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51. ➳ La cercanía del dolor ♡

«Los malos recuerdos te persiguen sin necesidad de llevarlos contigo»
Carlos Ruiz Zafón

***

Melody entró apresurada a la habitación de Sam para encontrarse con Jacobo.

—¡Jacobo, Jacobo...!

Su urgencia se dio un respiro cuando al entrar no estaba solo Jacobo sino también Marissa y otro maestro mayor que Melody asumió que era Aaron, el Aaron de las historias, el que ella no conocía pero por quién sentía una lealtad heredada de su maestra. Se detuvo en seco.

—Hola, Mel.

—Ay, cómo lo siento —se disculpó, agachando la mirada—. Perdón por entrar así.

Marissa la malmiró como de costumbre pero Aaron le dio una sonrisa tranquilizadora. Samantha no estaba en la habitación pero Jacobo había prometido quedarse ahí cuando Melody subió hasta que volviera.

—No te preocupes —le calmó Jacobo, luego se movió de su lugar cerca a la puerta y le extendió la mano a la cupido, ella la tomó—. Ven, te presentaré.

—Yo ya la conozco —siseó Marissa con desdén pero con un tinte de mofa en la voz. Jacobo la reprendió con la mirada.

—Maestro, ella es Melody. Mel, él es nuestro maestro Aaron.

El maestro le sonrió ampliamente con tal calidez que Melody se sintió en paz por dentro; era como si estar cerca de Aaron fuera algo correcto en su vida, como si conocerlo fuera indispensable. Ahora comprendida el cariño ciego de Lilith, era algo que manaba desde adentro y de forma incontrolable. El maestro extendió su mano y Melody la tomó para estrecharla con emoción.

—Es un placer conocerlo, maestro. Mi maestra me ha hablado muchísimo de usted. Estoy a su servicio para lo que necesite.

A Jacobo le sorprendió un poco escuchar ese tono sumiso y dócil de Melody que era tan tosca con todo, pero como se trataba de Aaron no intentó buscarle explicación.

—Eres aprendiz de Lilith, por lo que me han contado. —Miró intencionadamente a Jacobo, este se encogió de hombros—. Qué maravillosa coincidencia que los aprendices de los líderes principales se juntaran en tierra para enamorarse.

Melody giró de inmediato a mirar a Jacobo con reproche, abriendo mucho sus ojos como si fuera una indiscreción terrible haberle dicho eso. Se sonrojó y se soltó de Jacobo con ganas de darle un golpe pero sin atreverse a hacerlo frente a Aaron.

—Yo no le conté nada —se defendió Jacobo pese a que ninguna acusación había sido dicha—. ¿Verdad, maestro?

A Aaron le divirtió la actitud de ambos.

—No, Melody, Jacobo no me ha contado nada. Yo solo sé esas cosas.

Melody agachó la mirada, lamentando que por el precario espacio de la habitación de Sam, todos tuvieran que estar a menos de dos metros de distancia. Decidió sacudir la cabeza y cambiar de tema.

—Maestro, estuve hablando con mi maestra. —Luego miró a Jacobo—. Lo siento, sé que no debía decir que eras tú pero terminé contando todo. Es que tu maestro llegó y entré en pánico, perdón, perdón.

—Confiamos en Lilith —intervino Aaron, como dándole a Jacobo una orden de no enojarse por ello—. Dinos qué pasó.

—Me dijo que Jacobo no debería subir por un tiempo, que yo sería el puente de comunicación ahora. Que investigaría por su cuenta sobre el tema de Ambrosio, y que confía plenamente en su veredicto, maestro. Me contó sobre los inventores que trabajan para Benjamín y si bien no me lo dijo, yo creo que ella piensa que Ambrosio puede trabajar para ellos. También dijo que le contara usted mismo a Jacobo sobre todo eso, que usted sabía más...

—Pues me adelanté —dijo Aaron—, mientras tú no estabas, le he contado a Jacobo y a Marissa mis suposiciones que por fortuna, no se alejan de las de mi querida Lilith. —Observó a Jacobo—. Lamento mucho esto, muchacho. No quería decirte nada hasta saber algo con certeza pero me disculpo por haberte orillado a enviar a tu pareja a averiguarlo.

Todos omitieron intencionalmente el apelativo hacia Melody porque no pareció conveniente decir algo al respecto.

—Soy un poco impaciente —comentó Jacobo con tono de disculpa.

La tarde anterior Aaron le había dicho que no debía confiar en Ambrosio pero se había limitado a eso, no quiso decir más, explicando que no quería hacer acusaciones infundamentadas. Por supuesto Jacobo se puso ansioso, cuando se vio a la mañana siguiente con Melody le contó todo con los nervios en la lengua y agradeció que ella misma se ofreciera a averiguar más para no tener que suplicarle. Melody fue a Skydalle entrada ya la tarde y por fortuna en ese lapso Aaron se había decidido a compartir con Jacobo suposiciones, después de todo, era lo menos que podía hacer por él que tanto había hecho por ellos.

Aaron meditó unos segundos antes de responder.

—Dejemos eso atrás. Lo importante ahora es que tanto nosotros como ellos están advertidos y ya averiguaremos qué sucede. Fue positivo que hubieras subido hoy —le dijo a Melody—, seguiremos lo que Lilith ha dicho y serás ahora nuestro puente de comunicación. —Observó a Jacobo—. Tú tienes prohibido subir hasta nuevo aviso, si alguien pregunta en Skydalle el motivo, Melody, debes decir que yo lo necesito acá en tierra, nadie lo cuestionará más. De resto, no sabes nada, ¿de acuerdo?

—Sí, maestro. Jacobo sabe dónde encontrarme casi siempre así que cuando necesite algo, solo basta que me llamen.

—Agradezco mucho tu disposición. Sé que ya eres parte de esto desde que Lilith te incluyó hace mucho, pero ahora lo eres más, así que bienvenida al equipo.

A Melody se le calentó el corazón con agradecimiento pese al desagrado evidente en el rostro de Marissa; prefirió concentrarse solo en la mirada de cariño de Jacobo y sonrió con formalidad.

—Gracias, maestro.

—¿Y yo qué hago con Sam ahora? —preguntó Jacobo.

Aaron suspiró.

—Técnicamente lo malo de todo esto es lo que le dices a tu maestro porque él lo que necesita son los resultados de su prueba, así que mientras no subas a contarle nada, no habrá problema en que sigas adelante si lo consideras pertinente. Tú como cupido debes saber si el plan que tienes con tu humana va funcionando, y si lo hace, no te detengas mientras sigamos acá.

Jacobo calló, inquietándose por la parte de mientras sigamos acá. Sabía que su tiempo era limitado y que, por desgracia, ya no podía dar vuelta atrás o detener su plan con Sam. Ya no se trataba de si era el camino correcto o no, ahora se trataba de que ya la tenía medio rota y dejarla medio mal y con la meta a medias no era una opción. Ya había avanzado hasta ahí y si no terminaba, para Sam sería mucho peor, se enloquecería tan lentamente que ni siquiera se le cruzaría la idea de buscar ayuda.

—Maestro, debemos irnos ahora —musitó Marissa con cautela.

Aaron asintió.

—Sí, es verdad. Muchas gracias a ambos, estamos en contacto.

Melody y Jacobo asintieron antes de ver a Aaron y a Marissa alejarse.

—¿A dónde van? —curioseó Melody.

—Desde que Marissa llegó se ha encargado de buscar aliados. Con Aaron acá hay dos que buscan aliados. Ya tienen muchos pero deben ir poniéndolos al tanto de a poco de que la fecha se acerca, así que cada día se reúnen con unos tantos. Yo preferí quedarme lejos de eso.

Hubo un silencio incómodo en que ambos suspiraron por motivos diferentes, las preocupaciones eran demasiadas en cada mente y el silencio de esa habitación parecía acentuarlas más. Todo se desmoronaba de a poco pero Melody era consciente de que Jacobo estaba llevando la peor parte.

—¿Tú cómo estás?

—Mi humana está al borde del colapso, ya no puedo subir a Skydalle contigo y el que quiero como un padre está traicionando a todo el mundo... creo que dada la situación, decir que sigo vivo es lo único que tengo —respondió con sarcasmo.

Jacobo dio dos pasos hacia la puerta, pasando con fuerza sus dedos por su cabello, realmente frustrado. Melody no perdió tiempo y se acercó para rodear a Jacobo por la cintura desde su espalda. No supo si por la posición o por la falta de intención romántica en ese gesto, pero no hubo corrientazo.

—Lo siento mucho...

Jacobo tocó las manos de Melody sobre su abdomen y si no se giró para abrazarla de frente fue por el mismo temor de ella de que cambiando la posición, les doliera físicamente. Melody apoyó su mentón en el hombro de Jacobo y sintió un ligero estremecimiento de su pecho, un sollozo roto e irreprimible.

—¿En qué momento se me jodió todo, Melody?

—Yo creo que las cosas siempre han estado jodidas, solo que ahora nos damos cuenta.

—Me siento frustrado, enojado, idiota.

—No eres idiota.

—Yo lo dudaría, pero este no es momento para debatir eso.

Melody no lo soltó, parecía que ese abrazo de consuelo era lo que ambos necesitaban y que era imprescindible alargarlo mucho. Decidió charlar de otra cosa para que Jacobo no estuviera tan mal.

—Oye, no sé si consideres esto como una metida de pata, pero digamos que tu maestro y la mía ya saben que tenemos... algo.

Esta vez el retumbar del pecho de Jacobo fue por una risa.

—Hasta Aaron lo supo con vernos, creo que somos pésimos manteniendo secretos. Pero me da curiosidad, ¿cómo lo supieron ellos?

Melody se sonrojó, mordiendo su labio y agradeciendo que Jacobo no la estuviese mirando de frente.

—Verás... Ambrosio entró cuando le estaba contando todo a Lilith y Lilith planeaba contarle porque ya sabes, es su compañero, y como no podía decirle que no lo hiciera frente a él, solté que estaba enamorada de ti para que Ambrosio pensara que ese era el motivo de mi visita. Fue un impulso humillante.

—¿Tú dijiste que estás enamorada de mí frente a nuestros maestros? —dijo, incrédulo.

—Sí. Y sí, fue tan vergonzoso como imaginas.

—Hubiera querido verlo.

—Ya me has visto diciendo que te amo.

—Sí, pero no avergonzarte tremendamente. Seguro que es una imagen digna de observar.

Melody resopló y lo soltó, dando dos pasos para alejarse, sin embargo Jacobo la haló de la muñeca para robarle un beso que solo pudieron disfrutar por dos segundos antes del corrientazo, igual que su primer beso en el orfanato, solo que esta vez sin una Melody furiosa ni un Jacobo arrepentido. Ahora solo eran dos cupidos enamorados.

—Me iré mejor con Román, tú eres un tonto.

Melody se dispuso a salir por la misma ventana por la que había entrado, pero Jacobo pronunció su nombre.

—Mel... —La cupido giró y Jacobo le guiñó un ojo—. También te amo.

—Menos mal porque si no, no haría tanto por ti.

Jacobo soltó una carcajada.

—Ay, eres tan romántica.

—Y tú tan tonto.

Melody volcó los ojos con una sonrisa cómplice y finalmente se fue, dejando a Jacobo solo, igual de frustrado, enojado y sintiéndose idiota por la situación en general, pero sumado a todo eso, también estaba la certeza de sentirse enamorado y Jacobo se dijo que eso era lo único bueno que bajar a tierra le había traído.

♡♡♡

Jacobo ya sabía en donde estaba el recuerdo que necesitaba de Sam, sin embargo había descubierto que a diferencia de los otros, no estaba del todo disponible para él.

No había una celdilla lo bastante grande como para que él se asomara, al contrario, lo protegía una serie de cristales que estando sobrepuestos, volvían el recuerdo algo distorsionado a la vista. Además también tenía el obstáculo de que bajo esa protección, no solo estaba el recuerdo que buscaba, sino que era un episodio largo que incluía las horas o días previos, entonces era como excavar en todo un pajar buscando la aguja del fondo.

Pero ese era, Jacobo estaba seguro. No le cabía le menor duda de que era el indicado porque aparte de ser el recuerdo más protegido de la mente de Samantha, era uno que lo hacía sentir muy incómodo; cada vez que intentaba mirar a través de esos cristales un vacío entraba a su pecho, una angustia creciente que le rasgaba la piel desde adentro, le quemaba la garganta y le daba la sensación de náuseas.

Ningún otro recuerdo lo hacía sentir ni remotamente de esa manera.

Llevaba ya cuatro noches intentando mirarlo, y cada noche uno de los cristales se rompía y le dejaba ver más, sin embargo, nada era claro para él todavía y no tenía idea de cómo sería para Sam; cuando encontró el lugar de ese recuerdo la primera vez, el lector mental dejó de funcionar con Samantha despierta, simplemente ya no escuchaba nada así que no podía ni adivinar qué pensaba, solo tenía la certeza de que ese era otro escudo de su consciencia porque el dolor del recuerdo estaba cerca.

Jacobo había pensado en tomarlo con calma ahora que ya había encontrado la ubicación pero tras ver cómo Sam desmejoraba en su humor, además de no poder saber sus pensamientos concluyó que lo mejor era acabar tan pronto como pudiera con eso.

Esta vez se asomó al espacio que ya había hecho en ese recuerdo, vio una silueta de Samantha de diez u once años ayudando a entrar una maleta con su ropa a la habitación que les habían prestado en la casa del amigo de su padre (al menos Ambrosio le había dicho que los abusos eran de un amigo de su padre y aunque ahora no sabía en qué creer, no tenía más pistas de nada así que debía confiar en esa afirmación). Era una maleta grande y con rueditas, aún así, por el tamaño de Sam, debió hacer un gran esfuerzo para moverla. Estaba sola y entonces él apareció.

A Jacobo se le aceleró el pulso y el estómago le dio un bote. No había podido verle la cara o ni siquiera el cuerpo a ese hombre porque en el recuerdo, Sam lo tenía como una sombra grande que se movía a su alrededor, era una gran mancha negra cuya voz no estaba pero Sam siempre le respondía con una sonrisa sin saber en ese momento que él sería su peor pesadilla.

La sombra le ayudó a Sam a arrastrar la maleta y luego ella salió corriendo, emocionada, a buscar a su madre que tomaba limonada con la esposa de ese señor. La sombra llegó tras ella pero no se acercó, solo tomó asiento en la mesa y bebió también de su limonada.

Otro cristal se rompió, dejando un poco más clara la imagen del otro lado. Jacobo vio con más nitidez los girasoles del vestido de Sam y la forma en que ella, dando vueltas descalza, abombaba la falda ancha mientras reía.

Jacobo tenía su mano sobre la pila de cristales que todavía protegían el recuerdo dentro de la celdilla y cuando sintió que el cristal le quemaba la mano, supo que eso era todo por ahora.

Quinta vez, un poco más cerca pero aún lejos.

Se dejó caer en el suelo oscuro, sobre esa cantidad incontable de malos recuerdos, unos más feos que otros. Ni siquiera el colorido ambiente que lo rodeaba por los lados logró sacarle del pecho esa horrible sensación de terror y rabia, era una extensión de los sentimientos de Sam con el recuerdo negro pero se apoderaban de Jacobo y se multiplicaban dentro de él.

Cuando Jacobo parpadeó, apareció de nuevo en la habitación de Sam y la vio sentada sobre la cama, recién despierta y con evidente alteración. Su pecho subía y bajaba con frenesí, su frente brillaba en sudor y apretó fuerte los párpados para no llorar. ¿Qué había visto?, se preguntó el cupido, quiso saber si ella sí le visualizaba la cara a ese demente o si la escena era nítida para Sam pero la imposibilidad de saberlo lo frustró.

Marissa no estaba porque era media tarde y a esa hora últimamente salía con Aaron, Jacobo se sintió solo y desprotegido al sostener tal angustia y no tener a nadie que lo ayudara. Se preguntó si Sam se sentía igual y el instinto lo hizo acercarse a la cama para arrodillarse a su lado.

—Perdón, Sam —le murmuró, casi tan alterado como ella. No hubo respuesta—. Perdóname. Sé que te duele, sé que no es fácil, pero debes resistir un poco más.

Samantha se recostó de nuevo en la cama una vez su respiración comenzó a volver a la normalidad, se tapó medio rostro con su antebrazo y se quedó inmóvil, callada, sin deseos de dormir más pero sin querer hacer absolutamente nada tampoco.

El quiebre mental estaba cerca, Jacobo lo sabía y Samantha, a nivel inconsciente, lo presentía también. 

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