49. ➳ Amores tóxicos ♡
"Las historias están más llenas de ejemplos de perros fieles que de amigos fieles".
-Alexander Pope
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Román dormitaba sobre el sofá de la sala de su apartamento mientras una película corría en el televisor. Había colocado hacía poco la cena en el horno pero tenía varios minutos hasta que estuviera lista así que decidió tenderse en el lugar más cómodo hasta que su reloj de cocina indicara que era hora de sacar la bandeja.
Estaba en el limbo entre la consciencia y la inconsciencia cuando escuchó la puerta abrirse y vio a Amy entrando; se sentó de inmediato. Traía un paraguas en sus manos y corrió a dejarlo en el lavadero para que no mojase el piso; afuera llovía duro y Amy venía algo empapada.
—Hola, Román. Huele delicioso.
—Hago pollo como te gusta: con queso, tocino y verduras.
—Ay, te amo un montón. —Amy se perdió unos minutos en su habitación, Román imaginó que quitándose los zapatos húmedos y cambiándose de ropa. Acertó; al poco rato, su hermana volvió seca para sentarse a su lado—. Ahora sí, ¿cómo estás?
—Algo aburrido, no me gusta la lluvia.
—Dímelo a mí. Me agarró el aguacero justo cuando me bajé del bus.
—Al menos traías paraguas.
Amy se encogió de hombros como si esa ventaja no fuera suficiente para considerar su día algo mejor. Guardó silencio por un par de minutos mientras revisaba algunas cosas en su teléfono, luego se volvió hacia su hermano con buen humor.
—¿Qué ha pasado con Sam? ¿todo bien?
Sus preguntas no llevaban malicia alguna, solo las pronunciaba igual que cada vez, con ganas de formar conversación e interesarse en la vida de su hermano. Siempre Román sonreía al escuchar la mención de Sam y hacía algún comentario positivo sobre su avance con esa relación, sin embargo esta vez no hubo sino seriedad, lo que llevó a Amy a mirarlo más fijamente.
—Bien.
—No es cierto —objetó su hermana—. No está bien. ¿Qué pasa?
Román suspiró, intentando poner en orden todo lo que en realidad sí pasaba.
—No sé, Amy... está algo distante últimamente, pero es extraño porque no es el cien por ciento del tiempo, no sé si me explico. Es como si una Sam me quisiera una vez al día pero otra Sam me alejara el resto del día.
—¿Has hablado con ella al respecto?
—No. No quiero presionarla.
—Pedirle claridad sobre sus sentimientos no es presión, o al menos preguntarle qué le sucede.
—No lo entiendes, Sam es...
—Sí, "diferente", me lo has dicho. —Amy no pretendía que el tono le saliera afilado, pero no lo pudo evitar. Román le devolvió la mirada, casi preguntándole por qué su austeridad y ella suspiró—. Lo siento. Lo que digo es que... bueno, ya llevas mucho tiempo en esa situación con ella y ya debería haber un poco más de claridad.
—No es fácil...
—Pero no debería ser tan complicado —cortó una vez más—. A ver, Román, mira que Samantha me cae muy bien, creo que es una chica linda e inteligente, pero... vale, no me odies, pero siento que juega contigo, ¿de acuerdo? Un día te quiere, al otro no, ¿qué esperas de eso? No se supone que así funcionan las relaciones.
Amy se mordió el labio ante la mirada casi herida de su hermano. Todo lo que decía era cierto, en verdad Sam le agradaba y cada vez que se cruzaban el saludo era cariñoso y la corta charla era amena, hacía buena pareja con su hermano y al parecer lo hacía feliz... sin embargo no podía evitar ver el hecho de que Román a veces se lastimaba más de lo que se sentía feliz y cuando eso pasaba, dejaba de ver todo con positivismo.
A través de las semanas Amy siempre esperaba que cuando hablara con su hermano, él le dijera que Sam ya era su novia, que estaban bien, que todo iba de maravilla, pero si no era un "estoy algo desanimado", era un "hoy estuve con ella pero nada pasó". Sentía que Román estaba dando demasiado y recibiendo poco; Amy se guardaba sus opiniones pero en ese momento ya la había soltado y no había vuelta atrás.
—Pues no suena a que te agrade mucho que digamos —le soltó Román con amargura, automáticamente a la defensiva.
Amy blanqueó los ojos y se reacomodó en el sillón para mirarlo más de frente.
—No tengo absolutamente nada en contra de Samantha, Román, pero debes admitir que hay un desequilibrio grande entre ustedes.
—¿Desequilibrio de qué? Si no somos nada aún.
—Exacto. No son nada aún pero tú te desvives por ella como si fuera tu esposa adorada y ella a cambio ¿qué te da? A veces cariño, a veces indiferencia. ¿No lo ves? Tú estás dando todo, Román, todo, sin apenas recibir algo y así no es como el amor funciona.
—¿Y tú qué sabes del amor? —le replicó.
—Lo suficiente para saber que en una relación debe haber una igualdad de aporte. No puedes dar un cien por ciento en eso y que ella dé el cero por ciento. El amor es un equipo y en equipo se debe manejar.
Román, con el ceño fruncido, analizó esas palabras, dejando sin querer que se hicieran un hueco en sus pensamientos. La verdad sí llegaba a ser frustrante el sube y baja de los humores de Samantha, pero nunca había pensado en eso como un desequilibrio o desigualdad, él lo daba todo por ella, no porque fuera obligatorio sino porque quería, porque le nacía...y ahora Amy le decía que eso era incorrecto.
—A veces los equipos son distintos. A veces uno debe dar en noventa porque el otro solo puede ofrecer un diez y eso no está mal, complementar también es parte de una relación.
—Pero tú no tienes relación alguna —terció Amy—. Ese es mi punto, Román. Que estás en una no-relación unilateral dañina que te lastima de vez en cuando. Sam no es mala persona, pero quizás estás esforzándote mucho por alguien que no es para ti. No te das cuenta de lo malo que puede llegar a ser seguir con esto, Sam te consume y a ti no te importa porque tienes la esperanza de que algo pase con ella, pero ¿y si no? ¿y si estás destinado a esa nada con Sam? No necesitas una relación así de tóxica.
El que usara esa palabra, "tóxico", exasperó a Román, y el espacio que las dudas de Amy habían tomado en su mente, se redujo a nada. No. No iba a dejar que Amy le metiera esas ideas en la cabeza, no iba a permitir que le insinuara que Samantha le hacía daño adrede porque sabía que eso era falso.
Román conocía los problemas de Sam, al menos lo que Alice le había contado; entendía su distanciamiento y su dificultad para dar pasos con él, comprendía su situación de soledad, de impotencia, de tristeza, porque en cierta medida él mismo había atravesado algo similar un tiempo atrás.
—¿Tóxico? —gruñó Román, perdiendo su compostura—. ¡Tóxico, Amy? ¡Odio esa palabra! ¡Hoy en día para todos es tóxico esforzarse en alguien! ¡Si luchas por alguien, si te preocupas, si das más del cincuenta por ciento, si demuestras lo que sientes, si demuestras interés, si haces cualquier cosa por una persona, es tóxico! ¡Todo es malo porque al parecer el amor ya no vale nada, las personas ya no valen nada entonces las relaciones, al menos como tú las ves, pasan a ser solo una competencia de quién da menos porque dar más es una vergüenza! ¡No es así?
—No es... —intentó intervenir, pero los gritos de su hermano se hicieron paso primero:
—¡Sí es así para ti! ¡Tú eres de las que si no te responden un mensaje, no vuelves jamás a escribir uno porque sería demasiado "tóxico" insistir y demostrar que ese alguien te importa! ¡Consideras que debes recibir exactamente lo que das sin tener en cuenta que hay días y situaciones en las que no puedes dar el cincuenta por ciento completo! ¡Y no es así! ¡Es más tóxico esperar más de lo que una persona puede dar solo porque la norma así lo dice! —Román bajó un poco su voz porque todo su cuerpo ya estaba temblando de alteración y no le gustaba la sensación. Dejó de gritar pero la determinación y acidez de sus palabras no disminuyó—. Ser tóxico es exigirle a alguien que sea quien no es para complacerte, para quedar bien. No, Amy, yo no soy así. Yo sé lo que Sam puede darme porque nunca me ha mentido al ofrecerme algo mayor, yo sé exactamente lo que me puede brindar y me quedo porque la quiero, porque ella me dijo "camina a mi velocidad o no camines conmigo" y yo decidí caminar con ella. Te respeto el que pienses que doy demasiado, que doy más de lo que recibo porque puede ser cierto, pero no te permito que cuestiones mi forma de actuar. Tú no conoces los problemas de Samantha, tú no sabes los pasos que ya hemos dado, pasos que para ti son diminutos porque nunca tuviste problemas al darlos con alguien pero que para ella son brincos hasta la luna. Si el destino dispone que de acá a un año Sam y yo estemos separados, no podré hacer nada pero mientras de mí dependa, no la dejaré y seguiré dando un noventa y nueve por ciento en nosotros y que ella dé solo el uno si es preciso. Lucho por ella porque siento que es una persona por la que vale la pena el esfuerzo, es todo.
Amy no cambiaba su perspectiva pero no quería discutir con su hermano así que no replicó más, el Román alterado no le gustaba y le dolía verlo así. El timbre del reloj de cocina sonó, anunciando que el pollo en el horno estaba listo y eso, además, dio por zanjado el tema.
Amy no volvió a preguntar nunca por Sam.
° ° ° ° ° ° °
Ambrosio y Lilith tenían la curiosidad al tope en sus cuerpos. Jacobo les había pedido a los dos que se reunieran con él para darles una información importante y aunque no dijo sobre qué, los maestros asumieron sin errar que se trataba del movimiento en oposición. Quizás Jacobo había descubierto nuevos movimientos truculentos por cuenta de Marissa o escuchaba rumores sobre algo que la exiliada hacía a sus espaldas. Sea lo que fuere, debía ser importante si Jacobo los quería a los dos juntos.
—Acá nos tienes —presionó Ambrosio—. ¿Qué es eso tan importante de lo que quieres hablar?
—Maestros, tengo una duda que puede ser insignificante pero que no me sale de la cabeza desde el día en que me contaron toda la historia.
—Somos todo oídos —mencionó Lilith con dulzura.
—Me hablaron de Aaron —comenzó— y de que desapareció. ¿No han intentado buscarlo recientemente?
—En aquel entonces lo intentamos —replicó Ambrosio, diciendo lo mismo que Lilith la última vez—. Pero lo dimos por perdido luego de un tiempo.
—Y si él llegase a aparecer pronto, ¿lo seguirían tomando como líder?
—Claro que sí —dijo Lilith al instante—. Aaron es el corazón de nuestro movimiento. No sabemos si vive o no, pero siempre será nuestro primer motivo para avanzar.
—¿Por qué la duda, Jacobo? —inquirió Ambrosio.
—Bueno, solo ustedes lo recuerdan, maestro. Si llegase a aparecer, ¿cómo harían que los cupidos de mi edad que no saben quién es, le rindan respeto? ¿no crearía eso un conflicto al momento de actuar?
—Estamos trabajando en herramientas que les devuelvan los recuerdos a nuestros cupidos —respondió de nuevo Lilith, al parecer ávida de resolver cada duda del cupido—. Los recuerdos no se pueden borrar, Jacobo, solo se pueden esconder y buscamos la forma de destaparlos para todos.
Cuando Ambrosio respondió, sonó mucho más a la defensiva que su compañera:
—¿Nos trajiste para hablar de suposiciones, Jacobo? Aaron es un hipotético en nuestro plan, no podemos contar con él ni siquiera para un escenario imaginario, ¿para qué tantas preguntas al respecto?
—No pretendía ofenderlo, maestro.
Ambrosio respiró hondo una vez, con ese gesto fastidiado de luchar para mantener la paciencia.
—No me ofendes, Jacobo, es solo que creí que nos llamabas para algo más importante. Comprendo que tengas dudas, miles de ellas, pero te basta con alguno de los dos para resolverlas, no nos necesitas juntos para eso.
—Ambrosio tiene razón —secundó Lilith, con un tono mucho más comprensivo y cariñoso—. Te resolveré cada pregunta, Jacobo, así creas que es absurda o insignificante, pero lo que tu maestro y yo te podemos decir es más o menos lo mismo.
—Lo siento —susurró Jacobo—. Y lo sé, no se preocupen, que no vine por eso. De hecho se me acaban de ocurrir esas preguntas, es todo. Gracias por responderlas, maestra.
—¿Y entonces con qué motivo nos llamaste? —inquirió Ambrosio con el matiz paternal en su voz.
Jacobo se sintió entonces incómodo de ser el centro de atención de los dos maestros pero no había manera de salir ahora de eso. Había ido allí con un propósito, uno, que dadas las circunstancias, solo él podía llevar a cabo. Esperaba que su maestro y Lilith no se molestaran con él.
El cupido sacó de su mochila el anillo evanescente y el frasquito pequeño de Leis. Puso el anillo en el suelo como ya había hecho en otras ocasiones y luego vertió el líquido sobre él. Los maestros sabían la utilidad de esos elementos y por un segundo se pusieron en alerta suponiendo por lógica que el ser que aparecería ante ellos sería Marissa y que Jacobo ilusamente estaba buscando su redención.
Sin embargo se quedaron de piedra cuando quien se materializó frente a sus ojos fue el mismísimo Aaron Holly.
Jacobo desde su posición detalló las expresiones de los maestros que estaban muy ocupados mirando a Aaron como para sentir incomodidad por su observación. A Lilith se le aguaron los ojos y se quedó helada, con una estupefacción feliz de quien encuentra a un ser querido luego de una larga incertidumbre por su paradero. Ambrosio por su lado, se mantuvo serio, demasiado para opinión de Jacobo, no mostró signo alguno de emoción, buena ni mala.
—Aaron... —exhaló Lilith, aún pasmada. Se acercó sigilosamente como si temiera que dar un paso rápido lo desvaneciera frente a sus ojos. Alargó la mano en automático, quizás para asegurarse de que fuera real, pero Aaron se adelantó y tomó esa mano con la suya. El sentirlo sólido le dio a Lilith el impulso de abrazarlo—. ¡Aaron! ¿Dónde has estado? Sí eres tú...
—Querida Lilith —susurró Aaron—. Te he echado mucho de menos.
Cuando se soltaron, Aaron giró hacia Ambrosio que, sin darse cuenta de que Jacobo lo miraba, fingió una sonrisa igual de alegre a la de Lilith al tiempo que le daba un abrazo también. Luego Aaron miró a Jacobo, quien de repente se sintió fuera de lugar ahí.
—Muchas gracias, Jacobo. ¿Te importaría por favor darnos un rato a solas a los tres?
Jacobo salió de su momentáneo estupor y negó con la cabeza, evitando mirar a sus maestros por si acaso estaban enojados con él. Agachó el mentón y salió, quedándose cerca porque debía esperar y llevar Aaron a la tierra de nuevo.
Esperó por más de una hora, pudo ser el doble o el triple, no sabría decirlo porque en Skydalle al mediodía el tiempo parecía ser más lento. Jacobo miraba el cielo siempre de un tono pastel, miraba los cupidos de todas las edades caminando por el parte del centro de Corazonia, pensaba en ellos como marionetas de los Altos Mandos y no le gustaba la sensación de impotencia. Le daban ganas de pararse a mitad de la plaza a gritar injusticias, a contarles a todos sobre Aaron, a hacer que se pusieran de acuerdo con él, pero sabía que eso era tonto siquiera pensarlo; solo lo tomarían por demente.
Suspiró, sorpresivamente disfrutando de ese rato a solas en el parque. Le hubiera gustado tener a Melody con él pero aún sin ella esos minutos de pensamientos propios alejado de la tierra le sirvieron para llevar un poco de calma cuando fuera necesario regresar. Estar solo le daba otra perspectiva, una más optimista en la que se juraba que todo iba a salir bien y que Sam sería feliz una vez él se fuera... eran escenarios idílicos pero que sin decirlos en voz alta podían ser reales en su cabeza.
Cuando Ambrosio se asomó a la ventana del despacho y Jacobo lo miró, él le hizo una seña de que volviera para meter a Aaron en el anillo nuevamente e irse. Jacobo realizó el procedimiento como si lo hiciera cada día de su vida, sin titubeos ni inseguridades. Una vez Aaron se desvaneció, Jacobo miró a los maestros, casi apenado.
—Lamento si les oculté por un tiempo sobre Aaron.
Lilith le sonrió, todavía con el gesto de satisfacción tatuado en el rostro.
—¿Hace cuánto sabes de él? —preguntó Ambrosio con calma.
—Hace unos cuatro o cinco días, maestro. Estaba con Marissa en Tormenta Fría.
Ambos pulieron un gesto austero.
—Sí, él nos resumió un poco la historia —dijo Lilith, dejando claro que no quería escuchar nuevamente de Marissa por ahora—. Bueno, gracias por traerlo, Jacobo. Esto cambia muchas cosas pero para bien. Supongo que ya sabes los planes.
—Sí, maestra.
—Lo que haga falta ya lo coordinarás con Aaron en tierra. —Sonaba tan contenta que hizo sonreír a Jacobo, le agradaba su buen carácter. Lilith se acercó para darle un cálido abrazo y le susurró—: Confiamos en ti, Jacobo, lo que sea que Aaron te pida o que vayan a hacer juntos, te apoyamos. No lo cuestiones, él sabe lo que hace siempre.
De nuevo Jacobo tuvo la impresión de que Aaron inspiraba una lealtad casi obsesiva en los cupidos. La forma de Lilith de mencionarlo era como quien adora a un Dios todopoderoso y más aún, la manera en que el corazón de Jacobo le creía y la secundaba, era casi mágico. No era nada malo, por supuesto, solo era algo curioso que Jacobo no había visto ni sentido antes, pero que le servía para confirmarse la unión del grupo opositor al que ahora pertenecía.
Jacobo se despidió de sus maestros y bajó pronto a la tierra; en la habitación de Sam, de momento vacía porque ella estaba estudiando, Jacobo liberó a Aaron de nuevo.
—Imagino que todo salió bien, maestro —tanteó Jacobo, sonriente.
La mueca inmediata de Aaron no indicaba que eso fuera cierto y de a poco, Jacobo se preocupó de que otro problema se sumara a su situación. Pero si Lilith estaba tan contenta.
—Marissa me dijo que estás usando con tu humana métodos que ella no había visto antes, ¿me puedes explicar de qué va? —preguntó a cambio de responder, luego, con una sonrisa más cálida, añadió—: No cuestiono las herramientas que Robbie crea en el almacén pero tengo curiosidad.
Fue muy extraña la pregunta aparentemente al azar, pero Jacobo no dudó de responderle con sinceridad:
—Me meto a su mente, maestro. Hurgo en sus recuerdos para traerle unos específicos al presente, creemos que así ella tendrá una catarsis que la llevará a buscar ayuda profesional antes de que sea tarde... —De repente Jacobo recordó que Aaron no era Marissa y que no estaba al día de toda la situación con Sam—. Emmm... es algo complejo, maestro, pero Sam tiene problemas con su mente y unos traumas sin resolver. Con esto quiero buscarle solución, es todo.
Aaron asintió, pensativo y a Jacobo le dio la impresión de que había algo que no le decía.
—¿Y cómo supiste que ese método estaba en el almacén?
—No lo saqué del almacén, maestro, me lo dio Ambrosio.
Los párpados de Aaron se cerraron por dos segundos con aprehensión, su boca se torció un par de milímetros como si esa respuesta fuera la esperada pero no la deseada.
—¿Y él te dijo cómo ha resultado ese método en otros cupidos?
—Pues... no... ni siquiera se lo he preguntado. Aunque él está muy pendiente de los resultados, maestro, me pregunta con frecuencia qué pasa cuando estoy en la mente de Sam y los detalles de todo. ¿Estoy en problemas por eso?
—Jacobo, te voy a decir algo difícil de digerir —advirtió. Jacobo de inmediato empezó a temblar con la anticipación de una mala noticia y asintió—. No había prestado atención a lo que Marissa me dijo de tus acciones con tu humana porque sé que hay miles de ayudas nuevas en el almacén desde que yo no estoy allí. Por otro lado, yo conozco a Ambrosio desde hace muchísimos años y siempre ha sido un leal amigo, y si algo sé, es que él jamás prueba nuevas sustancias que no estén en el almacén; creo sin miedo de equivocarme que eso que usas no ha pasado por las manos de Robbie o de sus inventores, de hecho creo que eres el experimento para probarlo. .
Jacobo estaba confundido pues no lograba entender el punto de todo eso.
—¿Eso... es malo?
Aaron suspiró antes de contestar.
—Yo tengo una capacidad o un sentido extra, Jacobo, algo que me permite sentir lo que hay en el corazón de los cupidos. Es difícil de explicar pero yo sé si las intenciones de un cupido son buenas o malas, es eso lo que me ha llevado a Marissa y ahora a ti, que son cupidos con corazones enormes llenos de bondad. —Aaron se acercó un poco a Jacobo, como si hablándole más de cerca pudiera hacer que sus palabras tuvieran menos peso—. Y el corazón del Ambrosio que yo recuerdo, no es el mismo del Ambrosio al que me llevaste hoy.
Jacobo palideció.
—¿Eso qué significa, maestro?
—Hay oscuridad en su corazón ahora. Nunca puedo saber qué piensan los cupidos pero sé que algo raro hay en él, algo malo. Estuve pensando mientras lo tuve a mi lado en qué podía ser esa maldad y recordé las palabras de Marissa sobre un nuevo y extraño método. Esperaba que me dijeras que lo habías conseguido en el almacén pero ahora que me confirmas que vino directamente de Ambrosio, estoy uniendo puntos y la respuesta no es positiva.
A Jacobo le faltaba el aire mientras intentaba sin éxito usar la lógica de Aaron para concluir algo que de seguro no le agradaría. Ambrosio era como su padre, su maestro, su mentor, el ser en quien pondría su vida de ser preciso y ahora un líder mucho mayor a quien le daba lealtad total le decía que había algo malo en él. Era irreal, era atemorizante. Se tragó la mayoría de su valentía para poder preguntar:
—¿Y cuál es la respuesta, maestro?
Aaron lo miró directamente a los ojos, seguro y determinado.
—No debes confiar en Ambrosio porque quizás lo que te dio para usar en tu humana sea algo que él pondrá en nuestra contra.
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Chan chan chaaaaaaan :v
Espero que estos dos capítulos juntitos hayan recompensado mi demora, espero no tardar tanto para el próximo <3
¿Qué les ha parecido esté capítulo?
Si estuvieran en la posición de Amy, siendo hermana de una persona que se entrega de esa manera y en esas circunstancias, ¿pensarían igual que ella? Sean imparciales :3
Nos leemos, amores <3
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