59. ➳ Somos las cenizas ♡
"Solíamos pensar que las revoluciones eran la musa del cambio, en realidad es al revés: el cambio prepara el camino para la revolución".
-Eric Hoffer
***
Las voces viajaron pronto y Melody supo que el portal se había abierto al día siguiente de que pasara.
Subió pronto y cruzó las atestadas puertas hacia Skydalle; si bien quienes pertenecían a la oposición ascendían a cientos, muchos más que esos se habían quedado en Tierra y una gran cantidad de ellos sin saber lo que había pasado con certeza, así que con el portal abierto, la entrada y salida de Cupidos era abundante.
Una vez Melody pisó su mundo no supo qué hacer. ¿A dónde o a quién iba a buscar? Le inquietaba ver tanta calma en las calles de Corazonia y más le inquietaba no ver a ninguno de los maestros conocidos. ¿Dónde estaban todos?
Andó solo unos cuantos minutos en duda hasta que a lo lejos vio a Jacobo caminando con despreocupación, lo que de cierto modo le dio la tranquilidad de que sus maestros estarían bien.
—¡Jacobo! —gritó. El cupido de cabellos rojos giró la cabeza en busca de la voz y le sonrió. Melody apresuró el paso y al tenerlo cerca se colgó a su cuello, él quedó estático en su lugar—. ¿Qué ha pasado? Aún te odio por dejarme afuera, ¿dónde están...?
Se calló cuando Jacobo puso sus manos en los hombros de Melody para separarla de él. Lucía confundido.
—Lo siento mucho —dijo Jacobo—, sé que estos últimos días han sido raros para muchos, pero creo que me confundes.
Melody lo miró. Detalló sus ojos, su mirada marrón, su cabello rojizo, su piel clara y sus manos frías sobre sus hombros. Miraba a Jacobo pero no veía a Jacobo. No el brillo en su mirada, no su sonrisa dulce, no su confianza torpe. El corazón de Melody se aceleró al tiempo que soltaba al que unas semanas atrás la besaba con amor; dio medio paso alejándose.
—¿Jacobo?
—No te sientas mal, es normal la confusión —respondió, en tono comedido y gentil—. Solo dime cómo te llamas y quién es tu maestro, podremos buscar ayuda.
—Tú... —El aire ahogó a Melody al intentar respirar; su labio temblaba—. Tú me conoces, Jacobo. ¿Qué te pasó? ¿Cómo llegaste acá?
Algo pareció brillar en la mirada de Jacobo pero pronto Melody supo que al menos reconocimiento, no era.
—Oh, Benjamín dijo que esto podía pasar. ¿Eres mi amiga?
La mención de Benjamín hizo que Melody de repente se sintiera insegura y temerosa. Su instinto era irse, buscar a Lilith o a Aaron, a cualquiera que le diera respuestas para ayudar a Jacobo, para hacerle recordar... bueno, todo, pero razonó como su maestra lo haría y supo que hacer que Jacobo hablase y le dijera qué había pasado ayudaría más que solo huir.
Obligó a su corazón a calmarse pero con el resto de ella temblando intentó pulir una sonrisa confiada al responderle a Jacobo:
—Sí. Somos amigos. ¿Qué te ha sucedido?
—Me atacaron —replicó, pero al intentar seguir hablando, un gesto de confusión nubló su mente, como si tuviera una laguna en lo que quería decir—. Hay grupos malos entre nosotros, ¿sabes? Y fui atacado... no recuerdo cómo, pero desperté en una habitación ajena y Benjamín me buscó. Me dijo que ya estaba a salvo, que no temiera; ha sido como mi ángel guardián desde entonces. Me dijo que durante el ataque me afectaron algo en los recuerdos y que era posible que no recordase a todos a los que antes sí, y me dijo que si me encontraba con alguno de mis antiguos amigos, fuera con él o ella a su oficina para que me ayudaran a recuperar la memoria.
