar.
—Bien, de acuerdo, pues... —Sam balanceó el peso del cuerpo en un pie, luego en otro, luego se miró las manos—. He estado yendo a terapia, ¿sí sabías? —Era pregunta retórica, claro que él sabía, sin embargo Román asintió—. Y estoy en tratamiento y... —Sam resopló—. Dios, esto fue muy fácil decírselo a Alice, contigo no se puede.
Román le buscó de nuevo la mano y la tomó entre la suya. Encogió un poco el espacio entre ellos para mirarla a los ojos y asegurarse de que le prestase atención.
—Dímelo. Y que sea pronto porque ya todos se están subiendo al bus, por favor. —Román rió—. Vamos, dilo, no me gustan las intrigas, me da ansiedad.
Sam suspiró y decidió no dejar de mirar los ojos oscuros de Román; eso le dio valor aunque no elocuencia, así que sus palabras salieron firmes pero atropelladas:
—Me gustas demasiado. Más que cualquier otra cosa...u otro alguien porque no eres una cosa. Te quiero mucho y yo quiero pedirte algo, pero de antemano debes saber que tienes el derecho de decir que no y que lo entenderé.
Román escuchó el grito de su hermana llamándolo para subir al bus, pero su corazón palpitaba tan fuerte que decidió ignorarla. Solo se concentró en Sam.
—Lo que quieras.
—Sé que es una promesa endeble lo que te diré, pero no tengo nada más... —Sam tragó saliva de nuevo, su cara ardía de bochorno—. Yo en este momento no puedo tener una relación... sana, al menos, pero sé que mi problema no será eterno. Estoy trabajando duro para y por mi salud y cuando mis emociones se estabilicen un poco más, quiero que estés ahí conmigo. Yo no puedo decirte que será en una semana o en un mes, o que no te aburrirás de esperar, pero si me dejas, quiero prometerte un futuro en el que estamos juntos como más que amigos. No puedo ofrecerte el presente y aún me considero algo egoísta por no dejarte ir, pero te quiero pedir tiempo y...
—¡Román! —chilló Amy—. ¡Vamos!
Román se giró bruscamente hacia el bus y aunque vio que solo faltaba él por subirse —y que por ende todos lo miraban—, no tuvo reparo en gritar de vuelta:
—¡EN UN MINUTO! ¡Esto es importante!
Sam se sonrojó más al notar la atención que acaparaban.
—Ay, por Dios, mejor vete. Qué vergüenza con tus compañeros porque te retengo. Podemos hablarlo después, discúlpame por venir sobre el tiempo.
—Déjalos —dijo Román—. Sam... Sam... tienes el tiempo. No tienes que pedirlo, ¿de acuerdo? Voy a tu ritmo y acá estaré. Yo... —Román miró fugazmente el bus y luego a Sam; mordió su labio y frunció la frente—. Ay, quisiera saber qué más decir pero me están apurando y tengo la mente en blanco.
—No te preocupes, ve, podemos hablar más tarde o cuando vuelvas.
Román asintió y se dispuso a ir al bus, pero tras dar dos pasos, giró sobre sus talones y encaró a Sam. Su latido había enloquecido y sus manos temblaban; su voz salió algo chillona y nerviosa, era lo más abochornado y temerario que se había sentido en su vida entera pero aún así tomó aire y lo soltó:
—Vale, vale, vale, tengo como cinco segundos así que seré breve. No te voy a presionar jamás, Samantha y aunque tarde meses o lo que sea, seguiré acá, ¿de acuerdo? Pero debo decirte algo y lo haré ahora porque me iré unos días y no te veré en todo ese tiempo. Y que quede constancia de que lo diré esta vez y solo esta vez hasta que oficialmente seas mi novia, no es presión ni es nada raro, solo quiero decirlo porque si no lo hago me voy a desmayar en el bus, ¿vale?
Samantha balbuceó.
—Está bien...
—Te amo. Y no estoy exagerando ni espero una respuesta igual. No es para que sientas raro y te alejes ni para que te sientas culpable y me digas que es injusto ni para que acortes el tiempo que necesitas. Nada de eso. Sigues teniendo todo el tiempo y yo te seguiré amando. Te amo mucho y mi hermana se reirá de mí si le cuento que te lo dije pero no me importa. Te amo, Sam, no diré que desde siempre te he amado, pero en este momento sé que es así.
Samantha se quedó muda pero no estática así que se impulsó y lo besó. Un beso corto en los labios, fugaz, de dos segundos, de menos de un parpadeo y con muchos nervios. No era una promesa ni un también te amo, era solo un te escuché y me alegra mucho. Román no lo esperaba y quedó sorprendido, sin saber qué decir. Fue Sam la que habló:
—Ve a ganar esa competencia.
Román salió de su shock y tras dedicarle a Sam una amplia sonrisa corrió hacia el autobús; se subió de un salto y tuvo que aguantar los chiflidos burlones de todos los que, literalmente, habían visto la escena —aunque por fortuna no la escucharon—. Román se sonrojó con violencia y cuando se sentó junto a Amy quería que la tierra se lo tragara.
—Eres un idiota —le dijo con cariño.
Román miró por la ventanilla a Sam y sonrió.
—Soy un idiota —confirmó.
A unos metros de Samantha, Melody empezaba a desesperarse en histeria mezclada con crudo miedo.
Mientras la chica de cabellos rojos flotaba en nubes acarameladas y reía tontamente por temas amorosos con su amiga, la cupido de trenza oscura sostenía a un inerte Jacobo entre sus brazos.
Te amo, dijo Román.
Y Samantha se enamoró.
Te amo, dijo Román.
Y Jacobo se desmayó.
♡♡♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro