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12. ➳ La magnitud de los problemas ♡

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Normativa de los Cupidos: «Los cupidos tienen derecho de compartir/socializar en las áreas comunes de Skydalle, pero nunca dejando a su encargado como segunda prioridad, por lo que se recomienda solo estar en Skydalle en horarios de inactividad humana, o en el peor de los casos, pueden subir de día pero no por mucho rato».
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El cielo nocturno en Skydalle rara vez es tan oscuro como en la tierra, el color más frecuente oscila entre un azul violáceo y el zafiro; para un Cupido que solo ve ese cielo en las noches ya no es especial, pero Jacobo había dejado de verlo por cinco noches y no pudo evitar sonreír al mirar hacia arriba una vez llegó a su encuentro con Melody.

Ella lo esperaba con los brazos cruzados; había trenzado su cabello desde la coronilla de su cabeza y la trenza le llegaba hasta la cadera; de un tono mucho más negro que el cielo, la tenía hacia adelante en el lado derecho, y lucía una mirada tan fría como el aire de las tres de la madrugada.

—Hola...

—Evitemos preámbulos —cortó ella. Se acercó a Jacobo y se inclinó para hablarle casi a dos centímetros de su rostro Jacobo se enderezó en su lugar sorprendido ante el abuso del espacio personal y se intimidó con la mirada color azabache. El Cupido tragó saliva pero no le quitó la mirada—. Del uno al diez, ¿qué tanto deseas ayudar a la pelirroja?

—Diez —dijo sin dudas.

—¿Aunque eso incluya hacer cosas que no están permitidas?

Jacobo titubeó. Lo estaba midiendo, él lo sabía, quería ver qué tan lejos estaba dispuesto a llegar pues estaba seguro que su desesperación había sido evidente. La voz de Melody era, desafiando su nombre, dura y nada melodiosa, como si el ayudarlo fuera algo que no la hiciera feliz y eso la molestara.

—¿Qué clase de cosas?

—¿Estás o no dispuesto? —recalcó ella—. No voy a ayudar a nadie que no esté cien por ciento seguro de lo que quiere, arriesgo mucho con solo...

—Estoy seguro —la interrumpió. Melody tuvo que disimular su sorpresa—. Sí, estoy dispuesto a hacer lo que sea.

La urgencia de una respuesta lo había hecho hablar y acceder, y aunque no mentía, un corrientazo de culpa empezó a recorrerlo aún cuando no había hecho nada. Jacobo siempre había sido correcto y aprendió cada manual con diligencia y devoción, nunca pensó en cuestionar nada de lo que leía o lo que Ambrosio decía, lo peor que había hecho fue dejar una vez la puerta de su información abierta en su cubículo, por eso cualquier cosa que involucrase retar sus principios a mayor o menor medida, lo inquietaba.

Puso a Sam en su mente intentando darse confianza y aplomo; funcionó, al menos las piernas no le temblaban... mucho.

—¿Seguro? Puede haber consecuencias.

—Seguro —repitió.

Como un suspiro, Melody dio dos pasos atrás y liberó a Jacobo de su mordaz mirada y cercanía. Este respiró hondo y reacomodó su camisa aunque no lo necesitaba, solo para ocupar las manos mientras veía a Melody que le había dado la espalda y se movía inquietamente, como si ya se estuviera arrepintiendo.

—De acuerdo. —Melody lo miró—. Vamos.

—¿A dónde?

—Si no confías en mí, olvídate.

Jacobo no confiaba en ella, pero sus opciones eran limitadísimas.

—Bien, te sigo.

Cruzaron la puerta de Skydalle, Melody adelante y Jacobo apenas un poco rezagado.

Skydalle no dormía tanto como la tierra; incluso de noche no era posible el silencio o la ausencia de habitantes caminando o aprendiendo o solo estando allí. Los Cupidos bebés y niños eran los únicos que dormían sin falta en las noches, para el resto, bien era lo mismo que el sol o la luna iluminándolos; eso les facilitó caminar sin levantar sospecha alguna, solo eran dos Cupidos más caminando por la calle principal de Corazonia, el sector principal de este lado de la ciudad.

Ambos iban con su atuendo amarillo, lo que le resaltaba más a Melody el oscuro de su piel y la trenza sobre la tela.

Iban en silencio y los pasos de Melody eran apurados y livianos, casi flotaba; le costaba un poco a Jacobo ir tan rápido sin que se notara que iba trotando. Bruscamente, Melody viró por una esquina que desembocaba en una gran reja de seguridad; no había salida ni más calles.

—¿Qué hacemos acá?

Melody lo ignoró y se agazapó un poco en la pared derecha del edificio, tanteando cada ladrillo con su mano. Jacobo por instinto miró hacia los lados, pensando que había peligro y por eso su compañera se agachaba así, pero no había nadie.

—¿Qué haces?

—Shhh —siseó ella.

Tras tocar con delicadeza varios ladrillos más, pareció encontrar lo que buscaba y hundió su mano en uno; el ladrillo cedió como si de un botón se tratara y sin el mayor eco, un hueco lo suficientemente ancho para pasar por él (agachándose un poco) se abrió un metro más allá y ella no dudó en internarse en esa oscuridad.

Jacobo se quedó en su lugar, de repente lleno de miedo, así que Melody se asomó unos segundos después.

—¿Su majestad quiere que lo cargue hasta adentro?

Su sarcasmo afilado hizo que el miedo se le escapara a Jacobo, ahora solo quería blanquear los ojos y apretar los puños. No respondió, pero caminó hasta el agujero y cuando lo cruzó escuchó cómo se cerraba la entrada. De inmediato una luz se encendió e iluminó de azul el piso empedrado y las anodinas paredes blancas de un pasillo. Caminaron unos pasos hasta otra puerta y Melody tocó un par de veces.

Una rendija se abrió a la altura de los ojos y una mirada se asomó; al ver a Melody el acceso fue concedido y aunque a Jacobo le tranquilizaba que al parecer solo era un almacén, se decepcionó un poco de que tanto secretismo no tuviera algo más grandioso detrás.

Ni siquiera tuvo que saludar al cupido alto y delgado que les abrió, este ni siquiera echó una mirada a Jacobo que dejó de ir detrás de Melody y se ubicó a su lado.

El almacén era enorme. Tenía varias filas de estanterías que llegaban al techo y era tan alto que Jacobo tuvo que inclinar mucho su cuello para poder mirar las cajas de más arriba. Había muchos Cupidos —activos e inactivos— caminando por los pasillos bien iluminados de luz blanca, parecía un comercio común y corriente, pero cuando Jacobo se percató de que además de que ningún pasillo tenía etiquetas, todos los compradores iban con mirada recelosa, en silencio y evitando cruzar los ojos con cualquier otro, supo que no era tan común y corriente.

—¿Qué es acá? —susurró a Melody una vez que se internaron en un pasillo lateral y se alejaron un poco de cualquier otro comprador.

—Puede decirse que es algo similar al mercado negro de Skydalle.

—¿Hay mercado negro en Skydalle?

—En todas partes existen los mercados negros —dijo ella con obviedad. Se detuvo y enfrentó a Jacobo, le habló casi en susurros—. Escucha, el que Skydalle esté gobernado y dirigido por Cupidos que siguen las reglas al pie de la letra, como nuestros maestros, no significa que todo es algodón de azúcar y perfección. Grábate en la cabeza que en cualquier lugar de cualquier dimensión del mundo hay lugares y habitantes oscuros. No puede haber bien sin mal, no puede existir el amor puro sin un poco de mano sucia, ¿entiendes?

—Es un almacén ilegal —murmuró para sí mismo.

Melody gruñó en un suspiro. ¿Podía ser más tonto?

—Sí, Jacobo. Mercado negro, almacén ilegal, es lo mismo. Eso sí, el que sea ilegal no significa que sea malo, hay muchos lugares para la maldad, pero este no es uno de ellos.

—¿Entonces?

—Los maestros nos enseñan toda la teoría pero a veces no es suficiente. Algunos trucos pueden ayudarnos con nuestra misión y son cosas que no lastiman a los humanos.

—Si no los lastiman, ¿por qué son ilegales? —preguntó precavido.

—Las bases sobre las que se edifica el funcionamiento de Skydalle son anticuadas y lo mismo que enseñaban los maestros hace cien años lo enseñan hoy en día, como si el mundo siguiera evolucionando pero ellos no. —Jacobo asintió, esperando más explicación que eso—. Pero no todo Skydalle se mantiene en eso y muchos Cupidos a lo largo de los años han buscado, inventado y encontrado maneras de hacer nuestra labor un poquito más sencilla. Eso no es malo, pero los altos mandos no lo tolerarían, según ellos todo debemos hacerlo "manualmente", a la antigua y sin ayuda alguna.

Jacobo concordaba, especialmente recordando las evasivas inservibles que Ambrosio le había dado el día anterior.

—¿Es decir que hay cosas que nos facilitan la misión?

—¿Qué sucede contigo que sabes lo que te digo pero lo preguntas aún así? —masculló ella, fastidiada—. Sí, eso es lo que te cuento, que hay facilidad en varias cosas.

—¿Cómo conociste este lugar?

—Igual que tú.

Su tono seco no daba lugar a más preguntas. Si era igual que a él, Jacobo supuso que tiempo atrás ella había tenido dudas, problemas y pocas soluciones y que alguien la había llevado allí a conocer otro lado de la ciudad.

—¿Qué me puede servir entonces? —Cambió de tema.

Melody avanzó unos pasos nuevamente, hasta un estante plateado que tenía pequeños compartimentos en toda su altura. Fue revisando cubículo por cubículo, leyendo las etiquetas diminutas en cada cajita hasta que a la quinta ojeada, encontró lo que buscaba. Levantó en sus manos un frasco hexagonal similar a un salero pero un poco más grande. Dentro del cristal se veía un polvo verde grisáceo.

Jacobo lo miró con curiosidad y Melody se apresuró a contarle lo que era:

—Esto es polvo de información del corazón. Se lo debes poner a Sam mientras duerme y podrás ver una gráfica sobre lo que tiene en su corazón; sobre el amor, no las arterias. —Jacobo casi sonríe por el chiste, pero al ver a Melody seria, se abstuvo—. Nos ayuda a saber las estadísticas de lo que el humano siente, ¿entiendes?

Jacobo asintió, sin embargo, dijo:

—La verdad, no.

—A ver, por ejemplo, si estás en el colegio con ella y ella está con dos o tres amigos, el gráfico aparece y te dice a quién ella quiere más de esos tres, a quién le tiene más confianza. Saber cómo está repartida su capacidad de amar es útil, Jacobo. Los humanos que tienen pocas personas queridas son más fáciles de enamorar, pero las que canalizan su cariño, romántico o no, en demasiadas personas, son más difíciles porque su corazón ya está muy lleno.

—¿El corazón se puede llenar?

—No exactamente. —Melody resopló y vaciló—. El corazón humano tiene espacio infinito, el amor nunca es limitado, pero piensa que si una persona solo quiere a su familia, sean tres o cuatro integrantes, cuando llega una persona ajena es más fácil que le tome cariño y se apegue. En cambio si es una persona con amigos en el colegio, en el trabajo, en el barrio, mucha familia y mucho más sociable, pues está tan predispuesta a querer a alguien que uno nuevo no es gran cosa y se necesita más trabajo.

—Entiendo —dijo Jacobo, pensativo. Tomó el frasquito de las manos de Melody—. Entonces podré ver el cariño de Samantha hacia los demás.

—Sí —respondió ella con un tono agotado—. Preguntas mucho.

—Lo sé. —Jacobo examinaba el frasquito, estaba un poco ausente y sin pensar, preguntó—: ¿Lo has usado con Román?

—No te interesa.

—Lo siento. —La miró a los ojos, de nuevo recelosos, y mordió su labio. Odiaba meter la pata, pero en su defensa, pensaba que Melody era demasiado susceptible—. ¿Y cómo se supone que pague esto? No creo que sea gratis.

—No lo es. El dinero humano no es muy útil acá en Skydalle, así que pagamos con flechas.

Jacobo se envaró y de repente sintió como si el frasquito le quemara en las manos. No le gustaba eso.

—¿Para qué querría alguien flechas que ya tienen nombre?

—Las flechas solo tienen nombre en Tierra, Jacobo. Cuando bajas ya pertenecen a Samantha pero acá solo son flechas, aunque siguen teniendo su poder.

—¿Y para qué las quieren? —repitió.

—Esto es un negocio. Ellos usan las flechas para comprar otras cosas que necesitan y el que compra flechas brinda otros elementos.

—¿Pero por qué...?

—Oye, ¿qué parte de "mercado negro" o "ilegal" no comprendes? Si necesitas cosas que no están permitidas, las compras en silencio y sigues con tu misión, no haces preguntas sobre el funcionamiento.

Jacobo se mordió la lengua. Tenía sentido; era lógico que si se vendían cosas ilegales, debía pagar y ese pago no sería precisamente para cosas legales. Todo era un círculo, un negocio como dijo ella y no estaba en obligación de hacer uso de nada, pero sintiendo que lo necesitaba, no le quedó opción.

—De acuerdo. ¿Cuántas flechas?

—Este polvo cuesta tres. El efecto de una polvareda dura veinticuatro horas, luego el gráfico se apaga. Cada frasquito alcanza para tres o cuatro usos. La gráfica solo será visible para ti.

Jacobo asintió y caminaron hasta las cajas para pagar; en el camino, Melody tomó una bolsita azul que venía sellada y como era de esperarse, no le contó a Jacobo de qué se trataba.

Salieron por la misma puerta del callejón y se internaron a las calles nuevamente. Ya estaba amaneciendo y el cielo se fundía entre un tono púrpura y uno amarillo, mucho más bonito que cualquier color que pudiera verse allá abajo. De camino a las puertas para bajar a la Tierra, Melody habló:

—Creo que sobra decirlo pero contigo nunca se sabe, así que lo diré igual: tu maestro no puede enterarse de que estás usando ese polvo. Podría castigarte por usar cualquier cosa que se salga de la normativa.

Jacobo estaba tan ansioso por usar el polvo que había olvidado momentáneamente las consecuencias de lo que ya había hecho. Tembló de imaginar lo que pasaría si Ambrosio lo descubría. Prefirió sacudir la cabeza y decirse a sí mismo que no iba a subir a Skydalle pronto hasta que, o la culpa mermara o estuviera seguro de que no iba a ver a su maestro.

Al llegar a las puertas, ambos sacaron un poco de su polvo de vuelo para poder descender; el maestro únicamente los ayudaba a bajar la primera vez y mientras conseguían alas, debían hacerlo solos. Antes de lanzarse hacia abajo, Jacobo quiso agradecer.

—Muchas gracias por...

—Sigues sin agradarme. No es necesario que agradezcas, solo lo hago de Cupido a Cupido, no como si fuéramos amigos.

Y dio dos pasos y se perdió en las nubes. Jacobo entornó los ojos y bajó también.

Cuando llegó a la habitación de Sam, se alegró de que siguiera durmiendo. Según sus cuentas no tardaría en despertar, pero solo necesitaba unos segundos.

Buscó el frasquito y su polvo verde brilló un poco en su interior, se veía más vivo que en el almacén; titubeó imaginando que era posible que el polvo le hiciera daño a Sam, pero apostó su confianza a que ni siquiera Melody era tan odiosa como para engañarlo y perjudicar a su humana.

Espolvoreó a Sam de pies a cabeza, cuidando de usar lo menos posible. El polvito fino envolvió e iluminó un poco su cuerpo hasta que fue absorbido y se perdió en ella. Pasaron varios segundos en que nada ocurría y Jacobo empezó a sentirse estafado, pero entonces apareció.

Sobre la cabeza de Sam salieron varios rectángulos holográficos brillando en verde neón y al lado de cada uno un pequeño cuadrito con la imagen de cada miembro de su familia. Jacobo abrió mucho los ojos de la sorpresa y de la maravilla, jamás pensó que eso fuera posible.

Él era un ser mágico, pero solo allí sintió que realmente hacía magia.

En la parte de arriba salía en letras mayúsculas un "Samantha White" y luego empezaban los nombres familiares. Como estaba en casa, solo salieron los de los habitantes del hogar.

En primer lugar estaba Elliot; su barra estaba casi llena y al final decía 98% en el mismo tono neón. Luego estaba su madre, Nora, con 95%. Abajito estaba Ian con 94%. Luego su padre, Alfonso, con 79%.

Jacobo esperaba que fuera un gráfico más normal, y que los porcentajes sumaran 100, pero al parecer el porcentaje era dado por la cantidad de amor que tenía Sam a cada uno y no por el espacio de su corazón, era más como si cada persona representara un corazón diferente. Si todo su amor era cien por ciento, a Elliot lo amaba casi completamente.

Nunca hay amores del cien por ciento, se dijo.

Estaba satisfecho con los números, eso era lo que esperaba de Sam hacia su familia. Sin embargo, la última casilla lo hizo arrugar la frente y preguntarse si ese polvo realmente era eficaz o si funcionaba así con todos los humanos.

En un rectángulo debajo del de su padre, aparecía la foto de ella misma pero en lugar de decir su nombre como con los demás, decía "amor propio"; la barrita estaba prácticamente desocupada y tenía un 3% en rojo al final.

El color rojo siempre es advertencia de problemas y cuando sintió una angustia extrema al ver el tres resaltado, supo que los problemas a los que se enfrentaba quizás eran peores de lo que había pensado. 

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Prohibiciones de los Cupido: «Cuando un Cupido es activado, baja solo a la tierra y eso incluye tener libre albedrío para proceder con su humano. Sin embargo, si el maestro encuentra necesario dar una orden directa sobre alguno de los pasos a seguir, debe ser acatada por el Cupido sin réplicas; el desafiar el mandato, traerá consecuencias».
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Ufff, Jacobo empieza  a valer berga xD 

¡Hola, amores! <3 

¿Cómo están en este bello miércoles?

Yo muero de calor en este momento y en un par de horas, moriré de frío, gracias Calentamiento global. (?)

Espero que les haya gustado el capítulo, ¿he dicho que estoy enamorada de Skydalle y de esta historia? *sí, en cada capítulo*, bueno, pues lo repito ¡Amo a Skydalle y esta historia! ♥

♡ Nos leemos, amores. Un pico en el codo♡

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