39. ➳ Intenciones de amor, miedos al amor ♡
"El miedo es ese compañero de viaje con el que no quieres hablar, y no sabes como hacer que se calle".
-Sara Villalón
***
Cuando la noche cayó Sam estaba mucho más tranquila por su charla con Mario y al llegar a su casa no tardó nada en conciliar el sueño que había extrañado desde hacía varias noches. Jacobo también estaba un tanto más tranquilo, además de que él mismo ya había solucionado todo con Marissa así que la paz que le traía todo eso le resultaba placentera, no dejaba de ser un poco agridulce por el panorama general pero no se podía quejar.
Marissa había decidido quedarse un rato más acompañando a Mario luego de que Sam se fuera a su casa así que Jacobo estaba solo, sentado en una orilla de la cama dejándose arrullar por la respiración acompasada de su humana; él mismo no tenía ganas de dormir en absoluto, estaba más en un estado de calma medio oscura en el que no le apetecía hacer gran cosa pero tampoco se sentía mal del todo.
Cerca de las doce Melody entró a la habitación de Sam y llamó la atención de Jacobo, le pidió que salieran a la escalera de emergencia y una vez afuera, lo saludó:
—¿Cómo estás?
Era curiosa la relación que tenían ahora; luego de estar en el campanario y de que Jacobo le insinuara que no era imposible que se enamorase de ella, no se dijo más dado todo lo que sucedió después pero algo en la mirada de ambos cambió, ya no había recelo de parte de Melody ni temor de parte de Jacobo, ahora solo había brillo allí donde sus ojos coincidían. Sin embargo aún era confuso experimentar sentimientos propios por otro cupido y eso sumado al corrientazo que sabrían que tendrían al acercarse demasiado, a la confusión y a todo el lío de la oposición, los dejaron en nada, en amigos que se sonríen con picardía pero que no mencionan el tema en ningún momento ni dan pasos en ninguna dirección y al parecer eso estaba bien para los dos.
—Bien. ¿Y tú?
Sonreír con solo una mirada era algo nuevo para Melody y la hacía sentir vulnerable y mientras se acostumbraba, incómoda, pero Jacobo la hacía sonreír, eso era un hecho y le desagradaba con la misma intensidad que le fascinaba. Desvió la mirada y omitió responder.
—Lilith quiere verte pronto, dice que tiene algo que contarte.
—Iré mañana —prometió, luego en tono más mordaz, añadió—: A ver qué otro secreto me va a traer todo este asunto.
Jacobo estaba cruzado de brazos y Melody lo codeó al verlo cabizbajo y exhausto hasta que él levantó la mirada para sonreírle un poco. Jacobo desenlazó sus brazos y estiró uno para tomar con suavidad la mano de Melody sin ninguna intención, solo sostenerla, saberla cerca; a ambos se les escapó un suspiro.
—No estés así, Jacobo —pidió Melody con dulzura—. Parece que tuvieras veinte años más. Me gusta verte sonriendo y últimamente eso no pasa seguido.
—¿Te gusta verme sonriendo? —preguntó, ladeando la cara para mirarla y ella blanqueó los ojos—. Creí que te fastidiaba que tuviera confeti en los ojos y brillos en no sé dónde. Algo así me dijiste una vez.
—Pues entre el confeti en los ojos y este gesto de ahora, prefiero el confeti.
—El confeti lo tenía cuando creí que todo sería más fácil. —El cupido suspiró y negó para sí mismo con la cabeza—. Lo siento. Intentaré sonreírte con más frecuencia.
—No lo hagas por mí, hazlo por ti.
Jacobo la miró de lado y esa imagen de ella con el cabello sorpresivamente suelto, lo hizo suspirar.
—Tú me haces sonreír.
Melody se reprimió como buenamente pudo de sonreír, no iba a dejar que Jacobo la hiciera sentir tan humana... y que se le notara, no, mejor ocultarlo. La mano que se sostenían cosquilleó suave por un segundo pero pronto el cosquilleo empezó a incrementarse hasta que ambos asumieron que de no soltarse el corrientazo llegaría, así que lo hicieron y guardaron un par de pasos de distancia.
—Esto es una porquería —se le salió a Melody.
—Y aún no hay explicación.
—Pues yo nunca había visto o escuchado que esto pasara así que o es algo que nos ataca exclusiva e injustamente a nosotros o simplemente todos lo guardan en secreto.
A Jacobo le enterneció la frustración que escuchó en Melody, le daba una extraña sensación de orgullo el saber que no poder abrazarlo o tocarlo por más de unos minutos la molestaba. Él ya se había acostumbrado a sus maneras toscas y asimismo ya sabía con certeza que lo que fuera que él sentía al verla, esa satisfacción, ese cariño y esa entrega, era mutuo.
—Ya le buscaremos explicación y quizás con eso, una solución. —La mirada de Jacobo brilló con burla cuando agregó—: Tendrás que aguantarte la tentación de estar cerca de mí.
El esperado resoplido llegó junto con un gesto de hastío de parte de ella. Jacobo sonrió complacido y casi ríe en tono alto cuando Melody dio media vuelta para irse indignada.
—Mañana a donde Lilith —ordenó.
—Lo que tú digas —concedió Jacobo, sonriendo.
Jacobo se sintió familiarizado con el despacho de Lilith y a diferencia de la primera vez que había estado ahí, ya no iba con nervios ni ganas de salir corriendo.
—¿Cómo van las cosas? —preguntó Lilith—. Noté que sigues llevando cupidos al Almacén.
El tono de la maestra no dejaba de ser dulce, mas en la mente de Jacobo eso no sonó como un comentario al azar sino como un recordatorio que ella le hacía de que siempre lo estaban vigilando para que nada se les saliera de las manos.
—Sí, Marissa siempre tiene a alguien para que yo traiga. ¿Estoy viniendo con mucha frecuencia? Puedo reducir la cantidad de veces.
—No, está bien. Ahora que estás de nuestro lado podemos ayudar a cubrir tus pasos, no te preocupes. ¿Algo ha sucedido con Marissa? —A Jacobo le fastidió el tono ácido que usó para decir su nombre pero fingió que no notó nada.
—No. Seguimos bien, como si nada.
No era imprescindible comentar que habían discutido, que habían hablado o que en su corazón ya la había perdonado, no creía que eso fuera conveniente. Su plan personal era hablar bien de ella, de la Marissa actual y así quizás de a poco meterles a todos la idea de que ya había cambiado.
—Muy bien, Jacobo.
—Maestra, Melody me dijo que tenía algo que contarme —apremió—. ¿Es algo malo?
—Es... a perspectiva, realmente. —Lilith se removió en su asiento y Jacobo notó que estaba algo nerviosa—. Como te he dicho, hay líderes en cada distrito de Skydalle, es una forma de organizarnos bien. Dentro de los rangos en la oposición, yo soy una de las dos líderes principales, no pertenezco a un distrito sino que estoy arriba liderando a los otros líderes. —Su forma medio enredada de hablar hizo sonreír a Jacobo—. Básicamente te llamé porque debes hablar con el otro líder principal.
—De acuerdo. Espero que no me odie como Emera. —Jacobo arrugó la frente pero Lilith soltó una risita.
—No creo, de hecho él te aprecia mucho. —La cara de confusión de Jacobo incitó a Lilith a llamar ya a su aliado—. ¡Entra! —gritó hacia la puerta.
Jacobo miró hacia allí y cuando vio a Ambrosio se quedó helado, con su corazón acelerado y con una mezcla de satisfacción y enojo. Su maestro ingresó puliendo la sonrisa conciliadora que Jacobo tanto había admirado a medida que crecía y Lilith decidió que era momento de salir y dejarlos solos; por reflejo Jacobo tuvo la necesidad de agachar la cabeza y quizás de pedir disculpas pero se abstuvo de ambas acciones porque sus pensamientos se arremolinaban tan fuerte que le daba mareo.
—Hola, Jacobo.
Ambrosio estaba un poco contrariado porque no veía en su aprendiz una sonrisa amable o el gesto apacible que lo caracterizaba, a cambio tenía el ceño fruncido y la piel más pálida de lo usual.
—Maestro —saludó.
Desde que se había metido en todo el rollo de la oposición Jacobo pensaba con frecuencia qué pasaría el día que Ambrosio se enterase, esperaba decepción, una regañina tremenda, la ausencia del apoyo y la recriminación por no cumplir con lo aprendido; ni en un millón de posibilidades había contemplado una en la que Ambrosio fuera parte de la oposición, mucho menos líder y pese a todo, estaba decepcionado y con una sensación amarga de que lo él lo estaba traicionando.
—Creo que hay muchas cosas que tenemos que hablar, Jacobo, sin embargo quiero que me digas qué piensas en este momento.
El tono de Ambrosio no había cambiado, seguía siendo la misma dulzura y autoridad con la que crió a Jacobo, un tono tranquilizador y sabio. Bien pensado, él y Lilith tenían el mismo tono e inspiraban la misma confianza; cualidad de líderes, supuso Jacobo.
—Yo... —El cupido balbuceó—. Yo estoy sorprendido pero... Maestro...
