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CAPITULO XXX


TREINTA.

"Un poco de historia"


EVANS.

Aquella maldita costumbre aún se mantenía viva, sonreí, suspiré y me largue. Era gracioso y asqueroso; sin embargo, cada vez que los veo juntos la maldita sensación de envidia no aparece, pero esa vez fue diferente, la sentí. Quizás eran celos al no ser yo el primero en despertarla, en traerla de vuelta a su verdadera realidad; recuerdo la primera vez que la conocí.

Desde que llegó a la luz después de mantenerse en el vientre de su madre, su vida comenzó a teñirse tortuosa, manchada por acciones oscuras y poco sutiles, por su padre y aún más por lo que le quedaba por llamar madre. En un principio creía que era normal, como todos, pero precisamente nada de lo que inició a rodearla podría llamarse por ese nombre. No pudo hacer nada, no pudo detenerse, mucho menos negarse y solo pasó, entró a esa etapa donde tú mente comienza a velar por lo mejor y solo lo aceptas, o más bien solamente aceptó su naturaleza, su oscura y mala naturaleza.

El trastorno que la acogió al final de la luz y la llevaría hasta cuando su corazón se detuviera

Las probabilidades de detenerse eran nulas, la siguiente y temeraria etapa llegó, comenzó a gustarle, a disfrutarlo en demasía, una vez que la vida la torturó ella quiso ser la vida y la muerte. El peor error fue haberle dado vida, dos locos desquiciados que quizás nunca sintieron nada la crearon.

¿Cuándo la conocí?

Cuando su hermano murió, la persona más normal que conocí, lo considere un amigo en el pasado y fue asesinado por su padre. Eros sabía que su muerte estaba pisándole los talones; que su padre haría lo que fuera para apartarlo del camino de su hermana. ¿Adivina? Ernst y yo fuimos los únicos Psicópatas que podrían ayudarlo, bueno, eso era lo que él creía; sin embargo, el camino más fácil era deshacerse de la carga, de ella. Cuando él murió decidimos hacerlo, pero su vida lograba verse interesante y muy parecida a la nuestra.

Llegó tarde al instituto, los plazos se hicieron mucho más largos, ahora su padre ya no pasaba demasiado tiempo en casa, y su madre, lo último que haría era velar por ella, el guardia que había contratado su asqueroso padre desapareció instantáneamente, ya nadie la vigilaba, ya no llevaba consigo sus abrigos que cubrían hasta su alma, ahora estaba más liberada, y comenzaba a ser interesante.

Hoy rompió la rutina, no se dirigió a su clase, más bien rodeó el estadio de fútbol y fue detrás donde estaba el pequeño bosque del instituto, la seguí. Ella era difícil de prever, de leer y eso la hacía interesante, pero esta vez lo hice; habían unas pocas probabilidades de que ella supiera que la seguía y que por supuesto ahora mismo este camino a atraparme, pero sus ojos, su peculiares ojos mantenían esa llama de lujuria tan cautivante, solo tenía 17 y las hormonas estaban en su esplendor.

Solo llegó hasta uno de los troncos de los árboles caídos y tomó asiento tranquila mientras cruzaba sus piernas y su vestido blanco se pegaba más a su cuerpo, su cabello castaño oscuro estaba pequeño justo por sus hombros, sus ojos saltones y de aquel color peculiar eran contorneados por sus largas pestañas que la hacían ver cautivante y claramente apetecible, usaba un labial rosa encendido que hacían ver a sus labios aún más apetecibles.

Entonces solo sonrío.

—Subestimarme es algo tan aburrido —dijo antes de observar sus uñas con detenimiento —. Pero que tú lo hagas es aún más excitante. —no era para mí, la observé detenidamente y observó de reojo al lado opuesto en el que yo estaba.

—¿Debería sentirme alagado? —reí en mis adentros cuando escuché esa voz, agh hermanito siempre jugando con los mismos juguetes.

Lo vi salir de entre los árboles, su cabello negro caía por su frente y sus ojos, fuego puro, Ernst está tan imbécil como yo.

—Diría que eres muy especial y que por eso te sigo, pero lamentablemente es lo último que serías. —sus chistes no eran para nada parecidos a los míos, sufríamos lo mismo pero nuestras actitudes eran totalmente diferentes.

—Diría que me hiciste daño, pero eso sería lo último que estaría a tu alcance. —ella se acercó a Ernst y quedaron demasiado cerca ¿incomodo? Más bien comenzaba a calentarme malditamente bien.

—¿Enserio? —su mano se pasó por detrás de la nuca de la chica y sus dedos se enrollaron en las mechas de su cabello tomándola con fuerza y acercándola aún más casi tocando sus narices.

—Yo no haría eso. —dijo tranquilamente sin sonar amenazante.

—Vaya... ¿Tan poco nos conocemos? —preguntó divertido levantando una ceja, quería reír pero este tipo de escenas eran mis favoritas aunque sonara algo pervertido era lo que menos llegaría a importarme.

No dijo más y comenzó a besarla bruscamente, eran tal para cual, bruscos y calientes, y lo dudé, mi estilo era un poco diferente.

Ella comenzaba a encantarme y eso sería lo más cercano a un sentimiento de lo que puedo percibir.

Ernst y yo somos gemelos heterocigotos, nuestra madre y nuestro padre eran hermanos, ciertamente, desde ese punto mi familia no podría considerarse normal y peor aún, una familia. A la vez comenzamos a vivir de maneras extrañas, mantenemos manías extrañas, pero éramos hermanos; compartíamos todo. Ernst era el antisocial, estudiaba mucho, llamaba la atención de varias chicas por su apariencia y sobre todo vivía en su mundo; yo, soy el social, no estudio de la misma manera que él, pero eso no quería decir que no tenía su mismo nivel, solo no me interesaba, podría decirse que las mismas chicas se fijaban en mí; sin embargo, yo jugaba lo que me parecía divertido. Ambos teníamos un objetivo en común, desaparecer del mundo la escoria que no respetaba nuestros ideales que al decir verdad no eran muchos.

Ahora teníamos 21, yo era un empresario, escogí lo más conveniente, entrar en el mundo del espectáculo, ahora era dueño de las tres compañías más llamativas de casa talentos, estrellas del momento que vendían por millones. Cabe destacar que nadie conoce el rostro del hombre que mueve los hilos del espectáculo, sería poco conveniente. Ernst por otro lado se encargó de dominar todos los estudios, su último doctorado era en medicina, ahora se encontraba dirigiendo uno de los hospitales psiquiátricos más grandes de Portland, de vez en cuando viajaba a lugares alejados de las ciudadelas para poder saciar algunos trastornos molestos que lo acompañaban.

Era cierto olvide un pequeño detalle, todas las personas que nos vieron por última vez nos llamaron Psicópatas, lo creo, nadie a su corta edad mantendría grandes imperios como los de Ernst y yo, al ser llamados "Psicópatas" por escoria somos llamados "Dotados" por profesionales, pero algo es correcto; no somos personas normales. Y matamos a nuestros padres. 



NOTA: Recuerden que cuando Hadley apenas los conoció Katell la manipulaba en sus acciones.


SIGUE>>>>>>>>>>>>

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