Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 7:

Regalo de disculpas:
una señal de buen augurio.

•~•

La siguiente mañana fue una completa incomodidad para los presentes, el silencio reinaba a la hora del desayuno junto a la mala actitud que todos tenían entre si. Las razones de esas actitudes eran muchas, pero la principal de ellas era la ausencia de cierta "mujer" y, el golpe en la cara de Tomioka.

Desde anoche Obanai no ha querido salir del baño, seguramente por temor a que tenga un castigo por lo sucedido el día anterior, mientras tanto, Tomioka no ha querido sobrepasar los límites de Iguro y es por eso que no insistió más de lo necesario, y mucho menos dijo nada al llegar a la mesa con sus padres, e intenta no quejarse del dolor que siente en su nariz y labio cada que respira y mueve demasiado la boca. ¿Cómo se tomarían los presentes si se enteran de la razón de su herida?  Giyū ni siquiera se siente orgulloso de como sucedió todo, principalmente porque no lo recuerda muy bien y tuvo que recurrir a Sabito para que le explicara.

Su sirviente lo terminó regañando durante casi una hora, y después dijo una estupidez para hacerlo recordar todo y enfadarlo otra vez.

Si sigue comportándose así, el cliente maloliente seguirá siendo dueño del corazón de su mujer ¡tenga cuidado, mi Señor!

Claro, Tomioka tenía conocimiento de que Sabito solo inventó esa historia para fastidiarlo, es muy poco probable que una prostituta muda como Obanai sea capaz de enamorar a un cliente, habría que ser un idiota como para elegirla a ella en lugar de las otras muchas mujeres que se encuentran en la Casa Iguro, y aunque su apariencia fuese inolvidable, no vale la pena por los precios exagerados que pone la vieja...

Claro, era bastante improbable, pero no imposible. Giyū es el idiota que se quiso casar con una mujer así y, para no sentirse solo, quiere pensar que hay otro idiota suelto que haría exactamente lo mismo. El problema es que ese idiota imaginario quiso comprar a su mujer, eso es algo que Tomioka no lo va a permitir. Quiere ser dueño de todo lo que constituye a Obanai, y eso incluye su corazón. Por eso está poniendo en marcha un plan incapaz de fallar.

Pero antes de eso, necesita sacarse a su familia y ex prometida de encima. Ya quiere irse a su propio Pabellón para poder presentarle a los sirvientes a su nueva Señora, instalar en la habitación a Obanai y luego ponerse por fin a trabajar...

Trabajo.

Odia su trabajo.

—Giyū, los palillos no se ponen en la mesa.— Su madre lo regaña, y después se toma un tiempo para observar el estado de su hijo. Consideró preguntarle sobre su rostro, pero decidió no hacerlo.

—¿Quién te golpeó así?— En cambio, el hombre mayor no se cohibe de preguntarle a su hijo.— Espero que no haya sido esa mujer, ¡sería el colmo de las insolencias!

—No fue ella, padre.— Regaña con la mirada arrugada.— Yo me lo busque por ser un idiota.— Admite con un pequeño rubor en sus mejillas, mirando a un costado y evitando la mirada fija de todos.— Me... tropecé con la pared.

—Eso es muy creíble...— Murmura Kochō, mirando con sarcasmo al hombre.

—Deja tu sarcasmo, estoy diciendo la verdad, Shinobu.— Dice con enfado, pero la respuesta fue la misma.

Nadie se creyó aquello, pero todos mirándose entre si tomaron la decisión unánime de no decir nada más. No querían arruinar el desayuno por una riña innecesaria por una mujer aún más innecesaria.

Sobretodo porque por encima de sus malas acciones, estaba su ausencia acompañándolos.

—Hermanito.— Tsutako abrió la boca incapaz de ocultar su curiosidad.— ¿Dónde está tu amada esposa?— No sonó sarcástica, Obanai le parecía una chica tímida, no arrogante, le cayó bien, y por eso mismo escuchó una queja de Shinobu, quien estaba a su lado. La mujer de baja estatura la miraba como si con decir aquello le hubiese hecho una enorme traición.— Shinobu, yo no...— Cambia su sonrisa por pena, pero luego observó a su hermano.— Quiero decir, ¿por qué no bajó esa mujer?— Y ahora es Giyū quien la mira como si estuviese a punto de ahorcarla.— Oh, bueno... ¿dónde está la nueva integrante a la familia-.?

—Esa mujer no es integrante de la familia.— Exclamó su padre en su lugar, quien junto a su madre estaban mirándola aún peor que los otros dos.

—Agh, ¿dónde está Obanai?— Pregunta con total neutralidad.

—¿Desde cuándo eres tan cercana a ella como para preocuparte su ubicación , eh?— Su madre se queja.

Y la pobre Tsutako lo único que puede hacer frustrarse y dejar de intentarlo, toma los palillos y come con mucha velocidad para dejar de permanecer en la mesa más tiempo de lo necesario.

—Ella amaneció indispuesta.— Contestó Giyū con tranquilidad y un poco de remordimiento en el fondo, pero aún así fue capaz de mantener su serenidad.— Le dije que se quedara en la habitación hasta la hora de irnos.

—¿Se van hoy mismo?— Pregunta Kochō interesada, apretando el tazón de verduras hervidas entre sus manos.

—Sí.— Contesta el hombre tajante, mirando con seriedad a la mujer y luego relajar el entrecejo.— Como sabrán, la Emperatriz Consorte está a punto de dar a luz, se necesita a toda la Corte como apoyo.— Deja los palillos sobre el tazón y después mira a los presentes, parecían interesados y no los culpaba.— Estaré unos meses en el Palacio Imperial.

De solo imaginarlo ya se siente bastante cansado. Durante, posiblemente, el primer año después del parto, será toda la Corte quien tome las riendas del país, dándole un poco de tiempo al Emperador para que se concentre más en su primogénito. Es una completa pereza para Giyū encontrarse con el resto de los nobles, estar rodeado de burócratas no es algo de lo que se sienta cómodo.

Sin contar que aún sigue la incertidumbre de saber si el primogénito será niño o niña. Todos esperan que sea varón, haría muchísimo más fáciles las cosas y Giyū no se tendría que preocupar por las ofertas de futuros pretendientes que le lleguen a la bebé.

Aunque si es varón habría que cuidar de su vida, muchos querrán asesinarlo de bebé por lo fácil que sería camuflarlo como un accidente.

Niña o niño se traduce en trabajo, ¡mucho trabajo!, para Tomioka y el resto de la Corte. Pero sobretodo Tomioka, quien estará al tanto de ese asunto.

—Un momento.— Su madre se alarma un segundo.— ¿Eso quiere decir que te llevarás a esa mujer al Palacio Imperial? ¿Se la presentarás al Emperador?

Un silencio incómodo llegó, puesto que Tomioka también se sintió sorprendido por la pregunta. Una respuesta corta sería sí, pero la larga sería "siempre y cuando el Emperador lo pida", que es lo más probable. Por temas de confianza y astucia se debe conocer a la familia de los miembros de la Corte.

Aún así, aunque la respuesta era obvia, todos en la mesa, (menos Tsutako) parecían querer recibir otra respuesta.

—Por supuesto.— Aunque está tenso, intenta no demostrarlo al seguir comiendo con regularidad.

—¿En serio piensas llevarla?— Pregunta Shinobu con bastante desconcierto.— Será una falta de respeto presentarle una plebeya a su majestad.— De inmediato, la mujer removió de su asiento y se tapó la boca. Habia dicho más de lo que debía.— Qui-Quiero decir...

—¿Una plebeya? ¿Qué significa eso, Tomioka?— La voz de su progenitor nuevamente le heló la sangre.

Giyū miró a Shinobu y ladeó la cabeza, preguntándose el porqué ella sabía algo como eso y luego se enfado al ver como era mirado de forma despectiva por sus padres.

—Sí, padre, una plebeya.— Dejo los palillos sobre el tazón y miró a todos.— Como se habrán dado cuenta por su apellido, ella no pertenece a ninguna familia prestigiosa.— No quiere seguir conversando, ¿quien habría dicho tal cosa en presencia de Kochō? Probablemente Sabito.— Pero no hay problema con eso, su imagen da la apariencia de una persona noble.— Aunque Tomioka sabe que el problema de Obanai es la falta de modales, pero se le enseñará luego.

—Esto es ridículo, tú siempre decías que las clases sociales no deberían de juntarse.— Recuerda su madre.

—"Las ratas deben quedarse en la basura..."— Cita su hermana intentando imitar la voz del menor, riéndose al final.— ¡Otra muestra de que el amor cambia a las personas!

—El amor o las ganas de evadir compromisos...— Murmura el mayor.

—Ya cállense.— Queja Giyū.— El pasado ya pasó.— Suena pesado y bastante cansado.— ¿Podemos terminar de comer?— Arruga el entrecejo.— Ya me quiero ir...— Susurra.

—Siento lastima por tí.— Dice Shinobu mirando a un lado, deja los palillos sobre el tazón dando aviso a que terminó de comer.— Obanai lo que te está dando son labios rotos y problemas innecesarios con tu familia.— Se limpia con la servilleta y mira con una pequeña oscuridad en los ojos.— Rezaré para que puedas recapacitar a tiempo.

—Yo rezo y siento lastima por el hombre que se case contigo.— Sonríe un poco.— Cuando se dé cuenta que se casó con una resen-. ¡Ay!— Lo interrumpió un jalón de oreja de su madre.

—¡Te he dicho que tengas tacto a la hora de hablar! ¡malcriado!

•~•

Obanai salió del baño bastante asustado, primero arrastra la puerta y saca su cabeza, todo en silencio mientras observa a los lados de un lado y al otro para comprobar la soledad de la habitación, y después camina con bastante calma pero frustración.

Se había dado un baño, para aprovechar la mañana mientras el resto iba a desayunar, él misma se preparó como pudo y salió tan solo para buscar algo que ponerse, aprovechando la ocasión para no recibir ayuda de ninguna sirviente y evitar momentos incómodos.

No hizo falta buscar, puesto que Tomioka se había encargado de buscar y dejarle doblado el kimono que se debe poner el día de hoy. Era un vestido muy lindo que se ata de la cintura para dar forma a la figura. Es de color blanco con detalles rojos, el calzados siendo unas zapatillas bajas visiblemente cómodas a diferencia del calzado del día anterior exageradamente alto. Con solo ver el conjunto pudo saber que seguramente vayan a caminar un poco, por eso se prefirió la comodidad y frescura.

Pero más importante que la ropa que usará ese día, lo que lo dejó boquiabierto fue el ramo de rosas justo a lado de la ropa, eran de un color carmesí tan intenso que era casi hipnotizante para Iguro, quien casi olvidando su realidad decidió tomarlas y acercarlas a su rostro, solo para sentir comezón en la nariz y estornudar.

Oh, cierto.

—Carajo, soy alérgico a las rosas...— Murmura muy bajito, con solo esas pocas palabras pudo relajar su garganta quien se muere de poder hablar con normalidad para dejar de reprimirse.

Con un suspiro tiro las rosas al canasto de basura, aplastandolas un poco para evitar que alguien las saque y se las acerquen otra vez a la nariz. Estornudar en público no es algo de lo que deba permitirse.

Tomó la ropa y se fue otra vez al baño, arreglándose lo mejor que puede mientras intenta ocultar las marcas que tiene en el cuello por culpa de su Señor. Era un fastidio, aún estaba nervioso y temeroso de lo que Giyū pueda hacerle, o sus padres si se enteran que fue él quien lo golpeó. Sin embargo, como había hecho casi todo el tiempo desde que se convirtió en la "esposa" de su Señor, Iguro suspiró y tragó toda la incertidumbre que siente para mostrarse lleno de serenidad ante los demás.

Duró más de lo que pensó, pero por fin se terminó de vestir y fue a verse en el espejo de cobre pulido que había fuera del baño, Obanai sonriendo un poco al darse cuenta de que el kimono no le quedaba tan mal. Lo único que le daba algo de incomodidad era la pequeña posibilidad de que se vean las marcas en su cuello bajo la tela, pero lo pudo resolver al peinar adecuadamente su cabello.

Y, justo cuando iba a ver cómo podría maquillarse, la puerta se abre y hace que Obanai de un salto de la sorpresa y se gire de inmediato ante Giyū, tragando duro y bajando la cabeza para darle respeto a su Señor.

—¡Obanai...!— La voz de Tomioka sonó sonriente, el hombre estaba aliviado, no pensó que Iguro decidiera salir por su cuenta. Tal vez solo necesitó un poco de tiempo a solas. Aún así, le preocupa que haya dormido en el frío suelo del baño.— Yo quería...— Giyū observa como Obanai aún sigue con la mirada gacha, probablemente por los nervios de no saber qué le espera.— No estoy enfadado contigo, mírame.— Pide y se acerca un par de pasos más y Obanai obedece, aunque dudoso y con mucha pena.— No te avergüences de lo que hiciste ayer porque yo soy quien debe disculparse. Lamento haber actuado como un imbécil anoche, no quise sacar esas cosas y mucho menos tratarte de esa manera. Solo estaba... enfadado y borracho. Pero sé que no es excusa.— Lleva la mirada a cualquier otra dirección, observando a lado de las mesas y viendo como en el canasto de basura estaban las rosas.— T-tú...

¡Las rosas no sirvieron! ¿Qué puedo hacer ahora? ¡De seguro me odia!

Se alarma mucho pero no lo demuestra, aunque si carraspea mientras que su cerebro intenta formar una especie de nuevo plan para adueñarse del corazón de su esposa, debido a que el original se resumía en dar rosas diarias.

—Veo que aceptaste el kimono que Sabito escogió para tí.— Decide cambiar de tema, pero no se espera el como Obanai cambia su expresión y mira con asco la ropa. Después se da la vuelta y se revisa muchas veces en el espejo.— ¿Qué haces? Tranquila, él no le hizo nada al vestido.— Tranquiliza pero Iguro sigue renuente.— De verdad, te ves muy hermosa.— Dice con mucha sinceridad, en busca de un gesto agradecido por el hágalo.

Pero Obanai estaba más ocupado en revisar con mucho cuidado el kimono en busca de algún bicho o mancha colocada a propósito. Si hubiera sabido que lo escogió el sirviente, Obanai no se lo hubiese puesto, pero debió suponerlo, su Señor siempre se va más al lado llamativo que el lado sutil.

No consigue nada, entonces decide confiar un poco más en el asistente de su esposo, después de todo, es quien lo estuvo ayudando desde que puso un pie en esta casa.

—Obanai.— Vuelve a llamar Giyū y es ahí donde Obanai lo acepta al mirarlo.— En un momento nos vamos, ¿te gustaría pasar por el Distrito de compras para que escojas lo que quieras?

A Obanai no le gustaría generarle más gastos, o molestias, pero para no ser descortés asintió. Tal vez escogería alguna baratija en el lugar, para que no parezca que está menospreciando a su Señor.

—¡Perfecto!— Tomioka parece alegrarse y, por ende, Obanai baja un poco la guardia, permitiéndose relajarse.— Llamaré a Makomo para que te ayude con tu maquillaje.

Y justo después de decir eso se fue, dejando a Obanai solo en la habitación nuevamente, pudiendo relajarse aún más. Quiere creer que este día no será muy agotador, Iguro en este momento quiere sumergirse en un futón cómodo y no salir nunca hasta que sea estrictamente necesario, dormir en el suelo definitivamente no le hace bien a su espalda. Menos si es en un lugar cerrado y húmedo.

Aún con sus malestares, parece que la mañana se fue relativamente rápido, cuando menos se lo esperó ya Giyū y Sabito se despedían de los habitantes del hogar y poco tiempo después habían montado en carruaje para irse con mucha tranquilidad hasta el Distrito de compras, donde Iguro podría ser libre de comprar cualquier cosa que quiera, puesto que antes lo único que hizo fue comprar cosas necesarias. Ahora tiene permiso expreso, casi una súplica convertida en disculpa, de que puede elegir lo que quiera para su uso personal.

Al principio fue complicado, puesto que Sabito no estaba de acuerdo en que su Señor se bajara, algo muy entendible por la naturaleza de su cargo, pero Giyū se negaba a dejar a Obanai "sola", como si los sirvientes de apariencia ruda que cuidaban al joven no fuesen suficientes. Nadie se fijaría en Iguro más allá de intentar estafarlo al venderle las cosas al doble del precio por verse de dinero, pero aquello es algo que Obanai no puede evitar al no poder hablar. De lo contrario regatearia y discutiría absolutamente todo con los vendedores.

Iguro era un tacaño, cualidad sacada de su madre.

Cuando Obanai se bajó del carruaje miró a los lados, viendo como sin necesidad de pedirlo todo el mundo les hacía espacio, no solo a ellos sino al carruaje completo. Mirándolos con bastante asombro, sorpresa y otros pocos con molestia, aunque siendo reservados y visiblemente obedientes.

—Muy bien, Obanai.— Escucha la voz de su Señor a sus espaldas y de inmediato se voltea, mirando atento.— ¿Qué te parece si damos una pequeña vuelta? Recuerda, no hay límites, si una cosa te gusta: señalas.— Las palabras tenían mucha amabilidad, muy contrastante con la manera en la que justo detrás de Tomioka, Sabito lo miraba enfadado.

No hace falta que Iguro asienta, solo se da la vuelta y camina con tranquilidad mientras mira los alrededores intentando buscar algo que le guste. Los vendedores tenían buenas cosas, pero nada que Obanai quiera en particular, entonces lo único que hizo fue dar vueltas, casi deteniéndose en un puesto donde vendían libros. Lastima que según su madre tampoco sabe leer; cosa falsa. La vieja al menos tuvo la decencia de enseñarle a leer y escribir, y aunque su letra sea difícil de entender para todo mundo (menos para su madre, que escribe de la misma manera), es bastante significativa y crucial para la vida de cualquier plebeyo. Eso les deja, al menos, la pequeña posibilidad de tener un puesto alto en cualquier trabajo.

Reprimiendo un suspiro desganado y evitando mirar de reojo los libros en la mesa, caminó aún más, sintiendo algo de vergüenza por los hombres detrás de él, quienes miraban ansiosos para que pidiera algo, cualquier cosa, o solo decidiera irse. Tal vez debería escoger algo pequeño y ya, sin mucha necesidad. Y con ese pensamiento se apresuró a caminar un poco más, buscando con mucha rapidez cualquier cosa llamativa que sea de su atención.

Demasiado concentrado en su propia misión que no notó una caja de madera en el suelo, y por eso mismo se tropezó, aunque evitando caer al suelo por sus propios reflejos.

Debo dejar de estarme tropezando con todo. Piensa, casi maldiciendo en voz alta.

—Oiga, tenga cuidado, por favor.— Habló un anciano saliendo del lugar, señalando la caja en los pies de Obanai.— Ahí dentro hay un animalito un poco peligroso.

Y casi por instinto Iguro baja la mirada encontrándose con una pequeña serpiente albina, enrrollada y maltratada sin ninguna intención de escapar. La presencia del animal hizo que fuera jalado por Sabito con cuidado, alejándolo como era lo esperado para seguir caminando, pero Obanai tenía otros planes.

Inevitablemente la señaló, dejando en claro sus fuertes deseos por poseer a aquel animal.

—¿Eh? ¿Una serpiente?— Pregunta Tomioka con confusión.

—Señora, hemos estado caminando por un largo rato, ¿y se quiere llevar a un animal peligroso?— Sabito pregunta, incapaz de negarle a la mujer su capricho, más que nada porque sabe que es una manera de Tomioka para disculpar su comportamiento.— Le recomiendo que lo reconsidere, ¿no le parece mejor un gato?

Pero Obanai negó, volviendo a señalar la serpiente y después se gira hasta el anciano.

—¿Por qué la quieres?— Pregunta Tomioka.

Y la verdadera pregunta sería, ¿por qué no la querría?

Las serpientes blancas en la Casa Iguro habían sido muy importantes, tanto así que el escudo característico del burdel tiene una forma parecida a una serpiente. Y aunque poco le importe y le enorgullezca su familia, eso no quiere decir que dejaría de lado a una serpiente albina. Es un animal auspicioso, siempre había escuchado que representan la fortuna y buena suerte, incluso la sabiduría.

Rechazar la oportunidad de cuidar a una, es como si rechazará la ayuda y el mensaje de la Diosa Benzaiten, (aunque Obanai jamás se ha esforzado en rezarle alguna vez).

Si tan solo Iguro pudiera explicar todo eso seria más fácil, lamentablemente, se limita a señalarla con insistencia.

—Señor, ¿es peligrosa?— Pregunta Giyū confundido, pero incapaz de negarse al pedido de su esposa.

—No, no.— Niega, y con un respeto se acerca.— Las serpientes albinas no son venenosas, todo lo contrario.— Y con solo esas palabras relaja visiblemente el miedo de los presentes.— Este tipo de serpientes son muy especiales, se creé que con solo soñar con ellas pueden ser indicios de buena suerte.— Suelta el dato, estudiando inmediatamente el rostro de Obanai quien parece brillar al ver que alguien sabe la importancia de ese pequeño animal.— Hay varios cultos que veneran a las serpientes blancas como si fuesen la representación del Dios del Agua, o mensajeros del cielo.

Esas palabras solo hacen que Obanai la quiera más. Baja la mirada y quiere agacharse para verla más de cerca, pero siente la mano de Tomioka en su hombro.

