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47. ➳ Los riesgos de la revolución ♡

"Las revoluciones ya no pueden ser llevadas a cabo por minorías. Por enérgica e inteligente que una minoría pueda ser, no basta en los tiempos modernos para hacer una revolución. Se necesita también la cooperación de una mayoría, y de una mayoría extensa".
-Jean Jaurés

***

Hacía mucho tiempo que el corazón de Sandro no latía tan desenfrenadamente como en los últimos días. Una mezcla de amor, esperanza que creía perdida e impaciencia. Anhelaba la libertad como nunca antes pero a la vez apreciaba cada minuto que pasaba recluido porque cada segundo quemado era uno menos para volver a ver a Marissa.

Dentro de los muros altos de Relámpago las voces corrían, la emoción se multiplicaba y las energías de todos se recargaban. Pronto saldrían. Aún no sabían cómo pero ya había llegado la información del exterior: el levantamiento sería pronto y su amada estaría en primera fila buscándolo, tal como había prometido.

Las horas de ocio de Sandro empezaron a ser productivas al usarlas para recordar a Marissa, para asegurarse de que al verla la vería igual de hermosa que el día en que los separaron y para jurarse que sin importar lo que pasara con el mundo ajeno a ellos, esta vez nada ni nadie los alejaría de nuevo.

En la litera de arriba, su compañero de celda aclaró la garganta, fue un sonido tan tenue que de no haber estado en el profundo silencio de ese pabellón y a solo un metro de él, no lo habría escuchado. Su cuerpo no se movió un centímetro, pero su atención se fijó en el espacio sobre él.

—Aaron está en Tierra —le informó.

—¿Aaron? ¿Aaron Holly? —se extrañó, elevando su tono dos décimas.

—Lo sé, nos tomó a todos por sorpresa. Al parecer tu Marissa tiene buenos contactos.

El corazón se le aceleró a Sandro ante su mención.

No había un alma en Relámpago que no supiera de su lastimero romance con el amor de su existencia, saber la historia y recordar —como la gran mayoría lo hacía— la escena desgarradora de su separación era un incentivo para respetar a Sandro por todo el sacrificio que hizo en pro del cambio, pues se rumoreaba que Benjamín le había ofrecido indulgencia si delataba el paradero de los maestros faltantes por capturar, cosa que no hizo, poniendo su lealtad por delante de su beneficio.

—Con razón nadie supo de Aaron luego del trágico día.

—Exacto. Estaba con Marissa en Tormenta Fría. Se dice que ahora que escapó a Tierra empezará a mover a las masas. En cualquier momento saldremos, Sandro.

—Estaremos listos.

Hubo un corto silencio en que solo se logró percibir un suspiro de Sandro. Su compañero, a un metro sobre su cabeza, era además un buen amigo pues la celda la compartían desde siempre, por lo que no tuvo reparo en preguntar:

—¿Te emociona verla?

Su gran sonrisa habría respondido por él si se estuvieran viendo a la cara.

—Emoción es poco.

—Nosotros la admiramos, Sandro —admitió, solemne—. Vimos su dolor en el trágico día y ahora nos llega la voz de que está fuerte, empoderada y lista para sacarte de acá. No la dejes ir nunca.

—He esperado cuatro años para verla, cuando la tenga en mis brazos ni muerto la soltaré.

 ♡ ♡ ♡

Esta vez cuando Bruce se ofreció amablemente a acompañar y asesorar a Jacobo a través del almacén, el cupido no tuvo miedo; sabía a lo que iba. Aaron le había dicho que lo más probable fuera que alguien de allí quisiera hablar con él y aunque no le había querido contar quién, confiaba plenamente en que nada malo le pasaría.

Irónicamente, su instinto lo obligaba a creerle a Aaron, a darle una confianza mucho mayor a la que incluso llegaría a sentir por su maestro mismo, a ser capaz de dar todo por él. Luego de conocerlo comprendió por qué unos años atrás todos los líderes y aliados confiaban tan ciegamente en su visión y lo tenían en un altar tan prestigioso pese a no saber de su paradero durante todo ese tiempo.

Jacobo se preguntó qué diría Lilith si supiera que Aaron lo había contactado a él antes que a ellos.

Bruce lo siguió por un corto pasillo en el que Jacobo compró lector mental, mas antes de entrar a otro pasillo, Jacobo lo enfrentó con calma.

—Oye, sé que alguien quiere verme. Ahorrémonos lo de fingir que me acompañas por tres pasillos más, no quiero tardar tanto acá.

