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Capítulo 29: Libres en una jaula de cristal (editado)

Sarah llamó a la puerta, y Dani no tuvo que recibirla para saber que era ella, ya que a diferencia de los demás, no se molestaba en esperar una respuesta para entrar. Se asomó con una gran sonrisa, obteniendo una mirada hostil de la doncella de Dani, quien había estado dirigiéndose a la puerta. Sin embargo, después de aquellas semanas, todos estaban ya acostumbrados a su presencia rebelde, y era algo que Dani disfrutaba.

—¡Dani! —exclamó ocultando algo tras su espalda mientras entraba. Era tan evidente que Dani solo tuvo que arquear una ceja para que risas nerviosas salieran de entre sus labios. Caminó de manera juguetona y la amplia sonrisa que decoraba su rostro hacía que a Dani se le hiciera difícil pasarla por alto—. ¿Sabes a quién me he encontrado en el pasillo? —Dani negó—. ¡Venga! No es divertido si no intentas adivinarlo.

Dani suspiró.

—Si estás tan contenta, no será nadie de tu familia —Sarah le dio una mirada de incredulidad con algo de diversión—. Tampoco mi padre, que no está. Y no es que tengas muchos amigos...

—¡Dani! —Ésta no pudo evitar reír. Ella se tiró al sofá a su lado y le enseñó un sobre—. Me he encontrado a un sirviente. Aunque claro, lo importante es esto —dijo haciendo mención a lo que tenía entre sus dedos, y que movía de forma efusiva.

—¿Y? ¿De quién es? —preguntó. Ella sonrió.

—Bueno... según lo que pone en el remitente, es un tal... Chris Matthews —Sarah dijo su nombre con lentitud, sabiendo lo que significaba. Sus cejas hicieron un divertido movimiento hacia arriba y abajo, y lo único que Dani hizo fue abrir la boca sorprendida. A pesar de que no lo conocía, Sarah la había escuchado hablar un poco de él—. Obviamente es para ti.

Le arrebató la carta de las manos y destrozó el sobre para poder leer el contenido. Si tardaba un poco más en saber de él... lo mataba. Aunque esperaba que le dijera que volvía.

—Ey, bestia —Se quejó Sarah riendo por su brusca manera de quitársela. Antes de que pudiera leerla dijo—. ¿No quieres que te de algo de intimidad?

Dani se lo pensó, y no pudo evitar darle la razón. La verdad era que había más posibilidades de que le hubiese escrito algo que fuera confidencial y no sobre su regreso, y no le habría gustado que Sarah se enterara y eso la pusiera en peligro. Inspiró aire y lo soltó mientras volvía a doblar la carta que tenía esa fea letra de Chris que jamás pensaba cambiar, metiéndola de nuevo en el sobre.

—Tienes razón. Si me dice algo feo quiero procesarlo sin testigos —mintió. Ella le dio un codazo.

—¿Cómo te va a decir algo así, tonta? —le preguntó. Dani se encogió de hombros—. Por cierto, ¿has oído lo que ha pasado en Dern?

—No, ¿algo con los rebeldes? —preguntó. Sarah negó.

—Encontraron una familia de sílfides, creo —Su cuerpo se quedó petrificado al escuchar sus palabras—. En la comarca de Seirum.

—¿Las han matado? —Dani notó que su voz salía en un susurro tembloroso, pero Sarah no pareció darse cuenta, aún así negó. Con su política antimagia tan férrea, a Dani le pareció extraño que sólo las hubieran sacado de sus tierras, pero sintió alivio al saber que aún respiraban.

—Se las enviaron al emperador como ofrenda —respondió sin darle mucha importancia —, según mi hermano, ahora las tiene de mascotas... ¿estás... estás bien? —Su rostro inmóvil debía haberse puesto pálido, pero con algo de esfuerzo, consiguió esbozar una sonrisa. Lo sincera que pareciera ya era otro tema.

—Pensé que las odiaban —respondió.

—Y yo, pero debes admitirlo, ¿no sería emocionante ver unas? —Sarah le mostró una sonrisa amplia y sus ojos brillaron como los de una niña, muerta de curiosidad. Pero aunque fueran amigas, Dani no pudo expresar su verdadera opinión y decirle que le parecía asqueroso.

—Las prefiero muertas —respondió en su lugar. Ella misma habría preferido estar muerta antes que convertirse en parte del circo de un hombre que se encargaba de matar a los suyos, y aunque no sabía si ellas debían sentirse igual, estaba segura de que no recibían el mejor de los tratos. Sarah la miró sorprendida con esos grandes ojos verdes.

—Qué dura eres —dijo con una sonrisa, aunque Dani prefirió pensar que era piadosa—, oh, y oye, he escuchado unos rumores...

—¿Rumores? —preguntó notando el cambio de tema.

—Últimamente has estado pasando tiempo con su majestad —comentó, y aunque normalmente ese tipo de temas los trataba con sonrisas pícaras y ojos traviesos, aquella vez parecía más seria. La pregunta la hizo inquietarse, sobre todo al tardar en contestar, ya que se sintió abrumada al saber que ya habían comenzado a hablar.

—Ah... Eh, bueno, sí —le respondió, ya que no era que pudiera mentirle con tantos testigos—. Nos hemos hecho amigos —Decidió soltar una mentira piadosa. Pues a pesar que era su objetivo, las cosas se le habían descontrolado.

—Oh —Parecía tan sorprendida que las palabras no le salían. Pero Dani sabía que tenía algo en mente, porque cuando apartó sus ojos y Dani notó el movimiento inquieto de su pierna, entreabrió la boca, pero la cerró al instante, sin decir nada.

—¿Qué es? —preguntó Dani. Ella la miró y suspiró.

—Solo... ¿Estás segura de lo que haces? —le preguntó. Dani frunció el ceño.

—¿De qué hablas? —preguntó cuando alguien llamó a la puerta. Asintió a su doncella para que fuera a abrirla, y ambas la vieron inclinarse. Y no era una leve inclinación.

Un muchacho de oscuro cabello, ojos grises y tez pálida entró dejando que la doncella, que tensa por quien los visitaba, cerrase la puerta tras de él. Tanto Sarah como Dani se levantaron, e involuntariamente, Dani escondió la carta tras su espalda antes de inclinarse.

—Perdonad, no sabía que teníais visita —dijo ojeando a Sarah.

—Lady Sarah Hunter, su majestad, hija del duque de Realm —la presentó Dani. Él esbozó una sonrisa y tomó su mano. Posó sus labios sobre ésta, y Sarah intentó no parecer nerviosa uniendo sus manos tras su espalda al separarla de la del rey.

—Ah, sí, la hija de lord Ronald Hunter, y hermana pequeña de Dominic —recordó. Dani supuso que como todos ellos, había tenido que aprenderse los nombres de todos los nobles importantes, y siendo su padre duque y parte del consejo, no le extrañaba que lo supiera. Ella asintió.

—Así es, majestad —respondió—, pero no os preocupéis, no os molestaré. La verdad es que estaba a punto de retirarme a mis aposentos, así que os dejo con lady Danielle.

Dani no pudo evitar poner una mueca no solo al escuchar la mentira, sino también por cómo la había llamado, haciendo que le chirriasen los oídos. No solían llamarla por su nombre completo. Aunque era la forma correcta de hacerlo, nunca había pasado demasiado tiempo en la corte y aún después de meses le seguía pareciendo demasiado formal. Pero era normal que ante el rey, intentase ser cortés.

—Oh, gracias —Era una sonrisa sincera la que le mostró, y Dani se lamentó internamente. Aunque apenas habían pasado dos días, sentía que debía darle una respuesta ya, y verlo hacía que le fuera más difícil permanecer callada.

Sarah se inclinó de nuevo y se despidió de ella, preguntándole con una mirada qué demonios estaba pasando. Y Dani supuso que tendría que contárselo. Extrañaba aquellos tiempos en donde su única preocupación había sido permanecer con vida en alguna de las misiones a las que los habían enviado, sin prestarles tanta atención. Aunque fueran hijos de nobles, en ese momento por lo menos, tenían algo de libertad. Cabalgar hasta acabar agotados, comer bajo las estrellas acampados rodeando un fuego, dormir sobre la fría tierra sabiendo que alguien estaba cubriendo sus espaldas, ya fuesen Chris, Dylan, Rob o Jordy. Era mejor que eso, y también más sencillo.

Se quedaron a solas cuando tanto Sarah como su doncella abandonaron la habitación.

—Majestad, pensé que tendría algo más de tiempo —Él se sonrojó.

—Oh, no es eso —dijo, y por un segundo, hubo un silencio tenso—. Aunque... Quisiera seguir siendo vuestro amigo si me rechazáis, aunque espero que no lo hagáis, pero lo que... Yo quería... Bueno, en realidad no sé por qué estoy diciendo esto... Yo solo quería saber si querías escuchar algo que se me ha ocurrido.

—¿Algo que se os ha ocurrido? —preguntó bastante perdida en la conversación.

—Ah sí, aunque sé que por vuestra posición no comprendéis de política, me gustaría tener una primera opinión, y quisiera que fuese la vuestra —confesó—. Solo por si os suena estúpido.

—Por... por supuesto —respondió intrigada—. Aunque, ¿qué habéis querido decir con "mi posición"? —El rey pareció sorprendido por su pregunta.

—Ah, bueno, sois mujer, y-

—Sí, ¿y? —preguntó.

—No quería dar a entender nada, lo siento, pero vos tenéis otros conocimientos... más acordes...

—Majestad, al ser hija única y por tanto heredera, a mi padre no le quedó otra que instruirme en variados ámbitos. Por lo que aunque en mis tareas estaban el dibujo, el bordado y la música, también lo estaban la política, la economía, o la historia... —Al ver su rostro, Dani notó que se había sobrepasado. Al sentirse estúpidamente atacada se había defendido de forma totalmente indecente, de manera incorrecta, con quien no debía. Dani notó que las manos le temblaban, y al notar lo pálido que se vía su rostro, más de lo que normalmente ya era, se arrodilló ante él tapándose la boca. El rey salió de su asombro cuando la vio caer al suelo, extendiendo sus brazos para sujetarla—. Disculpad. N-no sé por qué he... Ha estado totalmente fuera de lugar.

Dani pensó que debería haber aprendido a morderse la lengua.

—Levantaos, por favor —Como veía que estaba lo suficientemente avergonzada y asustada, él se acuclilló, haciendo que su cara enrojeciera—. No ha estado fuera de lugar.

—¿Cómo que no? He dicho todas esas cosas...

—Y ninguna ha sido mentira. Yo... no estoy acostumbrado a que las damas sean así —Dani estuvo a punto de resoplar.

—¿Y os molesta? —Él abrió los ojos sorprendido.

—Ni hablar. Pero si bien sabréis más que yo —Él rió, pero Dani negó.

—N-no... Sabed que aunque tenía todas esas materias, no significa que fuese buena en todas ellas. No soy dada a la música, me salto capítulos de libros cuando me parecen muy largos, y prácticamente me dormía en las clases del Sr. Simmons... ¡Ah! Era mi profesor de filosofía... —Él rió a carcajadas, y Dani arqueó una ceja—. Disculpad majestad, pero no le encuentro la gracia.

—Perdón, perdón. Es solo... que estoy tan a gusto a tu lado —Al no saber qué decir, Dani dejó que riera un poco más—. Y con nuestra primera discusión ya resuelta, veo correcto que me llames por mi nombre, ¿no? Solo a solas, claro.

—Yo..

—¡Venga! No es que te esté pidiendo matrimonio —Con la mano tapando su boca, a Dani se le escapó una carcajada. Eso ya lo había hecho.

—Está bien —respondió.

—¡Genial! Ahora, con tu infinita sabiduría, ¿escucharías la propuesta que se me ha ocurrido para la siguiente reunión del consejo?

Dani asintió.

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