Capítulo 31: Un desconocido e inquietante lugar (editado)
No era así como Taissa se había imaginado el reencuentro. Sus ojos habían sido fríos, y todo su porte demasiado... ¿princesil? Había mirado ante unos ojos idénticos a los suyos y se había quedado muda. No había sabido qué decir, o si debía decir algo.
A pesar de haber sido la segunda vez que veía unos ojos así, Taissa se dio cuenta de que se había sentido más a gusto con un simple fantasma que con... con su... con el rey. Pero en ese entonces no había sabido quién era. Taissa se puso pálida al darse cuenta en lo que estaba pensando, ¿y si no era lo que esperaba? ¿Y si era... decepcionante?
Casi no se dio cuenta de hacia dónde se dirigían, pero no salieron del edificio. Taissa intentó hacer desvanecer esos pensamientos y enfocarse en lo que estaban haciendo en ese momento. Ya no estaba encadenada, lo que suponía un alivio para sus chamuscadas muñecas.
—Tú te encargas de ella —le dijo Dreid a Alyssa, y ésta asintió. De repente, no parecían llevarse tan mal, salvo por la mirada disgustada y el resoplido que Dreid no se molestó en ocultar. Su exagerada y probablemente falsa repulsión casi la hizo sonreír. Menudo idiota.
—¿Estás bien? —le preguntó Alyssa, Taissa supuso que era fácil de leer. Ella asintió. Y observó cómo los separaba del grupo, torciendo en un pasillo diferente.
—¿Por qué llevas eso? —preguntó observando su vestuario.
Alyssa caminaba un par de pasos por delante de ella. Le recordaba a cuando había conocido a Rob por primera vez, mientras éste la guiaba por los pasillos. Había estado tan nerviosa como lo estaba ahora. En ese entonces, no había tenido ni idea de nada, solo que todavía no tenía una fecha para su decapitación. Bueno, quizás ahora estuviera un poquitín más nerviosa. Pero esa vieja costumbre de recorrer la piel imperfecta de la cicatriz de su brazo había quedado atrás. Ni siquiera sabía cuándo había pasado.
—Porque este uniforme es más bonito que el de los entrenamientos, y si podía elegir, me quedo con el que mejor me siente —Ella se giró hacia Taissa, esbozando un amplia sonrisa y contagiándosela.
—¿Y a dónde vamos? —preguntó con un tono curioso.
—Tienes que asearte un poco y cambiarte de ropa... —Taissa notó que quería decir algo más, pero no se atrevió. Taissa no le preguntó.
Llegaron a una sala que daba con el exterior. Era una habitación claramente construida aparte del edificio, de madera en vez de piedra y con una gran puerta que daba al exterior. La sala estaba dividida en dos por una cortina, una zona con dos muebles taquilleros en cada pared y unos bancos de madera, y la otra, tras correr la cortina, un gran depósito de madera con agua. Taissa vio un pequeño cubo al lado, con un paño blanco encima.
—Perdón, pero no tienen bañeras —se disculpó Alyssa—. Aunque apuesto que Diarmuid sí tiene alguna por ahí.
—No pasa nada —contestó. Igualmente, ellos tampoco habían tenido en casa—. ¿Me ayudas? —Alyssa asintió.
Se quitó la camisa, que olía horrible, y se giró para que Alyssa pudiera desatar el corsé que no llevaba muy apretado. Se quitó los pantalones, dejando el fino chemise a la vista, y Alyssa dijo —Voy a por algo de ropa, ¿sí?
—Vale —contestó, dejando que se marchase.
Se deshizo de la chemise, colocándola con lo demás en un taquillero, quedándose desnuda, y se dirigió al depósito, corriendo la cortina. Tomó el cubo que había en el suelo, lo llenó con el agua del depósito, y mojó un paño. Observó sus muñecas y limpió la sangre seca, luego, con su magia a su alcance, utilizó una mano para curar a la otra. Ya sanada, restregó el paño por su cuerpo, quitándose cada rastro de tierra, suciedad, y sudor, asegurándose de que no le quedaba ningún lugar sin frotar, aunque el hombro le crujió cuando intentó lavarse la espalda.
Llamaron a la puerta dos veces, y al otro lado escuchó un —¡Soy yo! —Alyssa abrió la puerta, y Taissa vio su contorno moverse al otro lado a través de la cortina. Asomó la cabeza y preguntó —¿Necesitas ayuda? —Taissa negó.
—Casi he terminado —respondió.
—Valep —Alyssa se quedó al otro lado, y Taissa intentó no tardar demasiado, ya que no sabía cuánto tiempo les habían dado—. ¿Qué tal... te sientes? Quiero decir, en plan... Después de verlo y eso.
Taissa se encogió de hombros antes de darse cuenta de que no la podía ver.
—No sé... Ha sido raro, tampoco sé qué esperaba —respondió con sinceridad—. Era muy... joven.
Escuchó a Alyssa reír.
—Es cierto, supongo que no estás acostumbrada a eso —respondió. Pero cómo iba a estarlo, si su madre había aparentado la edad que había tenido, y él... no sabía ni cuántos años tenía. Muchos. Demasiados. Taissa habría deseado poder hacer eso con su madre, no la biológica, ya que sentía que habría sido más sencillo tenerla con ella.
—Y ya tengo otros padres —confesó. Aunque sabía que no estaba traicionando a nadie, no sabía ni siquiera lo que quería. Tal vez conocerlo... sin embargo, no era su razón de ir a verlo. De estar allí. Si hasta hacía poco no había sabido que aún respiraba.
—Taissa...
—Lo sé, lo sé —respondió.
—Por cierto, esta es la última vez que te llame así —Taissa asomó la cabeza a donde ella estaba—. Tienes otro nombre, y ya lo sabes. No podemos seguir llamándote por ese nombre.
—Pero es raro —se quejó—. Durante 19 años me he llamado así. Taissa.
—Diecisiete —rectificó, ya que sus dos primeros años de vida había sido Deanna.
—Eso... Agh, bueno, está bien —Se rindió. Se apoyó en la pared y se escurrió hacia abajo, acabando sentada. Abrazó sus rodillas y confesó—. No quiero empezar una guerra.
—Solo los insensatos quieren —respondió Alyssa—, pero a veces es la única opción.
—Lo sé —Taissa suspiró. Vio la silueta de Alyssa acercarse, y con solo la fina tela separándolas, se apoyó en la pared, prácticamente a su lado.
—¿Quieres que entre? La verdad es que no sé qué se supone que se hace en estas situaciones —le indicó con un tono de duda—. Y no es porque no sea humana, soy simplemente yo. Nunca se me han dado bien estas cosas.
Taissa se levantó y descorrió la cortina un poco para mirarla a la cara —No pasa nada, no voy a morirme por esto. Pásame una toalla, porfa.
Ella la miró, tomó una a su lado, y se la lanzó. En ese momento, solo había una dirección, y era hacia el pico de la montaña. Donde él aguardaba. Se vistió igual que Alyssa, que después de tanto tiempo, se sabía sus medidas, y le pidió que le hiciera un par de trenzas.
Juntas, fueron donde estaban los demás, preguntándose si le devolverían sus cosas. Luego pensaría en ello, en ese momento se concentró en lo increíble que era que estuvieran tan cerca. Cuando pudiera, intentaría contactar nuevamente con Dylan y decirle todo lo que había pasado.
Taissa supuso que sería sencillo en una ciudad de magia, sin embargo, frunció el ceño al pensar en él, suponiendo que estaría preocupado. Y con cada paso que la acercaba a su destino, le hacía darse cuenta de que la alejaba más de él. Con miedo, se dio cuenta de que Dylan no tenía lugar en donde estaba, tan poco como Rob. Pero Rob era solo un amigo, su mejor amigo a esas alturas, aparte de Sam, a la que sentía que no había visto en años, pero Dylan... Ni siquiera sabía cómo estaban vistos los mestizos.
Dio los pasos decidida, de manera segura y fuerte, y los faes que se encontraron en su camino les abrieron paso, apartándose de ellas, y cuchicheando entre ellos cuando les dieron la espalda, aunque sabían perfectamente que podían escucharlos.
Y al pensarlo, Taissa se alegró de que esas capacidades potenciadas por su poder, no estuvieran activadas todo el tiempo, aunque no había sido así en un principio. Antes de dejar Cryum, en aquella posada en la costa, Taissa había podido escuchar incluso el aleteo de las gaviotas volando en el mar, y no había podido dejar de hacerlo. Pero gracias a Dios, su renovado cuerpo se había acostumbrado a sus habilidades, y había podido controlarlas en unos días. Todavía recordaba el dolor de cabeza que le había provocado y las lágrimas de angustia y desesperación por hacerlas callar.
Llegaron a la sala en la que se habían encontrado antes, y Diarmuid las recibió con una mueca. Cleavon y Rob llegaron minutos después, con uniformes idénticos a los suyos.
—Supongo que ya estamos listos —dijo. Dreid, que se había ido con ellos, asintió. Y antes de preverlo, se acercó a ellas y las agarró con cada mano, Diarmuid encargándose de los otros dos.
Taissa sintió que se desvanecía, pero ya conocía esta sensación. Esa vez no cerró los ojos, y éstos le concedieron el poder de verlo. El mundo se tiñó de colores que volaban a velocidades extraordinarias, y a Taissa le pareció que eran lo único estable en el mundo. Pasaron las praderas, y giró su rostro. Alyssa tenía los ojos cerrados con fuerza, pero por un segundo, los ojos verdes de Dreid y los suyos se encontraron. Una completa respiración que le permitió contemplar su expresión indecisa y dudosa.
Y en un parpadeo, ya estaban ante las puertas del castillo.
Apartó la mirada y vio lo que tenía enfrente, notando que Dreid las soltaba. Rob y Cleavon habían llegado antes que ellas con Diarmuid, pero esa vez, Cleavon no vomitó, aunque su rostro les sugirió que estaba a un paso de hacerlo. Rob le frotó la espalda y éste se apartó de mala gana, haciéndolo suspirar. Aunque no lo había hecho tan brusco, más por vergüenza que por odio. Unos cuatro soldados más los siguieron, apareciendo en el aire como ellos un segundo después.
El castillo amurallado era antiguo y oscuro, no como el de sus sueños, aunque estos tuvieran lugar antes de la guerra. No era un palacio con fascinantes jardines, grandes ventanales ni en donde se escuchara la música, la charla o las risas. Siempre que Taissa había pensado en un castillo de hadas, no era lo que contemplaba lo que se le había venido a la mente, pero era lo que se obtenía tras tanta guerra y sangre derramada.
Las puertas se abrieron y Taissa estuvo lista para adentrarse en ese desconocido e inquietante lugar.
Lista para hacerlo suyo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro