Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30: Cariño a primera vista

Era una lluviosa mañana de jueves.

Esperaba de pie en medio de la habitación a quien sería el nuevo profesor de ética. Según lo que su señor le había dicho, ejercía como juez en el distrito y era muy renombrado por sus pares. Obviamente, debía tratarlo con respeto como a todos los que se presentaba, pero había algo;

No sabía cómo definirlo, era una sensación distinta al resto. Incluso encontrándose algo animada, podría decirse que hoy realmente conocería a su maestro. Así que con algo de temor se adelantó al salón principal, pasando entre los guardias.

Un trueno resonó en las paredes al tiempo que ese hombre llegaba, cubierto por su piloto oscuro y empapado hasta el cansancio, y dio dos pasos hacia la sala. Dando la mala suerte de que pasara por alto un escalón y tropezara estrepitosamente en el suelo, cayendo cerca de ella sus anteojos.

Desobedeciendo su marcada etiqueta, levanto los mismos para acercarse y ayudarlo.

-Perdone señor ¿Está usted bien?-

En ese instante, él se sentó cruzando las piernas y se quitó la capucha. Era un hombre mayor, de aspecto amable e increíblemente anciano; su cabello y barba blancos le daba un aire divertido y gentil. Aunque su respuesta. . .

-Estoy tan feliz como un pececito en el mar-

Todos los presentes en la sala ladearon la cabeza sin entender, incluso alguno hizo un gesto con las manos aludiendo al "¿Qué?"

-¿Cómo?- la niña fue la que preguntó, y el señor levantándose le aclaró

-Me gustan los días lluviosos, se respira un hermoso aire fresco. Y te sientes bastante rodeado de agua y libre como un pequeño pez en el vasto mar ¿No lo crees, Aracné?-

Ella simplemente asintió despacio con su cabecita. Es la primera vez que alguien la llamaba por su nombre, sin ironías o por obligación, sino con amabilidad.

-¡Señorita Velázquez!- quien le gritaba desde su entrada era su padre, Guillermo -¿Qué haces en la sala? Sabes muy bien que debes esperar en tu cuarto-

-Buenos días, señor Velázquez ¿Cómo se encuentra usted?- el anciano ignorando su arrogancia lo saludó cordialmente, ofreciendo su mano

-Oh, disculpe señor García. Es un placer conocerle, y lamento la escena que acaba de contemplar-

-Por el contrario, puede estar orgulloso que su hija es una personita muy gentil y atenta. Me ha recibido de la mejor forma, ¿No es así?- mirando a la criatura, le mostró una bonita sonrisa la cual se volvía graciosa con su bigote blanquecino

-Sí. . .-

-Bueno señor Velázquez, si me permite comenzaré mi lección con la señorita. Luego podremos conversar sobre cosas banales en su oficina, si está de acuerdo-

-Por supuesto, le doy la bienvenida a nuestra vivienda y dejo a la heredera en sus manos. Con permiso- sin más, se retiró a su despacho con la compostura algo dañada. Aunque ya se le había advertido sobre su sabiduría, no le cayó del todo bien su presencia -*Será porque ya está bastante viejo a su edad. . . No creo que cause problemas un anciano parecido a Papá Noel *-

Mientras, maestro y alumna habían quedado solos en la gran sala.

-Bueno, ¿Podrías decirme donde estudias, por favor?-

-Sí, sígame por favor-

La niña lo guio hasta su habitación, donde pudieron sentarse en la mesa que allí estaba para estudiar. Libros, papeles y lápices era todo lo que allí había.

-Oh, este lugar está un poco vacío ¿No lo crees?-

Ella lo observaba en silencio, ya que antes nadie se interesaba en conversar así en su hora de clase. Sólo esperaba a que le dicten qué hacer, y nada más.

-A ver. . . antes que nada vamos a presentarnos ¿Quieres comenzar?-

-Bueno, me llamo Aracné Lilith Sarai Ortiz de Velázquez. Tengo 3 años y cumplo el 4 de Julio-

Al finalizar, el hombre parecía esperar más, e incluso se formó un silencio algo incómodo.

-Bueeeno. . . ¿Y qué te gusta hacer?-

-Estudiar. . .-

Aunque él tratara de ser comprensivo, no podía negar que lo desconcertara y que lo lastimara un chiquitín la idea de que no pudiera explayarse más sobre ella misma. Estaba ante todo un prodigio, y le parecía espléndida la idea de contribuir a su formación académica, no obstante. . . ¿Qué importancia podría tener eso si ella no era feliz?

-¿Y hay algo más que te guste? Que no sea estudiar. . . O leer. . . Algo pequeñito, pequeñito, pero importante para ti-

-¿Para mí?- la criatura lo miraba curiosa ante esa pregunta. Y la forma de observarla atentamente la confundía un poco más, era muy distinto a todo lo que conocía –Bueno, me gusta la lluvia. . .-

-¿Cómo a mí?-

-Claro, miro como se nubla el cielo y se mecen las copas de los árboles desde ésa ventana- dijo, señalando el vidrio cerca de ellos

-Ya veo. ¿Y alguna vez la has sentido de más cerca?-

-No. . .-

-Oh, entonces estaría bien planificar una salida más adelante. . .-

-¿¡En serio lo dice!?- ella no pudo evitar levantar la voz, entusiasmada, jamás había estado fuera de la casa y deseaba conocer de cerca la naturaleza. Pero inmediatamente se encogió en su silla, consciente de lo que acababa de hacer –Perdone, no debí-

-¡No, no! Está muy bien que te pongas contenta. Pero sabes que, llámame Raúl, así estarás más cómoda ¿Te parece bien?-

-Sí. . .-

Le preguntó muchas cosas, desde las formas de hablar con la gente que conocía hasta sus gustos personales, siendo esto último más complicado. Si el abuelo algo tenía, además de canas, era experiencia; concluyó que su vida era muy dura para alguien de su edad, y sin saber por qué, sentía la obligación natural de ayudarla. Como un padre, cuando siente triste a su criatura. . .

-Sabes algo Aracné, te traje un regalo. . .- de su bolso cuadrado, pudo sacar algo aplastadas unas flores que recogió en el camino. Qué se le iba a hacer, era inevitable ver una bonita flor colgando en la vereda y no recogerla. Así que improvisó un presente, el cual colocó sobre los libros –No es mucho, pero espero que te gusten-

-¡Gracias! ¡Son muy lindas!- con toda la delicadeza del mundo, la pequeña acarició sus pétalos blancos -¿Cómo se llaman?-

-Son rosas. Y hay de muchos colores, quizás puedas verlos todos algún día. . .- viendo su reloj, preparó sus papeles para irse –Ya es hora de volver a casa, y tú debes almorzar ¿No es cierto?-

-No, yo estoy. . .- iba a mencionar su último castigo pero una mirada aguda la hizo callar. Desde la puerta, una mujer observaba todo con atención, cosa que incomodó a la pequeña –Gracias por venir, que tenga buenas tardes-

Sin poder evitarlo, se fue dejando solo a aquel buen hombre. Temía mucho a los regaños de su abuela, y la señora Adela era implacable a la hora de vigilarla.

El señor suspiró pesadamente, porque no pudo despedirse bien; y lo que más pesaba en sí era en el trato que recibía aquella pobre niña, siendo que era una personita tan buena.

-Más vale acordar otro día con el señor, sino se puede hacer tarde. . . – antes de irse, dio una última vista a las flores sobre el manual abierto –Me encargaré de mostrarle varios tipos de rosas, durante todo el tiempo que pueda-

~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

-¿Así que los jardines colgantes de Babilonia?-

-Sí, me encantaron apenas los vi-

-¿Y qué es lo lindo de ellos para ti?- el señor escuchaba contento el relato de su alumna; ya que al haberle dado algunos libros de su hogar no esperaba que ella literalmente los devorara en tan sólo días

-La manera en que están construidos y su variedad de plantas- abriendo una página donde aparecía una pintura describió lo que sabía –Hay palmeras, hidras, arbustos frutales, enredaderas; y todos son regados gracias a la caída del Río Éufrates. Es fantástico-

-Me alegro mucho, ¿Y de los libros de cuentos, cuál te ha gustado más?-

-Mmmm por ahora el de Charles Dickens, la historia del señor Scrooge-

-Muy bien, muy bien. Entonces te daré el siguiente, junto con el presente del día- feliz, le alcanzó otro libro con un ramo de rosas blancas y rojas

-¡Son muy bonitas! ¡Gracias!- abrazar esas flores y sentir su aroma eran lo más preciado para ella. En las clases del señor García había aprendido muchas cosas, pero más importante era que disfrutaba de su compañía y de sus lecciones. Era muy amable y atento con ella, es más: se sentía muy feliz cuando pasaba tiempo con él.

-Te las mereces, eres una buena hija- el hombre también adoraba enseñarle a la criatura y cuidarla durante los ratos que se veían. En ese tiempo, había aprendido a quererla, y el sentimiento paterno se hacía presente cada vez que la veía. Lamentaba mucho el que esté rodeada de gente superficial y arrogante, pero con los años había aprendido que en la vida las cosas se daban como debían ser. Y que de ese modo estaba bien, ya que gracias a eso pudo conocerla -¿Y has hablado con el señor Velázquez?-

-Sí. . .- su vocecita apagándose no denotaba un resultado positivo –Me ha dicho que está bien entender los medios naturales, pero que una señorita como tal debe estar segura en su casa.-

El suspiro resignado del hombre dio lugar a que se acerque un poco y le dijera suavemente

-Aracné, hagamos algo. . . Repite después de mí ¿Sí?- tomando sus manitos, ella asintió –No es mejor. . .-

-No es mejor-

-Estar seguro-

-Estar seguro. . .-

-Que lamentar-

-Que lamentar. . .- cuando terminó lo miraba interrogante, tratando de comprender aquellas palabras

-Quiero decirte que en la vida, a medida que crezcas, va a ser mucho más enriquecedor que intentes hacer lo que desees aún si posiblemente te equivoques. Por eso es parte de aprender, que también podemos cometer errores-

-¿Todos?-

-Exacto, tanto tú como yo que ya estoy grande ¿No?-

-Disculpe ¿Qué edad tiene?-

-52, y aún tengo mi espíritu joven- orgulloso de decirlo con una sonrisa, pudo hacer que ella también sonriera con él. Era tan dulce, ojalá él hubiera tenido una hija para enseñarle así y tener esos momentos juntos. Viendo el momento de irse, ésta vez sumado al regalo de rosas que le hacía cada lección, le dio una muestra de afecto.

Apoyó la mano en su cabecita, acariciándola con cariño. Quitándole el miedo que infundía la mirada de su vigilante, día tras día, descubría que todo lo que anhelaba era amor. Una muestra de protección sincera, un simple mimo

-Sos una niña muy buena, volveré en un día para seguir. ¿Sí?-

-¡Sí! Mañana lo espero-

Él se fue contento, ya que ése día sería especial para ambos.

~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

4 de Julio, un día nublado y ventoso. Había llegado temprano para pasar casi todo el día con la pequeña, y no le sorprendió no ver ni un globo. Negando con la cabeza, trató de disimular su entusiasmo por el presente envuelto que traía en su mochila, sacando a flote su voz picarona a la hora de hacer bromas.

-Soy viejito, así que cuando cambié mi morral por una mochila mi espalda me dijo "Ni se te ocurra" pero yo le dije "Necesito llevarla sí o sí". . .-

-¿Y qué le respondió su espalda?- la inocencia de ella seguía con atención el relato del señor

-Se quejó y me tironeó un huesito. . .-

-Auchi-

-Oh, mira la hora, ya debo irme. . .- levantándose despacito, observaba atentamente la mirada triste de su nena. Así que se acercó a ella para darle su caricia y hablarle, como sólo él lo hacía –Aracné ¿Me prometes algo?-

-Sí, lo que quiera-

-Dame tu dedito meñique, el chiquito. . .- ella lo levantó y él hizo lo mismo –Prométeme que te esforzarás en seguir tus sueños mientras crezcas ¿Sí?-

-Sí. . .-

-Y que sí, alguna vez te sintieras en peligro o necesites a alguien, me buscarás. Aunque no me veas, yo velaré por ti, para que nunca más estés solita ¿Sí?-

Casi al borde de las lágrimas, ella asintió con fuerza. Ambos aferraron sus dedos en una promesa, su primera promesa

-Y gracias, por este regalo que nos damos mutuamente. ¿Sabes cómo se llama?- ella negó con la cabeza –Es confianza, la base fundamental de una relación duradera y fuerte-

Acabada su lección, se acercó hasta su mochila para sacar el paquete que guardaba atado con un enorme moño y papel brillante

-Para ti, por tu cuarto cumpleaños- sacando su mejor sonrisa, el anciano la felicitó -¡Feliz cumple, Aracné!-

Los ojitos se iluminaron ante el regalo que le ofrecían. Que lindo era sentirse así, acompañado en un día que resulta era especial después de todo. . .

-Vamos, ábrelo. Rompe el papel así te da buena suerte-

Ella lo tomó entre sus manos, desgarrando el envoltorio con cuidado. Lo que estaba dentro, era igual de suave que las caricias de su maestro

-¡Un conejo!-

-Si señorita, un peluche-

-¡Gracias Raúl! Es muy bonito. . .-

-Por cierto que es muy bello, señor García. Perfecto para un infante- la voz seca que aparecía por la puerta era de Guillermo, quien aplaudiendo se acercaba a la chiquita. Por el susto la nena casi deja caer lo que traía en sus manos, pero una mano sobre su hombro le dio confianza. –Aprecio mucho su gesto formal, no era necesario de todos modos; mi madre ya le ha preparado un presente digno de la heredera Velázquez. . . –haciendo un gesto con las manos, le alcanzaron un paquete de terciopelo rojo donde reposaba una pequeña gargantilla brillante –Felicidades, Aracné-

La forma irónica de mencionarlo, la sonrisa falsa que portaba y sobre todo el significado que llevaba aquella joya molestaron bastante al juez; pero manteniendo su compostura le acarició la cabecita a la criatura quien abrazaba su peluche con fuerza, para hablarle con la amabilidad de siempre

-Aracné ¿Cómo se dice?-

-Gracias por su presente, señor Velázquez-

No era que le importe, pero al hombre en cuestión no le agradaba en absoluto que frente a su maestro no le llamara "Padre" como corresponde. Así que acomodando su corbata, hizo un ademán de despedida

-Señor García, supongo que ya es tiempo de finalizar la clase, la sirvienta lo acompañará hasta el umbral de la puerta. Adiós-

Antes de retirarse, Raúl le dedicó una sonrisa a la chiquita

-Nos vemos en un día, Aracné. Recuerda lo que te dije ¿Sí?-

Ante el asentimiento de ella, se retiró sin más.

Ahora ya no se fijaba si algo le faltaba en su mochila. Porque todo lo que debía recordar, era a su querida Aracné.

Y así de pensativo llegó a su hogar, donde su fiel amiga de toda la vida lo esperaba con un mate. . .

-¡Está amargo!-

-¡Te pregunté si lo querías dulce, viejo boludo!-

-Pero Carmencita. . .-

-Sí, sí, sí. . . Pero bueno, pasa por hoy porque sé por dónde anda esa cabezota suya-

-Mmm-

-Pobrecita niña, lo que uno daría por tenerla bien y mira esta manga de. . .-

-Carmen, por favor-

-¡Ah, qué! No me vengas con tus ideas pacíficas, ella sufre ahí. Espero que puedas traerla contigo pronto, así tendrá una verdadera familia-

-Ojalá Carmencita, Dios lo quiera-

~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

-No hay nada como una revisión temprana. Señora, la niña ha mostrado demasiadas modificaciones; a este paso será incontrolable y perderá su etiqueta por completo-

-¿Estás segura de ello, Adela?-

-No hay error. Cada vez hay más color en su rostro, y su voz refleja voluntad propia. Pronto, desobedecerá por completo a la familia-

-Guillermo, tú que dices- la anciana mayor observó a su hijo, quien estaba acompañado por una mujer pelirroja de buen parecer

-Adela tiene razón, madre. La estima mucho, más que un maestro regular: la trata como si fuera su hija, adentrándola en ideas igualitarias y demasiado libertadas-

Los adultos se habían reunido en la sala, y estaban de acuerdo con que la criatura mostraba muchos cambios, y no les agradaba en absoluto. Sí, se había vuelto más rebelde por contestar sus ideas o aferrarse a su conejo, aunque temblara en cada caso. Temía por las palabras de su abuela

-Bien, es tiempo de que aprenda cultura europea e idiomas con su tío abuelo Edgardo, allá en España. La enviaremos esta noche, así que llévenla a la dirección de. . .-

-¡Por favor, no me lleven! Hoy tengo clases con el señor Raúl, me toca decirle. . . que terminé de leer su cuento. . . –gruesas lágrimas corrían por su rostro, sollozando ante la mirada atónita de todo el mundo –Por favor. . .- 


-¡ESTÁS MUY MALCRIADA, MOCOSA!- su abuela estaba con una expresión realmente enojada -¡TE IRÁS YA MISMO SI ES POSIBLE, NO QUIERO OÍR NI UNA PALABRA MÁS!- 

-¡Pero. . .!-

-¡LLÉVENSELA!- dos hombres de traje la tomaron por su brazo, arrastrándola hacia un auto que esperaba en el umbral de la gran puerta. Era la primera vez que salía de allí, estando increíblemente triste.

Al llegar a otra casa y encerrarla en una habitación, estaba muy asustada. Escuchaba pasos por los pasillos, preparando valijas y hablando sobre el destino al que iría. Sola, con su mochila y su conejo, daba vueltas desesperada y con lágrimas sobre sus ojos.

Por la ventana se veía un cielo ventoso, pero la lluvia no había llegado. Pudo abrir el vidrio y contemplar, a lo lejos, unas máquinas voladoras enormes despegando hacia el horizonte. Bajó la vista para ver su dedo meñique, y recordar la promesa que había hecho. La brisa húmeda llegó a su rostro, y secó la gota que corría por su mejilla.

Luego de varias horas, un guardia entro al cuarto buscándola con la mirada

-Señorita Velázquez ¿Dónde está?- no la veía por ningún lado, ni siquiera debajo de la cama. Llamó a algunos compañeros para encontrarla, y la búsqueda se extendió por todo el complejo.

Pues, ella retenía las palabras de su maestro en la memoria,

"No es mejor estar seguro que lamentar",

Así que decidió escapar, para ello aprovechando su tamaño se escondió en el espacio detrás de la puerta; cosa que, cuando los hombres se fueron y la dejaron sin llave oyó atenta a que estuvieran lejos para abrirla y esconderse en las pesadas cortinas del pasillo.

Una abertura, aunque sea una, para poder correr. Espero, durante unos minutos, hasta que escuchó un seguro cerca de ella abrirse y sentir un escalofrío sobre su piel.

-¡Acá está!- sin dar tiempo, largó a la carrera por el desierto pasillo -¡Vení para acá, mocosa de mierda!-

Eran dos, o más, quienes la seguían. Estaba segura, la atraparían pero no se iba a rendir; correría todo lo que pudiera, lo que sus piernas resistan, quizás logre huir. . . quizás alguien la ayude. Con ese pensamiento tomó la perilla de la puerta principal y la abrió, sintiendo que unas gotas frías caían sobre su cara. Y por eso mismo abrió sus ojos negros.

-¡Aracné, aquí estás!-

-¡Raúl!-

Fue la primera vez que se abalanzó sobre alguien, y que sintió la seguridad de unos brazos. Cubriéndola, abrazándola: protegiéndola. La lluvia ya no les llegaba, pero la cara del hombre sentía agua correr, una tibia y suave.

-Oh, no llores, ya pasó. Quién diría que hoy nos veríamos bajo el agua ¿Eh?- la risa calmada del anciano la tranquilizaba, y de a poco su propia llovizna terminó.

-Señor García. . .-

-Doctor García para ustedes, por favor- el hombre le hizo una seña a quien lo acompañaba, un hombre de apariencia fornida y estructurada –Che, abrile la puerta del auto así no le da el viento frío ¿Dale?-

-Sí Dr. García-

Así, dándole una caricia en su cabeza, le indicó que lo esperara en su vehículo. Mientras lo veía hablar con los empleados de su abuela, la nena movía su pierna ansiosa.

-¿Preocupada?-

Aquel vozarrón potente la hizo por poco ponerse firme de un salto, pero detrás de su conejo pudo contestar calmadamente

-Sí. . .-

-Tranquila, ya estás a salvo.-

Sonó seco, pero es que el joven en cuestión no acostumbraba a tratar con niños; aun así, sintió la necesidad de apaciguar el ambiente.

-Puedes llamarme William. Nombre inglés pero de espíritu argento.- al extender su mano, se dio cuenta que había sido demasiado formal. Sin embargo, ella respondió contenta devolviéndole el saludo

-Me llamo Aracné. Un gusto. . .- tomando su mano con ganas, la sonrisa en su carita le dejo satisfecho.

-Bueeeeno, nos vamos que es hora de merendar- el juez se sentó adelante, en el asiento del acompañante –Aracné ¿Me acompañas con un tecito?-

-¡Sí!-

~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~    

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro