CAPITULO IX
NUEVE.
"Los recuerdos que decían tener solo eran ilusiones que añoraron crear"
CANDY.
—Nada de eso Can —rió —. Ella un día estaba en su cama, su padre entro en la habitación, ella corrió abrazarlo, y él la abrazo y acaricio su espalda, pero comenzó a subir su mano por debajo de su camisa, ella comenzó a asustarse y preguntó que hacía, su padre la violo ese día, no sabíamos si fue la primera vez que lo hizo o ya lo hacía antes, pero ella pataleaba y gritaba siempre que lo hacía y la única respuesta eran los golpes del asqueroso viejo.
—Eso es perturbador...
—Su padre la violaba tantas veces que comenzó a faltar a la escuela, no era por sus heridas sino por lo mismo, comenzó a ser posesivo y obsesivo con ella, estaba completamente loco, no le permitió ni que saliera, no quería que viera a otros niños y la saco de la escuela.
—Lenay...
—Tranquila fue hace tiempo.
—¿Ella no hizo nada?
—Según escuché, una vez golpeo a su padre tan fuerte que tuvo que ir al hospital, fue demasiado extraño, una niña no tenía esa fuerza, luego comenzaron normalmente los maltratos, habían veces cuando ella se defendía de esa manera, también decían que cuando ella tenía fuerza su padre la encadenaba.
—Ya no quiero oír Lenay, es muy aterrador. —oculté mis oídos, no podría dormir esa noche, tomé el chocolate caliente de una vez y le pedí a Lenay dormir con ella.
Algunas pesadillas leves atacaron en la noche pero no fue algo con lo que no pudiera lidiarse con un buen chocolate caliente, dormí demasiado que ni siquiera note cuando el sol quemaba mi piel, la ventana del cuarto de Lenay iluminaba demasiado, muy caliente, demasiado caliente, salte de la cama directo a mi habitación, observé que no hubiese nadie y entre, tomé la toalla y el jabón ya era tiempo de tomar una ducha fresca. Giré la llave y espere que el agua calentara a la máxima temperatura, debería quitarme escamas como las de un pez ¿Qué era eso? observé mi cuerpo en el espejo esperando que la temperatura del agua subiera, una extraña excitación subió por toda mi espalda, deslice mi mano por mi ombligo casi llegando a "ese lugar", pero me detuve, estaba un poco temprano, demasiado y no era muy conveniente, sacudí mis pensamientos un poco mundanos y decide ducharme rápido. Al terminar me vestí dentro de
la ducha, no era de mi gusto común salir en toalla ya que había visto demasiadas películas en donde hombres esperaban fuera de la habitación y demasiadas cosas sucedían cuando estabas solo en toalla ¿debería dejar de hacerlo? claro que no; mientras secaba mi cabello con la toalla salí del baño, él estaba ahí.
—Me siento decepcionado caramelito. –su cuerpo estaba completamente estirado boca arriba sobre la cama, giró su rostro.
—¿Qué haces aquí?
—Descansando ¿no es obvio?
—Por lo menos deberías esperar abajo. —dije un poco molesta, el espacio personal no era algo comediante para mí.
—Caramelito tu eres dulce, no te molestes —levantó su cuerpo solo sosteniéndose con los codos —. Además creí que saldrías en toalla, ya sabes ¿Has visto alguna vez una de esas películas er...
—Cállate. —refuté con un poco de molestia.
—Tranquila caramelito, tu amiga salió a su trabajo —explicó —. Dijo que no paraste de pronunciar mi nombre y que no esperara abajo, me ordeno que subiera de inmediato a tu habitación, solo quise cumplir tus deseos caramelito. —dijo como si fuese lo más normal del mundo, mucho mejor, como si hubiese sido todo completamente cierto.
Rodé los ojos.
—¿Te dijo lo lindo que te veías en mi sueño? —negó —. Claro, porque era una pesadilla.
—¿Caramelo? —observé el caramelo que sostenía en su mano, parecía asqueroso, era café con varias elevaciones como una bolita de excremento.
—Se ve asqueroso. —fruncí el ceño.
—No todo es lo que parece caramelito —y se lo comió —. Los dulces no son mis favoritos, pero a ti te encantaran —dudé un momento pero lo tomé ¿no moriría? O ¿sí?, lo observé asustada por un segundo —. No es nada venenoso caramelito. —literal casi lo escupo si no lo decía precisamente.
—Gracias Leo.
—Te tengo un regalo caramelito...
—Me encantan los regalos. —dije, observé como tomó asiento en la cama.
—Circo, tú, yo, payasos.
—No somos payasos Leo. —repliqué.
—Nada es lo que parece, quizás consigamos un buen trabajo hoy, conozco al dueño —volví a rodar los ojos —. Es broma, busca tu envoltura caramelito.
—Busca muchos, muchos caramelos por favor, solo me cambiare de vestido. —pedí con fervencia, estaba feliz, el circo era mi favorito desde que lo recuerdo.
—Bien caramelito, no tardes. —salió de la habitación.
Entregué las entradas en la ventanilla del circo, tomamos asiento muy cerca del centro, se vería muy claro todo desde ese lugar, deje mi mochila sobre mis piernas y Leo mantenía sus ojos en su teléfono, rápidamente el circo comenzó a abarrotarse de gente que llegaba con sus hijos; busqué algunos de los caramelos que lleve y los abrí introduciendo tres en mi boca, estaba nerviosa y ansiosa, la emoción no tardo cuando las luces se apagaron y pequeñas luces de colores quedaron encendías moviéndose fervientemente por todos lados, después algunas canciones la presentadora salió.
—Buenas tardes damas y caballeros, bienvenidos al circo rojo, sonrisas se dibujaran en sus rostros cuando observen lo que preparamos, dejen la amargura y sonrían esta tarde —varias mímicas con sus manos lograban verse atractivas —. Que empiece la función. —seguido se perdió dentro del telón y varios bailarines salieron para hacer la apertura.
Varios actos fueron suficientes para que mi piel lograra erizarse, mis ojos llorosos en algunas partes, los chistes de los payasos eran imposibles de resistirse para arrojar alguna carcajada hasta más no poder, tomé varios dulces y mi boca estaba demasiado ¿seca? si, esa era la palabra.
—¿Leo?
—Si, caramelito. —volteó, su mirada era muy penetrante.
—Iré a comprar agua ¿quieres algo?
—A ti — rodé los ojos —. Quedaras ciega a ese paso caramelito, estoy bien.
—Vuelvo en un momento. —me levanté y colgué mi mochila, debería ir al baño antes.
LEÓN.
Los chistes del payaso no causaban nada de gracia, ni siquiera logre entender cómo es que habían personas que llegaban a quedarse sin aliento cuando hablaba, comenzaba a ser molesto. Fue entonces cuando un sonido estruendoso capto la atención de todos e hizo que el payaso se callara pensando por un momento, la gente comenzaba a murmurar.
—Tranquilos amigos, solo son los fuegos artificiales que está preparando mi amigo Artik —dijo el payaso, pero ni él mismo logro creérselo; no éramos tan estúpidos como para no reconocer el sonido de un disparo, y otro más, dos más —. Bueno la función ha terminado, salgan despacio. —todos no esperaron su orden, corrieron lo más rápido posible incluso el payaso desapareció en un mínimo de segundo.
Personas pisaban a otras por la desesperación, oh si, la maldita desesperación los hacían devorarse entre ellos, era a lo que llamaba sobrevivir, empujarse para ver quien tenía más fuerza incluso tirarse unos encima de otros para ver quién era el animal más rápido, tan patético.
Observé el terror.
Era cálido...
Era mi ambiente...
Aun sentado en la silla, el circo quedo completamente vacío, todos estaban fuera, y ella no estaba, debió haberlo escuchado más claramente desde su lugar; el silencio era tentador y cálido pero se vio perdido por un grito tan agudo que llamo mi atención, estaba dentro del circo.
Con cuidado salté la pequeña valla que nos separaba del escenario, entré por donde miles de veces habían salido payasos, el camerino estaba vacío, pero cerca del baño estaban unas pequeñas gotas de sangre, estaba dentro, gire el pasillo y estaba ahí sosteniéndola del cabello; tiró de su blusa arrancándola, no levantó la mirada pero claramente sabía que estaba ahí.
—Mucho tiempo, Gastón. —dije manteniéndome fijo en la escena, la golpeó duramente en el rostro casi dejándola inconsciente.
—No te han dicho que es de mala educación entrometerse en asuntos ajenos, Leo... —sonrió con cinismo al pronunciar lo último, tenía muy claro de dónde venía esa labia tan asquerosa, limpió sus manos y se puso de pie —. Ha pasado un largo tiempo...
—Y sabes lo que quieres decir ¿no?
—No te importa lo que quiera o no decir imbécil.
—Claro que si, a todos nos importa —reí por un momento —. Está claro que eres la presencia más débil.
—¿Débil? —indicó con entusiasmo el cuerpo débil en el suelo —. Deberías observar mejor la diferencia.
—No hay ninguna diferencia.
—Nunca podrás librarte de mí. —sentenció.
—Yo no, pero ella sí, eres el más débil, con un solo día en ese lugar ¿adivina? —fingí pensarlo por un momento —. Pum, desaparecerás, eres inservible, una carga.
—Por lo menos dejare un legado, muy legendario a decir verdad, sabes que me gusta dibujar y escribir. —hablaba con tanta seguridad.
—Sería un honor saberlo.
—¿Adivina? —su voz en mi oído comenzaba a tensar mis hombros —. Ustedes serán los causantes de su muerte. —susurró, antes de empujarme lejos y desaparecer.
SIGUE>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
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