34. ➳ Si no responde la mente, que lo haga el corazón ♡
"Quizá solo se trate de encontrar a quien te sigue mirando cuando tú cierras los ojos".
Elvira Sastre
***
Cuando Jacobo subió a Skydalle para cumplirle su cita a Lilith ya no iba alterado ni con el prejuicio de que le iban a mentir, se repitió hasta el cansancio que debía tener la mente abierta y creer en pruebas si era que se las daban. De momento seguía estando del lado de Marissa, al haberla visto a los ojos todo el día anterior no sintió desconfianza alguna y se quiso aferrar a esa sensación que le transmitía para quitarse el miedo de descubrir algo malo.
Llegó al parque donde habían acordado y tomó asiento en una banca en todo el centro, esperando ilusamente que Lilith no lo viera o que no apareciera.
Sí lo hizo, llegó unos segundos después... con Melody.
Jacobo palideció y enfocó su concentración solo en ella con ganas de preguntarle qué hacía allí... luego recordó en medio segundo que Melody le había dicho en algún momento que su maestra se llamaba Lilith y se sintió tonto de no haber relacionado antes una cosa con otra.
El siguiente sentimiento fue la sorpresa, ¿Melody hacía parte de sus aliados? Ella nunca le había mencionado algo similar aunque a decir verdad no es que ella hubiera demostrado que confiara en él de modo alguno. Tuvo tantas preguntas atoradas en la garganta que se quedó sin una sola palabra en la lengua.
—¿Cómo estás, Jacobo? —Saludó Lilith con dulzura. Jacobo logró despegar su atención de la mirada dura de Melody y la observó—. Te veo más tranquilo.
—Así es. Me disculpo si fui grosero la otra noche —dijo con sinceridad.
—Es comprensible, no hay problema. Creo que ya conoces a Melody. —La señaló innecesariamente—. Ella es aprendiz mía y hoy te llevará a buscar la información que te prometí.
—¿Tú no irás? —inquirió Jacobo.
Lilith pulió un gesto de disculpa.
—No, lo lamento. Sigo siendo maestra activa y tengo que estar con mi alumno, tiene menos de un añito y es inquieto. —Lilith rió afablemente para endulzar el ambiente y luego miró a Melody—. Debo irme. Ya sabes cómo llegar, gracias, Melody.
—Con gusto, maestra.
Lilith se alejó y Melody fulminó a Jacobo con la mirada por dos segundos y luego echó a caminar sin decir nada, era evidente que él debía seguirla. Anduvieron varios metros en silencio, ella furiosa y él avergonzado, hasta que Jacobo se decidió a decir algo.
—Melody, puedo explicarlo.
—Puedes, pero no me interesa la explicación.
Caminaba tan rápido que Jacobo debía casi trotar para llevarle el paso, siempre era lo mismo, ella enojada y él detrás intentando hablar, aunque en este caso sí era justificada la situación.
—Yo solo intentaba...
—Vamos a ser claros, Jacobo —dijo, deteniéndose junto a una esquina y mirándolo fijamente—. Tú estás metido en un intento de revuelta con Marissa, cuando te pregunté me lo negaste pero dijiste confiar en mí. ¿Comprendes que mentiste o te haces el tonto que no entiende nada? Apuesto a que siempre supiste dónde estaba el almacén y que solo fingías andar tan confundido. Lilith es mi maestra y me ha pedido un sencillo favor: llevarte a una biblioteca, eso es lo que haré y dejaremos el tema hasta acá.
—Déjame hablar, por favor —pidió Jacobo. Melody blanqueó los ojos pero se quedó en su lugar, esperando que continuara, sabía que de negarse tendría la insistencia del fastidioso por el resto del día y de verdad quería acabar con eso ya—. No te he mentido... bueno, sí, pero no con todo, solo con lo de Marissa. No te lo dije no porque no confiara en ti sino porque...
Jacobo se calló al sentir demasiado pesadas las palabras que quería decir. Se mordió el labio y desvió la mirada.
—Sigo esperando, Jacobo.
El cupido tragó saliva y entreabrió los labios.
—Porque sé que lo que hago con Marissa no es correcto, sé que es ilegal y que puede salir muy mal y... y no quería que cambiaras la imagen que tienes de mí.
—Es decir que querías seguir viéndome la cara de tonta.
—¡No! —Jacobo resopló—. Me... me importas, Melody y no... no quería decepcionarte. Si te decía todo ibas a... bueno, es que el Jacobo que he sido contigo desde que te conozco es el que soy de verdad y no quiero que pienses distinto de mí. Todo esto lo hago por Sam y por... no sé, desesperación, ¿entiendes? No es como que la vena rebelde esté en mi cuerpo, solo... yo solo quería ayuda y cuando me di cuenta ya estaba metido en los rumores, en una posible revuelta, en problemas. Marissa me dijo muchas cosas que me terminaron de convencer de que esto era correcto y aunque no creo del todo que esté haciendo las cosas al derecho, me alienta la idea de ayudar a Sam y a todos los humanos. Y ahora tu maestra me dice que Marissa miente y... no sé qué pensar, no sé qué hacer y el único punto seguro que tengo para confiar eres tú. Te lo juro.
Melody miró a Jacobo con ojos compasivos y sí le creía aunque su exterior no lo demostrara pues seguía con su gesto furioso. La convicción de su voz, sumado a su aspecto que encajaba con sus palabras, le hacían creerle todo. Lucía cansado, ojeroso y desesperado, sus ojos habían perdido esa chispa infantil y su cabello estaba menos brillante, andaba más encorvado y cayó en cuenta de que últimamente verle a Jacobo una sonrisa era más inusual que una sonrisa propia; a Melody le afectó ser consciente de lo mal que estaba Jacobo.
—Te lo pregunté esta mañana y me lo negaste —recriminó.
—Después de que tu maestra me buscó y me dijo todo eso, fui realista sobre el problema y la magnitud de la situación en la que estoy y cuando me preguntaste solo pensé que si te decía la verdad, te metería en problemas a ti. No te lo dije por eso.
Melody suspiró y sin decir nada siguió caminando aunque esta vez despacio, con calma, no como si quisiera llegar corriendo e irse pronto. Jacobo tomó eso como que ya no estaba furiosa y prefirió no decir nada más.
Cuando llegaron a la biblioteca, que por fuera era un terrible y destrozado edificio, Jacobo empezó a temblar. Por un segundo temió que fuera una trampa y que del otro lado estaría Ambrosio o los Altos Mandos dispuestos a encerrarlo por siempre.
—Es acá.
—¿En este edificio en ruinas? —Jacobo lo miró de arriba abajo y dio un paso atrás—. ¿Por qué todos los lugares a los que me llevas tienen entradas así?
Melody medio sonrió.
—Puedes poner en el buzón de sugerencias que sería bueno poner un almacén ilegal y una biblioteca clandestina en el centro de Corazonia con mucha luz y letreros neones para que su majestad Jacobo no se asuste.
A Jacobo lo reconfortó escuchar su tono sarcástico y cruzó con ella la primera puerta que, oh sorpresa, lo llevaba a una oscuridad total. Se rezagó contra una pared, los nervios le ganaban. No veía ni una silueta de su propia mano y logró escuchar su propia respiración.
—¿Jacobo?
—Emmm... no veo nada.
—Habla.
—¿Qué quieres que...? —Eso era suficiente, la voz solo era para ubicarlo bien y al Melody tenerlo al lado tanteó su hombro y lo tocó—. Hola.
En la oscuridad Melody blanqueó los ojos. Bajó la mano lentamente por el brazo y el antebrazo de Jacobo hasta dar con su mano y lo tomó... por la muñeca como si llevara a un niño de dos años a cruzar la calle, pero al cupido le agradó el gesto y su toque.
—Trata de no enredar los pies.
—No prometo nada.
—¿Alguien quiere decir algo al respecto?
La profesora de filosofía esperó con calma por varios segundos y al final irremediablemente miró a Samantha, a los dos minutos ya más de media clase la miraba también; Sam siempre opinaba algo extenso, siempre, sin falta y ahora estaba callada mirando distraídamente su cuaderno. Cuando sintió las miradas levantó el mentón, aclaró la garganta y negó con la cabeza. La profesora lucía decepcionada pero siguió con su clase sin contratiempos, quizás hoy no tenía ganas de participar.
Sam estaba preparando mentalmente su charla con el director; le había pedido a primera hora un momento de su tiempo y él le aseguró que a mediodía podrían hablar durante la hora de receso. Sam iba a proponerle la idea de Salud Emocional. Había investigado en internet sobre el tema y resultó que en colegios privados era casi indispensable pero para los públicos resultaba ser complicado ya que se consideraba un "gasto prescindible" que el gobierno no tomaba nunca en cuenta.
Aparte de eso, había leído mucho sobre las ventajas de ese tipo de sesiones en los colegios, incluso desde la primaria. Leyó que así como la comida saludable era necesaria para una buena vida, era importante tener salud mental y que no debe tomarse el tema como algo que todos tienen predeterminado, que no todos los que lucen bien lo están y que había que dejar de tapar tanto los problemas emocionales. Ella misma no se veía capaz aún de dejar sus propios líos a los cuatro vientos pero quería que al menos alguien les hablara con claridad y sin vergüenza del tema, quizás así algún día ella misma y todos los demás no se sentirían avergonzados de tener emociones diferentes como un ser humano normal.
Ya tenía sus argumentos preparados, todos sólidos, fundamentados e incluso iba a romper su auto voto de silencio e iba a decirle al director sobre varias problemáticas que ella veía en sus compañeros pero que nadie mencionaba en voz alta. Sabía lo complejo que podía resultar llevar a cabo la idea pues contratar un psicólogo no se hacía así no más pero esperaba que con paciencia e insistencia se lograría.
Cuando Sam y Lisa salieron del salón de filosofía, Sam seguía en su silencio y su amiga no pudo aguantar más la curiosidad.
—Vale, Sam, ¿qué te pasa?
—¿Qué me pasa de qué?
—Desde que te subiste al bus esta mañana has estado demasiado callada y eso no es normal. ¿Todo bien? ¿pasó algo en tu casa? ¿te sientes mal?
—Nada ha pasado. —Sam rió—. No, Lisa, no te preocupes. Hablaré más tarde con el director y estoy ansiosa, eso es todo.
—¿Sobre qué?
—No te diré aún, pero si todo sale bien, lo sabrás.
Del otro lado del pasillo venía Franco con Emily, iban enganchados del brazo y él iba tan sonriente que hasta Sam pudo sentir cómo el corazón de Lisa picó. El día en que se decidió a declararse, él le había dicho que solo la veía como una amiga y que lo disculpara; Lisa estuvo bien con eso hasta que se supo que el motivo real de su rechazo era que él ya tenía un nombre grabado en corazón. Ver al que creía amar amando a otra persona la hería cada día pero en pro de mantener su amistad con él, lo disimulaba... con todos, menos con Sam que lo sabía todo.
Franco las vio al pasar y les sonrió a modo de saludo, Emily también lo hizo y Lisa torció la boca con tristeza pero con resignación.
—¿Tienes alguna idea de más o menos por cuánto tiempo me seguirá doliendo?
Acompañó su pregunta con una sonrisa burlona aunque el dolor de amores era real.
—Algo curioso: sobre temas del amor no tengo realmente datos curiosos o algo qué decir.
—He hallado el tema que logra hacer callar a Samantha —dijo Lisa con solemnidad y ambas rieron—. Si lo patento, puedo hacer una fortuna.
—Pues apúrate porque alguien te puede ganar. —Sam suspiró y Lisa se colgó de su brazo—. No te preocupes por esas cosas, el amor muere en algún momento.
—Para ser alguien que no tiene nada qué decir del amor eres muy pesimista.
—Muere el amor no correspondido, me refiero. Franco te daba maripositas porque tenías una ilusión fantasma con él pero ahora que con la verdad no las mantiene volando, morirán eventualmente. Es el ciclo del amor.
Sam pensó en Mario y se preguntó si aún habrían maripositas dentro de ella que volaran con su nombre. No tuvo respuesta y dejó pasar el tema, debía mejor concentrarse en lo que le diría al director.
—Sí tienes cosas que decir sobre el amor —recriminó Lisa—. Y suenan mejores que las mías.
—¿Cuáles son las tuyas?
—Que los hombres son un asco y que moriré soltera.
—Y háblame de pesimismo.
Ambas rieron. A su manera llevaban una carga en el corazón, Sam sabiendo la de Lisa y guardándose la suya para ella sola, pero era un peso al fin y al cabo, sin embargo, bromear con una amiga sobre lo malo resultaba ser mejor que quejarse al respecto.
Jacobo y Melody estaban en uno de los pequeños cubículos de la biblioteca, él mirando el libro cerrado que le dio el encargado con el caso de Sandro y ella solo estaba ojeando un periódico sin mucho interés. Melody vio de reojo cómo una gota caía desde el párpado de Jacobo y levantó su mentón sin nada de disimulo para verlo más claramente: estaba llorando en silencio pero no parecía estar leyendo nada.
Melody no sabía realmente nada sobre Marissa ni su caso con el tal Sandro pero sí sabía con certeza que Jacobo ya le había tomado mucho cariño, se le notaba, así que no era sorpresa que leer algo malo sobre ella lo afectara tanto. No sabía si era prudente y correcto consolarlo o no, o si solo debía dejarle claro en nombre de Lilith un "te lo dije".
Melody tenía mucha curiosidad y quería preguntar qué le había dicho ella o qué sentía pero le pareció inapropiado de momento, él necesitaba asimilar varias cosas y atosigarlo con preguntas no haría nada bueno, además de que ni siquiera había abierto el libro.
Sin darse cuenta se quedó mirándolo fijamente hasta que logró distinguir cada sombra que la luz sobre ellos le daba a su cara, él parecía no percatarse al estar demasiado inmerso en su propia mente y Melody aprovechó eso para no desviar la mirada ni un segundo; no pensaba en nada realmente, solo que acababa de descubrir que le gustaba mirarlo y tenerlo cerca.
Luego de varios minutos así, Jacobo alejó bruscamente el libro, sobresaltando a Melody que lo disimuló acomodándose en su silla.
—Me quiero ir ahora —manifestó.
—No has leído nada —objetó ella—. ¿O sí?
—No, pero no quiero. Me quiero ir.
—¿Estás seguro de...?
—Solo sácame de aquí.
Su tono desesperado no daba pie a contradecirlo, Melody imaginó que sus opciones eran sacarlo ya, o él haría un espectáculo en la silenciosa biblioteca. Ambos se pusieron de pie y Melody fue a devolver el libro de expedientes intacto, se encontró con Jacobo en la puerta que daba a las escaleras de subida y esta vez el cupido casi trotó hacia la salida en la oscuridad.
Cuando estuvieron afuera, se recostó contra la pared e inclinó la cabeza hacia abajo, respirando profundamente como si allá abajo no tuviera ni una gota de aire y estuviera compensando; Melody dudó sobre cómo proceder y solo pudo acercarse cautelosa a él pero sin tocarlo.
—Obviamente no estás bien, así que no lo preguntaré tontamente —empezó—. Así que... ¿qué quieres hacer ahora?
Su tono monocorde de siempre fue casi un polo a tierra para Jacobo, se recordó que no estaba allí solo y aunque sabía que Melody no era precisamente el tipo de cupido al que se va a buscar consuelo, le alegraba tenerla ahí.
—Pensar.
—De acuerdo. Te llevo entonces hasta Corazonia y ya ahí puedes estar solo y pensar. Supongo que Lilith nos enviará de nuevo porque no leíste nada, pero mientras tanto...
—No. —Jacobo levantó la mirada y se despegó de la pared para acercarse a Melody—. Ya vendré a hablar con tu maestra después, pero ahora no quiero saber nada. Llévame a donde quieras, pero no te vayas, no me dejes solo.
Melody se sorprendió de lo mucho que la voz lastimera de Jacobo podía calar en ella, se sintió rota de verlo roto pero ella tenía la capacidad de mostrarse fuerte para apoyar y esa fortaleza era lo que hacía que Jacobo se sintiera tan atraído. Él mismo se consideraba débil y desorientado, sin embargo siempre que estaba con Melody estaba en su lugar seguro. Y eso era justo lo que él necesitaba en ese momento.
—Entonces sé a dónde podemos ir —aseguró Melody—. Es un lugar mágico para pensar.
La barrita para escribir titilaba en el chat de Mario mientras Sam se debatía entre mandarle un mensaje o no; no era orgullo lo que la detenía sino vergüenza con él pero más allá de todo eso estaba la certeza de que a largo plazo no podría hacerse a la idea de que Mario ya no fuera su amigo. Su indecisión para iniciar la conversación nacía de no saber qué decirle en sí, una disculpa le parecía insuficiente pero no tenía ni idea de qué más podría ser.
Tenía ya preparado un "hola" para al menos saber si él la iba a ignorar o no, cuando recibió un mensaje de otro chat. Sam medio sonrió al ver que era Román.
Negro: Qué tal tu examen?
Sam: Estuvo bien. Tu fe ha funcionado, no creo reprobar.
Negro: Te lo dije. Qué haces?
Sam miró su cama donde estaban regados dos cuadernos, varios colores, su chaqueta y una sopa de letras a medio resolver. Pensó tontamente que ese desorden era una representación gráfica de su corazón en ese momento.
Sam: Tareas. Y me ahogo en desorden de mi cama, jaja. Y tú?
Negro: Pensarte me toma mucho tiempo, lo admito, pero aparte de eso estoy nadando en desorden también. Estoy organizando ropa porque según mi mamá ya tengo muchas cosas que no me quedan y que se pueden regalar.
Sam: Estás en el estirón de la adolescencia donde dejas mucha ropa ya pequeña.
Negro: Eso parece. Al menos ya quedé alto y achicada ya no hay.
Sam: Eso es buenísimo jaja
Negro: Quieres descansar un poco? Sal a la ventana.
Sam apretó los labios con más indecisión de la que le gustaría pero al tiempo se dijo que estaba bien, de todas maneras no lo iba a tener tan cerca si solo se veían desde la escalera de emergencia, no había riesgo de decir o sentir alguna estupidez a esa distancia.
Sam: Voy
Cuando se asomó y de a poco sacó el cuerpo, Román ya estaba sentado en el soporte metálico y miraba hacia arriba para llegar a Sam. Ella se sentó igualmente y observó su teléfono cuando este vibró.
Negro: Te he dicho que tus pantuflas me parecen lindas?
Sam sonrió y se miró los pies donde adornaban unas garritas felpudas marrones, regalo reciente de su padre —pues las compró con el dinero que él le dio—. Miró a Román una vez antes de devolverle el mensaje.
Sam: Verdad que son divinas? Había unas en blanco que eran más preciosas pero pensé que el blanco era muy guarda mugre así que naahh, mejor las marrones.
Negro: Lo único más precioso que las garritas marrones es su dueña
Sam blanqueó los ojos pero varias maripositas se empezaron a adueñar de su respirar.
Sam: No te cansas nunca de ser tan coqueto?
Negro: Ni que coqueteara corriendo jaja
Sam: Claro, sentado no te cansas jamás
Negro: Además, solo es contigo, no me cansaría.
Sam bajó la mirada y logró ver cómo Román le guiñaba un ojo sin perder su sonrisa ladeada. Entre tantas cosas que Sam leía —en libros, blogs, internet, google, volantes, folletos o cualquier cosa con palabras escritas—, había visto alguna vez la afirmación de que entre más una persona te gusta, más cosas bonitas le encuentras y mientras miraba a Román se convencía de que eso era más que un divague de una romántica patética que lo dijo para que sonara inspirador.
Era cierto. Con cada día que pasaba Sam le encontraba a Román un nuevo gesto, una nueva curvatura de los labios, un nuevo lunar camuflado en su piel o un nuevo contraste maravilloso de su piel con el color que llevara en la camiseta. Era una sensación demasiado nueva y confusa para ella pues con Mario nunca se había detenido a analizar esos pequeños detalles, lo conocía de siempre así que su cerebro no creía que hubiera nada nuevo qué memorizar.
Cuando habían ido al orfanato unos días atrás algo había cambiado en la manera en que Sam percibía a Román; no era algo en lo que hubiera querido pensar pero de hacerlo no se lo podía negar. Cuando él le dijo que la consideraba maravillosa le llegó tan profundo al corazón que ahora sentía que le creería casi todo lo que le dijera aunque antaño pensara que eran palabras bonitas nada más.
Por eso le gustaba y disfrutaba tanto de sus halagos; la sonrojaban y no le dejaban la mente clara pero le encantaban cuando venían de él. Lo más curioso es que a su vez esa forma de ser de Román con ella la hacía querer coquetearle también, cosa rara, nueva y agradable.
Sam: De tanto que me halagas, terminaré creyéndolo todo
Negro: O sea que no me crees hasta el momento?
Sam: Soy escéptica
Negro: Escéptica? Literalmente me has hablado de aliens y de un rey submarino que nos matará.
Sam: No mezcles halagos con aliens, no es buena idea.
Samantha se rió y se reacomodó en la incómoda superficie fría y metálica.
Negro: Aguantas otro halago ya o dejo para mañana?
Sam agradeció mucho que solo estuvieran hablando por mensajes, era la única manera en que ella podía llevar una conversación sin transmitir mil palabras por minuto porque se cansaba escribiendo. Así al menos no aburría a la gente y bajaba la probabilidad de meter la pata o avergonzarse.
Sam: Uno solo y que sea pequeñito
Negro: Desde el sábado me he vuelto fan número uno de tu sonrisa
Sam: Pues te tengo una noticia y no sé si es buena o mala: en dos días mi sonrisa cambia. Me van a quitar los brackets.
El rostro de Román mostró una alegre sorpresa y le fue contagiada a Sam que realmente estaba contenta con ese próximo cambio. Se le había alargado un par de semanas más de lo planeado el tratamiento pero por fin se iba a librar de él.
Negro: Cuándo es? La hora, pues. Puedo ir? Por favor?
Sam arrugó la frente con extrañeza.
Sam: Quieres ir a mi cita odontológica? Jaja, por qué?
Negro: Como fan número uno de esa sonrisa, tengo derecho a verla sin ortodoncia primero. Lo dice en la Constitución.
Cuando Sam lo miró él asintió solemne dejando claro que no hablaba en broma y a ella le pareció encantador.
Sam: Miércoles a las cinco. Es acá cerca, podemos ir caminando y solo tardamos unos quince minutos.
Negro: Es una cita entonces ♥
Sam: Sí, odontológica xD
Negro: Claro, odontológica... pero si después, por mera casualidad de la vida nos estrellamos por ejemplo, no sé, con la pizzería de Marco's podríamos entrar un momento y quizás comer algo... por casualidad.
A Sam se le aceleró el corazón cuando la lógica la llevó a que Román le estaba pidiendo una cita y no odontológica; se olvidó de momento de sus enredos emocionales porque no había mejor solución instantánea que la sonrisa inevitable que se le estampó en el rostro por la propuesta. Tuvo que echar para atrás un poco la cabeza intentando que Román desde abajo no lograse ver su expresión tan evidente, eso le daría vergüenza.
Sam: Si por casualidad nos estrellamos con ese local, puede ser.
Melody había llevado a Jacobo a una gran iglesia cerca del edificio donde vivía Román, más específicamente, lo llevó a lo alto del amplio campanario donde un bordillo les servía de asiento. Al menos ningún cupido le temía a las alturas y en todo caso si cayeran no pasaría gran cosa, en Tierra ellos eran como entes fantasmales y los fantasmas no mueren.
El sol seguía en lo alto y desde su posición no se lograba escuchar ninguna voz humana allá abajo; la perspectiva dejaba ver edificios, árboles, un parque, las vías de autos y un reconfortante vacío bajo sus pies colgantes.
—Una iglesia —musitó Jacobo cuando terminaron de sentarse.
Melody sonrió.
—Sí, pero no por los motivos religiosos humanos, es solo que me gusta la altura, la vista. Cuando llegué descubrí que Román venía con frecuencia y se las ingeniaba para subir al campanario, el Padre es amigo de su madre así que siempre lo dejaba pasar con la condición de que no moviera nada y que no le dijera a nadie. No se sentaba acá, claro, pero se asomaba por este bordillo a mirar abajo y pensar.
—¿Actualmente sube también?
—No tan seguido, pero sí de vez en cuando. No le agrada asistir a las misas con sus padres pero creo que cuando viene hace algo así como orar al cielo, cada quien adora a su manera y yo respeto eso sin cuestionarlo.
Jacobo asintió comprensivo y dejó su mirada en el horizonte, el cielo estaba despejado, tan azul que le daba calma, tan azul que solo en la Tierra se podía apreciar así. Suspiró, escuchando solo el murmullo comunal e inentendible del mundo a sus pies y el del viento rodeando sus oídos. Quería hablar, quería desahogarse pero no sabía si a Melody le molestaría.
—¿Cómo vas con tu misión? —le preguntó mientras buscaba cómo sacar el tema—. ¿Cuánto tiempo te queda?
—Poco más de dos meses. —Melody suspiró—. No sé si lo vaya a flechar cuando el tiempo acabe. No sé ni siquiera si es necesario. —Jacobo percibió el tono triste de sus palabras—. Él está a medio beso de enamorarse de Samantha.
—Quisiera decir que eso me alegra, pero no lo hace. Sea con Sam o no, no me gusta pensar en los amores no correspondidos. Es muy injusto, ¿no te parece? Es inevitable y nadie tiene la culpa, pero no deja de ser injusto. Román está amando cada parte de Sam y ella no logra darle la misma retribución. No sé ni para qué existimos si no podemos evitar eso.
—¿Cómo vas tú con tu misión? —devolvió la pregunta—. ¿Sigues teniendo... problemas?
Jacobo no le había contado directamente sobre qué tenía dificultades, Melody solo sabía que las tenía, pero ya que parecían estar en un momento de tregua, no le pareció mal preguntar. Jacobo torció la boca en un mohín incómodo, le costaba mucho admitir las debilidades de Sam, sin embargo, algo dentro de él quería probarle a su compañera que sí confiaba en ella, así que luego de un suspiro, respondió:
—Yo creo que Sam no está lista para amar, ¿sabes? Ella cree que ama a su amigo, y sí siente cosas con Román, pero su corazón no está listo. Un amigo me dijo que los humanos no pueden amar a nadie hasta que se amen a sí mismos y yo necesito hacer que Sam sepa eso. Quiero que sane sus propios miedos para que deje entrar el amor como debe ser, pero no sé cómo hacerlo y me guste o no, ella se puede enamorar pronto porque no sabe cómo funciona todo.
—Esa debería ser nuestra misión: hacer que maduren el corazón, no enamorarlos.
—Exacto. Los humanos deben ser conscientes de lo importante que es abrir el corazón antes de hacerlo. —Jacobo resopló frustrado—. Y ahora me siento un iluso de pensar que podía cambiar la manera de hacer las cosas.
—¿Por qué? No digas eso, Lilith y los demás involucrados tienen poder, Jacobo, yo confío en que haremos algo tarde o temprano.
—No me entendiste; me siento iluso de pensar que yo podría cambiar eso. Tiendo a confiar pronto y a pensar que nadie me mentirá; eso siempre es perjudicial y lo sé, pero no lo puedo evitar.
Melody notó que Jacobo estaba cambiando el tema bruscamente para asentarse sobre lo de Marissa. Imaginó que sería muy difícil para él pero quería apoyarlo y escucharlo, así que se acercó un poco más en el bordillo y le tomó la mano cariñosamente aunque en sus ojos no podía disimular mucho el pesar que le inspiraba.
—¿Quieres hablar de eso?
La otra mano de Jacobo se posó sobre la de Melody y la tocó suavemente con su pulgar, arriba y abajo pero parecía más un gesto automático pues sus ojos no se movían del horizonte. Puede que ni siquiera fuera consciente de que estaba acariciando a Melody; tenía la mente muy elevada y solo canalizaba la energía en sus dedos.
—Me quiero negar a creer que me mintió pero no puedo hacerlo porque tuve las pruebas en mis manos, no leí nada pero me llegó la convicción, ¿sabes? No lo dudo y eso me duele. Marissa me hizo sentir que le podía confiar mi vida, la vida de Samantha y toda mi misión, Melody y resultó que no, que ella solo es buena actriz o que yo soy muy estúpido.
—No eres estúpido —aseguró Melody—. Ni iluso. Solamente amas a Samantha y harías lo que fuera por ella. Así funciona, Jacobo, el amor es arriesgar todo con los ojos cerrados y eso hiciste. Lo bueno es que te diste cuenta.
—No sé qué hacer ahora con esto. Tengo ganas de reclamarle, de exigirle que me de su versión real antes de escuchar la de Lilith pero también quiero borrar mis últimos dos días y seguir con ella como estamos. Me siento abrumado.
Melody le regaló varios segundos para que reflexionara en su propia mente pero sabía que debía ser imparcial al responderle porque no solo hablaban de una amistad que traiciona sino de todo el movimiento de su maestra y eso era serio, debía ser neutra y aconsejar en consecuencia.
—No puedes reclamarle, Jacobo —dijo—. No sé en qué te mintió y de momento no me interesa, pero no puedes reclamar aún. El paso a seguir es que hables con Lilith para que te queden claras las cosas y saber cómo proceder y mientras tanto debes fingir que no sabes nada. Recuerda todo lo que tenemos para perder y lo mucho que arriesgamos.
—¿Tenemos?
—Sí, tenemos. Ambos somos parte de esto.
—Porque eres alumna de Lilith, lo sé.
Melody se mordió el labio inferior con fuerza y sintió cómo su rostro se calentaba; tenía la fortuna de que Jacobo no la miraba ni de reojo pero aún así sintió su corazón acelerarse al decir lo siguiente:
—No solo por eso, sino porque eres mi amigo y me importas.
Escuchar algo tan general pero viniendo de Melody era más de lo que Jacobo alguna vez pudo haber esperado y esas palabras lograron despejarle los malos pensamientos para que ella ocupase solo los buenos.
Jacobo ladeó la mirada; a la luz del sol la piel de Melody lucía suave, acariciable, hermosa y sus ojos parecían dos joyas preciosas adornándole la cara. Llevaba la trenza larga de siempre cayendo sobre el hombro derecho y sus labios estaban un poco entreabiertos. Jacobo se preguntó si lo que sentía al detallar a Melody era el equivalente a las mariposas de Sam al besar a Román. Relamió su labios y aclaró la garganta antes de hablarle, sin dejar de mirarla en un estado hipnótico y esperando a que ella lo mirase de vuelta.
—Hay dos cosas que se me acaban de venir a la cabeza y que te las debo decir —anunció, sin pensarlo, sin saber si era correcto o no decirlo, sin detenerse a considerar consecuencias.
Estaba tan exhausto por tantas cosas en ese momento que solo tenía energía para actuar y hablar por instinto, sin filtro, y deseaba hacerlo, quería soltar las palabras porque sentía que eran las más sinceras que diría alguna vez sin importar si sonaban absurdas o si más tarde se sentiría estúpido de haberlas verbalizado. Melody lo miró a los ojos finalmente y él sintió cómo sus propios ojos brillaban.
—De acuerdo.
—Primero, te mentí hoy en algo importante. Te dije que lamentaba muchísimo haberte besado y que no sabía por qué lo había hecho. No era cierto.
—¿Y cual es la verdad? —susurró Melody, con el corazón en la garganta aunque externamente no se le notaba, solo lucía seria y serena.
—Lo hice porque al tenerte tan cerca tuve el impulso y quise hacerlo, no lo pensé, es cierto, pero eso solo quiere decir que el deseo no vino de la lógica sino de... no sé, del corazón quizás. Así que no lo lamento. Es decir, lamento en sí haberte robado un beso porque pues eso fue abusar de tu confianza, pero no lamento en sí el besarte. No puedo lamentar lo que me ha gustado tanto.
Melody no era de las que se quedaban sorprendidas por las palabras de un cupido en general pero debía admitir que lo que Jacobo le decía le removía tanto por dentro que hasta su voz se perdía en ese terremoto de emociones. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no exteriorizar nada y procuró quedarse quieta e indiferente siendo muy consciente de que Jacobo aún sostenía su mano mientras la miraba fijamente.
—¿Y lo segundo? —musitó.
Jacobo le sonrió de lado sin dejar de lado su gesto cansado, parecía un hombre llegando de una guerra que aún quiere decir mucho pero el ánimo no le da para nada. Acarició con más fuerza la mano de Melody y usó un tono bajo para responder:
—Creo que sí.
—¿Sí qué?
—Los cupidos sí se enamoran en la Tierra.
Jacobo y Román hacen que me den ganas de enamorarme :''v
¡Hola, amores! ♥
Mil gracias por estar acá, y si leyeron el capítulo con el mismo entusiasmo que yo GRACIAS POR FANGIRLEAR CONMIGO AHHHHH
¿Qué les pareció el capítulo? 7u7
Ya pronto sabremos sobre Marissa bb, no desesperéis <3
♥ Mucho lof para todos ♥ Nos leemos ♥
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