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Capítulo 16: El encuentro (editado)

Habían pasado unos días desde que Taissa había conseguido despertar del todo su poder, y se sentía con más fuerza que nunca ahora que por fin había descansado.

Estaba vistiéndose para bajar a que Shera siguiera enseñándole fae antiguo, cuando lo vio caer desde la ventana mientras se vestía en el piso superior. Como un peso muerto sobre la hierba. Estaba tirado entre los árboles.

Bajó corriendo las escaleras, saltándose algún escalón que casi la llevó a tropezar, y cuando estuvo a punto de cruzar la entrada para abrir la puerta, una mano la detuvo, agarrándole del brazo. Su mirada se cruzó con la de Alyssa, fijándose en que tenía el ceño fruncido.

—¿A dónde vas? —Taissa supuso que había escuchado sus pasos, así que a lo mejor debería haber sido más silenciosa—. Te he dicho que aún no estás totalmente recuperada, Taissa.

—Hay alguien —dijo. Alyssa miró por el cristal que había al lado de la puerta, oculto por cortinas blancas de encaje. Con la guardia en alto, vio su mirada pasear de derecha a izquierda, sin éxito—. Entre los árboles —indicó acercándose y señalando con el dedo índice y dejando su huella en el cristal. Ella entrecerró los ojos, intentando vislumbrar lo que le señalaba, pero solo vio una sombra. La escuchó maldecir en voz baja, para luego mirarla.

Fue a abrir la boca cuando la anciana dijo por detrás —Es insensato salir. No sabemos quién es, ni sus intenciones.

—¡Pero está herido! —intentó razonar.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella—. Y aunque así fuera, ¿quién dice que no delatará nuestra posición cuando se recupere? Ten cabeza, Taissa, no podemos confiar en nadie.

—¿Confiar? ¿Es eso lo que temes? Porque no debes preocuparte, no seré yo la que lo haga —No iba a cometer ese error. Simplemente no creía inteligente dejar a una persona tirada a unos cuantos metros de su posición, ya que alguien, tarde o temprano, vendría a buscarlo.

—Pensad, si no hacemos algo ahora, alguien lo encontrará, o él mismo se despertará —Ellas se miraron, y aunque vio la duda en sus ojos, empezaron a replanteárselo.

—Tiene razón —dijo Alyssa. Y al contrario que Taissa, no esperó a que la otra aceptara, impulsiva como era, simplemente abrió la puerta y se encaminó por dónde Taissa había señalado, con ella a su espalda.

Entonces lo vio. A unos metros, tumbado sobre su espalda, con una mano en el pecho (uno que Taissa se aseguró de que subiera y bajara), pero no era eso lo que la sorprendió. Ni siquiera fue su hermosa y oscura piel que sólo había visto en extranjeros, ni que tuviera alargadas y puntiagudas orejas como ella (aunque un tanto más alargadas), sino que Alyssa dijera su nombre y que corriera hacia él, tirándose al suelo, y palmeándole el rostro para intentar hacerlo reaccionar.

—¡Alyssa! —la detuvo Shera, viendo cómo pronto iba a dejar una marca roja en su cara—. Ayudadme a levantarlo —Mientras ella le cogía una pierna y Taissa la otra, Alyssa lo levantó por las axilas con facilidad, una de las pocas características fae que había conservado tras perder sus poderes.

—¿Qué demonios hace aquí así? —preguntó Alyssa con preocupación en su tono.

Cruzaron el claro sin mucha dificultad, ya que era Alyssa quien cargaba con el mayor peso. Entraron en la cabaña, Alyssa chocándose con la escalera de madera de detrás y quejándose por ello, y cuando lo consiguieron entrar en la sala de estar, con Shera y con Taissa de espaldas, algo hizo que Alyssa casi lo soltase, perdiendo la concentración, algo que la hizo emitir una exclamación.

Taissa giró el cuello hacia atrás, para mirar lo mismo que ella y observó a Rob, su ya no tanto bello durmiente, sentado en el sofá, con la mano masajeando su sien. Rob también la miraba, luego paseó su vista hacia Taissa, y finalmente a Shera y al extraño con el ceño fruncido.

—Hola.

—¿Hola? —Alyssa rió—. Menuda siesta te has echado —dijo de manera despreocupada, cambiando totalmente de comportamiento. Ya no era la chica asustada que se sentaba a su lado a esperar a que despertase, ahora mostraba una sonrisa ladeada (totalmente intencionada), bastante indiferente por su repentina recuperación de consciencia, más bien divertida.

—Espero que no me hayáis echado demasiado de menos —dijo él—. Soy de sueño pesado, como un tronco —Miró a, para él, los dos extraños, y preguntó—. ¿Quiénes son? Oh, y, ¿dónde estamos?

—Apártate —contestó por cualquiera de ellas Shera, tirando del chico fae inconsciente hacia el sofá del que se levantó de un brinco Rob, que parecía en perfecto estado. Lo dejaron ahí tumbado y Shera y Taissa emitieron un quejido de alivio al soltarlo.

—Está un tanto... desnudo, ya sabéis, despelotado, en cueros, desvestido, despojado de t-

—Ya lo hemos entendido —le dijo cortando su lista de sinónimos sobre el estado desprovisto de ropa en el que se encontraba. Shera se marchó de la habitación un segundo y Taissa le preguntó a Alyssa—. ¿Quién demonios es? —Tanto ella como Rob clavaron sus miradas en busca de respuestas.

—Se llama Cleavon —dijo ella, acuclillándose para acariciar su rostro—. Yo estuve allí el día de su nacimiento —Taissa arqueó las cejas sorprendida y escuchó un silbido que salió de los labios de Rob.

Ambos sabían que ni de cerca tenía la edad que aparentaba, pero una cosa era saberlo, y otra vivirlo de aquella manera. Cuando Shera volvió, echando una manta a Cleavon para cubrirlo, Alyssa se puso de pie y se alejó de ellos, yendo hacia la ventana. Taissa no tuvo ni que esperar dos minutos para comprobar que Rob se acercaba a ella.

—Alyssa —El sonido de su nombre la hizo mirarlo, y él sonrió—. La última vez que te vi tenías una garra clavada en el pecho.

—Lo sé, y gracias por salvarme —Parecía avergonzada de aceptar ese hecho, y aún así, él pareció todavía más feliz.

—Bueno, ¿qué iba a hacer si no? —Ella lo miró.

—Podrías haber dejado que me matara —Él frunció el ceño.

—¿Estás loca? ¿Cómo iba a hacer eso? —Alyssa se encogió de hombros.

—Es algo que los humanos hacéis —Él suspiró.

—¿Qué hemos hablado de generalizar de esa manera? —Alyssa puso los ojos en blanco.

—¿Que no debo hacerlo porque todos somos únicos y diferentes? —A pesar de tener los brazos cruzados en una posición defensiva y el ceño ligeramente fruncido, se veía relajada. Su tono había sido divertido.

—Eres una idiota —le contestó Rob de la única manera que él tenía de demostrar afecto. Seguidamente, viendo su rostro decaído y que parecía más interesada en mirar sus botas con rostro preocupado, extendió su brazo y le alzó la barbilla. Alyssa, un poco a regañadientes, lo miró a los ojos—. Jamás dejaría que te pasara algo, lo sabes, ¿verdad? —Ella asintió—. Entonces, ¿qué te pasa?

Ella miró al chico inconsciente del sofá. Su rostro suave e indefenso, como un niño, aunque probablemente, para ella lo era. Alyssa se comportaba como alguien con la edad que aparentaba, por lo que nunca habían llegado a darle vueltas demasiado a la verdad, que no era como ellos. Que habría visto civilizaciones surgir y caer, amigos nacer y morir, habría vivido miles de vidas. Algo que ellos jamás entenderían, no Rob, al menos.

Quizá algún día Taissa sería lo suficientemente mayor como para engañar a los inocentes ojos humanos que la tomaran por una adolescente, si era que dejaba de envejecer antes de que las primeras arrugas y canas se asomaran. Y a pesar de aquello, jamás la alcanzaría, ella viviría eternamente, y Taissa, aunque no tan efímera como los humanos, tenía una fecha de caducidad.

—No había pensado en cómo iba a ser cuando llegáramos —se sinceró. Pareció dudar en su siguiente respuesta, y dijo—. N-no es que me marchara en buenos términos.

Taissa decidió que era el momento de meterse en la conversación, así que se acercó a ellos en un par de pasos, y rodeó el cuello de Alyssa con su brazo —Pero mira con quien vuelves —Ella esbozó una sonrisa divertida.

Taissa no sabía cómo se había marchado, y siendo sincera, ni siquiera lo había pensado. Sólo sabía que atraída por la magia y posteriormente el hechizo que Alicia hizo, había acabado en tierras enemigas. Realmente, no sabía nada sobre ella.

—No te lo voy a negar —respondió ella. Miró a Rob, cuyos ojos ya se veían más tranquilos, y preguntó—. ¿Tienes algo de ropa de sobra para prestarle? —Señaló a Cleavon con un movimiento de cabeza y Rob se pasó una mano por el cabello.

—Bueno, sí, pero no sé si le estará bien —Alyssa se encogió de hombros.

—Eso da igual —Con una sonrisa triunfante iluminándole la expresión, dijo—. Ya tenemos un guía.

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