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CAPITULO VIII


OCHO.

"Historias trágicas habían creado para al menos así darle un pizca de vida a su existencia"


NATH.

Otra noche más, las cosas eran más fáciles ahora, Albert estaba muerto, más bien era como un nuevo comienzo, no sentía remordimiento ni nada de esos jodidos arrepentimientos tan innecesarios, sonreí al ver en la sala sentado a Lorian, siempre con su impecable traje, creí que estaría con otra de las chicas, pero nada es lo que parece, me acerque.

—Hola ¿me extrañaste? —pregunté tomando asiento frente a él.

—Como no tienes idea. —sus brazos estaban estirados por encima del respaldo del sofá.

—¿Vino?

—Gracias Nath.

—¿Cómo estuvo el día?

—Normal, ¿dormiste bien? —extendí la copa dejándola frente a Lorian.

—Claro, si conocer por primera vez a mis clientes me quitara el sueño, creo que dejaría el trabajo. —sonrió.

—Soy tu jefe.

—No lo veo así, pero bien, cada quien tiene sus expectativas. —tomé un sorbo de mi copa.

—¿Puedes acercarte? —palmeó el lugar a su lado.

—Claro.

Me acerque a uno de sus costados, su perfume chocó contra mi cerebro, me entumecí por un corto tiempo, quería recordar algo pero nada llegaba a mi mente, algo estaba ocurriendo...

—Puedo contarte un pedazo de mi vida ¿Nath?

—Estoy para escucharte.

—Cuando era pequeño mi padre golpeaba a mi madre y cuando terminaba era mi turno —tomó un sorbo de su copa —. Un día me empujó tan fuerte que choque contra una mesa y golpee mi cabeza...

—¿Eh?

¿Por qué tan de repente llegamos a esto?, su voz tranquila continuo contando.

Gran historia...

¿Te parecía así? Voz.

—Desarrolle varios trastornos, uno de esos fue la depresión, fue una etapa larga, la viví solo —dejó la copa en la mesa —. Mi padre y mi madre fueron asesinados, quede solo, muy solo.

Algo en mi pecho lograba removerse y era algo así como un recuerdo, sin imágenes sino como presentimientos o algo parecido, cada vez que tocaba el tema de padres pasaba lo mismo, cuando lloraba pensaba solo en aquello, pero siempre lograba combinarse con un sentimiento de ira ¿mi cabeza estaba cuerda entonces? no.

—Mi padre me lo arrebato todo, siempre lloraba por él, por la vida que me quito —mis ojos comenzaron a picar, no era un buen momento, no era un buen lugar maldita sea, no podía destruirme frente a Lorian, me levanté de golpe dispuesta a ir a encerrarme en el baño—. Detente, hazlo. —su mano tomó mi muñeca y se puso de pie frente a mí.

—Suéltame. –advertí.

—Mi padre siempre me insultaba...

Qué demonios estaba buscando.

—¡Ya no hables de tu padre! —grite, sentía punzadas en mi pecho.

Detente por favor...

—Un día me golpeo por haberlo tocado sin su permiso...

—Para... —mi voz era inaudible, cada vez mi vista lograba nublarse más.

El control perdió sentido...

Sus brazos pasaron alrededor de mi espalda y no pude sostenerlo más, mis mejillas volvieron a inundarse de lágrimas, mis parpados se apretaban con tanta fuerza queriendo detenerlas pero era inevitable, jadeos y sollozos fueron los únicos que hacían eco en la sala.

MI padre.

Y entonces comenzó la ira, de nuevo llore con más fuerza apretando su chaqueta con demasiada impotencia.

—Esta bien Nath —su mano acarició mi espalda —. No olvides tomar tus calmantes

¿Como diablos lo sabía?

—Ahora te dejare sola para que puedas tranquilizarte. —me empujó suavemente y salió de la sala.

¿Qué fue todo eso?

Pasaron algunos minutos hasta que logre estabilizarme, tomé ambas copas y el vino, limpie la sala y salí de ella, ya era el término de la jornada.

En uno de los asientos del bar estaba Isabela, tomando su copa de tequila; sonrió al verme acercarme.

—Depresión, de nuevo. —lo sabía, mis ojos totalmente hinchados no podían ocultarme de ella, la única persona que solía apoyarme.

—Todo está bien ahora, bela.

—¿Quieres que te cuente una historia?

—Hoy no parece Halloween.

—No lo es Nath, siempre con tus confusiones. —refutó molesta, resulta gracioso para su estado.

Supongo que no era tan tarde para una segunda historia, al menos ella no hablara de sus padres.

—Creo que tenemos tiempo aun, hazlo. —su voz se deslizaba en el ambiente, estaba un poco ebria.

—Sabes, en el mundo o en este pedazo de mundo como lo es Portland hay psicópatas y locos.

—Lo tengo claro contigo bela. —bromee.

—Era una familia, padre, madre e hija, los llamaría la familia maldita —tomó un shot de tequila —. Tenían a una hermosa niña, sus ojos eran azules, lindos, como los tuyos Nath.

—Tranquila, nunca hubiera querido ser esa niña —levanté mis manos en defensa —. No recuerdo que azul sea sinónimo de gris bella.

—Ella si tenía el corazón que tú no tienes Nath, era amable, sonreía mucho y le encantaban los dulces —chasqueó su lengua —. Bueno, su cabello era negro, ni hablar era muy bella.

—Quiero saber la historia. —demandé.

—Bien, su padre salió de viaje unos meses y uno por uno, su madre comenzó a ofertarla como una prostituta, cada día dos hombre entraban a la casa y la violaban, pero la niña tenía algo peculiar, no tenía miedo ni siquiera se resistía demasiado como lo hubiera hecho una niña normal, solo lloraba en silencio y gritaba de dolor cuando los hombres la penetraban sin conciencia, su madre no hacía nada y disfrutaba del dinero —explicó —. Un día, un hombre entro con su hijo, era dos años mayor que la niña, solo tenía 15.

—Es un poco perturbador —busqué en el bar pero no había nadie —. Continua.

—Después de que el viejo la violara le ofreció pasar a su hijo, pero el niño jugo un rato con ella —se detuvo —. Cuando iba a salir ella lo detuvo preguntándole ¿no vas a violarme? el niño volteo a verla sorprendido, ella lo decía con tanta naturalidad como si no tuviera miedo, ella sonrió y dijo "papi siempre lo hace"

—Eso es asqueroso. —algo se removió en mi cuando escuche la parte final.

—Ese es el objetivo, solo es una pequeña historia. —no conté cuantos shots se acabó Isabela pero sabía que estaba totalmente perdida ya, tomé su brazo e hice que me acompañara, pero se negaba demasiado y comenzó a balbucear cuando se recostó en uno de los sofás.

—Yo...yo no me arrepiento de nada —sus ojos estaban cerrados, estaba alucinando por lo fuerte del alcohol —. Eres una estúpida Hadley...

¿Hadley?

Soy yo...

—Duérmete Isabela. —toqué su cabello para que se tranquilizara.

—Lo haré de nuevo...

—Duérmete...

CANDY.

—Vamos a dormir Lenay, el programa esta aburrido. —demandé y sonreí cuando ella volvió a verme con su mirada retadora —. Así no te ves linda Lenay.

—Y tú no te ves linda sin ver mi programa de cocina Can.

—¿Me cuentas una historia Len? —pedí mientras me colocaba frente al televisor.

—No, quiero ver mi programa.

—Vamos...

—Bien...

—Espera, quiero chocolate. —corrí a la cocina y tomé el chocolate del microondas.

—¡Me iré a dormir si demoras!

—Voy... —concentración absoluta, el chocolate estaba caliente y no queria quemar mis manos, la piel es sensible y la sangre un poco asquerosa, ugh.

—Eres muy torpe.

—Llegue —deje las tasas en la mesita y tomé la mía —. Ahora empieza.

—Bueno...Había una niña que siempre solía estar solitaria en la escuela, a veces solía ser muy grosera y nada amable, nadie sabía sus razones, además tenía unos ojos parecidos a los tuyos Candy, ella era muy bonita, un día descubrimos la razón de sus problemas.

—¿Azules?

—No, era un tono gris, pero siempre estaba triste.

—Quizás no tenía caramelos...


>>>>>>>>>>>>>>Sigue.

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