Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

54. ➳ Y el caos comenzó ♡

"Escuchar a nuestros propios sufrimientos internos nos preparará para reencontrarnos y enfrentarnos con los problemas". 
-Thich Nhat Hanh

°°°

La tarde parecía estar tranquila y Jacobo agradeció esos momentos de paz con Sam. En las noches lloraba y al despertar era peor porque cada vez el recuerdo estaba más cerca. Solo estaba a dos cristales de distancia de poder verlo así que temía que solo bastara que Sam durmiera una vez más para desatarlo del todo. Aún con eso, le alegró ver que Sam no se negó rotundamente a estar un rato con su amiga Alice en su casa, sí se resistió pero finalmente accedió cuando Alice le dijo que había invitado a Román y a Drew para que todos vieran una película en su sala luego de clases.

Sam llegó —por primera vez desde la puerta principal y no por la ventana— y sus tres amigos ya estaban ahí esperándola. Alice y Román fingieron no notar lo pálida que Sam se veía pero sí se miraron por un instante con preocupación en los ojos.

Esa era la primera vez en varios días en que Sam accedía a estar con ellos y si lo hizo fue porque dijeron que estarían todos pues ella estaba evadiendo a como diera lugar estar a solas con ninguno.

Alice le pedía que se vieran cada tarde pero Sam fingía tener muchas tareas; Román la invitaba a dar un paseo por el parque o a comer pizza y ella usaba la misma excusa de las tareas, de modo que únicamente se encerraba en su habitación cada día pasando su propio calvario en silencio, lamentándose de que por un motivo aún desconocido, seguía soñando con épocas no deseadas. No quería hablar de eso con nadie así que prefería aislarse de todos.

Alice la saludó con un fugaz abrazo, Drew sacudió su mano desde el sillón y Román de momento se quedó rezagado hasta que Alice prefirió ir a traer palomitas a la cocina con su nuevo novio para dejarlos a solas. Román entonces dio dos pasos hacia ella, intentando pasar por alto lo cansada que lucía.

Román y Alice hablaban casi a diario y el tema de conversación casi siempre rondaba alrededor de Sam, sus evidentes evasivas a salir y el distanciamiento general que ella imponía. Con la poca información que tenían sobre la depresión de Sam —además de la imposibilidad de preguntarle pues Sam no diría nada—, una actitud así era preocupante por lo que se alegraron de que ella al fin hubiera accedido al menos a verlos un rato. Sabían que algo iba mal pero no les quedaba de otra que esperar a que Sam les dijera algo.

—Hola, Sam. Siento que hace una eternidad no te veo.

—Solo ha pasado como una semana, qué exagerado.

Sam le sonrió; la primera sonrisa sincera en varios días pero fue tan repentina que la hizo sentir exhausta. Román la tenía enamorada, sin embargo, algo en su mente había cambiado desde que empezó a tener esos recuerdos en sus pesadillas, de repente le incomodaba la idea de estar a solas con Román y era otro motivo para evitarlo incluso en las mañanas antes de ir a tomar su ruta para Winston. En general, se sentía incómoda con el acercamiento de cualquier persona, una actitud que hacía años no sentía la necesidad de usar, no desde... esa vez en que todo en su vida pareció cambiar.

—Te he guardado uno por cada día, pero hoy solo traje dos —anunció Román, dejando a la vista dos besos de chocolate en la palma de su mano—. Ambos para ti.

Sam los recibió puliendo una sonrisa. Román había permanecido a dos formales metros de ella, algo temeroso de acercarse mucho dado cómo lo había evitado antes. No quería espantarla.

—Gracias.

Sam pensó en los muchos mensajes que le había ignorado y en la forma en que eso no parecía hacer que Román se alejara de ella. En los momentos más duros dentro de su habitación, al pensar en Román tenía el deseo de pedirle que dejara de insistir, que no siguiera perdiendo su tiempo y buen corazón con ella e incluso había escrito un par de mensajes con esa petición, pero al final no podía oprimir la opción enviar porque no lo quería lejos pese a saber que no podía dejarlo cerca.

Sam quería estar sola para enfrentar sus miedos, no quería a nadie sintiendo lástima por ella ni preguntándole que le ocurría; para ella la soledad era su primordial necesidad en ese momento.. pero por primera vez en su vida se sentía enamorada y le era imposible pensar en Román como un desconocido.

—¿Cómo has estado, Sam? —preguntó Román.

—Bien, ¿por?

Los dos omitieron el tono cortante que usó.

—No lo sé. Dices que has tenido mucha tarea, pensé que quizás estabas cansada —intentó bromear, mas ambos sabían que esa pregunta iba en doble sentido—. Te he extrañado.

Samantha lo miró a los ojos oscuros tan llenos de cariño por ella que sus pies se movieron instintivamente para buscar su contacto. Los brazos de Román ya la esperaban cuando ella se acercó lo suficiente para darle un fuerte abrazo. El dolor de Samantha pareció atravesar una capa de calma y le mermó un poco el malestar general.

—Yo a ti. Perdón por estar tan esquiva contigo.

—Solo dime si estás bien. —Sam no se vio capaz de decir que sí pero tampoco de hablar así que solo se encogió de hombros—. Yo estoy acá para ti, Sam. Para lo que quieras.

—Lo sé.

Alice y Drew salieron con dos grandes cuencos de palomitas, dejaron uno sobre las piernas de Alice al acomodarse en la mitad del sofá y el otro se lo dieron a Román que se sentó con Sam en la otra mitad. Era un sofá grande en forma de L, sin embargo quedó mucho espacio libre porque ambas parejas se sentaron cada una tan cerca como pudieron uno del otro.

—¿Qué veremos? —preguntó Drew.

Iron man —respondió Alice, maniobrando con dos controles el televisor y el DVD—. Y no se acepta discusión al respecto.

Hubo una risa de parte de todos y luego Alice le dio play a la película.

♡♡♡

Melody entró de repente a la sala de la casa de Alice con gesto apurado un poco antes de que la película diera inicio. Jacobo sonrió ampliamente al verla y le hizo un ademán con la mano para que se sentara a su lado en el suelo contra una de las paredes del lugar. Los cupidos de Alice y Drew habían optado por hablar afuera en la escalera de emergencia, no lucían como mejores amigos pero al menos se hablaban con amabilidad.

—Hace más de cuatro días que no había visto sonreír así a Sam —dijo, feliz—. Lo necesita mucho.

—Román la extraña —mencionó de paso—. Se lo ha dicho a Alice y además lo piensa con frecuencia. Le duele aunque no lo diga. Sabe que no es culpa de Sam pero a ratos siente que pierde su tiempo.

—Es entendible. Espero que pueda tener más paciencia. —Jacobo bajó la voz—. Estoy muy cerca de lo que estoy buscando en su mente. Una vez que lo halle, Sam necesitará todo el apoyo que pueda recibir.

Melody se mordió el labio, nerviosa de las noticias que llevaba. Era tan poco frecuente que Jacobo estuviera contento últimamente que lamentaba mucho ser la portadora de malos recados. En otra circunstancia se habría quedado callada mejor pero ya eran casi las cuatro, lo que le daba una hora y poco más para tener que irse... y la asustaba la idea de tener que separarse de Jacobo; por egoísta que pudiera parecer, lo prefería en la revolución arriesgando su libertad que a salvo en la tierra lejos de ella.

—Lamento mucho eso. Me refiero a Sam... me entristece mucho que haya humanos tan rotos. Y es más triste aún es saber que son muchísimos y que aun así nos envían a enamorarlos. Desde que estoy al tanto del otro lado de la moneda con respecto a Skydalle, he sido muy observadora y muchos jóvenes sufren. —La voz de Melody sonaba desprovista de emoción, era como si lo dijera solo para llenar un espacio de silencio sacando sin intención su reflexión interna—. Hay un compañero de Román cuya madre se suicidó hace un año y a veces parece un zombie caminando por los pasillos. Hay una chica que tiene cuatro hermanos menores, padres irresponsables y vive en una pobreza muy desoladora, es muy delgada y solo su mejor amiga sabe todo así que le lleva siempre almuerzo y eso es todo lo que come al día. Hay una chica de último año que con diecisiete años y las mejores notas, le contó a su mejor amiga que un tipo abusó de ella hace unas semanas y que ahora tiene una enfermedad. Otro chico es golpeado por su tío. Hay muchos... y todos tienen cupidos histéricos que he visto llorando al lanzarles una flecha porque es su deber pero sufren por ellos.

—Debemos cambiar eso —replicó Jacobo—. Skydalle no puede seguir asentado en ese egoísmo.

Melody estiró entonces la mano para buscar la de Jacobo y la apretó antes de empezar a hablar:

—Tengo noticias sobre eso, Jacobo. Todo se adelantó. Cerrarán Skydalle en menos de dos horas.

—¡Qué? —Jacobo se levantó del suelo de un brinco—. No puede ser. Debo hablar con Marissa...

—Yo me he llevado a Marissa a Skydalle.

—¡Por qué? —gritó Jacobo—. ¿Y Aaron?

—La he llevado por petición de Lilith, ella está bien. Aaron supo todo hace un par de horas y está informando a los aliados. Lo que ha hecho tu maestro trabajando con Benjamín ha apresurado todo. He estado con Lilith hasta hace un rato, pero me envió a hablar contigo.

Jacobo miraba a Sam, luego a Melody y se sentía mareado.

—Pero no puedo dejar a Sam ahora.

—Por eso vengo a hablar contigo. Jacobo, Lilith manda decir que no estás en obligación de subir y unirte al cierre. Dice que has hecho suficiente por todos nosotros y que si lo deseas, puedes acompañar a Sam hasta que tu misión finalice.

—¿Y tú?

—Yo debo irme en un rato, yo debo estar junto a mi maestra. Le debo lealtad y además mi misión acababa en unos cuantos días, no pierdo nada. —Melody se acercó de nuevo y le tomó las manos a Jacobo—. Tú puedes quedarte. Puedes... puedes cuidar de Sam y cuando todo acabe te espero arriba para que te quedes conmigo por siempre.

La manera cautelosa en la que usó las palabras hizo que la frase sonara a un cuento de hadas imposible, sonó a como cuando un adulto le dice a un niño que el ratón de los dientes le dejará dinero y ambos supieron que muy dentro de sí ninguno pensaba que las cosas fueran tan sencillas por más fácil que resultara decirlo.

—Mi lugar es arriba luchando con mis maestros y mis compañeros —manifestó Jacobo luego de un rato con toda la convicción que pudo, luego miró a Sam—. Lucho por ella y acá no podré hacer nada.

Melody no pudo ocultar su alivio al escuchar eso.

—Entonces nos vamos juntos. A las seis se cierra Skydalle, Aaron nos quiere arriba a las cinco más o menos.

Jacobo miró el reloj de la pared de Alice: las cuatro y veinticinco.

Tenía menos de una hora con Sam y ese pensamiento lo destrozaba por dentro. Lo único que no dejaba que se desmoronase era la idea de que se iba a buscar justicia por ella y por todos los humanos que no deberían priorizar el amor como los Altos Mandos pensaban. La mente de Jacobo estaba hecha un lío pero de algún modo lo reconfortaba la idea de ver a Sam acompañada, él sabía que eso poco significaba dentro de los problemas que tenía, pero le gustaba pensar que esa era la imagen que se llevaría hasta que pudiera volver a verla... si es que volvía algún día.

♡♡♡

Sam y Román comían del mismo cuenco de palomitas, cuando ya lo habían rebajado a la mitad Sam no quiso comer más y prefirió recostar su cabeza en el hombro de Román.

—Tu hombro es cómodo —susurró a Román—. No te molesta que me recueste, ¿verdad?

—Si por él fuera, échate encima —respondió Drew riendo.

Alice le dio un codazo y Román lo malmiró tanto como pudo. Samantha se arrepintió de recostarse y se enderezó en su lugar, cruzando los brazos, fingiendo que miraba el televisor. Román dejó el tazón de palomitas en el suelo y tomó el atrevimiento de pasar todo su brazo por encima de Sam, atrayéndola hacia él.

—Me molesta Drew, pero no tú. Así estarás más cómoda.

Sam medio sonrió antes de volver a recostar su cabeza, siendo ahora abrigada por el brazo de Román y por un protector beso que él dejó en su cabello.

Se sintió en paz luego de días de guerra interna; pensó ilusamente que estando tan tranquila dormir sería placentero, que su mente estaba tan contenta que por nada del mundo tendría pesadillas, así que se relajó y en menos de quince minutos se quedó profundamente dormida junto a Román.


Cerca de ella, Melody se quedó sola pues Jacobo fue absorbido por su mente para una última excursión.


Jacobo sintió un revoltijo en el estómago, un malestar general capaz de derrumbar a cualquier corazón y un dolor mezclado con rabia que le producía un sabor agrio en el paladar.

El penúltimo cristal que lo separaba del recuerdo se había roto hacía un rato así que ahora la imagen al otro lado era un poco más nítida, casi como si la tuviera completamente enfrente. La escena de Sam llevando la maleta a su habitación con ayuda de la sombra había dejado de reproducirse cuando ya solo quedaban tres cristales y ahora que solo quedaba uno el recuerdo estaba un poco más adelantado; Jacobo sabía que cuando ese cristal se rompiera ya solo quedaría el momento que Sam guardaba tan recelosamente y eso lo asustaba más que nada.

Jacobo observaba con más claridad la imagen al otro lado. Las facciones infantiles de Sam eran más definidas ahora, pero el hombre seguía siendo una sombra sin forma tras ella. Jacobo se preguntó si su aspecto era algo que Sam simplemente no recordaba fuera adrede o sin intención y por eso se veía así.

Sam estaba en la misma habitación a donde había llevado la maleta, tenía el mismo vestido de girasoles pero otro peinado por lo que se deducía que era un día diferente al de su llegada; estaba sentada en el filo de la cama dándole vueltas sin sentido a un cubo rubik en sus manos.

—No entiendo cómo se juega esto —murmuró, frustrada—. ¿Solo es darle vueltas y ya?

La sombra respondió algo pero al igual que su aspecto, su voz estaba demasiado distorsionada como para ser algo definido; sonó como un gruñido prolongado o la voz de alguien siendo pasada por varios filtros de sonido hasta llegar a un grave inentendible.

—Es muy difícil —dijo de nuevo Sam.

La sombra se sentó a su lado, lo bastante cerca como para que casi se fundiera con la imagen colorida de Sam. Entonces la sombra empezó a tomar forma de una persona, pero no sus matices, era como un molde negro con la silueta definida de un ser humano. Se veía robusto, sin cabello, grandísimo al lado de la pequeña Sam. La mano negra de la sombra se acercó a la pierna de Samantha que al comienzo no lo vio como algo raro, ella seguía inmersa en su cubo.

A Jacobo se le revolvió más el estómago con el pánico que empezaba a recorrerle las venas; bajo su mano el cristal que quedaba empezó a agrietarse, lo que le daba unos minutos para romperse del todo.

La sombra pasó la mano sobre el hombro de Samantha, ella se sintió incómoda y se levantó de la cama con un gesto infantil de miedo en el rostro.

—Voy a buscar a mi mamá —dijo.

Esta vez cuando la sombra habló se logró entender lo que decía pese a que la voz aún sonaba grave y mecánica:

—Tu mamá no está, fue con Lorel al pueblo vecino para conseguir lo del almuerzo.

—Iré con papá entonces.

—Él salió con Elliot para enseñarle a pescar, ¿recuerdas? Te preguntó si querías ir y le dijiste que no.

La sombra se levantó también de la cama en el momento justo en que Sam iba a abrir la puerta para salir; él la cerró de un portazo que logró sobresaltar a Samantha que aún sostenía su cubo en una mano.

—Quiero... quiero ir a jugar afuera.

La sombra le tomó la mano con delicadeza; Sam, presa del pánico, no pudo decir nada ni zafarse del agarre. Sam era una niña pero sabía que algo malo iba a suceder, lo sentía en su corazón, en el temblor de sus manos, en el miedo en sus ojos al mirar a la sombra.

Jacobo de repente no pudo soportar la idea de lo que iba a pasar así que retiró la mano del cristal para evitar seguir presionando y que se rompiera.

—Sam, despierta ahora —suplicó él en voz alta. El cristal crujió aún sin Jacobo ahí, y el cupido notó que ya era tarde para detenerlo porque había mil grietas que pronto se juntarían en el medio y quebrarían todo en mil pedazos—. ¡Sam, despierta!

Jacobo observó la celdilla sin tocarla. Vio que Sam opuso resistencia cuando la sombra la quiso sentar en la cama con aparente amabilidad; él insistió, pero ella se iba zafando dando pasos atrás; el cubo cayó de sus manos. De pronto la sombra perdió la paciencia y de un halonazo la tumbó en la cama. El grito atronador de miedo de Samantha rompió el cristal; Jacobo vio en directo el segundo en que la sombra aún sin rostro le tapaba la boca mientras ella se retorcía.

—¡SAM! ¡NOOOOO!

Jacobo cerró los ojos cuando gritó y al abrirlos, Melody estaba frente a él, hablando apresuradamente aunque Jacobo no supo de qué, pues no escuchaba nada y seguía preso de un pánico violento.

—¡Jacobo, Jacobo! ¡Calma, soy yo!

—¡Sam! —gritó herido—. ¡No le hagan daño! ¡Sam! —Jacobo lloró desesperado sin saber hacia dónde moverse—. ¡No la lastimen! ¡Samantha!

Jacobo no veía a Melody, no veía nada más además de la imagen de su humana tumbada en la cama a punto de sufrir su infierno más grande. Parpadeaba erráticamente pero no conseguía volver a la realidad. Melody tuvo que sacudirlo con violencia por los hombros y esquivar los golpes que sus manos daban a la nada.

—¡Jacobo! ¡Estás afuera, mírame!

El cupido escuchó lejanamente la voz de Melody y tardó varios segundos en poder observarla. Al hacerlo, detuvo sus manos y miró alrededor, casi aliviado de estar en la sala de Alice y no en la mente de Sam, sin embargo, el dolor de su pecho no se desvanecía.

—Mel... —jadeó, llorando—. Sam... lastimaron a mi Sam.

Melody, con las lágrimas también derramándose, lo consoló como si de un niño se tratara. Jacobo estaba tan dolido que se volvió ciego y sordo a la escena de Sam al despertar.

♡♡♡

Samantha quiso gritar pero de repente estaba muda. Sudaba por montones, sus manos temblaban al igual su corazón y el miedo estaba latente en cada poro de su piel. El terror, el asco, el dolor físico y emocional la invadieron por completo al abrir los ojos. No escuchaba nada, no veía más que la nitidez de su recuerdo.

Lloraba sin poder detenerse, preguntándose por qué demonios sus pesadillas la llevaban a un lugar que había dejado abandonado mucho tiempo atrás. Se sentía desorientada; por un momento sintió que de nuevo era esa niña del vestido de girasoles y tuvo que tocarse varias veces los brazos, las piernas y el pecho para recordarse que ya había crecido y que eso solo era un recuerdo lejano.

Una mano ajena intentó tocarle la rodilla y ella dio un fuerte manotazo sin saber qué pasaba.

—¡No me toques!

—¿Qué pasa, Sam?

Samantha no escuchaba más que la voz de su sombra en su mente, no veía nada más allá de esas manos enormes tapándole la boca e hiriéndola. Su mente había entrado en un bucle de reproducción que no le permitía pensar en nada más que en los detalles vívidos de ese día. Sollozaba con fuerza, su cabeza bailaba en varias direcciones pero no reconocía a su amiga, a Román o a Drew; se sentía como si estuviera en ese instante en la escena de su pesadilla, siendo de nuevo la protagonista que pierde ante el villano.

Alice intentó acercarse ahora; Sam se había aovillado contra el sillón, llorando de tal manera que todos los presentes se asustaron ante esa histeria repentina. Al intento de Alice de tocarla Sam también reaccionó con violencia, mandando un manotazo al aire que le dio en la cabeza a su amiga, aturdiéndola un instante.

—¡Sam! —gritó Román, intentando agarrarla por las muñecas—. ¡Drew, trae agua!

Sam golpeó a Román, dejando salir unos gritos tan aterrorizados que cualquiera que la oyera pensaría que la estaban torturando. Pese a que Román era más fuerte, los movimientos erráticos de Sam no le permitieron controlarla pronto; se retorcía con fuerza, presa de su mente y de su miedo, de su trauma manejándola como si ella fuera plastilina. Román evadía los rodillazos de Sam pero logró recibir un par en su abdomen.

—¡Suéltame! ¡NO ME TOQUES!

—¡Sam, soy yo, Román!

—¡Aléjate! ¡No me toques! ¡AYUDA!

—¡Alice, agarra su mano!

Samantha arañó con fuerza los brazos de Román, él soltó un gruñido de dolor pero no desistió de intentar sostenerla. Alice se acercó también para tomarla de uno de sus brazos con la intención de inmovilizarla contra el sofá. Sam gritaba, lloraba y pataleaba con toda su fuerza, llena de pánico al verse rodeada y sometida, confundida y herida, su mente aún no relacionaba que estaba con sus amigos, su mente solo veía sombras malignas sosteniéndola contra su voluntad. Drew regresó con un vaso de agua pero se ubicó mal, recibiendo una de las patadas de Sam, haciendo que soltara el vaso y este cayera al suelo, rompiéndose en varios pedazos.

