𝐌𝐚𝐫𝐚𝐯𝐢𝐥𝐥𝐚𝐬 𝐎𝐜𝐮𝐥𝐭𝐚𝐬
Una señal... Una señal... ¿Qué señal se supone que debía esperar?
Daba vueltas en mi habitación como un animal en cautiverio mientras pensaba una y otra vez en la nota de Asra.
—¿No dormirá hoy mi pequeña rosa? —preguntó juguetona Akai acomodándose en uno de los sillones de mi habitación.
Sus palabras me hicieron volver a la realidad, ya era media noche, me había encerrado en mi habitación desde que Madame Fontaine me dejó ir, estuve esperando como su nota había indicado, mas no había ni un solo rastro de Asra.
Miré hacia el balcón de mi habitación, la luna brillaba en todo su esplendor iluminando el jardín del palacio.
—¿Cómo podría dormir cuando en el firmamento hace falta una estrella? —murmuré con pesar.
La doncella sabía perfectamente a qué me refería por lo que esbozó una sonrisa.
—Es una lástima...
Me giré hacia ella intentando entender bien de lo que hablaba. Enarqué una ceja cuestionándole esperando una aclaración.
—Hablas como los grandes poetas, aquellos que se dejan cegar por el amor y terminan en tragedia... —mustió con un tono tan frío que me heló la sangre.
No pude interpretar si aquello era una advertencia o una amenaza, de cualquier forma, poco o nada pude decir antes de que Akai hablara de nuevo.
—Parece que ha aparecido tu estrella —señaló al notar que en el jardín, a lo lejos, se podía vislumbrar pequeños destellos de luz púrpura entre las sombras.
Contuve un suspiro al verlo, sabía que era él, aquella era mi señal.
Akai intentó protestar intentando que me quedará un poco más dentro de la habitación, pero la ignoré como si no pudiera escucharle, tomé mi capa y salí apresuradamente de mi habitación confiando en que la pesada tela negra que cubría mis hombros fuera perfecta para perderme entre las sombras de la noche.
El trayecto hacia el jardín pasó tan rápido que apenas pude notarlo, pero a pesar de mi emoción por ver al príncipe, a cada paso que daba algo en mi cabeza cuestionaba lo que estaba haciendo.
¿Por qué Asra querría verme? ¿Por qué un príncipe querría "mostrar" sus secretos a una doncella que prácticamente seguía siendo una desconocida? Lo más seguro era que aquello fuera una trampa, quizá ya había alertado a todos sobre mi poder o quizá aquello solo era una trampa para demostrar ante los demás lo peligrosa que podía llegar a ser. Aunque... Él recordaba perfectamente cómo volví a enlazar su hilo del destino para salvarle la vida, aquello no podía ser tomado como una amenaza...
Mi cabeza comenzaba a doler en el momento en el que me detuve en el jardín.
—¿Qué me pasa? ¿Qué estoy haciendo? —me cuestioné entre dientes esperando vislumbrar más destellos.
—¿Acaso la oscuridad de la duda ensombrece los pensamientos de la luna? —preguntó una voz entre la penumbra de la noche.
Me sorprendí al escucharle, por lo que enseguida recuperé mi postura y bajé la capucha de mi capa para descubrir mi cabeza. Mi cabello blanco resaltaba entre las sombras como la misma luna entre la oscuridad mientras buscaba a Asra con la mirada.
—Temía no encontrarte —mentí.
El príncipe esbozó una sonrisa ante mi respuesta, parecía no estar cansado a pesar de la hora de nuestro encuentro, incluso podía apostar que había un destello de emoción en sus ojos.
—Por las estrellas mismas sobre nosotros, mi lady, doy mi palabra que no importa dónde, siempre le encontraré —prometió lleno de anhelo.
—N—no es necesario... —balbuceé.
Asra dio un paso hacia mí para posar su dedo índice sobre mis labios haciéndome callar.
—Ya lo he jurado ante las estrellas —dijo tan cerca de mi rostro que casi podía perderme en su mirar.
Cierto revoloteo comenzó a crear un caos para mis adentros, mientras que mis mejillas comenzaban a enrojecerse. Era la cercanía del príncipe lo que estaba provocando tanto alboroto en mí, pues incluso un segundo me había parecido eterno.
Las palabras abandonaron mi boca al momento de querer responder y él, casi como si esto fuera una ventaja a su favor, sonrió complacido antes de tomarme suavemente del brazo para que le siguiera.
Me perdí en nuestro recorrido, no sabía bien si Asra lo hacía a propósito o no, mas me pareció en más de una ocasión que podríamos estar yendo en círculos en vez de avanzar.
—¿A dónde vamos? —dije confundida.
—Será algo difícil entrar a mis aposentos —murmuró mientras caminábamos en la penumbra—. Pero valdrá la pena, ya lo verás.
¿¡A SUS APOSENTOS!?
Íbamos directo al ala real, en donde Asra pasaba la mayor parte del día y dormía por las noches.
¿Acaso aquello no era algo impropio de una doncella? Aunque no dudaba de las buenas intenciones del príncipe, aquello era una bomba en potencia. Si tan solo alguien llegara a darse cuenta sería un completo escándalo. Ya podía escuchar a todos en el reino hablando de la nueva cortesana del palacio colándose por la noche en los aposentos de uno de los príncipes.
—¿Es... Es necesario tan largo recorrido? —pregunté intentando disuadirle de su idea, aunque en realidad no podía ni adivinar qué pasaba por su cabeza.
—Mi habitación no queda lejos —aseguró—. Ahí es en donde está toda la magia.
Mis mejillas comenzaron a arder aún más.
"Por favor que se refiera a magia de encantadores" rogaba para mis adentros.
Detrás de una torre, entre los arbustos, Asra me guío cuidadosamente indicándome hacer el menor ruido posible lo cual ya me resultaba difícil con mis ropas enredándose entre las ramitas de las plantas. Maldije en voz baja ya bastante avergonzada por la situación.
—Los guardias no se darán cuenta si lo hacemos rápido —dijo con la mirada siempre atenta hacia el otro lado de la torre.
—¿Hacemos...? —pregunté completamente perdida.
—Debemos entrar mi lady, por el pasadizo detrás de ti —recalcó.
Había estado pensando tanto en sus palabras que no había notado el estrecho pasaje que había abierto al pie de la torre. Podía calcular que apenas podrían caber dos personas dentro como mucho, sin contar con la abrumadora oscuridad que se cernía dentro.
—Los invitados primero —señaló.
Di unos pasos dentro de la torre aún dudosa de mi decisión, sin embargo antes de que pudiera planteármelo dos veces el príncipe ya estaba junto a mí, cerrando la entrada detrás de él.
Sin embargo la profunda oscuridad me impidió seguir caminando.
—No sé mucho sobre bendecidos, pero ¿Puedes hacer fuego? —preguntó curioso.
—Sí —luché por decir ya que mi voz amenazaba con desaparecer gracias a su proximidad—. Eso creo.
Un par de chispas salieron de mis dedos tratando de inútilmente crear algo de luz. No sabía bien mi magia comenzaba a fallar por lo nerviosa que me encontraba a su alrededor o por la extraña situación en la que yo misma me había envuelto.
—Tranquila, el fuego viene de la respiración —aclaró al momento en el que sentía como sus manos sostenían las mías intentando darme fuerza.
Asra estaba frente a mí, lo sabía aunque no pudiera verle pues el calor de su cuerpo era evidente en contraste de lo fría que mi piel estaba, cualidad que seguro él también notaba.
—Respira profundo e inténtalo de nuevo.
Cerré los ojos desesperada por concentrarme, seguí sus indicaciones y al volverlo a intentar, una débil flama se hizo presente en la palma de mis manos. Emocionada miré el fuego que había creado e instintivamente subí la mirada buscando la suya.
Sus ojos verdes brillaban como esmeraldas ante la tenue luz entre nosotros.
—Gracias... —murmuré.
—Gracias a ti, por iluminar mi oscuridad —respondió.
Desvié mi rostro intentando de evadir nuevamente la cercanía, Asra al notarlo, intentó avanzar tomando la delantera algo avergonzado por sus palabras.
Cruzamos por su habitación, lo cual me hizo recordar aquella caótica noche en la que tuve que huir. Aquello parecía un lugar congelado en el tiempo, nada había cambiado, incluso aquel aroma a lavanda, tan característico del príncipe, invadía cada rincón.
El joven me guió detrás de un retrato, apenas pude reconocer lo que se encontraba en él, parecía ser una pintura de un bosque en Daus, lo cual me hizo preguntarme el significado de ese paisaje en su habitación mas no tuve tiempo de preguntar sobre ello, pues Asra llamó mi atención señalando un lugar en la pared en donde fácilmente pudo abrir una puertecilla dándonos acceso a una nueva habitación. Había pasado por tantas entradas ocultas que comenzaba a sospechar que sus aposentos eran más bien un laberinto.
—Disculpa tanto misterio —comenzó a hablar al notar mi confusión—. Pero creo que eres la persona correcta para saber esto...
Dentro había una pequeña habitación completamente iluminada, llena de artefactos que mis ojos jamás habían visto.
Paseé la mirada por todo el lugar, allá donde mis ojos vieran habría algo nuevo por descubrir.
Caminé con cautela mientras me maravillaba por todo aquello que residía en el lugar, había máquinas tan pequeñitas que bien podrían parecer un juguete, algunas colgaban del techo, otras se encontraban en los estantes, pero lo que más me sorprendió fue, en medio de la habitación, observar una esfera de luz con tal potencia que iluminaba todo claramente como si fuera de día.
—Has atrapado el sol... —dije maravillada.
Asra rio enternecido.
—Es una bombilla —explicó mientras se paseaba orgulloso por la habitación—. Puede iluminar a través de electricidad.
—¿Electricidad?
Asra hizo una mueca intentando explicar mejor de lo que hablaba.
—Imagina un rayo, todo su poder puede ser replicado para lograr iluminar esta habitación.
Abrí mis ojos como platos.
¿Cómo había capturado un rayo en una esfera tan pequeñita? Aquello me parecía algo fantástico, ni siquiera en mis sueños más improbables podría imaginar algo así. Aún más intrigada no pude evitar preguntarme ¿Cuánto tiempo había pasado diseñando cada una de las cosas dentro de aquella habitación?
Caminé cuidadosamente en el reducido espacio que tenía para moverme a través del lugar mientras, Asra explicaba cada una de las cosas que había creado, algunas no podía comprenderlas del todo, otras me parecían tan necesarias que me sorprendía que nadie más lo hubiera hecho antes.
A pesar de todas las maravillas dentro del lugar, lo que más me fascinó fue un pequeño mecanismo, parecido al de un reloj, el cual al darle cuerda comenzaba a tocar una delicada canción gracias a una placa y tubo metálico.
—¿Tú hiciste todo esto?
—Se podría decir que sí —respondió algo renuente—. Aunque la mayoría no lo he inventado yo, creo que no hubiera podido imaginar tantas cosas, pero cada uno de estos prototipos los he fabricado yo, es eso de lo que quería hablarte.
le inspeccioné con curiosidad al momento en el que él frotaba su nuca, ahora él era el que se encontraba nervioso.
—Supongo que has oído hablar de lo que pasó antes de la boda de Navani —comenzó a explicar refiriéndose a la invasión de Nadhera a manos del príncipe Hari de Perang.
—El reino sigue de luto desde entonces —respondí como todos lo hacían cuando escuchaban hablar de ello.
—La invasión no tenía el objetivo de matar a mis padres, sino de encontrar tres libros —añadió.
Sabía la historia de aquella noche de memoria como todos en el reino, mas nunca había escuchado hablar de tres libros o del príncipe Hari buscándolos.
—¿A qué te refieres?
Una expresión de tristeza invadió el rostro de Asra al tener que recordar todo por lo que había pasado. Tragó saliva antes de continuar, podía notar lo mucho que esto le dolía.
—Te contaré una historia —añadió—. Sobre una princesa y dos viajeros.
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