42. ➳ Engaños y jugadas ♡
"El pasado está escrito en la memoria y el futuro está presente en el deseo".
Carlos Fuentes
***
Marissa había visto todo lo que podía amar, irse de un segundo a otro. En la plaza de Skydalle tuvo que mirar con impotencia cómo los guardias tomaban a Sandro luego de su despliegue de acusaciones y se lo llevaban a la espera de un juicio que, con toda probabilidad, lo alejaría de ella.
Todo pasó en tan poco tiempo que le costó asimilar en ese corto lapso que a gran escala, todo había sido culpa suya; su mente corrió a kilómetros por segundos, la sangre le hervía en una mezcla de arrepentimiento, vergüenza y rabia. Como último recurso le quedaba pedir compasión a Benjamín, el líder que tanto le prometió a cambio de información.
Cuando el último toque de la mano de su amado se rompió porque debían encerrarlo, ella salió corriendo hacia el edificio Coralúz para buscar a Benjamín. No tardó en dar con él; estaba en la oficina que debía ser de Aaron, sentado en el gran sillón, ostentando de su victoria y de su aparente nuevo poder.
Si había algo que Marissa no olvidaría jamás en su existencia era su mirada cuando la recibió, una mirada llena de burla, de condescendencia, unos ojos depredadores que sabían que habían ganado contra el más débil y Marissa era consciente de que en ese momento la más débil era ella; con el dolor en llaga viva y los ojos ardiendo en lágrimas, debía conferir un aspecto lamentable pero no iba a perder la única oportunidad que tenía.
—Felicidades, querida Marissa —le dijo el líder con tono cantarín, meneando sus manos en ademanes alegres pese a que su intención no dejaba de ser irónica y ofensiva—, has sido una pieza clave para que las cosas acabaran en favor del bien.
Marissa tuvo que tragarse de momento toda la rabia que le bullía por dentro; Benjamín le había dicho que la información sobre los líderes era para intentar dialogar y llegar a un acuerdo beneficioso para todos pero ahora cada uno de los que alcanzaron a capturar estaban privados de su libertad, todo era una trampa.
—Usted dijo que quería a los maestros para buscar una solución —gruñó Marissa por lo bajo—, que su intención no era...
—Bueno, se nos ha torcido un poco el plan —interrumpió, sin perder su afabilidad—. No era como esperábamos que esto resultara pero ese cupido ha decidido gritar y hacer todo más complejo. ¿No odias cuando un simple cupido arruina todo?
Benjamín era un ex cupido alto, quizás demasiado, pero era delgado y mayor; sus ojos eran de un gris apagado que parecían examinar todo a su alrededor y buscar siempre el beneficio propio de cada situación, apenas tenía algunos mechones grises de cabello y una piel casi ceniza, pero su cualidad más potente era su voz tan contundente y fuerte que parecía retumbar incluso en espacios abiertos, tenía un eco natural y propio que hacía que sus palabras llegaran a todos sin importar dónde estuviera y más importante aún, combinando su tono y su mirada podía convencer hasta al más duro de los cupidos de cualquier cosa o amenazar infundiendo un miedo profundo.
—¿Y qué sigue ahora? ¿hablará con los maestros? Aaron tenía un buen plan...
—Aaron, para la percepción de todos, abandonó el barco y eso le quita total credibilidad a su plan —cortó de nuevo—. Las cosas en Skydalle están bien como están y no necesitamos a un puñado de rebeldes que creen que las cosas van a mejorar tomando a las malas las decisiones. No necesitamos mejorar nada. —Hizo énfasis en la última palabra—. Las cosas han vuelto a la normalidad antes de que cualquiera siquiera piense en que los rebeldes tienen razón.
—Quizás algunos miembros del concejo estén abiertos a ideas, ahora que soy parte de él, podríamos... —Benjamín soltó una carcajada que dejó a Marissa callada, roja de rabia y con su odio en incremento. Lo fulminó con la mirada hasta que él, con tono divertido, respondió:
—No hablarás en serio, Marissa, ¿o sí? No eres parte del concejo.
—Usted me lo prometió a cambio de la información —reclamó.
—Repasemos un poco, ¿te parece? —Benjamín se levantó de su sillón y rodeó el escritorio para sentarse sobre el borde, entrelazó sus manos para luego darle una mirada casi compasiva a Marissa—. Dime si mis ojos se equivocaron, pero eres pareja sentimental del cupido que se levantó entre todos, ¿correcto? —El silencio de Marissa se lo confirmó—. El concejo de Skydalle está compuesto por los más honorables maestros de esta dimensión, todos mayores, respetables y sabios, dime, ¿cómo crees que el concejo quedará ante el pueblo si en sus integrantes hay una jovencita de dieciocho años que es el amor de un líder rebelde?
A Marissa se le aceleró el corazón de la rabia cuando cayó en cuenta de que en ningún momento aquella promesa se iba a cumplir; usar el tema de Sandro solo era una casualidad, todo el tiempo la había engañado... con todo.
—Usted no planeaba cumplirme nada —murmuró entre dientes.
—La verdad no te culpo, Marissa, de que me hayas creído. —A Marissa le molestó el desparpajo con el que aceptaba que solo le había mentido—. Culpo a tu maestro, aunque en realidad es muy divertido. No sé cómo en la cabeza de Robbie puede caber que él o algún aprendiz suyo pueda llegar al poder... —Soltó una risotada cínica—. ¡Bueno! Ya sabes lo que dicen de los locos.
Marissa explotó y acortó los dos pasos en el despacho para luego empujar a Benjamín con toda su fuerza, su intención no era lastimarlo porque sabía que eso era improbable, solo quería sacarse un poco de la rabia que cargaba adentro. Benjamín se tambaleó en su lugar pero apenas y se inmutó, el único cambio estuvo en su mirada que pasó a ser fría y llena de maldad.
—¡Robbie no está loco! ¡Y usted es un desgraciado mal nacido que solo busca beneficio propio!
—Que te quede algo claro, Marissa: en la existencia, si no buscas beneficio propio, serás aplastado por lo que buscan el suyo. Acá está tu ejemplo, tú eres bondad y ¿qué ganaste con eso? Yo actúo para mí y mírame ahora. La bondad no es arma en medio de una guerra.
—¿Guerra?
—En el momento en que un grupo se levanta contra el poder, la guerra empieza. Esta es una pequeña batalla pero la he ganado... —Sus ojos no dejaban de ser duros pero su tono se tornó divertido—. ¡Y gracias a ti! Es increíble cómo un pequeño peón puede voltear el tablero en una jugada. Te lo agradezco, Marissa.
Ese "gracias a ti" le martilleaba en la frente a la cupido, pensó de nuevo en Sandro, en dónde estaría en ese momento y a dónde lo mandarían. Temió tanto por él y por su futuro que no dudó en hacer el intento de mejorar las cosas.
—Ayúdeme con Sandro —soltó. El gesto de burla en Benjamín no se hizo esperar—. Rebájele su pena o que quede igual a la mía... por favor. No lo aleje tanto, él no es el líder de nada, él solo es una ficha más...
—Pero si no tienes ni pizca de vergüenza, ¿eh?
—Me lo debe. —Se atrevió a replicar con dureza, pero en su mente sonó más como el berrinche de una niña ante un padre estricto—. Me engañó, pero de no ser por mí quizás en este momento usted no estaría acá en este despacho.
A Benjamín le divirtió tanto la idea de que Marissa creyera que él le debía algo que ni siquiera se molestó, de hecho se la estaba pasando en grande con su actitud.
—Eres un encanto, Marissa. Te diré qué haremos: como te debo un favor, haré que tu propia pena no sea muy grande. Ser parte de la oposición en este momento te merece reclusión en Relámpago o destitución definitiva sin opción a ejercer jamás en absolutamente nada, pero como te estoy pagando el favor, haré que solo seas enviada a Tormenta Fría y no solo eso, sino que tienes la posibilidad de tomar el curso de nuevo y quizás tomar una misión más adelante en Tierra.
—Pero...
—Claro, al darte estos beneficios voy a borrar del registro que eres pareja del líder opositor, quedarás solo como una rebelde más que no sabía lo que hacía. También pasaré por alto que has usado e incitado a otros a usar flechas de desamor. —Marissa abrió mucho los ojos de sorpresa—. ¿Qué? ¿creías que no me había enterado de eso? Todo en Skydalle tiene oídos y el receptor de todo somos nosotros. Entonces, retomando: olvidaré todo, solo quedarás como una rebelde reformada y no hay rencores.
—No tomaré de nuevo el curso —espetó—. No quiero otro humano asignado.
—Bueno, Marissa, eso es tu decisión. Tus opciones son: Tormenta Fría por siempre o tomar el curso y servir de nuevo.
—¿Y Sandro?
—A él no le debo ningún favor así que no intervendré a favor en su juicio, que, si puedo añadir como ser imparcial, será duro, asimismo su condena.
A la cupido se le quebró algo por dentro al escucharlo de esa manera.
—No puede... —titubeó, con la respiración entrecortada—. ¡No puede! ¡Aaron volverá y arreglará todo! Cometí un gran error en haber confiado en usted...
—Al fin algo en lo que concordamos, Marissa. Es correcto: no debiste confiar en mí, pero lo hiciste y estoy feliz con ello. —Benjamín suspiró con fingida tristeza—. Y Aaron... ay, es una verdadera lástima, pero tiene sus horas contadas.
—¿Qué hizo con él?
Benjamín estaba tan confiado de su situación en ventaja que ni siquiera intentó mentirle.
—De momento nada. De hecho no está lejos de acá, es solo que lo necesito callado y quieto por un tiempo corto. No mucho, solo quiero que sea partícipe así sea de lejos del juicio de Sandro, al menos que se entere y sepa lo que sus tonterías han logrado. Ya luego dispondremos de él.