Si a Bruce lo tomó desprevenido el encaramiento del cupido, no lo demostró, se limitó a encogerse de hombros y sin mediar palabra, encaminó en otra dirección; Jacobo asumió que esperaba que lo siguiera y eso hizo.

Caminaron por largos y curvos pasillos, Jacobo reflexionó por un instante que por fuera el edificio no se veía tan amplio, pero no le dio importancia. Bruce se detuvo frente a la última puerta, tocó y al concedérsele la entrada, anunció en voz baja al ser que allí estaba que Jacobo ya había llegado.

—Entra —le pidió Bruce antes de retirarse de allí con urgencia.

—Gracias. —Jacobo cruzó el umbral y por instinto cerró la puerta—. Buenas noches, soy Jacobo White.

La silla tras el escritorio se volteó revelando a un cupido —o maestro— mayor, puede que más que Ambrosio, de pelo cano, largo, atado en una coleta alta y barba corta. Su gesto era una mezcla de inocencia y maldad, algo que junto se acercaba más a la locura. Cuando habló, sin embargo, solo hubo afabilidad, nada que indicara que había malas intenciones.

—¡Jacobo! —El viejo se levantó de la silla y unió sus palmas en un único aplauso, luego rodeó el escritorio para darle a Jacobo un fraternal abrazo—. Esperaba tanto conocerte, he oído mucho de ti.

—Lamento que no puedo decir lo mismo.

—Ay, ¿dónde están mis modales? —Se auto reprendió. Se alejó un par de pasos y le extendió una huesuda y arrugada mano a Jacobo—. Mucho gusto, muchacho, mi nombre es Robbie Anker.

El reconocimiento brilló en los ojos marrones del cupido.

—¡El maestro de Marissa!

—¡Bueno! Debo admitir que me alegra que dijeras eso y no "El loco Robbie". Eso dice mucho de ti, porque imagino que me has conocido por otras voces como ambos.

Jacobo se relajó para mirar a Robbie, se le esfumó la espina de desconfianza de unos minutos atrás y deseó con fuerza que Marissa estuviera con él porque sabía que deseaba mucho verlo.

La noche anterior luego de que Aaron conciliara entre Marissa y él una "charla de sinceridad", como él la llamó, se contaron las versiones de la historia y de la actualidad con tanta franqueza como encontraron en sus corazones, y si algo Marissa había dejado claro era la incertidumbre de dónde estaría su maestro, el que tanto hizo por ella y por Aaron antes de desaparecer del radar.

Ahora comprendía por qué Aaron no le había dicho con quién se vería.

—Marissa nunca lo retrató como un loco.

—Pero a que tu maestro sí —aventuró con burla. Jacobo se encogió de hombros, contagiado de su extraño buen humor—. Lo sabía, no me molesta. —Robbie entrelazó sus dos manos y miró de pies a cabeza a Jacobo, fue algo incómodo porque pareció un examen visual para cerciorarse de que sí era el Jacobo correcto—. Me alegra que finalmente estés acá. Dime... —Sus palabras salían a borbotones, como si la emoción se las estancara un poco tras los labios—, dime... dime cómo está.

—¿Cómo está qué...?

—Marissa. Mi Marissa. Dime cómo está.

—Oh, pues, bien, supongo.

—Esa no es manera de dar razón de alguien —reprendió—. "Bien" o "mal" no dice nada de nadie. Dime si está igual de bonita, si está igual de curiosa, de inteligente, de vivaz. Eso me interesa.

Jacobo titubeó unos segundos, temiendo responder de forma incorrecta.

—No la conocí antes, maestro, pero hoy es bonita, amable, muy lista. Me ha ayudado desde que la encontré en Tormenta Fría, sigue amando a su humano, sigue enamorada y esperando verse con Sandro. No sé qué tanto haya cambiado, pero está... bien de todas las maneras que puedo ver, exceptuando lo obvio. Lamento no saber qué palabra usar a cambio de "bien".

—"Auténtica" es la palabra. Todo eso que dices describe a la Marissa que yo crié, y si no ha perdido su personalidad y encanto, es sinónimo de lo que tú llamas estar "bien". Mantener el carácter es lo que revela la estabilidad de un ser.

—Entonces sí. Está auténtica aún.

Robbie entrelazó sus manos de nuevo, desbordando emoción.

—Muero por verla. Debes traerla a la próxima que vengas. Es más, ten... —Robbie rodeó de nuevo el escritorio y de un cajoncito sacó dos frascos y un anillo, objetos ya conocidos por Jacobo—. Son gratis. Son para que la traigas a mí. La he echado de menos por muchos años.

—Cuatro años —matizó Jacobo, con un tono que insinuaba que no le parecía mucho tiempo.

—Cuatro años. Divide eso en doce meses cada uno, en cuatro semanas y media cada mes, siete días cada semana, veinticuatro horas cada día, sesenta minutos cada hora y otros sesenta segundos cada minuto. Divide cuatro años en todo el tiempo que en realidad comprende y te harás a una idea de cuánto la he extrañado.

Jacobo le sonrió y comprendió de repente por qué llamaban loco a Robbie. Cada ademán de su cuerpo, sílaba expresada, cada mirada fugaz y perdida hacían pensar en la palabra locura. Puede que su cerebro estuviera muy cuerdo pero lo ocultaba en su cuerpo actuando desequilibrado.

—Ella lo ha extrañado también —confesó—. Ayer me contó muchas cosas, entre ellas, que desea saber de usted. Le recrimina un poco el desaparecerse de la nada.

—¡Ay, mi niña! —Robbie se balanceó una vez antes de sentarse de sopetón en su silla—. Dile... no, lo le digas nada, solo tráela. Quiero que sea sorpresa. No le digas que viene a verme.

—Maestro, si no le molesta la pregunta, ¿por qué estuvo oculto de Marissa?

Robbie se enserió y Jacobo notó que con la misma efusividad que mostraba alegría, denotaba su tristeza o incomodidad.

—Una de las lecciones más grandes que he recibido de la vida es que todos estamos dispuestos a sacrificar lo que sea cuando amamos de verdad a alguien. Si no estás dispuesto a sufrir por alguien, no lo amas lo suficiente. Yo amo a Marissa con todo lo que mi viejo corazón pueda albergar y alejarme de ella ha sido un gran sacrificio pero que fue por su bien. Mantener comunicación con ella no era positivo para ninguno de los dos. El no saber mi paradero, aparte de protegerla, le daba a ella un motivo más para guardar rencor por Benjamín porque sabe que por él me fui, y el rencor se traduce a fuerza. Y esa es otra lección, muchacho: el rencor mueve más la esperanza que el amor mismo.

—¿Ha estado en este edificio todo este tiempo? —Jacobo abrió mucho sus ojos.

—Los mismos cuatro años —confirmó—. Veo que te sorprende. ¿Notas cómo cambia la perspectiva de acuerdo a las razones? Cuatro años no te pareció mucho tiempo para extrañarla, pero sí una eternidad para estar escondido. ¿Y sabes por qué? Porque el amor me impulsa el que la extrañe, pero el rencor me impulsa a estar oculto y ahí pruebas una vez más que el rencor es más poderoso que el amor. Impacta más, mueve más.

La enrevesada lógica con la que Robbie hablaba era a la vez que una genialidad, algo espeluznante, su carácter parecía irreal pero sus palabras tan sabias como la naturaleza misma.

—Maestro, Aaron me dijo que debía venir. ¿Le enviará algún mensaje o...?

—Oh, sí, pero no uno, muchos. Tú, querido Jacobo, eres como la piedra angular de todo esto.

—¿Qué? Pero si apenas me he enterado de todo hace unas semanas.

Una sonrisa lobuna se instaló en los labios de Robbie y adoptó un gesto que distaba de la locura.

—¿Y? Piénsalo, eres el centro de todo. Cada una de las ramas de este movimiento llega a ti. Todo se empezó a mover el día en que Aaron te eligió y bajaste con Marissa porque fuiste el combustible que echó a andar este motor que se ha construido por tanto tiempo. Llegaste de último, sí, pero porque eras lo que faltaba, la piedra angular.

Jacobo reculó, algo perplejo, con la desagradable sensación de que durante todo ese tiempo y a través de todos los seres con quienes había congeniado, Robbie era el único que al parecer le hablaba muy directamente, sin intención de dejarle secretos en la sombra.

Ya había pasado por su cabeza que él fuera alguien importante en todo pero su mente lo obligaba a no elevarse mucho en importancia, le gustaba verse más como un peón que por casualidad de su misión había caído en ese tablero retorcido de secretos y mentiras.

Y en definitiva, la sola idea de ser tan esencial en la revolución, no le gustaba.

—No, maestro... —titubeó—. Yo... yo solo estoy en esto por casualidad y yo solo quiero ayudar a mi humana... no soy tan importante como para...

