2. ¿Confiarías en un humano?
— Lucky, colócate detrás de mí. — Fuerzo la voz, mis piernas tiemblan y sé qué en cualquier momento perderé el equilibrio.
— ¿Puedes verle? — Pregunta avanzando hacia la ventana, ignorándome por completo. — Sí qué puedes.
— Lucky. Por favor, ven conmigo.
Mi visión se nubla cuándo queda frente a la ventana.
Alza sus manos llevándolas a ella, cuándo doy unos pasos hacia adelante la extraña criatura dirige sus pupilas dilatadas hasta encontrarse con mis ojos.
No es real, no es real.
Su sonrisa se vuelve más amplia y en mi mente transcurre la imagen de un dibujo hecho por Lucky.
Y no era un simple dibujo de una mente atormentada, era lo qué él veía noche tras noche a través de la ventana.
— Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve.
Su voz robótica daña mis oídos y mis rodillas caen contra el suelo al perder el equilibrio.
— Blair. — La voz de Lucky es serena, ignora el hecho de qué aquella criatura nos observa a menos de un metro y coloca las cortinas escondiendo el exterior.
— Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve. Doce, nueve.
Suelto un gemido de dolor cuándo la voz se eleva, retumbando por un oído y luego en el otro. Cómo si aquella voz me hablase desde el interior de mi cabeza.
Lucky coloca las palmas de sus manos sobre mis oídos, haciendo el sonido más ameno. Sus ojos azules están enrojecidos, pues ahora mismo trata de devolver el equilibrio qué él ya había perdido con tan sólo ocho años.
Cojo aire y coloco mi mano sobre su cabello castaño. Él había contemplado este ser de verdad y los demás pensaban qué era una enfermedad. Yo lo había pensado.
— Cálmate, Blair. Él no puede entrar aquí.
La Biblia, Amon, no tienen paso Lucky parece conocer el lado oscuro qué toda humanidad desconoce.
Pasaron unos minutos hasta volver a mantener la calma, creyendo que no había pasado nada. Mintiéndome para no estallar de nuevo.
— ¿Cómo has llegado a mi casa?
— Me lo dijo él.
— ¿Él?
Lucky traga saliva y desvía su mirada de la mía.
— Antes de salir de clase, te hice un dibujo. Salías agarrando mi mano. — Comienza a decir con una sonrisa.
— Eso está genial.
— Sí, pero cuándo volví a casa, alguien había visto el dibujo, y no sólo eso, había roto la hoja en forma de cruz sobre ti. — Entrelaza su mirada con la mía. — Hizo una forma en el papel, parecida a la de una casa, dentro de ella colocó el número 24. Me estaba guiando a ti.
— Te estaba guiando a su trampa, y ahí está, detrás de una cortina que esconde su retorcida sonrisa. Esto no puede ser verdad Somos parte de un juego demoníaco No, no
Trato de respirar profundamente una y otra vez. Conteniendo mis sollozos mientras Lucky parece recordar algo con un rostro melancólico.
— Cuándo vi el dibujo, quise contarle la verdad a mamá. Pero, ella estaba cuidando a bebés porque no encontraba otro trabajo y papá nos había dejado sin nada. Entonces, la señora Brenda cuidaba de mí mientras mamá tenía que marcharse, pero ella Ella estaba sobre la cama, con un bote de pastillas en su mano y sus ojos mirando al techo sin parpadear. Así que salí de casa y busqué el número 24.
Un nudo se forma en mi garganta. Él había presenciado otra muerte. Sin decir nada, rodeo su delgado cuerpo con mis brazos, aunque no sabía si la intención del abrazo era calmar su miedo, o calmar el mío.
— Blair, él no ha sido.
— ¿Qué?
— Quién has visto tras la ventana, no ha sido quién ha estropeado mi dibujo.
Con rapidez me separo de él hasta encontrarme con sus ojos. — ¿Quieres decir que hay más de ellos?
Lucky asiente lentamente y traga saliva, preparado para contarme sus recuerdos.
