CAPITULO XLIII
CUARENTA Y TRES.
DOS DIAS ANTES DEL LAS MUERTES.
El interior de aquella habitación lucia oscuro, una bombilla que se había encontrado en el centro de la habitación fue encendía. Ernst, Evans y Amelie después de mucho tiempo habían vuelto a encontrarse haciendo chocar sus caminos con el del otro; eran hermanos de sangre, aunque Amelie a diferencia de ellos se había criado en un orfanato donde tenía varios hermanos, pero no de sangre como a ellos. Su historia no era fácil de contar, solo había decidido recordar que su madre o como podía llamarla, apenas nació la dejo tirada en un parque, su historia no era tan parecida a la de Hadley pues su madre no manifestaba ninguna enfermedad mental o cualquier otra deficiencia; su padre si, Amelie era hija de un hombre diferente, mientras que Ernst y Evans eran hijos de un Psicópata, todo el tiempo supuso que su madre la dejo abandonada por el temor a que aquel hombre la matara al descubrir una gran infidelidad, o al menos eso era lo que creía toda su vida, algo así como tratar de crear una excusa con la cual no odiase a su madre para siempre. ¿Por qué una madre abandonaba a sus hijos? Quizás porque eran muy jóvenes, pero su madre había tenido una edad de 26 años como le habían contado; porque no tenían los recursos, podría haber sido, pero Ernst y Evans demostraron todo lo contrario; habían una infinidad de escusas o respuesta para esa simple pregunta, mas no eran correctas para su caso.
¿Cómo conoció a sus hermanos?
Se tornaría una respuesta muy corta el decir que ellos se habían encargado de encontrarla, aunque era la verdad. Ambos eran muy inteligentes como para no sospechar de las actitudes de su madre, el rechazo que les había propinado a sus otros dos hijos durante mucho tiempo, más bien había sido una respuesta muy fácil de encontrar.
Los tres habían pactado encontrarse en la casa antigua donde nacieron o al menos ellos, para ellos ver aquel ambiente después de tantos años no causaba absolutamente nada, pero para ella haber visto de nuevo el lugar en donde su madre le había dado vida, la había creado; causo una gran oleada de emociones o sentimientos encontrados. La entrada se ilumino y lograba ver como el polvo se había apoderado de toda la madera que existía, de la cocina que había estado con suciedad y algo de grasa a cada costado; mucho más adentro cerca de los sofás estaban sus hermanos.
La apariencia de Ernst se había tornado mucho más madura a diferencia de cuando solo tenía 15 años, el color avellana en sus ojos se mantenía intacto, su cabello oscuro había crecido unos cuantos centímetros, la tez pálida en su piel seguía igual, aunque la línea de su mandíbula se veía mucho más fina y su físico mucho más marcado; no pudo decir lo mismo de los hoyuelos cuando sonreía, pues la única vez que lo vio sonreír había sido cuando por fin deshizo los lazos que lo unían a sus padres; así mismo junto a su edad algo que había crecido junto a Ernst había sido su capacidad intelectual, no parecía un hombre calculador, pero la realidad no siempre era lo que veíamos. Por otro lado Evans, su cabello rubio casi platinado se encontraba mas despeinado que antes, sus ojos color azul lograban intimidarla desde pequeña, su físico era el del tipo chico guapo por el que la mayoría de mujeres moría. Ellos eran tan calculadores y habían creado una apariencia distinta a la vez, Ernst era el chico que vestía con abrigos negros y a veces con pantalones de tela que no solían quedarle nada mal, mientras que Evans llevaba jeans junto a camisetas holgadas que dejaban un poco a la imaginación.
Ambos tenían algo en común: tratar de curar la enfermedad de Hadley, aquella niña que solían ver desde las penumbras, seguirla por todos lados con la única escusa de "cuidarla por Eros", no fue así, Amelie lo sabía desde la llamada de Evans.
—Ernst dijo que la mataría. —la voz de Evans no sonaba alterada ni mucho menos con algún atisbo de miedo, más bien sonaba tranquila algo como un comentario natural, como si la muerte tratase de un viaje que todo el mundo desearía hacer.