—Hay seres que nacen con sus destinos marcados —lo interrumpió— y el tuyo es hacer un cambio.

—No, maestro, yo no he hecho gran cosa y...

—Pero lo harás. Los cupidos activos en tierra, los líderes Ambrosio y Lilith, los líderes menores, Marissa, Aaron, yo mismo, este almacén y cada ser que desee derrocar a Benjamín se juntarán gracias a ti.

—Le digo que yo no...

—Claro que sí.

—¡No me interrumpa! —explotó Jacobo y de inmediato agachó la mirada, arrepentido—. Perdón, perdón, no quería gritarlo.

—Está bien, te sorprendería la cantidad de cupidos que me encuentran exasperante por mi disposición a interrumpir. —Robbie sonrió.

—¿Por qué estoy acá hoy? —insistió.

—¿Sabes por qué el pago en el almacén se hace con flechas?

Jacobo se estaba hartando de que todo lo que le preguntaban últimamente empezaran con "¿sabías que...?"; era como si todos quisieran puntualizar que en realidad él no sabía nada.

—No.

—¿De qué están hechas las flechas?

—¿Magia?

—Sí... algo de eso mezclado con amor. ¿Sabes qué sucede si juntamos demasiadas en un solo sitio?

—De haberme preguntado unos meses atrás, diría que nada, son solo flechas.

—¿Y ahora?

—Ahora no tengo idea, pero imagino que no es algo bueno.

—El amor en exceso enferma, se vuelve obsesión y finalmente es dañino a niveles extraordinarios. Digamos que con las flechas la relación es más o menos la misma. Juntarlas, fundir su poder y encapsularlas convierten una herramienta para el amor en un arma de odio.

—No comprendo.

—Nuestro mundo ha sido tan idílico que jamás hemos recurrido a nada que se relacione con la maldad, como las armas, los ejércitos o el odio comunal.

Jacobo unía hilos lentamente en su cabeza intentando darles lógica.

—¿Han... han creado armas... armas como las humanas?

—Puede decirse que sí. La guardia de los Altos Mandos nunca ha necesitado más que miedo para hacerse con el poder sobre los demás, pero para su infortunio, nuestro miedo se ha convertido en ira y la ira en poder. No volverán a pasarnos por encima porque esta vez es su turno de temer.

Jacobo se estremeció.

—No planean solo cerrar las puertas y ya, ¿verdad?

—Puede decirse que eso depende de como se den las cosas. Claro, lo ideal es cerrar las puertas, exigir un cambio juntos, que Benjamín entre en razón, que dialoguemos como seres pensantes y que todo se solucione en un par de días.

—Pero esto no es ideal.

—No, no lo es. Habrá lucha y eso es algo que sabemos todos o al menos, es de suponer. La ventaja la tenemos nosotros esta vez al ser portadores de armas más eficientes que la manipulación.

—¿Qué hacen exactamente esas "armas"?

Una mirada incómoda afloró en Robbie.

—No son muy diferentes de las armas humanas.

—Matan —dedujo Jacobo.

Robbie se encogió de hombros.

—Esperamos que no sea una necesidad muy grande el usarlas.

—Pero están dispuestos a usarlas sin reparos.

—Jacobo, no ha existido una revolución ni en nuestro mundo ni en ningún otro, que no se lleve víctimas. Marissa, Sandro y Aaron fueron víctimas de la última, y sí, en esta habrá otras.

—Ninguno de ellos murió —objetó Jacobo, algo asqueado por la magnitud de lo que escuchaban.

—¿Seguro? ¿dirías que alguno de ellos tres, o de las docenas de encerrados han vivido todo este tiempo? Hay muchas formas de morir y en el momento en que nos quitan la libertad, parte importante de nosotros se va.

—No mezcle una metáfora de la vida con la literalidad de quitarle la vida a alguien.

—Por las buenas no se han hecho cambios en la historia. Es un mal necesario.

—¿Pensará lo mismo si es usted una víctima y no un victimario?

—Sí —aseguró de inmediato—. Estar en esto no incluye la certeza de que triunfaremos, muchacho, solo sabemos que lucharemos y que hay un precio que esperamos no pagar pero que si la suerte nos brilla en la cabeza y una bala llega allí, deberemos hacerlo.

—¿Y si es Marissa? ¿y si es Sandro? ¿y si soy yo?

A Jacobo se le ahogó la voz y pensó que si desde el día uno Marissa le hubiera al menos insinuado que ayudarla traería consigo semejantes consecuencias, no hubiera movido un dedo por nadie.

—Jacobo, nadie más que el tiempo nos puede decir qué pasará.

—No me endulce la verdad, maestro. Todos los demás me han mentido, me han hecho creer que esto es una lucha de algodón de azúcar cuando evidentemente nos restregamos contra cuchillas. Solo dígame la verdad sin ponerla bonita.

Robbie lo miró a los ojos. En todo el rato Jacobo no se había sentado en la silla disponible frente al escritorio, al contrario, parecía que la evitaba y que cada vez daba más pasos hacia la puerta, esperando un detonante que le dijera que era momento de salir corriendo.

—De acuerdo. Esto será una guerra y la posibilidad de que haya víctimas injustas es grande. Puede ser Marissa, puede ser Sandro, puede ser Lilith, tú o yo. ¿Nos dolerá? Sí. ¿Nos echaremos para atrás por miedo de sufrir pérdidas? No. —Jacobo exhaló con fuerza, reacio a creerlo pero sabiendo que era totalmente cierto—. Y una última cuestión: ¿estás obligado enteramente a estar con nosotros? La respuesta es no. No me retracto de nada de lo que te he dicho sobre tu importancia en todo esto, sin embargo, siendo literales, en el momento en que los bandos se unan y la lucha dé inicio tu trabajo está considerado hecho. Has unido la tripulación pero no debes quedarte en el barco que puede que se hunda. ¿Tienes eso claro?

Jacobo no respondió. Sus ojos estaban sobre los de Robbie pero su mente estaba muy, muy lejos, en un mundo imaginario donde las peores posibilidades eran las únicas disponibles. Temió. Temió tanto que quiso desaparecer.

Cuando finalmente salió de su estupor, una gota salada bajó de su párpado. Sacudió el rostro y pareció volver a la realidad.

—¿Qué mensaje le tiene a Aaron, maestro?

Robbie esta vez no contestó pronto, vio en Jacobo una mirada tan confusa que sintió la necesidad de explicarle más, de consolar, de darle ánimos, pero también sabía distinguir un gesto que busca cobijo de uno que quiere estar solo. Y Jacobo no quería escuchar más. El maestro suspiró, sintiéndose mal por cupido que en ese momento vio como un niño asustado, igual a su propia Marissa años atrás luego de equivocarse.

—Dile que con él en tierra, no tenemos más excusa para frenar el movimiento. Que tenemos fecha para dar el paso, que solo necesitamos su visto bueno.

—¿Ya tienen fecha? —preguntó, confuso—. ¿Tan pronto?

—Hemos esperado años, no es pronto.

—¿Y... y cuándo es la fecha?

—Treinta de mayo.

—¿Qué? Eso es... —Jacobo hizo cuentas mentales— es en... ¡menos de un mes!

Robbie no se inmutó por el grito de Jacobo.

—Así es. Ya está todo listo.

Jacobo puso a Samantha en su mente. Tres semanas y media, en tres semanas no iba a conseguir lo que necesitaba... pero, ¿y si debía hacerlo? Menos de un mes... Robbie había dicho que su presencia no era obligatoria pero su corazón le decía lo contrario, sin embargo, ese mismo corazón estaba altamente ocupado por Sam. ¿Debía escoger a su humana o al resto de Skydalle? La cabeza le dio vueltas, un mareo se apoderó de él y una sensación de claustrofobia extrema lo embargó.

—Debo irme —soltó con voz entrecortada—. Treinta de mayo,todos listos, armas poderosas, mensajes para Aaron, lo tengo.

—Jacobo, ¿estás bien?

El cupido ya tenía la mano sobre la perilla de la puerta.

—Me dijo que "bien" no servía para describir a nadie. Me dijo que "auténtico" servía.

—Correcto. ¿Mantienes tu carácter? ¿Sigues auténtico?

Jacobo bajó el tono y su voz salió lúgubre, ronca, sin girarse a mirar a Robbie.

—No desde que bajé a la tierra y conocí a Samantha. Desde ese día nada ha estado... auténtico —escupió la última palabra y salió dando un portazo.

♡ ♡ ♡

¡Hola, amores! 

Lamento mucho la ausencia tan larga, pero espero que estos dos capítulos  hayan recompensado eso. ♥

Mil gracias por su paciencia y apoyo, significa mucho ♥

¿Qué les ha parecido este capítulo? 

Nos leemos pronto ♥

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