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Capítulo 43: Un nuevo reinado (editado)

Después de que Dylan le diera a su madrastra instrucciones concisas sobre lo que tenía planeado que pasara de allí a un corto plazo, y con un poco de suerte, a pesar de todos los cambios que habían ocurrido, a largo plazo, decidieron que debía volver a palacio la mañana siguiente.

Aunque se suponía que se había ido con Dani, regresaría solo, tras volver a hacer un intercambio con Bianca y que ella se subiera a un carruaje distinto, que estaría esperando por ella y que la llevaría hasta las tierras de Realm, en donde se suponía que se dirigía en un primer lugar. Si era que alguien le preguntaba, Dylan afirmaría que Dani se había quedado cuidando de su madrastra, que era lo que solía hacer en estas situaciones el miembro más cercano de la familia, normalmente femenino, cuando alguien caía enfermo.

Durante las largas horas que permaneció en el carruaje, durante el viaje de vuelta, Dylan no pudo dejar de pensar en las últimas palabras de Taissa. Le dio vueltas y vueltas, a veces cambiando su tono, sus intenciones, su expresión, modificando poco a poco el desenlace de la conversación solo por pura angustia. Pero no era estúpido. Le odiaba.

Dylan sentía que se ahogaba en ansiedad, mientras sentía que el pequeño cubículo se encogía a su alrededor. Si estaba lo suficientemente enfadada con él, a lo mejor no querría cooperar... Y si no quería cooperar, ya no tendrían esa parte de su lado, ¿habrían tres bandos? No, no era verdad. Por mucho que le doliera, si era por su gente, no solo por los annwynes, sino por los cryumdinos también, estaría a su lado.

Dylan se dejó caer sobre los sillones, pensando cómo solucionarlo, y hundiéndose en la desesperación cuando se dio cuenta de que ni un millar de disculpas podrían hacerlo. Y cuando se encontrase con Samantha... Ninguna sería la misma. Dylan se preguntaba si también lo culparía a él.

Dylan tardó horas en regresar, habiéndose detenido una media hora comiendo algo en una taberna en el camino, para no tener que hacerlo cuando llegase. Las banderas aún ondeaban a media asta, y aún todavía, la vida de la gente seguía con normalidad.

Cruzaron las calles principales, siendo perseguidos en un trecho del camino por niños que solo jugaban. El carruaje se detuvo sobre las puertas del castillo, y un mozo abrió la puertezuela.

Dylan salió de ésta y se adentró en ese castillo, cuyas altas torres rasgaban el cielo. Sus curiosas criaturas miraban desde sus tejados y paredes, siniestras figuras de piedra que parecían vigilar la entrada.

Dylan escuchó los pasos rápidos antes de verlo girar la esquina con una gran sonrisa. Él esbozó otra cuando le dio un golpe en el pecho, seguramente por haber estado tan desaparecido.

—No me puedo creer que en cuanto volvieses de la frontera, te fueses sin ni siquiera saludar —le dijo Charlie cruzándose de brazos con un mohín. Sus ojos azules lo miraron decepcionados.

—Perdón, hombre, pero es que todo fue muy rápido —Charlie arqueó una ceja—. Bueno, puede que no tan rápido, pero tenía la cabeza en mil cosas. Lo siento.

Él suspiró, pero volvió a sonreír.

—Está bien, quedas perdonado —respondió, pasándole un brazo por los hombros divertido—. Por lo menos ahora gracias a ti tengo una habitación para mí solo —Dylan puso los ojos en blanco.

—¿Qué haces aquí solo, por cierto? —preguntó, ya que debería estar trabajando. Él abrió la boca sorprendido.

—¡Cierto! Su alteza real me ha ordenado que te escolte —dijo soltándolo y cruzando sus manos tras la espalda. Si ya estaba utilizando de nuevo su antiguo título de princesa era que iba totalmente en serio, que ya estaba preparada.

—¿Qué pasa?

—Por fin han aparecido los lobos hambrientos —comentó—. Su alteza ha convocado a lord Cabel para darle su apoyo.

Lord Cabel era uno de los pretendientes que habían supuesto que intentaría hacerse con el trono, y claramente, no habían ido desencaminados. Lord Cabel era hijo del primo hermano de su majestad el rey Nicholas I, el padre de Helene, por lo que tenía un fuerte reclamo a la corona, que por supuesto afianzaría con el apoyo de la princesa. Sin embargo, Dylan dudaba mucho que fuera lo que ella quería. Pero entonces, no entendía por qué Charlie decía eso.

—Has dicho lobos...

—Ah, sí —contestó—. El otro es lord Kyle Willow, el vizconde de Yens.

Dylan entendía por qué no se había molestado en mencionarlo, y él tampoco habría dado demasiadas vueltas, salvo que le sorprendían las agallas del noble. De rango bajo, se atrevía a hacer tal movimiento, y por mucho que fuera un hijo reconocido del rey, seguía siendo ilegítimo. Por lo que lord Cabel tenía más derecho al trono.

Llegaron a las puertas de la sala y despejó la mente. Ambos se detuvieron frente a los guardias que las resguardaban, esperando a que les abrieran. Dylan vio por el rabillo del ojo a Charlie abrir la boca, pero la cerró dudoso, y cuando por fin las puertas se estaban abriendo, se inclinó hacia él y susurró —¿Recuerdas lo que nos enseñan cuando entramos en el cuerpo de guardias? —Dylan negó, seguramente porque las condiciones con las que habían entrado habían sido muy diferentes. Dylan para que lo vigilaran, y él como hijo menor de un noble de bajo rango—. Antes de actuar, debes interpretar la situación.

Dylan frunció el ceño ante sus misteriosas palabras, pero no pudo preguntar, ya que, con las puertas abiertas, se convirtieron en el centro de atención. Extrañamente, aunque se suponía que era una reunión entre los nobles más influentes, entre los que sí que era cierto que se encontraban su padre, su primo David, Cordelia Danvers de Corona o Jules y Verónica, la sala estaba repleta de muchos más, de todos los rangos, y entre ellos, por supuesto, estaba el pretendiente al trono cryumdino, lord Charles Cabel, marqués de Arka. Charlie y Dylan se separaron, él volviendo a su puesto resguardando el control de la sala, y Dylan colocándose detrás de su padre, después de inclinar la cabeza ante Helene. Ella lo imitó.

Paseó la vista por la sala, y comprobó que solo había un asiento sin ocupar, el del rey, a pesar de que las sillas se habían duplicado. Habían tenido la decencia de dejar la suya vacía, ya que apenas habían pasado un par de días desde la muerte de éste, y todavía estaban de luto.

—Ya que finalmente estamos todos —comenzó a hablar lord Cabel—, comencemos a lo que hemos venido.

Hubo un murmullo compartido de afirmación. Él se puso de pie.

—Como debéis saber, el espacio que ha dejado la muerte del rey, nos pone en una situación delicada —comenzó—. Por eso, me gustaría presentar mi candidatura como rey de Cryum, bajo un enlace con la princesa del reino, su alteza real, Helene Blackstorm de Cryum.

A Dylan le sorprendió escuchar junto a su apellido de soltera, antes de que se convirtiera en Helene de Forest, duquesa de Kriston, una proclamación de matrimonio. De hecho, ni siquiera parecía en lo más mínimo una pedida, por lo que eso debía ser la revelación, sobre un tema ya hablado en privado.

Una parte de él se alegró de que con eso sus insinuaciones de una boda entre ambos acabara, y por otro, no podía más que observar todo con gran inquietud y desconfianza. Tenía sentido que se produjese una alianza de ese tipo, ella era aún joven y podía dar niños, pero esa no era la parte que le hacía dudar. Miró a Helene, que parecía satisfecha con las comisuras de sus labios elevadas.

—Y con mi prometida, la futura reina, de mi lado, no dudo en que nuestro futuro reinado sea próspero.

—Querido primo —contestó ella sin levantarse—, ya sabéis que el propósito de mi vida siempre ha ido enfocado por y para Cryum. Su protección se convirtió, desde que era apenas una chiquilla, en materia de mi consideración. Por eso es que me concierne profundamente cómo el espacio vacío que mi hermano ha dejado pueda afectarnos, sin embargo, temo informaros de que ese espacio ya ha sido ocupado. Y que la única amenaza auténtica, sois vos.

Todo pasó muy rápido, y apenas fueron capaces de reaccionar. Los guardias se cernieron sobre la mesa del Comité en un parpadeo, y Dylan estaba tan centrado en proteger a su padre de cualquier amenaza, que no se dio cuenta hasta muy tarde que no eran todos objetivos.

Dyan buscó a Charlie con la mirada buscando explicaciones, pero él negó lentamente, como advirtiéndole. Recordó sus palabras, y cuando su padre intentó levantarse, Dylan lo detuvo, aunque lo mirara con incomprensión. Un guardia ya estaba sobre lord Cabel para cuando él fue a escapar, con una daga brillante con la que seccionó el cuello del noble. Mientras él se desangraba, Helene se levantó y se inclinó hacia él.

—¿Y sabéis cuál es el mejor ataque? —El lord gorgoteó, atragantándose con su sangre. Ella respondió igualmente—. Aquel que va envuelto en forma de regalo.

Cada uno de los guardias mató a un noble, limpia y rápidamente. Los demás, solo fueron testigos de lo que pasaba cuando se amenazaba a la corona de Cryum. Era un mensaje, y les había llegado alto y claro. Quien se atreviera a desafiarla de esa forma, lo pagaría con su sangre.

Helene, impecable y regia, se enderezó a la cabeza de la mesa, antes de mirarlos despiadadamente, y sentarse en la silla de madera oscura de terciopelo rojo vinotinto.

—La coronación se celebrará antes de que el mes acabe.

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