Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐔𝐧 𝐈𝐦𝐩𝐮𝐥𝐬𝐨

Mi mente se quedó en blanco al observar a Asra en la entrada de la tienda de Bóreas mientras mis labios titubeaban en un intento de formular una respuesta a su pregunta.

—Ah... Sí, me parece que tengo algo parecido por aquí —pronunció Bóreas adelantándose a mis palabras. 

¿Elixiflares? Estaba más que segura que aquello no existía. Siempre había ayudado a Bóreas con su comercio, tanto en Aurum; aquel olvidado pueblo en el que Kanei había demostrado su poder masacrando a todos, como en Courtest y jamás había escuchado nombrar algo similar.

—Padre... —interrumpí a Bóreas quien ya comenzaba a pasear al príncipe a lo largo de la sala mostrándole varios objetos.

—Ah, es verdad, qué distraído soy —recalcó mientras se volvía hacia mí como si se le hubiera cruzado una de las mejores ideas por la cabeza—. Disculpe mis modales Alteza ¿Conoce ya a mi hija Levana? Ha residido en su palacio por algunos días, justo acaba de volver de Nadhera.

Asra sonrió como si estuviera observando el más grande de sus tesoros con aquellos ojos esmeralda brillando a la luz de las velas.

—Nos hemos visto alguna que otra vez en el palacio —me apresuré a explicar nerviosa, quitándole importancia al asunto antes de que el príncipe pudiera decir algo más.

—Me parece que así fue —respondió Asra siguiéndome el juego.

Bóreas se limitó a observar aquella interacción tomando su barbilla entre su pulgar e índice como si intentara descifrar algún secreto.

—¡Maravilloso! —concluyó el hombre—. En ese caso, he de suponer que se quedará a cenar.

Abrí los ojos como platos al escuchar aquello. Sentí cómo mis mejillas comenzaban a ruborizarse mientras Asra perdía toda la seguridad que había mostrado antes, también estaba nervioso.

—El príncipe es alguien muy ocupado... —comencé a decir excusando a Asra, pues este seguía sin poder pronunciar palabra.

—Tonterías, el muchacho debe comer para mantenerse fuerte. Le prometo Alteza, que preparo la mejor crema de flor de calabaza del distrito.

—Estaré encantado de acompañarles a la mesa... si es que no les molesta —pronunció respetuosamente, como si temiera cometer un error u ofender a su animado anfitrión.

—Magnífico, simplemente magnífico —Bóreas volvió a llamar la atención de Asra intentando mostrarle más artefactos extraños de los cuales parecía sentirse orgulloso de poseer en su tienda, mas nada de lo que mostraba podía hacerse pasar por aquellos desconocidos elixiflares.

—Papá... —volví a interrumpir insegura, temerosa de dejarle a solas con Asra—. Deberías ir a descansar, yo buscaré los elixifares para su alteza, no te preocupes.

Bóreas enarcó una ceja sospechando de mis palabras, antes de negar levemente con la cabeza.

—Eres tú quien debería descansar —replicó Bóreas animadamente—. Conociéndote quién sabe si habrás probado bocado alguno durante el día. Por suerte traje una canasta de bayas lunares para ti. Ve a comer algo, en un momento te alcanzamos.

—Pero...

—No le negarás a un hombre viejo como yo, el honor de atender a un príncipe en su tienda.

—Por supuesto que no —me limité a decir.

Aquellas palabras hicieron que me percatara de que efectivamente los años ya habían pasado por su piel y gesto cansado, era un hombre mayor cuando me había adoptado como su propia hija, ahora, a mis veintiún años, parecía más débil que nunca, y yo le había abandonado por entretener a Akai.

Hice una reverencia al príncipe, quien observaba perplejo sin saber cómo actuar sin mi presencia, aun así me respondió la reverencia dejándome retirar en silencio, mas no fui en busca de las bayas, sino que me quedé en el marco de la puerta, oculta en la oscuridad intentando escuchar de lo que hablaban.

—Tendrá que disculparme, Alteza, Levana es una joven responsable y valiente, pero tiene esa manía de olvidar comer durante el día, eso me ha tenido muy intranquilo todos estos días.

Sonreí al escucharle, pocos me describirían con la palabra valiente, ni siquiera yo misma me habría descrito de aquella forma, pero Bóreas insistía siempre en que lo era.

—Comprendo su angustia —respondió Asra amablemente—. Si usted me lo permite, cuidaré a Levana en su ausencia, así no tendrá de qué preocuparse.

Curiosa pude observar cómo Bóreas sonreía ante las palabras del príncipe.

—Le estoy confiando el más grande de mis tesoros... —respondió como si hubiera adivinado los pensamientos de Asra cuando el hombre me presentó minutos atrás—. Ahora, busquemos esos Elixiflares.

No pasó mucho tiempo antes de que nos sentáramos a la mesa. Bóreas, como había prometido, preparó crema de flores de calabaza, la cual relucía un precioso dorado en contraste con la porcelana de los platos en la que la colocó. Había servido todo en los mejores utensilios que teníamos gracias a la visita del príncipe.

—Por favor, siéntase libre de pedir algo si lo necesita —ofreció Bóreas siendo el último en sentarse a la mesa—. Me alegra haber conocido a uno de los hijos de Aegir y Oriana antes de dejar este mundo.

El sonido de mi cuchara golpeando el planto de porcelana fue lo único que siguió a las palabras de mi padre. Tanto el príncipe como yo nos quedamos boquiabiertos con la naturalidad de la que Bóreas hablaba de aquello.

—¡Papá! —comencé a renegar.

—No soy eterno, querida —replicó.

—Usted... ¿Conoció a mis padres? —comentó Asra intentando cambiar el rumbo de la conversación para evitarme un mal trago.

—Naturalmente, el rey Aegir era un buen amigo mío antes de enterarse de que sangre real corría por sus venas

La historia del príncipe perdido era bien conocida a través del reino.

Secuestrado cuando apenas era un bebé, creció lejos de la monarquía y la corte, criado por una pareja de mineros. Se había vuelto cercano a un famoso doctor, el cual abogaba por la clase trabajadora creando fundaciones para mantener una buena calidad de vida entre los campesinos, pastores y mineros.

Aegir asistió una noche a una fiesta que el Dr. Shepperd realizó, intentando convencer a los nobles de unirse a su causa. Ahí conoció a Lady Oriana, hija de un poderoso conde. Se rumora que hubo un asesinato durante la noche de la fiesta, el cual Oriana presenció tan cerca que su blanco vestido quedó impregnado en sangre.

No conforme con eso, los asesinatos siguieron día tras día, arrebatando la vida de muchas nobles familias, lo que obligó a Aegir, Oriana y a un encantador de nombre desconocido, a resolver el misterio en el que se habían visto involucrados. Por lo dicho durante la cena, aquel encantador era Bóreas.

Aquella masacre tenía como objetivo derrocar a algunos nobles y ensuciar el nombre del Dr. Shepperd para evitar que lograra consolidad su fundación, incluyendo a Oriana y su familia como perfectas víctimas para asesinar. Aegir, Bóreas y Oriana terminaron por descubrir al autor intelectual de todo lo que estaba pasando en tan solo una semana, lo cual llevó a Aegir a descubrir su ascendencia real.

Desde niña había escuchado a Bóreas comentar que tenía un par de amigos en el palacio, mas nunca imaginé que se trataría del rey y la reina.

—Eres muy parecido a tu madre —concluyó.

Asra agradeció en silencio aquellas palabras, aún le dolía aquel recuerdo de sus padres. Todavía podía recordar la melodiosa voz de su madre al cantarle antes de irse a dormir, y las amorosas palabras de su padre al apoyarlo cuando descubrieron que era un encantador.

Justo después del asesinato de los reyes, el joven príncipe solía verse al espejo con aquellos ojos verdes y cabello castaño rizado, buscando algún indicio de su madre pues siempre le habrían repetido cuan similar era con ella. Su reflejo era lo único que le quedaba para mitigar el dolor aquellos días pues había perdido todas las pertenencias de sus padres en el ataque de Harí a Nadhera. Ni un solo cuadro había sobrevivido al fuego dentro del palacio.

Por años se había prometido a sí mismo proteger a todo aquello que amaba, no se permitiría huir como lo había hecho antes, enfrentaría lo que fuera, incluso si eso significaba perder su propia vida.

Ya no tenía a sus padres, pero aún podría proteger tanto a Navani como a Altair, y ahora, también intentaría protegerme a mí.


✧⋄⋆⋅⋆⋄✧⋄⋆⋅⋆⋄✧


El punto más oscuro de la noche llegó cuando tuve que despedirme de Bóreas para regresar al palacio. Asra caminaba a mi lado entre las calles y la helada brisa que soplaba. Ambos permanecíamos en silencio, pues ninguno llegaba a atinar palabra para comenzar una conversación.

Quería disculparme por no llegar al sendero del lago aquella tarde, quería explicarle lo aterraba que estaba con las noticias que Meena me había dado y lo extraña que me hacía sentir Altair a su lado. Así mismo el príncipe pensaba en cómo explicar su presencia sin hacer notar los celos que había sentido al observarme junto a su hermano o demostrar el temor que le atañía al momento de pensar en lo que aquello pudiera significa.

—¿Qué tal te pareció la cena?

—Me alegra haber conocido a tu padre...

Ambos hablamos al mismo tiempo rompiendo el silencio, interrumpiéndonos el uno al otro.

Una ligera risa salió de mi garganta, aminorando la tensión del ambiente.

—Él parecía feliz de conocerte —respondí a su comentario.

Asra había entregado una invitación a Bóreas a celebrar Luminara en el palacio, siendo el hombre su invitado de honor. No había visto a Bóreas tan animado como en ese momento, pues lo que su corazón más deseaba era pasar Luminara a mi lado. El hombre aún seguía con aquella idea de no contar con mucho tiempo en esta vida.

Aunque sus palabras me entristecían, sabía que aquello no era verdad, pues mientras Akai estuviera satisfecha él viviría, y por las estrellas que le estaba entreteniendo mi constante sufrimiento.

—Debería disculparme por irrumpir en tu casa.

—Y yo por no acudir a nuestra cita.

Asra enrojeció al escuchar la palabra "cita" al igual que yo cuando me percaté del significado de mis palabras.

—Perdona, no quise insinuar que tú y yo... —me detuve por completo intentando pronunciar excusa alguna.

Asra se frenó al darse cuenta de esto, volviéndose hacia mí.

—Está bien, me gusta cómo suena, una cita.

Asra —suspiré decepcionada de mis acciones—. No deberíamos hacer esto...

Cierto dolor se reflejó en su mirar, como si sospechara el significado de mis palabras.

—¿Es por tu paseo con Altair esta tarde?

Bajé la mirada con culpabilidad, entonces sí había sido él quien intervino todo este tiempo.

—Sí... y no... es complicado.

—Si hay algo que te agobie dímelo, que no dudaré en resolverlo, no importa qué, estaré para protegerte.

—No encuentro solución para esto, dudo que la haya...

—Encontraremos una solución —murmuró—. Levana, confía en mí.

La madera comenzó a crujir mientras ambos volvíamos a quedarnos en silencio, habíamos terminado en medio de un viejo puente arqueado, en donde los faroles del pueblo ya no alcanzaban a alumbrar el lugar, tan solo quedaban los rayos de la luna para guiarnos. El lago bajo nosotros se había congelado por completo reflejando perfectamente el cielo nocturno como si flotáramos entre las estrellas y las nubes. Estaba helando, aun así, la brisa aminoró mientras pequeños copos de nieve comenzaban a caer del cielo. A ninguno de los dos nos importó la nieve o el frío, simplemente nos quedamos ahí tan cerca como que temía que el príncipe pudiera leer mis pensamientos.

Algo en mí rogaba por olvidarme de todo, dejar atrás el dolor que llevaba arrastrando desde aquella noche con Meena, robar algo que pudiera recordar incluso si mi condena era no volverle a ver. Quería por primera vez olvidarme de las reglas y prohibiciones.

Fue entonces que me armé de valor y me arrojé directo a sus labios.

Sus manos me tomaron con delicadeza en cuanto nuestros labios se tocaron mientras abría los ojos sorprendido, mas no tardó en responder aquel beso como si nada más en el mundo importara. Me acercó aún más a él, sosteniéndome con firmeza temiendo que en cualquier momento pudiera desvanecerme siendo una mera ilusión de su mente.

Solo las estrellas contarían cuánto tiempo pasó antes de separarnos, jadeando por la falta de aire y tan confundidos que ninguno de los dos logró articular palabra. Le miré temerosa de haber cometido un error mientras él asimilaba lo que acababa de pasar, sin embargo, seguía entre sus brazos, con él negándose a soltarme por un segundo.

Levana... —fue lo único que alcanzó a murmurar aún sin creerlo.

—Cómo lo siento, fue un impul...

Asra me interrumpió con otro beso, perdida por aquel cálido revoloteo en el pecho que el príncipe me hacía sentir. Incluso podía jurar que escuchaba su corazón latir tan fuerte como el mío mientras sentía el suave roce de sus labios.

Aquel momento lo guardaría en lo más profundo de mi mente, pues por un segundo nada importó, tan solo nos dejamos llevar, confiando en que aquello era algo que el destino no podría separar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro