Capítulo 8:
Dama principal,
charla agradable.
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Obanai no tenía ningún derecho a quejarse, desde que puso un pie en el enorme Pabellón de su Señor, ha sido tratado como nunca antes imagino. Como si fuera una persona verdaderamente importante, que mereciera ser tratado con respeto y dignidad por los demás.
Aunque hubiesen sido solo unos pocos días los que llevaba viviendo bajo esta nueva identidad, Iguro podía sentirse bastante agradecido de estar llevando su secreto con bastante facilidad, sin estar bajo la sospecha de nadie. Tal parece que, su querido Kaburamaru, había sido una buena elección de regalo, tenía mucha suerte y los problemas con la familia de su Señor y su ex prometida parecen quedarse atrás, porque no ha escuchado a Giyū comentar algo al respecto, y su asistente Sabito tampoco parecía tener ánimos de nombrar y quejarse por cosas que no pueden arreglarse. Todo estaba bien, se sentía bien.
No obstante, eso no quiere decir que su secreto estará a salvo toda la vida, es consiente de que en algún momento, cuando su Señor se canse de jugar con él, va a volver a usar la fuerza, o lo desecharía como si no valiera nada. Era una posibilidad que Obanai bien sabe que sucederá, tarde o temprano, pero Tomioka se enterará de la estafa.
Pero, en este momento, nadie sabe nada. Él es libre de hacer lo que quiera mientras finge ser mujer, y Tomioka parece estar tan contento de intentar pasar tiempo con él. Aún cuando a veces no lo está por todo el día, hay ocasiones donde es incapaz de separarse, Obanai considera que esos días son un poco molestos.
La razón es porque Tomioka lo único que intenta es enseñarle lenguaje de señas, pero siendo muy malo como maestro. Es por eso que Giyū simplemente se resignó una tarde, se cruzó de brazos como si fuera un niño pequeño el cual se le fue negado algo y después miró a un lado.
—"Buscaré a una dama de compañía que te enseñe..."
Había comentando, anteriormente también le había dicho algo similar, debido a eso Iguro no se sorprendió con la idea, pero si le generó bastante irritación escuchar las palabras "Dama de compañía".
¿Que por qué?
Porque las Damas de compañía menores, las que se encargan de limpiar su habitación y todos los desastres que Obanai y Kaburamaru dejan sin querer por el suelo, son... ¿cómo decirlo sin que el pensamiento de Iguro suene mal...?
Desagradables y molestas.
Es lo único que puede pensar Obanai a la hora de describirlas, lo sintió en el mismo instante en que puso un pie en el Pabellón y Giyū lo presentó ante todos los sirvientes. Sabía que, para ellas, Obanai era una especie de desastre o basura que terminó por llegar debido a un accidente o lastima de su Señor, eso según las historias que escuchaba cuando las Damas se reunían a escondidas para hablar en voz alta.
Pareciera como si pensaran que Iguro es sordo también, puesto que no se preocupan en hablar mal de él a sus espaldas, tal vez creen que Obanai no es capaz de hacerles nada y, evidentemente, era muy cierto. Iguro lo maximo que podría hacer era comentárselo a su Señor, pero como no sabe comunicarse entonces no lo hace, y tampoco intenta dejar en claro de otras maneras el mal trato que recibe de las sirvientes.
Vamos, que Obanai no tiene cabeza para andar de chismoso, tiene otras cosas más importantes por la que preocuparse en este momento. Cómo por ejemplo: el árbol de durazno que se encuentra en el jardín, detrás del pabellón. Estaba al pendiente de él los días libres, en busca de que los frutos estén en su mejor punto para poder cosecharlos.
No era algo que lo emocionara, pero era agradable poder escabullirse un poco de la atención de las Damas y el resto de sirvientes para subir en las ramas del árbol y esconderse allí con Kaburamaru, ver todo desde esa altura lo daba a Iguro una especie de control imaginario. Esa pequeña libertad que sentía en el Pabellón lo hacía relajarse.
—Kaburamaru...— Susurra, con cuidado de que nadie esté cerca para escucharlo. Relajando alegremente la garganta.— ¿Quieres comer?— El animal no puede contestarle, al menos no de una manera convencional. Obanai es capaz de percatarse de los pequeños movimientos que hace la serpiente para responder.— ¿No? Oh, bueno... ¿Dormimos un rato?— Obanai se recostó aún más en las ramas y la serpiente se deslizo de sus hombros hasta las piernas.
Una pequeña siesta al no tener nada más que hacer estaba bien, hoy es uno de esos días donde su Señor se fue al trabajo, aparentemente se encontraba preocupado por algunas cosas, pero Iguro no le estaba prestando atención en ese momento, no es algo que le importe a Obanai demasiado. Los problemas de las personas de la Corte son... ¿cómo decirlo? Estúpidos. O al menos eso opinaba desde lo poco que le pudo importar.
Cuando cerró los ojos con calma, una paz inundó el cuerpo de Obanai. El joven amaba las flores de durazno, olían bien y, a su propia opinión, eran muchísimo más hermosas que las flores de cerezo, ¡e incluso mejores! Después de todo, dan duraznos, Obanai quiere y espera con mucha antelación que el árbol dé por fin frutos.
En su propia fantasía, un pequeño sonido lo pone en alerta y hace que se despierte. No es que esté preocupado de que alguno de los sirvientes lo vean arriba de un árbol, no es algo que le importara y hasta ahora, a pesar de haber sido pillado un par de veces, no le han dicho nada a su Señor, entonces no le importa. Pero ese sonido de pisadas, tan suaves pero decididas, junto con otras más informales y juveniles, hace que Obanai abra un ojo y mire entre las ramas del árbol hacia el suelo. Se esconde un poco y fija su vista en algún lugar.
Unas pisadas las reconoce como las de su Señor, y al ver comprueba que es él, sorprendiendose porque a estas horas el hombre no debería estar por aquí. Pero luego están las otras y observa a un joven acompañándolo, era de cabello borgoña y sus ropas le avisaban que era de una persona de la milicia. Aunque con una mirada amable.
Podrían estar buscándolo, pero hasta no estar seguro no saldría de su escondite, aunque intentaría no ser visto. No quiere ser regañado por subirse a las copas de los árboles. Los vé estar justo debajo del árbol, mirando a los alrededores como si buscaran a alguien.
Iguro, por precaución, despierta a Kaburamaru y da un aviso silencioso para que suba al cuello. Entrecierra los ojos para agudizar su vista y mira desde arriba con curiosidad e intenciones de escuchar la conversación ajena.
—No entiendo, me dijeron que estaba aquí.— Su Señor habla, y como ya lo supuso, lo estaban buscando a él. Obanai rueda los ojos y se queda quieto, en un pequeño descuido se bajaría.— No está en ningún lado.
—Maestro Giyū.— La voz del joven hace que Obanai alce una ceja, ¿maestro? ¿Ese joven es el aprendiz de mi Señor?, Iguro se inclina un poco, arrastrándose y haciendo que un par de flores caigan al suelo, encima de los presentes.— ¿No será que le mintieron? Aquí no hay na-. Oh...— Una flor le cae al joven en la nariz, y estornuda de inmediato.— ¡Lo-Lo siento, maestro!— Se tapa la nariz con sus ropas, y después vé hacia arriba, Obanai quiere esconderse pero le es imposible, es pillado y hace contacto visual con el menor.
—No te preocupes por eso, este árbol también me da alergia.— Queja y se rasca la nuca con pesadez, estando más pendiente en mirar a todos lados en busca de una señal de su "esposa".— Estaba pensando en mandarlo a cortar, lo único que genera es basura por estás-.
—¿No es ella su esposa, Maestro?— Llama la atención y Tomioka lo mira de inmediato, antes de que preguntara, el menor señala a las ramas.— Es muy buena trepando.— Halaga visiblemente sorprendido.
Tomioka parpadea al ver a su esposa arriba, bastante sorprendido e incrédulo de su paradero, y tarda un par de segundos en reaccionar adecuadamente.
—O... Obanai...— Susurra y una gota de sudor, proveniente de la preocupación, baja cuidadosamente por un costado de su cara.— ¡¿Qué haces allí?! ¡¿No puedes bajarte?! ¡¿Necesitas ayudas?! Yo puedo-.
Antes de que su Señor siguiera exclamando preocupaciones, Iguro se baja con bastante agilidad, llegando rápidamente al suelo hasta quedar parado enfrente de ellos. El de ojos bicolor limpia sus ropas con cuidado y sacude un poco su cabeza a los lados para quitar los pétalos de su cabello despeinado, fallando en el proceso.
Junta sus manos en señal de respeto y hace una pequeña reverencia a los hombres presentes como saludo.
—¿Co-como hiciste eso? ¿Cómo subiste hasta ahí? ¿Por qué estabas arriba?— Muchas preguntas, algunas de ellas saliendo como regaños, pero ninguna recibió una respuesta más allá de un encogimiento de hombros y una mirada desviada a otra parte.— Obanai, pudiste haberte lastimado...— Se soba la nariz, como si estuviese cansado.
Nuevamente, de respuesta recibió un encogimiento de brazos mientras que Obanai miraba al suelo jugando con su pie, el cual se movía sobre el pasto haciendo pequeños círculos. Un poco apenado, pero sobretodo preocupado por lo que escuchó, ¿cortar el árbol? ¿En serio? ¡Sus frutos ya casi están maduros! ¿Por qué cortarían un árbol que les da alimento?
Gracias a ese pensamiento Iguro recuerda que preocuparse por eso en un contexto como el de su Señor es estúpido, después todo, ¿cómo un hombre que lo tiene todo se preocuparía por un mísero árbol? Aún así, no evita que Iguro no pueda ocultar su inconformidad con las palabras anteriores y se cruce de brazos.
—Obanai no vuelvas a subirte a ese árbol, ¡mucho menos sin el cuidado de un sirviente!— Iguro rodó los ojos, pero lo ocultó muy bien mirando justo a tiempo a Kaburamaru y luego, con curiosidad, observo al aprendiz de su Señor con detenimiento. Parece ser de su edad, y por la ropa lo pudo diagnosticar como un militar de rango medio. Giyū nota el interés en el menor y por eso carraspea.— Este joven es mi aprendiz: Tanjiro Kamado.— Presenta y se hace a un lado para darle espacio al joven.
—¡Un gusto conocerla, mi Señora!— Con bastante respeto y un aire de amabilidad y servicio se inclina en reverencia.— El Maestro Giyū no ha parado de hablar de usted en los entrenamientos, cada que puede la halaga y-.
—Suficiente información, Tanjiro.— Regaña Tomioka con un pequeño codazo.
Obanai se guarda la risa que amenaza con salir para después, y al sacar sus manos de las largas mangas de su vestido hace un par de señas bastantes torpes.
"Es un gusto conocerlo."
Es lo único que puede "decir" en este momento, los saludos formales es lo poco que pudo aprender en las manos de su Señor, pero es suficiente para no mostrarse descortés cuando es saludado por alguna persona. Para sorpresa de Iguro, Tanjiro parece entenderlo rápidamente y hace más señas con bastante facilidad, mareando a Obanai quien no puede entender nada de lo que está señalando.
—Tanjiro.— Con una mano en el hombro, Giyū detiene a Tanjiro.— Recuerda que ella no sabe lenguajes de señas, cálmate.
—¡O-oh, cierto! ¡Discúlpeme!— De inmediato se apena y Obanai solo hace un gesto para que olvidara eso. Luego vuelve a mirar a Kaburamaru quien parece tener aún ganas de dormir, porque se recostó en su cuello oculto en su cabello, estando tranquilo.— ¿Esa es la serpiente de la suerte?
Obanai mira recelosamente al joven cuando quiere acercarse, pero no hace falta que Iguro se aleje porque Tomioka vuelve a detener la animosidad de su aprendiz.
—Tanjiro, no puedes acercarte a la serpiente.— Advierte y mira enfadado a Obanai, lleno de capricho y con el ego un poco herido.— Ni siquiera a mí se me permite acercarme... aún.
Nunca te dejare a mi Kaburamaru, tonto. Piensa ante la insistencia.
—Oh, entiendo...
Después de unos tontos momentos que se resumían en Tanjiro siendo demasiado amable y curioso con todo para luego ser detenido por su maestro con leve severidad, pero en el fondo cariño. Obanai reconoció el cariño fraternal que ambos se tenían con solo unos minutos de convivencias de ambos, y ese cariño se confirmó cuando Kamado comentó que siempre había estado bajo la supervisión de su Señor, quien lo instruyó y lo metió en la milicia del país.
Era agradable escuchar la voz de Tanjiro, aunque fuese un poco atolondrado, se sentía bien ver a alguien que lo trata, en lo que cabe, como un igual. Tal vez sea también por la edad del chico, se le notaba la juventud en sus gestos y ganas de hablar, de verdad parecía de su edad. A diferencia de su Señor, el cual con solo un par de años más ya se quejaba y hablaba como un hombre mayor.
Pero admite que es mucho más sencillo aguantar a su Señor actuando como anciano que como joven.
—¡Vamos, Obanai!— Chilló con exagerada voz.— ¡Dejame un poquito!
¿No se cansa en insistir? ¡No quiere que toque a su Kaburamaru! Es solo suyo, ¡no tiene ningún derecho sobre él!
Obanai mira muy mal a su Señor y solo niega con la cabeza, cruzando sus brazos y alejándose de él lo máximo posible, la serpiente aún seguía en su cuello sin ni siquiera inmutarse por el constante acoso del hombre.
Con un suspiro decide ignorar los lloriqueos de su Señor y observa a Tanjiro, quien ni siquiera parece extrañado del comportamiento de Tomioka, lucía bastante acostumbrado junto con Sabito.
Los hombres lo habían llevado a una habitación para poder conversar sin la mirada curiosa de los demás sirvientes, eso es porque Tomioka no tiene permitido mostrar su inmadurez al ojo de los demás si quiere seguir siendo respetado, e Iguro lo entiende, hasta él perdió un poco del gran respeto que le tenía la primera vez que lo vió mostrándose así.
Justo ahora, mientras Giyū pareciera sacar su niño interior sin ninguna especie de vergüenza, Tanjiro había estado comentándole sobre una mujer que podría ser su dama de compañía principal.
—Mi hermana menor también es muda, y tenía una dama de compañía en el tiempo que estuvo en casa.— Obanai lo mira con mucha atención.— Ella se encargó de enseñarle a todos lenguaje de señas y se convirtió en la mejor amiga de mi hermana.
Obanai escuchó a Kamado, prestándole atención a como hablaba con mucho cariño sobre su hermana, en un momento sintió un pequeño destello de lastima hacia el joven.
—Cuando Nezuko fue desposada, no pudo llevarse a Mitsuri con ella porque su dama principal fue impuesta por la familia de su marido.— Hace un pequeño gesto de pausa.— Así que Mitsuri se quedó en nuestra casa como sirvienta, por eso quiero entregársela a usted como regalo, ¡sé que ella puede hacer un buen trabajo como consejera y amiga!
—Es muy buena enseñando lenguaje de señas.— Sigue Sabito, llamando la atención.— Nuestro Señor aprendió de ella muy rápido.
Obanai no pudo evitar llevar su mirada a Tomioka, quien seguía con una expresión caprichosa pero por fin había dejado de intentar tocar a Kaburamaru, por ahora.
A Iguro no le importaba mucho quien fuese su dama de compañía, reconocía su lugar y que no estaba para exigir nada más allá de los pequeños permisos que tenía. Es por eso que simplemente asintió, sonriendo y jugando con los bordes de sus mangas. Gracias a su aceptación Tanjiro parece alegrarse y comenzó a conversar de su hermana.
Desde que Nezuko fue casada, Kamado no ha podido ver a su hermana por lo que se emociona mucho al hablar de ella, es bastante evidente que la extraña. De todas formas, el joven es consiente al igual que todos en la habitación, que es normal. La familia del esposo pasa a ser la prioridad en la vida de la mujer cuando es casada, debido a eso es que muchas le prohíben visitar a su familia, es aún más normal cuando es un matrimonio arreglado por temas sociales y económicos como lo fue su caso. Era de esperarse, pero lo que no esperó escuchar nunca fue que Tomioka había sido como un hermano mayor para los hermanos Kamado, y que fue Nezuko la razón por la que Giyū había decidido aprender a la perfección el lenguaje de señas; para poder hablar tranquilamente con los menores en sus visitas.
No pensó que un hombre que tiende a rebajar con la mirada las clases sociales se encariñara con los hijos de una familia de estatus modesto.
Quisiese hacer algo más que solo asentir y prestar atención, pero le era imposible, es por eso que decidió ser de oídos para los presentes, quienes comenzaron a comentar cosas buenas sobre el Señor Giyū de un momento a otro. Algunas cosas eran obvias exageraciones.
Era tanta la adulación que Obanai se sintió un poco incómodo.
¿Por qué el cambio tan abrupto de conversación? ¿Será que mi Señor lo ordenó...?
Sus pensamientos fueron respondidos cuando observó sutilmente a Tomioka y este tenía una sonrisa radiante y coqueta, esperando algún gesto de sorpresa y admiración de su parte.
Es un idiota. Concluye, evitando seguir mirando a Tomioka, haciendo un pequeño gesto de rechazo.
El rostro de Tomioka cambio tras el rechazo de su esposa, y estaba a punto de hacer saber su descontento con su plan para tener el corazón de Obanai. Era una de sus tácticas; hacer que sepa sobre sus hazañas, pero parece que eso no es algo que le interesa a Iguro.
Cuando iba a quejarse, una sirvienta toca la puerta y entra segundos después.
—Lamento interrumpir.— Dice la joven con una bandeja en la mano.— Le traje té de miel y mandarina, mi Señor.— Sonríe y posa las cosas en la mesita a lado de los hombres, después observa otra vez a Giyū y hace una reverencia.— Espero que-.
—Obanai odia ese té.— Comenta Giyū mirando a la mujer con desgano, como si fuera algo cotidiano.— Creo haberlo dicho antes.
—L-Lo sé, Señor.— Mira sutilmente a Iguro con una mala cara, pero Obanai estaba más interesado en Kaburamaru que en ella.— Pero ese es su té favorito en primavera, los de cocina vieron factible hacérselo.
—Hmmh.— Suelta de su garganta con una mirada juzgadora, pero luego relaja el rostro y hace una seña con su mano corriendola.— ¡Bien! Vete pero trae té de jengibre para tu Señora enseguida.
—Entiendo, mi Señor, vengo enseguida.— Y después de volver a poner una expresión llena de soberbia a Obanai, se dió media vuelta y se fue.
Obanai ni siquiera estaba interesado en tomar té, justo ahora lo único que le interesa es una pequeña merienda para pasar la tarde. ¿Galletas de arroz? ¿bollos de papa? Cuando tenga la habilidad de avisarle a los sirvientes sus ordenes, pasará todas las tardes comiendo bocadillos simples, debe ser esa la máxima ambición que tiene para cuando sea su oportunidad de comunicarse.
—Oiga, Maestro Giyū.— Llama Tanjiro.— No pensé que usted fuese tan considerado con esas sirvientas.— Obanai observa al menor, interesando en lo que tengo que decir. ¿Ya se dió cuenta?— ¿Ellas no eran regalos de la familia Kochō? Sus estancias aquí podrían generar disputas y malos chismes con esa familia.
Iguro sobre abrió los ojos y miró a Tomioka con una expresión interrogativa, pidiendo una respuesta que Tomioka no parece estar preparado para dar, se hace el sordo ante las palabras de Tanjiro y se levanta del asiento.
—¡Voy a ordenar que traigan bollos de papa!— Suelta y camina hasta la puerta, dejando a Obanai molesto e intrigado.
Al menos traerá algo útil, piensa cruzando sus brazos y exigiéndole una respuesta a Sabito, quien parece estar regañando silenciosamente a Kamado por abrir de más su boca.
Lo bueno es que Kaburamaru llama la atención de los hombres, siseando desde su cuello y mostrándole los colmillos a ambos, exigiendo una respuesta para su dueño.
—Ugh...— Sabito se queja con miedo desde el fondo de su garganta, mirando a un costado y dejando de jalonear al menor.— La familia Kochō le envió esas damas a mi Señor cuando aún estaba en pie el matrimonio con su hija, pero luego llegó usted y...
Obanai soltó un suspiro a mitad de la respuesta.
Prácticamente se resumía en "tacañería" por no querer comprar a más sirvientas y "pereza" por no querer buscar a mujeres de confianza. Igualmente, no mostró su descontento con las mujeres. Al final de cuentas hacían sus trabajos, para bien o para mal, y para Obanai, aquel nulo interés y repulsión hacia él era útil. No necesitaba a Damas curiosas y amigables que lo quieran ayudar con su baño o a la hora de vestir, sería un completo desastre. Mucho menos a sirvientes que le prohíban hacer sus actividades diarias por estar preocupados. Para Obanai, así como estaban es excelente, y hasta le saca provecho.
Aún así, dejó muy en claro su descontento con su Señor cuando llegó.
Salió como gallina por solo mi curiosidad, y aun con esa nula valentía intenta acercarse a mi Kaburamaru. Es un idiota.
Pero, ¡ey!,al menos parecía leer mentes porque tiene en sus manos sus preciados bollos de papa.
•~•
La llegada de Mitsuri como su Dama principal fue una sorpresa bastante agradable. Obanai pensó originalmente que sería una mujer tímida y delicada, con un gran respeto hacia los presentes por todo lo que escuchó de los hombres, pero en su lugar se consiguió a una mujer con una energía casi envidiable, una actitud de respeto pero que aún así daba la sensación de estarle hablando a un igual, y sin hablar de que es muy buena y rápida haciendo todos los quehaceres.
Lo más llamativo fue su aspecto, una mujer con cabellos extravagantes y tales atributos sería una gran bendición para un hombre. En el fondo, con nomás verla pensó en sus adentros por una milésima de segundo: "sería una gran exhibición en el Distrito Rojo", pero claro, después negó sus idioteces. Se quedó con la simple idea de que sería una gran esposa por lo que ha demostrado en los pocos días, y era extraño, la mujer estando cerca de los 22, ¿no querrá casarse? La edad de buscar marido la pasó hace un par de años, ¿en serio no quiere formar una familia?
Sería un total desperdicio de ser ese el caso...
Bueno, está juzgando demasiado sin querer, como siempre.
—¡Qué bien, Señora!— Festejó Mitsuri, sonriendo y mostrando una gran admiración.— Está aprendiendo muy rápido, me alegro mucho por usted.— La sinceridad era palpable en los ojos verdes de la chica, casi podías ver a través de su alma y corazón si prestas atención.— Solo debe tener un poco más de fluidez, ¡pero lo hace maravillosamente!
"Muchas gracias, tengo a una excelente maestra."
Mitsuri sonrió por el halago y se rasco la nuca con mucha vergüenza, haciendo de menos su propio esfuerzo y trabajo. Era lo normal en ella y Obanai se acostumbró, para Kanroji era demasiado cotidiano y divertido enseñarle a las personas.
—"¿Te parece bien terminar por hoy?"— Mitsuri le habla, pero al mismo tiempo le hace señas para que se acostumbre más rápido.— "Debemos preparar su baño y la comida de su serpiente."— Obanai asiente, y se levanta de su puesto.
Mitsuri se aleja y va al cuarto de baño, preparando todo para su Señora. Mientras tanto, Obanai se escabulle hasta el jardín para verificar si los frutos de duraznos ya están listos, y mucha fue su felicidad cuando se percató que estaban listos para cosechar, dejó a Kaburamaru en el suelo un segundo mientras fue adentro a buscar una cesta para recolectar los duraznos.
Iguro con bastante facilidad fue capaz de subirse al árbol, recolectando los frutos con mucha rapidez antes de que Kanroji termine lo que esté haciendo. Tomioka le había ordenado que le avisara cada que Obanai se subiera al árbol, es debido a eso que hace sus travesuras a escondidas.
Lastima que no pensó que Mitsuri tenía mucha experiencia con este tipo de travesuras, bastante acostumbrada a cuidar a niños, y cuando iba a intentar bajar por otra canasta se la encontró mirando con reproche pero cariño.
—¡Señora, sabe que no puede hacer eso!— Reclama, pero fue más un recordatorio que un regaño. Lo próximo que hace es acercarse y pedirle a Obanai que le entregue la canasta para dejarla en el suelo.— Si quiere puedo ayudarla, ¿le parece?
Iguro solo asiente, esperando a que la mujer fuera por más canastas. En muy poco tiempo, ya habían recolectado todos los frutos que pudieron. Fueron un total de 4 canastas que Obanai estaba deseoso de comer, pero fue detenido por la mujer.
—Señora, el baño debe estar a una buena temperatura. Vaya a bañarse que yo llevaré los duraznos a lavar.— Dice con energía, apilando las canastas una encima de la otra, no sorprendiendo a Iguro cuando fue capaz de levantar todas de un solo intento.— Su serpiente se quedará conmigo para darle de comer.
Mitsuri es la única que tiene permitido acercarse a Kaburamaru.
En realidad, Mitsuri es la única persona a la cual Kaburamaru se acerca, entonces está permitido.
Obanai ya conocía la fuerza de Kanroji, y es por eso que le confió su merienda y se fue al baño, caminando con tranquilidad sin importarle si tiene todo el kimono lleno de tierra. Después de todo, él no tendrá que lavar eso, mucho menos Mitsuri, entonces no es de su incumbencia la ropa sucia.
Sin embargo, lo que sí le importó fue la llegada de su esposo, sorpresivamente temprano para su horario habitual. Iguro se detiene en medio del pasillo y ve como todas las sirvientes se acercan a servirle a él y a Sabito. El joven se queda parado un segundo, dudando de si acercarse o no, pero por cortesía camina hasta él y hace una leve reverencia.
"Es un gusto tenerlo de vuelta en casa, Señor."
"Dice", manteniendo la neutralidad en su expresión, mirando al hombre a los ojos, ladeando la cabeza un poco cuando Giyū parece congelarse.
Era de esperarse, es la primera vez que Obanai se comunica con él en señas más allá de un "bienvenido", sin hablar de que Iguro parece haber aprendido bastante por sus gestos fluidos. Tomioka estaba muriendo por dentro de solo pensar que podrá conversar tranquilamente con su esposa.
—¿Ya puedes comunicarte?— Pregunta, pasando encima de los presentes para acercarse a Obanai.
"Aún me falta aprender más, pero sí."
Cosas cortas pero que a Tomioka significan el mundo, y es por eso que toma a su mujer de los hombros y la lleva directamente a una habitación alejada de los sirvientes, dejando a Sabito sin siquiera la oportunidad de poder comunicar algo muy importante, pero espera que Tomioka se encargue de eso.
En la habitación, el hombre ni siquiera se da cuenta de la suciedad en su "mujer", y si lo hace no parece importarle porque la sienta en uno de los ostentosos muebles, encima de muchos cojines y después se sienta él justo a su lado, mirando con una expresión coqueta al más bajito.
Comienzo del siguiente plan por el corazón de Obanai: Ser bueno escuchándola.
—¿Qué hiciste hoy? ¿Te llevas bien con Mitsuri? ¿Qué te parece el Pabellón? ¿Te gustaría otro?— Preguntas, muchas preguntas que abruman a Iguro, pero al menos tiene la oportunidad de poder callarlo.
"Muchas preguntas, una por una, por favor."
—Claro, claro, lo siento... amor.— Dice susurrado mientras que sus mejillas se pintan de un color rosa, evitando mirar a Obanai.
Iguro no se sonroja, al menos no de inmediato, pero sí ladea la cabeza y tiene una expresión juzgadora y bastante indiferente los primeros segundos. Hasta que sus labios rojos se curvan en una expresión avergonzada y también evita mirar directamente a su esposo.
"No hace falta que me diga así."
Antes de que Tomioka pudiera reprochar, Obanai se adelanta.
"Tuve un buen día. Aprendí lo mejor que pude y después recolecte duraznos del árbol."
—¿Te volviste a subir al árbol?— Tomioka agudiza su expresión y se acerca más al rostro de Iguro, el menor solo evita la confrontación y se hace el desentendido con un encogimiento de hombros.
Era su forma de decirle "no moleste más que no lo voy a obedecer", y Giyū aprendió ese significado desde hace mucho.
—Me preocupa que te lastimes.— Admite.
"No lo haré. Es muy facil subir y bajar."
Giyū asiente, entendiendo que no tiene caso prohibirle eso a Iguro, las órdenes nunca son obedecidas cuando van en contra de sus gustos.
Tal vez, esa es la clave, gustos.
—¿Qué te gusta hacer?— Pregunta interesado.— Cuando estabas en el Distrito Rojo, a parte de tu trabajo, ¿qué otra cosa hacias?
Obanai piensa, y aunque habían un par de cosas, no puede comentarle eso a su Señor. Si le dice que sabe leer y que eso hacia, empezará a cuestionar su identidad. Entonces se fue con la vieja confiable, engañar un poco y recordar lo que hacían sus primas en ratos libres.
"Me peinaba y jugaba con los regalos de los clientes..."
—¿Regalos?— El claro interés se escuchó en la voz de Giyū, pero quitó su expresión coqueta y la cambió por una casi acusadora. Como si recibir regalos fuese aún más degradante que su supuesto trabajo.
"Los clientes dejan obsequios cuando una chica les gusta mucho."
—¿Gustar mucho?— Lo escucha murmurar e Iguro no tiene ni idea de qué es lo que tanto le interesa saber. Obanai alza una ceja mirando a su Señor con duda.— Tu madre dijo que eras popular entre los clientes, ¿había uno que se ganara tu aprobación?— Por la pequeña arruga en la nariz, Tomioka supo que no fue comprendido.— Ya sabes, un cliente favorito.
Obanai se cruza de brazos, negándose a responder en un principio, no se le ocurre nada, hasta que el recuerdo de un hombre alto y extravagante vino a su cabeza. Nunca lo vió de cerca, Obanai se escondía entre habitaciones cuando llegaba, pero su presencia ponía de buen humor a todas las mujeres de la Casa Iguro.
Era un pez gordo, su nombre era un alias para ocultar su verdadera identidad, sin embargo, eso no importaba porque el tipo tenía mucho dinero. La mayoría del tiempo no buscaba desahogos sexuales, solo conversar con algunas de las chicas, y aun así dejaba lindos regalos y buenas propinas.
Obanai tuvo que escabullirse un par de veces con las ropas de sus hermanas si quería verlo a lo lejos. Una vez, su madre le entregó un juguete que sobró de su última llegada, era un caballo de madera pero bastante costoso como para regalar en burdeles.
Podría decirse que Obanai le dió el visto bueno a ese hombre, aunque sea escandaloso.
"Había un hombre que no usaba su nombre real, solo un..."
Obanai se detiene, confundido y sin tener idea de cómo continuar. Habían palabras que se le dificultaba señalar.
—"¿Apodo?"— Tomioka pregunta, usando sus propias manos para enseñarle el gesto a Obanai, quien de inmediato asiente agradecido.
"Casi siempre buscaba la compañía, no los servicios..."
Nuevamente, Mitsuri no se preocupó en enseñarle palabras de esa índole. Lo comprendía, pero justo ahora era molesto.
—"¿Se-sexuales?"— Repite la acción, un poco pausado y avergonzado. Giyū se siente algo celoso, e Iguro asiente ignorando eso.
"Por ser una..." Obanai se detiene, no sabe cómo se hace el gesto, pero ni siquiera espera a que Giyū le enseñe, "...sin buenos atributos físicos, no era de su gusto. Pero cada vez que iba llevaba regalos, era muy amable. Aunque lo observara desde lejos, es el único cliente que..."
Sus manos se confundieron, a penas y había estado aprendiendo el uso de esas palabras, y por eso hizo una confusión.
"... me enamoró."
... me agradó, eso es lo que quiso decir, pero ni siquiera se dió cuenta de su error.
Tomioka se quedó quieto, con una expresión perturbada. Obanai ladeó la cabeza sin comprender exactamente qué fue lo que hizo mal, y el porqué se ganó esa mirada, mucho menos pudo entender porqué su Señor se acercó a él de repente y lo sostuvo en un abrazo fuerte.
¿Ahora qué le pasa? ¿Por qué no me suelta? Piensa Iguro con una expresión frustrada.
Quiere alejarse pero no tiene exito y por eso se arrepiente en dejar a Kaburamaru con Mitsuri, tal vez si estuviese aquí, Giyū ni siquiera lo hubiera molestado con su supuesto trabajo, tal vez estuviera más interesado en querer ganarse su aprobación para tocar al animal.
—Yo también soy amable contigo.— Acusa Tomioka, por como salió su tono de voz Obanai supo distinguir que hablaba con los labios arrugados en un puchero.— Y también te doy regalos.
¿Y eso qué tiene que ver? Obanai entiende que contra Tomioka no puede luchar, por lo que se deja abrazar sin intenciones de corresponder. Solo deja que los fuertes brazos de su esposo lo envuelvan con suavidad, incluso distinguió algo de pertenecía y posesividad en su agarre.
—Y-Y además...— Tomioka se esconde avergonzado en el cabello de su "mujer", tiene enredado en las hebras negras pequeños pétalos de duraznos que lo hacen tener un aroma muy dulce.—... me gustan mucho tus atributos físicos.
Obanai se abstiene de alejarse y comunicarle sus dudas, se sonroja y muerde sus labios. Se dió cuenta que Tomioka está celoso y solo quiere ganarse su favor. Iguro bufa silencioso por lo dicho. Que a un hombre le agraden los atributos físicos de una "mujer" como él, una persona delgada y sin la suficiente carne para rellenar lugares adecuados, era una mentira.
Ya me tiene como su esposa, ¿por qué se pone así solo porque me agradó un supuesto cliente? Piensa.
En cambio, Tomioka se queda allí, ignorando que tiene otras cosas que hacer, solo quiere permanecer a lado de Obanai y hacerle entender que ese cliente ya no está, ¡no dejará que ese tonto se la quite!
Quiere hacerle ver a Iguro que su corazón le debe pertenecer solo a él.
Mientras seguía con esas fuertes emociones llenas celos y posesividad, Giyū olvida la razón por la que tuvo que llegar temprano del trabajo el día de hoy, y que a parte da inicio a sus próximos dolores de cabeza.
El Emperador lo había citado al Palacio Imperial, el parto de la Emperatriz está acercándose a pasos agigantados, Tomioka debe dejar de perder el tiempo.
Sin embargo, se niega en dejar a su adorada esposa sola.
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