Marissa se sintió mareada y tuvo que contenerse de arremeter de nuevo contra Benjamín. Ya tenía claro que no iba a poder hacer nada por Sandro, que no le iban a prestar ayuda alguna y de algún modo le nació la certeza de que no se podía quedar de brazos cruzados.
—Skydalle sabrá lo que está haciendo —siseó.
—¿Y quién se lo dirá? ¿tú? —Benjamín rió—. ¿O Aaron? La credibilidad de cualquiera no está en una muy buena posición sinceramente. De hecho los dos están igual de hundidos, quizás podrías hablar un rato con él y reconsiderar qué hicieron mal —ironizó.
—Ambos confiamos en usted.
—Cierto, chica lista, ahí está el error en común. —Benjamín suspiró dramáticamente—. En fin, ha sido un placer para mí como las cosas resultaron. En dos días será el juicio de Sandro, supongo que te veré allí.
Marissa no soportó más su cinismo y profiriendo un gruñido, salió aireada del despacho. Bajó hasta la planta que daba a la calle donde el revuelo hecho por Sando un rato atrás había sido reemplazado por un alboroto de voces diversas que contaban lo ocurrido, algunos exagerando las cosas y otros omitiendo detalles hasta que todo Corazonia supo sobre el intento de rebeldía y sobre cómo los Altos Mandos, buenos como siempre, habían controlado la situación trayendo el orden de nuevo.
La cupido no hallaba hacia dónde correr. Su cubículo ya no era suyo desde que había bajado a misión, a Tierra no podía porque ya había terminado con Mario, no la iban a detener pero sabía que debía presentarse al juicio de Sandro y al veredicto para ella misma así que huir no era un opción. Entonces caminó y caminó, y siguió caminando llamando la atención de solo algunos cupidos que la habían visto con Sandro, le dio tantas vueltas a Corazonia que le dolieron los pies aunque no tanto como le dolía el corazón.
Cuando ya la noche había caído aún con su claridad permanente, Marissa seguía inquieta sin poder sacar a Sandro de los pensamientos, no sabía a dónde lo habían llevado mientras el juicio daba lugar y dudaba mucho que pudiera ir a preguntar para poder visitarlo. Se había sentado finalmente en una banca lo más lejos posible del centro de Corazonia y cerró los ojos unos segundos intentando combatir el impulso de llorar.
Entonces, una voz a su espalda la sobresaltó:
—Vaya, las cosas no salieron bien —dijo Robbie, saliendo de las sombras y sentándose a su lado—. Qué desafortunado.
Marissa no tenía claro si estaba enojado con ella, si venía solo a burlarse o a decirle cosas horribles así que calló por varios segundos mientras el instinto de buscar consuelo en su maestro se arraigaba y escondía a la misma velocidad en su interior.
—Creo que me destituirán por tu culpa —mencionó de nuevo Robbie y pese a la fuerte declaración, sonaba incluso divertido con todo—. Crié e instruí a una Cupido por dieciocho años para que terminara siendo una rebelde que terminó su misión con un enorme fracaso y rompiendo las reglas. —Robbie rió con fuerza—. ¡Quién lo diría!
—Lo siento mucho, maestro, yo...
—Aún así sé que no me equivoqué contigo —interrumpió, aún risueño. Marissa por primera vez lo escuchó como si de verdad estuviera loco, mas no intervino cuando él prosiguió—: Así que no tomo nada de culpa por lo ocurrido. Quiero lo mejor para ti y por eso, de poder devolver el tiempo, haría todo exactamente igual, incluyendo este triste desenlace. Soy fiel creyente de que todo pasa por algo bueno a largo plazo.
Marissa sintió una punzada de alivio al saber que al menos a los ojos de Robbie no era la mala de la historia... aunque sí lo era, que su maestro fuera indulgente no la eximía de sus acciones y consecuencias.
—No debí confiar en Benjamín.
—¡Ah, pequeña, ahí es donde te equivocas! Confiar no es acto de maldad, así que tu error no fue confiar en Benjamín, fue error de él haberte traicionado. Los seres de bien tienden a culparse por la maldad ajena, creyendo que de haber actuado diferente, esa maldad no los habría rodeado, sin embargo, la maldad sigue ahí, buscando esa bondad a la cual aferrarse para dañarla. Si no eras tú, sería otra, pero Benjamín iba a actuar igual con cualquiera.
—Pero me quitaron el puesto que me habían prometido... bueno, quizás nunca fue mío.
—Lo sé, me entero de todo —declaró—. También supe que me defendiste frente a Benjamín y eso es algo que aprecio.
Marissa ni siquiera se extrañó de que su maestro se hubiera enterado de su visita a Benjamín; Robbie estaba en todas partes y a la vez, a los ojos de los demás, parecía que no estaba en ningún lado por lo loco que se veía. A veces Marissa consideraba que él mismo se había forjado el rumor de locura para ahuyentar a quienes pudieran querer dañarlo, él siempre le decía que la debilidad en ojos ajenos era la mayor fortaleza si se acompañaba de una mente sagaz, así que no era imposible que Robbie estuviera más cuerdo e inteligente que todos y que alegara demencia para pasar desapercibido.
—De todas maneras no conseguí nada con eso —se lamentó.
—Yo sé lo que todos dicen de mí —replicó, aparentemente cambiando de tema— pero no me ofende en absoluto porque sé dentro de mí quién soy y las opiniones ajenas no hacen mella en mi carácter. Los cupidos por naturaleza tienen lealtad con sus maestros pues nosotros los criamos e instruimos desde que nacen hasta que están listos para salir del nido. La lealtad y el cariño son entes separados pero que juntos crean alianzas fieras; el cariño que tengo por ti, al igual que el que tengo por cada uno de mis aprendices, es fuerte y fraternal, como el de un padre orgulloso de sus hijos, sin embargo, defendiéndome y alzando la frente por mí, te has ganado también mi lealtad, sentimiento que no todos mis aprendices consiguen, si no es que ninguno. Así que no digas que no ganaste nada porque sí lo hiciste.
A Marissa se le aguaron los ojos finalmente con la suma de todo lo que había vivido en ese largo día y las palabras de su maestro. A ciencia cierta no tenía muy claro de qué le servía la lealtad de su maestro en la situación que atravesaba donde su destino era el destierro total, pero le gustó saber que la tenía.
—Se lo agradezco, maestro.
—No has hecho la pregunta mágica, pequeña.
Marissa medio sonrió; cuando era niña Robbie le decía que todo tenía respuesta si se hacía la pregunta correcta y de ese modo le enseñaba más específicamente sobre temas que los demás cupidos de su edad desconocían. Las preguntas siempre variaban dependiendo el tema que estuvieran tratando y en esa ocasión, en la banca lejos del centro de Corazonia, Marissa estuvo segura de cuál era la pregunta mágica; no la había hecho porque estaba convencida de que Robbie no le tenía respuesta pues no era de su incumbencia o control, pero sin nada que perder, la soltó:
—¿Cómo soluciono esto, maestro?
—Una solución es un acto que desenreda el nudo de un problema y este problema no tiene un nudo mágico que soltar. Pregunta equivocada.
Marissa guardó silencio unos segundos e intentó de nuevo:
—¿Podré librarme de esto?
—Nadie puede librarse de las consecuencias de sus actos; en todo caso podrías huir pero sé que no te he criado para que resuelvas las cosas de esa manera. Pregunta equivocada.
Marissa apretó los dientes de frustración, no con su maestro sino con ella misma por haber cavado ella misma el hueco en el que se estaba enterrando. Intentó una tercera vez:
—¿Cómo mejoro la situación?
Robbie calló hasta que Marissa lo miró de lado y notó la sonrisa ladeada que le adornaba el rostro decorado con varias arrugas de la edad.
—Pregunta correcta, querida Marissa. —Robbie cerró los ojos y suspiró con satisfacción, como si toda la charla le diera un gran placer—. Ahora una pregunta mágica de mi parte: te ofrezco un plan que es arriesgado, con una sola posibilidad de triunfo, no obtendrás un arreglo inmediato, de hecho puedes necesitar muchísima paciencia para llevarlo a cabo, pero al final del camino puede que todo valga la pena, así que, ¿estás dispuesta a escucharme, incluso si mi plan es una locura?
La última palabra pareció dibujar una sonrisa irónica en los labios de Robbie. Marissa pensó en Sandro, en Mario y en el sueño que le habían prometido: ya le habían quitado todo eso, ya no tenía nada que perder o por lo que temer arriesgar así que miró a su maestro a los ojos y asintió.
—Dispuesta a lo que sea, no tengo nada por lo que protegerme de cometer alguna locura.
—Las perspectivas de la vida cambian cuando te quitan los sueños, el amor y la libertad, ¿verdad, pequeña? —dijo Robbie, con la sinceridad que lo caracterizaba siempre y sin esperar respuesta a cambio—. Esa es una lección que yo no te hubiera podido dar y aún así, es de las más importantes; las enseñanzas de la vida son las que más duelen pero son las que más moldean el carácter.
—Soy toda oídos, maestro.
—Me encanta que digas eso porque necesito toda tu atención y valentía.
Marissa asintió y escuchó en silencio cada palabra del plan de Robbie.
Tenía razón: era una locura, una de las más descabelladas que le había escuchado a su maestro. Siempre estaba en juicio de tela la cordura de Robbie, sin embargo, con el plan expuesto, Marissa supo con certeza de que la mente de su maestro estaba en mejor condición que la de cualquier otro.
Era un loco diciendo una locura. Y una cupido que se unía, como dijo, dispuesta a todo.
♡♡♡
A Marissa le temblaba el cuerpo por los nervios y el alma por lo que pasaría. Estaba junto a Sandro en su juicio y era plenamente consciente de que quizás ese sería el último día que lo vería. El evento era algo simple y su objetivo era dar publicidad al castigo más que otra cosa; los miembros del consejo estaban en una plataforma medio metro más alta que el resto para dar la ilusión de poder, en el centro estaba Benjamín hablando, soltando las acusaciones y dando una breve explicación del por qué esas acciones eran condenables en la tierra perfecta de Skydalle.
En la parte de abajo había un grupo variopinto de cupidos activos de varias edades cuya función ahí era escuchar atentamente y regar la voz una vez salieran, y más adelante, estaban Sandro y Marissa. No habían asistido los maestros por temas de seguridad así que de no ser por ella, Sandro estaría totalmente solo afrontando los cargos imputados. Estaban ambos tomados de las manos, en silencio, oyendo sin escuchar todo lo que Benjamín decía de Sandro y de la oposición fallida con el ácido del rencor en cada sílaba.
Sandro se inclinó solo un poquito hacia ella y sin apenas mover los ojos, le habló:
—Estás hermosa hoy. —Marissa sonrió con gran disimulo para no llamar la atención de nadie; en sus manos se compartió una caricia que solo ellos lograron percibir—. Es la primera vez que te veo con el cabello recogido, siempre lo llevas suelto.
—Gracias. Me dieron ganas de peinarlo hoy.
—Por ser una ocasión especial, ¿eh? —Marissa amaba tanto que Sandro no perdiera su carisma pese a la situación, que sintió más honda la culpa de haberlo llevado ahí. Quiso decirle la verdad, que ella había sido la chismosa que los llevó a todos a dañar la oposición pero no se vio con fuerzas de que lo último que se dijeran antes de separarse fuera una discusión—. Yo no me arreglé tanto, la verdad guardo mis mejores galas para otras ocasiones.
—Te ves bien como estás.
Se sonrieron sin mirarse y el agarre de sus manos se afianzó más; a ambos les latía el corazón con desenfreno porque con cada respiración que pasaba, el momento de irse estaba más cerca. Los dos a su manera intentaban no demostrarle al otro el miedo y dolor que les atravesaba el alma pero por segundos, cuando el suspiro terminaba quebrado al salir de entre los labios, era inevitable que se dieran cuenta del sufrimiento compartido.
Benjamín no paraba de hablar, su voz resonaba en cada centímetro cúbico del ala donde se celebraba el juicio, tenía todo el poder de llevar a favor el evento y la atención de cada asistente mientras condenaba también el acto de cobardía de Aaron al huir.
Cuando nombraba a Sandro con tono despectivo, él sentía varias sino muchas miradas sobre su espalda pero no se encorvó ni agachó la mirada, haciendo gala de su temple y de la certeza de que no se arrepentía de todas las acusaciones al poder lanzadas a voz en grito dos días atrás.
—Mari —la llamó Sandro, usando el diminutivo de su nombre que usaba de cariño. Marissa ladeó la cabeza hasta casi recostarla en el hombro de Sandro—. Ambos sabemos lo que sigue.
—Sí —murmuró—. Lamento que todo haya salido así.
—Lamentarnos no sirve de nada así que me ahorraré esa parte. —Sandro la miró, de momento sin importarle si alguien notaba que no prestaba atención al líder supremo de Skydalle. Marissa le devolvió la mirada y sus rostros quedaron a pocos centímetros, lo suficiente para que un susurro bastara al comunicarse—. Durante toda mi misión agradecí a la vida por haberte puesto junto a mí. Pese a los errores cometidos y a como salió todo con Alejandra y con Mario, el haberte encontrado para mí fue un triunfo. Me encantaría poder decirte esto en un momento que no fuera despedida pero las circunstancias nos tienen acá, así que no me queda de otra. Sé que es obvio pero pensando en ti me di cuenta de que nunca te lo dije en voz alta, así que te lo digo ahora: te amo. Te amo tanto como un cupido puede amar a otro y de todo lo que me espera, lo único que realmente lamento es alejarme de ti.
Marissa empezó a sentir cómo el nudo subía por su garganta y a la vez se le cortaba el aire para respirar. No dejó de mirar los ojos de Sandro y al ver tanta sinceridad en sus iris claros, algo más se le rompió por dentro. Dudaba que le quedaran partes enteras del alma pues a pedacitos, todas se le habían ido cayendo durante los últimos días.
—Saldremos algún día de donde sea que nos manden y te volveré a ver —sollozó, sin mucha convicción pero con el deseo encarnado de que fuera verdad—. Te amo, Sandro y no dejaré de pensarte ni un solo día. Nos reuniremos, te lo prometo y todo estará bien.
Sandro, con la misma falta de esperanza, asintió.
—¿Incluso si pasan años? —dijo, en un tono medio bromista—. ¿Me seguirás amando si cuando nos veamos ya tengo canas?
Marissa rió entre dientes.
—Si tú aceptas las mías, atesoraré las tuyas.
Hubo un corto silencio en la sala y de repente, la voz de Benjamín retumbó de nuevo, llamando la atención de absolutamente todos.
