Capítulo 16.
24 de febrero de 2020.
John me miraba impactado, como si lo que escuchara fuera parte de una maldita telenovela. Tal vez era así, quizás era la estúpida protagonista de un culebrón y por eso me pasaban estas cosas, era lo más lógico, era muy poco probable que alguien en este país estuviera atravesando el mismo problema que yo.
La hija bastarda, esa era yo.
—¿Ela?
—¿Uhm?
—¿Estás... bien?—preguntó mirándome con precaución, como si me fuera a romper.
Me rompí ayer, solo frente a los ojos de Puffy, más nadie pudo verme llorar.
—No lo sé, John. Es como si un meteorito se estrellara justo en mi apartamento, ya sabes, tener tanta mala suerte para que un estúpido meteorito se estrelle en tu cabeza. Muuuuy mala suerte. El meteorito obviamente es mi hermana confesándome que mi papá no es realmente mi papá por supuesto. ¿Crees que alguien esté en la misma situación o solo esto se ve en las novelas? Quizás escriba un libro sobre mi vida y me haría muy famosa, John. Obvio te incluiría a ti y tu grandiosa tableta de choco...
—¡Makayla!
—¿Qué? ¿No quieres estar en el libro? Pero me gustas como protagonista de mi libro, quizás pueda editar tu nombre y no ponerte tan gruñón, incluso puedo quitar ese fetiche que tienes con los tacones para que no...
Me vi interrumpida por el ataque de los labios de John y olvidé por un segundo lo que estábamos hablando. Me relajé en sus brazos y lo atraje hacia mí queriendo más de él. ¡Dios mío! John Ralston era como un salvavidas, jamás podría ahogarme si lo tenía cerca de mí.
Cuando se separó no lo hizo completamente, dejó su frente presionada a la mía y aquella conexión hizo obligar a mis lágrimas hacer su recorrido hacia mis mejillas. Evité sollozar, quise hacerme la fuerte, no quería seguir siendo la débil Makayla.
No puedo romperme.
—Claro que puedes, cariño. De igual manera yo estaré aquí para recoger los pedazos y los uniré poco a poco, pieza por pieza y estarás como nueva.
—¿Por qué eres tan lindo?
—Mis padres nos hicieron a Sussie y a mí con mucho amor, supongo que yo soy más guapo que mi hermana, creo que la belleza no fue repartida equitativamente—rompí a reír y mi rostro se convirtió en un ente extraño de risas y lágrimas. Solo John había logrado que eso sucediera en mí—. Así me gusta, verte sonriente, feliz.
—Desde que te conocí creo que eres el único que ha logrado poner una sonrisa en mí.
—Eso me entristece, llevo muy poco conociéndote y pensar que nadie ha estado ahí para poner esa hermosa sonrisa en tus labios me hace preguntarme, ¿qué coño está mal en este mundo?
—El chef Mureau tiene razón, eres bueno para conquistar a las chicas.
—Te dije que era un fiasco con las palabras, Ela.
—¿Seguro? Yo creo que eres... habilidoso.
John sonrío y rozó mis labios, luego se separó dejándome en su sofá mientras que caminaba hasta su cocina.
No fui capaz de venir a verlo después de la revelación, quería un tiempo para mí, para llorar y desahogarme. Luego esta mañana me levanté pensando solo en él, quería verlo, pero John trabajaba y tuve que esperar unas tortuosas horas para finalmente hacerlo.
Mi madre no llamó en todas esas horas.
Mi padre... Bueno, Jonas, llamó esta mañana, no le contesté, tampoco insistió, solo escribió un si quieres hablar estaré en casa para hacerlo cuando quieras.
No sabía más nada sobre mi familia.
Cuando dieron las diez de la noche me planté frente al edificio de John después de pedir un taxi. Me auto invité a quedarme, ya que había traído mi pijama y una muda de ropa, John no estaba molesto por eso, al contrario, le pareció una grandiosa idea.
—¿Estás lista para comer?
—Me sabe un poco mal no haberte ayudado en nada—dije con una evidente mueca en mi rostro mientras me acercaba a la isla. John colocó el plato de espagueti frente a mí junto a la copa de vino—. Yo sé que soy un poco mala en la cocina, pero debiste dejar que terminara de cortar la cebolla.
—Cariño, si lo permitía estoy seguro de que para este momento ya estaríamos en un hospital con uno de tus dedos colgando en tus lindas manos.
—Eres horrible.
—Pensé que era lindo—contraatacó sentando frente a mí extendiendo su copa para chocarla con la mía, no lo imité, quería que pensara que estaba enojada—. Ela, soy muy crítico con la comida y eres preciosa, cariño, pero tú manera de cortar la cebolla es... quizás un poco... errada.
—¡Hice lo que me pediste!
—Hiciste lo contrario a lo que te pedí. ¡Te ibas a cortar!
No dije ni una palabra, tomé el tenedor y probé en una rabieta el espagueti.
Santa madre de la comida italiana.
—¡Vale! Soy una mierda picando vegetales, solo sé pedir a delivery y este maldito espagueti está increíble.
John por poco escupía el vino por aguantarse las carcajadas al presenciar mi rabieta, pero yo seguía enojada.
Algún día sería capaz de cocinarle algo decente.
—Estoy seguro de que sí, puede que los sándwiches sean tu especialidad.
Tarde me doy cuenta de que he hablado en voz alta, como es habitual John responde a mis divagues que deberían ser conmigo misma y no ser compartidos con los demás. Creí que me avergonzaría, pero en mi mente solo quedaban las palabras de John.
—Puedo preparar un sándwich decente.
—Estoy seguro de que si, cariño.
—Estas siendo condescendiente.
—¿Yo?
—Sí, tú—Dejé el espagueti de lado y di un gran sorbo de valor líquido—. Voy a cocinarte.
—Makayla, Dios, no me prestes atención, soy un idiota.
—¡Lo eres! Pero de igual manera voy a cocinarte—abro la nevera analizando que voy a tomar para hacer una comida medianamente aceptable. Los huevos me quedaban bien, ¿una tortilla?
Pero me quedé en blanco cuando los brazos de John me rodearon y sus labios se posaron en mi cuello. Sentí mis piernas temblar y por supuesto mi entrepierna se empezó a humedecer, solo las miradas de ese hombre me hacían parecer una gelatina.
—No vas a tocar mi cocina, Makayla.
La voz ronca vibró por todo mi cuerpo, pero no me iba a rendir, me di la vuelta quedando frente a él, la puerta de la nevera se cerró y en poco tiempo mi espalda estaba apoyada en ella siendo capturada por el cuerpo de John.
—Quiero cocinarte.
—Está bien, pero no lo harás en mi cocina, no vas a tocar nada, Makayla.
—Oblígame, John.
Él sabía que era fácil, el primer paso era provocarme, el segundo atraparme y el tercero fue... besarme. Pero ya el cuarto paso era todo mío, su boca entre mis piernas lo confirmaba.
No pasó mucho tiempo para que llegáramos al quinto paso, donde me olvidé de todo, dónde solo éramos John y yo encerrados en nuestra burbuja con millones de emociones recorriendo nuestro cuerpo.
Ustedes saben que rara vez escribo escenas de sexo, por lo que quedará hasta aquí. Ya sé. ya sé, tengo que salir de mi zona de confort, pero de verdad se me hace difícil escribir ese tipo de escenas. Escribiré un libro erótico para practicar jajajajaja
Hay muchas cosas que aclarar, pocos capítulos por revelar, pero prometo que todo quedará zanjado para el lunes en donde tendremos nuestro capítulo final en celebración de San Valentín :)
Este capítulo está dedicado a Cassandra, espero que te haya gustado :)
Nos estamos leyendo el miércoles de festividades y adivinen... Otra vez se viene doble actualización, es hora de que todos me recen xD
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