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Capitulo 2:

Renovando expectativas.

•~•

—Cien mil.

¿Qué diablos piensa su madre?

Era obvio que no quiere venderlo, ningún hombre cuerdo compraría por ese precio a una supuesta prostituta, mucho menos una que está muda. Sus ojos no son tan valiosos para justificar aquella estafa, ahora a eso hay que sumarle que Obanai ni siquiera era una mujer. Es una completa exageración.

En realidad, ni siquiera las 15 mujeres elegidas tenían ese precio. Miró por detrás de su cabello a Naoko, la más cara con un mísero precio de setenta mil, ella miraba la escena con rostro perplejo, al igual que todas. Seguramente defraudada por la posibilidad de no ser vendida esta noche y que toda la atención de aquel hombre guapo y millonario se haya ido en Obanai, quien no daba crédito a la situación.

¿Qué le puede esperar tras ser vendido y llegue el momento de consumar el matrimonio? Tras pagar aquella fortuna lo mínimo que se espera de él es que tenga un buen cuerpo o unas habilidades en la cama alucinantes, pues al ser "mudo" y ni siquiera saber lenguaje de señas es lo esperable. Pero es obvio a simple vista que no tiene un cuerpo desarrollado como lo puede tener Naoko, entonces la opción que le queda es la segunda que simplemente no.

Tampoco es factible porque Obanai sabe muy bien que Tomioka al nomás ver lo que tiene entre sus piernas no querrá ni siquiera mirarlo. Obanai comienza a pensar en muchas posibilidades, su imaginación siempre volaba cuando se sentía presionado. Entre una de las posibilidades es que mandé a cerrar la Casa Iguro por practicar fraude, a decir verdad no le importaba esta. La segunda y es la que lo involucra a él hasta el cuello, es terminar ejecutado por haber engañado a alguien tan importante y casi obligarlo a practicar la sodomía. ¡Que ni siquiera quiere recordar lo muy ilegal que es!

Tomioka es cercano al Emperador. ¿Cómo pueden intentar hacer alguna estupidez como esa? Es mucho más fácil decir la verdad y que después su madre lo venda a la Casa del Teatro donde seguramente jamás pueda subir de rango y se vea obligado a trabajar para los hombres más asquerosos existentes. A este punto la idea de morir es mucho más esperanzador que sus opciones.

—Óigame, Madam.— Interrumpió Sabito ignorando enfadado la expresión aturdida de Tomioka, a veces piensa que su Señor no sabe lo que hace.— Usted misma la acaba de describir como una mujer sin valor y muda, sin un conocimiento tan básico como lo es el lenguaje de señas para ella, ¿Cómo una prostituta con tantos defectos puede estar a un precio tan elevado?

—Sus ojos. Jamás volverá a ver a una mujer con aquellos colores adornando su vista, Señor.— Vuelve a fumar su pipa y sonríe.— Créame cuando le digo que los clientes quedaron satisfechos con ella. Al salir de aquí exclamaron: "¡La pequeña puta de ojos dispares pone una cara tan linda al acabar!"

Qué vulgar.

Demasiado humillante para una mujer sin valor de cien mil monedas.

Era obvio que no quiere que la compren, la anciana tendrá sus razones y Sabito prefiere escucharla antes de que su Señor se vea involucrado en un problema grande. Pero al mismo tiempo, Sabito fuera de ser un amigo cercano a Tomioka seguía siendo su asistente, un simple sirviente. Quien siempre tendrá la palabra final es su Señor.

Y siempre su Señor es ajeno al mundo real y piensa que puede hacer lo que quiere. 

—¿Entonces es buena en la cama?— Pregunta Tomioka después de quitar la mirada de desaprobación para mostrar una sonrisa.— Me gustaría confirmarlo.— Sin esperar ninguna indicación da largos pasos a la anciana y toma a Obanai del brazo, jalandolo hacia él.— Como ya dije antes, el precio no importa. Me la llevo.

—Pero mi Señor-.

—Sabito, no me discutas.— Regaño sin quitar ni hacer alguna mueca de asco ante la cercanía de la pobre "prostituta".— ¿A dónde tengo que firmar?

—Señor...— Una última súplica, la mujer estaba a punto de decir que era un hombre.

—Si me voy con las manos vacías, ¿Qué crees que pensaran los posibles nuevos clientes? Si un rumor se extiende desde los pasillos del Emperador sobre los malos servicios de esta Casa, que no es capaz de vender a una simple prostituta...— Aquella amenaza calla a la mujer y le hace saber a Sabito que su Señor está cediendo a sus caprichos.— Repito, ¿Dónde se da la compra?

—Mierda.

Y aunque siguieron poniendo miles de trabas más, ya el precio había sido aceptado, ya Obanai había sido acogido como esposa.

El pobre joven no sabía cómo sentirse.

•~•

Obanai veía silenciosamente como su única valija era cargada y llevada al carruaje por otro de los muchos sirvientes de Tomioka, a penas había procesado la anterior situación como para que ahora le avisen que será tratado como la mujer de Giyū Tomioka, heredero de las riquezas de los Tomioka y parte de la Corte Imperial. A penas y podía responder cuando los sirvientes le llamaban "Mi Señora".

No sabía si sentirse asustado por lo que le espera en el futuro o disfrutar los pocos minutos que le quedan con vida antes de que su Señor decida lo que tenga que hacer con él cuando descubra la estafa. Dejó de mirar a los sirvientes de su "esposo" y bajo la vista mirando sus piernas mientras seguía sentado en seiza, esperando a que su Señor salga de la oficina de la anciana y se concrete la compra.

Le gustaría huir, salir corriendo y desaparecer a otra parte sabiendo que estaría mejor en la intemperie. Pero no podía, a lado estaba el asistente de Tomioka. Parado "cuidando" de él mientras lo miraba como si fuera una mala señal, probablemente sienta asco tras haber creído en las tonterías denigrantes de la anciana. Obanai no lo culpaba, él se sentiría igual tras haber pagado cien miel monedas por una "mujer" así.

Se quedó callado, porque se supone que es un mudo, para después observar a un lado y ver cómo sus primas y hermanas lo miraban con odio mientras se escondían entre las paredes. Esas víboras probablemente se mueren de envidia mientras piensan que todo fue a propósito, cuando es todo lo contrario. Solo un par de accidentes tras accidentes, tan solo porque el jovencito quiso burlarse de su hermana.

Obanai respiró ondo y después dió un bostezo silencioso llevando su mano a la boca, se estiró alzando los brazos para luego volver a mirar a su costado. Sabito lo estaba viendo con una mala cara, hacer aquello era de mala educación.

El contacto visual se prolongó hasta el punto de ser incómodo. 

Obanai le sonrió con hipocresía a Sabito al no saber que más hacer..

Sabito fastidiado le copio la sonrisa a Obanai.

Y entonces ambos voltearon enseguida al lado opuesto, quitando la sonrisa y maldiciendose entre si.

No sabe cuánto tiempo más estuvieron allí, esperando para que su Señor se dignara en salir hasta que por fin lo hizo. La expresión de Tomioka era seria, sin mucho interés hasta que vió a su mujer sentada esperándolo. Allí al menos se pudo divisar algo de lujuria en la mirada.

Obanai reprimió con todas sus fuerzas el deseo de levantarse y salir huyendo, otra vez.

—Ya está todo listo.— Habló Tomioka siendo seguido por la Madam del lugar. Miró a su asistente y este enseguida dió un paso ante él.— Sabito, ¿Ya procuraste que llevaran la maleta de Obanai al carruaje?

—Sí, mi Señor.

—¿Apartaste también dinero para comprarle ropa adecuada antes de volver a casa?

—¿Más dinero? Con lo que costó al menos se espera que venga con accesorios y un par de chicas incluidas porque ella por si sola no vale...— Sabito deja de hablar cuando su Señor carraspeó y después hace una mueca apenado, como le gustaría estar a solas con Tomioka para conversar como un amigo y no como un simple sirviente. Pero eso tiene que esperar. En su lugar aclara la garganta sin preocuparse en pedir disculpas sin sentido.— No, Señor. Deme cinco minutos para hacerlo.— Sin más se da media vuelta y va hacia el carruaje a cumplir con la orden.

Obanai puede respirar mucho mejor sin Sabito a lado observando y analizando sus movimientos. Después de pensar más preocupaciones por varios segundos Obanai decide pararse y se sacude su kimono, camina con cierto nerviosismo hasta su Señor queriendo verse obediente, sin embargo, esa acción le hizo ganar un jalón de cabello por parte de su madre.

—Niña estúpida.— Habla la anciana mientras reniega a su hijo.— No debes acercarte sin que tu Señor lo diga, ¿No recuerdas nada de lo que te enseñe?— Obanai se muerde la lengua y mira a la anciana con odio antes de cambiar el gesto a supuesta disculpa. Esa vieja nunca le enseñó nada.— Por favor, disculpela, Señor, ella solo está emocionada.

—Lo entiendo.— Dice Tomioka a la anciana.— Me intriga aquella rebeldía, espero que sepa dónde y con quién ser así.— Lo toma con calma y después posa su mano en el hombro del menor.— Creo que es hora de irnos.

La Madam asiente, pero antes se encorva un poco mirando a los ojos a su hijo, estaba sonriente pero no había malicia. No le género a Obanai un sentimiento de rechazo, sino todo lo contrario.

¿Que se había hecho la vieja?

—Mi Obanai, te voy a extrañar.— Dice metiendo un mechón del cabello de su hijo detrás de la oreja, después se acerca y le planta un beso en la frente.

Aquello fue... Bastante extraño por parte de la anciana. Obanai no supo qué hacer en el momento y se limitó a hacer una mueca llena de sorpresa, mirando extrañamente a la vieja sin ser capaz de saber a qué se deba eso. Su madre lo habia visto un segundo con cariño, por primera vez en lo que parece recordar.

Aquella muestra de afecto lo hizo respirar agitado en busca de controlar las lágrimas que amenazaban con salir.

Después su madre se acerca a su oído.

—Tantas ganas que tenía de venderte a la Casa del Teatro.— Susurró con burla mientras a Obanai se le erizó la piel porque su madre le había pellizcado el brazo, como siempre.— Intenta que no te maten, idiota.

La vieja había vuelto.

Obanai dejó el sentimentalismo y reprimió las ganas de insultarla.

Tomioka decide que es suficiente, toma la mano de su mujer y camina asi hasta las afueras de la Casa Iguro sin ser despedidos por otros habitantes del burdel. Aquello dejo muy en claro la nula unión que tenía Obanai con las demás chicas del lugar, pero al joven no le importaba para nada. Tenía problemas mucho más importantes y terrores bastantes más fuertes que deprimirse por no ser lo suficientemente querido por su supuesta familia.

Vió a los carruajes de Tomioka, eran dos. El primero era bastante rústico donde los sirvientes eran montados y el segundo era más elegante y costoso, incluso el buey que los llevaría se ve mucho más grande y fuerte que el contrario. Obanai supo que allí es donde viajaba el heredero y en consecuencia él también. Pero prefirió no moverse hasta que su Señor le avise.

Tomioka vió la indecisión de Obanai como algo adorable, con una seña invitó a su mujer a entrar al carruaje y con un poco de ayuda ella por fin pudo subirse siendo seguida por Tomioka y Sabito. Tomioka se sentó en el asiento compartido junto a Obanai y Sabito al frente de ellos, mirando con una cara de pocos amigos a ambos. Bastante molesto de las decisiones de su Señor.

No tenía sentido gastar tanto por una misera prostituta, habían otras mujeres más lindas en el lugar, si al menos tuviera las cualidades que Tomioka le había dicho antes de ir a la Casa Iguro Sabito podría considerarlo una buena oferta.

Que sepa escribir, leer, hablara adecuadamente, conocimientos básicos de historia, buenos modales, buena apariencia, que sea fértil y tal vez para tomar en consideración un buen cuerpo. Pero aquella mujer no tiene nada de eso, sus ojos son incapaces de percibir la razón por la cual su Señor se había empeñado demasiado en ella.

Al menos puede darle hijos y mínimamente educarlos, con que sea capaz de conceder eso Sabito no se molestaría demasiado.

—Mi señor.— Llamó Sabito después de dar un suspiro cansado.— ¿Le ordeno a los sirvientes avanzar...?— Las palabras de Sabito se quedaron en su garganta mientras veia con asco la escena.

Obanai se había removido un poco cuando sintió una de las manos de su Señor sobre su pierna, sobando por encima del Kimono su rodilla y con vergüenza alzó la mirada quedándose petrificado ante Tomioka. El menor no sabía que hacer con aquella mano acariciándolo con propiedad, aún no podía grabarse en la cabeza que es una propiedad.

Sería injusto que después de pagar tanto dinero por él Obanai no vea factible ser tocado, aún peor sería si tomamos en cuenta que era una prostituta. Debe no tomarle importancia y actuar como tal. Pero le resultaba complicado tener encima manos ajenas y por aquello se removió sin querer, quitando con brusquedad la mano sobre su cuerpo y alejándose lo más posible de su Señor.

Eso fastidió más al asistente y dejó a Giyū confundido y callado unos segundos.

—Creo haber dicho antes que tú rebeldía me intriga, siempre y cuando sepas dónde y con quién.— Dice sin cambiar la expresión y Obanai asiente, incapaz de hacer otra cosa.— Me alegra saber que ya sepas donde y con quien.— Tomioka sonríe, algo hipócrita, y hace un gesto hacia su asistente.— No hace falta que te preocupes por lo vulgar al frente de mi asistente. Él no va a regar tu intimidad, ¿Verdad?— Su vista se posó en Sabito quien, como siempre, jamás puede morderse correctamente la lengua.

—¿Una prostituta con intimidad? De lo que uno se entera.

—No es una prostituta, Sabito.— Regaña llevando sus brazos a la altura de su pecho al cruzarlos.— Es mi esposa.

—Eso hace peor todo. Es una ofensa que una pobre prostituta tenga la confianza de rechazar a mi Señor de esa manera, sobretodo considerando que es su esposa.— No podía callarse sus pensamientos por más tiempo, no importaba si su insolencia le costaba el trabajo o en su defecto, la vida, ¡Como asistente consejero debe ayudarlo!— Seguramente sea una víbora al igual que todas las chicas de ese Burdel, quien sabe qué cosa tramara cuando-

—¡Sabito!— Grito estando en el límite de su paciencia.— Por favor, si no tienes nada bueno que decir te agradecería mucho que te vayas en el otro carruaje.

¿Qué?

Eso Sabito jamás se lo espero, que lo corran por ofender el inexistente orgullo de una supuesta mujer. A este punto está pensando en que tal vez le hicieron a su Señor magia negra o algún hechizo, llevó su vista hasta la prostituta y definitivamente la veía como una bruja.

Sin embargo, se quedó callado con sus conjeturas absurdas pues la magia no existe, hizo un gesto ofendido y se bajó del carruaje para irse a dónde estan el resto de sirvientes, no sin antes dar la orden de avanzar y soportar pequeñas burlas por parte del resto de empleados. Está era la primera vez que era corrido del carruaje del heredero.

Ahora ambos carruajes se mueven a dirección al Distrito de Ventas, dónde están todas las cosas que Tomioka necesita para su esposa. Entre ellas ropas adecuadas y a la altura, Kanzashi y joyas de valor, junto a maquillaje. Por supuesto que eso es lo más básico que se espera, en realidad quiere comprar todo lo que Obanai pida.

Necesita hacer parecer estás compras como si fuera una completa mudanza.

Después de que Tomioka pensara en el seguimiento de su plan mental miró a su mujer, sentada encorvada mientras veía atenta la ventana como si fuera la primera vez que salía del Distrito Rojo, después ella miró sutilmente el carruaje y la pequeña admiración vista en esos ojos le dejó muy en evidencia que es la primera vez para ella en un vehículo similar. Sin lugar a dudas entrenarla sería un poco difícil, pues la Madam le había explicado todos sus defectos cuando estuvo a punto de firmar.

Muda.

No sabe lenguaje de señas.

No sabe leer.

No sabe escribir.

Pasado como prostituta.

Desobediente.

Vulgar.

Jamás come lo que le sirven.

No tiene modales.

No sabe cocinar.

No sabe limpiar.

No sabe bordar.

Enfermiza.

No conoce de etiquetas femeninas ni masculinas.

Es infértil.

A decir verdad, Tomioka no esperaba que una mujer con apariencia tan linda tuviera aquellos defectos tan remarcados. Tampoco esperó jamás escuchar que una mujer con nada que ofrecer valiera tanto, pero poco le importo a Giyū puesto que no era la primera vez que gastaba tanto en un capricho. A decir verdad se siente bastante fascinado con su inquisición. Es todo lo contrario a lo que se esperaría de un hombre como él que se siente completo, con más confianza en una recién aparecida que con su prometida.

Porque sí, Giyū Tomioka estaba comprometido antes de que se enviara así mismo a buscar esposa.

Es una historia larga que no quiere recordar en estos momentos, pero se resumía en que toda su familia le está diciendo egoísta, pero Giyū no se consideraba así mismo como una persona egoísta, era amable, ¿Cómo podía ser egoísta?

De todas formas, el día de mañana tenía que llevar a su supuesta esposa ante sus padres y ante la familia de su prometida si quería cancelar a como diera lugar el compromiso. Y, sobretodas las cosas, nadie debe enterarse que la compró en un Burdel y mucho menos que era prostituta. Esos son términos más que válidos para anular el matrimonio y seguir con el compromiso, es por eso que necesita que Sabito cierre su boca al frente de las personas, pero sabe bien que su amigo en este momento está resentido por sus decisiones. Su rechazo a los sentimientos de su prometida, el rechazo al compromiso en general, la idea de buscar a una mujer de un Burdel y ahora de haber gastado cien mil monedas en una prostituta muda. Sabito probablemente piense que es una persona inmadura, que tal vez lo sea...

Tiene mucho estrés.

Evitó soltar el suspiro que amenazaba con salir y después miró a un lado en dirección a su mujer, algo dentro de él le decía que no era una prostituta, no había estado con muchas pero sí con las suficientes como para sospechar de la pureza de su esposa, pero no tiene mayor prueba que su corazonada. Debido a eso internamente espera llegar a casa y poder descargar con ella los enormes pesos que lleva sobre sus hombros.

La vieja había dicho que era muy buena en el trabajo, demasiada experiencia, fueron sus palabras. Espera con todo su corazón que sea cierto.

Dentro de unos días tiene que volver al Palacio Imperial, la Emperatriz en unos meses dara a luz a los primeros hijos de su Señor y este necesita de toda la Corte cerca. Anhela poder tener permitido llevar a Obanai para no dejarla con sus padres, conoce muy bien que, aunque no se han visto ni intercambiado sus nombres, ellos ya deben aborrecer su existencia.

Tomioka vuelve a mirar a Obanai, disfrutando sin querer de la manera en la que ella se acerca a la ventana, como si debatiera si sacar o no su cabeza.

—Obanai.— Llamó y como se esperó su mujer giro la cabeza mirándolo con sus ojos esperando alguna orden.— Puedes sacar la cabeza, si quieres.

Obanai hace una mueca de sorpresa y una pequeña sonrisa se forma en sus labios mientras se acerca otra vez a la ventana y saca la cabeza para observar el mundo exterior. Gira su cuello al lado del Distrito Rojo y puede ver cómo se está alejando cada vez más de él, nunca había estado fuera de allí, no siente alguna mala sensación al partir más allá del miedo al futuro. Lo que le debe esperar en las pocas horas con su papel de esposa.

Siente como su futuro se vuelve cada vez más confuso y borroso, no es capaz de percibir un mañana donde pueda tener una vida en lo que se llame digna por las miles de trabas que se le han presentado en su vida. El hecho de nacer en un Burdel como varón no fue nada fructífero, no tuvo la oportunidad de aprender cosas básicas como la lectura o la ortografía, su utilidad valía solamente si aceptaba trabajar en otro Burdel, sus habilidades para socializar se vieron afectadas y para completar, ahora era enviado a ser la esposa de un miembro de la Corte Imperial. Su vida sera marchita en el momento exacto en el que se descubra la verdad.

Sin embargo, mientras su mente se hundía más en la depresión y en la idea de que dentro de poco morirá sin tener la mas mínima idea de lo que es vivir, siente como pequeñas nubes de algodón le acarician el rostro. Cuando sale de su trance se da cuenta que ni siquiera puede divisar bien al Distrito Rojo bien, con cada segundo que pasaba el lugar se hacía cada vez más pequeño hasta desaparecer y no solo eso, volvió a girar su visión hacía el frente quedando embelesado por la vista.

Muchos árboles de cerezo que daban aviso al comienzo de la primavera era lo que adornaba las orillas del camino. Podía ver cómo las flores rosadas eran abundantes en las copas de los árboles y como sus petalos de manera continua caían como agradables gotas de lluvia sobre él. En el fondo se veían los enormes campos de arroz, todos verdes llenos de vida siendo rodeados por lagos reflectantes de la luz solar. Su boca se abrió con asombro.

Había llegado la Primavera.

Jamás había visto alguna vista similar, su pecho latía lleno de felicidad y la sonrisa de sus labios no duró demasiado en aparecer otra vez. Cerró los ojos respirando una especie de paz, los pétalos daban cosquillas sobre su rostro y en su cabeza poco a poco podía percibir el peso de estos al posarse en su cabello. De pronto, el panorama y sus sentimientos cambiaron un poco.

Si se comporta como el modelo de esposa que se espera de él, en el momento en el que su Señor decida consumirlo y descubra la verdad, Obanai podría intentar convencerlo, tal vez decir que todo fue un accidente y en vez de ejecutarlo solo lo deseche de su vida. Tal vez en un futuro pueda restablecerse por si mismo y tener un trabajo decente donde consiga a alguna persona perfecta para él, si se da la oportunidad podrá formar una familia y después morir en una tarde tranquila dejando de lado todas sus desgracias. Tal vez solo necesitaba ser más optimista.

Ahora se siente más relajado, menos ansioso por el hombre a sus espaldas y con su mentalidad dando un giro a un opuesto mucho más positivo.

Solo debe enfocarse bien en su papel como una esposa perfecta y tal vez su vida dé un giro inesperado.

•~•

La primavera en Japón: Se interpreta como una renovación, un nuevo comienzo y una buena prosperidad para el amor, lo que le da un toque más especial a estas fechas.

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