CAPITULO XXVIII
VEINTE Y OCHO.
"Los momento decisivos comenzaban a acercarse"
Coloqué el seguro en la puerta y me acerqué a las ventanas, la lluvia aún era fuerte, cerré las cortinas y busqué en el baño a la persona que menos quería encontrar, por suerte no estaba.
Tomé el sobre con la nota.
"Eres tan predecible, y lo repetiré cuantas veces sean necesarias.
Sube a mi habitación caramelito".
Por inercia arrugue la nota y la tire, ¿Cómo diablos conseguiría subir? Me cambie el uniforme y por encima me cubrí con un abrigo, mi cabello estaba húmedo y decidí soltarlo. Traté de armar un plan para no fallar al subir, algo que no me llevara un castigo para al menos un mes.
El reloj marcaba las once y media de la noche, quite el seguro de la puerta y con cuidado la abrí, uno de los guardias paso la linterna por encima de la puerta de al lado, en una maniobra antes de ser descubierta cerré la puerta con cuidado y corrí a la cama, con rapidez logre cubrirme por completo fingiendo dormir.
—Piso uno, completo. —comunicó por la radio terminando con un "cambio".
Volvió a cerrar la puerta y con la misma rapidez con la que me había acostado abrí nuevamente la puerta y revise que el pasillo estuviese despejado, tal vez, el primer piso sea el más vigilado; debería se lo mas congruentes pues llegar a los demás pisos significaría tu propia pena de muerte, o al menos así era como lo veía.
Llegué a oficina de Ernst, por debajo de la puerta podía verse la pequeña ráfaga de luz, aún seguía aquí, pero de pronto algunos murmullos llamaron mi atención, él no estaba solo; reprimí mis ganas de curiosear mejor y subí las escaleras directo al segundo piso. En el segundo pasillo, las luces estaban encendidas, y solo había un guardia robusto, con su gorra cubría su rostro y en el piso caían algunos nachos con queso. Completé el segundo pasillo y ahora solo faltaba el ultimo.
De la misma forma subí las escaleras, pero conforme avanzaba comenzaban a aparecer enfermeros en cada grada, estaban dormidos y tuve que pasar por encima de ellos.
El tercer piso era más oscuro que el segundo y el primero, un poco tétrico e incluso tenebroso, eran cuatro habitaciones a lo largo del pasillo, ninguna parecida a las de abajo, las tres primeras tenían puerta y una ventana sin cortinas y con rejas, en la primera habitación dormía alguien que no logre ver con facilidad, la segunda estaba vacía, espera el paciente estaba encadenado en una esquina del suelo, su cabello negro azabache corría por su cara y algunas gotas de sangre estaban regadas en el piso. En la tercera habitación estaba un chica con su camisa de fuerza su cabello era rojo, un poco rizado, giró su rostro y me observó unos segundos, curvó sus labios en una sonrisa maquiavélica y volvió a su lugar. Justo ahora me arrepentía de subir.
La cuarta habitación no era nada parecido, todo lo que sobraba del pasillo después de pasar las tres habitaciones solo era cubierto de cristal, en el medio algunos agujeros por donde pasaba la voz, una cama, un pequeño baño en la esquina derecha, y sobre la cama la razón por la que subí con un libro entre sus manos.
—Supongo que fue encantador. —dijo aun sin apartar la mirada de su libro.
Algunas punzadas en mi labio inferior comenzaron a molestarme.
—Sus instintos animales no duermen por completo. —cerró su libro y lo dejó a un lado, ya no llevaba puesta su camisa de fuerza y un poco de luz entraba por la ventana detrás de él.
—No sé a qué te refieres.
—La marca poco agradable en tus labios es suficiente prueba —caminó despacio hasta estar frente al cristal que nos separaba —. Pero no te pedí que subieras para platicar de tus pasiones carnales y poco sutiles.
—Entonces dilo, no quiero ser sancionada solo por estar aquí.
—¿Solo por verme? —subió su manos a su pecho y enarco una ceja con dramatismo —. Debo decir que me siento ofendido.
—No juegues Evans.
—Tranquila caramelito —su sonrisa lobuna volvió aparecer, sus ojos azules brillaron con diversión —. Cuanto quisiera tocarte ahora mismo.
—Me voy. —giré en mi eje y volvió hablar.
—No te convendría. —comentó con tranquilidad absoluta, su voz no cambio de tono en ningún momento, era algo en sus palabras lo que comenzó a intrigarme y a querer regresar para saber mucho más, y es que esa era su esencia siempre romper mis decisiones, y volver a él.
—Dilo entonces...por favor.
Volvió a sujetar su libro o eso es lo que me pareció antes de ver como rebuscaba entre las páginas y tomo algo de ahí, levantó lo que parecía ser una foto y la giro hacia mí. Mi expresión se tornó a sorpresa ya que quién aparecía en la foto era Ren y yo. Recordé el día que la conocí en el parque de diversiones y esa fue la primera foto que nos tomamos juntas. ¿Cómo la tenía Evans?
Deja de mentir...
—¿Sorprendida caramelito?
Varias incógnitas cruzaron por mi mente en se cortó lapso, las veces que Ren no había venido a visitarme, las llamadas que no contesto y aquella ultima vez, cuando su casa estaba destruida.
—¿Ella...donde esta? —pequeñas punzadas en mi pecho empezaron a atacarme, ella era mi amiga de toda la vida, mi hermana, la única persona en la que había confiado incluso más que mi madre.
—Ella, tu amiga —recalcó con firmeza la última palabra —. Bien, supongo. —se encogió de hombros y volvió a sentarse en su cama.
—Dime, donde está. —levanté un poco mi tono, no podía gritar.
—Te lo diré ¿prometes no preguntar más?
—Lo prometo. —sonrió de vuelta y ladeo su cabeza con suavidad.
—Con tu padre.
De inmediato la ira llego a corromperme, no podía soportarlo más tiempo, yo no tenía un padre.
—¡Maldita sea, donde esta Ren! —grité y una ligera expresión de sorpresa en sus ojos fue la gota que derramo el vaso —. ¡Dime! —golpee con todas mis fuerzas el cristal, algunas lágrimas escaparon con tristeza.
—No, porque correrías a matarla.
Una aguja se introdujo en mi cuello e instantáneamente mi visión comenzó a difuminarse quedando solo en oscuridad.
SIGUE>>>>>>>>>>>>>>>>>
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