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CAPITULO XXIII



VEINTE Y TRES.

"Mentira tras mentira"


—Una pregunta más Katell —informó Ernst —. ¿Desde que llegaste has sentido tener falta de recuerdos?

—¿Eh? No. —negué.

—Bien, ahora te recetaré algunos medicamentos más, tendrás que ir a algunas terapias adicionales. —anunció.

—¿Qué? Ya es suficiente con los que estoy ingiriendo ahora —refuté con desespero —. Además las terapias son algo aburridas no creo que las necesite, sabes que estoy bien.

—Tranquila pequeña Katell, solo son algunas pastillas para que los signos de la ansiedad se controlen y si alguna vez has tenido un tipo de amnesia serán eliminados —aseguró —. Confía en mí. —corrió su mano y acaricio la mía.

Después de esa sesión cada vez que tomaba los medicamentos sentía que mi cuerpo comenzaba a amortiguarse, quería dormir, pero se trataban de unas ganas diferentes, mi cerebro parecía querer descansar de algo, las ganas de ser yo comenzaban a apagarse y así continúo hasta el día de hoy, las lagunas mentales no aparecieron desde mucho tiempo atrás.

Libérame.

De nuevo esa voz apareció, quizás los cortes se acabaron pero aquella voz comenzaba a desesperarme, en ningún momento dio señales de desaparecer, es más comenzó a intensificarse.

Cuando se cumplió un mes después de mi entrada por fin pude salir a la cafetería, solo compre un Yogurt de fresa y caminé cerca de unas mesas para grupos que lógicamente estaban vacías. ¿Lo mejor? Quizás aquí si existía ventajas entre nosotros, yo, no tenía guardias a mi lado como los demás y es que la cafetería era un lugar en donde todas las secciones podían unirse no como un grupo y mucho menos como amigos, los enfermos del ultimo pisaban esta cafetería con un grupo de enfermeros que cuidaban las espaldas de los demás, así mismo existían horarios para cada sección, creo, para no coincidir ninguna.

Aunque los del último piso solo podían salir una vez al mes y eso si lograban portarse bien, lo había averiguado gracias a Ernst.

Observé a los alrededores solo algunas mesas estaban ocupadas, en la entrada apareció una chica, la misma que vi el primer día por la ventana, buscó algo con su mirada y supuse que me encontró, se acercó.

—Hola —saludó tomando asiento frente a mí —. Es un gusto ver a alguien...no tan loco. —sonrió.

—Digo lo mismo. —traté de sonreír.

—¿Cómo te llamas?

—Katell ¿tú eres?

—Nath —sonrió dulcificando el ambiente, sus ojos parecían brillar, un brillo que combinaba perfectamente con el gris que mantenía —. Tienes una bonita mirada.

—Gracias justamente iba a decir lo mismo.

—Nah... —agitó su mano en un gesto sin importancia —. Los tuyos son un poco raros.

—Tú, porque... —¿debía preguntar?

—¿estoy aquí?

—Si no te molesta, sí.

—Bipolaridad.

—Eso es un poco... —controlaría mis atisbos de miedo.

—Tranquila, la psicoterapia y los medicamentos lo controlaron desde hace un año. —comentó llevándose la manzana a su boca y proporcionándole un mordisco.

—Me alegro que empieces a recuperarte.

—Espero lo hagas pronto. —su mirada penetro lo más profundo de mi ser, no parecía tan amigable pero de alguna forma parecía lograr manipularme.

— Gracias. —gratifiqué finalmente.

Abrí la etiqueta del Yogurt y tomé un sorbo, antes de bajar completamente la mirada en la entrada volvió ingresar un chico, el mismo que se encontraba en el baño el primer día de mi estancia, con la única diferencia de que esta vez venía acompañado de algunos enfermeros. De la misma forma mis manos comenzaron a temblar y unas extrañas ansias comenzaron a corroer por todo mi cuerpo.

Busqué el frasco de medicamentos en mi bolsillo y tomé tres pastillas, los temblores desaparecieron pero las ansias no disminuyeron en ningún segundo, comencé a preocuparme. Lo observé cuando tomó asiento en una de las mesas junto a un sándwich y un refresco, volvió su vista a mí y la corrí en un abrir y cerrar de ojos;, lo que menos quería era ser la presa de un Psicópata.

—Es lindo ¿cierto? —cuestionó Nath haciéndome volver a mis sentidos.

—No deberían dejar que baje... —sugerí al aire, se trataba de un aura extraña, yo era de las personas poco creyentes en las energías negativas incluso llegué a creer que todos poseíamos un aire claro, pero cuando lo vi la primera vez en mi habitación todo a mi alrededor comenzó a oscurecerse, todos mis sentidos e instintos.

—Pero lo hacen, el psiquiatra que está a cargo de este hospital dice que no es peligroso como los otros psicópatas, pero yo creo todo lo contrario —volvió a dar un segundo mordisco a su manzana —. Aunque...tiene la orden de bajar pero cuando la cafetería está sola, ahora, estaba ocupada, creo que el doctor está loco.

Quizás tenga toda la razón...

Las ansias comenzaron hacerse más grandes y sospeché que no terminarían pronto, esto comenzaba a descontrolarse. Observé como el tipo dejo el sándwich en la mesa y se puso de pie, su uniforme era blanco diferente al azul que yo poseía, su cabello rubio oscuro y sus ojos azules zafiro, por una pizca segundo creí ver que brillaban, pero paso por la mesas y salió de la cafetería; espere un tiempo y decidí irme de ahí.

—Debo irme, nos vemos luego. —me despedí de Nath y salí de la cafetería directo a la oficina de Ernst, las ansias comenzaron hacerme sudar y no era una buena señal.

Caminando por el pasillo, las ventanas dejaron de brillar por la luz del sol, el cielo comenzaba a oscurecerse y algunos truenos hicieron presencia, las enfermeras de afuera iniciaron el regreso de los pacientes así que me apresure al baño.

Abrí la puerta y la cerré, los espejos tenían un marco seguro para que nadie los rompiese y se hiciera daño, los grifos también tenían su propia seguridad al momento de liberar el agua, las paredes completamente blancas por el mármol de las que eren construidas, pero dentro de ese pequeño cuarto cabían tres pequeñas puertas mas, donde estaban los retretes.

La primera puerta estaba cerrada, supuse que estaba ocupado, la segunda y tercera estaban abiertas así que invadí la segunda. Después de terminar de hacer mis necesidades salí y coloqué mis manos bajo el grifo, este tiro su agua y luego se cerró automáticamente, alcé la vista al espejo y lo vi. Los temblores se detuvieron por la impresión y di un pequeño salto del susto, giré sobre mis talones y estaba a unos dos metros atrás, sus ojos brillaban y dentro de ellos comenzó a indagarme.

—¿Cómo te llamas? —preguntó cómo lo más normal del mundo, como si no fuese alguien tan peligroso como lo era.

—KaꟷKatell.

Dio un suspiro.

—Vaya, creí que no me lo dirías, así que gracias

Ladeó su cabeza hacia un lado y sonrió.

Estas loca.

Lo estaba, porque era la más maldita linda sonrisa que había visto alguna vez.

—Soy Evans.

¿Y...en realidad era un psicópata?

Instalé con más fuerza mis manos en los filos del lavamanos, aferrándome cada vez más fuerte y siendo precavida con el primer paso que dio en mi dirección, luego el segundo hasta que estuvo demasiado cerca.

—Kate... —inhaló el aire a su alrededor con tanta satisfacción que mi cuerpo comenzó a enfriarse, tal vez ya no tenía dudas del porque estaba en el último piso.

Regla uno: no contradecir...

—Para los desconocidos soy Katell... —me armé de valor, y de nuevo volvió a sonreír, pero esta vez con ironía.

— Me encanta... —tomó un pequeño mechón de mi cabello y comenzó a envolverlo en su dedo, lo miraba con tanta fijeza y admiración y luego me observó detenidamente, cada parte de mi rostro y tan cerca —. Tu precaución es increíble —dijo antes de borrar su sonrisa y hablar aún más claro —. Pero ten la muy en cuenta Kate, y por supuesto que te puedo decir Kate porque no somos desconocidos, te sugiero que duermas y camines con esa precaución, con esa cinta de peligro a tu alrededor y así quizás no la mandes a la mierda cuando yo quiera. —volvió a la primera puerta de los baños y desaparecio por la ventana.

Y las ansias volvieron junto con los temblores.






SIGUE>>>>>>>>>>

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