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28. Creo que ya leí esta historia y no me gustó el final

https://youtu.be/osdoLjUNFnA

"Érase una vez, dos personas que nacieron para amarse, pero no para terminar juntas".

Más vale tarde que nunca, ha sido de mis frases menos favoritas, las personas constantemente la utilizan cuando se acobardan por algo y esperan hasta el último momento, cuando algo no es tan importante para ellos y lo dejan hasta el final. Yo no quiero ser el mejor tarde que nunca de nadie, yo quiero alguien que me diga lo que siente por mí en el momento y que no espere a que yo haga algún movimiento, y no estoy hablando sobre ser impulsivo, no, nada de eso. Estoy hablando de estar seguro de lo que uno quiere e ir por ello.

—Nunca me gustó el novio de Andy, ni sus amigos —comenta Sienna a la ligera mientras toma un cojín y se sienta en el piso con su mirada fija en la película. El diario viste a la moda es de nuestras películas favoritas, la podemos ver las veces que sean necesarias y nunca nos aburrimos—. No entiendo porque a él le costaba comprenderla, apoyarla y, sobre todo, estar ahí para ella y ayudarla a que ella alcance sus objetivos.

Ella toma el tazón lleno de M&M que tengo encima de mi estómago y busca los rojos, azules y amarillos y toma un puñado en su mano antes de volver a dejar el tazón sobre mi estómago.

—Sí, Andy se merecía algo mejor.

Sienna asiente lentamente y sigue mirando la película, sin comentar nada sobre porque estoy viendo televisión a las tres de la mañana mientras como chocolate. Ella sabe que algo está mal, pero también entiende que no me siento lista para hablar sobre eso, aunque si soy sincera conmigo mismo, no quisiera nunca afrontar ese tema, solo quisiera dejarlo atrás y olvidar.

¿Por qué él tenía que decirme que está enamorado de mí? ¿Qué sentido tiene confesarme eso ahora?

Antes de eso yo era alguien que estaba feliz y no solo en mi relación, me sentía feliz en mi trabajo, en mi hogar y con mis amigos, entonces tenía que venir Vladimir y decirme eso, como si aquello fuera lo más natural del mundo. Incluso dijo que yo también rompí su corazón, por supuesto, yo jamás tuve la intención que eso sucediera. Porque si hubiera estado en mis manos, nada de esto hubiera pasado.

—Eres libre de hacer tus observaciones ahora —le digo a Sienna.

Ella se lleva un par de M&M a la boca mientras me mira, solo me da una mirada rápida antes de volver su intención parcialmente a la película, la conozco lo suficiente como para saber que todo lo que necesita ella para hacer sus observaciones es una mirada.

—Romi, no necesito un título en psicología para saber que estas así por Vladimir, todas lo notamos —comenta ella sin apartar sus ojos de la televisión, pero con su atención puesta en nuestra conversación—. Llevas así tres días y todo empezó desde que fuiste a ver a Vladimir, ese día regresaste como zombi, te movías en piloto automático y estas utilizando el baile como mecanismo para evitar afrontar tus problemas, por eso te duele la rodilla, porque estás encerrada en tu estudio bailando hasta que ya no puedes más. Intentas estar tan cansada que al llegar a casa solo quieras dormir y de esa forma no pensar en lo que sucedió.

Ella no se equivoca, no es que esperara que lo hiciera, y tiene razón en lo del baile. Lo que funcionó hasta que hoy mi rodilla me dijo que ha tenido suficiente y me tambaleé en medio del estudio vacío cayendo y golpeándome contra el piso. Después de la caída, me quedé tendida en el piso mirando el techo del estudio hasta que mi rodilla dolió demasiado y decidí ponerme de pie y buscar algo para el dolor.

Ojalá fuera el dolor en mi rodilla lo que me mantiene despierta y no el dolor y confusión que hay en mi corazón.