—¿Y tú que harás al respecto? —había preguntado con una pizca de esperanza. "yo voy a detenerlo"
—Estaré ahí, evitare que cometa errores.
Amelie comenzó a entrar en desesperación, su hermano le había confesado un crimen a realizar de la manera más tranquila, y ella debía hacer algo para detenerlos.
—Evans sé que no es la primera vez que lo hacen —dijo Amelie por el teléfono —. Ahora porque estas llamándome a decirme todo esto.
No había sido tan tonta como para no entender el verdadero punto. Evans le había estado llamando para que hiciera lo que no podía, y era detenerlos.
—Al parecer no eres tan tonta hermanita.
—Si no quieres hacerlo solo busca una buena razón para convencer a tu mente que no lo vas hacer.
—Ernst se ha obsesionado con ella.
—¿Y tú? —preguntó de vuelta.
Evans había guardado silencio por unos cortos segundos, Amelie observó el teléfono confirmando que la llamada aún estaba en la línea.
—¿Evans?
—Evans es un tonto —la voz de Ernst se había colado a la llamada—. Dejo el teléfono sin colgar la llamada.
—¿Ernst?
—¿Si, Amelie?
—Es cierto lo que acaba de decir Evans acer—
—Sobre la chica —afirmó—. Bueno es algo que planee en el principio, Evans solo quería echarme la culpa.
—¿Qué planean?
—Curarla.
—¿Curarla? Me estás haciendo una broma Ernst.
—Si quieres pensar que es de esa forma, adelante Amelie.
—No, enserio.
—Me interesa, y al parecer a Evans también.
—Debo conocerla.
—En un futuro lo harás, ahora de te pido cordialmente que no te entrometas, hermana. —dijo y colgó la llamada.
Ernst odiaba la empatía, pero Evans odiaba a las personas que no sentían empatía, se odiaba a sí mismo.
Soltó un pequeño suspiro y caminó hacia ellos, ambos la observaron un segundo y de nuevo habían vuelto a sus mentes. En ella lo único que había cambiado fue su color de cabello, su apariencia siguió siendo la misma.
—Debe ser algo demasiado importante como para llamarme ahora. —dijo Amelie mientras tomaba asiento en uno de los sofás individuales.
Al estar alejada de ellos mientras los había estado observando desde la entrada no se había percatado de la tensión que rodeaba todo el ambiente, sus caras se veían con algo de preocupación, algo quede cierto modo logro sorprenderla.
—Has crecido hermanita. —Evans la observó por otro segundo más.
—Tú de igual forma Evans, te ves mucho mejor que antes.
—Lo sé. —dijo. Una sonrisa lobuna se había dibujado en su rostro.
—Ahorremos las bienvenidas. —la gélida voz de Ernst había hecho que la tensión subiese de nivel.
—Entonces ve al punto hermano.
—Bien.
Ernst había tirado dos sobres sobre las piernas de Amelie.
—Sé que quieres que tu "hermano" salga del psiquiátrico —Ernst hizo una señal para que Evans rebuscara en uno de sus costados liberando un sobre mucho más grande —. Firmare el alta, pero antes necesito que le entregues esos sobres a Hadley.
—En caso de no sobrevivir. —culminó Evans.
—¿Van a morir?
—De ser necesario. —contestó Ernst.
—Todo quedara arreglado si es así, nuestro dinero se repartirá en dos mitades, una para ti y otra para Hadley. —dijo Evans.
—No hay alguna manera de detenerl—
—Es imposible hermanita.
—Todo valdrá la pena. —dijo Ernst, había acomodado su abrigo y había salido de la casa.
Evans aún se mantuvo sentado.
—Yo también me interese por ella.
—Van arriesgarse por ella...
—Daré mi vida si es necesario, solo quiero regalarle algo de felicidad para sus últimos años —sonrió —. Hacer algo bien por primera vez.
SIGUE>>>>>>>>>>>>>><
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