— Una noche salí a buscar a papá sin avisar a mi madre, ella estaba llorando desolada porque él no volvía, así que dejé la cabaña atrás y grité su nombre una y otra vez. Pero no contestaba. El cielo oscureció por completo, no entendía qué había pasado, así que asustado estaba decidido en volver a la cabaña, pero, lo vi a él. Vi cómo separó un cuerpo con sus garras. No podía moverme, no sabía qué estaba viendo, hasta qué él me vio a mí. Pensé que acabaría cómo la persona que había asesinado y me sentí culpable porque yo también habría abandonado a mamá. Pero, él llevó su garra a su boca, indicando qué me callase, que no dijese nada de esto y me dejó ir.
— ¿Me dices qué se comunicó contigo y te dejó ir?
— Sí, aquel gesto fue suficiente cómo para entender qué debía mantenerlo en secreto, pero, él me ha estado observando. Sabe qué te he contado el secreto, y él no quiere que sea descubierto hasta el comienzo de la noche doce. — Alza su mano, apuntando con el dedo la pantalla del ordenador. — Y él hará sangrar otra vez, cómo aquella noche.
Sigo su dedo hasta llegar al dibujo de Amon.
Pero mi cuerpo se vuelve frío al pensar qué no es sólo un dibujo.
Qué a los monstruos de nuestras pesadillas, no les parece suficiente con descansar en nuestros sueños, si no que ahora quieren descansar en nuestras mentes, después de acabar con nuestros cuerpos.
Lucky, cubrió su rostro con sus manos, que temblaban sin parar.
— Lucky, ¿es está noche verdad? — Mascullo, sintiendo el invierno comenzar en mi interior.
A las doce será la noche del día doce.
— ¿Significa qué no voy a volver a ver a mi mamá? — Pregunta él, cabizbajo rodeando sus rodillas con sus brazos.
— ¿Qué? Claro que la vas a ver de nuevo.
— ¿Me lo prometes?
— Lucky
— No importa lo qué vayas a decir, ¡sé qué mientes! — Él cubre su rostro con sus rodillas encogidas. — No quiero que mamá piense que yo también la he abandonado.
— Lucky, ¿te cuento algo? — Me levanto del suelo, ofreciéndole mi mano para qué se ponga en pie.
Asiente, agarrando mi mano. Caminé hasta la cama, ofreciéndole una manta de pelo para calmar sus escalofríos y subí el volumen de la televisión para callar los murmullos del exterior.
A mi lado, tengo a un chico de ocho años. Ha perdido a su padre, y la crueldad de la oscuridad hizo que volviese a verlo. Muerto. Un cuerpo sin vida, pero sí con alma perversa. Nadie le creía, nadie cree a los niños, y mucho menos cuándo sus mentes no son comunes a la de los demás. Por ello, dicen necesitar ayuda mental, pero una charla o una medicina no callaría el murmullo de aquello qué trato de ocultar con una simple cortina.
Porque a pesar de que su voz esté en el interior de tu cabeza, sus pupilas dilatadas te persiguen a través de tú ventana.
Soy yo, quien debe poner la calma.
¿Pero acaso la tengo?
— ¿Sabes cómo me llamaban en mi ciudad natal? — Pregunto, tratando de ignorar la tormenta del exterior, y de mi interior.
Lucky está ansioso, no quiere que nadie volviese a abandonar a la mujer que le dio la vida.
— Me llamaban Clon. ¿Muy simple, verdad? Personas qué ni siquiera yo conocía sabían quien era mi padre con solo echarme un vistazo. El clon de Wilson Soy su clon. Mi cuerpo se llenaba de alegría como si aquellas palabras fuesen un elixir.
Trago saliva antes de seguir hablando. Lucky me escucha con cautelo.
— Ellos me reconocían con solo ver mis ojos. Ahora él, no recuerda el nombre que él mismo eligió. Todos los días, me llama para recordarme qué no quiere olvidarme, pero vuelve a ocurrir, ¿sabes qué se siente? Día tras día, tratas de recuperar los recuerdos de la persona qué más quieres, y cuándo sus ojos vuelven a brillar cómo antes, el brillo se desvanece y vuelve a abandonarte a través de un: ¿Por qué lloras, joven?
Lucky agarra mi brazo apenado. Ya no estaba ansioso, volvía a lucir sereno.
— Pero en estos momentos, daría lo que fuese por escuchar aquellas preguntas qué hieren cómo puñales. Para luego volver a empezar, y recordar el cumpleaños qué siempre olvida Por ello todos los días me felicita, porque tiene una nota Una nota en grande pegada en su reloj, con mi número de teléfono y un ''feliz cumpleaños Blair''. Aunque se haya olvidado de nuestros recuerdos, recibo su llamada, y voy a soportar lo qué sea para poder contestar su llamada, ¿entiendes, Lucky? Vamos a soportar lo qué sea.
Los ojos melancólicos de Lucky se llenan de valentía al escuchar mis palabras y asiente con la cabeza.
— Doce nueve, doce nueve, doce nueve. — La voz robótica sonó más fuerte y brincamos en nuestro sitio.
Alzo mi mano hasta alcanzar el mando a distancia, subiendo más el volumen hasta qué los cubiertos de la mesa tiemblan.
Doce nueve Si es tú forma de asustar prefiero quedarme sorda.
— Un por qué de estos extraños sucesos meteorológicos. Las imágenes que nos llegan son tan alarmantes como premonitorias. El servicio de meteorología nacional ha emitido alertas por tormentas de costa a costa tras esta devastación sin precedentes. Quédense en casa por ahora.
— La tormenta estallará pronto y mamá se quedará refugiada, por lo qué estará a salvo de los monstruos. — Dice Lucky en un susurro.
— Claro que lo estará. — Afirmo, acariciando su cabello con suavidad.
Me siento mal por soltar cosas al aire de las que ni siquiera confío, pero, a pesar de todo lo que ha torturado la mente de Lucky, en sus ojos aún se refleja la esperanza. La esperanza de un niño pequeño, una esperanza imposible.
Quizá está sea otra oportunidad, una oportunidad para devolverle el equilibrio a alguien. Perdí a George, mi anterior paciente, pero no es la primera vez qué me culpan de la muerte de alguien sólo por intentar ayudar. La primera vez, fue cuando me culparon de la muerte de mamá, aquel accidente de tráfico que salió por todos los telediarios y el qué escuché antes de qué su teléfono se hiciera añicos. Siempre lo pierdo todo, a mamá, los recuerdos de papá, mi trabajo deseado.
Parece qué alguien trata de borrar mi huella.
Sé que mi mala suerte sería perfecta en algunas ocasiones, cómo a la hora de escribir un libro o una película de drama. Pero no soy escrita por una mente salvadora ni mucho menos un personaje de una película de ciencia ficción, aquel que nunca muere.
Su nombre significa suerte, todo lo opuesto a mí, todo lo que necesito. Quizá Lucky sea mi oportunidad.
Llevo mi mirada a él, qué descansa sus ojos mientras su pequeña mano agarra la mía asegurando de qué no me voy a marchar.
Hasta que sus ojos se abren de inmediato.
La habitación se ilumina de rojo, por la pantalla del televisor, al igual que la de mi teléfono y mi portátil. Todas con las mismas palabras, seguidas del mismo sonido que retumba en mis tímpanos y llevo mis manos hasta cubrir los oídos de Lucky.
— ¡¿Qué es eso?! — La voz de Lucky suena distorsionada, apenas puedo escucharlo, pues el sonido hiere mis oídos hasta gritar de dolor.
Lucky, lleva sus pequeñas manos frías hasta cubrir mis oídos, haciendo ameno el sonido.
— Gracias. — Digo, a pesar de qué él no puede escucharme.
No debí haberle subido tanto el volumen al televisor
ALERTA DE EMERGENCIA
Esto no es una prueba, esto es un sistema de emisión de emergencia nacional.
Mientras dure el estado de emergencia no abandonen sus hogares. Si no pueden sobrevivir bajo las condiciones actuales, busquen un refugio de inmediato.
Esto no es una prueba, esto es un sistema de emisión de emergencia nacional.
Mientras dure el estado de
— Dios mío. — Mascullo observando todas las pantallas de los dispositivos de mi alrededor.
— ¡Es el presidente! — Exclama Lucky señalando el televisor.
— Este mensaje será emitido hasta llegar a todas las contreras a través de sus gobernadores. Buenas noches, ciudadanos.
La situación actual sorprende a todos los científicos qué no pueden encontrarle un significado y mucho menos una salvación. Por lo qué sólo puedo deciros qué
aquellos que dicen no ser creyentes, nunca es tarde para aprender a rezar.
Sobrevivir, no os separéis y orar.
Bendita sea nuestra patria. Bendita sea.
— Vamos a estar bien. — Aseguro sin estar de acuerdo, antes de qué suenen unas fuertes sirenas.
Golpes. Golpes en la ventana. Los sonidos desde el exterior superan el volumen del televisor cómo si compitieran con él.
— ¡Apágala! ¡No le gustan los ruidos! — Exclama Lucky buscando el mando a distancia.
Apurada busco entre las sábanas. Rápido apago el televisor y las voces bajan el tono, volviéndose susurros.
Lucky cubre sus oídos con la almohada, cerrando sus ojos.
Enciendo la luz de la mesita de noche, cogiendo de ella mis auriculares y conectándolos a mi teléfono.
— Quizá compartamos gustos musicales. — Mascullo, colocando en sus oídos los auriculares.
— ¿Y tú? — Pregunta él, preocupado.
— No me hacen falta. — Miento, los murmullos estaban provocándome náuseas.
— ¿De verdad?
— De verdad.
Han pasado 50 minutos desde el estado de alarma. Lucky ha logrado entrar en sueño mientras escucha música clásica a todo volumen. Mientras tanto, siento que mis ojeras aumentan hasta llegar a mis mejillas.
De vez en cuándo se escuchan gritos, llantos, cristales rotos Se escucha el caos mientras estoy tumbada en mi cama mirando el techo.
¿Cómo es qué no son capaces de entrar en las casas?
Para mi no supone un problema, por supuesto que no. Pero esto es tan surrealista, qué sólo parece parte de una noche de Halloween al pedir truco y trato.
Poso mis pies en el suelo, pues, el ruido ha pasado a ser completo silencio. Camino hasta llegar a la ventana, apartando las cortinas a un lado. Trago saliva antes de abrir mis ojos y contemplar el exterior mientras Lucky descansa profundamente.
La noche está tan oscura cómo siempre, pero está vez no hay ninguna estrella ni luna que la ilumine.
Un escalofrío recorre mi cuerpo cuándo veo a un hombre caminar semidesnudo a tan solo unos metros de mi ventana. Su abdomen y rostro están cubiertos de sangre.
Su cuerpo cae al suelo y reacciono con desesperación.
¿Quizá deba actuar? ¿O tan sólo seré de nuevo culpable de una muerte? No puedo quedarme parada observando tras la ventana mientras un hombre agoniza a tan solo unos metros de mi, ¡joder, joder!
Calma. No puedes salir de dónde estás, es un suicidio.
Un suicidio, ¿o presenciar una muerte?
Joder, no soy creyente, pero cuándo ponga mis pies en el césped ya puedo estar rezándole a Dios todo poderoso ya qué ni fé tengo en mi.
— Amén. — Susurro antes de abrir la ventana, corriendo hasta llegar al hombre.
Me arrodillo junto a su cuerpo tumbado en el suelo, deshaciéndome de mi chaqueta para colocarla sobre su frío cuerpo.
— ¿Oye? ¡Ven, vamos! ¡Aquí estás en peligro! ¡Ven conmigo!
Analizo su cuerpo en silencio. Su piel pálida y lisa hace contraste con los mechones de su cabello oscuro que se desordenan por la brisa. No tiene ninguna arruga, ni imperfección en ella, por lo qué su edad parecía rondar entre los veintitantos.
Pero hay algo extraño en él.
A su lado, sientes un sentimiento florecer en tú interior combinado con un sentimiento de perdición.
Quizá solo son estupideces mías. Pero, el sentimiento de perdición aumenta cuándo contemplo la sangre que vi antes de poner mis pies en el césped, qué parece estar seca.
— ¿Por? ¿Por dónde sangras? — Mascullo poniendo mi mano sobre su abdomen.
— No es mi sangre. — Susurra antes de qué sus labios se curven formando una sonrisa retorcida en su rostro.
— ¿Cómo? — Mis ojos se abren cómo platos cuándo entrelaza su mirada con la mía. Pudiendo ver mi rostro atemorizado reflejado en sus ojos rojos.
— No — Rápido me pongo en pie.
— ¡Blair! ¡Blair! — Lucky exclama desde el otro lado de la ventana.
Mis pies desnudos golpean el suelo una y otra vez, y justo cuando veo la esperanza en los ojos de Lucky, caigo al suelo y unos brazos rodean mis piernas.
— Lucky — Susurro entre sollozos.
— ¡Déjala Amon! ¡Es mi amiga! ¡Suéltala!
Quedo sorprendida tras escuchar las palabras de Lucky, pero aún más cuándo mis piernas se liberan.
Rápido entro en casa cerrando de nuevo la ventana.
— ¿Lucky, estás bien? — Me arrodilló junto a él hasta estar a su altura, sosteniendo su rostro con mis manos.
Pero su mirada está fija en la ventana así que la sigo hasta observar el exterior.
Quedo boquiabierta, pues, el humano ya no era el mismo. Sus brazos están rodeados por un vapor negro qué derrite su piel y forma un brazo inhumano, mientras qué sus ojos rojos pasan a ser completamente blancos, cómo si su cuerpo estuviese muriendo quemado por un aura oscura qué crea a un ser sobrenatural y te hace percibir a uno de los mensajeros de la muerte, o quizá, la misma muerte personificada.
— Amon. — Escucho la voz rota de Lucky que apoya su pequeña mano en el cristal de la ventana. — ¡Amon! — Repite desolado, cómo si estuviese llamando a un conocido.
— Lucky, no le mires. — Digo sin ni siquiera poder apartar mi mirada del exterior.
Mis latidos se aceleran al ver a la criatura acercarse a la ventana, apenas llegaba a ella, su cuerpo había aumentado de tamaño por lo qué se inclina hasta estar a mi altura. Estando separados tan sólo por un débil cristal. Lleva su dedo a su gran boca y lleva sus ojos a los de Lucky. Indicando que se mantenga en silencio, y antes de qué en su espalda aparecieran dos grandes alas negras, sus ojos se encuentran con los míos.
Mi respiración se agita cada vez más y cubro la ventana con las cortinas. — ¿Qué ha sido eso?
— Él no es cómo los demás. — Lucky frunce su ceño molesto.
— ¡Lucky es un maldito monstruo!
— ¡No, no lo es! ¡No todos lo son! — Exclama pateando el suelo, defendiendo a Amon.
— ¿Qué te hace pensar que no es como los demás? ¡¿Qué te mande a callar?!
— ¡Él asesinó al monstruo que se hacía pasar por mi papá! ¿Los monstruos cazan monstruos?
Me arrodillo hasta estar a su altura. — Quizá quiera el mundo para él. Quizá fuese una trampa, Lucky.
— Él es diferente, ¡es humano!
Suelto un suspiro llevando mis ojos al techo y luego vuelvo a entrelazar mi mirada con la de Lucky.
— Es verdad, lo es. ¡Es humano!
— Ya basta.
— ¡Todos los cuerpos que están tras nuestra ventana están muertos! ¡Amon no es como el resto! ¡Su cuerpo tiene vida!
— Lucky
— ¡Blair, es verdad! ¡Podemos confiar en él!
— ¿Le ofrecerías tu confianza a un monstruo?
— Ya lo he hecho, no todos los monstruos tienen una apariencia que aterroriza, hay monstruos que también son humanos, y los del exterior tratan de asustarnos con apariencias humanas. Amon muestra la forma de un demonio, ¿confiarías en un humano en una situación así? ¿Sabiendo que puede ser un demonio adoptando la forma de quién quieres?
Quedo en silencio cuándo Lucky termina de hablar, ¿cómo puede ser que tan solo tenga ocho años?
— Tienes Razón.
— Blair Blair.— Una voz desde el exterior provoca que mis ojos se abran cómo platos y aparto las cortinas para encontrar su rostro en el exterior.
Cuándo entrelazamos miradas, mi corazón se vuelve frío y una lágrima cae sobre mi mejilla.
30 MINUTOS ANTES, HOSPITAL PSIQUIÁTRICO DE HOLLENWOOD.
— ¿Señor Wilson? — La enfermera entra en la habitación del paciente Wilson, él lleva su mirada hacia ella con una gran sonrisa. — ¿Por qué estás tan feliz? — Pregunta ella, amablemente.
— ¡Me acuerdo! ¡Me acuerdo de ella! — Exclama con alegría el hombre. — ¡Recuerdo a mi hija!
— Eso está genial, señor.
— ¡Tengo que ir a verla! ¡Tengo que ir!
— No, eso no es posible. Señor, lleva 4 días consecutivos diciendo lo mismo y luego pierde la razón. Escriba todo lo que recuerde y manténgase en su habitación. Hay un estado de alarma, nadie puede salir de sus hogares.
— ¡¿Acaso este lugar es mi maldito hogar?!
— Nadie saldrá de aquí.
— ¡Mi hogar está junto a mi hija! ¡Debo salir a verla!
— Señor, no le volveré a advertir. — La enfermera se dirige a la puerta de la habitación y el señor espera ansioso a qué cierre la puerta.
Cuándo la enfermera cierra la puerta tras salir de la habitación, el señor Wilson se dirige corriendo hacia la puerta, pero, está cerrada.
— ¡Dejarme salir! ¡No soy un maldito animal para qué me encierren en cuatro paredes! ¡Tan sólo quiero verla! Sólo quiero decirle Qué de verdad me acuerdo de ella. — Lágrimas caen sobre sus mejillas, mientras golpea la puerta una y otra vez.
Quedando de nuevo sólo, sobre un hilo en el qué camina hasta llegar a su hija pero pierde el equilibrio y despierta en un hospital, desorientado, sólo con preguntas a su alrededor y un número de teléfono escrito en una nota pegada a su alrededor con un mensaje, feliz cumpleaños Blair
— Papá. — Una voz suena desde el exterior, a través de la ventana. — ¿Hi-Hija? — Solloza, corriendo hasta llegar a la ventana. — ¿Hija qué haces aquí?
— ¡Papá! ¡Papá! — Exclama ella, con una gran sonrisa.
El señor wilson abre la ventana, dejando entrar a su hija y la rodea con sus brazos envolviéndola en un fuerte abrazo.
— Feliz Feliz cumpleaños hija. — Dice antes de qué unas garras atraviesen su abdomen mientras los recuerdos pasan por su mente, los recuerdos de su pequeña hija y todas las velas que fueron apagadas con un deseo. — Al fin te recuerdo. — Susurra antes de caer al suelo con los ojos abiertos, mientras una lágrima cae sobre su mejilla, cerca de su última sonrisa.
ACTUALIDAD.
— Papá. — Susurro golpeando el cristal entre llantos.
Siento como mi corazón se convierte en pedazos que hieren mi interior. — FelizCumpleaños.
— Papá, no — Sin pensarlo coloco las manos en la ventana, abriéndola y dejando que pase.
— ¡Blair, no lo hagas!
— Feliz cumpleaños — Repite de nuevo, pero está vez su sonrisa se vuelve malévola, abriendo su gran boca permitiendo ver todos sus dientes afilados. En sus manos aparecen unas grandes garras que se dirigen a mi abdomen.
Y cuándo ya estaba aceptando mi despedida ante esa cruel realidad, aparece él.
— ¡No! ¡No lo hagas!
Unas garras negras atraviesan su cuello, provocando que de sus ojos saliese sangre oscura.
— ¡Papá! No me dejes sola No ¡Lo has matado! ¡Eres un jodido hijo de puta!
Llevo mi mirada a sus ojos blancos, Amon se dirige hacia la ventana, inclinando su alto cuerpo hasta estar frente a frente. Sin ningún cristal que nos separe.
— Blair Amon es quién gobierna el caos. — Susurra Lucky a mis espaldas.
Los latidos de mi corazón golpean mi pecho cuándo lleva su dedo a mi labios al tiempo que entrelazamos nuestras miradas.
Lágrimas nublan mi visión y parpadeo varias veces, pero él sigue ahí. De nuevo aquel sentimiento, un alivio en mi interior combinado con la perdición. Y pude entender, qué en esta cruel realidad, hay un nuevo Dios; Amon.
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