La sonrisa de Jacobo era genuina, sincera, la misma que usaba siempre cuando charlaban juntos sobre sus humanos, pero Melody sabía que nada de ese Jacobo quedaba ya.
—¿Qué le ha pasado a tu maestro?
Su sonrisa se esfumó.
—Fue uno de los traidores. Gracias a él es que tengo la memoria a medias —espetó—. Dime cuál es tu nombre.
—Melody.
—Melody. —Jacobo saboreó el nombre mientras salía de sus labios, como si reconociera el sabor que las tres sílabas tenían—. Es un lindo nombre. Lamento mucho no recordarte. ¿Podemos ir con Benjamín? Podrías ayudarle a ayudarme hablándole de mí. Recuerdo poco. ¿Tú y yo somos cercanos?
Eres el amor de mi vida, pensó Melody, con su corazón quebrado. ¿Benjamín podía borrarle a Jacobo cada sentimiento junto con los recuerdos? Melody se estremeció y temió echarse a llorar ahí mismo, pero una vez más recordó la entereza que Lilith le había enseñado y sonrió de nuevo, dispuesta a mentirle para no meterse más en la boca del lobo.
—No tanto, en realidad.
—Creí que sí, como me abrazaste con tanta efusividad...
—Lo siento, es que estuve afuera de Skydalle muchos días sin saber qué pasaba, y eres el primer conocido que encuentro. Ha sido un impulso, lo lamento.
—Está bien, Melody, no te preocupes.
—Sí... —Melody aclaró la garganta—. Perdón por no poder ayudarte más, debo irme.
Parecía que Jacobo iba a decir algo pero Melody dio media vuelta de inmediato y a pasos rápidos se alejó, buscando la forma más rápida de perder esa plaza, esa calle, ese Jacobo que Benjamín había moldeado. No sabía hacia dónde caminaba, ni siquiera veía a su alrededor pues sus ojos se habían nublado por ver así a su Jacobo.
En el cruce entre un callejón y otro, dos manos emergieron y la tomaron con fuerza, una se afianzó a su cintura, arrastrándola hacia el callejón y la otra se ubicó en su boca, evitando sus gritos. El dolor de Melody se transformó en pánico, pero duró poco, pues una vez dentro del callejón, la soltaron y dos figuras —una conocida y otra ajena— la observaron con una disculpa en la punta de la lengua.
—Tenemos problemas.
Melody miró a Marissa y el recelo entró en su corazón, sin embargo, su lado lógico le decía que ella era la única conocida que se cruzaría y que le podría ayudar. No sabía qué había pasado con su maestra o con los demás, pero de momento Marissa era lo único seguro que tenía.
—Lo sé —respondió Melody—. Acabo de ver a Jacobo.
Sandro y Marissa asintieron, como si con esa frase entendieran con lujo de detalles el problema que incluía a Jacobo.
—Nada salió bien —lamentó Sandro—. Maldición, de nuevo todo se jodió.
—Debemos ayudar a Jacobo, hay que empezar por ahí —dijo Marissa, mirando a Melody con una pregunta silenciosa.
—Haré lo que sea. Mi misión con mi humano ha terminado, ahora solo me queda Jacobo. Haré lo que sea necesario, no puedo perderlo.
Marissa y Sandro sonrieron y asintieron, comprendiendo a la perfección la necesidad de no perder la esperanza y de estar dispuestos a todo.
—Bien. Tenemos un plan.
♡♡♡
Después de mucha persuasión, Sam se dejó convencer de Mario de ir a jugar un partido de fútbol en el Estadio luego de semanas sin tocar un balón.
Regresar a clases, retomar sus actividades, su rutina y haber hablado con Román le estaban devolviendo de a poco la tranquilidad superficial a Sam, al menos estando ocupada era menos probable que se concentrara exclusivamente en sus problemas emocionales. No abandonaba su tratamiento ni su terapia pero era sabido que enfocarse en otras actividades también ayudaba.
Mario llevaba el balón y caminaba junto a Samantha.
—Te hará bien —le dijo por enésima vez—. Amas jugar.
—Lo sé. Jugar fue lo que muchas veces me quitó peso de encima. Sé que no ha pasado ni siquiera un mes pero siento que se me está olvidando jugar. —Sam rió.
—Genial, porque entonces por fin podré ganarte luego de años de intentarlo.
—Si ganas de ese modo, no es ganar en realidad —replicó, sonriente.
—Dímelo cuando yo tenga cinco goles y tú no. Te hemos echado de menos en la cancha.
—Apuesto a que solo tú has notado mi ausencia... y no ha sido ausencia, has estado conmigo casi todos los días.
Llegaron a la entrada del Estadio y Mario se adelantó un par de pasos, miró adentro y luego miró a Sam de nuevo con una sonrisa enorme cubriéndole la cara.
—Sí te hemos echado de menos —enfatizó, dándole paso a Sam.
Dentro del Estadio había un grupo de chicos congregados en las gradas, más cuando los vieron entrar, vinieron en multitud hacia ellos.
—¡Sam! —decían varios—. ¡Has vuelto!
Sam se sintió abrumada por un segundo hasta que empezó a reconocer uno por uno los rostros. Ninguno era amigo íntimo de ella pero los partidos compartidos con todos —como equipo propio o contrario— eran innumerables. Recordaba la mayoría de nombres y sonrió cuando notó que todos le sonreían a ella.
—Emmm... hola —musitó, pegándose un poco más a Mario, su lugar seguro—. ¿Tenían partido planeado para hoy?
Porque Mario me dijo que jugaríamos solo los dos, añadió dentro de sí.
Uno de los más altos respondió:
—No, pero Mario nos dijo que vendrías y hace mucho no jugamos contigo.
—O contra ti —añadió otro.
—No hemos encontrado competencia mejor —agregó otro, tras Sam—. No se han armado equipos, pero quiero estar en el tuyo.
—Yo con el contrincante —dijo Mario, sonriente, ubicándose frente a Sam, luego miró a todos alrededor—. Elijan equipo.
En unos segundos todos estuvieron repartidos entre él y Sam y los que no iban a jugar se sentaron a observar. Samantha se conmovió de la recibida que le dieron y a la vez agradeció que así de rápido como pasó, se acabara; odiaba ser el centro de atención. Miró a Mario a unos metros de distancia y articuló un gracias con los labios. El partido comenzó y pronto Sam se encontró a sí misma siendo feliz de nuevo en la cancha.
♡♡♡
Melody sintió la mano de Marissa en el hombro y esta vez no se zafó aún sabiendo que era ella. Necesitaba esa mano, necesitaba algo que le dijera que seguía con los pies en el suelo y que lo que veía y vivía era real.
La biblioteca, fortaleza de la oposición, estaba en escombros, cada uno más partido que el otro.
Melody se preguntó si Benjamín siempre supo sobre la fortaleza, sobre los maestros opositores, sobre el movimiento rebelde y solo esperaba el momento de actuar, o si cada paso de destrucción lo había dado de forma improvisada.
—Desde ayer que abrieron el portal hemos buscado... lo que sea —dijo Marissa—, lo que quede de nosotros.
—¿Y qué han encontrado? —preguntó Melody con temor.
—Esto. Escombros. Recuerdos. Nuestros cubículos vacíos. Algunos maestros están igual de reiniciados que Jacobo y otros simplemente no sabemos dónde están. Lo único que tenemos son unos muy pocos que lograron llegar a Tormenta Fría y ocultarse antes de que empezaran a intoxicar a todos para hacerlos olvidar.
—¿Lilith?
—No. Ni ella, ni Aaron, ni Robbie están en ningún lado. Al menos no que los hayamos podido encontrar.
—Aunque eso nos da esperanza de que a lo mejor estén escondidos juntos —apuntó Sandro, a un par de metros de ellas y con un tono mucho más esperanzado de como se sentía.
—¿Y si no aparecen? —musitó Melody.
Aunque hubo un largo silencio, fue Marissa la que respondió:
—Seguimos adelante con los que estamos. —Melody giró finalmente a mirarla de frente. La mano de Marissa que sostenía el hombro de Melody bajó lentamente hasta quedar colgando a su lado—. Benjamín no puede apagarnos a todos. Si somos las cenizas de algo que no ardió lo suficiente, nos juntamos y lo prendemos de nuevo. Tiempo tenemos y cada cosa que ellos hagan solo logra que nuestra fuerza y odio crezcan.
—Y empezamos con Jacobo —añadió Sandro—. Él ha sido el que nos ha traído a donde estamos hoy y no lo vamos a abandonar.
Melody se limpió con determinación su mejilla para secarla de las lágrimas de impotencia; recordó de pronto que Jacobo era todo lo que importaba y levantó más el mentón.
—De acuerdo. ¿Cuál es el plan?
—Por ahora el plan es mera especulación, Melody —dijo Marissa—. No tenemos maestros para preguntarles; casi todos los almacenes están igual que esta fortaleza y los pocos vendedores que quedan están ocultos. No tenemos nuestros libros, no tenemos nada más que la suposición y la voluntad.
Sandro asintió y continuó:
—Creemos que la humana de Jacobo puede ayudar. Si nosotros nacemos gracias a ellos, gracias al amor que les tienen los demás, quizás si Jacobo ve a Samantha y siente el amor que tiene alrededor, lo ayude a recordar. Benjamín puede borrarle los recuerdos pero no la conexión natural que tiene con Sam...
—Eso esperamos —añadió Marissa—. Escuchar un Te amo de su madre le dio vida a Jacobo, tal vez escuchar otro Te amo lo devuelva a la normalidad.
—No es un plan perfecto.
—Pero es mejor eso que no hacer nada —completó Melody, luego mordió su labio, pensando en Sam—. El problema es que en este momento Sam no tiene la mejor de las condiciones para eso... dudo mucho que su madre le diga que la ama próximamente.
—No tiene que ser de su madre.
Marissa la miró fijamente.
—Tu humano la ama. El mío también. Su hermano la ama. Incluso su amiga de la ventana de al lado la ama. No sabemos cuál funcione, si es que alguno funciona, pero basta con que uno de ellos se lo diga para probar nuestra teoría.
Melody pensó en el amor de su Román por Samantha y supo que si escuchar el te amo era de alguna ayuda, con el de Román bastaría; el amor que él guardaba en su corazón por ella era más puro y poderoso que cualquier sustancia de Benjamín.
—Bien, suena lógico.
—Ahora el lado complicado —musitó Sandro, entregándole a Melody un anillo en su palma abierta—. Debes sacar de acá a Jacobo y llevarlo a Tierra, y dudo que pueda ser por las buenas dado que cree que él es una víctima de nosotros.
—Y debes llevártelo sin que Benjamín se dé cuenta —completó Marissa—, para eso necesitas el anillo... y esto. —Le tendió otro frasquito pequeño lleno de líquido.
Melody conocía el poder de esos anillos por la única vez en que tuvo que cargar a Marissa en uno igual, pero entendió rápido el razonamiento del plan y su misión:
—Debo secuestrar a Jacobo.
Sus nuevos aliados asintieron al tiempo y aunque ambos habían supuesto que Melody se negaría o intentaría buscar otra salida, solo vieron determinación en su mirada al acceder.
Melody tenía miedo pero iba a actuar a pesar de él; iba a salvar a Jacobo y a su corazón de ser más destrozados aún. Su mundo había cambiado en los últimos minutos; todo lo que conocía estaba alejándose hasta perderse y no podía permitir que Jacobo, su polo a tierra, también lo hiciera.
Lucharía y lo haría por él, por ella misma, por Lilith, incluso por Marissa y su pareja.
Lucharía por todos
♡♡♡
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