Porque el dolor de mi rodilla va a pasar en unos días, solo tengo que tener más cuidado y no extralimitarme, incluso si no tomo nada para aliviar el dolor, este se irá en unos días, siempre se va. Pero los dolores del corazón no son tan sencillos de aliviar, no hay medicina que ayude a mitigarlos, no basta con un par de días para sanar. Yo intenté aliviar el dolor con el ballet, porque siempre me había funcionado antes, pero, no funcionó esta vez, porque mi corazón me sigue doliendo e irónicamente, Vladimir es el mejor cardiólogo que conozco.

—Vladimir dijo que estaba enamorado de mí, pero no quiero hablar de eso.

—¿Qué es lo que quieres, Romi?

Ella se recoge su rizada melena roja y se gira para mirarme.

—Una amiga.

—Ya la tienes, siempre. Estoy aquí.

Y me siento algo reconfortada por la solemnidad de sus palabras.

Jeremy se ofrece a pasar por nosotras para llevarnos a la casa de Isabella para la cena de acción de gracias, porque Tate está trabajando y se llevó el auto.

—¿Por qué está trabajando este día? —me pregunta Jeremy mientras nos dirigimos al auto.

—Está compitiendo contra el hombre del que ella ha estado enamorada, pero que nunca ha sentido lo mismo por ella y Tate quiere ganarle la campaña. Dijo que nos alcanzará después.

Él abre la puerta del pasajero para que yo suba.

—Pobre Tate —me dice Jeremy—. No hay nada peor que estar enamorado de alguien que está enamorado de alguien más.

Sus palabras me hacen congelar por un momento y parpadeo varias veces mientras le doy una sonrisa algo tensa. Jeremy se inclina para besarme antes que yo me suba al auto.

Sienna y Josie se unen a nosotros y de camino a casa de Isabella, todos nos sumergimos en una conversación sobre cuáles son las mejores comidas de acción de gracias.

Hailey es quien sale corriendo a recibirnos con una gran sonrisa y sus brazos extendidos.

—Llegaron, llegaron —nos dice ella con mucha emoción.

La casa de Isabella desprende esa vibra de hogar amoroso que te hace sonreír y sentir una reconfortante calidez en el pecho.

Isabella llega detrás de su hija y nos saluda antes de tomar el dulce de arándanos que Jeremy y yo hicimos.

—Qué bueno que llegaron, Hailey no dejaba de preguntar por ustedes.

—Y por la tarta de calabaza de Josie —agrega Hailey con una sonrisa.

Todos nos reímos por ese comentario antes de entrar en la casa y saludar a Mason, Daniel y Vladimir que están conversando en la sala.

—¿Necesitas ayuda con algo? —le pregunta Jeremy a Isabella.

Ella pone su brazo alrededor del brazo de Jeremy.

—Obvio —le responde ella mientras se lo lleva hacia la cocina.

Incluso aunque lo intento, no puedo evitar que, en algún momento de mi conversación con Josie, Sienna, Mason y Daniel, mis ojos se desvíen hacia la figura de Vladimir que está de pie cerca de las puertas corredizas que dan al jardín. Lo veo guardar las manos en sus bolsillos, sus hombros están caídos y su mirada fija en nada en particular, asumo que debe estar profundamente sumido en sus pensamientos.

Estoy por apartar mi mirada de él cuando lo veo abrir la puerta y caminar hacia el jardín, su figura se pierde de mi vista y yo retrocedo casi por instinto para buscarlo, pero no lo veo.

—¿Esta todo bien, Romi? —me pregunta Josie.

Yo la miro y le digo que sí, que solo necesito algo de aire y camino, sin saber exactamente porque, hacia donde vi que Vladimir se fue.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta él y creo detectar cierta amargura en su pregunta a pesar que no veo nada de eso en su mirada.

Corre una brisa algo helada, lo cual es muy normal en estas fechas, pero me hubiera gustado recordar eso antes de salir sin mi abrigo. Vladimir se da cuenta de eso y se quita su chaqueta, como el perfecto caballero que es y la pone sobre mis hombros.

Yo le dedico una sonrisa.

—Creo que hace tiempo te dije que yo iría a donde tú vayas —le respondo—. Tú dijiste lo mismo.

—A veces creo que te entiendo, Mina y otras veces, siento que no. Esta es una de esas veces donde no te logro comprender.

Tomo aire y pongo una sonrisa en mi cara mientras le dedico una mirada.

—¿A qué te refieres?

—¿Por qué estás aquí? Deberías regresar con él, ve con él.

Cuando él dice eso, yo en definitiva puedo reconocer la amargura en su voz, y aunque una pequeña parte de mí le gustaría preguntarle el significado de eso, hay otra parte, una mucho más grande y racional, que tiene miedo de lo que podría significar. Porque si empiezo a examinar su tono de voz demasiado de cerca, también tendría que empezar a examinar otras cosas en las que no quiero pensar ahora o nunca.

—Estas actuando como un novio celoso —digo con una media sonrisa, pero cuando mi mente logra procesar con exactitud lo que acabo de decir, la sonrisa se borra de mi cara.

Vladimir no dice nada, pero me estudia con la mirada, hay algo en mi expresión que lo hace callar, pero veo que tiene la intención de agregar algo y ambos sabemos que cualquier cosa que vaya a decir podría traer solo más caos.

Háblame —le pide mi corazón.

No digas nada —le grita mi cerebro.

Su decisión fue la que lo cambio todo, ya no hay opciones para elegir, ya el tiempo de elecciones pasó. No hay vuelta atrás para las decisiones que se han tomado, debemos asumir las consecuencias de las decisiones que nosotros mismos tomamos y sé que él quisiera vivir la vida que ha estado soñando, pero eso no es posible, así que debe dejar de esperar a que caiga el otro zapato y vivir la vida que le tocó. Dejar de culparse por no actuar a tiempo, dejar el remordimiento, la nostalgia y el arrepentimiento.

—Tienes razón, Mina, estoy celoso.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste, estoy celoso, porque tú deberías estar conmigo y no con Jeremy.

Hay algo en su tono de voz que no creo haber escuchado antes de parte de él, y no sé cómo interpretarlo. ¿Está decepcionado? ¿Qué espera él de mí? Porque si ese fuera el caso, sea lo que sea que él hubiera esperado de mí, yo no se lo puedo dar.

—Lo intento, Mina, lo juro, intenté aceptarlo, dejar mis sentimientos a un lado y actuar como si estuviera feliz por ti, porque lo estoy, es solo que... cada que te veo con él, sé que debería ser yo en su lugar y me molesto conmigo mismo por pensar eso, pero es la verdad. Tú deberías estar conmigo y no con él, y sé que no tengo derecho a decirte esto y mucho menos a estar celoso, pero no sé cómo manejar esta situación o como no estar molesto con Jeremy porque actuó primero, porque fue más valiente que yo. Y no tengo idea como se dieron las cosas entre ustedes porque pensé, ilusamente creí que, si tenía sentido para alguien estar juntos, esos seriamos nosotros y me duele que sea demasiado tarde. ¿Incluso si...?

—No —respondo antes que él pueda terminar su pregunta—. No —digo con más convicción esta vez—. Merezco ser feliz y no puedo estar toda mi vida a la sombra de tu pasado, esperando a que te decidas por mí, esperando a ser solo yo, porque merezco que me amen solo a mí. Y tú, no dijiste nada porque en el fondo, aun dudabas sobre lo que sientes por mí y yo no merezco eso. Jeremy me hace feliz y quiero ser feliz, así que, por favor, déjame ser feliz.

Vladimir Black.

Hemos estado andando de puntillas todo el día, tratando de esquivar las minas, de no tomar el tema que cuelga entre nosotros, actuando como si no pasara nada y que ambos estamos bien, porque, ¿no fue eso lo que dijimos al final de nuestra conversación ese día? Ambos estuvimos falsamente de acuerdo que estábamos bien, que el peso de nuestras confesiones no iba a ser una carga difícil de sobrellevar, que podías cargar con eso y avanzar. No se ella, pero al menos yo no he podido hacerlo y ya me he cansado de fingir.

Y la forma en que nos hemos estado evitando estos días no ayudado mucho, todo lo que ha hecho esta distancia que intencionalmente hemos establecido entre los dos, es ayudar a que mi mente siga divagando sobre todos los posibles escenarios en donde ella y yo estamos juntos, cada momento perdido, cada ocasión donde quise besarla, abrazarla y no pude hacerlo porque el miedo me detenía.

Supe en el momento que aquella confesión salió de mis labios, que no había forma en que el resto de la conversación saliera bien y no me equivoqué al respecto.

—... así que, por favor, déjame ser feliz —finaliza ella casi en un susurro.

La forma en que ella me mira ahora es una de las cosas más difíciles que he experimentado, porque no me mira molesta —yo hubiera podido manejar eso—. Ella me mira entre herida y cansada, y yo soy el único responsable por el dolor que refleja su mirada.

Dime que no sientes lo mismo, Mina —quiero pedirle.

Pero hay algo en la forma en que ella me sostiene la mirada, algo en la forma casi vulnerable con la que coloca sus brazos sobre su pecho, como si se estuviera protegiendo para el siguiente impacto, que me impide a mi hablar. Abro mis labios y ningún sonido sale de ellos, los cierro con cierta debilidad y los dejo cerrados, porque cualquier cosa que diga solo la lastimará más.

—Lo siento —le digo.

Pero ella mueve la cabeza sin parpadear, sosteniendo mi mirada y el peso del momento.

—Tuvimos muchos momentos y oportunidades perdidas, Vladimir —me dice ella en un tono bajo y suave.

Ante sus palabras, yo recuerdo vagamente una conversación que tuvimos sobre este tema, sobre cuál era el momento perdido que encabeza su lista, debí decirle en ese momento que era ella, que siempre ha sido ella, incluso cuando aún no lo sabía, porque no hay manera que no sea ella.

—A pesar que lo sé, es difícil aceptar que todo se acabó, incluso aunque nunca comenzamos, Mina.

A estas alturas de nuestra amistad puedo leer lo suficiente a Mina como para saber que ella está pensando lo mismo que yo, con la diferencia que ella está tratando de no pensarlo, de reprimir el pensamiento y lo entiendo, ella tiene a Jeremy, pero yo no tengo a nadie, y no puedo evitar que mi mente regrese a ella.

—Quizás es lo mejor —dice ella y para ambos es muy notorio la duda que hay detrás de sus palabras—. No nos engañemos, Vladimir, este no es un cuento de hadas e incluso si lo fuera, el caballero siempre se queda con la princesa y yo no soy una. Tú siempre serás el caballero sin la brillante armadura y yo la Cenicienta sin corona, dos historias separadas, que jamás se llegan a entrelazar. Debemos aceptarlo y seguir. ¿Qué otra cosa podemos hacer?

Una lagrima se desliza por su mejilla derecha y después otra, yo levanto mi mano para limpiarlas de su cara, pero ella detiene mi mano y yo la dejo caer con fuerza a mi costado.

Ella suelta un leve sollozo y yo la miro tratando de encontrar una manera de solucionar esto, pero por su expresión entiendo que esto no es algo que yo pueda arreglar.

—Quizás —es todo lo que digo.

Romina me mira, sus ojos marrones miran con intensidad mis ojos, mientras sus labios se fruncen un poco, ella me mira como si estuviera intentado poder leer mi mente, creer lo que ella acaba de decir, asegurarse que esto es lo correcto y yo solo espero que mi expresión y mi mirada le digan todo lo que ella espera saber, porque a estas alturas no tengo idea de lo que ella espera de mí. Sé que no quiere una disculpa, porque ya le di una antes, y sé que tampoco quiere hablar de arrepentimiento, entonces no estoy seguro de lo que ella quiere o que más espera que diga.

—¿Hay algo más que quieras decir? —le pregunto.

—No —me responde ella antes de soltar un suspiro y bajar la mirada—. No hay nada más que decir, así que supongo que, ¿realmente hemos terminado aquí?

Ella se quita mi chaqueta de sus hombros y yo la tomo entre mis manos.

Es hora de comprender que lamentablemente no puedo tener aquello que quiero y deseo, pero está bien, porque al menos lo intenté.

—Sí, hemos terminado —le respondo.

En este momento ambos sentimos el peso de nuestras palabras mientras, finalmente, vemos caer el otro zapato. 

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