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CAPITULO X


DIEZ.

"Nos encargaremos de su estabilidad"


NATH

—Sabes, eres la primera compañía a la que no he besado, siento que sería peligroso hacerlo. —confesé con un poco de confusión, era la verdad, su mirada tenía una pizca de amenaza, algo singular y poco usual.

—La verdad no soy tan complicado como crees Nath —tomó su vino —. Solo trato de respetar tu espacio y por supuesto crear un ambiente fresco. —claro...

—¿Debería confiar?

—No —agregó con dureza, parecía simple y claro pero dentro de mí cabeza sembraba dudas —. Confía en ti misma.

—Eres imprescindible...

—Gracias Nath ¿quieres salir a cenar?

—Iré a cambiarme.

—¿Nath?

—¿Si?

—Puedes ponerte tu ropa deportiva si estas a gusto.

—Planeaba hacerlo. —sonreí de vuelta y salí de la sala.

Una gran lámpara colgaba en medio de todo el restaurante, parecían diamantes colgando en filas cayendo en cascada, era demasiado lujoso para mi ropa, Lorian lo noto.

—Tranquila Nath subiremos a un lugar más...reservado. —caminó delante y lo seguí, las escaleras eran redondas y subían dos pisos más, era aún más asombroso que el primer piso, ya arriba el restaurante parecía estar encerrado en una gran caja de cristal, se podía apreciar claramente el paisaje que nos rodeaba, se dirigió justamente a una mesa cerca de los ventanales, sin duda se trataba de un lugar demasiado lujoso.

—Esto es asombroso. —fue lo único que pude articular.

—Como tu Nath, eres como una caja de sorpresas. —lo observé confundida.

—Soy lo más simple del mundo creí que ya lo habías descifrado.

—Ni si quiera he tratado de intentarlo. —hablaba demasiado enserio, lo miré perpleja ¿sabía mi vida acaso? solo ere locuaz.

—¿Qué pedirás?

—Mi presupuesto alcanza solo para aun vaso de agua...

—Eso es gratis.

—Por lo mismo. —quería verse gracioso, sonreí con sarcasmo.

—Muy gracioso Lor.

—Bueno pide lo que quieras Nath. —observé la carta y decidí por unos espaguetis al pesto, eran deliciosos al menos para mí paladar.

—Sueles ser interesante Nath.

—Lo sé, por cierto no has preguntado sobre la...depresión. —lo pregunte por fin, me llenaba de curiosidad de hecho.

—Porque no es algo en lo que deba entrometerme Nath.

—¿Enserio?

—Claro, es tu espacio y yo solo quisiera ayudarte a superarlo, las razones quedaran para el baúl.

—¿Baúl?

—Claro, el de los recuerdos linda Nath. —tendió espacio para que el mesero pudiese dejar los platos de comida.

—Eres muy extraño... —aseguré, sus ojos no calzaban con su ser en ningún sentido.

—Y tú muy interesante Nath —sonrió —. Comamos.

Después de la comida, Lorian pidió algunos cócteles.

—Enserio quieres verme ebria. —comenté cuando vi la gama de cócteles que ofrecieron en la mesa.

—Sé que la depresión te ataca por estas horas, es lo peor que puede suceder, toma, solo hazlo, imagina que solo es una pequeña estimulación. —levanté una de mis cejas esto era...increíble.

—Gracias.

—Comprare todo el bar si es necesario para que puedas disfrutar cada una de esas copas Nath —lo observé extrañada, de alguna manera se lo agradecía, no me gustaba embriagarme sola, siempre estaba con Isabela —. Puedes confiar en mí.

No repliqué más, no quería hacerlo, solo bebí, bebí como si no hubiera un mañana, como si dentro de mi viviese una alcohólica anónima que jamás quería dejar su vicio, de pronto el ambiente comenzó calentarse y todo parecía aburrido, traté de hacer bromas pero Lorian se negaba a soltar una carcajada, esas sonrisas de boca cerrada no eran mis favoritas, estaba curiosa, malditamente curiosa por él.

Me levanté de mi asiento y me acerqué despacio.

Era lindo...

Era sexy...

Y yo...lo estaba deseando.

—¿Sueles controlarte Lor? —pregunté, tenía curiosidad de todo.

—¿Controlarme?

—Si, ya sabes.

—Siempre mantengo el control Nath, además estas ebria, por favor siéntate. —pasó por mi lado y abrió nuevamente la silla que había dejado atrás.

No hice caso, más bien me acerqué a él y tomé su corbata, se veía un poco sorprendido pero luego clavó su mirada en la mía, era extraño nuevamente, sus ojos eran tan inusuales y llenos de algo que no podía deducir aun, comencé a acercarme

—¿Enserio crees poder mantener el control? —pregunté muy cerca, su respiración era normal, su aire era limpio y delicioso.

—Nath, tu control es mi control, estamos conectados querida. —sonrió, vi sus dientes, estaba tranquilo y yo también lo estaba.

—¿Conectados? —robé su aire.

—Más de lo que te imaginas —tomó mi mano que aun sostenía su corbata y la apartó suavemente, sus manos sostuvieron mis hombros y me empujó para que cayera sentada en la silla —. Es hora de que descanses Nath, duerme. —mis ojos comenzaron a pesar, estaba derrotada.

CANDY.

El yogurt que preparó Lenay estaba espeso y muy delicioso, el sabor a mora era mi favorito, se sentía demasiado bien cuando pasaba por mi garganta; me atraganté por unos segundos tosiendo fuerte y casi escupí el Yogurt cuando la puerta emitió algunos golpes.

—Debe ser tu amigo Can —comentó Lenay de camino a la puerta —. Por cierto debo irme, adiós y cuídate Can. —abrió la puerta y pude verlo mientras la figura de Lenay desaparecía por un costado.

—Hola caramelito —saludó con su mano de camino a la cocina —. Dime ¿soñaste conmigo? ¿Cómo me veo con alas?

—Como un murciélago. —murmuré antes de emitir una fuerte carcajada al verlo fulminarme con la mirada.

—Tus fetiches son extraños caramelito. —volvió con su guiño tan común de todos los días.

—Leo ¿quieres caramelos?

—No gracias, prefiero jugo. —observé su caminar hasta llegar a la nevera y rebuscar un jugo fresco.

—Ugh.

—Es más delicioso que tu peculiar Yogurt —señaló mi pequeño baso de bebida de los dioses —. Es extraño, parece fluidos...blancos. —lo miré mal y tomé un sorbo.

—Dato, está hecho de leche —dije lo obvio —. Es delicioso, me encanta.

—Por eso me encantas caramelito. —pellizco mis mejillas.

—Basta, eso duele. —quité sus manos —. Leo...

—¿Si?

—¿Puedes irte?

—Claro que no caramelito. —dijo con seguridad, no podía estar pasando; mi ombligo bajo comenzaba a doler.

—Somos amigos ¿cierto?

—Supongo ¿Qué sucede?

—Está fluyendo, Leo.

—¿Qué cosa?

—Eso. —abrí mis ojos llevándolos hacia abajo y nuevamente hacia arriba quería que entendiese sin decírselo directamente.

—Sabía que tenías un instinto de tigresa. —se acercó rápidamente devorándome con la mirada, era un tonto.

—Nada de eso, sangre... —susurré lo último.

—¿Qué? Estas herida-

—El periodo Leo. —la temperatura subió a mis mejillas, las punzadas de dolor comenzaban a ser insoportables.

—Oh caramelito ¿Qué puedo hacer por ti? —dijo, mis manos sostenían mi ombligo con fuerza.

—En ese estante —apunté —. Están las pastillas solo eso.

—Claro —corrió y rebuscó las pastillas, regresó después de un rato —. Ten —conforme la tome el dolor comenzó a descender, cada vez era menos fuerte y con eso pude subir a mi habitación, olvide la presencia de León hasta cuando lo escuché cerrar la puerta detrás, no podía detenerlo solo me recosté en mi cama.

Apenas obtuve un poco de seguridad y confianza mis ojos se cerraron, estaba demasiado casada de luchar contra esos pequeños dolores, dormí hasta que empecé a soñar, todo estaba negro y solo escuché susurros.

—Es por tu bien, por ustedes, nos encargaremos de hacerlas toda su estabilidad. —escuché pasos, una puerta cerrarse y continúe perdida en el ambiente.

Nuevamente desperté, las sabanas estaban encima de mí y la habitación en completa soledad, León se había marchado.



SIGUE>>>>>>>>>>>>

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