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CAPITULO XV


CAPITULO XV.

QUINCE.

"Actuar se había convertido en su especialidad favorita"


LEÓN.

Ya era de madrugada, palmee el sitio cerca de mí y estaba vacío ¿Dónde estaba ella?, limpie mis ojos con mis manos y un peculiar sonido de piano robó mi atención, estaba un poco lejano pero dentro de ese lugar, busque mi ropa interior en el baño y tome una bata para salir de la habitación.

Fantasie impromptu...

Aquella melodía...

En el primer piso el sonido era más fuerte que en el pasado, esa melodía era algo desesperada, triste y tocada con ira, el piano debía estar llorando incluso, camine por el pasillo detrás de la cocina y observe una puerta cerca del tope, gire el pomo suavemente; el sonido provenía de ese lugar, las luces estaban encendidas y el lugar muy bien iluminado, muchas cosas inservibles estaban guardadas en ese sotano.

¿Estaba llorando?

Era demasiado extraña

Y linda...

No llores, caramelito.

Mi caramelito estaba sentada frente al piano en una de las esquinas de ese sótano, la melodía terminó y ella mantenía sus codos clavados en las teclas cubriendo su rostro con sus manos, el sonido de sus sollozos comenzó a llenar el ambiente y se convirtió en uno lleno de tensión y tristeza.

—¿Estás bien? —pregunté algo preocupado.

—Después de todo apenas decidiste preguntar. —la escuche reír claramente pero su tono era amargo, totalmente distinto a como lucia comúnmente.

—Caramelito...

—En algún punto te preguntaste ¿Por qué cree esta historia? —su cabeza aún se mantenía baja en el piano, su voz estaba demasiado tensa.

¿Debía preguntármelo? Pasar unos cuantos días junto a Candy me había enseñado lo cuan diferente eran las unas a las otras, y la telaraña que cada una había creado a su favor, pero ambos estábamos presentes en todas ellas.

—Por todo, supongo.

—Supones. —afirmó.

—Esta es una etapa de depresión.

—Lo es, pero es tan desagradable que quiero recordar todo de mí para que me duela más y más —estrelló sus manos contra las teclas impulsándose para ponerse pie —. Me canse de actuar ya sabemos quiénes somos.

No tenía dudas, aunque si quisiera mi actuación lograría llevarse un Oscar.

—Has sido la más fuerte, y las has protegido muy bien, no llores mas todo eso terminó.

—No digas tonterías, esto acaba de comenzar —sonrió con melancolía —. Sabes cuánto asco sentía cada vez que un hombre entraba a mi habitación jactándose de todo el dinero que pago para pasar una noche conmigo como si fuese una maldita prostituta —gritó desesperada —. El inmenso terror que sentía cada vez que mi padre se iba de viaje...

Lo sabía, lo tenía muy claro y no hacía falta recordarlo; y agradezco con toda sinceridad aquella fuerza que poseías para ocupar el lugar de Hadley.

—Cálmate, tu padre...

—El me protegía, cuando no estaba yo salía a vivir esa parte donde viejos asquerosos entraban y salían de mi como si fuese una sala de cine —las lágrimas de nuevo, lo tomé en cuenta, ella no sabía había incluido en su historia la otra cara de la moneda, y era mucho mejor así —. Sin embargo mi madre, ella es un monstruo, ni siquiera sé si tuvo más hijos con otros hombres.

Y a eso me refería cuando dije que cada una tenía una historia deferente, pero con sufrimientos algo parecidos.

—Tú la odias ca-

—Yo soy quien sufrió lo peor de esa vida, solo yo.

No solo tu...

—Estas a salvo ahora caramelito. —suspiré y la envolví en mis brazos, sus sollozos comenzaban a desesperarme aún más, estaba demasiado débil, la depresión volvió y de la mano sus ataques de pánico desaparecieron junto a la anterior.

—Gracias por jugar conmigo ese día.

—Solo quería verte sonreír.

—Te quiero León. —era imposible sentir eso.

—Yo también. —mentí.

NATH.

La historia de la niña violada por su padre era tan cruda cuando pasaba por mi mente, no quería perturbarme más en lo absoluto y solo proseguía con mi trabajo creyendo así quizás lograría olvidarlo, regresaba a la sala habitual donde estaba Lorian, abrí un poco sorprendida los ojos cuando lo vi besándose con una de las chicas que trabajaban en ese lugar ¿su nombre?, ni siquiera lo recuerdo, aclaré mi garganta para que pudieran respirar un poco, a veces me sorprendía lo considerada que solía llegar a ser.

—Disculpa pero no me habían avisado que cambiaste de acompañante. —señalé cuando ambos voltearon a verme.

—No lo hice, Ana ya se iba. —la miró ordenándole con la mirada, todo estaba más claro que el agua.

—Sí, nos vemos luego señor. —se puso de pie bajando su vestido que dejaba ver hasta su alma.

—Claro yo te aviso cuando termine. —habló mientras salió de la sala.

—Hola Nath. —saludó.

—Eso no funciona conmigo no te confundas Lor. —indiqué, no solía ser impulsiva y obsesiva, mi parte no era esa o al menos no estaba de humor para cosas tontas.

—Al menos lo intente. —se encogió de hombros.

—¿Debería intentarlo también?

—Ni se te ocurra Nath. —advirtió.

— ¿Qué? —se puso de pie acercándose por detrás del sofá en donde me encontraba.

—La única persona que puede tocarte y que no soy yo sabe muy bien el momento en el que debe actuar. —susurró.

—¿Estas celoso?

—Como no tienes una jodida idea Nath. —sentí su aliento antes de que sus húmedos labios besaran mi cuello, supongo que su parte posesiva despertó.

—Al menos aparenta no estarlo.

—No soy tan bueno en apariencias como ustedes. —quitó el cabello de mi cuello para proseguir con más libertad.

—Recuérdame como tu parte Lor. —sonreí y sostuve su cabello observándolo por última vez, sus ojos tan amenazantes y brillantes como el sol.

Eso debía ser fácilmente imposible de cumplir, Lorian estaba en mi historia y no Ernst.

KATELL.

Observé por última vez mi reflejo, mi cabello estaba muy bien trenzado además la ropa deportiva era muy cómoda, el color azul era uno de mis favoritos, tomé un cepillo para mis cejas y las peine, sonreí ante el reflejo me sentía muy bien a veces. Tomé las llaves del auto de mamá y bajé las escaleras, aseguré muy bien la puerta antes de salir.

Las calles de Portland estaban abarrotadas de turistas que querían tomar un aire nuevo, no los culpaba yo también quería salir algún día de este lugar, pero ahora solo podía salir al supermercado a comprar las guarniciones.

—Bueno... —balbucee por el pasillo de bebidas —. Jugo de naranja y mora, favoritos de mamá.

Fijé la mirada más adentro y observé justamente las botellas que estaba buscando, pero ahí estaba una chica que al parecer no podía alcanzar una de las botellas de gaseosa que estaban en el último estante.

¿Quizás debería ayudarla? En otra ocasión hubiese creído que sería tedioso hacerlo, pero en mi historia debía aprender a actuar.




SIGUE>>>>>>>>>>>>>>

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