CAPITULO XL
CUARENTA.
"Una triste despedida"
EVANS.
Me acerqué con cuidado para ayudarla a levantarse, sus ojos se veían muy tristes mientras soltaba con todo cuidado el cuerpo sin vida de Ernst.
—Vamos caramelito. —tomé con cuidado su cuerpo débil y la llevé conmigo dentro de una de las habitaciones.
—Evans. —su voz me llamó con tanta tristeza.
—¿Si?
—Por favor no me abandones.
Ahora que lo pensaba las historias ya no tenían principio, nudo ni desenlace solo eran historias que nunca terminaban de empezar, justo como esta que tenía un solo rumbo; la muerte.
—Nunca te abandonaría por mi voluntad.
—Promételo. —su miedo estaba intacto ahora mismo, la niña que Elián creo estaba frente a mis ojos y no la Hadley que Ernst y yo formamos.
Tomé el arma de mi espalda y se la entregué.
—Primero ten esto para que te defiendas —la recibió si preguntar —. Y segundo quiero que dejes ese miedo atrás, vuelve a esconderlo o todo será en vano caramelito.
—Todos tenemos una máscara y cuando se cae luchamos por ponerla de nuevo, pero es inútil —algunas lágrimas cayeron y no dudé en limpiarlas —. Este es mi verdadero ser Evans, perdóname si no cumplo con tus expectativas.
Nosotros fuimos quienes creamos esa mascara para poder fortalecerte, para ayudarte y si alguna vez era posible para poder curarte caramelito.
—Solo quiero que entiendas que tener miedo nos vuelve débiles, pero mantener ese miedo nos destruye.
Cada detalle de su rostro parecía creado con tanta delicadeza, todo de ella me pedía protegerla sobre todas las cosas, querer estar a su lado sin necesidad de decir te quiero, solo estar ahí porque mi instinto así lo quería, quisiera acompañarla y llorar junto a ella la muerte de mi hermano, pero simplemente era algo que no nacía desde mi corazón, tampoco la felicidad ha logrado sobresalir en todo su esplendor, fue divertido convivir con ambos de maneras que jamás imaginé, pero que si me atraían. No pude mentirte caramelito, no pude prometer que jamás me iría de tu lado porque solamente estaría dando esperanzas vacías y escupiendo más que mentiras. Esta vida que llevé con Ernst me ha advertido tantas veces que la muerte estaba cerca y en las que podría escapar de ella.
Por eso esta vez sé que no lograre hacerlo, estoy lejos de ello, pero al igual que Ernst no lo pensaría dos veces para poder poner mi cuerpo encima del tuyo y evitar que tu vida fuese arrebatada por siempre de este mundo, solo así quizás ambos logremos verte desde alguna parte del infierno junto a esa vida normal que siempre quisiste, una en donde no existiera nadie más que Hadley, una en donde jamás te vieras obligada a crear una personalidad alterna con la cual escaparías de tú realidad tan demacrada. Ahora que en un 80% tus personalidades están casi eliminadas podrás tenerla, tendrás esa vida donde el bastardo de Elián no exista y en donde puedas tener una oportunidad de liberar esos sentimientos que a Ernst y a mí nos hacían falta para quererte de la misma forma.
Su abrazo me tomó por sorpresa mientras sollozaba en mi hombro, ahora tu mascara cayó completamente caramelito, pero no me preocupare porque tu rostro ya había sido tallado completamente, ahora eres tú, alguien con miedos liberados, con fortalezas, con sueños y sobre todo alguien real.
—Te quiero.
Uno y dos.
Dos piquetes en mi espalda liberaron un gran dolor, dos disparos que me llevarían junto a Ernst y lejos de mi caramelito. El rollo fotográfico de la película de mi vida comenzaba a reflejarse ante mis ojos, todos los momentos que se sintieron bien y todos los momentos que no tan bien.
Escuché dos estruendos lejanos y era Had disparando desesperadamente contra Elián, quien ni siquiera se movió en el suelo ya que su cuerpo tenía hoyos por todos lados. Sus brazos ahora me sostenían y no la sentí por completo, su rostro tan brillante comenzaba a oscurecerse, así que esta sería la última vez que te podre ver caramelito.
—No—no pude...prometerlo. —sentí mi garganta colapsar y era difícil respirar.
—Resiste por favor, solo un poco Evans.
—No llores. —con toda mi voluntad llevé mi mano a su rostro.
¿Esta será la última vez que sentiré su piel?
—Perdónalos a todos, esa será la única forma... en la que podrás ser feliz. —no pude evitar que sus lágrimas siguieran cayendo sobre mi rostro.
—Es imposible.
—No lo es —sonreí pero el sabor de la sangre comenzaba a asfixiarme —. Alguna vez nos volveremos a ver...caramelito...
—Evans.
Su voz me llamó con tanto desespero que quise levantarme y abrazarla, pero al contrario la fuerza de mi mano que sostenía su rostro se desvaneció.
—¡Evans!
Te extrañare caramelito.
—No, no, no...
Vive.
Vive por nosotros.
...Maldita oscuridad déjame ver el rostro de mi caramelito.
HADLEY.
Mi vestido oscuro resaltaba aún más con los rayos de sol tan potentes que aportaba el día, dejé un ramo de flores en cada lapida, rojas en la de Ernst y unas color blancas en la de Evans, acaricie ambas como si se tratase de sus rostros, lindos y angelicales rostros que hacían que mi corazón se comprima cada vez que los recordaba, no pude evitar extrañarlos, el vacío cada vez era más grande y más doloroso con el pasar de los días, solo pasaron dos semanas desde el último incidente.
¿Merecía otra oportunidad?
Evans creía que el perdón se convertiría en la llave de las puertas de la felicidad, pero la realidad se pintaba totalmente distinta, perdonar era algo imposible, seguiría con la vida que ellos abandonaron, eliminaré la escoria que esté en contra de mis ideales y perdonar no vendrá escrito en mis planes.
No pude evitar soltar algunas lágrimas de tristeza, soledad y más importante aún, desesperación, el camino que ellos creyeron correcto era el que menos me interesa tomar, no puedo vengarme de su muerte, simplemente porque no existía un asesino. No puedo acatar sus órdenes simplemente porque aún no los extrañaba suficiente.
El vuelo hacia Alemania despegaba en dos horas y aún estaba a tiempo, tomé mi bolso y di un último vistazo a sus lapidadas.
—Nunca me olvidare de ustedes pequeños.
Al parecer no estaba sola desde que llegue a este lugar. Amelie.
—¿por fin lloras?
Su mirada cruzó con la mía, ella debió sufrir casi de manera similar, perder a dos hermanos al mismo tiempo no era algo fácil de lidiar.
—Los que perdemos jamás volverán, pero eso no significa que estemos solos.
—A veces los significados son relativos —pasé a su lado —. Adiós Amelie.
SIGUE>>>>>>>>>>>
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