—¿De verdad lo quieres?— Pregunta Giyū no muy convencido. No se lleva bien con las serpientes o cualquier animal en general.— No creo que sea una mascota recomendable, podría morderte.

El resultado es el mismo, vuelve a señalar la caja, igual de insistente.

—Bien, bien.— Rueda los ojos Tomioka, haciéndose la idea del nuevo acompañante.— Señor, ¿cuánto cuesta?

—¿Costar?— Pregunta el hombre mayor con tranquilidad.— No la estoy vendiendo, si quieren pueden llevársela.— Hace un gesto que deja en claro la nula importancia que le da a la serpiente.— Estaba a punto de botarla.— Se puede ver cómo estaba conteniendo las palabras, aunque seguía pareciendo un viejo amable.

Es normal que no la quiera vender, algunas personas consideran de mal gusto hacer dinero con objetos sagrados. Fue la única explicación que pudo pensar Iguro, después de todo, las serpientes albinas se pueden vender por mucho dinero, todo de pende de las creencias de la persona.

Y con eso Obanai estuvo satisfecho, intentó agacharse para llevarse a la serpiente pero fue detenido nuevamente.

—Deja que otra persona lo lleve.— Habla Giyū con precaución, empujando levemente a Obanai para que siga caminando.— Sabito, encárgate tú.

—¡¿Qué?! ¿Yo? Pe-pero...— Suspira y vuelve a mirar al hombre mayor.— ¿Pu-puedo llevarme la caja...?— Se niega a intentar tocar a ese gran gusano.

Obanai le dió una mirada de advertencia a Sabito, que el mayor no pudo observar por estar más ocupado con la serpiente, no quiere que le haga daño al animal. Más que nada porque se creía que asesinar o lastimar a una serpiente blanca significaba la desgracia para la persona afectadas y sus allegados.

—Y bien, ¿no quieres otra cosa?— Pregunta Tomioka interesado, no pudiendo entender muy bien los comportamientos de su "mujer". Lo único que recibió fue una pequeña negación con la cabeza.

Y solo pudo suspirar cansado, no se esperó que de todas las cosas sea precisamente una serpiente lo que pediría su esposa. No es que le molestará, es solo que le disgustan los animales, y los peligrosos aún más. Pero habia dado su palabra, no podía negarse, (mucho menos con algo gratis). Y debido a eso es que Tomioka tomó de la mano a Iguro con intención de llevarlo al carruaje e irse de una vez por todas, no se siente cómodo estando tanto tiempo en el ojo de las personas. Aunque tampoco es como si fueran capaces de reconocerlo.

Cuando volvieron al carruaje, Sabito sostenía la caja como si estuviera llena de algún objeto venenoso, alejándola lo más posible de su cuerpo y mirando despectivamente al animal. Iguro se molesta y se apresura para quitarle la caja sin muchos problemas, cuidándola de manera recelosa.

—Obanai, con cuidado, es una serpiente, no un gato.— Tomioka la regaña, intentando acercarse a la serpiente pero es inmediatamente rechazado, Iguro aleja la caja del mayor.— No le iba a hacer nada.

Aún así, Iguro parece demasiado preocupado y emocionado por su nueva inquisición que no le presta atención, y solo sonríe mirando el interior de la caja. La serpiente se ve delgada, aún cuando esta clase de animal es así habitualmente, y no parece interesado en escapar o intentar atacar, podría estar un poco enfermo o con hambre.

Es por eso que, antes de que finalmente lo ayuden a subirse al carruaje, toma de la ropa a Giyū y la jala, llamando su atención y señalando a un hombre vendiendo brochetas.

—¿Comida de la calle?— Tomioka arruga el rostro como si le hubiese señalado una montaña de basura.— Obanai, lo mejor es irnos, en casa comerás.— Pero la manera en la que Iguro arruga el rostro, dándole una mirada molesta y caprichosa, y abraza más la caja contra su cuerpo, hace que Tomioka ruede los ojos.— Sabito, comprale a ese hombre comida.

—¿No es peligroso y de poca clase comer comida callejera?— Sabito mira de arriba a bajo a Obanai, juzgando. — No es de esperarse que una mujer sin modales quiera-.

Obanai acerca un poco la caja al asistente.

—¡D-Digo! ¡Ya voy!— Se alarma.— Aleja esa cosa de mí.— Y con cobardía se va.

Iguro ya tiene una buena manera de mantener la boca del asistente callada.

