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27. Las dos caras de la misma moneda

https://youtu.be/pj39gsSStuE

*Este capítulo trascurre a la par con el capítulo anterior, es decir que sucede unas horas antes que Mina vaya a casa de Vladimir. *

Jeremy Upton

Hay días, momentos, pequeños instantes donde me cuesta entender que ella está conmigo, que ella es real y estamos juntos. Que ella me eligió a mí, y tal vez se deba a que nunca me han elegido antes, o lo hacen hasta que conocen a mi padre y el feo y pesado equipaje que cargo, porque cuando eso sucede siempre se van, dicen que es demasiado de sobrellevar y se empiezan alejar, como lo hizo Grace, claro ella después pretendió volver, pero yo había pasado por eso antes y terminé las cosas con ella, porque aunque ella decía que me amaba, en realidad solo quería que yo sea el príncipe perfecto que pudiera lucir ante los demás y yo no estaba interesado en pretender ser algo que no soy.

Pero Romina conoció a mi padre. Supo de mi pasado y se quedó, incluso fue a buscarme.

Entonces considero normal que a veces me sienta asombrado por su presencia iluminando la casa, alejando las sombras de mi vida y dándole sentido a ciertas cosas que me habían dejado de importar, y ella ni siquiera nota el impacto que tiene en mi vida. Como el otro día, que ella estaba sentada en el sofá, con sus piernas cruzadas y revisando algo en su teléfono, donde yo no puedo evitar mirarla, detenerme y observarla, para recordarme que ella es real y que está conmigo.

—Estás haciendo eso de nuevo —me dice ella con una sonrisa mientras la veo levantar la vista de su teléfono—. Pero está bien porque me gusta.

No es la primera vez que ella me descubre mirándola y la primera vez me pregunto la razón, yo le dije la verdad y por la expresión en su cara supe que fue algo abrumador para ella y lo entiendo, también es algo abrumador para mí.

Ella vuelve su vista al teléfono y después de un momento lo mueve en mi dirección para preguntarme si me gustaban unas botas que había estado mirando para utilizarlas en la cena de acción de gracia.

—¿Vamos a pasar acción de gracia juntos? —le pregunto con cautela.

Ninguno de los dos creció en un hogar convencional y con padres amorosos que crearan buenos recuerdos sobre estas fechas, por lo tanto, no somos muy fanáticos de celebrarlas, pero yo le dije antes, que podríamos intentar crear nuestras propias tradiciones y crear buenos recuerdos de esas fechas y ella pareció feliz con mi propuesta.

—Sí, estoy pensando que podríamos preparar el dulce de arándanos, ya que Josie va a preparar la tarta de calabaza e Isabella el pavo, nosotros podríamos hacer aquel dulce y espero que sea algo fácil de preparar —me responde ella—. Además, no puedes deshacerte de mí tan fácilmente.

Ella me da una sonrisa lateral y hay tanta burla en sus ojos como en su mirada.

La preocupación por la celebración que se avecina desaparece y me veo contagiado por su buen humor, por lo que inevitablemente le devuelvo la sonrisa.

—¿Qué pasa si te digo que no quiero deshacerme de ti?

La veo bajar su teléfono y mirarme a los ojos, veo cierta conmoción en su rostro por mi pregunta, pero cuando la conmoción inicial pasa, ella se acerca un poco más hacia mí y pone sus manos en mis mejillas antes de inclinarse y besar mis labios. Cuando se separa de mí, ella sigue sonriendo.

—Es bueno saber eso —me responde ella.

Yo nunca he creído en el destino, ni nada que tenga que ver con la predestinación, porque si algo he aprendido es que las cosas malas no siempre están "destinadas a suceder" que suceden cosas malas porque existen malas personas, que muchas cosas que consideramos destino solo son consecuencias de nuestras acciones, repercusiones a nuestras decisiones. Pero entonces ella me dijo que siempre suele ir a beber café ahí con Vladimir justo antes que yo vaya, que solía irse antes que yo llegara, o que llegaba justo cuando yo me acaba de ir. Fue después de saber eso que pensé que tal vez el destino podría haber influenciado en algo.

Porque la idea de creer que alguien como ella podía ser mi destino... ni siquiera tengo palabras para describir lo feliz que me hace eso.

—¿No deberías ir a la cafetería? Creo que Vladimir te debe estar esperando —le digo cuando veo mi reloj.

Ella mira la hora en su teléfono

—¿No te importa? —me pregunta ella sin moverse, incluso estira sus piernas y las acomoda encima de mis rodillas—. Que me vaya a tomar café con alguien más.

Sus palabras sonaron más a una pregunta de lo que ella pretendía, sin embargo, no baja la mirada o se retracta.

—No vas con cualquiera, es Vladimir, ustedes son amigos y a él le viene bien un amigo, ya sabes que ha tenido que pasar por cosas difíciles, y es bueno que tenga alguien que lo escuche y respalde. ¿Por qué me molestaría? Me alegra que sean amigos, son buenos el uno con el otro.

Veo a Romina hacer una mueca y cuando sus ojos se enfocan en mi hace un leve sonido que suena a molestia, aunque por la forma en que me mira entiendo que su molestia no está dirigida a mí.

—Tú también necesitas un amigo, también has pasado por muchas cosas en el pasado. Deberías dejar de poner las necesidades de otros por encima de las tuyas —me dice ella y a pesar de la leve molestia en su tono, me dedica una sonrisa algo lánguida.

Quiero decirle que no sé cómo hacerlo, que ha sido siempre así, primero cuidando de las necesidades de mis padres y después de las necesidades de quienes me rodeaban, de ahí la idea de ser doctor, para poder curar a los demás. Que nunca aprendí exactamente como poner mis necesidades antes que la de los demás porque nunca nadie le importó lo suficiente como para notarlo —excepto por Isabella, Vladimir y Sean, pero siempre nos cuidamos entre nosotros—. Nadie jamás se preocupó en poner aquello que yo necesito como su prioridad.

Pero no necesito decirle nada de eso porque ella lo entiende.

Es por eso que por más sencillo que parezca este momento ante los ojos de los demás, significa mucho para mí y sé que para ella también. Porque esto se siente como todo lo que alguna vez aspiré, porque ella me hace feliz, me da calma. Yo durante mucho tiempo me concentré en el trabajo, en relaciones que me dejaron un poco más vacío, relaciones que solo tomaban de mí lo que querían y se iban cuando ya no quedaba nada que puedan tomar. Entonces llega ella y hace que todo lo demás valga la pena.

—De todas formas, no voy a ir con Vladimir, porque Sienna y Tate me invitaron almorzar. Veré a Vladimir más tarde.

Veo como ella toma su teléfono y me dice que le enviará un mensaje a Vladimir.

—Tú también haces eso —le digo mientras sus dedos trazan patrones irregulares en la palma de mi mano—. Piensas y te preocupas demasiado por los demás, deberías dejar de hacerlo, al menos por un momento. Respirar hondo y soltar tus preocupaciones.

—A veces pienso que si hago eso me voy a caer.

Yo atrapo su mano entre la mía y le dedico una sonrisa.

—Si sientes que vas a caer, recuerda que yo siempre estaré ahí para atraparte.

Ella se acomoda con cuidado en mi regazo, toma mi rostro entre sus manos y deja que sus pulgares recorran con suavidad mis mejillas, mientras yo sonrió ante la reconfortante sensación de sus palmas contra mi piel. Me insta a mirarla, y una sonrisa aparece en sus labios mientras yo me sumerjo en la profundidad de sus ojos marrones, tratando de averiguar el significado de su mirada y me permito pensar, que tal vez, tan solo tal vez, lo que veo en sus ojos es un reflejo de mi propia mirada.

—Mas te vale —me dice ella—, porque no me gustaría volver a caer y si te sirve de consuelo, yo también estaré aquí para atraparte a ti.

Todo lo que yo siempre quise en la vida es ser querido, tener una familia, sentirme amado y respetado. Quería ser importante para alguien y al mismo tiempo, cuando me empecé a quedar vacío por todas mis malas relaciones del pasado, empecé a dejar de querer estar en una relación, porque las asociaba con el dolor insoportable que me quedaba al final. Porque estaba cansado de las emociones que quedaban cuando todas esas cosas que conseguía se iban, cuando todo lo que siempre quería se escapaba de mis manos.

Porque las personas a veces pueden ser muy descuidadas referente a las emociones y sentimientos de los demás. Pero yo sé que Romina no es como esas personas, que ella jamás me lastimaría, al menos no de forma intencional y es por eso que confiar en ella, que comprometerme con esta relación es tan sencillo. Espero que ella se sienta de la misma manera, que tenga la certeza que yo jamás la voy a lastimar.

—¿Sabes una cosa? —me pregunta ella. —Me gusta como han resultado las cosas, me gusta estar contigo. Me haces feliz. ¿Y tú? —pregunta ella de forma suave, casi en un susurro como si temiera mi respuesta— ¿Eres feliz conmigo?

Casi me rio de lo absurda que suena su pregunta para mí, porque dudo que exista un mundo donde ella no podría hacerme feliz.

—Por supuesto, más feliz de lo que jamás he sido. ¿Cómo puedes dudar de eso?

Y es verdad, en estos meses junto a ella, me he sentido más feliz de lo que he sido antes, y a pesar que hay algo en el fondo de mi mente que me grita que esto no va a dudar porque yo no soy el príncipe encantador que ella se merece, ignoro ese pensamiento, porque ella está ahora conmigo y eso es todo lo que importa.

—No dudo que seas feliz conmigo, es solo que a veces me preocupa que todo sea muy rápido, que nos aferremos tanto a esto que empecemos a correr a ciegas y cuando llegue nuestro momento de abrir los ojos ya sea muy tarde.

Hemos hablado de eso antes, ambos llegando a la conclusión que nos gusta la relación que estamos construyendo, porque se siente diferente y más fuerte de nuestras relaciones pasadas, no es que sea buena idea comparar nuestro pasado, pero es para darnos una idea.

Somos felices juntos, eso es todo lo que importa, no por eso vamos a salir a gritarle al mundo que estamos juntos, porque a las únicas personas que me importa contarles ya lo saben y eso es todo lo que a ambos nos importa.

—¿Crees que vamos muy rápido?

Ella se encoge ligeramente de hombros mientras piensa.

—Para las personas normales vamos a paso de tortuga, pero para mí, alguien que después de varias decepciones le cuesta confiar, sí, creo que vamos rápido.

—¿Y eso te preocupa?

A mí en lo personal no me preocupa, ella y yo queremos estar juntos, somos felices y siento que no hemos sido apresurados, que todo se dio en el momento correcto.

—Mira, estar contigo no se siente como una decisión que tomé en un torbellino de emociones o que me dejé llevar por mis sentimientos de aquel momento, no es eso, es solo que, ¿qué va a pasar si mañana te das cuenta que eres mucho más feliz con alguien más? Porque eso es lo que siempre me sucede, Jeremy.

Aliso con mi dedo la arruga que se forma en su entrecejo por su preocupación.

—Te prometo una cosa, Romina, que si uno de los dos va a salir herido en esta relación voy a intentar ser yo. Te doy mi palabra, que, si uno de nuestros corazones se va a romper, ese será el mío.

La parte racional de mi mente me grita que no me haga demasiadas ilusiones, que no me permita elevarme tan alto porque de esa manera no me dolerá tanto la caída, porque solo así evitaré el devastador final, pero yo no puedo evitarlo, porque es verdad que el mañana puede contener una cantidad inmensurable de dolor y decepción, algo de tristeza, mucho arrepentimiento y soledad, como ha sucedido antes, pero cuando ese momento llegue, al menos tendré el recuerdo de ella para consolarme y eso lo vale todo.

Romina White.

Yo me quedo mirándolo sin saber que decir, pero, después de varios minutos en silencio, puedo superar el impacto que sus palabras han tenido en mí y logro dedicarle una suave sonrisa.

El timbre suena y rompe el momento.

Yo me levanto de su regazo y me siento en el sofá, mientras veo como él va abrir la puerta e incluso antes de verlo sé que es Daniel Stone, porque al hombre le gusta hacer sonar sus llegadas o hacer grandes entradas.

—Hola tortolos, lamento interrumpir su momento —nos dice él, aunque no suena ni un poco arrepentido—. Romina, siempre es bueno verte.

—Lo mismo digo, Dan.

Conocí a Daniel unas dos semanas después que empezó a trabajar en la clínica, es primo de Vladimir e Isabelle, y un buen amigo de Jeremy. Y es alguien con una personalidad burbujeante, espontaneo y que suele decir lo que piensa a veces sin medir las consecuencias. Me recuerda un poco a Tate.

—¿A que debemos el placer de tu visita? —le pregunta Jeremy.

Daniel mueve las manos señalándose a él mismo como si con eso respondiera la pregunta de Jeremy.

—Vine alegrarlos con mi presencia —responde él.

Yo me levanto del sofá y tomo mi teléfono.

—Puedes alegrar a Jeremy porque yo debo irme a mi casa, quedé en almorzar con Sienna y Tate y dado que yo tengo el auto, debo ir a recogerlas —le doy un rápido beso en los labios a Jeremy y un beso en la mejilla a Daniel—. Nos vemos, pórtense bien.

Le dedico una mirada a Daniel y Jeremy mientras guardo mis cosas en mi cartera.

—No te preocupes, yo lo cuido.

—Eso es lo que me preocupa, Daniel.

Tomo mi abrigo y me despido de ambos con la mano.

Cuando llego a la casa, Sienna ya está lista, pero como siempre, Tate llega impuntual.

—Ya casi estoy, ya casi estoy —grita Tate por alguna parte de la casa.

Sienna y yo compartimos una mirada antes de reírnos de Tate.

Tate tarda otros quince minutos en estar lista y cuando baja yo le entrego las llaves del auto a Sienna, porque Tate es un peligro al volante y es una de las razones principales por las que alguien más siempre conduce cuando vamos con ella a cualquier parte.

Tate va sentada en la parte de atrás del auto, está poniendo música con su teléfono y cantando a todo pulmón cuando en un momento deja de cantar y se ríe.

—Ya sabes lo que dicen, él que solo se ríe, de sus picardías se acuerda —le digo a Sienna.

—Y Tate debe tener muchas picardías ocultas.

Tate solo nos sonríe, pero no agrega nada, al menos no hasta que llegamos al restaurante y nos empieza hablar sobre la nueva campaña que quiere conseguir sí o sí.

—Es para las joyerías Lacroix, el diseñador de la colección, Colin Wells, vendrá a supervisar la campaña publicitaria —nos cuenta ella—. Y nada más y nada menos que Willa Sullivan, será la fotógrafa de esta campaña, a pesar que ella no hace fotografías publicitarias hará una excepción por Colin, porque al parecer ambas familias se llevan bien.

Ella luce muy emocionada al respecto, incluso da pequeños saltos sobre la silla mientras habla y lanza un leve suspiro al finalizar su relato.

—Mark y yo estamos compitiendo por la campaña, él me pidió que se la ceda y yo le dije que no. Me mandó rosas blancas para intentar convencerme, a pesar que le dije que me gustan las rosas rojas.

—Pero obviamente tú no le vas a dar la campaña —le dice Sienna.

Tate se lleva un par de rabioles a su boca antes de responder.

—Obviamente no, él es un imbécil. No me merece, nunca me ha merecido.

Yo le doy un sorbo a mi vino antes de dedicarle una sonrisa orgullosa a Tate.

—¿Se acuerdan de Daniel? —nos pregunta ella con cierta cautela, miro a Sienna ya imaginándome hacia dónde va esta conversación—. Yo lo conocí en la fiesta de Halloween, es divertido, muy agradable y...

—Mujeriego —agrego yo.

Eso es lo que Vladimir, Isabelle y Jeremy dicen, y ellos son quienes mejor lo conocen.

—Y también es el hermano de tu jefe —le dice Sienna.

Por un momento yo olvidé ese detalle.

—No tenemos nada serio, yo no quiero nada serio, sé cómo es él, solo quiero alguien para alejarme e intentar olvidar a Mark y Daniel ayuda con eso. Es diferente, pero a veces lo diferente es bueno, a veces eso es justo lo que necesitamos. Al menos es justo lo que yo necesito ahora.

A veces lo diferente es bueno —me repito en mi mente.

El pensamiento permanece en mi cabeza mientras voy a casa de Vladimir con su pedido habitual de café y antes de tocar el timbre de su casa, yo estaba tranquila y feliz en mi relación, pero después de tocar el timbre y nuestra conversación, todo es un desastre.

Después de nuestras confesiones, ambos nos fuimos por caminos separados, pensando en lo que sucedió esta noche y sin saber que nos tiene preparado la vida, sin saber qué sucederá mañana.

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