—Liderar un grupo rebelde es la falta más grave de nuestra comunidad así que a Sandro Valmar se le condena a cadena perpetua en Relámpago sin los beneficios de libertad condicional. —Marissa ahogó una exclamación y apretó más a Sandro, como si así pudiera dejarlo por siempre con ella. Benjamín traía una sonrisa tan satisfactoria que Marissa lo odió más que a nadie; él la miró y con cinismo continuó—: Marissa Darmín como cómplice de bajo rango será enviada a Tormenta Fría con el beneficio opcional de tomar el curso para misiones de nuevo y ejercer más adelante. ¿Algo que alegar en su defensa?
Ni Marissa ni Sandro agacharon la cabeza pero tampoco tomaron la palabra. Estaban rotos por dentro pero sabían que eso era algo que no le iban a mostrar a Benjamín Archer. El silencio expectante duró unos cuantos segundos y al no recibir réplica, Benjamín continuó:
—De acuerdo, no siendo más, sus condenas inician a partir de ahora. Se levanta la sesión.
En menos de tres segundos dos guardias llegaron a ellos dos para tomar a Sandro y llevárselo. Marissa se puso de pie y le dio un abrazo fuerte a su amado, incapaz de contener más el llanto. Sandro acompañó esas lágrimas con unas más silenciosas pero igual de pesadas, le tomó las mejillas y la besó frente a todos con los ojos apretados y los párpados mojados.
—Te amo, te amo mucho —le dijo entre besos fugaces. Sintió que uno de los guardias le tomó un brazo, no siendo brusco pero sí exigente—. Cuídate, Mari y cuida mi corazón que se va contigo.
Marissa se negaba a soltarlo pese a que lo halaban lejos de ella. En la sala se hizo un silencio tan profundo de parte de todos los demás, que solo los sollozos de ellos se hacían audibles. Marissa se percató de ello y sabía que no podía decir demasiado en presencia de tantos, así que como pudo se acercó a su oído y pronunció unas cuantas palabras llenas de esperanza pero vacías de probabilidades:
—Te sacaré de allá, te lo juro. —Sandro asintió; ya no podía tocarla porque sus manos estaban agarradas por los guardias. Marissa le dio otro beso que a ambos les supo a sal de sus lágrimas y al ácido de la despedida—. Te amo, amor mío...
Se lo llevaron sin forcejeos mayores, dejando a Marissa rota y siendo el centro de atención de los presentes; pese a las acusaciones y a todo lo dicho para crear repudio hacia ellos, no había ni un solo par de ojos que la mirase con burla o con rencor, al contrario, a algunos se les aguaron los ojos y otros solo agachaban la mirada, impregnándose de la tristeza evidente de ambos amantes al ser separados. Muchos quisieron acercarse y darle un abrazo a Marissa pero a nadie le convenía esa acción así que presenciaron desde lejos el dolor que más tarde añadirían a todo el chisme de lo que pasó ahí adentro.
Una sola guardia mucho mayor que Marissa pero más baja, llegó a ella para llevársela también con irónica amabilidad; la cupido se dejó hacer, derrotada, cansada, sin levantar la mirada. Pensaba que la llevarían de inmediato de Tormenta Fría pero para su sorpresa, la primera parada luego del juicio, solo una hora después, fue al despacho de Benjamín.
Marissa levantó el mentón, dispuesta a no llorar nada frente a él y le complació mucho ver que a diferencia del aire de superioridad con que lo había visto anteriormente, tenía un gesto iracundo y confuso en el rostro. Marissa disimuló su sonrisa y sin expresión alguna, empezó:
—¿Algún otro castigo que me quiera dar, señor?
Benjamín la fulminó con la mirada pero antes de responder, le pidió a la guardia que los dejara solos. Cuando la puerta fue cerrada, él explotó:
—¡¿Dónde está Aaron?!
Marissa saboreó ese rencor pero lo disimuló al actuar desentendida.
—Creo que esa es una pregunta que todo Skydalle se está haciendo en este momento, señor.
—¡No juegues conmigo, miserable cupido!
—Nadie puede jugar con usted, señor, usted mismo me lo dejó claro.
Benjamín apretó los dientes.
—¿Qué venías a decirle ayer?
Marissa solo esbozó una media sonrisa hacia un lado pero ese gesto le pareció ofensivo y retador a Benjamín.
El día anterior Marissa había ido a su despacho con actitud sumisa a disculparse por su arrebato de rabia luego de que se llevaran a Sandro, asegurando que no debió comportarse así, ni gritarlo ni insultarlo y afirmando que estaba agradecida del beneficio que le había dado con su condena. Luego le pidió ver a Aaron por unos minutos, según ella porque sabía que no lo iba a poder ver jamás y que quería conocerlo antes de su exilio; Benjamín, seguro de su posición y con ganas de alardear del poder que ahora tenía, se lo permitió, pensando que Marissa se encargaría de contarle cómo estaban las cosas afuera, haciendo más lacerante la situación de Aaron.
Le dio solo unos minutos y al cabo Marissa salió, sin despedirse y se perdió hasta el día siguiente a la hora del juicio. Cuando el juicio terminó, la primera acción de Benjamín era ir a decirle a Aaron cómo había resultado todo para luego ordenar que acabaran con él, sin embargo, al llegar al cuarto donde debía estar, encontró la sorpresa de que estaba vacío. Siendo Marissa la única que lo había visto aparte de él desde su encierro, no dudó en llamarla y ahora que la tenía frente a él con una actitud de inocencia pero una mirada de culpabilidad, le hervía la sangre.
—Solo quería conocerlo —repitió lo mismo dicho el día anterior—, él ha sido el líder desde que soy niña y gracias a mi maestro siempre quise verlo en persona, lo admiro. Le conté que todo había sido culpa mía, después de todo no tenía nada qué perder. Él me escuchó y le pedí perdón porque gracias a mí estaba ahora encerrado. Me concedió el perdón y luego me fui. Eso fue todo. ¿A qué se debe el interrogatorio, señor?
Benjamín caminaba de lado a lado como un animal enjaulado, furioso con su explicación.
—¿A dónde lo llevaste? —soltó Benjamín—. Tú lo visitas y luego desaparece, ¿qué hiciste con él?
Marissa pulió su mejor gesto de sorpresa e inocencia. Se llevó una mano al pecho y abrió mucho la boca, exhalando un suspiro.
—¿Desapareció? ¿es eso posible? Es una locura. Lamento decirle que aunque me mantengo en forma, no podría cargar a nadie a mis espaldas, señor. —Su cinismo era tan grande, que tuvo que retener con mucha fuerza una gran sonrisa de triunfo—. En todo caso, nadie salió conmigo y le puede dar testimonio el guardia de la puerta, o un par de guardias que me crucé en las escaleras, charlé con varios. Incluso con la recepcionista del primer piso, me despedí de ella porque la conozco de nombre.
Marissa se había encargado el día anterior de hablar con varios cupidos en su camino a irse solo para tener una coartada de ser necesario. Los guardias le hablaban, unos con recelo, otros con amabilidad y mientras salía, entre todos especulaban sobre su destino.
—No te atrevas a mentirme, Marissa.
El tono amenazador le dio a Marissa en el orgullo y levantó más el mentón para replicar:
—¿O qué? ¿me destituirá? ¿me alejará del amor de mi vida? ¿me quitará del lado de mi maestro? ¿o mi libertad? Porque la verdad ya me quitó todo, no tengo absolutamente nada más y usted lo sabe.
—Hay condenas mucho más grandes que Tormenta Fría.
—Soy consciente de ello. Pero yo no he hecho nada y no tiene pruebas de lo contrario. Si quiere puede levantarme otro juicio, pero dudo que juzgarme en frente de todos por "robarme a Aaron de la celda de Benjamín" sea bueno, eso, aparte de sonar absurdo, no lo haría quedar muy bien, ¿no cree?
Se retaron con la mirada; Benjamín intentaba contenerse porque era cierto lo que Marissa decía: no tenía pruebas de nada y en sí la acusación sonaba inverosímil. Marissa por su lado saboreó mucho el gesto perdido del líder del consejo, saber que se había salido con la suya la llenaba de un sentimiento de orgullo y maldad hacia quien tanto odiaba.
—Si me llego a enterar que tienes algo que ver, te arrepentirás, Marissa.
Tanto rencor destiló de esa voz que retumbó hasta lo más profundo de Marissa, alcanzó a atemorizarla un poco pero no lo suficiente como para desistir del plan de Robbie. Al contrario, lo miró a los ojos con aparente calma, con el gesto de quien no debe nada ni tiene por lo que temer.
—¿Puedo tomar eso como una despedida, señor? Quisiera irme ya.
Benjamín la fulminó con la mirada, parecía que iba a salirle humo de las orejas pero no respondió más que para llamar a la guardia que la había traído, y con voz ronca de la ira, ordenarle:
—Acompañe ahora mismo a Marissa a su nueva estancia en Tormenta Fría. No tienen permitido hacer ninguna parada y usted no se puede alejar de ella hasta que la vea adentro del cubículo asignado.
—Sí, señor.
La guardia estiró la mano con la intención de tomar el antebrazo de Marissa y llevársela pero ella negó suavemente con la cabeza.
—No será necesario eso, no pienso poner resistencia. —Miró a Benjamín a los ojos—. Ni huir, eso no está en los planes.
Marissa salió, seguida por la guardia que pese a su puesto, no actuó recelosa ni grosera con ella, mantuvo el silencio y con diligencia la acompañó hasta Tormenta Fría. No se alejó de la cupido hasta que cruzó la puerta de la casa-cubículo 15 y entonces regresó segura hasta Corazonia.
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En el nuevo cubículo de Marissa reinaba el silencio que le martilleaba más aún en la cabeza con el peso de sus actos. Robbie se había ido luego de darle el plan a seguir, aseguró estar más a salvo lejos de todo el revuelo de Corazonia dado que la incluía a ella, su aprendiz, así que se despidió con cariño y pasarían años sin saber de él.
Recorrió el nuevo hogar de arriba a abajo varias veces, presa de la incertidumbre y la expectativa de lo que sería ahora su vida allí recluida en una tierra de permanente lluvia y aspecto gris.
Cuando pasaron un par de horas, Marissa deshizo el moño alto que se había hecho en el cabello y que Sandro había halagado, tras desenredar la última vuelta del peinado, cayó en sus manos un anillo y un frasquito diminuto allí ocultos desde el día anterior, en el único lugar del que Benjamín no sospecharía —pues su mochila le había sido decomisada y su ropa no traía bolsillos—. Los dejó sobre una mesita y los miró con detenimiento por un par de horas más.
Marissa aguardó, tal como su maestro le dijo, por varios días a que todo se estabilizara, a que Benjamín la hubiera sacado de su cabeza como algo más que una exiliada y a que fuera más seguro dar con el paso dos. Cuando el cuarto día de su condena llegó, se dijo que el momento era ahora.
Tomó el anillo y lo puso sobre un diminuto charco de Leis, observó expectante por varios segundos y de a poco vio cómo la esencia de Aaron salía, para luego materializar al maestro frente a ella.
Había funcionado, había liberado a Aaron.
La ex cupido, aún impresionada con la función del anillo evanescente, lo miró con todo el respeto y lealtad que le inspiraba.
—Maestro —saludó, inclinando la cabeza.
—Lo lograste, Marissa. —Su tono no dejaba de ser de sorpresa; había accedido al plan de la recién conocida y joven cupido porque sabía que no perdería nada pero dudaba mucho del éxito del mismo, especialmente porque ella le había confesado que la mente detrás del plan era el loco Robbie. Sin embargo, ahí estaba, frente a ella, libre... dentro de lo que cabía—. Robbie tenía razón después de todo.
Marissa sonrió al escuchar el nombre de su maestro.
—Todos tienen la mala costumbre de subestimarlo, maestro, pero es más astuto que muchos líderes juntos.
Aaron se acercó y le puso una mano afectuosamente en el hombro.
—Te agradezco mucho lo que has hecho. Benjamín no se ha salido con la suya.
—Claro que sí lo hizo, mire dónde estamos, maestro.
—Por ahora —matizó Aaron—. Un par de batallas perdidas no nos harán perder la guerra.
—¿Y qué sigue ahora?
—Tener paciencia, cabeza fría y empezar desde bien abajo, Marissa, porque en este momento no somos nadie para Skydalle. Como tu maestro te dijo, poder arreglar esto puede tomar incluso años y más aún si estamos solos.
Aaron era tan consciente de cómo estaba su situación que sabía que incluso ir a buscar a sus aliados era un riesgo demasiado alto como para tomarlo. Además, le había prometido a Marissa estar con ella para lo que surgiera y dado que también le había confesado su gran culpa en la condena de los maestros y la suya propia, dudaba que los maestros líderes la quisieran mucho cuando se enteraran, así que de momento debía esconderse y planear solo con Marissa pues pese a equivocarse, Aaron veía un gran corazón en ella, un corazón digno de otra oportunidad.
—Lamento mucho meterlo en este aprieto. Si me hubiera quedado callada...
—Pero no lo hiciste y el tiempo no se devuelve, así que no pienses más en eso. Hoy estamos acá, prácticamente maniatados pero no derrotados. El amor mueve montañas y el que sientes por tu pareja moverá las que los separan, puede que no hoy, pero si el amor es real, no importará que pase una eternidad. Mirar al pasado solo debe ser acto de aprendizaje, no de arrepentimiento, ¿de acuerdo?
—Sí, maestro.
—Y justo ahora no podemos hacer nada, por eso te pido paciencia.
Marissa pensó en Sandro y se preguntó si él pensaba también en ese momento en ella. Quiso saber qué estaba haciendo, cómo estaba, si sufría o si era un lugar aceptable a donde lo habían mandado. Pensó también en ese futuro cercano en que era seguro que no lo vería, en las semanas, meses o años que pasarían antes de reencontrarlo y tuvo la duda de si ese amor seguiría intacto. Lo amaba mucho y la certeza de que ni con toda la voluntad del mundo arreglaría todo con brevedad, le dolió a la vez que le dio fuerza pues aunque el tiempo se extendiera una eternidad, la meta de su corazón la mantendría motivada y sin rendirse.
Suspiró y conocedora de su nueva realidad, murmuró:
—Toda la necesaria, maestro, tengo toda la vida para buscarlo.
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Hola, amores míos <3
AHHHH Estaba super ansiosa de escribir este capítulo y aunque me costó un montón, me siento muy feliz con el resultado =)
NECESITO QUE ME CUENTEN QUÉ LES PARECIÓ ♥
Marissa es un personaje que me ha costado mucho construir porque sus ideas, metas, motivos y bondad me confunden xD pero espero que con este capítulo hayan resuelto algunas de las dudas sobre ella. ¿Qué piensan de Marissa en este momento?
A mí me contraría, la verdad (?)
♥ ¡Espero que les haya gustado! Gracias por tanta paciencia, nos leemos pronto ♥
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