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36. ➳ La lluvia y los mejores besos ♡

 "Un beso es un truco encantador diseñado por la naturaleza para detener el habla cuando las palabras se vuelven superfluas".
Ingrid Bergman.

***

Cuando Jacobo empezó a abrir los ojos se vio inmerso en una oscuridad tenue, rodeado de sombras y sin sentirse dueño de su propio cuerpo. Parpadeó buscando enfocar el techo hasta que logró saber con certeza que seguía en el despacho de Lilith y que lo habían recostado de par a par en el sillón.

Intentó mover su mano por reflejo y sintió una mano ajena entrelazada, buscó rápidamente a la dueña y Melody notó al fin que estaba despierto. Ella le soltó la mano pero solo para mudarla a sus mejillas y arrodillarse en el suelo para quedar a su altura.

—¿Cómo estás?

A Jacobo le costó encontrar su voz así que carraspeó varias veces antes de responder.

—Algo confundido... —admitió.

—Resumiendo un poco, te desmayaste. ¿Sabías que los cupidos se desmayan? Yo no, es algo nuevo que aprendo. —Jacobo sonrió y Melody le acarició la mejilla con ternura—. Estás bien, lo sé, lo estás... lo estarás. Es casi de noche. Han pasado como cuatro horas desde que te desvaneciste.

—¿Has estado cuatro horas ahí? —Señaló el suelo que lucía incómodo y ella se encogió de hombros—. No debiste.

—Crucé el portal contigo hasta acá y volveré contigo a la tierra —dijo medio en broma—. Ya le dije a mi maestra que si no despertabas para las ocho, te llevaría inconsciente arrastrándote como a un costal de papas.

—No sé si te prefiero así tan dulce conmigo o tan "no me interesa" como antes.

—Las tengo a ambas pero de momento sí me interesa, así que te aguantas. —Jacobo suspiró; lentamente se incorporó para sentarse y haló de la mano a Melody para que ella se sentara a su lado—. ¿Cómo te sientes? Sé que una de las respuestas es abrumado y confundido, pero ¿cómo te sientes?

—Aún me queda cordura, no te preocupes. —Melody lo codeó suavemente—. Estoy bien. Es solo que no sé qué hacer ahora con Marissa. No sé qué hacer con nada, la verdad, pero la prioridad inmediata es ella.

—Te queda aún un poquito de charla con Lilith, ella te dirá. Sé que puede lucir algo inaccesible pero es la más dulce y comprensiva de todas.

—¿De verdad?

—Sí, es un sol.

—Y si ella te crió, ¿por qué no eres siempre como ella? Dulce y comprensiva.

Jacobo rió y Melody lo miró tan complacida que ni pudo fingir una molestia por el comentario.

—Estoy siendo dulce y comprensiva en este momento —defendió—. Aprovecha porque luego te miraré con desdén.

Jacobo tocó la pierna de Melody hasta que ella puso su mano allí encima y ambos suspiraron. La respuesta del cupido salió bajita pero sincera:

—Ambas Melodys me gustan.

Les quedaba para después el charlar sobre temas más personales, ahora no era ni el lugar ni el momento, y menos cuando la puerta fue abierta y ellos por reflejo se soltaron. Lilith ingresó y observó a Jacobo con evidente alivio.

—Despertaste.

—Lo lamento... por esto... —Jacobo agachó la mirada.

—Algo que siempre debes saber es que no eres culpable por sentir lo que sientes. —Lilith los miró con unos ojos intencionados y ambos desviaron la mirada, procurando dejar espacio en el sillón en medio, ocultando lo inocultable—. Es algo que como cupidos deben saber.

Lilith procuraba ocupar sus manos organizando su escritorio —pese a no ser necesario— pero notó de reojo que ambos lucían abochornados y sonrió burlona por dos segundos hasta que recobró su formalidad.

—¿Qué debo hacer ahora, maestra? —preguntó Jacobo.

Lilith suspiró y entrelazó sus manos antes de hablarle.

—Melody, déjanos solos un momento por favor. Puedes esperarlo afuera, no tardamos y ya luego pueden irse.

Lilith encabezaba la larga mesa y estaba de pie junto a su silla, a cada lado había doce sillas y en el otro extremo estaba su compañero también de pie mientras el resto de la reunión guardaba silencio.

Una voz en la mitad de la reunión se alzó con una pregunta simple:

—¿A qué se debe la reunión?

Lilith miró a su compañero y le asintió para que fuera él quien empezase a hablar; la comitiva estaba compuesta por los veinticuatro líderes de la oposición, uno por cada distrito de Skydalle y los dos de los extremos, los líderes de todos.

—Ha habido un cambio repentino de planes —informó el maestro a la cabeza—. Se ha presentado un nuevo movimiento opositor en la Tierra y está creciendo cada día. No podemos dejar que actúen solos pero tampoco podemos lanzarnos ya.

Lilith prosiguió:

—Nos hemos comunicado con la ficha más importante de ese grupo y hasta el momento está dispuesto a colaborar.

—¿Y cuál es el problema entonces? —intervino otra voz.

—Que ese grupo se inició con mentiras de una traidora del pasado.

—Así que ese es el motivo de la reunión —añadió su compañero—, debemos decidir cómo actuar al respecto. Le hemos dado la información al joven que acompaña a la traidora y él ha dicho que nos cree, el problema es que no podemos solo sacar del camino a esa ex cupido así que debemos buscar una manera de trabajar con ella sin que lo sepa.

—¿Quién es, acaso?

Al cupido líder le causó un desagradable estremecimiento esa pregunta porque no le gustaba nada su respuesta. Lilith vio esa indecisión y se adelantó a contestar:

—Marissa Darmín. —Un gruñido de fastidio de parte de la mayoría invadió la sala y Lilith tuvo que esperar unos segundos a que volviera el orden—. Ha liado al joven con mentiras pero ya él lo sabe todo y...

—¡No podemos caminar al lado de Marissa! —la interrumpió alguien a mitad de sala y eso solo desató una lluvia de opiniones en contra.

—¡Esa maldita jamás accederá a trabajar con nosotros!

—¡Ni nosotros con ella!

—¡Ha traicionado a todo el mundo! ¡¿Qué les hace pensar que ahora está de nuestro lado?!

—¡Decía amar a Sandro y fue la primera en tirarlo al agua!

—¡Debieron erradicarla cuando pudieron, no exiliarla!

—¡Ha escogido al primer imbécil que se le atravesó para bajar a la Tierra y complicar todo de nuevo!

—¡Esperará a que ese cupido esté metido hasta el cuello y luego lo exhibirá para que la reciban esta vez en los Altos Mandos!

—¡La historia se repite, Lilith!

—¡Esa bruja no debió salir nunca de Tormenta Fría!

—¡¿Cómo demonios salió de allá?!

Para ese momento más de la mitad de la reunión gritaban al tiempo, haciendo imposible entender ni una sola de las voces. Lilith y su compañero en el otro extremo se miraron en silencio y sincronizaron un suspiro, la verdad era que esperaban esa reacción pero eso no la hacía menos desagradable. Lilith rodeó la mesa con calma y caminó a través de los doce puestos hasta llegar al otro lado, allí se ubicó junto al otro maestro y poco a poco, cada uno de los líderes fue guardando silencio al verlos juntos. Tardó varios minutos para que la calma volviera aunque la tensión era palpable.

—Nos gusta pensar que la organización y serenidad son el corazón de nuestra oposición —empezó Lilith en tono solemne—. No perder la calma al ver injusticias y esperar el momento justo para actuar es lo que hemos hecho por los últimos cuatro años. No estábamos preparados para este cambio de planes pero no vamos a perder la cabeza al respecto.

—Tenemos al chico de nuestro lado y él está físicamente del lado de Marissa así que en lugar de quejarnos por eso, debemos trabajar con lo que se tiene y aprovecharlo. Ellos están reuniendo aliados jóvenes y activos, un campo que nosotros hasta el momento teníamos limitado.

—Bien tonto resultó para aliarse con Marissa —musitó alguien.

El maestro líder se inclinó sobre la mesa, buscó con la mirada al que había hablado, lo miró a los ojos y habló con una calma tan dura que todos los presentes sintieron la tensión.

—Bajo las mentiras todos pueden parecer tontos, eso no quiere decir que lo sean. Lo han engañado pero se ha dado cuenta a tiempo y ahora está con nosotros.

—Él...

—Les guste o no —interrumpió el líder—, así es la situación actual. Les recuerdo que estar acá no es obligación así que si alguno quiere abandonar la oposición, la puerta está abierta.

Se hizo un cortante silencio y todos se miraron entre todos pero ninguno se levantó con intención de irse.

—Tomaré eso como que nadie quiere abandonar —musitó Lilith—. Puede que se nos esté viniendo sobre el tiempo el momento de movernos, pero tenemos la certeza de que no estamos desprevenidos. Si el destino es que busquemos el cambio pronto, así sea, no tenemos miedo y quiero estar segura de que tenemos el apoyo total de cada uno de ustedes.

Todos asintieron.

—¿Podemos conocer al chico? —dijo una voz femenina.

—Por ahora no. Está muy reciente el que supiera de Marissa y no quiero presionarlo. —Lilith suspiró—. Cuando lo consideremos prudente lo traeremos pero primero debemos hablar mucho con él y eso solo lo haremos él y yo. —Señaló a su lado.

—¿Cómo sabemos que es de confiar?

—Es de confiar —aseguró el maestro—. Es uno de los cupidos más nobles y leales que existen. Nunca estará del lado equivocado porque se le ha enseñado a buscar justicia; ahora que sabe que Marissa es lo opuesto a ese concepto, no nos traicionará. Es servil y con todo lo que está pasando, sé que su carácter se fortalecerá cada día más. Jacobo White puede llegar a ser la pieza más importante de esta revolución si se le instruye correctamente.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —respondió la misma voz.

A pesar de todo, Ambrosio sonrió antes de contestar:

—Porque es mi aprendiz y es de los mejores que he tenido.

Cuando Melody y Jacobo bajaron a la tierra ya eran casi las seis de la tarde; Jacobo sabía en dónde era la cita odontológica de Samantha así que la buscó en aquel consultorio de inmediato; Melody había leído que Román le había pedido dos días atrás acompañarla pero Jacobo lucía sorprendido de verlo allí.

—Vinieron juntos —musitó—. Dios, siento que no he estado al pendiente de Sam en siglos.

—Hablaron por mensajes y quedaron de venir —le contó—. Él le dijo que era el fan número uno de su sonrisa y que quería ser el primero en verla sin ortodoncia. Fue muy tierno.

—No le he mirado el celular hace días.

Decir aquello lo hizo pensar en que en realidad desde el sábado en el estadio cuando todo estaba bien entre él y Marissa, no había estado pendiente de su humana casi en absoluto. Entre fingir que nada pasaba y sus propios líos mentales había dejado de lado a su Sam y se sintió culpable de no saber ni siquiera que iba a ir con Román a su cita odontológica.

—Quita esa cara —le pidió Melody—. Solo has estado distraído, no es grave.

En ese momento se habían quedado los dos con Román en la sala de espera pues era obvio que Sam estaba adentro y era mejor solo aguardar ahí afuera. Se quedaron en silencio pero Jacobo pudo suspirar con mucho alivio al saberse lejos de Skydalle y de los problemas por un rato.

Cuando Sam se asomó por el pasillo, Román se puso de pie de inmediato y la miró con una sonrisa tan grande que hizo reír a los dos cupidos. Sam se sonrojó pero no pudo evitar sonreírle de vuelta y mostrar su nueva sonrisa blanca y derecha. A Román se le dilataron las pupilas al verla y emitió un dulce suspiro.

—Se ve realmente bonita —admitió Melody—. Hay que admitir que lo brackets eran feos.

Si a Román le gustó la imagen de Sam, A Jacobo lo había deslumbrado. Verla allí sonriente le sentó de maravilla, era como si no la hubiera visto en mucho tiempo y tenerla cerca le diera tranquilidad. Melody no sabía cuál de los dos estaba más atontado mirándola y blanqueó los ojos.

—Ella siempre ha sido bonita —respondió Jacobo—. Román está embelesado.

Y de hecho no era metafórico; se había quedado observando a Samantha sin decir ni una sola palabra y no dejó de mirarla mientras ella pagaba a la secretaria por la consulta ni cuando iban saliendo en silencio del edificio; no le quitó los ojos de encima hasta que ella le dio un manotazo.

—Soy capaz de ir a decirle al odontólogo que me los ponga de nuevo si no dejas de mirarme así —bromeó.

Román sacudió la cabeza y rió entre dientes. Quería decirle tantas cosas a Sam que al final no le dijo nada porque no quería que ella pensara que solo la llenaba de halagos sin motivo y sin razón.

—Lo siento.

—Se siente tan raro —admitió Sam distraídamente—. Siento los dientes desnudos, ¿no crees que es absurdo? Los siento livianos, me siento vacía —Sam rió—. Pero me siento tan feliz de que ya no estén. Tendré que usar retenedores por mucho tiempo pero esos me los puedo quitar cuando quiera y no sufrir con ellos cuando quiera comerme una manzana o un pedazo de coco. ¿Sabes cuántos brackets perdí con manzanas? No muchos porque luego de la primera vez aprendí, pero era triste no poder cargar manzanas en la mochila porque para comer una necesitaba cortarla en trozos y no era bueno cargar un cuchillo a todas partes. Tengo una compañera que sí lo hace, carga un pequeño cuchillo para sus manzanas por el mismo motivo pero para mí eso es peligroso y en todo caso, ¿no es ilegal? Porte de arma blanca o algo así. Como sea, mañana compraré un coco y luego de pelear con él para destaparlo, lo comeré con el mayor de los gustos. Es un placer que tengo en el olvido y que estoy recuperando... oh, empezó a llover.

Llevaban solo media calle recorrida y una suave brizna empezó a envolverlos; apenas los mojaba, no había muchas gotas pero el viento helado hacía presencia y ambos metieron las manos en sus bolsillos.

—Al menos es suave.

Un trueno sonó y Sam miró a ambos lados.

—¿Deberíamos entrar a un local mientras pasa?

—No. Está muy suave, vamos. No nos mojaremos demasiado y si esperamos se nos hace tarde. —La miró sin dejar de caminar y le sonrió—. Y te debo pizza, ¿recuerdas?

—De acuerdo, pero si llego a mi casa oliendo a perro mojado, será todo responsabilidad tuya. —Una ventisca pasó, alborotando el cabello de Sam y dándoles a cada uno un escalofrío—. Pero podríamos caminar un poco más rápido.

El tono bromista hizo sonreír a Román pero sí aceleraron el paso.

Una calle más allá, las gotas empezaron a ser más pesadas pero no tanto como para correr así que siguieron; iban pasando por un sector de edificios que al usarse como bodegas no tenían locales de nada y entonces la lluvia aumentó en unos segundos pasando de una llovizna a un aguacero. Román tomó la mano de Sam y echó a correr buscando refugio hasta que una calle más allá encontraron una tienda ya cerrada pero que tenía un toldillo externo lo suficientemente grande para refugiarlos.

Al momento de detenerse estaban empapados y jadeantes; Román al ver a Sam con su gesto enojado no pudo sino reír.

—No es divertido —dijo Sam en tono alto para hacerse oír a través de la lluvia. Se habían ubicado en todo el centro del toldillo porque el agua caía tan fuerte que alcanzaba a salpicarlos desde todas las direcciones—. Y es tu culpa.

—Oye, yo no mandé llover —defendió Román en medio de una carcajada.

—Si hubiéramos esperado donde aún había tiendas no estaríamos escurriendo. —Sam refunfuñando se quitó las gafas por las que ya no veía nada y las dejó en sus manos porque no tenía nada seco con qué quitarles el agua—. Y ahora no veo. Genial. Bueno, sí veo, pero borroso. Ver también es un lujo para personas como yo y la lluvia nos lo quita. Y sí es tu culpa.

—Vamos, no te enojes. —Era gracioso ver a Sam enfurruñada porque su nariz se arrugaba en un tierno puchero y Román imaginó que se estaba aguantando las ganas de patalear el suelo con sus tenis azules—. Ven te ayudo.

Se acercó a ella y le pasó la mano por el cabello en un intento tonto y juguetón de quitarle el exceso de agua. La humedad le había quitado a Sam su frizz así que ahora solo tenía mechones rojos colgando pesados sobre sus hombros y cara. Pasó las manos bruscamente tantas veces por su cabeza como si estuviera quitando el agua de una mesa que finalmente la hizo reír ante la tosquedad.

Román se dio por servido y dejó de pasar su mano pero no la alejó, al contrario, empezó a pasarla por las mejillas de Sam fingiendo también que estaba secándola. Sam le sonrió levemente y se quedó mirándolo... o parpadeándole porque era ya raro para ella no ver con claridad. Sus manos estaba frías, heladas, pero le daban una calidez curiosa a su rostro; con las manos húmedas era improbable que secara nada pero Román no desistió y en un momento dejó ambas palmas quietas, solo acunando el mentón de Sam. Ella se había rezagado contra el portón de la tienda cerrada y ahora él estaba demasiado cerca de ella, ambos envueltos por la ensordecedora caída del agua a su alrededor.

—Tienes la piel más linda del mundo.

—Estabas demorado en dar tu primer halago de la tarde —le respondió Sam sonriendo.

—Se me han ocurrido muchos pero como dijiste que no me crees todos pues me los guardo.

Román no había quitado sus manos de las mejillas de Sam y ya no quedaba espacio entre sus cuerpos; dentro de sus mentes el aguacero era una excusa para estar tan cerquita sin que fuera incómodo, además que era cierto que ambos temblaban por el frío. Sam sintió sus propias manos congeladas y como tenía tan cerca a Román, subió sus manos a su cintura y las dejó allí apoyadas, sosteniendo con una sus gafas.

—Que no te crea no quiere decir que no me guste escucharlos.

Román estaba tan próximo que no se veía tan borroso a los ojos de Sam y quiso pedirle que se acercara aún más para más claridad pero se abstuvo; temía decir una tontería como siempre.

—Entonces te digo que estás hermosa. Que tu sonrisa es divina. Que aunque veas borroso, me encantan sus ojos.

—Creí que te gustaban más mis gafas.

—Me gustan más tus labios.

Román solo tuvo que dar un impulso diminuto para besarla y Sam lo agradeció devolviéndoselo, rodeando con más confianza su cintura y saboreando sus labios con tranquilidad pese al agua que caía torrencialmente a su alrededor. ¿Eso contaba como beso bajo la lluvia? Porque Sam siempre encontró el concepto muy romántico y ahora pensaba que podía tachar eso de su lista imaginaria de cosas que hacer en la vida.

Román movió una de sus manos de la mejilla a la nuca de Sam y no se apresuró en nada, la besó despacio, mordió suavemente su labio inferior para luego soltarlo y sonreír antes de besarla de nuevo. Sam no sentía incomodidad alguna, no tenía reparos ni el temor de estar haciendo algo mal, solo quería sonreír y seguir ahí con sus labios moviéndose sobre los de Román por siempre. Era un momento tan perfecto que desearon que no dejase de llover en un buen rato pues el frío, el ruido y el lugar donde nadie los vería les quitaba la vergüenza, las dudas y el aliento.

Para Samantha era un beso especial, demasiado especial porque le desataba varios de los nudos que su corazón había hecho, le respondía a sus preguntas sobre qué sentía por Román y a su vez, le daba la comprensión que buscaba con respecto al beso de Mario.

Era muy distinto porque Mario fue arrebatado y fue impulsivo, no algo malo, claro, porque ella lo había disfrutado pero asimismo como le había gustado, le había sembrado dudas de si la expectativa que ella tenía en su mente de él era igual que la realidad de besarlo. Y no; por más que buscara evadirlo, la verdad era que no, no había tenido fuegos artificiales, no había tenido esa explosión de emoción positiva, no había tenido la sensación de un sueño hecho realidad ni se había enamorado de él como pensó que sería cuando la besara.

Todo lo que sintió en los labios de Mario había sido físico, reacción de sus hormonas no de sus emociones.

En cambio con Román... la palabra impulsivo no cabía en su nombre y su boca era tan mágica sobre la de ella como solo el anhelo puede ser. Su forma de besarla no era tan superficial como tocar sus labios con los suyos y ya, eran más que eso, eran besos que hablaban y que le decían con su toque lo mucho que a él importaba y más importante aún, los labios de Sam le contestaban en cada suspiro que ahí encajaban, que ahí era donde debía estar.

La sensación que Sam tenía de perder a Mario luego de besarlo había sido sumamente desagradable pero aún con todo cuando pensaba en su manera de pedirle disculpas o de intentar arreglar la situación, no se veía a sí misma teniendo una relación con él o ni siquiera besándolo una vez más. Quería disculparse y recuperarlo pero como su mejor amigo, como el apoyo que siempre había sido y eso era algo que aunque la hacía sentir muy mal, era la verdad.

Esa era la diferencia.

Con Román no quería perder la amistad tampoco pero deseaba besarlo todos los días. No veía un camino viable donde ella —con la imagen que tenía de sí misma— pudiera tener estabilidad con alguien como Román pero lo deseaba, sí. Dios, lo deseaba mucho, quería tenerlo siempre a su lado y aunque iba a tener todo el tiempo del mundo para convencerse de que eso no les convenía por mil motivos, en ese momento bajo el toldillo no le importaba.

Así que Sam resolvió sus dudas. Román le gustaba, le encantaba, lo quería, era él quien le despertaba mariposas, colibríes y pirotecnia, él era todo, simplemente todo.

Tras unos largos segundos Román separó su rostro del de Sam y tardó en abrir los ojos, pero cuando lo hizo y para su sorpresa, Sam ya lo estaba mirando con unos ojos grandes y vivos y una enorme sonrisa en la cara. Tenía el mismo gesto que usó en el orfanato luego de terminar su acto y Román se sintió tan enamorado como podía.

—¿Mandaste llover solo para traerme acá y besarme? —bromeó Sam, emocionada por su propia revelación interna.

Román le sonrió y asintió con la cabeza.

—Sí. La madre naturaleza es benevolente con los buenos samaritanos así que me dijo que sí. —Román ladeó la cara como si fuera a hablar con alguien a su lado, pero ahí solo estaba la calle empapada y aún con aguacero—. ¡Que gracias, funcionó muy bien, Madre naturaleza!

Sam soltó una carcajada sin desenredar sus manos de la cintura de Román. Él volvió a mirarla y se acercó para rozar su nariz con la de ella. Había colgado sus brazos a sus hombros y deseaba sostenerla allí por siempre.

—No ha dejado de llover —comentó Sam—. Yo opino que el cielo quiere que me beses de nuevo.

—No voy a enfurecer al cielo entonces.

Jacobo y Melody miraban —cada uno desde una esquina diferente— cómo sus humanos se besaban de nuevo. El corrientazo no dio espera entre ellos cuando hubo el primer roce de labios entre Sam y Román así que por obligación tuvieron que guardar varios metros de distancia y solo observarlos con ternura... aunque a decir verdad les tomaba más tiempo aún mirarse el uno al otro.

Jacobo salió de debajo del toldillo, total el agua no le afectaba demasiado en la tierra y caminó hasta la calle de enfrente donde se encontró con Melody. El agua los traspasaba y era curioso cómo entre ellos se podían tocar como si fueran sólidos pero para el resto del mundo eran como humo. A esa distancia ya no los afectó ningún corrientazo y apenas lograban ver la espalda de Román que tapaba el cuerpo de Sam.

—Y... eso es todo, Román ya está perdido —aseguró Melody con un tono de voz no del tono alegre—. No logro entender aún.

—¿El qué?

—Esto —Melody señaló a la parejita que entre risitas se hablaban bajo el toldillo—. Es que es tan estúpidamente obvio que quieren estar juntos pero ¿entonces? ¿qué pasa ahí?

—Es por Sam —admitió Jacobo—. La vez pasada le dijo a su amiga que sentía que Román merecía a alguien mejor que ella. Mientras mi Sam siga viendo eso así, no se dejará llevar con Román.

—Lo está haciendo. —Los señaló de nuevo—. Se besan, se abrazan, se enamoran, Jacobo, no comprendo.

—Su corazón se deja llevar, pero es su mente la que siempre la frena.

—¿Y a qué lleva eso entonces? ¿mañana serán de nuevo solo amigos y algún día se besarán de nuevo, todo bello y luego de nuevo amigos? ¿es eso lógico?

—No, no lo es. —Jacobo los observó y luego miró a su compañera, él no tenía ni media respuesta, solo apuestas a suposiciones de momento vacías, sin embargo le contestó con sinceridad—. Hago lo que puedo y lo seguiré haciendo. Necesito la manera en que Sam acepte que necesita más que amor en su vida. No tengo ni la más remota idea de cómo pero mientras pueda, no me rendiré.

—Y Román puede sufrir mientras tanto —respondió bajito, con resignación—. Lo peor es que así él lo quiere. Sé que si yo le dijera en este momento que sufrirá por ella, diría que no importa, que lo arriesga todo.

—Alguien me dijo que el amor era arriesgar todo con los ojos cerrados. —Melody le sonrió con afecto—. Es muy sabia, así que eso es cierto.

Guardaron silencio por varios segundos. Ya no había luz de día y las farolas de la calle revelaban las gotas mientras caían dando una imagen chispeante que resultó arrulladora.

—¿Qué se sentirá besar sin electrocutarse? —murmuró Melody sin aparente interés, mirando a Román que le sonreía a Sam y cada tanto le robaba un beso de medio segundo.

Jacobo rió entre dientes.

—No sé, nunca lo he hecho.

—Debe ser bonito —aventuró Melody.

—Sí, debe ser bonito —concordó. 

Hola, amores míos <3

Les confieso que a partir de acá no tengo nada más escrito (pese a que sí tengo claro cómo sigue la novela) pero todo esto me ha salido tan dulce y bello que temo que mi vena malvada aparezca pronto a armar desvergue xD 

¿Qué les pareció el capítulo? ♥

Les agradezco mucho seguir acá y emocionarse tanto como yo con mis chicos ♥

➳ Nos leemos pronto ♡

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