Con una sonrisa maliciosa en los labios, Obanai siguió mirando al animal, hasta que llegó su turno de montarse en el carruaje. Ahora sentado con la caja en sus piernas se dió en la tarea de intentar acariciar a la serpiente.

—Ni se te ocurra tocarlo.— Advierte Tomioka, viendo la intención en los ojos bicolores de su esposa.— Te va a-.

Una risa completamente silenciosa lo interrumpe, Obanai ni siquiera lo escuchó y acarició la piel rústica de su nueva mascota.

—Debes tener más cuidado.— Eso fue una advertencia que no fue escuchada en lo absoluto.

Era bastante obvio que Obanai estaba demasiado absorto en sus propios pensamientos y felicidad que le era imposible concentrarse en otra cosa que no sea su nueva serpiente. Manteniendo la sonrisa en su rostro, Obanai comenzó a buscar un nombre para su amigo, pensando en uno que sea lo suficientemente especial y adecuado para una serpiente albina.

Debido a que son mensajeras del cielo, se les podría considerar como animales nobles e importantes, por lo que su nombre debe denotar elegancia y, como quiere que viva lo maximo posible, también debe percibirse el cariño que Iguro empieza a sentir por la serpiente. Entonces, "Maru" es bastante adecuado.

Pero solo "Maru" parece nombre de alguna embarcación, como si no se hubiese esforzado en elegirle un nombre bonito.

Pensó en "Orochi", pero sería una especie de insulto nombrarlo como el Demonio serpiente de ocho cabezas, por lo que quedó descartado. Siguió buscando un par de nombres más, todos siendo rápidamente desechados.

Es por eso que quiso observar mejor al animal, quiere hallar algo que le ayude a encontrar  la pieza que falta para su nombre. Puede percatarse de que la serpiente parece ser una simple ratonera, con la única peculiaridad de ser albina, eso quiere decir que, en efecto, no es venenosa.

A las ratoneras se les conoce por tener la cabeza similar a una flecha, por lo que "Kabura" podría ser bastante acertado, pero muy literal. Aún así, le empezó a gustar como suena. Y ahora que está bastante a gusto con su elección, solo pudo unirlo en su cabeza.

Marukabura.

Suena horrible.

Mejor lo rectifica otra vez.

Kaburamaru.

Kaburamaru.

¡Muy bien, le gusta! Kaburamaru se queda.

Espera, ¿pero "Maru" no se usa solo con los varones?

—Obanai, toma.— Tomioka le extendió tres brochetas, interrumpiendo el flujo de pensamientos del menor sin querer.

Gracias a la comida, Iguro puede dejar de preocuparse por nimiedades.

Hembra o macho, ¿qué importa? Las serpientes no se preocupan por eso,  piensa desinteresado.

Obanai sonríe y lo toma, a la primera brocheta le saca el palillo para darle el alimento a Kaburamaru con cuidado, Iguro es consiente de que un animal hambriento puede no controlar sus impulsos, no quiere que le quiten al animalito por un descuido. Cuando se aseguró de que el animal estuviese comiendo sin intenciones de atacar, se lame un poco sus propios dedos y prosigue él mismo a comerse las otras dos brochetas sin mucha prisa, ignorando por completo a los dos hombres presentes.

Giyū seguía pensando que no era adecuado comer comida de la calle por lo barato y peligroso que puede ser, mientras que Sabito estaba teniendo sus propios pensamientos y malas energías con respecto a la serpiente. La única razón es porque sabe que Obanai lo amenazará con el animal recurrentemente, por lo que debe acostumbrarse rápido si no quiere que las personas se enteren que le teme a un gusano.

Ya se imagina la cara repleta de malicia y travesura en el rostro de su Señora cada vez que sus manos le acerquen el animal. De solo pensarlo le causa escalofríos.

El asistente hubiese preferido gastarse todo el dinero que llevaban en estupideces innecesarias en lugar de un animal rastrero, pero ¿quién es él para juzgar los gustos de su Señora y la incapacidad de negarse de su Señor?

Cuando la serpiente terminó de comer, Obanai pudo verla más animada y mayor fue su felicidad cuando el animal se le quedó mirando con una gran intensidad en esos ojos rojos. Era casi hipnotizante para el joven, y por eso no pudo evitar sonreír y querer acariciar otra vez su piel con la punta de sus dedos. Está vez más lento, alegrandose aún más cuando el animal se vió interesado en el toque sin ninguna señal hostil.

Kaburamaru... Piensa nuevamente Obanai, anhelando pronunciar el nombre de su mascota.

—Vaya, le caiste bien.— Dijo Giyū a su lado observando todo con precaución, pero al mismo tiempo interés genuino en el pequeño animal.— ¿Puedo...?— Acercó su mano a la serpiente, queriendo ganarse también su amabilidad, pero la actitud hostil de Iguro lo alejó inmediatamente.— ¿Qué pasa?

Obanai solo negó con la cabeza, bastante molesto, ¡nadie podía tocar a Kaburamaru! Menos Giyū, si Kaburamaru lo muerde por accidente podría perderlo. Es un riesgo que se niega a correr.

—Oye, yo quiero tocarlo.— Dice Giyū y arruga un poco su nariz, mirando molesto, pero Obanai vuelve a negar.— Vamos, solo un poquito.— La respuesta sigue siendo la misma.— Te estoy diciendo que lo quiero tocar, Obanai, ¡tengo derecho también!

Los esposos se pusieron a pelear por la serpiente, mientras Sabito observaba con mucha pena y decepción toda la escena. No era algo que hubiese deseado ver, ni siquiera consideró que su Señor pudiera subir su nivel de inmadurez, aunque al menos se están divirtiendo.

Esa mañana, al ver que Obanai se negaba en salir del baño, había pensado que  estaba muy enfadada con Tomioka, y no era para menos, acepta los errores del menor. Imaginó que lo evitaría durante todo el camino de regreso y muchísimo más que eso, pero parece que no es así. Todo fue aparentemente olvidado, por lo que Sabito no tiene que preocuparse por tener a su Señor deprimido por un buen tiempo.

Una cosa que le ronda la cabeza al sirviente, es que está seguro de que Iguro sabe cuál es su posición, la manera en la que sus ojos brillaron de miedo por haber golpeado a su Señor le reveló que está, al menos un poquito, arrepentida.

Tal vez que eligiera a una miserable serpiente, (elegida principalmente por ser auspiciosa), en lugar de todas las otras cosas ostentosas y caras, podría ser una señal para Sabito de que no es solo una "mujer" avariciosa.

—¡Ey!— Regaña Giyū.— ¡Te estoy dando una orden! ¡Déjame tocarlo!

Sabito se perdió mucho en sus propios pensamientos, tuvo que volver en si para ver la escena frente a sus ojos; la caja estaba a un lado de ambos esposos, dejando al animal tranquilo mientras que los dos se pusieron a pelear, tal parece que Tomioka no se ha rendido y Obanai no quiere correr el riesgo de que su Señor sea mordido.

No es algo que Sabito deba interrumpir porque, debe admitir, que puede ver en aquellos ojos azules como su Señor se está divirtiendo.

Si ignora las cosas malas, Obanai puede ser un buen cambio para Tomioka.

•~•

Serpiente albina¹: La rareza de las serpientes albinas hace que sean, y hayan sido durante muchos años, objeto de culto en Japón como un animal auspicioso.

Diosa Benzaiten²: Benzaiten es una diosa japonesa, de la música, las artes, la buena fortuna y el conocimiento. Es una de las siete deidades de la fortuna y es la única mujer entre ellas. A menudo es representada como una mujer que toca el biwa y que está rodeada de serpientes blancas.

Estuve jugando con el traductor y buscando Kanjis como loca para saber el significado de "Kaburamaru".

"Maru" se usa en muchos nombres masculinos, significa circular o redondo, lo que se asocia con algo completo.

Anteriormente se usaba mucho en niños nobles, (aunque originalmente se usaba en mascotas y embarcaciones),para que puedan disfrutar de una "vida completa", debido a que era muy común la muerte a temprana edad en ese entonces.

"Kabura" es 'punta de flecha', (por lo que pude entender).

Entonces, Kaburamaru significa "Punta de flecha redonda"

Cómo plus, hice lo mismo con Obanai Iguro.

'Obanai' se puede traducir como "pequeña hierba adentro".

'Iguro' puede traducirse como "individuo oscuro" o "individuo malicioso". También si cambiamos el orden de las letras queda 'guroi', que es una palabra que según ví se usa para describir a alguien detestable.

Me gusta la diferencia que hay entre su nombre y su apellido, deja en claro que Obanai no es como su Clan.

En fin, espero que les haya gustado <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro