CAPITULO XXIV
VEINTE Y CUATRO.
"Una de sus mejores especialidades era mentir"
Recorrí todos los pasillos, las luces estaban encendidas gracias a la oscuridad que dejaba la lluvia, las nubes color gris ayudaban a pensar que era de noche, abrí la puerta de la oficina del Ernst, su turno terminaba en la noche, mientras que por las mañanas en las demás oficinas se encontraban algunos otros doctores.
—Hola, es que me he sentido mal y—
—No te preocupes Kate, es mi trabajo. —sonrió, otra vez miré sus ojos, parecían fuego puro, sus palabras podía sonar reconfortantes, sin embargo su mirada hablaba contrariamente.
En ningún momento apartó su mirada, siempre analizando, siempre alerta.
Siempre esperándome...
Aquella voz nuevamente comenzaba a volverme loca.
Tomé asiento y comencé a mover mis dedos golpeando el escritorio con algo de desespero, Ernst tomó mi mano, cálida como de costumbre, la verdad comencé a acostumbrarme a su presencia, era profesional pero aquella extraña mirada cada vez que entraba a su oficina, cada vez que tomaba mi mano, una extrañeza poco común azotaba mi columna y estaba muy, muy mal.
—Te daré algunos calmantes y ascenderé tu medicina, por supuesto no tienes que faltar a ninguna de tus terapias Kate —su cabello estaba desordenado y era en lo único que logré fijarme después de escucharlo —. Para no volverlo pesado, eliminare algunas medicinas que creo ya no necesitas.
—Entendido. —sonreí con simpleza y me dispuse a irme, pero su mano apretó la mía y me detuvo.
—¿Puedes hacer algo por mí?
—Dime... —su tacto comenzó a quemar o ¿acaso era yo? ¿Qué me está pasando?
Sonrió, y pasó su otra mano por su cabello.
—¿Podrías servirme un poco de Whisky? —soltó mi mano y una parte de mi logró agradecerle, pero una muy profunda era lo que menos quería.
—Está bien. —voltee a ver dónde estaba el pequeño bar de esa oficina y encontré una pequeña botella y junto a ella un vaso redondo.
Me puse de pie y tome la botella comenzando a verter el líquido en el interior.
—Ten. —recibió el vaso con una sonrisa juguetona.
—Gracias Linda Kate —elevó el vaso en forma de un brindis y bebió el Whisky sin apartar la mirada, yo tampoco podía hacerlo, unas terribles ansias comenzaron a corroer por todo mi cuerpo y no eran nada parecidas a las ansias de mi problema, solo giré para irme —. Espera. —sostuvo mi antebrazo con algo de gentileza.
Todas esas sensaciones eran extrañas desde que me interné en ese hospital.
—Tengo sueño, disculpa. —aparté su mano y salí de ese infierno tan tentador.
Observé algunos guardias que se encontraban en las escaleras, otros junto a las puertas de las oficinas de algunos doctores, y cada uno fuera de cada puerta, de mi puerta. Tomé las pastillas de la noche, algo en mi pecho picaba, sentía un vacío en mi interior, después de haber salido de la oficina de Ernst comencé a sentirme sola, sin ganas de ni siquiera cerrar mis ojos, pelear con mi subconsciente y llegar a la misma conclusión: Mi madre estaba muerta y yo debía buscar a Ren. Recordé el percance del baño con el psicópata del último piso, pero no llegó a importarme, tal vez podría ayudarme aunque sea para desaparecer.
Los pasillos del hospital aún se mantenían vacíos y silenciosos, la mayoría de pacientes aun permanecerían dormidos por lo fuerte de sus medicamentes, en las escaleras y el ascensor se encontraban dos guardias controlando que nadie se atreviera a subir a menos que tengas una bata blanca y algún título importante o simplemente que seas Ernst.
En la puerta que daba al jardín estaba un enfermero, desde hace días lo encontré observándome y ahora sentía miedo de preguntar en donde se encontraba Nath, debía habar con ella ya que según la psicóloga tener amistades era bueno, vaya conflicto conmigo misma.
—Disculpa. —toqué el hombro del enfermero esperando alguna pizca de atención.
—Sí, linda. —su mirada no era para nada linda ni mucho menos agradable.
—¿Has visto a Nath Johnson?
—Claro, sígueme. —desconfianza, era justamente lo que me llenaba pero lo seguí.
Caminé detrás del enfermero saliendo de las oficinas, pasamos las mesas y aún seguía caminando, estoy segura de que los pacientes tenian prohibido llegar hasta esos puntos.
—Recordé que tenía una cita con el doctor. —giré sobre mis talones y preferí desaparecer lo más rápido posible de él.
No, no, no...
Sujetó mi brazo con nada de delicadeza y comenzó a arrastrarme más lejos de la vista del hospital.
—¡Hey, oye suéltame! —grité, pero su fuerza era mucho mayor, de un empujón sentí el césped húmedo por la llovizna del día anterior, mi espalda dolió y mis codos se rasparon; comencé a gatear hacia atrás.
—Un trauma más, un trauma menos ¿Qué puede suceder? —su sonrisa era maquiavélica, quise levantarme pero tomó mi tobillo y me arrastró a él, se colocó a horcadas sobre mí y comenzó a subir mi camisa.
—¡Suéltame!
Observé como recibió una gran patada a su costado cayendo a un lado, después el chico se acercó y comenzó a golpearlo fervientemente.
—Kate...Kate...—su voz.
Observé como limpio la comisura de sus labios por la sangre que voló.
—Y esta es la parte en la que te mueres por mí —bromeó, parecía cálido, me ofreció una de sus manos y la tomé —. 435. —susurró, no logré entender muy bien lo que había dicho.
675...
Qué diablos, la maldita voz comenzaba a atormentarme mucho más.
—Gracias. —limpié los rastros de césped seco que se habían pegado a mi trasero —. ¿Podrías repetir lo que dijiste?
—Solo confundí un poco las palabras. —dijo y volteó.
—Nuevamente, muchas gracias por ayudarme.
—¿No fue emocionante? —preguntó de espaldas.
—¿Emocionante?
—Claro, el peligro de salir herido es emocionante. —dijo y caminó de regreso; me golpee mentalmente y recordé quien era él, Evans, el Psicópata del baño.
Miré al enfermero que estaba en el suelo y comenzaba a removerse con dolor, un impulso desde el rincón más interno de mis ser hizo que lo golpeara enviándolo de regreso al suelo.
Después de la Psicoterapia la señora Rubens me había dicho que tenía una visita, sentía emoción al pensar que en solo unos momentos volvería a ver el rostro de Ren, podría platicar con ella sobre todos los giros que había dado mi vida y en especial la muerte de mi madre, quizás lo que más necesitaba estaba allí, un abrazo de mi mejor amiga.
Mesa 9
Busque el numero indicado, pero en su lugar solo se encontraba una chica esbelta de cabello castaño, tenía atado su cabello en una coleta alta, llevaba un vestido holgado color negro que combinaba perfectamente con sus zapatos, dudé, pero me acerqué.
—¿Hola? —nunca en mi vida la había visto.
—Hadley, cariño te he extrañado como no tienes idea. —¿Qué?
—Lo siento —musité con vergüenza —. Creo que te has confundido de mesa. —levanté la vista hacia las otras mesas buscando a alguien conocido que tal vez vino por mí, pero la respuesta era negativa, en realidad parecía conocerme, sus ojos brillaban con ímpetu.
—Tranquila Had, te ayudare a salir de aquí. —se puso de pie y abrió sus brazos pero en un reflejo me aparté de ella.
—No te conozco. —levantó sus cejas y cubrió su boca con una mano, parecía darse cuenta de su error.
—¿Katell? —y ahora la confusión comenzaba a tornarse peor.
—Disculpa, debo irme.
—Fortaleza...—me detuve —. Humanidad, y sobre todo, normalidad, tu deseo ha sido cumplido —caminó hasta estar frente a mí —. ¿Ellos están aquí?
¿Ellos?
Si...
>>>SIGUE<<<
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