El sonido del cristal estallando emparejó con el cansancio físico de Sam que le impidió seguir lanzando fuertes golpes, sin embargo, no se detenía de su forcejeo.

—Sam, escúchanos —rogó Alice, llorando por la tensión—. Somos nosotros, Alice y Román. Sam, somos nosotros.

Sam dejó de luchar pero su llanto solo acrecentó.

—¡No me toquen...! —suplicó en un tono lejano que no dejaba claro si les hablaba a ellos—. ¡Por favor...! No me toquen...

Alice la soltó primero, liberándole una mano. Román siguió su ejemplo soltándole la otra lentamente pero no se alejaron casi en absoluto para estar alerta. Los tres amigos de Sam estaban aterrados y confundidos por lo que acababa de suceder, los corazones de todos latían desbocados y una vez dejaron a Sam libre, se miraron entre ellos sin saber qué hacer ahora.

Sam se arrinconó contra el sofá, abrazando sus piernas, llorando desesperada, ausente y ajena a todo; metía sus manos en su cabello, halándolo con fiereza y susurraba cosas inentendibles; sus gafas habían terminado en el suelo durante el forcejeo en medio del desastre de cristales rotos, palomitas y agua, sus dedos le dolían por arañar a Román, sus brazos picaban en donde la habían agarrado por la fuerza que habían tenido que aplicar en sostenerla, su propia cara tenía dos rasguños propios y su garganta escocía por tanto gritar. No obstante, ella no era consciente de todo eso, no notaba dónde estaba ni quienes la acompañaban; su mente la había encerrado dejando su cuerpo quieto con la única función vigente de producir lágrimas y susurrar entre dientes.

Sam estaba rota y los pedazos eran tantos que ahí en esa sala no sería posible recogerlos todos.

♡♡♡

—Jacobo —llamó Melody luego de unos minutos de llanto; ella también lloraba—. Jacobo, ¿me escuchas?

—La violaron, Mel —sollozó—. Era una niña. ¿Por qué? Sam es un ángel, ¿por qué le hicieron eso? La dañaron para siempre.

Melody miró a Sam que permanecía en ese estado catatónico y lastimero desde hacía quince minutos. Román intentó acercarse, Alice también pero a cada toque que le daban, se rezagaba más y parecía que iba a gritar así que optaron por darle un poco de espacio esperando que eso la trajera de vuelta a la realidad. Román y Alice lloraban en silencio mirándola, Drew recogió el desastre del suelo y estaba tan aterrado como los demás.

—Lo siento mucho, Jacobo. Si deseas quedarte con ella, está bien.

Jacobo irguió el mentón de repente para mirar a Sam y en sus ojos destiló el odio puro y profundo. Apretó los dientes, dando un paso hacia ella.

—No. Su dolor no será en vano. Skydalle está podrido con sus normas y yo seré parte de los que cambien eso aunque me cueste la vida.

Liam y Loren habían visto todo y estaban un paso más allá de confundidos, sin embargo, ninguno pensó que fuera prudente preguntar qué estaba sucediendo con Sam.

—¿Estás con Aaron? —preguntó Liam desde el otro lado de la sala luego de oírlo hablar de ser parte del cambio—. ¿Ambos lo están?

Parecía genuinamente sorprendido; Jacobo recordó que él usaba ayudas de los almacenes con Alice por lo que lo más probable era que estuviera del lado de la oposición pese a que nunca lo hablaron directamente.

—Sí. El cierre de Skydalle es hoy —dijo Melody. Liam abrió mucho los ojos—. Todos nos hemos enterado hace poco, Aaron no podrá comunicárselo a todos con tan poco tiempo. A las cinco y media debemos estar en el portal, a las seis se cierra.

El reloj marcaba las cinco y diez minutos.

Liam miró a Alice con un gesto de tristeza profunda por tener que dejarla; miró a Loren que igualmente estaba  de repente alterada. Sin embargo, ella no vaciló y sacó de su mochila la flecha definitiva, esperó dos segundos a que Drew dirigiera su mirada a Alice y se la lanzó sin dudar.

—Alice lo merece —dijo con simpleza—, mi misión está cumplida.

Tuvo la intención de salir por la ventana pero Liam la llamó.

—¿A dónde vas?

—¿No la has escuchado? Tenemos veinte minutos. Muchos amigos que he hecho están con Aaron, buscaré a los que pueda en este tiempo para subir; Melody tiene razón, Aaron no podrá avisarnos a todos, debo ayudar.

Loren había sido en su momento un gran apoyo para Melody y pese que mantenían una amistad de esas distantes y vagas, se tenían un aprecio por proximidad que ninguna comentaba en voz alta. En ese momento Melody la vio con un agradecimiento extremo que Loren respondió con una mirada comprensiva. La firmeza de su voz y su temple eran unos que Melody admiraba en los demás. Loren salió sin esperar más, evitando darle otra mirada a su humano, quizás para que no fuera más difícil.

—Haré lo mismo —manifestó Liam—. Excepto flecharla. Ella estará bien sin mi flecha. —La miró con un cariño infinito—. Adiós. Te amo mucho, Alice.

Liam pretendió tocarle la mano pero obviamente fue en vano; él hizo una mueca y luego salió también dejando a Melody y a Jacobo solos.

—Deberíamos irnos también, Jacobo.

Jacobo se agachó cerca a Samantha que abrazando sus piernas no salía de su trance. Le buscó los ojos pero no vio ni pizca de brillo natural en ellos, no enfocaban a nada y no dejaban de botar lágrimas. El cupido se sintió impotente de no poder darle palabras de aliento que llegaran a sus oídos ni una caricia que le demostrara apoyo, sin embargo, le habló:

—Vas a estar bien. Tienes gente que te ama y aprenderás a amarte también. Vales mucho, Samantha; mi misión era encontrarte el amor y no lo hallé, pero sé dónde está: dentro de ti misma. No logré que lo vieras pero de verdad espero que puedas hacerlo por tu cuenta. No... Estoy seguro que lo harás por tu cuenta porque tu alma merece amor y merece vida. Te amo tanto como no podrás entender nunca. Cuando todo esto termine, espero poder venir a verte y espero verte feliz y enamorada de la vida. Por favor, Sam, enamórate de ti. Habla, saca tus miedos y diles que quieres dejarlos atrás. Haz muchas figuritas de papel maché, recuerda que debes darle el pez globo a Román. Resuelve tus sopas de letras y gánate todos los partidos de fútbol. Brilla, te lo suplico. Naciste para brillar. Adiós, Sam. —Jacobo profirió un suspiro lloroso y roto—. Te amo.

Melody lloraba a unos pasos de Jacobo y cuando lo vio levantándose, intentó sonreírle. El cupido se acercó a la ventana con intención de irse y estiró una mano a Melody.

—¿Necesitas un minuto? —le preguntó.

—No. Seré breve. —Melody se acercó también a Román, que en el lado más alejado del sofá, lloraba en silencio viendo a Sam. Había dicho que no lo haría, pero supuso que Román necesitaba tanto amor como pudiera para soportar lo que vendría, así que sacó su flecha definitiva de la mochila, le puso una mano en la espalda sin fuerza para no atravesarlo y con la otra enterró la flecha hasta que esta se deshizo en el interior de Román. Este como respuesta solo dio un suspiro sin dejar de mirar a Sam—. Sé valiente, sé fuerte... sé feliz, Román.

Melody no quería llorar más así que se acercó a Jacobo y, tomándole la mano con cariño, salieron juntos con dirección al portal.

♡♡♡

Media hora pasó y Sam no se movía de su lugar. Los tres amigos estaban en un estado de desesperación impotente al verla, el miedo y la preocupación se encargaban de manejarlos.

—Hay que llamar a alguien —sugirió Drew—. ¿A sus padres?

Román y Alice se miraron. Era la opción más razonable pero a ninguno de los dos les daba buena espina la idea de llamarlos. Temieron por Sam si eran ellos los que venían.

—No creo que...

Unos fuertes golpes en la puerta los sobresaltaron a los tres. Los padres de Alice no llegarían sino hasta las ocho y Marie tenía sus propias llaves así que era extraño que tocaran. Alice se levantó y miró a través de la mirilla de la puerta.

—Es la policía —informó a la vez que abría la puerta—. Buenas tardes.

Drew y Román se pusieron de pie también, intentando limpiar sus ojos hinchados lo más rápido posible. Se acercaron a la puerta también. Un hombre y una mujer uniformados, ambos con gestos gentiles le sonrieron a Alice.

—Buenas tardes —dijo la mujer—. Hemos recibido dos llamadas alegando gritos de este apartamento. ¿Qué pasa?

Alice agradeció y maldijo mentalmente a los vecinos. Solo hasta ese momento fue consciente de que Sam gritó pidiendo ayuda con la desesperación de una tortura y que en una torre llena de edificios era de esperarse que muchos la escucharan. Alice abrió más la puerta y les dio paso a los policías.

—Es mi amiga. Algo le ha pasado.

Las lágrimas de Alice de nuevo querían salir pero se las tragó respirando hondo. La oficial por reflejo miró a los dos muchachos que estaban cerca de ella, a Román especialmente cuya piel estaba rasguñada por todo lado visible. Ambos policías entraron hasta donde les indicaron y vieron a otra adolescente de cabello rojo sentada contra una esquina, evidentemente lastimada pues no dejaba de llorar.

—¿Qué le pasó?

—No sabemos —dijo Román, notando la mirada acusadora de ambos oficiales—. Estábamos viendo una película y ella se quedó dormida. Empezó a llorar en el sueño y yo la desperté y entonces empezó a gritar, a patalear como si no nos reconociera... intentamos sostenerla y ella nos atacó. Luego nos reconoció pero se ubicó así y no se ha movido más.

El oficial era un hombre bajo pero robusto, de bigote y mirada paternal. Si no hubiera visto la real preocupación de los tres adolescentes que miraban a la pelirroja, quizás no habría creído esa versión, pero les daba el beneficio de la duda.

—¿Cómo se llama la joven?

—Samantha White.

—¿Sufre de algo?

Alice y Román se miraron, negando con la cabeza.

—No que sepamos.

—¿Han llamado a sus padres?

—No, señor. Creímos que a lo mejor si le dábamos espacio iba a reaccionar.

La oficial, aún con gesto de sospecha, se acercó a Sam. Ella no dio indicios de saber que había alguien ahí.

—¿Samantha? —No hubo respuesta. La oficial estiró la mano para tocarle el hombro—. ¿Samantha?

Sam se zafó del primer toque, y cuando la oficial quiso acercarse de nuevo, Sam comenzó a llorar más desesperada y a murmurar entre dientes.

—¿Algo pasó que la hubiera alterado? —preguntó entonces la oficial—. Parece estar asustada o en un ataque de pánico.

—Estaba durmiendo —matizó Alice—. Cuando despertó enloqueció. Estaba histérica.

Los dos oficiales se miraron un segundo y pareció que se decían algo con los ojos, entonces el hombre acercó el radio teléfono a sus labios y habló:

—Unidad 21, respondiendo al llamado 143 en la calle Lima. Necesitamos unidad médica en el edificio Caliza, apartamento 402. —Se oyó el rasposo sonido de terminar la comunicación y entonces el oficial miró a Román—. ¿Qué edad tiene?

—Diecisiete.

—¿Vive lejos?

—En el apartamento de al lado.

—Necesitamos un familiar mayor de edad.

—Iré a ver si su hermano ya está ahí —informó Alice, saliendo por la puerta con rapidez, deseando internamente que no fuera el padre de Sam quien abriera la puerta.

—¿Saben qué le pasa? —preguntó Drew al oficial—. ¿Por qué una unidad médica?

—Precisamente porque no sabemos qué le pasa necesitamos la unidad médica. No somos doctores, necesitamos saber. —Luego miró a Román—. Y necesitamos tu declaración.

—¿Por qué?

—Protocolo —dijo el hombre—. La llamada que nos ha traído alegó "gritos pidiendo ayuda", hay una chica medio inconsciente llorando y tú tienes marcas de rasguños en los brazos.

—Román no le hizo nada —alegó Drew.

—Repito: protocolo. Si eres menor de edad debes llamar a alguno de tus padres. Esperaremos que venga la unidad médica por Samantha y luego tú te vas conmigo.

Román estaba alterado y confundido de modo que no pudo alegar gran cosa. No tenía nada que ocultar así que tampoco vio problema al asunto de declarar.

Pocos segundos después, Elliot entró con Alice. Al ver a dos policías de inmediato se puso en alerta y cuando vio a su hermana en el sofá, se acercó corriendo a ella.

—¡Sam! —Ella pareció no escucharlo—. Mantha, ¿me escuchas? —Estiró su mano para tocarla, Sam se removió pero Elliot al ser su hermano, insistió, tomándola por ambos hombros—. Soy yo.

—Déjala —pidió Román—. No quiere que nadie la toque.

—¿Qué demonios le pasó?

—No sabemos —dijo Alice—. Estaba durmiendo, despertó y se atacó en histeria.

Muy de lejos se empezaron a escuchar sirenas de ambulancia, y aunque todos se preguntaron si era la que venía por ella, nadie lo dijo en voz alta.

Elliot solo había tenido veinte segundos para asimilar la imagen de su hermanita así que actuó impulsivamente. Le tomó la mano con fuerza y la haló suave para intentar hacer que se levantara, pensando dentro de sí que tener incluso policías era algo exagerado, pero entonces Sam empezó a gritar.

—¡No me toques!

—¡Sam, soy Elliot!

—¡Aléjate! —Sam le dio un manotazo que le cruzó la cara a su hermano, se movió en el mueble como si quisiera alejarse a como diera lugar pero dio con el borde y cayó al piso. Por el rabillo del ojo vio muchas figuras desconocidas alrededor, lo que le incrementó el pánico—. ¡NO ME TOQUEN!

Sam se arrinconó contra la pared sollozando así que los demás se quedaron en su lugar. Elliot no sabía hacia dónde mirar o a quien pedir una explicación y entonces dos enfermeros entraron por la puerta abierta. Los oficiales los informaron de la situación, Elliot dio los datos personales de Samantha que seguía tendida en el suelo, aseguró que no sufría de nada y que era la primera vez que tenía una ataque así.

Fue necesario sedar a Samantha a través de un forcejeo y una jeringa, eso la dejó lívida como una hoja de papel, inconsciente y tan pálida como había estado toda la tarde. Elliot fue con ella en la ambulancia, Román tuvo que irse con el oficial y Alice se quedó con Drew en el apartamento para esperar a sus padres, llorando y rezando porque todo estuviera bien.

♡♡♡

Si bien el tiempo fue corto, la noticia se esparció como pólvora a partir de una chispa en una mecha, así que en el portal de Skydalle se habían congregado más de dos centenares de cupidos activos. Iban entrando en grupos y nada más cruzar los recibía algún maestro líder dándoles instrucciones de momentánea calma, de que fingieran que la masiva asistencia era casualidad.

Melody y Jacobo iban con prisa tomados de la mano, ajenos a casi el resto del mundo... en realidad Jacobo estaba pendiente de encontrar con la mirada a Keit, el cupido de Lisa, con quien tenía un acuerdo desde unos días atrás.

—¿Deberíamos esperar a Aaron? —preguntó Marissa.

—No sabemos si ya entró, así que creo que no.

Cuando estaban a solo unos metros del concurrido portal, Keit le hizo señas de lejos hasta que Jacobo lo encontró con la mirada, él le asintió sin que Melody se diera cuenta y dejó de andar. Melody se detuvo también.

A su alrededor los cupidos empezaron a apurar más el paso para entrar y Jacobo escuchó a lo lejos que algún maestro decía que en cuatro minutos cerraría.

—¿Qué pasa? Vamos.

—Mel, te amo mucho —dijo Jacobo, apresurado, tomándole ambas manos—. Muchísimo. Sin importar lo que pase de acá en adelante, debes recordar eso. De no ser por ti, no habría podido con la presión durante mi misión. Gracias por eso.

Melody lo miró con extrañeza porque sonaba como si se estuviera despidiendo. Empezó a temer que en el trayecto al portal Jacobo se hubiera arrepentido de entrar a Skydalle y fuera a dar media vuelta para vigilar a Samantha.

—¿Por qué me dices eso? ¿ya no vas a entrar a Skydalle?

—Si esto acaba algún día, ten por seguro que te estaré esperando.

Melody sintió su corazón acelerado por el miedo; Jacobo no iría con ella.

—No me dejes —le suplicó—. Entra conmigo y saldremos de esta pronto, por favor.

Jacobo se acercó y la besó.

En los límites del portal ya no era la tierra así que no hubo dolor alguno. Alrededor de ellos los cupidos corrían y el portal empezaba a cerrarse lentamente. Melody subió sus manos a los hombros de Jacobo y lo aferró fuerte a sabiendas de que era una despedida; sus labios acariciaron al amor de su existencia con tanta dulzura que casi se escuchó el susurro de un te amo. Un par de lágrimas se interpusieron entre sus suspiros pero ninguno se apartó; Jacobo le apretó la cintura a Melody, cerrando con fuerza los párpados por lo que iba a hacer ahora.

El beso terminó y en dos segundos ambos se miraron a los ojos.

—Te amo —repitió Jacobo— y por eso no puedo dejar que te arriesgues en esta guerra.

—¿Qué...?

Jacobo hizo un ademán veloz con su mano derecha y Keit llegó tras de Melody, agarrándola con fuerza de ambos brazos, sosteniéndolos a su espalda, dejándola inmóvil. Melody de inmediato forcejeó con miedo, mirando a Jacobo estupefacta.

—Quédate con Román y acompaña a Sam.

Melody entendió la intención de Jacobo y entró en pánico.

—¡No! ¡Jacobo!

—Esta es mi lucha, Mel y protegerte es parte de ella.

El portal estaba casi completamente cerrado, Melody se retorció con más fuerza pero Keit aplicó toda la resistencia que tenía porque no podía dejarla ir sino hasta que el portal estuviera cerrado. Era un favor que le debía al cupido de cabellos rojos.

—¡JACOBO! —gritó Melody.

Jacobo oyó su súplica y con el corazón en la mano no se detuvo sino que siguió adelante, apurando el paso hasta que cruzó el portal solo dos segundos antes de que cerrara por completo.

Muchos cupidos quedaron afuera por no llegar a tiempo y en sus rostros reflejaba la rabia y la tristeza. Nadie sabría cuándo lo abrirían de nuevo, muchos otros ni siquiera comprendían que estaba pasando.

Keit soltó a Melody que por el impulso que tenía hacia adelante, cayó al suelo. Corrió hacia el portal como si eso fuera a servir de algo, sus lágrimas mojaban sus mejillas y al saber a Jacobo lejos, soltó un alarido de frustración, dolor y tristeza que llamó la atención de todos los presentes.

Al otro lado del portal, Jacobo escuchó el grito y lloró también por su amada.


Aún con la multitud de cupidos regados por las calles de Skydalle, Lilith dio con Jacobo y se acercó a él. Vio una aflicción tan grande en sus ojos que la preocupación se le multiplicó por mil en el pecho. Jacobo dejó de llorar de inmediato, puliendo un gesto petreo, listo para lo que fuera, consecuencias o regaños.

—¿Y Melody?

—Se ha quedado afuera, maestra.

—¡Pero si le he dicho...!

—Yo la he obligado a quedarse, maestra,

—¡Por qué?

—La necesito segura. No lo he hecho para llevarle la contraria a usted, maestra, pero amo mucho a Melody como para dejarla venir. No la culpe, ella quería entrar. Cualquier represalia que desee darme, la acogeré de buen agrado.

Lilith se debatió entre la rabia de que Jacobo hubiera hecho tal cosa... y el alivio de que lo hubiera hecho. Necesitaba a Melody con ella porque era su alumna más querida y le había enseñado que juntas eran más fuertes, sin embargo descubrió que el saberla a salvo lograba darle más fortaleza.

—No hay castigo, Jacobo.

—¿Y ahora?

Lilith señaló con el mentón un grupo reunido donde Aaron iba a la cabeza caminando hacia el oeste con Robbie a su lado. Frente al portal una muralla de cupidos armados montó guardia para evitar que cualquiera viniera a abrirlo. Lilith sonrió de lado.

—Ahora ve a tomar tu lugar junto a Aaron y Robbie. Vamos a Corazonia. Nos van a escuchar o nos van a escuchar.

Unos minutos después, el caos empezó.  

♡♡♡♡♡♡

¡Hola, amores! <3

Uuffas, este es uno de los capítulos más largos que han salido. Lo había dividido en 2 pero sé que acá ustedes no se molestan por tantas palabras así que mejor lo dejé larguísimo ajsjasj. 

Díganme qué les pareció AHHHH

Se estalló todo en Skydalle y en la tierra alv, estoy MUY emocionada por lo que sucede. Ayer estuve repasando algunos capítulos de los primeros y me ha alegrado un montón ver la evolución de los personajes. Todos sin falta han pasado por un cambio, bueno o malo, y los ha moldeado muy bien :')

Mil gracias por su espera, y ojalá nos leamos pronto :3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro