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3. Sigue avanzando.

— Vamos ¿Por qué no me llamas? ¿Volviste a olvidarme, papá? — Mis manos temblorosas sujetan mi teléfono mientras espero su llamada, a pesar de estar a menos de cuatro metros.

Sé qué está ahí. Sé que su cuerpo se desangra al otro lado de la ventana.

Vacío, ningún recuerdo puede llenarlo, sólo aumenta su tamaño y siento qué no hay nada más que perseguir porque todo está perdido, lo he perdido para siempre.

La carretera en la qué se encuentra mi única meta, se ha separado con una gran grieta. Dejándome con dos opciones; caer en el abismo o saltar sobre él. Aunque quizá sólo haya una opción, quizá aunque salte, caeré en él. Aunque no será peor destino qué el infierno que hay a mi alrededor.

Pero no quiero abandonarlo, no quiero abandonar la esperanza que brilla en sus claros ojos, que ahora observan con cautelo una hoja de papel, con música en sus oídos para evitar escuchar el desastre y dibujando para dejar escapar todo aquello qué quiere descansar en nuestra mente.

No quiero abandonarte, Lucky.

Los rayos de sol se esconden detrás de la cortina, mientras qué suspiro con profundidad tratando de recordar qué soy quien debe mantener la calma.

Un cumpleaños, que se convierte en un nuevo día para sobrevivir.

De nuevo aquella sirena, retumbando en mis oídos y en los de Lucky qué se deshace rápidamente de los auriculares conectados en el portátil, del qué también suena la sirena.

— ¡¿Qué pasa?! — Exclama él, cubriendo sus oídos.

Me coloco frente al televisor, el color rojo ilumina la habitación y las letras se reflejan en mis ojos.

Mensaje del presidente

Buenos días a todos aquellos qué estén ahí, escuchándome, después de superar la larga noche.

Todos los supervivientes tienen un puesto, un hogar junto a mí y la sociedad qué formamos Wagner.

Todos sois recibidos en un refugio del que dispondréis de depósitos de agua, alimentos, suministros médicos y todo lo necesario para continuar con nuestras vidas está vez desde cero.

A las 09:30 pasará un autobús militar en la estación de Wells para ser recibidos en el refugio. Únicamente, no habrá otra hora, no habrá ninguna parada qué desperdicie la luz del día.

No habrá ningún obstáculo.

Hacemos todo lo posible, espero que este mensaje haya sido recibido.

Bendita sea nuestra patria, bienvenidos sean los más fuertes.

— ¿Iremos a un refugio?

— Hay que permanecer unidos mientras se acaba el mundo, Lucky.

Suspiro, lanzando el teléfono sobre la cama.

— Podría haber dado está información antes, él sabía lo que iba a pasar. — Masculla Lucky.

— ¿Qué te hace pensar que sabía que una situación paranormal pasaría?

— ¿Qué te hace pensar que no es así cuándo yo mismo lo sabía? Quizá él también los escuchó. Escuchó las voces.

— Puede ser. — Digo, acariciando su cabello, tratando de enfocar mi mirada en su dibujo.

— ¡No lo mires! Es Es un regalo.

— Está bien No miraré nada.

Lucky me muestra una sonrisa y me siento junto a él, observando sus ojos en silencio antes de hablar.

— Tenemos que caminar hasta la estación, no podemos perder nuestra única oportunidad.

— ¿Crees qué allí estaremos mejor? — Pregunta entristecido.

— Creo que aquí estaremos peor.

Han pasado 60 minutos. Cogí una pequeña bolsa con lo necesario, y a pesar de qué mi talla sea la triple de Lucky, le presté mi chaqueta, con la que no podía verse su manos y parecía que caminaba en las calles mientras el mundo se acaba con una bata.

— Mira — Lucky señala un árbol, en el qué dos sogas atadas a él sujetan dos cuellos de personas que decidieron ponerle fin a este infierno.

— Sigue avanzando, Lucky. — Él agarra mi mano, acelerando el paso. — El autobús pasará en 6 minutos, no podemos perderlo.

No podemos perder nada más, porque todo lo demás ya está perdido. Y aquí nos encontramos, caminando en carreteras bañadas de sangre alrededor de cuerpos sin vida; asesinatos, suicidios, accidentes Coches convertidos en chatarra, cristales por los suelos

Caos, destrucción y muerte bailando al mismo tiempo.

No te queda de otra qué mirar al horizonte y decir; sigue avanzando.

Pero mis piernas quedan inmóviles al ver su cuerpo tumbado en el suelo. Su cuello está desgarrado, su rostro tiene un color amarillento y sus ojos ensangrentados miran el cielo.

Mauro.

Perdí mi trabajo, perdí a mi padre del que pensaste que era afortunado por no recordarme, perdí. Pero, es una victoria verte muerto en mis pies, hijo de puta.

— ¡Blair! ¡Lo veo! ¡Veo el autobús!

Desvío la mirada de Mauro y rodeo el cuerpo de Lucky con mis brazos hasta sostenerlo en peso y poder correr hasta llegar a nuestra única oportunidad.

Llegamos. Junto al resto de gente superviviente subimos al autobús militar. Dos soldados nos supervisan de arriba a abajo mientras cogemos asiento. Asientos unos frente a otros, observándonos en silencio mientras la incomodidad invade el ambiente.

Ha iniciado nuestra ruta, probablemente somos cien personas, contando el autobús qué nos persigue a nuestras espaldas.

En este autobús sólo somos 30 personas, y entre ellas 4 niños pequeños contando a Lucky. Cosa que no le gusta a algunos pasajeros qué miran a los niños con ira acumulada.

— Lucky, agárrate a mí. — Susurro cuándo el pasajero de enfrente comienza a apretar sus puños hasta que sus nudillos se vuelven de color rojo.

— Bájate del maldito autobús. — Gruñe el hombre, dirigiéndose a Lucky.

— ¿Qué está diciendo señor?

— ¡Bajen al niño del jodido autobús! ¡Ya! — Exclama está vez, golpeando el asiento provocando que todos brinquemos del susto en nuestro sitio.

— Blair— Lucky se agarra con fuerza a mi brazo cuando el hombre se levanta con furia del sitio, agarrando el cuerpo de Lucky en peso. Arrebatándolo de mi lado.

— ¡Lucky! — Rápido me pongo en pie tratando de agarrar su mano. — ¡Déjalo en paz jodido loco!

— ¡Los niños no deben estar en este lugar!

El autobús frena de inmediato, algunos cayendo al suelo al perder el equilibrio, chocándonos unos contra otros.

— Usted. — La voz del soldado hace qué el pasajero se distraiga y aprovecho para arrebatarle a Lucky, volviéndolo a tener a mi lado.

— Soldado, escúcheme, aquí solo debemos estar los fuertes, ¡usted lo sabe, joder! ¡Los débiles deben ser eliminados!

Las puertas del autobús se abren dejando ver los cuerpos desmembrados en la carretera.

— Teníamos una norma que usted nos ha obligado a irrumpir. — Espeta el soldado agarrando un arma. — No debemos tener ningún obstáculo qué desperdicie la luz del día.

Espeta antes de presionar el gatillo provocando qué la bala perfore la frente del pasajero.

Gritos, gritos de los niños pequeños mientras sus madres cubren sus ojos, en cambio, Lucky observa su cuerpo cayendo al suelo del autobús con enfado. No es algo nuevo para él que la muerte camine cerca suya, nada qué le sorprenda.

— Siéntense todos en sus asientos, por favor. — Ordena con serenidad el soldado, agarrando el cuerpo del pasajero, lanzándolo junto al resto de cuerpos sin vida en la carretera.

He perdido la noción del tiempo, me dejo llevar por el color melancólico del cielo. Ya no hay rayos de sol, las nubes grises se han encargado de ocultarlos para qué combinen con el mal ambiente del autobús militar. Los niños siguen llorando, abrazando a sus madres y otros pasajeros gritan para que ellos callen.

— ¿Mi mamá estará allí? — Suelta Lucky y siento cómo mi piel se vuelve pálida automáticamente.

— La buscaremos una vez que lleguemos.

Lleva su mirada al suelo, desolado, luego observa tras la ventana el cielo.

— Está anocheciendo. — Susurra ansioso.

— Pasajeros, estamos a tan sólo unos 3 minutos.

Suspiros, sonrisas, lágrimas de emoción El refugio se podía ver a través de las ventanas.

— Ya está cielo, ya estamos a salvo. — Dice una mujer, acariciando el cabello de su hijo cuándo el autobús estaciona.

Los soldados se ponen en pie, agarrando sus armas. — Muy bien, ¡deben correr antes de qué la puertas se cierren!

— ¿Me está vacilando, señor? ¡¿Cree que esto es un juego?! — Exclama un hombre, alzando sus manos.

— No, caballero. Las puertas están programadas para cerrarse cuándo termine el anochecer, una vez sea la noche estarán cerradas y nadie podrá entrar al refugio, ¡corran antes de qué ellos vuelvan!

— Vamos, pequeños, ¡corred! — La mujer agarra a sus hijos, saliendo al exterior.

— ¡Vamos, vamos! — Ordena el soldado.

Agarro la mano de Lucky, dejando atrás el autobús. Las puertas estaban cerrando, cada vez más rápido.

Lucky se para en seco y trato de llevarlo conmigo pero suelta mi mano.

— ¿Lucky? ¡¿Qué estás haciendo?!

— ¡Es mi mamá! ¡Es mi mamá! — Un coche rojo viene en nuestra dirección. Una mujer con el rostro cubierto de sangre lo conduce.

— ¡No hay tiempo! ¡Todos dentro! — Exclama el soldado sosteniendo nuestros brazos, llevándonos con ellos a la fuerza hasta el interior del refugio.

— ¡No, dejarla entrar! ¡Es mi mamá! ¡Mamá, estoy aquí! ¡Corre, mamá! — Lucky trata de liberarse, pero es imposible.

Lágrimas caen sobre sus mejillas. Llevo mi vista a la noche, ya era la hora. En el cielo aparecen criaturas que separan las nubes con sus alas, dirigiéndose al refugio.

— ¡Lucky, estoy aquí! ¡Cielo, gracias a Dios estás vivo! — La mujer deja el coche atrás, corriendo alzando sus brazos preparada para abrazar a su hijo.

— ¡Ya están ahí, puertas bloqueadas! — Exclama el soldado, una vez en el interior.

— ¡No, no! ¡No pueden dejarme fuera! ¡Él es mi hijo!

— ¡Mamá! — Los llantos desgarradores de Lucky hieren mi corazón, y entrelazo miradas con la mujer.

— ¡Cuídalo, por favor! ¡Por favor! ¡Cuida a mi pequeño! — Exclama, frenando sus pies.

— ¡No! ¡Mamá, sigue avanzando!

— Te quiero, Lucky. — Susurra entre lágrimas.

Y entre la distancia del suelo y la puerta, logra adentrarse. Provocando que los ojos de Lucky se abran como platos al ver el rostro de su madre, ya qué, es lo único que logró entrar en el interior, la cabeza que fue separada de su cuello por unas garras.

— ¿Mamá? — Lucky camina hasta llegar a lo único que quedó de ella, arrodillándose frente a su cabeza y colocando su pequeña mano en su cabello, observando sus ojos abiertos de los que aún caen lágrimas. — No te No te abandonaré. Porque ya lo has hecho tú. — Sus llantos ahogados provocan que lágrimas caigan sobre mis mejillas.

— Ya está bien, separar al niño de

— ¡Es mi madre!

El soldado se mantiene en silencio cuándo miro sus ojos con furia, evitando qué hiera más el corazón de Lucky.

— Supervivientes. Lo siento, por este trágico acontecimiento. — El presidente camina hasta llegar a Lucky, que sigue arrodillado en el suelo.

— Tú Podrías haberlo evitado. — Comienza a decir, entre sollozos.

— Lucky. — Advierto cuándo en el rostro del presidente se forma una sonrisa.

— He evitado que todos muráis, pequeño.

— Has dejado morir a mi madre, ¡podría estar en este momento a su lado! ¡Al lado de su cuerpo con vida!

— Deberías alegrarte de qué estés en un lugar cómo este, mientras más gente está muriendo ahí fuera.

— Usted sabía que iba a pasar esto, ¿se alegra de estar en un lugar cómo este o de la gente que está muriendo? Porque ya veo su sonrisa mientras ve a un niño de ocho años llorándole a su madre, ¡qué está muerta!

Mis ojos se abren, al ver a Lucky poniéndose en pie. Enfrentando al presidente mientras las personas susurran a mis espaldas.

— ¿Cómo te llamas, pequeño? — El presidente se arrodilla hasta estar frente de él.

El presidente observa el suelo, un papel doblado cae del bolsillo de Lucky.

— ¿Qué es eso?

— Es un regalo.

Aquel dibujo, es aquel dibujo que Lucky no me dejó observar antes de salir de casa.

— ¿Puedo verlo?

— No.

Ignora las palabras de Lucky y alza su mano para alcanzar el papel doblado, abriéndolo y observando el dibujo.

— ¡Le he dicho que no! — Exclama Lucky, sus manos tiemblan. Cómo si hubiesen descubierto un secreto que trata de ocultar.

— Creo que He encontrado lo qué estaba buscando. — Susurra con una sonrisa malévola en su rostro.

Lucky entrelaza su mirada con la mía, su cuerpo tiembla cada vez más.

— ¿Ibas a dárselo? — Observo con claridad el dibujo, y admito que estamos en un grave problema.

En el dibujo se podía observar una criatura gigante, con las características de Amon, juntando su gran mano con la de un niño pequeño que parecía ser Lucky.

— No iba a dárselo. — Susurra Lucky, mintiendo.

— Haremos que lo vea, ¿no es lo que quieres?

El presidente camina hasta la ventana y lo lanza al exterior antes de cerrarla con la misma rapidez que la abrió.

— Retenerlo. Nos va a ser de ¿Ayuda? — Dice él, antes de soltar una carcajada.

— ¡No! ¡Lucky! — Trato de llegar a él pero un soldado empuja mis hombros con fuerza provocando que caiga, golpeando mi cabeza contra el suelo.

— ¡Blair! ¡Soltarme! ¡Blair, ayuda! — Escucho su voz de fondo, mientras trato de volver a orientarme. Pero es imposible, mi visión se nubla y después de varios parpadeos logro ver borroso cómo cuatro soldados se llevan a Lucky, mientras el presidente va tras ellos.

— Lucky Sol Soltarlo.

— Señorita.

Estoy sentada en lo que parece ser un despacho. Frente a un escritorio en el que al otro lado se encuentra un soldado con una libreta.

— ¿Cómo he llegado aquí? — Pregunto acariciando mi mejilla adolorida.

— Quedó inconsciente al recibir un golpe y la llevamos aquí. Necesitamos saber algunos datos sobre usted, será tan solo unos minutos y podrá descansar.

— ¿Cree que voy a descansar? ¡Yo soy quién debe cuidarlo! De nuevo he vuelto a fallar, ¡joder! Soy yo quien debe mantener la jodida calma, ¡¿por qué parece que es al revés?!

— Señorita Por favor. El niño está a salvo con nosotros, podrá verlo mañana.

— Mañana

— ¿Puede decirme su número de documento?

Comienzo a decirlo, mientras recuerdo el rostro de Lucky observando la muerte de su madre.

— ¿Qué letra dijo?

— Y.

— Blair Clark, de 25 años, ¿verdad?

— Así es.

— Genial, ¿su profesión?

— Soy psiquiatra.

El soldado queda en silencio investigando la pantalla de su ordenador, hasta parecer haber encontrado algo.

— Perfecto. Marcus, llévela al distrito 1.

— ¿Medicina? — Pregunta ese tal Marcus.

— Sí.

— Ha sido un placer, Blair. — Dice él , y persigo al soldado hasta llegar a un ascensor.

— ¿Cuántos distritos hay?

— 3. Sólo 3.

— ¿En qué lo clasifican?

— Las personas dormirán en un distrito dependiendo de su profesión, si son de ayuda dormirán en niveles altos. Usted estudió medicina, por lo qué nos será de ayuda y debe permanecer en el distrito 1.

— ¿Y en el distrito 3, quiénes se encuentran?

— Gente no especializada o especializada en cosas qué no nos son útiles. Deberán tener un aprendizaje para subir de distrito, en el distrito 2 se encuentran gente con capacidad de manejar armas, ya sean soldados como yo u otros, según su nivel pueden incorporarse al distrito 3

— ¿Sabe dónde se encuentra el niño que fue junto al presidente? ¿Lucky?

— Está en el distrito 0.

— ¿Qué? Dijiste que solo habían 3 distritos.

— Es el distrito más esencial, dónde se encuentra el presidente.

Distrito más esencial.

Persigo al soldado, qué agarra unas llaves abriendo una puerta de la que supongo que será mi habitación, y así es.

Cuándo me adentro en ella quedo en silencio, observando la ventana.

— ¿Por qué Por qué hay ventanas?

— Las ventanas están formadas por un vidrio más resistente qué el vidrio templado, incapaz de romperse.

— Pero sí pueden abrirse.

— ¿Le supone un problema, señorita? ¿Acaso no está lo suficiente capacitada para estar en un lugar cómo este? Todos los que se encuentran en este sitio son los supervivientes, si no puede mantener la ventana cerrada en la noche, es por qué entre nosotros hay alguien débil.

— No me supone ningún problema a mí. Lo decía por el resto de personas.

— Está bien. — Dice antes de salir de la habitación, dejándome sola, observando el exterior a través de la ventana.

Otra vez te has vuelto a fallar, Blair. Lucky no está a tú lado.

Has dejado que se lleven tu única esperanza, y ahora estás frente a una maldita ventana, mirando cómo el mundo se vuelve un juego de supervivencia.

Tengo que hacer algo, ¿de nuevo vas a quedarte sentada entre lágrimas qué luego tendrás que derramar cuándo lo hayas vuelto a perder todo?

No.

No puedo perder nada más.

Desvío mi mirada de la ventana, pero al escuchar los golpes en ella vuelvo a mirar rápidamente.

Cubro mi boca, al verlo de nuevo.

Movía sus alas negras mientras golpeaba el cristal sin parar. Su rostro mostraba furia y retrocedo unos pasos sintiendo cómo los latidos acelerados de mi corazón golpean mi pecho.

Posa la palma de su mano sobre el cristal, observando mi rostro y cada movimiento que realizo con cautelo.

— No voy a abrir la ventana, no caeré en vuestras trampas, malditos demonios.

Amon vuelve a golpear la ventana con sus dos manos, parecía acelerado. Observo que en la mano derecha formada un puño tiene un papel en su interior.

— ¿Qué? ¿Qué es eso?

Parecía entenderme, él abre el papel y lo pega contra el vidrio. Es el dibujo que había hecho Lucky.

Quiere adentrarse en la habitación, quiere que abra la ventana qué ni con sus fuertes golpes no puede romper.

Pero, ¿esto es parte de su juego?

Recuerdo sus palabras, las palabras que Lucky dijo.

— Amon muestra la forma de un demonio, ¿confiarías en un humano en una situación así? ¿Sabiendo que puede ser un demonio adoptando la forma de quién quieres?

— Él no es cómo los demás.

¡Joder! ¿Confiar en un humano? ¿Confiar en un jodido demonio?

— No confío en nadie, ni siquiera confío en mí. — Susurro antes de abrir la ventana.

El gran cuerpo de Amón se adentra en el interior de la habitación y elevo mi cabeza para encontrarme con sus ojos, perdiendo el equilibrio y chocando mi espalda contra un mueble. Su cabeza llega al techo.

Abro mi boca, no puedo formar ningún sonido ya qué el shock no me permite ni gritar, ni mucho menos Amon, que coloca su gran mano en mi boca y con la otra me indica qué me mantenga en silencio.

— Sh. — Mis ojos derraman lágrimas cuándo observo su rostro.

— Señorit — La puerta de la habitación se abre, adentrándose el soldado en ella. — ¡Joder! — Exclama sacando su arma, preparado para disparar.

Pero el arma cae al suelo.

Junto a su cuerpo.

Las garras de Amon han desgarrado con profundidad su cuello, provocando qué un río de sangre bañe el suelo.

Mi espalda sigue pegada en el mueble, qué me mantiene en pie, dándome el equilibrio que necesito mientras observo a Amón quitarle el traje al soldado.

¿Qué está haciendo?

Antes de poder reaccionar, lanza su cuerpo por la ventana cómo un traste y la vuelve a cerrar.

Mis ojos se abren cómo platos al contemplar un gran aura negra, un vapor qué quema su piel oscura dejando ver una piel pálida. El vapor invade la habitación, rodeando su gran cuerpo que disminuye su gran altura, y cae al suelo.

Cae al suelo un cuerpo, un cuerpo humano.

El mismo que vi aquella noche, la noche que lo conocí.

— Amon. — Susurro, caminando hacia él.

Sus ojos rojos se abren con rapidez, poniéndose en pie y vuelvo a retroceder, alejándome de él.

Su cuerpo estaba desnudo, sin ninguna prenda que lo cubriera.

Desvío mi mirada hacia un lado, mientras mis mejillas se coloran. Él se coloca los pantalones del soldado, y vuelvo a mirarlo, sin incomodidad.

Ya veo, la ropa es parte de su plan.

Se coloca la chaqueta del soldado, las mangas se ajustan sus fuertes brazos.

Amon camina hacía mí. A pesar de tener una estatura normal mi cabeza llega a su pecho.

— Blair. — Su voz grave me provoca escalofríos.

Su acento me hace entender qué no será fácil comunicarnos.

Trago saliva antes de formular la pregunta, cómo si se me estuviera olvidando hablar. — ¿Qué Tienes pensado?

Amon agarra el papel, señalando el cuerpo del niño pequeño dibujado.

— Lucky. — Susurro.

Él asiente, observando mi mejilla.

¿Qué estás mirando?

Alza su mano, llevándola a mi mejilla y rápido cubro mi rostro asustada.

Él, con suavidad agarra mis manos, apartándolas de mi rostro, entrelazando mi mirada con sus ojos rojos.

Respiro agitada cuándo posa su mano en mi mejilla adolorida, debido al golpe del soldado.

Temes de nosotros Vosotros son los únicos monstruos. — Espeta antes de apartar su mano de mi mejilla con desprecio y alejarse de mí, mirándome con superioridad.

Trago saliva, mientras mis ojos se entristecen.

— Blair, llévame llévame con él.

Él quiere a Lucky.

Y no me importa lo que derrumbe en su camino, si vuelvo a ver la esperanza en sus ojos claros.

Probablemente, esto era la introducción de una masacre.

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