6. En el nombre del... ¿Bien?
Abro mis ojos con lentitud debido a la pesadez de mis párpados. Mi cuerpo reposa en la cama de una sala, hago un ligero movimiento en mis manos, despertando a mi cuerpo.
— Blair, ¿logras escuchar mi voz?
Una silueta borrosa descansa sentada a mi cuerpo tumbado. Me observa, pero no puedo reconocer de quién se trata.
— Me alegro de qué estés bien, no quise asustarte Lo siento.
Parpadeo varias veces, mi visión se enfoca en el rostro de Aiden, qué me mira con arrepentimiento.
— Tú... — Alzo mis manos hasta alcanzar la cabecera en la que reposa mi cabeza, y con cólera la lanzó a su rostro.
Me coloco en pie con rapidez, pero, mi visión me traiciona, todo mi alrededor da vueltas y de nuevo mi espalda reposa en la cama.
— ¡Tranquila, de verdad qué no te haré nada!
— ¡Te parece insignificante lo qué ya has hecho! — Entrelazo mi mirada con la de Aiden, y él, nervioso, desvía su mirada.
— Lo hice para protegerte, Blair. Confiaste demasiado en ti, ¿crees que aquello te salvaría de la muerte?
— No trates de protegerme, Aiden. No te interpongas en mi camino nunca más. — Con cautela separo mi espalda de la cama, sentándome en ella hasta qué mi rostro está a la altura del de Aiden. — ¿No ves lo qué has hecho? Ese chico pequeño... Esperaba ser salvado.
Aiden suelta un suspiro, llevando su mirada a la mía. — Nadie está aquí para ser salvado. Nuestras vidas acabaron el día en el que contemplamos la aurora boreal, junto a ese piano... Cómo si fuese programado.
— Así que, tú también escuchaste el piano.
— Sí, así es. Todos lo hicieron, aquella sinfonía resonó a través de todos los dispositivos de Wagner, y finalizó con.. Ese insoportable sonido
Sus ojos se entristecen, trata de contener las lágrimas con una sonrisa nerviosa.
— Este periodo de tiempo sólo es... La espera a la muerte. — Masculla Aiden, cabizbajo. — Deseando qué su llegada se retrase. Día tras día.
— Yo no le temo a la muerte, es sólo qué... Me da miedo no cumplir la promesa que un día le hice a alguien antes de qué muriera. — Me pongo en pie, dándole la espalda a Aiden.
Lágrimas traicioneras nublan mi visión al recordar la voz desgarradora de la madre de Lucky antes de morir.
Yo prometí que le protegería, pero siento qué me estoy quedando sin tiempo.
— Espera. — Aiden agarra mi mano.
— No tengo tiempo.
— Blair. — Su voz es serena, no cómo su mirada, qué en el silencio pide a gritos que no me vaya. — Daniella ha muerto. Hallaron su cuerpo sin vida al finalizar el experimento DHK.
Me mantengo en silencio, al asimilar que Aiden contempló a Amon a su lado antes de que sólo quedase su cuerpo.
— No importa qué digan que fue un suicidio, porque eso sólo cubre las espaldas de quién acabará con nosotros. ¿Irónico, no? Brindamos seguridad a quién asesinó a nuestros seres queridos. Blair, él fue el último en estar con ella.
— Ja. — Finjo una risa, desviando mi mirada de la suya. — Entiendo que odies a Aaron, deberás, a veces siento lo mismo que tú. Pero aquello es demasiado.
— Blair, callarte a ti misma no hará que llegues a la cima. Alguien ya ha llegado en silencio, mientras intentamos cazar a quién ya nos ha cazado.
— Aaron no es quién crees. — Miento, dándole de nuevo la espalda, avanzando hasta llegar a la puerta.
— Esperé qué me serías sincera. — Susurra, su voz se quiebra. — ¿De qué lo conoces, Blair? Quizá con tú información podamos llenar su registro en este refugio, ya que su nombre no aparece por ningún sitio.
Mis piernas quedan inmóviles. La seguridad de Aiden hacia sus sospechas no podrá desvanecerse de ninguna manera llegados a este punto.
— Estás obsesionado. — Espeto, sin mirar sus ojos.
— No. Es sólo que le soy fiel a quiénes quiero, no voy en contra de mis principios. Blair, estás cubriendo las manos qué mataron a tú padre. Esta es la realidad, aún escapando de este lugar nadie espera por ti.
Lágrimas caen sobre mis mejillas, mientras el rostro de quien quiero permanece en un recuerdo qué se volverá borroso. El frío se extiende en mi cuerpo y me debilita, pero, aprieto mis puños evitando que me consuma y vuelvo hacia Aiden. Frente a frente, cólera y dolor se enfrentan a quién sólo quiere hacerme despertar.
— Si ganamos permaneceremos en la pena y en recuerdos, observaremos el reloj esperando a qué queden nuestros huesos, ¿quieres vivir así? Porque para mí, eso no es vida. Descubre al culpable, adelante, yo también quiero ganar para luego rendirme. No quedará nada más de mí cuándo consiga mi último objetivo.
— Blair, ganaremos si hacemos saber a los demás que entre nosotros está el enemigo, les mostraré a todos qué no hay ningún registro de Aaron entre todos los refugiados, que se infiltró entre nosotros y sabe nuestros pasos. Ganaremos, para luego rendirnos juntos. Deja que esa sea mi meta.
— Aiden yo...
— No me importa no cumplir mi meta y esperar a que el reloj marqué la hora de desvanecernos, si te quedas a mi lado hasta qué todo acabe.
Me alejo de él, de nuevo en dirección a la puerta.
— Fuera de este lugar están los cuerpos sin vida de las personas que le dieron sentido a mi vida y los lugares en los que crecí... Yo no pertenezco a este lugar. Mientras tú dejas pasar los qué podrían ser los últimos momentos de tú vida, déjame morir intentando demostrarme qué intenté cumplir lo qué algún día me prometí. — Lágrimas caen sobre mis mejillas, entrelazo mi mirada con la de Aiden por última vez antes de salir de la habitación.
¿Dónde estoy?
A mi alrededor, las salas son distintas que las de mi distrito. Están destrozadas y la poca higiene abunda en los pasillos.
El sonido de unos platos suena desde el final del pasillo y sigo caminando. Es una cocina, asomo mitad de cuerpo, tratando qué se me vea lo menos posible. En frente de unos platos con sobras de alimentos, hay un pequeño cartel.
Platos distrito 2.
Una mujer agarra varios platos de esa zona, colocando todas las sobras en sólo un plato.
— Yo me quedaré con este plato.
— ¿Cómo? — Otra mujer aparece, ella limpia sus manos húmedas en su bata blanca. — Gladis, no puedes coger tanta cantidad. Ten en cuenta qué es comida para todo el distrito.
— ¿Qué importa, Petra? Los del distrito dos comen todo lo de su plato, ya no dejan nada para los demás ¡No seré yo quién coma menos!
¿Cómo? Entonces, ¿comen lo que dejamos de nuestro plato?
— No creo que sean los del distrito dos, los del distrito cero y uno van antes. Nosotros los del distrito tres somos insignificantes.
Mi estómago se remueve al saber qué el alimento qué he estado recibiendo han sido sobras del distrito cero.
Entonces, en estos momentos estoy en el distrito tres. ¿Aiden me trajo hasta aquí? ¿Cómo lo hizo?
Me adentro a una habitación que da lugar a otro pasillo. Varios murmullos de personas me desorientan, hasta que, la veo a ella. Su espalda reposa en la pared, sentada en el suelo, sus ojos apenas pueden mantenerse abiertos, la madre de George Allen. Mi anterior paciente a Lucky, qué falleció un día después de su cumpleaños.
— ¿Sussan? ¿Está bien? — Me arrodillo frente a su cuerpo, sus labios están morados y su rostro pálido. — Necesitas Necesitas comer algo.
— Blair...
— Vuelvo enseguida.
Rápido me dirijo al final del pasillo, dónde se encontraba la cocina.
— Hacía tanto tiempo qué no comía este plato... Casi se me olvida el sabor. — Las voces de las mujeres suenan mientras me acerco a la puerta, se ríen a carcajadas mientras comen sin parar.
— ¿Qué estáis haciendo? ¡Salir ahora mismo y repartir la comida entre todos los refugiados del distrito tres! ¿Creéis qué estáis de charla en un bufé libre? ¡Fuera se mueren personas de hambre!
— Lo sentimos. Nosotras...
— Vosotras nada, fuera de este lugar. — Hago un ligero movimiento hasta poder observar el interior de la habitación. Debido a la diferencia de trajes, inquiero qué la mujer enojada es la jefa de la cocina.
Una de las mujeres esconde el plato en el qué había reunido varias sobras de comida para ella sola. — Eh, Petra. Trae ese plato, ¡si lo descubre la jefa nos dejará sin comer!
— Cállate y anda para adelante, a ti no te hace falta comer tanto, ¡tu cuerpo tiene reservas!
— ¿Qué estás diciendo? ¡Siempre comes de más desde qué llegamos a este lugar!
— ¡Fuera de la cocina, ya!
— Sí, jefa. — Dicen al unísono antes de salir de la cocina.
— Buitres. — Mascullo, antes de coger el plato escondido junto a unos cubiertos y llevarlo conmigo hasta llegar al pasillo dónde se encuentra la madre de George.
Me arrodillo frente a Sussan, su mirada encuentra la mía y luego observa el plato con una sonrisa. — Lo siento por no haber traído más, pero, esto servirá para qué puedas recuperar tu estado.
Sussan agarra los cubiertos, preparada para probar el plato. Posa el cuchillo en la carne, pero, no ejerce ningún movimiento. Lágrimas se deslizan por sus mejillas y sus labios deshidratados se separan antes de escuchar su voz quebradiza. — Su mente se volvió más oscura desde qué te conoció.
La sonrisa se mantiene en su rostro, lágrimas la rodean.
— Blair, tratas de ayudar a los demás, pero, ¿crees que de verdad lo haces sin siquiera encontrarte a ti misma? No hagas que tus problemas aumenten el vacío de otros. Mi hijo... Se pasó durmiendo todo el día, dijo, qué celebraríamos juntos su cumpleaños al siguiente día, y a la mañana siguiente le llevé una tarta con velas de sus dibujos favoritos preparadas para recibir un deseo, a un cuerpo sin alma.
Sussan agarra con fuerza el cuchillo, su respiración se vuelve agitada, comenzando las hiperventilaciones.
— Tú ayuda solo perjudica. No trates... De ayudarme... Antes de qué acabes conmigo... Seré yo quien acabe contigo.
Entrelaza su mirada con la mía, sus ojos ensangrentados me miran con cólera antes de alzar su mano, la hoja del cuchillo profundiza en mi brazo, y me alejo de ella cubriendo la herida con mi mano entre gemidos de dolor.
— No fue mi culpa, ¡no lo fue! — A pesar de qué mi cuerpo sea el que sangre, mi corazón hiere a cada latido observando la mirada de cólera de Sussan.
De nuevo recibo la culpa de los motivos por los qué derramé lágrimas, pero, nadie te cree hasta verte sangrar. A veces, ni siquiera el dolor que recibes es suficiente para qué el resto te crea, tan sólo acepta la culpa, vendando ojos tristes qué no quieren aceptar la realidad.
— ¡Tú hiciste qué perdiese el único motivo de mi vida! ¡Era mi hijo! — Se pone en pie, tirando el plato al suelo convirtiéndolo en pedazos afilados, agarra el cuchillo con las dos manos, preparada para acabar con mi vida. — ¡Eres una asesina! No deberías estar en este lugar... ¡Deberías estar en el mismo lugar que mi pobre hijo! ¡Bajo tierra!
Pero, no aceptaré la culpabilidad de nadie, porque mi cuerpo no acepta más puñales por tratar de sanar otras heridas.
Sussan, se arrodilla ante mi cuerpo tumbado llevando el cuchillo a mi pecho, ganando la furia en su interior a pesar de qué, las lágrimas de sus ojos muestran dolor.
El cuchillo cae al suelo. — Lo siento. — Susurro antes de incrustar el resto afilado del plato en su cuello, sus ojos se abren cómo platos y lleva sus manos al cuello sin apartar su mirada ensangrentada de mis ojos, qué derraman lágrimas mientras su sangre gotea sobre mi rostro.
Mi cuerpo reacciona a pesar de estar en blanco, aparto su cuerpo del mío. Me mantengo en el suelo, sujetando mis rodillas con mis brazos mientras mi rostro se vuelve un río de lágrimas sin poder apartar mi mirada del suyo, qué le rodea un charco de sangre mientras sus ojos miran al techo sin ninguna emoción.
— ¿Qué he hecho? — Susurro mirando mis manos. — ¡¿Qué he hecho?!
Sus pisoteadas frenan frente a mis espaldas. — Estás tan acostumbrada a brindar tú esencia, que no piensas que hay seres que justo se alimentan de eso.
Bufo al reconocer su voz.
Amon.
Volteo mi mirada hasta encontrarme con la suya. Sus ojos grisáceos me observan sin mostrar emoción alguna. Viste con una camisa de complexión que destaca su figura atlética, unos pantalones con estampado militar y unas botas negras que superan la altura de sus tobillos. Parece que ha encontrado otra víctima, lleva prendas distintas a las que vi por última vez antes de que desapareciese.
Inclina su cuerpo hacia mí, su cabello oscuro cae sobre los lados de su rostro y alza su mano ofreciendo su ayuda para levantarme del suelo ensangrentado. Pero rechazo su ayuda y desvío mi mirada de la suya, de nuevo encontrándome con el rostro sin vida de Sussan.
— No creas a la culpa, siempre es un obstáculo cuándo tenemos un objetivo. — Escucho sus pasos alejándose de mí, pero, frena y su voz suena desde el otro lado. — ¿Te vas a quedar lamentándote en el suelo cuándo puedes hacerlo habiendo alcanzado la meta?
Sangre, el charco es más grande y mi herida arde cada vez más.
No me rendiré, no sin haber cumplido la promesa.
Entre sollozos de dolor, me pongo en pie, apretando la herida y comenzando el trayecto. Mi cuerpo empieza a traicionarme y siento que mi alrededor gira en círculos a mi alrededor, pero, allí está él, se acerca a mí y agarra mi mano. — Aiden.
— Blair, estás sangrando, ven conmigo yo...
— Puedo curarme sola. Aiden, gracias.
Él voltea su mirada hasta encontrarse con la de Amon, qué me espera al final del pasillo apoyado a la pared. — No elijas el camino incorrecto. — Susurra llevando de vuelta su mirada a la mía.
— Cualquier camino qué llegue a Lucky es el correcto. — Avanzo, hasta darle la espalda a Aiden, en el rostro de Amon se forma una sonrisa maliciosa que desquicia a Aiden.
— Nos vemos al final de la meta, Blair. — Su voz quebrada suena a mis espaldas, volteo a darle un último vistazo. Aiden sonríe entre lágrimas, pues, después de alcanzar nuestras metas, nos espera la muerte.
Le devuelvo la sonrisa. — Nos vemos, Aiden.
Al lado de Amon camino en silencio, ninguno se atreve a hablar. Así hasta llegar al distrito de medicina, los guardias no vigilan las puertas de los distritos cosa que me extraña. Me adentro en una sala, preparada para curar mi herida. Coloco el botiquín en el tocador, puedo ver mi rostro reflejado en el espejo, un rostro melancólico, apenas puedo reconocerme. A mis espaldas Amon está sentado en una silla giratoria con las manos en sus costados, observando con cautelo cada movimiento que realizo.
— Me diste la espalda cuándo te necesitaba. Cuando Lucke también te necesitaba. — Mascullo rompiendo el silencio al tiempo que coloco una gasa sobre mi herida.
— Si te di la espalda fue para cubrir la tuya. — Inclina su cuerpo hacia adelante colocando sus codos sobre sus rodillas, un mechón oscuro cubre su peculiar mirada gris y de un resoplido lo vuelve hacia dónde estaba.
Finjo una sonrisa antes de posar mis manos con ira sobre el tocador. — Creo, qué tienes un concepto muy diferente del pacto que hice contigo. ¿Quieres qué te diga por qué?
Volteo mi cuerpo y avanzo unos pasos hasta estar frente a él.
— Te ofrecí seguridad en este refugio, infiltrandote cómo uno más. Pero, decidiste actuar cómo tú naturaleza lo hace, matar, matar y matar. Bien, gracias a tú instinto estás en el punto de mira, ¿la has matado, cierto? Has matado a Daniella, mientras yo estaba siguiendo los pasos de Lucky, sola, sin poder haber hecho nada.
Llevo mi dedo a su mandíbula, levantando su mirada hasta ver mi rostro reflejado en sus cristalinos ojos.
— Me dijiste qué me matarías si te soy un obstáculo, pero eres tú quién me está alejando de la meta.
Una media sonrisa se desliza en sus labios y en su mejilla se dibuja un hoyuelo. No luce cómo una sonrisa pícara, si no, aterradora.
Aparta mi dedo de su mandíbula y se levanta de la silla, colocándose frente a mí, recordando la diferencia de altura. Imita mi gesto y lleva su dedo a mí mandíbula. Llevo mi mirada de su pecho a sus ojos grises.
— Matar a uno de tú especie te hace olvidar que sigues siendo uno de ellos. — Masculla, sus ojos grises se vuelven oscuros, cómo si la sangre cayese en agua, pigmentando su iris, mostrándome su verdadero color. Mostrándome quien de los tiene el poder.
— Tú instinto no te facilitará las cosas. ¿Sigues sin darte cuenta qué el arma más poderosa es el juego mental? — Bufo, apartando con ira su dedo de mi piel.
Coloco mi mano en su pecho, sintiendo a través del tacto, cómo sus latidos se aceleran de una manera inhumana por la cólera en su interior.
— Estás en el punto de mira, no tardarán en actuar. La maldad humana cruza límites cuándo dejan de lado lo qué nos hace humanos, amar, racionar... En el fin del mundo no les será lamentable acabar con un niño de nueve años a quién retienen cómo si no fuese igual de humano qué ellos, porque saben, qué el daño indirecto hacía el enemigo es mayor que si lo hieren a él mismo. El sufrimiento puede ser algo tan doloroso, al igual que para otros placentero. ¿Quieres probar la primera opción, Amon? Ser herido por un humano no será un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, nosotros siempre nos herimos con balas invisibles al corazón.
— Refugiados, lamento por haberos hecho esperar. — La voz del presidente suena a través de los altavoces del pasillo. — Nuestro mundo ha quedado destruido y nosotros no hemos podido defenderlo, pero, nunca es tarde para demostrar qué es a nosotros a quién le pertenece. ¿Dónde quedaron las vidas qué nos hacían vivir? ¿Dónde quedaron las familias qué nos hacían sentir? Ni aún escapando del mal nos sentiremos bien, permaneceremos en la penumbra olvidando lo qué al corazón hacía latir cómo el sabor de una comida qué ya no podremos repetir. Nuestros hogares, nuestros lugares, ahora son un cementerio. ¿Rendiremos nuestros cuerpos hasta que queden fríos, sin antes haber luchado en el nombre de nuestros fallecidos? Entre nosotros se esconde el rival, y junto a él, dos humanos que lo retienen cómo si él no fuese el enemigo. ¡Cómo si él no los hubiese destruido!
La televisión antigua de la sala se prende mostrando una imagen de mi rostro junto a mis datos. — Ella es Blair Clark, debido a no partir de ningún dato del infiltrado, mostramos a su acompañante con el objetivo de qué, vosotros: soldados, familias, médicos... La encuentren, para darle inicio a nuestro experimento final. — Está vez, aparece una imagen de Lucke junto a la mía. — Estés dónde estés, Amon... En el nombre del bien, yace la perversidad... Tus puñales se clavarán a otros cuerpos que sí sienten. Démosle comienzo a la cacería. Volvamos a darle sentido a nuestras vidas.
Una lágrima se desborda sobre mi mejilla rodeando la sonrisa que se forma en mi rostro mientras observo los ojos del asesino de mi padre. Mi mano aún está en su pecho, pero, sé que más allá de lo físico nada late por sentir, sólo por seguir. — Esto tan sólo acaba de asegurar que el daño indirecto hacía el enemigo es mayor que si lo hieren a él mismo.
Alejo mi mano de él, caminando hacia el espejo hasta darle de nuevo la espalda y ver su rostro reflejado en el espejo observando en silencio cómo seco mis lágrimas.
Ambos tenemos el mismo objetivo y residimos en la misma dimensión, pero las agujas de su reloj quedaron estancadas y las agujas de mi reloj avanzan hasta traspasar mi cuerpo.
Su mirada gris se dirige hacia la puerta, y camina hasta llegar a ella en silencio. Asiento, volviendo a mirar al espejo, observando mi rostro pálido en el que abundan lágrimas qué llenan mi vacío de umbría. Pero, no me importa ser carne de cañón si él logra conseguir mi objetivo. Ni siquiera me esfuerzo en llevar mi mirada a la puerta, sé qué él ya no está ahí.
Las puertas de entrada al distrito: tres, dos, uno, cero. Han sido desbloqueadas.
Aquella voz robótica anuncia lo mismo repetidamente. Anuncia, qué sólo es la espera a qué encuentren mi cuerpo. Todos los humanos que han quedado desalojados del caos han sido unidos por la cólera y de la mano de la venganza, aunque, saben qué sus vidas acabarán antes de tiempo, algunos es lo que desean...
— Seca tus lágrimas y vámonos. — Su voz grave me hace brincar en el sitio.
Los latidos acelerados de mi corazón despiertan a mi cuerpo, desvaneciéndose el frío qué me llevaba a la decadencia. — ¿Por qué sigues aquí?
— Tenemos un pacto. Pueden ser doscientos armados que no recibirás ninguna bala si vienes a mi lado. No dejaré qué te hundas en el caos que yo he creado y no volveré a darte la espalda.
Camina hacía mí, alzando su mano, preparada para qué yo le ofrezca la mía.
— Eres insoportable.
— Tú lo eres más, Blair.
Poso mi mano sobre la suya con una sonrisa. — Bien, mantengamos el pacto por Lucke.
Pero, la sonrisa se desvanece tan rápido al observar a las espaldas de Amon, en la puerta, a Aiden agarrando un arma en sus manos apuntando sin tambalear. La seguridad en él mismo acelera mis latidos.
— Un placer vernos de nuevo, Blair. — Masculla, mostrándome una sonrisa tierna sin bajar el arma.
Su dedo roza el gatillo, Amon no aparta su mano de la mía y busco su mirada, pero, mi atención la recibe las venas zafiras qué contrastan en su pálida piel y aparecen desde sus manos, las cuales siento a través del tacto, pero... Esta vez no avanzan hasta llegar a su rostro, se mantienen en su mano y él agarra mi mano con más fuerza, suelto un gemido de dolor cómo si agujas perforarán mi mano y un líquido recorriera mis venas.
El arma cae al suelo.
Aiden deja caer el arma cómo si estuviera observando una obra de Dios, sus ojos pardos se nublan por las lágrimas pero aquello no le hace apartar la mirada de un punto fijo y la sigo con confusión, pero, cuándo logro ver lo que él contempla asombrado, aún me vuelvo más confundida.
Las venas de mi mano se oscurecen cómo si la oscuridad pintara mi sangre, hasta qué, mi mano queda igual a la de Amon. Llevo mis ojos brillosos de nuevo en búsqueda de la mirada de Amon, y observo sus ojos rojos por primera vez mostrando una emoción combinada entre otras: asombro, desasosiego, añoro...
¿Qué está pasando?
Unas llaves caen en mis pies, desvío mi mirada, Aiden las ha tirado. — ¿Y esto?
— Es una trampa. Las puertas del distrito cero siguen bloqueadas, son las que dirigen al lugar del presidente, es lo que quieren, que cuándo lleguéis seáis retenidos sin poder cruzar las puertas. Pero, si lográis batallar contra ellos aquí tenéis la llave para cruzar. — Explica Aiden, recogiendo su arma del suelo. — Le tememos a los demonios, sin conocer lo qué nosotros somos.
Amon separa su mano de la mía con gentileza, desvaneciendo las venas zafiras de nuestra piel. — Vámonos, Blair.
Asiento con la cabeza y pasamos al lado de Aiden, parándome junto a él, entrelazando nuestras miradas. — Gracias.
En su rostro se dibuja una sonrisa, sus ojos pardos brillan. Avanza hasta estar frente a Amon e inclina su cuerpo regalándole una pequeña relevancia. — Al fin de cuentas, estoy frente a un Dios. — Su voz se vuelve un susurro, antes de mirar a los ojos de Amon. — Hacer sangrar a la humanidad duele menos que uno de tú especie lo haga.
Amon asiente, antes de señalar con la mirada el camino al que ir. Me despido de Aiden a través de una sonrisa agradecida y avanzamos, corriendo pasillo tras pasillo.
Mi respiración se agita al ver que nadie vigila los pasillos, hay completo silencio y sólo nuestros pasos irrumpen. ¿Dónde está la gente? Mis pies golpean el piso pero Amon posa la mano en mi cintura frenando mi cuerpo de inmediato, mirando al frente.
Sollozos.
Miro al horizonte, un niño con la misma vestimenta de Lucky está arrodillado en medio del pasillo, cubriendo su rostro con sus manos. Su cabello es dorado, igual al de él.
— ¿Lucky? — Pregunto y deja de sollozar. — ¡Lucky!
Amon se mantiene en silencio, sin apartar su mano de mi cintura. — No te quedes ahí. — Mascullo, apartando su mano de mi cuerpo y corro hasta llegar a Lucky.
Me arrodillo hasta estar a su altura y abrazo su cuerpo con una gran sonrisa rodeada de lágrimas de emoción.
He alcanzado mi meta.
— ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño? — Me alejo unos centímetros sin interrumpir el abrazo. Sus manos siguen cubriendo su rostro.
— Yo — Dice, su voz se quiebra. — Lo siento.
La sonrisa de mi rostro se borra de inmediato, con terror, observo su rostro cuándo baja sus manos.
— Yo...¡Por favor déjenme ver a mi mamá, ya hice lo que me pidieron! — Exclama desviando su mirada de la mía, y la sigo, hasta ver a varios hombres levantando sus armas hacia mi cuerpo y entre ellos, el científico, sonriendo de oreja a oreja.
— ¡Fuego! — Abrazo el cuerpo del niño cuándo aprietan el gatillo. Lo qué pensé que era un reencuentro, tan sólo era una trampa, separaron a un niño del lado de su madre convirtiéndolo en un cebo que acabaría muriendo con la presa.
Cierro mis ojos, mis párpados tambalean y lágrimas caen sobre mis mejillas. Unos brazos rodean mi cuerpo con fuerza y abro mis ojos, puedo ver la mano qué entrelaza sus dedos con los míos, de nuevo, aquellas agujas traspasando mi piel, ya no duele, quizá por el miedo.
El niño pequeño ya no derrama lágrimas al ver el zafiro recorrer mis venas, queda sorprendido y mira mis ojos pero ni yo misma puedo darle explicación.
Amon cubre mis espaldas con su cuerpo abrazado al mío. Balas caen al suelo mientras una gran sombra nos cubre. Miro el suelo confundida, en él veo la sombra del ala de una entidad divina que es perforada por las balas y escucho un gemido de dolor en mi oído antes de qué aquella sombra desapareciese, quedando con su forma humana, qué resiste un tiroteo en sus espaldas. Balas qué perforan su piel y atraviesan su cuerpo.
Esconde su rostro en mi cuello, su respiración ya no acaricia mi piel. Su mano ya no agarra la mía con la misma intensidad. Observo el suelo, las balas que caen ya no son plateadas, está vez contienen un antídoto transparente en su interior.
— ¿Amon?
Espeto su nombre, pero no hay respuesta.
— ¡¿Amon?! — Suelto un grito desgarrador y los soldados bajan sus armas esperando la reacción de Amon. Libero mi cuerpo de sus brazos y busco su mirada, pero, sus ojos descansan y acelerada tomo su pulso.
Vive.
— Oh, pequeña. — Pasos se acercan a mí, se ríe a carcajadas. — ¿Crees qué es igual de débil que tú y que yo?
— ¿Qué es esto? — Me pongo en pie frente al científico que me mira con una sonrisa maliciosa, mostrándole la bala con un antídoto en su interior. — ¡¿Qué es?!
— Está compuesta por tiopental sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio. ¿Sabes qué quiere decir eso? Su cuerpo ha recibido inyecciones de oxigeno. — Dice, señalando su espalda cubierta de agujas. — Y un tiroteo con grandes cantidades de lo qué a 5 gotas lo llamamos inyección letal... Y a pesar de todo, ¡aún vive! ¡Hombres llevenlo a la cúpula!
Soldados agarran mis brazos con fuerza. — ¿Y qué hacemos con ella?
— Déjenla, no tiene nada más que perder. — Masculla, dándome una última sonrisa antes de voltearse. — Vamos, Blair. Lo bueno está a nada de comenzar.
— ¡Sueltenme! ¡Déjenme verlo! — Una mujer aparece entre la multitud, empujando a los hombres armados con lágrimas en sus ojos.
Al observar al niño pequeño, qué aún sigue arrodillado en el suelo, en su rostro se forma una gran sonrisa y extiende sus brazos. — ¡Ethan! ¡Hijo mío, estás bien! — Se arrodilla junto a él antes de rodear su cuerpo con sus brazos.
— ¡Mamá! ¡Lo he visto!
— ¿Qué? — Ella acaricia su cabello con gentileza. — ¿A quién, cielo?
— A él... ¡El monstruo nos ha salvado! ¡De sus espaldas salieron alas!, y... Y agarraron sus manos, y... ¡En las manos de la señorita aparecieron venas negras! — Su mirada busca la mía. — ¿Verdad, señorita?
Trago saliva, pues la mujer aleja a su hijo de mi lado. — Vamos, Ethan. — Agarra su mano, aterrorizada, alejandose de mí junto a su hijo. — Ella es un monstruo... Cómo él.
Monstruo...
Volteo mi mirada hacia mi alrededor. Blanco. Las paredes están intactas, resaltan el vacío. En el suelo hay balas perdidas y a mi derecha, una ventana cubierta por una madera. Camino hasta llegar a ella, la madera no cubre toda la ventana y acerco mi rostro hasta ver el exterior.
Un nudo se forma en mi garganta al contemplar los colores apoderándose de la noche, dejando caminos qué recorren estrellas fugaces iluminando la oscuridad.
Quién diría que la belleza qué el ojo humano es capaz de contemplar, es tan sólo la amenaza del caos el cuál viene a devastar.
La estrella fugaz ilumina su camino traspando la oscuridad más inmensa, dejando a su vez polvo estelar, desvaneciendose cada vez que avanza. Hasta qué no quede nada de ella.
Y supongo que aquello es una invitación a imitar su brillo. Avanza hasta qué tu esencia sea polvo, en honor a tú guerra.
Pasillo tras pasillo. Las barreras qué llamamos límites desaparecen cuándo aceptas el final escrito, y aquello lo vuelve más emocionante, ya que no temo llegar o no, porque si no alcanzo mi meta me espera el mismo destino: la muerte.
Lucky, ¿dónde estarás?
La presión hiere mi pecho al recordar sus ojos tristes. Al final del pasillo, un hombre introduce un código en un panel de una puerta, una luz verde aparece y se desvanece con la misma velocidad, el pomo se dirige hacia abajo y el hombre se adentra en la habitación.
Cuándo la puerta se cierra, observo el cartel pegado en ella.
HABITACIÓN 000
— Está habitación... Es la primera habitación del distrito cero. Debe ser aquí.
Camino hacia ella. Las teclas están numeradas con decimales sin llegar a un número entero.
El código está formado por decimales A pesar de estar observando al hombre adentrarse a esta habitación, no pude observar con claridad la clave.
Piensa, Blair ¿Llevó su dedo a la izquierda? Oh ¡No logro recordar!
0,01 0,03 Son números impares que acaban en el 0,09.
Impares.
Los únicos números que descansan en mi cabeza son el doce y el nueve, gracias a aquella voz robótica, encargada de susurrarlo a través de la ventana.
Ahg, ni siquiera intentaría ese código en una puerta de un refugio. Cualquier Dahaka lo pondría.
Aunque, no está dado en las teclas. Quizá, sumando impares
Alzo mi dedo, posando sobre la tecla: 0,05, de nuevo 0,05... Llevo 0,10... Está vez dos veces 0,01... Ya van 0,12... Sólo queda el nueve.
0,05 0,03.. 0,01
0,12 y 0,09. Ya está.
Silencio. Mi mirada está fija en el pomo, el cuál sigue intacto. Ninguna luz ilumina mi camino y cierro mis ojos, soltando un suspiro. Pero, antes de voltearme, aquella luz verde parpadea y la puerta se abre ligeramente.
De nuevo dirijo mi mirada a la puerta, trato de avanzar pero mis piernas quedan inmóviles. Mis latidos se aceleran al reconocer que usan el código del enemigo, si no es de ellos, ¿de quiénes se protegen a través de está puerta?
Trago saliva antes de avanzar un paso.
El seguro del arma me desubica y de nuevo quedo inmóvil, con un arma empujando mi cabeza a mis espaldas.
— ¿Crees que me protejo en una habitación de los ruidos que residen en mi cabeza? — Su voz grave retumba en mi oído y suelto una risa entre lágrimas, asumiendo la derrota cómo si pudiese escuchar la voz de mi interior decir:
¿Cómo no levantaste sospechas de quién brindó seguridad en un apocalipsis?
Antes de que la lágrima se desborde sobre mi barbilla, un gran golpe provoca que mi cuerpo pierda el equilibrio y caigo al suelo.
Estoy perdiendo la consciencia, pero puedo verle sonreír mientras recoloca su corbata y guarda el arma con la cuál acaba de golpearme.
— Una vez que las voces residan en tú cabeza... No habrá forma de ganar, presidente. — Mascullo, dando victoria a la inconsciencia cuando todo se vuelve oscuro.
Nota de la autora.
¡Hola! ¿Qué te ha parecido este capítulo?
Si has llegado hasta aquí... Déjame decirte que te has acercado al final de esta historia. El capítulo 7 será el final. Aviso, ¡agarra pañuelos!
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