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19. ➳ Una amiga que no es amiga ♡

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Normativa de los Cupidos: «La disposición de los Cupidos para con su misión es lo más importante. Si un Cupido no pretende buscar el amor a su humano o quiere negárselo por cualquier motivo, lo mejor será que renuncie. Necesitamos la plena dicha del funcionario para que todo funcione, las inconformidades traen consigo fracaso».
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Jacobo observó con asombro cómo la barra de amor propio de Sam subía cuando abrazó a la chica que él desconocía o al menos, no recordaba. Incluso se le borró la cara de enferma o de cansada y mientras estuvieron charlando fue el tiempo más largo que el Cupido la vio sonreír con sinceridad.

Román volvió y le entregó la soda y Jacobo tuvo que admitir que fue un poco grosero que Sam casi lo ignorase por estar charlando con Alice, pero al menos tuvo la decencia de presentarla fugazmente. La otra chica que iba con Alice saludó cordialmente y subió las escaleras adelante pues no tenía tanto de qué hablar con Sam.

—¿Qué haces acá? —preguntó Sam una vez empezaron a andar hacia adentro del edificio.

—Mi mamá empezará a trabajar acá de nuevo. Por Dios, Sam, no puedo creer que de todos los lugares a donde pudimos vivir, sea cerca tuyo. Cuando mi mamá me dijo que vendríamos a Landfield pensé en ti pero a la vez me dije que era demasiado imposible encontrarte, es decir, han pasado ¿qué? ¿diez años?

—No tanto —dijo Sam riendo—. No creo que tanto. Pero sí muchísimo. No has cambiado nada.

—Lo sé, la pubertad no me trajo cambios en el rostro y sigo con cara de niña.

—Eso es una ventaja.

—No concuerdo. Siempre asumen que tengo doce años y es tedioso estar contradiciéndolo. —Iban por el primer tramo de escaleras y Alice giró el cuello para analizar a Sam por varios segundos—. Te ves tan alta, creciste más que yo. Y siendo un poco indiscreta, ¿estás enferma o algo? Porque luces un tanto...

—¿Horrible? Sí, estoy enferma. Tuve fiebre y creo que me dará gripe.

—Tu cabello me sigue encantando.

Aún con la oscuridad de las escaleras, Jacobo notó que Sam se sonrojaba, pero era un bochorno diferente al que pasó con Román cuando este le dijo lo mismo; con el cumplido de Alice parecía que realmente le creía y escuchar que su cabello era bonito de su voz, era una certeza segura. A Jacobo le agradó Alice de inmediato.

—Gracias. ¿Ya sabes dónde vas a estudiar? —dijo con emoción—. Si vas a Winston sería lo más perfecto del mundo.

La sonrisa de Alice flaqueó un poco.

—No. —Ambas suspiraron al tiempo—. Mi mamá intentó sacarme un cupo allí pero no fue posible. Me inscribió en la Preparatoria del Norte. Dijo que era bonita y bueno... eso dice siempre.

—Creo que Román estudia en esa. Puede que sean compañeros.

—Luce amable. Aunque lo dudo, ¿él en qué curso está?

—Creo que en último, no estoy segura.

—Eso es. Yo voy en segundo.

—¿Por qué? Íbamos juntas a primaria y yo estoy en tercero.

—Entre mudanzas y mudanzas, no pude hacer primero, así que me retrasé un año. Meh, no importa.

Desde que Jacobo había bajado de Skydalle no había visto a Sam tan relacionada con una persona como con Alice, ni siquiera con Mario, tanto así que aún llevando apenas unos minutos charlando, ella supo distinguir ese tinte triste en la voz de su amiga al decir que no le importaba. Sam decidió sin vergüenza ni reparos abrazar a Alice y ella le devolvió el abrazo sin molestarse en ocultar que estaba afectada al respecto.

—Al menos compartimos edificio —murmuró Sam, iban subiendo el último tramo hasta el cuarto piso—. ¿En qué piso estás?

—Cuarto.

—¡También yo!

—Esto es grandioso. —Alice cerró los ojos un segundo al llegar al piso, tomó a Sam del antebrazo y preguntó rápidamente—. Dime que tu habitación da al callejón.

—Sí, es esa.

—¡Somos vecinas de ventana! —chilló. Caminaron hasta las puertas, una al lado de la otra. La de Alice estaba medio abierta pues Marie acababa de ingresar y Sam sacó sus llaves del bolsillo—. Tenemos una década que actualizar de chismes y eventos.

Eso hizo que Samantha bajara un poco los hombros, y sorprendentemente, la guardia. Jacobo se interesó mucho más por Alice y aunque en ese momento no había un Cupido a su lado, no descartaba que lo tuviera y de ser así, ya quería hablar con él o ella.

—Mi vida no ha sido tan interesante, así que espero que tengas mucho que contarme.

—¿Es un chiste? Tengo diecisiete años y he estado en ocho colegios, tengo mucho que contarte.

Sam sonrió y ambas sincronizaron otro abrazo, el de Sam con un solo brazo pues cargaba la soda de su papá.

—Bueno, cuando quieras entonces.

—Mañana no sé si se podrá porque llega nuestra mudanza y pues... imaginarás el desorden. Pero te tocaré la ventana pronto, Sam.

—Vale. Entonces, adiós.

Se sonrieron y cada una entró a su respectivo apartamento. Al cerrar la puerta, la voz del padre de Sam fue lo primero que resonó:

—¿Te fuiste hasta China por la soda?

—Me encontré a una amiga afuera y...

—Si te mando a traer algo no es para que te quedes chismoseando con nadie.

—Lo lamento. —Sam agachó la cabeza y la barrita con su rostro volvió a 5%. Jacobo resopló—. Ya te sirvo la soda.

Sam fue a la cocina, pero a pesar de todo estaba sonriendo para sí misma. Estaba feliz, estaba tan alegre que ni el humor de perros de su padre le iba a quitar eso.

—Oye, hasta aquí escucho tu corazón —se quejó Melody.

—Ya, espera le bajo volúmen —ironizó Jacobo—. ¿Podemos apurarnos?

—¿Cuál es tu apuro? La vez pasada no venías como una gelatina fastidiosa, temblando y sin callarse.

—Porque la vez pasada no sabía para dónde íbamos hasta que estuvimos allí.

—Cobarde —tosió Melody—. El miedo te delata más que la verdad, relájate.

—¿A qué te refieres?

Estaban a solo una cuadra del callejón por donde entraron la última vez al almacén y Melody se plantó frente a Jacobo, le tomó ambos hombros y lo miró con dureza y cercanía intimidante.

—A que dejes de caminar como si fuéramos a matar a alguien, los demás nos observan, no demuestres que estás en modo vibración. Respira.

Jacobo ojeó a su alrededor y notó que en efecto, varios cupidos los miraban con curiosidad. Cuando Melody lo soltó intentó relajar los hombros y de forma inconsciente trató de imitar el caminar de Melody, delicado y seguro. Casi aguantaba la respiración cuando llegaron y suspiró audiblemente una vez estuvieron adentro.

—¿Ya, calmado?

—Sí. —Jacobo encorvó la espalda un poco—. Acá ya no hay riesgo de que Ambrosio me vea. ¿Quién es tu maestro, a propósito?

—Se llama Lilith. No la he vuelto a ver desde que bajé a la tierra.

—Pero ya llevas mucho tiempo.

—¿Y? En ningún lado del reglamente dice que debo venir a visitarla. He podido sola, así que no la he necesitado.

—Entiendo. —Iban adentrándose por uno de los pasillos del almacén—. ¿Y qué crees que puede ayudarme hoy entonces?

Melody lo ignoró mientras caminaba ojeando las etiquetas de los estantes. Empezó a ralentizar el paso hasta que se detuvo y pasando su índice por varios niveles del estante, se detuvo finalmente, sacando un frasco azul en aerosol del tamaño de su mano. Lo tendió a Jacobo y cuando él lo tomó, le explicó:

—Esto se llama Soplo de mente, es para que sepas lo que Sam piensa. Le aplicas el aerosol en la cabeza cuando ella esté despierta y funciona como una especie de bocina y escuchas sus pensamientos.

Jacobo abrió la boca con asombro, mirando el frasquito.

—¿Eso no es invadir su privacidad?

—Ser Cupido es invadir la privacidad de los humanos —resolvió ella, con un deje de molestia en la voz—. Existimos, literalmente, para espiarlos y lanzarles flechas de amor, ¿y crees que esto es invasivo?

—Pues sí. La mente es de ellos nada más...

Recordó con nitidez las palabras que Ambrosio le había dicho unos días atrás "Podemos sentirlos, pero no escuchar sus pensamientos". Para Jacobo era impensable cuestionar a su maestro o considerar que le mentía, aunque bien mirado, lo que estaba consiguiendo era ilegal, así que era obvio que Ambrosio no iba a decirle que esas cosas existían.

—Y con esto, nuestra también —apuntó Melody. Vio la duda en los ojos de Jacobo pero optó por no burlarse o molestarse porque ya no veía miedo de que lo descubrieran, sino miedo de alguna otra cosa—. ¿Qué te detiene, Jacobo?

—Es que... Ambrosio me dijo que no podíamos escuchar sus pensamientos. Literalmente me lo dijo así: "podemos sentirlos, pero no escuchar sus pensamientos". ¿Y si eso es porque realmente es perjudicial?

—¿Para el humano? No, esto no les hace nada. Ellos ni nos notan, ni sienten nada de nada que venga de nosotros. Sí, Ambrosio te dijo eso, pero vamos, es el maestro. Mira a tu alrededor, Jacobo, somos muchos los que buscamos ayudas y alternativas y hasta el momento ningún humano ha sido afectado con nada que salga de acá.

Jacobo dudó al pensar en Marissa, en Sandro y en sus humanos. Para él era claro que cosas salidas del mercado negro sí que podían afectar a los humanos pero no iba a contarle eso a Melody.

—Sam se enojaría si escucho sus pensamientos —dijo, medio ausente, de hecho pensó que lo había dicho solo para sí mismo.

—Métete esto en la cabeza, Jacobo: nosotros no somos nadie para ellos. Nunca nos verán, nunca nos oirán, nunca podremos darles un abrazo o cruzar un saludo, ¿entiendes eso? Puedes escuchar hasta sus pensamientos más íntimos y ella jamás lo sabrá. Estamos para darles su amor pero nunca ellos nos darán un gracias porque así debe ser.

Jacobo levantó su mirada y encontró la oscura de Melody que no lucía fastidiada sino melancólica. Se preguntó qué tipo de problemas había tenido ella en su misión para haber llegado la primera vez al almacén, quiso saber si ella había usado lo mismo que le había dado, y de ser así, si ya tenía todo claro con Román. Siempre la veía tan segura, tan confiada con lo que hacía y decía, que asumía que tenía todo arreglado con su misión.

—Vale. ¿Cuánto cuesta?

—Seis flechas. Este tiene menos duración que el polvo que tienes, por eso debes aplicarlo solo cuando quieras saber lo que piensa, dura unos cinco a diez minutos y se va bajando el volúmen hasta que ya no oyes nada, así que repites y luego de nuevo. Intenta no gastar tanto en cada rociada

—Vale. ¿Tú llevarás algo?

Melody asintió pero como siempre, no le dio explicación a Jacobo, solo caminó otro par de metros, leyó etiquetas y tomó un líquido negro. En la caja, Jacobo notó que lo que sea que eso era, costaba más de quince flechas, debía ser muy importante y útil.

Ambos pusieron su compra en sus mochilas y salieron del mismo modo que entraron; a Jacobo le volvió el temor al cuerpo aunque en pro de ayudar con eso, Melody se colgó de su brazo y con la otra mano lo pellizcaba con suavidad, casi exigiendo que andara con naturalidad. Al llegar a una esquina de camino a las puertas de Skydalle, de la otra dirección venían dos cupidos amigos de Jacobo. Al verlo, le sonrieron y luego le sonrieron también a Melody, quien para variar, les devolvió el gesto.

—Hola, Jacobo.

—Hola, chicos.

—¿Cómo va tu misión?

Melody apretó más el pellizco en su antebrazo. Jacobo maldijo por lo bajo.

—Super. Llevo casi dos semanas y todo va viento en popa.

—¿En serio? Dicen que los primeros días son confusos.

—¿Quién dice eso?

—No sé, todos los que bajan —respondió uno de ellos—. ¿Nunca lo escuchaste?

—No. O no me lo dijeron.

—O no pusiste atención —respondió el otro—. Eres el cupido más despistado que conocemos. Apuesto a que ni siquiera notaste nunca el árbol que está en el parque frente a tu cubículo.

¿Árbol...? Jacobo lo meditó y recordó que así de despistado se sintió al salir de Corazonia cuando fue a visitar a Marissa; se había preguntado si él nunca había notado la realidad de los demás o si se la escondían, pero al parecer, era lo primero.

—Vive en las nubes, ¿verdad? —apostilló Melody, con un tono juguetón que desconcertó a Jacobo. El juego de palabras hizo reír a los dos chicos—. A propósito, soy Melody, amiga de este despistado que ni se acuerda que es de mala educación no presentarme.

Uno de los amigos de Jacobo la encontró muy amable y carismática; bajó sin disimulo la mirada al agarre que ella tenía con su brazo y sonrió con picardía, a saberse qué traía oculto Jacobo.

—Yo soy Dave —dijo el primero, luego señaló al otro— y él es Kennard. No bajamos aún, yo lo haré en un mes y él en veinte días.

—Pues les deseo mucho éxito con su misión —respondió ella—. Y es un gusto.

Jacobo hizo un esfuerzo muy grande en no demostrar lo extraño que su comportamiento le parecía. ¡Había dicho que era su amiga! Eso no era propio de ella.

Se quedaron todos en silencio por unos segundos y fue Jacobo quien rompió ese hielo.

—Bueno, debemos irnos.

—¿Qué tal es la Tierra, Jacobo? —preguntó Dave de repente, reteniéndolo más.

—Emmm... no está mal —murmuró—. Más contrastada en colores, eso sí.

Los tres, Melody incluída, rieron.

—Sigues en etapa de confusión, ¿eh? —aventuró Kennard—. También dicen que es mientras uno se acostumbra.

—Eso espero —admitió.

—Fue un gusto verte, Jacobo. Y un gusto conocerte, Melody. —Dave les sonrió y cuando ellos dos asintieron, siguieron su camino.

Jacobo miró de inmediato a Melody pero ella ya tenía su expresión seria de siempre.

—¿Qué fue eso?

—¿Qué fue qué?

Melody siguió andando hacia las puertas con indiferencia, y ya se había soltado de Jacobo. El encuentro con los amigos le había quitado los nervios extremos por lo que ya no era necesario llevarlo agarrado.

Llegaron a las puertas de Skydalle y las cruzaron pero antes de bajar, Jacobo le tomó la mano a Melody, haciendo que se detuviera. Ella miró la mano de él y fue subiendo la vista hasta sus ojos en un gesto que dejaba claro que no le gustaba que la agarrasen así. Jacobo la soltó, agachando la mirada un segundo, pero luego dio un paso hacia ella para hablarle.

—¿Eres "mi amiga"? ¿qué fue eso? ¿por qué fuiste tan amable con ellos y no conmigo cuando me presenté? ¿por qué me odias?

—Responderé en orden: primero, no, no lo somos. Segundo, eso fue un poco de actuación para evitar que terminaras diciendo dónde estábamos porque bueno, eres tú. Tercero, porque sé que no los veré nunca más y a ti sí te iba a ver seguido. Y cuarto, no te odio, Jacobo, si te odiara, ni siquiera te voltearía a mirar. Aunque no lo creas, estar acá contigo es lo más que he socializado con cualquier cupido; no todos tenemos corazoncitos en los ojos, brillantina en el caminar y confeti en la voz como tú, algunos demostramos amabilidad, apoyo o aprecio de otras maneras.

—¿Es decir que... —Jacobo titubeó. Había puesto sus manos en su cintura para hacer el reclamo pero ahora se sentía estúpido en esa posición. Bajó lentamente los brazos y carraspeó— me aprecias?

Melody solo lo miró a los ojos con una seriedad que dejaba imposible adivinar su humor detrás, parecía una estatua. Jacobo le sostuvo la mirada, intentando enderezar la espalda para no verse intimidado, ella era un poquito más alta que él pero trato de que eso no le hiciera ni sonrojar ni agachar la vista o su orgullo.

Finalmente ella esbozó media sonrisa y sin decir nada, dio media vuelta y bajó hacia la Tierra.

Santas nubes de colores, nunca entendería a esa Cupido.

Cerca de las once, Samantha ya estaba en cama con la intención de dormir aunque su nariz constipada y dolor de cintura se lo ponían difícil. Ya tenía la luz apagada aunque tenía encendida una pequeña lamparita que estaba en el estante sobre su cabeza, solo para no sentirse en total oscuridad mientras lograba conciliar el sueño.

Su celular estaba bajo las cobijas, cerca de su abdomen y lo sintió vibrar, al sacarlo, sonrió de inmediato.

Mario: Prometiste escribirme si seguías viva, moriste y no me han contado?

No tardó nada en sentarse derecha y responder.

Sam: Lo lamento. Estuve algo distraída, me encontré con una vieja amiga y lo olvidé.

Y eso era cierto. Desde que se despidió de Alice no dejaba de pensar en ella y en lo mucho que le gustaría retomar la amistad que tuvieron antes. Cierto era que ya no eran niñas pero ella parecía seguir teniendo su carisma de siempre y esa cualidad de tratarla con el mayor de los cariños. Pensó que su vida sería muy diferente si una amiga como Alice la hubiera acompañado en sus peores momentos.

Mario: Te lo perdono. Acabo de llegar a casa.

Sam: Hasta ahora?

Mario: Salimos por una hamburguesa con los del equipo. Me habría encantado que fueras. Todos iban acompañados de sus novias y a mí me tocó conformarme con el primo de Jordan que no dejó de hablar de aliens... qué tipo tan raro

Sam: Jaja, lo lamento por ti. Aunque si te soy sincera, yo también pude haberme puesto a hablar de aliens todo el rato ;-;

Mario: No puedes comparar al rarito que asegura haber venido de otro planeta con una chica hermosa hablando del espacio. A ti te escucho cualquier tema con gusto.

Sam se sonrojó y su corazón se aceleró. No era común que Mario le hablara de esa manera tan... ¿coqueta? y eso la tomó por sorpresa aunque no se quejaba, ella estaba dichosa. Agradeció que se lo dijera por mensajes y no en persona o sería demasiado bochornoso. Optó por cambiar el tema.

Sam: Ganaron?

Mario: Me complace anunciar que eres dueña de dos goles que hice en tu nombre. Y otros dos que hizo Jordan, pero digamos que son tuyos también.

Sam: O sea que ganaron? xD

Mario: Sí. El otro equipo solo hizo dos y nosotros cuatro. Me sirvió tu abrazo de la suerte

Sam: Es tu triunfo, no mi suerte jaja. Felicidades <3

Mario: Cómo seguiste? De la fiebre, me refiero

Sam: No tuve más fiebre, pero sí creo que me dará una gripe horrible :p Presiento que mañana amaneceré sin voz y con la nariz de Rodolfo el reno.

Mario: Crees que Rodolfo sea fan del postre de tres leches?

Sam: Puede que sí, pero si Rodolfo se agrava, no podrá ni salir a la tienda :c

Mario: Puedo llevarle la torta a Rodolfo a la casa

Sam: Puedes contagiarte de gripe

Mario: La vida es de riesgos

Sam: Y crees que lo vale? Una gripe es salvaje y fastidiosa

Mario: Este Rodolfo lo vale, es lo más tierno que tengo en la vida y haría lo que fuera por ella.

Sam sintió un cosquilleo en su estómago y sonrió tanto que sus mejillas le dolieron. Se preguntó por un momento si esa salida a comer hamburguesas en realidad había sido para beber algo y si Mario estaba ebrio, pero ni preguntó ni le importó, no quería saber si lo que le decía estaba influenciado por algo externo, solo aprovecharía las palabras y tomaría pantallazos por si algo pasaba y Mario borraba los mensajes al otro día.

Jacobo, al lado de Sam, suspiró sonriendo. Un chico que le hablara de esa manera a su Sam no podía ser malo. No podía él negarse a darle la oportunidad a Mario y no lo haría, ya estaba decidido.


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Prohibiciones de los Cupido: «Negarle información importante a los maestros, u omitirla cuando se la soliciten, se tomará como actitud culpable de incumplir con el reglamento y traerá consigo castigo».
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Espero que la espera haya valido la pena. Lamento muchísimo la demora. Sepan que los sigo amando por la paciencia ♥

¿Cómo ven el asunto de Mario? ¿sí le ven futuro a que pase algo? 7u7

♡ Nos leemos ♡

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