Se le atoraron tanto las palabras que Ambrosio supo que no estaba contento y que su balbuceo era por temor de decir lo que realmente pensaba. El maestro se acercó y se sentó junto a su aprendiz, encorvó la espalda un poco para darle más confianza y dijo:
—Di lo que piensas, Jacobo. No tienes el deber de estar contento o conforme, si estás molesto, dilo, nunca te he negado el derecho de decirme la verdad.
A Jacobo se le hizo un nudo en la garganta pero igual respondió con honestidad:
—¿Por qué nunca me lo dijo? Yo... ¿yo no lo merecía? Lilith le dice a sus aprendices todo porque busca su apoyo, ¿mi apoyo no importaba, maestro?
Ambrosio suspiró; esa era una de las reacciones que esperaba que Jacobo tomara, era la más factible de hecho, más teniendo en cuenta lo que Lilith le contó de que su aprendiz y la suya eran unidos, por ende, él sabría cómo era para los demás.
—No se trata de eso, Jacobo. Eres uno de mis aprendices más nobles, más entusiastas e inteligentes, siempre te lo he dicho. Todo el tema de la oposición es complejo y no quería que estuvieras involucrado, no porque no lo merecieras sino porque quería protegerte. Sé que ya de por sí tienes problemas con Samantha e imaginé que no sería conveniente sumarte todo esto a las preocupaciones. Cuando bajaste a la tierra estabas muy contento y no quería quitarte eso diciéndote que Skydalle no es un paraíso como lo pintamos.
Jacobo no era capaz de mirar a los ojos a Ambrosio, la verdad era algo irrelevante lo que dijera, su sentimiento de traición estaba ahí y de momento no se iría, al contrario, se le expandía por cada parte del cuerpo con cada segundo.
—Ni siquiera me dijo de los almacenes —recriminó—. Melody me llevó por primera vez y lo que he comprado me ha ayudado mucho con Samantha. Usted sabía eso y no me lo dijo... —La voz de Jacobo bajó hasta perderse porque indignado o no, le profesaba mucho respeto a su maestro y no sentía correcto hacerle reclamos.
—Lo lamento, Jacobo. De haber sabido cómo iba a resultar todo, te lo habría dicho yo mismo. Me he equivocado, lo acepto y me disculpo por ello. Me sorprendió mucho saber que estabas metido en todos estos líos pero en ningún momento me sentí traicionado o asustado por ti, mi corazón nunca ha dudado ni sentido que te estés equivocando y yo escucho a mi corazón, por eso sé que estás donde debes estar, que este era tu destino y que como maestro, no me queda más que estar a tu lado.
—Yo tenía tanto miedo de que usted se decepcionara de mí... creí que iba a pensar que yo era un tonto, un cobarde por refugiarme en ayudas ilegales y no en todo lo que me enseñó...
—Ojalá pudieras verte desde mis ojos para que supieras toda la valentía que hay en ti. —Ambrosio sonrió aunque el cupido no levantaba aún la mirada—. Ahora estamos acá siendo conscientes de la realidad y estoy bien con eso. Vamos a ayudarte, no solo con el tema de Marissa y los planes de revolución, sino que yo personalmente me comprometo a ayudar cuanto pueda con tu misión.
Jacobo levantó el mentón abruptamente para mirar a Ambrosio y este le sonrió.
—Me ayudará con Samantha. —Sonó a una exclamación sorprendida más que a una pregunta.
—Sí. Quiero que me disculpes por como han pasado las cosas, Jacobo, y por lo mismo te pido comprensión y paciencia, el no ayudarte antes no ha sido egoísmo sino esa necesidad de cuidarte y de que hicieras las cosas al derecho. Sin embargo ahora que estamos del otro lado, me siento libre de tender más la mano con Samantha.
—¿Usted sabe todo lo que pasa con Sam? —preguntó en un susurro algo dolido—. ¿Siempre lo ha sabido?
Ambrosio asintió culposo y luego le puso la mano en el hombro a su aprendiz.
—Mira el presente, Jacobo. No te he ayudado pero acá estoy ahora dispuesto a hacerlo. Si tienes resentimiento, no lo reprimas, pero no te dejes consumir por ello.
Jacobo pensó en el paralelismo de lo que decía sobre él mismo y el rencor encarnado que todos tenían por Marissa aún cuatro años después de todo lo ocurrido. Esa contradicción lo hizo detenerse a pensar en que cada persona y cada sistema como él los conocía, no eran así en realidad, solo eranfachadas que de a poco se le revelaban con la verdad. Skydalle no era un paraíso, el Almacén no era realmente malo, su maestro no era un modelo a seguir tampoco y el amor no era lo que él había imaginado.
Supo que algo se había quebrado dentro de él cuando al mirar a Ambrosio ya no había tanta admiración, ya no estaba el deseo de ser como él algún día. Dejó de idealizarlo en ese instante en que, aunque le dolía pensarlo, lo consideró hipócrita... igual a la mayoría, quizás incluso igual que él mismo.
Jacobo miró a los ojos a Ambrosio. Lo seguía queriendo como a un padre, seguía confiando en toda su sabiduría, recibiría cada consejo sin dudar en absoluto... pero eso era todo, la adoración se había ido.
—Yo creo en las segundas oportunidades —le aseguró Jacobo con aplomo—. Todos las merecemos.
Hizo énfasis en el todos y no supo si Ambrosio había notado que hablaba también de Marissa. Él solo le asintió y con esa mirada que compartieron daban el borrón y cuenta nueva, solo que Jacobo en realidad no borraría cada acción de los demás de su expediente.
Samantha estaba haciendo su tarea de inglés cuando se sobresaltó ante los dos golpes contra su ventana, en dos segundos supo que era Alice pero el corazón ya lo tenía acelerado cuando le abrió para que entrase.
—Me asustaste.
—Mil disculpas. Oye, acompáñame a hacer algo.
Sam la miró con extrañeza.
—¿A qué? Son las ocho de la noche.
—Es una larga historia, pero resumiendo, voy a ver a Drew. Ayer... bueno, algo así como que discutimos pero no quiero estar mal con él.
Sam había estado tan inmersa en sus propios problemas que no había recordado hablar con Alice acerca de ese embrollo de ella, Drew y Elliot, ni siquiera sabía si había un lío o no; la verdad ni su hermano había preguntado por su amiga ni ella por él, por eso lo había olvidado.
—Tengo muchas preguntas —admitió Sam—. ¿Qué tienes con Drew? ¿Tienes algo con mi hermano?
—Tu hermano y yo no tenemos nada, solo nos besamos y creo que no estuvo bien, pero lo hecho, hecho está, yo ya hablé con él y quedamos en hacer de cuenta que nada pasó. Con Drew... es complicado, te cuento mañana pero ahora debo ir a verlo.
—¿A dónde?
—A unas calles de acá están en una reunión de amigos celebrando no-sé-qué pero acaba de escribirme que vaya.
—¿Y yo?
—Mi mamá no me dejará ir sola. Vamos, hazlo por mí... y puede que Román esté ahí. La verdad no pregunté pero yo creo que sí está allí.
—A mí no me dejan ir a fiestas tan tarde.
—Sam, no tardaremos. A mí tampoco me dejan, por eso hay que decirle a mi mamá que solo te voy a acompañar a un partido o a la tienda, o algo así. Le diremos lo mismo a tu mamá. No tardaremos, lo prometo, no quiero un castigo.
Sam vio el apuro en los ojos de Alice y como siempre, no pudo evitar la necesidad de decirle que sí. Llamó a su madre y le pidió permiso para acompañar a Alice a "un partido en el estadio donde un amigo suyo jugaría", asegurando que antes de las nueve estaría en casa y le concedieron el permiso. Alice volvió a su habitación y Sam usó su mejor sonrisa plástica para ir a tocar la puerta y decirle a su madre que por favor la dejara salir con la misma excusa y la misma promesa de hora de llegada.
***
—Resúmen rápido de tu situación con Drew —pidió Sam mientras iban caminando—. No sé nada.
—Me gusta mucho pero él no es precisamente de los que disfrutan tener novia. Es decir... —Alice suspiró—, desde que nos conocimos él me dijo que no estaba buscando una relación ni seria ni abierta ni nada y yo estuve bien con eso, sinceramente bien, es decir por eso no le vi lío a besarme con tu hermano, qué más da. Pero entonces chismes acá, chismes allá, Drew supo que lo había besado y me hizo una escena tonta de celos, entonces discutimos y le dije que él quería el acuerdo así, que no me podía reclamar. No estaba molesto, eso era lo curioso, lucía dolido pero no enfadado. Dejamos hasta ahí pero entonces me escribió hace un rato, creo que está medio ebrio y me dijo que quiere hablar conmigo, que me quiere en serio y no sé qué más.
—¿Y crees que la mejor manera de arreglar las cosas es con él borracho? Le hubieras dicho que hablaban después.
No sonaba realmente a reproche, más bien era un asombro real de esa forma de razonar de Alice.
—Las personas con un par de tragos en la cabeza son más sinceras. Drew es un amor de persona conmigo pero hay cosas que le resultan difíciles de decir porque se siente vulnerable y si en este momento va a poder pues voy a aprovechar.
—Solo prométeme que no tardaremos más de lo ya dicho —pidió Sam casi en súplica—. Si llego más tarde y mi papá se entera, habrá problemas.
—Promesa. —Alice se detuvo y miró la portería de un conjunto residencial, leyó el nombre para asegurarse de que fuera el que Drew le había informado—. Es acá. Edificio 5, apartamento 12. Vamos.
La entrada no resultó complicada pues los vigilantes sabían de la fiesta de dicho apartamento y a medida que subían los tres tramos de escaleras, el sonido de la música se amplificaba. Sam no era precisamente una persona muy social pero al menos lo suficiente para no sentirse ahogada en una fiesta de desconocidos en su mayoría... en realidad su plan era quedarse en alguna esquina desapercibida hasta que Alice quisiera irse.
Cruzaron la puerta sin problemas pues estaba abierta y sin nadie controlando quién entraba y quien no. Alice iba enganchada del brazo de Sam a medida que se adentraban, el aire no estaba realmente saturado ni parecía haber muchos ebrios por allí, era temprano aún y de momento solo estaban pequeños grupos conversando y riendo entre ellos... caso aparte de Drew y de Román que en una esquina estaban de pie junto con otros dos chicos riendo mucho más de lo normal.
Las chicas se acercaron y Alice tocó el hombro de Drew, en sus ojos ya se veía el licor que le fluía en el organismo, lo primero que hizo fue abrazar a Alice y decirle cosas al oído que Sam no escuchó, luego se alejaron un poco para charlar a varios de los demás. Cuando Román levantó la vista y vio a Sam, su sonrisa se ensanchó todo lo que pudo y se alejó de sus otros dos amigos para llegar a ella. Sam le sonrió burlona.
—¡Sam! —Curiosamente el estado de ebriedad de Román era mayor que el de Drew pues se notaba que apenas y se mantenía en pie luego de separarse de la pared—. Dios mío, eres preciosa.
Su voz enredada y ronca hizo reír a Sam.
—Estás muy borracho.
Román levantó su dedo índice con intención de replicar algo pero apenas y se tambaleó en su sitio, luego rió y asintió.
—Puede que sí, pero aún no te veo doble.
—¿Seguro?
—Casi seguro.
Román tuvo que recostarse de nuevo contra la pared para no irse hacia adelante y contra el piso; a Sam le parecía gracioso verlo así aunque a decir verdad no podía dejar de sonreírle, no por diversión sino porque le gustaba mucho tenerlo ahí. Él la hacía sonreír solo estando a su lado.
—No te había imaginado borracho —admitió Sam—, pero era de suponer que eres de los borrachos risueños.
—Y de los enamorados.
—De los coquetos, ¿eh? He conocido compañeros que ebrios le echan los perros hasta a las escobas —bromeó.
—No tengo perros pero si los tuviera, te los echaría solo a ti. —Román se despegó de la pared intentando dar un paso hacia Sam pero se le perdió el equilibrio y trastabilló; uno de los amigos con quienes había estado lo tomó del brazo—. Wow, el mundo se mueve.
El amigo de Román lo sostuvo con fuerza arrugando la frente y luego miró a Sam.
—Yo no sé por qué pero se bajó casi media botella de vodka a fondo blanco recién llegamos y hasta hace poco le cayó el efecto. Siempre que hacemos reuniones él opta por no beber pero hoy está temerario y se embriagó con Drew antes que todos.
—Eso veo —musitó Sam, conscicente de que literalmente ellos dos eran los únicos ebrios del lugar—. No hay que dejar que beba más.
—Yo soy Josh, a propósito —musitó—. Y tú eres Sam, ¿verdad?
—Lo lamento, no recuerdo conocerte de antes —confesó Sam.
—No nos conocemos directamente pero todos sabemos quién eres, Román no deja de hablar de ti. —Samantha se sonrojó cuando Román asintió en medio de su mundo de ebriedad. Josh le sonrió con afecto y se tambaleó cuando Román casi cae de nuevo—. Acá vivo yo, llevaré a Román a mi habitación. Creo que necesita acostarse ya.
—¿Puedo acompañarlo un rato? —pidió Sam—. Vine con mi amiga y debo irme con ella.
—Sí, dale.
Josh casi arrastró a Román por un pasillo hasta entrar a una habitación mediana de paredes blancas; la cama tenía un cubrecama verde y con solo inclinarse un poco bastó para que Román cayera en ella liberando a Josh.
—Si te pide más licor, dile que se acabó —pidió Josh.
—Sí, está bien.
Josh dejó la luz encendida y salió de la habitación; Román como buenamente pudo se acomodó derecho sobre la cama y luego puso su antebrazo sobre los ojos sin quitar su sonrisa.
—No debiste beber tanto —reciminó Sam. Se había sentado en el colchón junto al costado de Román—. Debes dormir un poco.
Román se destapó los ojos y al mirar a Sam mordió su labio inferior.
—¿Por qué eres tan bonita?
—El licor distorsiona la realidad —bromeó.
—Bien, eso me explica por qué te veo tan hermosa en este momento. Entonces, ¿por qué luces tan bonita cuando estoy en sano juicio?
Samantha rió por lo divertido de que su lado coqueto siguiera intacto aún estando medio intoxicado; le buscó la mano a Román y la tomó suavemente.
—No lo sé, tú dime.
—Yo sí sé por qué. —Las palabras le salían demasiado juntas, algunas separadas pero con un enredo en la lengua que las hacía toscas y divertidas—. Porque lo eres, eres bonita. Tu cabello se puede ver a medio kilómetro de distancia y tus pestañas a medio centímetro de distancia, tus manos se ven tan lindas junto a las mías y eres pecosa, no mucho pero te ves hermosa. ¿Te has visto hablando? Eres como algo irreal cuando ni respiras para hablar.
—Eso sí me lo han dicho, hablo muchísimo. —Sam rió.
—Quiero escucharte hablar por siempre.
—Eso es mucho tiempo hablando.
—No, mentiras, olvida eso...
—¿No me quieres escuchar hablar por siempre?
—Sí, pero mi hermana dice que no te diga esas cosas. Dice que te puedes espantar si te digo esas cosas.
—¿Espantarme? ¿por qué?
Román intentó incorporarse un poco para sentarse pero la cabeza le dio tantas vueltas que desistió y volvió a caer acostado.
—Ella me dijo que a mi edad ninguna mujer quiere escuchar cosas sobre el futuro porque nadie busca algo permanente. —Román rió de sus propias palabras—. Aunque creo que lo dice por ella específicamente... me contó que terminó con un novio cuando le habló de planes a futuro porque ella no pensaba en eso todavía. Me aseguró que contarte mis intenciones contigo te alejaría de mí.
Samantha arrugó la frente ante el razonamiento tan extraño. Román volvió a cerrar sus ojos y a sonreír sin abrirlos; Sam le tocaba la mano y él la había aferrado con firmeza.
—¿Y cuáles son tus intenciones conmigo?
—Es un secreto —murmuró riendo.
—No le diré a nadie.
Samantha se bajó de la cama y se arrodilló en el suelo para que su rostro quedara a la altura del de Román; toda la conversación le parecía divertida y muy curiosa, no creyó ver a Román ebrio y menos hablando de intenciones que aunque tenía curiosidad, sabía que no podían ser malas. El silencio de Román se extendió por un par de minutos, Sam incluso consideró que se había dormido hasta que, sin abrir los ojos, respondió:
—¿No le dirás a nadie?
—Será nuestro secreto —aseguró Sam.
—Tengo todas las intenciones con ella. —Sam pasó de largo el que lo hubiera dicho en tercera persona; asumió que su ebriedad lo tenía tan confundido que lo hizo olvidar de momento con quién hablaba—. Yo quiero saludarla con un beso todas las mañanas antes de irme a estudiar. Quiero verla por las tardes y besarla hasta que se sonroje o hasta que se ría y me diga que soy demasiado meloso. Quiero acompañarla a hacer tareas si ella quiere y también invitarla a mi casa para que cene con nosotros, a mi mamá no le importará, le agrada. Quiero que en mi arbolito de navidad haya un regalo con su nombre y que mi papá le guarde un poco de la cena de medianoche porque ya es parte de la familia. —La forma en que Román modulaba las palabras hacían que todo saliera lento, en voz baja y ronca, pero Sam escuchó con paciencia y con una sonrisa de oreja a oreja que se fue convirtiendo en líquido en sus ojos por lo bonito que todo sonaba—. Quiero que vaya a verme a mis clases de baile y luego ir a verla jugar fútbol. ¿La has visto jugando fútbol? Lo hace tan bien... Quiero que cuando le pregunten si tiene novio, diga que sí y que soy yo. Quiero ir a su graduación, que ella vaya a la mía, quiero felicitarla y darle un pastel en cada cumpleaños. La quiero vestida de blanco dentro de varios años en el altar y tener una familia con ella. Si no quiere tener hijos, quiero adoptar dos perros y si no le gustan los perros, cuatro gatos.
Román se calló y luego exhaló un suspiro medio risueño.
—Eso suena muy bonito —murmuró Sam con la voz ahogada—. Muy tierno.
—La quiero para todo.
Samantha exhaló con pesadez cuando otra lágrima le acarició la mejilla, no le había soltado la mano a Román y ahora notaba que la suya estaba algo temblorosa. No tenía muy claro de si él era consciente de que hablaba con ella o no pero descubrió que el licor, aunque no fuera en ella, sí le daba valor para decir un par de cosas.
—Ella te quiere mucho...
—Eso pienso yo también. Quisiera que ya fuera mi novia pero creo que ella quiere a su amigo Mario más que a mí.
—Eso no es cierto, es otro asunto lo que la echa para atrás.
—¿Sabes cuál?
Román entreabrió los ojos pero los cerró de nuevo, se sentía flotando a la deriva y aunque era una sensación arrullante, era nueva y no del todo agradable. Sam sonrió con tristeza y confesó al chico ebrio que tanto quería, la verdad:
—Tiene miedo. —El susurro apenas logró atravesar al aire hasta los oídos de Román que preguntó de vuelta:
—¿De qué?
La respuesta le picó en la garganta a Samantha y salió con un filo que logró quitarle un poco del peso de encima:
—De todo. Teme que vayas a dejar de quererla, teme quererte porque al querer a alguien se corre el riesgo de sufrir cuando se vaya. Le aterra el rechazo, tú no la conoces del todo y si lo haces, puede que ya no quieras quedarte.
—Ella es maravillosa, no debería temerle a eso.
—Tiene muchos defectos que no has visto. ¿Y si no te gustan?
Román sonrió sin mirarla.
—Es maravillosa pero es humana, es decir que no es perfecta y la quiero así como es; quiero descubrir lo que me falta a su lado. ¿Crees que me aceptará algún día?
Sam sintió una punzada en su corazón al no poder afirmarle que sí o que no, simplemente no estaba segura de nada.
—No lo sé. Pero te aseguro que si un día te cansas de insistir, ella no se enojará contigo y seguirá siendo tu amiga.
—No dejaré de insistirle hasta que ella me mande a volar.
Sam rió entre dientes y le soltó la mano para subirla a la mejilla de Román, él sonrió al sentirla pero ni se esforzó en mirarla.
—Eres un ángel, Román.
—Sam lo es. Dime qué más le gusta para poder enamorarla —pidió—. Tú la conoces bien.
Cuando la risa de Sam afloró de su tórax, un par de lágrimas más cayeron y sorbió sutilmente su nariz sin dejar de mirarlo.
—De acuerdo. No le gusta el helado, no la lleves a comer eso. Odia los girasoles. Le gusta Taylor Swift y leer libros de terror. Le gusta mucho hornear y mucho más desde que tiene el recuerdo de haberte besado luego de hacerlo. Le gusta besarte y que le digas cosas bonitas. Le gustas tú y ya ni siquiera te lo va a negar.
La sonrisa de Román se prolongó por varios segundos hasta que logró abrir los ojos sin que resultara tan fastidioso por la luz; miró a su lado y de nuevo reconoció a Sam, ella aún tenía la mano en su mejilla así que Román puso la suya encima. Sus ojos estaban opacos, un poco rojos y brillantes, hizo un enorme esfuerzo por poner todo el cuerpo de lado para poder observar más fijamente a Samantha que dada su posición, estaba muy cerca de él.
—En definitiva me casaré contigo algún día, Samantha White —sentenció—. No lo digo para que te espantes, pero...
—Shhh, suena bonito sin peros.
Samantha tomó esta vez la iniciativa y se acercó despacio para besarlo. Sus labios estaban fríos pero pronto se adaptaron a la calidez de ella; no fue un beso largo o juguetón como otros que habían compartido, solo fue una presión de una boca contra otra, un sello de las promesas de borracho que él le hacía y una firma de que ella las recibía con agrado. Samantha acarició la mejilla de Román y sonrió sobre sus labios cuando el beso pasó a ser un simple roce que dejaba un suspiro en medio.
La voz de Alice en un siseo atravesó la habitación y llegó a Sam que seguía arrodillada en el suelo.
—¡Psss! Sam, vámonos. Faltan diez minutos para las nueve.
Sam sin girarse asintió y soltó el rostro de Román, él la buscó con las manos al notar que se iba a levantar así que antes de pararse del todo, Sam volvió frente a él y le sonrió.
—Debo irme.
—Prométeme que me besarás por siempre —pidió Román en un susurro.
Samantha le dejó un beso fugaz en los labios para luego, con satisfacción, exclamar:
—Cada vez que quieras mientras decidas quedarte.
Román sonrió complacido y la soltó para que pudiera irse. Cuando Sam se acercó a Alice no la quiso mirar directamente así que solo pasó a su lado y se enganchó a su brazo para salir.
—¿Todo bien? —preguntó Alice—. Estás llorando.
Sam asintió con la cabeza sin dejar de abrirse paso hasta la puerta, se limpió con las manos las pocas lágrimas que le bajaban y omitió despedirse de Josh pese a considerar eso algo grosero. A medida que bajaban las escaleras y se alejaban del bullicio, el corazón se le estrujaba más a Samantha hasta que las ganas de llorar no la dejaron seguir andando y se detuvo a solo unos escalones de llegar abajo.
—No es justo —murmuró—. Nada es justo.
—¿Qué pasó? ¿discutiste con Román?
Sam sonrió anegada en lágrimas.
—No. Dijo que se casará conmigo algún día.
Alice sonrió.
—Qué tierno. —Se acercó y abrazó con afecto a Sam—. ¿Entonces por qué lloras?
—Porque... porque algo por dentro sigue diciéndome que yo no lo merezco. Yo no sé cómo callar esa voz y me fastidia porque le creo...
Alice de nuevo consideró sugerirle buscar ayuda pero a la vez supuso que no era el momento, además el tiempo las apremiaba y debían irse ya a casa si no querían castigos.
—Todos merecemos amor, Sam. Y él te quiere dar el más puro del mundo. No te digo que cambies tu parecer porque sé que no depende de ti, pero sí te aseguro que lo mereces y que tarde o temprano lo sabrás. El amor es paciente, él esperará.
Sam asintió y respiró hondo antes de retomar el camino hacia su casa.
***
Jacobo se quedó otro par de minutos con Melody luego de que Sam se fuera. Cuando quedaron con el casi inconsciente Román, él le preguntó:
—¿Qué fue eso que le diste?
Se refería a un aerosol que Melody le roció unos minutos atrás cuando hablaba con Sam.
—Sinceridad. Creo que el hecho de que esté ebrio le alteró un poco la realidad porque le habló en tercera persona, pero funcionó.
—¿Por qué se lo diste?
Melody miró de soslayo a Jacobo y se encogió de hombros.
—Por Samantha. Román se ha abstenido de ser muy directo con ella porque sabe que su corazón es complejo por el tema de su amigo, se lo ha dicho a Amy, por eso lo sé, pero Samantha es especial y yo supuse que necesitaba escuchar lo que él siente por ella de forma muy directa. No sé si realmente ayude, ¿sabes? Pero mi lógica me lleva a pensar que entre menos dudas tenga Sam de Román, más fácil le será aceptarlo del todo.
—Ella ha sido sincera también —apuntó—. Román no lo sabe, pero ella y Mario ya dejaron las cosas claras. Sam quiere a Román únicamente y si no lo acepta del todo no es por dudas a él sino por dudas a sí misma.
—Me quedan solo unas semanas con él —musitó Melody— y ya decidí que no lo flecharé. No lo necesita. Él ya la ama y es un amor puro porque no necesitó de magia, estará bien sin mi flecha.
Un silencio corto los envolvió mientras ambos miraban a Román que posiblemente ya estaba dormido pese a seguir con la sonrisa congelada en la cara. Jacobo fue quien luego de unos segundos, habló:
—Ella lo amará, lo sé. No lo digo como cupido, no haré mucho para que eso pase, pero sé que lo amará. Ellos se pertenecen de cierta manera. No sé si sea el tiempo, las circunstancias, mi magia o la suerte, pero algún día ambos se darán cuenta de que deben estar juntos y entonces todo estará bien.
Compartieron una mirada juguetona; Melody pensó en lo extraño que era estar sintiendo ese cosquilleo de sus propias emociones por un cupido que la exasperó cuando recién lo conoció. Descubrió que el amor era un torbellino que revolvía lo ordenado y acomodaba el caos al mismo tiempo, un equilibrio fundamental de la existencia que ella había encontrado en el ser con quien menos era compatible, era una armonía irónicamente desigual que mantenía la energía balanceándose en la dirección correcta para darles vida a ambos.
Si a esa conexión se refería Jacobo al decir que Román y Samantha se pertenecían, a Melody le entró la certeza de ellos dos también lo hacían. Ya no le incomodó la sensación, al contrario, sintió orgullo y plenitud ante la sola idea de que ella era parte de Jacobo tanto como él de sí misma, era algo inesperado pero maravilloso.
***
Hola, amores míos ♥
Mil gracias por tanta paciencia con esta (y todas) novela, mucho lof para todos.
Estaba pensando que ¡ya estamos prácticamente en el capítulo 40! Y que mi plan es no extender esto más de cincuenta (ojo que mis planes nunca salen bien :v) pero noto que muchas cosillas se están resolviendo a la vez que mil otros vergueros vendran. No puedo creer que esta historia que nació como un romance fresón haya llegado por estos lares tan pronto y tan satisfactoriamente. *-*
En fin... me alegra mucho estar escribiendo esta novela ♥
♡ ¿Qué les ha parecido el capítulo? ♡
♥Espero hacer al menos una actualización más antes del 2020 pero no prometo haha, los amo ♥ Bye ♥
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