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52. ➳ Oposición en desventaja ♡

«Los hombres sólo se unen con sinceridad socialmente cuando se trata de reventar a un tercero».
Enrique Jardiel Poncela

***

Lilith había aparecido en el despacho de Robbie, y esa sola visita de por sí ya presagiaba malas noticias.

—Señor —llamó Bruce a su puerta—. La maestra Lilith está buscando al dueño de los almacenes.

El que la anunciara con ese tono aprehensivo y desconfiado era entendible dado que Bruce conocía el recelo natural que los líderes de la oposición tenían con Robbie por ser el maestro loco de la traidora Marissa.

Robbie llevaba muchísimos años, muchos más de los que había esperado encerrado, cubriendo su posición como jefe y dueño de los almacenes, estaba completamente prohibido para los pocos que lo sabían el divulgarlo, sin embargo, desde que Jacobo había subido para llevar los mensajes a Robbie, el maestro ordenó que si Ambrosio o Lilith aparecían preguntando por el dueño —que era lo más probable—, no los engañaran sino que les dieran paso inmediato.

—Dile que pase —pronunció Robbie, inusualmente serio. Bruce salió y un par de segundos después, la cabellera clara de Lilith se asomó por la puerta. Entró sin mirar de inmediato al cupido tras el escritorio, mas al dedicarle un vistazo fijo, su sonrisa se borró—. Bienvenida, maestra Lilith.

Lilith no pudo evitar soltar un fuerte resoplido de fastidio, como si creyera que le jugaban una broma pesada y de mal gusto.

—¿Es en serio? ¿qué haces tú aquí?

—Tú pediste ver al dueño de los almacenes. —Robbie hizo un ademán hacia sí mismo, señalándose—. Heme aquí.

—Tiene que ser un chiste. Te dábamos por muerto.

—Lamento decepcionarte por seguir vivo, pero es lo que hay.

—Tu alumna nos...

—Alto ahí, Lilith —la frenó con una voz seca, fiera, amenazante—. No me interesa en lo más mínimo lo que digas en contra de mí o de Marissa fuera de estas paredes, pero en mi presencia te prohíbo terminantemente referirte a ella con desprecio.

—Marissa es...

—¡No hay excepciones! —tronó, al ver que a Lilith se le asomaba el veneno en la lengua—. Aaron y yo la hemos perdonado, así como se equivocó nos está salvando. Ella rescató a Aaron de las garras de Benjamín y ahora ha empezado a mover el cambio por el que nuestro líder dio su libertad. Yo veo el ahora y en el ahora estamos a punto de cambiar la historia con la ayuda indispensable de mi alumna, así que si no tienes nada bueno qué decir de ella, te callas. Si quieres hablar de cualquier otra cosa que sea de interés en esta revolución, soy todo oídos y no tengo rencores pero si solo vienes a hablar pestes de Marissa, te pediré que te largues ya.

Lilith apretó tan fuerte la mandíbula que logró sentir un dolor punzante en la cabeza; se retaron con la mirada, Lilith destilando indignación de que le hablaran así y Robbie sin intención alguna de retractarse o mostrarse más amable. Quizás de ser otras circunstancias Lilith se habría largado, pero ahora no solo estaba en frente del loco Robbie sino también del dueño de los almacenes, una ficha muy importante en ese juego, además de que lo que había ido a comunicar era algo de vital importancia.

—De acuerdo, la dejaremos fuera de la conversación —convino Lilith, tragándose su veneno que le supo espeso y agrio.

Robbie de inmediato mudó su expresión y sonrió con tal afabilidad que cualquiera habría dicho que estaba muy gustoso de ver a Lilith.

—Maravilloso, ¿ves cómo es de sencillo conversar si se ponen límites? —Robbie señaló la silla frente al escritorio—. Por favor, siéntate, eres genuinamente bienvenida.

Lilith a regañadientes se sentó, evitando encorvar la espalda o mirar a Robbie por más de diez segundos seguidos.

—¿Siempre has sido el dueño de estos almacenes?

—Por tanto tiempo como han existido —respondió, sincero—. Sé que sabes mucho sobre guardar secretos, así que de momento te pido que guardes este también. Estamos a poco más de dos semanas del cierre de Skydalle, ese día muchos lo sabrán, pero hasta entonces...

—Sí, comprendo.

—Ahora sí, ¿qué te trae por acá? Te esperaba a ti o Ambrosio en cualquier momento; sé que limar asperezas no es una opción muy viable pero debemos unirnos aún con asperezas latentes, ¿estamos de acuerdo en ese punto?

Lilith suspiró.

—Mi gente se mueve con el llamado de Aaron y si Aaron camina contigo, nosotros igual.

—Me alegra mucho oír eso.

—Vine porque tengo un problema —musitó Lilith, desviando la mirada y retorciendo sus manos que reposaban sobre sus piernas. Le dolía el tema a tratar pero en el momento, el dueño de los almacenes era el único que le podía dar un consejo o bien una ayuda—. Un problema con Ambrosio.

—Cuéntamelo todo.

—Hace unos días vino mi aprendiz y me comentó de un cupido que está usando una ayuda extraña con su humana, unas sustancias que le permiten acceder a la mente de la persona a un nivel antes desconocido. Hablo de hurgar en recuerdos, en sueños, en pesadillas. Una intrusión directa y palpable. Eso evidentemente no vino de acá y temo que venga de parte de los inventores de los Altos Mandos.

—De acuerdo. ¿Ambrosio no está de acuerdo?

A la maestra le supo a azufre la respuesta en su garganta.

—Ambrosio es el sospechoso. Es su alumno quien tiene esas sustancias.

—Jacobo es su aprendiz —murmuró Robbie, siguiendo el hilo de su lógica, sorprendido—. Pero Ambrosio es líder de este grupo.

—Ese es el problema. No sé qué pasó ni cuándo ni cómo y eso es muy preocupante. Yo ya intenté preguntar con algunos amigos que tengo, traté de averiguar si alguien sabía con certeza que Ambrosio estaba en malos pasos o si habían escuchado que los Altos Mandos trabajaran en una sustancia así. Y no. Nadie me da razón, nadie sabe nada y mi instinto me dice que preguntarle a Ambrosio no es buena idea.

La seria consternación de Lilith se reflejó en los ademanes de Robbie que comenzó a ver la situación como algo demasiado serio como para ser un simple problema.

—Así trabajan sus inventores —razonó Robbie—. Los de Benjamín. Ellos crean pero no prueban en cupidos, lo hacen directamente con humanos, específicamente con los humanos de cupidos principiantes cuyos maestros son aduladores del mandato actual.

—Pero es que no tiene sentido —rezongó Lilith—. Ambrosio jamás ha estado en las filas de Benjamín, jamás ha dicho que esté de acuerdo ni cuestionado los métodos de Aaron. Él ha sido leal desde hace décadas, no me explico cómo...

—Los cupidos, incluso los mejores, son corrompibles, Lilith. No sé sus motivaciones pero imposible no es. Quizás tenga un buen motivo, quizás solo se dejó seducir de alguna oferta, pero como sea puede ser algo muy malo.

—Ambrosio adora a Jacobo —argumentó—. Sé que suena horrible, pero si yo fuera a hacer una cosa así, no usaría al alumno que más amo.

—Eso nos deja dos opciones: o la moral de Ambrosio es bastante flexible, o algo lo ha orillado a tomar estas malas decisiones.

—¿Y qué se supone que hagamos ahora? Le he pedido a Jacobo que no suba pronto, pero por lo que sé, esas sustancias han salido muy bien, han podido manipular a la perfección a su humana. Si es verdad que Ambrosio trabaja para ellos, que aunque me pese decirlo es lo más probable, ya deben saber del buen efecto, ya deben saber que...

—Que con esa sustancia tendrán a nuestros cupidos a su merced —completó Robbie.

—Exacto.

Robbie se levantó de su silla y empezó a caminar de un lado a otro en su mediana oficina, con los engranajes de su mente moviéndose más deprisa de lo que había hecho en años. Que los Altos Mandos tuvieran un arma de ese calibre era algo terrible en términos de estrategia; Robbie con sus inventos ponía a los cupidos en poder de otros cupidos, pero si los planes de Benjamín eran como él pensaba, se iban a ir contra los humanos, un acto retorcido y cruel que demostraba lo lejos que la ambición podía llegar.

Intentó repasar todo lo que sabía de esos inventores, de la forma de actuar de Benjamín, de las posibilidades... todo pensamiento llevaba a algo malo.

—¿Cuánto hace que Jacobo usa eso?

—No lo sé. Pero deben ser ya varios días dados los resultados. Máximo una o dos semanas. Puedo preguntarle a mi alumna...

—No hay tiempo, Lilith —masculló con pesadez—. Luego de que un prototipo de sustancia sale de un laboratorio, se hacen menos de una decena de muestras para las pruebas. Usualmente se prueba en varios humanos, no en uno solo pero no tenemos manera de saber cuántos Jacobos hay por ahí. Una vez que las pruebas sean satisfactorias, se comienza a producir más cantidad para segundas pruebas con un grupo más grande. Si esa segunda fase sale bien, se hacen lotes completos para empezar a comercializar, o en el caso de ellos, para usarlos o almacenar para estar listos. Esto cambia todo.

Lilith seguía con sigilo cada palabra y razonamiento de Robbie; de hecho ella misma en esos tres días que llevaba buscando respuestas desde la visita de Melody ya había llegado a esas conclusiones pero la magnitud de la solución la asustaba tanto que prefirió buscar ayuda en el dueño de los almacenes.

—Eso significa que es posible que ellos ya estén en movimiento también, puede que se hayan enterado de nuestra fecha.

—Peor, Lilith —susurró Robbie, dejando de lado toda pizca de locura que pudieran albergar sus ojos—. Si Benjamín sabe de nuestro grupo, también sabe de Jacobo y el que haya probado con él su sustancia justo cuando nosotros nos fortalecemos, no es coincidencia.

—Es una amenaza.

La palabra salió filosa de los labios de Lilith con tanta convicción que los hizo estremecer a ambos de temor. Robbie volvió a su silla y se sentó, rendido, pensando en sus pasos a seguir.

—Benjamín debió suponer que tarde o temprano Jacobo te contaría a ti lo que Ambrosio le había dado, fuera por casualidad o por el mero hecho de decirlo. Tú entrarías en dudas, le harías las preguntas a Ambrosio y, si él trabaja con ellos, te diría lo que ellos quieren que oigas, posiblemente para frenarnos a todos, para llenarnos de miedo.

—Pero Benjamín no contaba con que Aaron volvería y sospecharía de Ambrosio antes de tiempo.

—Ni que tú serías tan inteligente como para no reclamarle a él primero.

—Eso es bueno, ¿no? —preguntó esperanzada pero por dentro sintiéndose vacía—. Porque llevamos entonces un paso adelante.

—Es malo —corrigió Robbie—. Porque tenemos un paso adelante ahora; pero ellos llevan mucho tiempo con la delantera. Solo nos queda una ventaja, Lilith: la fecha.

—Deben esperarnos para final de mayo.

—Y no podemos esperar tanto ahora.

Se miraron a los ojos por primera vez en esa reunión, fue una mirada petrea compartida, decidida, libre de cualquier recelo que pudiese separarlos unas horas antes. Ambos sabían lo que debían hacer y aunque era un paso enorme y arriesgado, era la única opción para pensar en la posibilidad de una victoria.

Lilith se puso de pie, Robbie la siguió e hizo lo mismo. De repente el miedo con el que llegó la maestra se desapareció, se esfumó con el peso de su fiereza, de la fuerza que había reunido tantos años esperando ese momento.

Cuando Lilith habló de nuevo, no hubo titubeo alguno ni dudas ni temblores, solo hubo aplomo en su tono pesado:

—Debemos cerrar Skydalle mañana mismo.

♡♡♡

El aire exterior le dejó a Robbie un sabor agrio y dulce en el paladar. Llevaba tanto tiempo sin respirarlo que su cuerpo se inquietó, como si de repente aspirase contaminación nueva y desconocida.

Llevaba una capa que no desentonaba por el día lleno de viento que hacía y una capota que le tapaba parte importante de su rostro, al menos lo suficiente para no ser reconocido por la minoría que lo conocía. Su corazón iba bombeando fuerte con una mezcla de nervios por salir a la calle, inquietud por lo recién descubierto y miedo a la vez que emoción por lo que iba a hacer.

Su mente iba rápido intentando recrear solo escenarios en que las cosas le salieran bien, llevaba mucho tiempo esperando ese momento como para echarlo a perder cuando la situación era crítica. Atravesó Corazonia logrando pasar desapercibido, caminó tanto como no hacía hace una eternidad y jadeó a mitad de camino. No se detuvo, sin embargo, siguió adelante hasta que un par de horas después vio a lo lejos los altos y cerrados edificios que se levantaban en medio de un cielo oscuro y un frecuente retumbar de truenos.

Estaba en Relámpago.

Robbie respiró hondo y asió con fuerza su mochila bien colocada bajo su capa donde estaba la parte más importante de su acción. Siguió dando firmes y pesados pasos hasta la entrada del reclusorio, allí, el primer y único guardia de la entrada lo recibió con expresión seria.

—¿En qué le puedo colaborar? —dijo en tono monótono.

—Gracias, joven. Vengo a visitar a un recluso, fui su maestro hace mucho.

—¿Nombre?

Era momento de empezar a decir las mil cosas que acomodó de camino porque si el guardia revisaba en el registro el nombre de Sandro Valmar, sabría que su él no era Lilith. Pulió una amable sonrisa, mirando hacia el pasillo tras el guardia como quien no quiere la cosa.

—¿Viene mucha gente a visitar? Uno de tus compañeros también fue alumno mío y cuando nos vemos me dice que hay siempre visitas, pero veo muy pocos hoy.

—Las visitas suelen ser más temprano, con excepción de los maestros o los guardias de los Altos Mandos que pueden venir cuando quieran. —El guardia hablaba en tono monocorde, por mera cortesía formal; por la misma norma de amabilidad, preguntó sin interés—: ¿Y quién es su alumno que es guardia? Qué curioso que tenga ex alumnos guardias y reclusos.

—Soy una broma común entre mis colegas —replicó, bonachón—, me dicen que lo hago medio bien y medio mal por eso. ¿Qué le puedo decir? Yo los educo, pero la suerte que tengan después se sale de mis manos.

—Comprendo. ¿Nombre del recluso?

—Se llama Antonhy, el guardia —aclaró, devolviendo su salvavidas—. Antonhy Jemain. Trabaja acá hace varios años, ¿lo conoce?

Esa parte era cierta. Antonhy había sido su alumno hacía más de veinte años y si bien desde que la misión de él había concluido sus caminos no se cruzaron, Antonhy quiso mucho a su maestro y le aseguró en la última vez que se vieron que cuando necesitara algo, lo que fuera, contara con él. Robbie siempre estaba al tanto de la vida de sus ex alumnos así fuera de lejos y ahora esperaba que esa oferta fuera literal, que Antonhy siguiera trabajando en Relámpago y que por suerte de la vida, ese día estuviera en turno.

Tuvo toda la suerte del mundo.

—Sí —replicó el guardia con fingido entusiasmo—, de hecho está de turno, deje se lo llamo y él lo puede atender mejor que yo. Además, será grato que se vean.

Todo lo dijo con una sonrisa tan fingida que Robbie supo que lo que deseaba en realidad era deshacerse del papeleo de dejarlo entrar pues era casi hora del fin del turno y de seguro que ya se quería ir.

—Qué gentil, joven, muchas gracias.

Quizás si el guardia hubiera tenido más edad habría sabido que ese tipo de cambios no se hacían, que era responsabilidad pura el papeleo y que endosar así a los visitantes era una falta al código de su trabajo. Robbie quiso pensar que cada uno de esos golpes de suerte era un presagio de cosas buenas avecinándose.

El guardia le sonrió una vez más y se dio media vuelta, gritó en nombre de Antonhy con camaradería; a los pocos segundos, Antonhy apareció, mirando a Robbie con un asombro desmedido.

—¿Robbie? ¡Hace cuánto no lo veía!

—Casi dos décadas, querido alumno. Pero apuesto a que has oído mucho de mí.

Antonhy retrajo el labio y asintió.

—Sí. De antemano le aseguro que yo que lo conozco jamás creí lo negativo que dicen de usted.

—Y te lo agradezco.

—¿A qué se debe su visita, maestro? Es una sorpresa impresionante.

—Bueno, tenía la esperanza de verte, claro. —Se sonrieron con complicidad, ambos sabiendo que eso no era del todo cierto—. Pero además necesito un favor.

—Lo que sea, maestro.

—Debo ver a un recluso que no fue alumno mío. Técnicamente no tengo autorización pero es de suma importancia.

Antonhy lo miró con cautela, de repente desconfiado.

—¿Me meterá en problemas?

Robbie suspiró, sintiendo un nudo grandísimo por dentro al tener que mentirle. Odiaba mentirle a sus seres queridos y sabía que en el futuro Antonhy se lo cobraría o guardaría rabia por mucho tiempo, pero de momento no tenía más opciones. Era la confianza de un ex alumno contra el bienestar de, posiblemente, todo Skydalle. Era un mal muy necesario.

—Claro que no, Antonhy. Solo traigo un mensaje de parte de su maestra, lo que pasa es que ella tiene vetada la entrada. Por favor.

Por fortuna Robbie había aprendido en su vida a fingir una mirada de acuerdo necesitara y ahí no tuvo problema de darle una tranquilizadora y leal a su ex alumno.

—¿Cómo se llama?

—Sandro Valmar.

Antonhy elevó una ceja.

—El rebelde.

—Sí. Por eso su maestra tiene prohibido visitarlo. Ella solo quiere saber cómo está y le traigo un recado esperanzador, hemos estado intentando conciliar en el juzgado una rebaja de pena. Tenemos entendido que su comportamiento ha sido impecable así que vengo a charlar con él para que esté al tanto.

Si Antonhy encontró alguna falla en esos argumentos no lo demostró, se limitó a mirar en el registro para buscar el patio de Sandro y asintió, dándole paso por la puerta a Robbie. Antonhy le indicó en qué dirección seguir y le aseguró que le avisaría al guardia de ese patio que alertara a Sandro de la visita de su maestro, como fue anunciado por conveniencia.

—Lo veo a la salida, maestro —dijo Antonhy a modo de despedida.

—Sí, gracias, Antonhy, te debo una. Cuando necesites lo que sea, búscame.

Robbie siguió solo, usando aún la capucha alegando frío. Agradeció que allí en Relámpago confiaran tanto en los maestros como para no revisarles sus mochilas, eso resultaba innecesario e incluso irrespetuoso en esas circunstancias.

Robbie avanzó hasta el patio indicado donde se anunció con el guardia allí cuidando, no mostró gran interés en que fueran a visitar a Sandro y Robbie se preguntó si era un guardia nuevo o si en realidad todo le daba igual. Él apostó a lo segundo. En Relámpago la vida, tanto de guardias como de reclusos, era monótona y terminaban siempre aburriéndose por la falta de disturbios o malas conductas. El último intento de fuga se había registrado hacía años y desde entonces nada emocionante ocurría.

Hasta ese día.

Sandro tuvo que contenerse de abrazar a Robbie al verlo; era algo curioso que él recibiera visitas, de hecho en esos cuatro años solo recibió dos de un guardia de Benjamín que pasó a ofrecer tratos a cambio de información, ambas visitas fueron una pérdida de tiempo, pero ahora tenía cerca a Robbie, el maestro de su Marissa y dadas las esperanzas cultivadas, eso era bueno.

Robbie se acercó a él con paso firme pero indiferente, como si de verdad visitara a un cupido sin gran importancia.

—Maestro Anker —musitó Sandro a modo de saludo. Tuvo que tragar fuerte para deshacer el nudo de su garganta—. Qué sorpresa verlo acá.

—Después de tanto, Sandro. ¿Cómo has estado?

Sandro miró a ambos lados y pulió una sonrisa apagada.

—Tal como se imagina, maestro.

Robbie le sonrió con sincero afecto, y sus siguientes palabras salieron entre dientes, apenas moviendo los labios sin quitar su sonrisa para que solo Sandro las entendiera.

—¿Es seguro hablar aquí?

Sandro comprendió la urgencia y con su mano dio paso a su maestro hacia una esquina vacía del patio. La obediente y sana naturaleza de todos los reclusos hacía inútiles las salas de visitas, siempre que los maestros o los allegados venían, solo los dejaban charlar ahí en el patio sin gran vigilancia.

Tomaron asiento en un bajo muro que sobresalía, Robbie quedó convenientemente dándole la cara a Sandro y a la pared tras de él, pero la espalda al resto de habitantes de ese patio.

—Acá sí, en voz baja.

—Sandro, el momento ha llegado. Es hora de salir.

A Sandro se le aceleró el corazón rápidamente, sus manos empezaron a temblar de emoción pero externamente no se le notó cambio en el semblante.

—¿Cuándo? Estamos listos.

—Ahora.

—Ahora... como... ¿esta semana?

—No, Sandro. Ahora ya, conmigo.

La expresión de Sandro mudó a la estupefacción en un segundo. No sabía aún cómo saldrían pero había supuesto que sería de a poco, que los sacarían con ayuda de guardias que trabajaban para la oposición o que tendrían que fugarse valiéndose de la mano blanda de los guardias que ya estaban acostumbrados a las buenas formas de los obedientes reclusos. Pero ¿ahora? ¿con Robbie? ¿qué se suponía que hiciera, salir caminando como si nada?

—Me temo que estoy confundido —admitió Sandro.

—¿Cuántos están contigo? Acá hay doscientos cuarenta y ocho reclusos, ¿con cuántos puedo contar?

Sandro hizo un rápido cálculo mental.

—Unos noventa y tantos, más o menos.

—¿Guardias?

—Ocho o diez. Pero son cincuenta. ¿Y el patio de las mujeres, maestro? Hay muchas que también están con nosotros pero no podemos acceder a su pabellón.

Robbie pensó en Lilith, que estaba encargándose de eso y sonrió. El pabellón de mujeres solo quedaba a cien metros del de hombres y era igual de pacífico y de irreprochable conducta como el masculino. De seguro la maestra estaba haciendo también sus cálculos para sacar a muchas de allí.

—Tu maestra se encarga.

—Lilith... —Sandro exhaló un suspiro—. ¿Cómo está?

—Ya te lo dirá ella dentro de poco. Escucha, Sandro, necesito un guardia, uno que sea de entera y plena confianza. Es indispensable que su lealtad sea suprema, de ese guardia dependerá si lo logramos.

Sandro no tardó sino dos latidos en contestar:

—James Gaston. El que lo ha dejado entrar a este patio. Es un aliado fuerte.

—Necesito a otros cuatro cupidos que se sacrifiquen —pronunció Ambrosio con voz grave—. Me llevaré a cuantos pueda pero esos cuatro serán la distracción, si logran salir conmigo, genial, pero si no, se quedarán. Y antes de que lo propongas, tú no eres una opción. Tú debes irte conmigo.

—¿Qué clase de sacrificio, maestro? ¿estarán en graves problemas?

—No. El sacrificio es tener que quedarse acá, aparte de eso sus represalias no serán mayores. Te recomiendo que pienses en cuatro que tengan cadena perpetua al menos, así no tendrán nada que perder.

—¿Y cuál es el plan?

—¿Todos los aliados de acá saben que el día se acerca?

—Sí, maestro. Y no lo cuestionarán en absoluto.

El plan no era malo para ser uno que se había forjado en cuestión de dos horas y con el peso de la urgencia en la espalda. En la mochila de Robbie se cargaban muchas dosis de Anaisma, las suficientes para proveer a un centenar de cupidos; los anillos evanescentes funcionaban a quince metros a la redonda, en cuanto se sacara uno y se dejara en un ambiente que le diera luz, absorbería todos los cuerpos con Anaisma en su organismo.

Los anillos eran de uso único pero en esa única vez podían albergar a tantos como lograsen meterse al tiempo así que Robbie solo llevó uno en su bolsillo, esperando para ser sacado. La misión del guardia implicado era crucial: debía darle a cada cupido, usando su ventaja de caminar libremente por todo el pabellón sin ser sospechoso, su dosis de Anaisma, pedir que lo tomaran usando también la lealtad que Sandro aseguraba los aliados tenían y ordenarles que se quedaran lo más cerca de la salida posible. Robbie se iría y esperaría a unos metros de Relámpago, muy pocos, fingiendo no hacer nada.

Cuando las dosis estuvieran repartidas y consumidas, los cuatro cupidos que se sacrificarían debían iniciar una discusión tan fuerte que llamara la atención de muchos guardias y el revuelo en el resto de reclusos. Una vez todos estuvieran o bien controlando el disturbio o bien curioseando, Robbie debía sacar su anillo y esperar a que funcionara y absorbiera a todos los que estuvieran cerca. Solo tendrían unos minutos o pocos segundos en el medio de que empezara la distracción y que estuviera controlada, así que el rango de error era mucho, eso sin considerar que los reclusos empezarían a desaparecer, literalmente, a los ojos de sus compañeros.

Sandro escuchó atentamente todo el plan, haciendo un gran esfuerzo por no dejar ver lo nervioso que lo ponía y lo asustado que estaba. No de escapar ni de quedarse encerrado en un anillo, sino de que algo saliera mal y no funcionara a fin del día.

—¿Seguro de que funcionará? —cuestionó Sandro.

Robbie contestó con sinceridad.

—No. Esto es un tiro a ciegas, Sandro. Así como puede salir de maravilla, puede salir mal. Es un riesgo que tomar. Por eso debes ser muy cauteloso con a quién le das el Anaisma, necesitamos la misma lealtad que tú nos das en cada uno de nuestros aliados.

—Comprendo.

—¿Seguro?

—Seguro. Dígame qué hacer ahora.

—De momento te debo asegurar a ti —manifestó, sacando con discreción uno de los frascos de su mochila. Eran dosis reducidas para poder cargarlas todas y el frasco no medía más que un meñique—. Bebe.

Sandro lo recibió sin apenas moverse, lo ocultó en su palma y casi fingiendo que se rascaba la nariz, vació el contenido en su boca. No sabía a nada ni le traía ningún efecto.

—Listo. Puedo ayudar a repartir algunos. Hay muchos de los aliados que en este momento están en su celda, puedo darles a ellos y que James les dé a los que están en patios.

—Hecho.

No fue complicado explicarle vagamente el plan a James, bastó con decir oposición para que el guardia no hiciera más preguntas. Robbie fingió charlar con él unos minutos antes de irse, dándole de a poco las dosis de Anaisma hasta que sus bolsillos se llenaron y aseguró hacer todo lo posible por que las cosas salieran bien.

Cuando Robbie salió con la mochila casi vacía, llevaba el corazón en la mano y oraba internamente a cualquier deidad que existiera para que las cosas salieran bien, para que Lilith llevara la misma suerte y para que Sandro con James lograsen su cometido.

Les había asegurado a sus aliados que esperaría cerca cuanto fuera necesario. Repartir las dosis podía tomar un buen rato además el armar jaleo también podría resultar complicado, sin embargo, para su sorpresa, solo veinte minutos después el alboroto comenzó dentro de Relámpago. Las alarmas sonaban, los guardias corrían de un pasillo a otro y Robbie, con sutileza iba dando pasos en reversa preparado para echar a correr.


Adentro el caos fue confuso. Sandro estaba en las celdas, alertando con calma a cada uno de sus aliados y dándoles su frasquito, pidiendo entre susurros que se fueran desplazando hacia el patio principal; tal como había supuesto, nadie lo cuestionó. Había repartido cerca de treinta y cinco dosis cuando las alarmas comenzaron a sonar, alertándolo.

Perdió la compostura, suponiendo que con ese ruido en cualquier momento Robbie sacaría su anillo y se habría ido sin todos.

—¡Arriba! —gritó a mitad de pasillo del cuarto pabellón que visitaba. Todos lo escucharon pese a que no todos eran sus aliados—. ¡Soy Sandro! ¡Arriba los que están con Aaron!

La docena de aliados se levantaron de inmediato y fueron tras él mientras que los otros solo denotaban confusión por todo. Sandro dio los frasquitos a cada uno, presa del pánico, solo exigiendo que lo bebieran.

Sandro corrió hacia el patio, la aglomeración de cupidos era densa aunque nadie lucía especialmente enojado o alterado, era más la curiosidad la que los tenía a todos allí reunidos. Sandro se hizo paso con brusquedad hacia el centro del patio donde dos guardias tenían sometido a James.

—¡Traidor! —le gritaban.

Lo tenían en el suelo boca abajo y varias de las dosis de Anaisma estaban en el suelo sin destapar pero sin que nadie las tocara tampoco. A Sandro le latía el corazón con fuerza, contaba los segundos, uno por cada dos latidos y supo que el momento de intervenir era ahora.

Ninguno de los cupidos que observaban a James en el suelo se acercaban, puede que por el hecho de no saber que saldrían pronto pues apenas se les decía que bebieran sin informar por qué, o puede que le tuvieran más miedo a las represalias de lo que había pensado. Aun con todo, Sandro no dudaba en absoluto de la fe sobre la causa que todos tenían, así que corrió hacia los dos que sometían a James y empujó a uno, liberándolo a medias.

—¡Bebe uno, ahora!

Con dificultad James recogió uno de los frascos y lo desapareció en su lengua, eso al menos le daría la seguridad de huida. Otros dos guardias sometieron rápido a Sandro, estrellándolo contra una pared. A Sandro se le nubló la vista pero logró ver en la esquina del pasillo, la más cerca de la puerta, que uno de sus aliados desaparecía; Robbie ya había sacado su anillo y aun había más de veinte dosis en el suelo.

La voz atronadora, grave y autoritaria de Sandro en modo líder, sonó pese a los guardias lo lastimaban físicamente.

—¡A todos los míos! ¡Tomen uno de esos frascos y beban su contenido! ¡El momento ha llegado!

Dado que la fuga era algo que estaba de boca en boca desde que Marissa había bajado a la tierra, ya un par de meses atrás, los aliados supieron a qué se referían sus palabras. La gran mayoría de la multitud quedó confusa y se miraron unos a otros, pero los que comprendieron se hicieron paso con fuerza hasta el frente para tomar cada uno un frasco y obedecer.

—¿Qué les estás dando! —le siseó uno de los guardias que lo sostenían—. Maldito rebelde, nunca has cambiado.

—¡Benjamín y su dictadura caerán! —vociferó Sandro.

Los guardias se movieron rápido y se dispersaron para cada uno intentar apresar a los que se lanzaron a tomar los frascos, ya casi todos vacíos. Ninguno opuso resistencia pero todos clavaron la mirada en Sandro, dándole su silencioso apoyo y preguntando en silencio ¿y ahora qué?

Entonces, en menos de diez segundos, los cupidos, James y un par de guardias que acudieron a las palabras de Sandro empezaron a desaparecer ante la mirada atónita del resto de reclusos. Más de noventa se fueron esfumando, dejando al más cercano sorprendido y asustado; cuando todos se hubieron ido, un silencio sepulcral envolvió el patio principal y solo se rompió con el estallar de un par de relámpagos en el cielo.


Afuera, Robbie tenía el anillo evanescente fuertemente sostenido por sus dedos. Sintió cuando la primera esencia entró en él y cómo una tras otra empezaban a llenarlo; resultaba un poco abrumador pues probar la resistencia del anillo, sumado a su estado de inquietud, lo tenían al borde del colapso.

Una última esencia entró pero Robbie esperó un buen rato por si alguna otra faltaba, no logró contarlas todas pero el procedimiento tardó lo suficiente como para que hubieran varias docenas ahí. Las alarmas de Relámpago se apagaron, convirtiendo el caos en calma por varios minutos hasta que los truenos vinieron a acompañar. Robbie usó el tercer relámpago para escabullirse, primero a paso normal, luego a medio trote y finalmente corriendo lejos de ahí.

En el punto de encuentro acordado, Lilith ya lo esperaba pero estaba tan jadeante que lo más seguro era que acababa de llegar. Se miraron fugazmente.

—¿Cómo te fue? —preguntó Robbie, mirándola con discreción de arriba abajo, buscando lesiones. No había ninguna a la vista.

Las palabras de Lilith salieron casi en un ladrido.

—Casi no salgo. Me descubrieron. Había una maldita soplona entre las supuestas aliadas, en cuanto le dieron su frasco nos delató, yo seguía adentro. Una de las guardias de Benjamín le informó al guardia del pabellón de hombres. Por fortuna tuve un par de guardias de mi lado y un poco de tiempo.

Eso explicaba que las alarmas hubieran saltado de la nada solo veinte minutos después de que Ambrosio saliera.

—¿A cuántas tienes?

La mirada de Lilith se quebró un poco, lamentándose.

—No a tantas como debería. No me dio mucho tiempo. Muchas se quedaron, Robbie y ahora saben que son aliadas porque me defendieron.

El tono de Lilith había pasado de la rabia con la soplona a la culpabilidad de dejar a muchas compañeras. Robbie se sintió mal por ella y le palmeó el hombro intentando dar consuelo.

—Está bien, Lilith. Puede que sea posible hacer algo por ellas más adelante.

No había realmente esperanza en esa afirmación, pero Lilith era fuerte y destensó pronto sus hombros, recobrando el temple que la situación requería.

—Sí, tienes razón. Ahora vamos, nuestro tiempo acaba de reducirse considerablemente.

Con la fuga de tantos reclusos la noticia no tardaría en llegar a Benjamín, por consiguiente, sabría que los planes se habían adelantado. La ventaja era muy poca pero ya oficialmente no había marcha atrás.

En menos de veinticuatro horas la revolución habría empezado. 

|♡|

3 de 3

¡Hola, lectores!

Si estás leyendo esto significa que eres de los más fieles lectores que uno podría conseguir. Infinitas gracias por seguir acá después de casi un mes sin actualizar <3

Ahora sí, ¡SE PRENDIÓ ESTA VAINA!

¿Qué les han parecido los capítulos? 

¿Sí notan que estamos en LA RECTA FINAL? AHHHH

Esta historia cumplió hace 4 días su PRIMER AÑITO en la plataforma, ¿pueden creer que ya pasó todo un año? Se me hace una eternidad :')

En fiiin, tomemos este mini maratón como celebración de aniversario, espero lo hayan disfrutado <3 Nos leemos en una próxima ocasión. 


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