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62. Niñera para borrachos.

"Cualquier imbécil puede tomar parte en una pelea, pero el hombre prudente sabe mantenerse lejos de ellas" — Ken Follett

Luke pasa sus manos por mi cintura baja y yo rodeo mis manos en su cuello. A medida que sus labios se mueven siento como si todo a mi alrededor no existiera mas. Dejo de escuchar la música, las personas a mi alrededor ya no interesan y todos mis pensamientos se van quedándome en una sola cosa: Qué bien que besa Luke.

Luego de un tiempo, él se separa y los dos respiramos fuertemente mientras Luke deja su frente descansar en mi cabeza. Me sonríe y no puedo evitar hacer lo mismo. Creo que nunca me cansaré de destacar que la sonrisa de Luke McQueen es hermosa.

Nos quedamos así un rato. No importa que la música este martillando mi oído, ni que algunas personas me hayan empujado. Es solo Luke.

Lo siguiente sucede tan rápido que ni yo tengo tiempo de procesarlo.

Alguien —claro que alguien, no será un perro— toma a Luke de los hombros y lo empuja con fuerzas, tiene que hacer un gran esfuerzo para no caer. No me sorprende nada cuando veo a Sean, sudado e ido de la ira. Ni siquiera me mira, solo está concentrado en Luke.

Su respiración es pesada, el alcohol le está jugando una mala pasada. No sé cuanto ha bebido Luke. Espero que no tanto.

Sean lanza el primer puño que cae en la mandíbula de Luke. Son unos imbéciles. El castaño no le responde al tatuado.

—Hey, Sean —me pongo en su camino, bloqueándole la vista de Luke—. ¡Tienes que calmarte!

Me aparta bruscamente y vuelve contra Luke, quién empieza a defenderse. Poco a poco, lo que Sean empezó se transforma en una pelea y una no muy bonita. La gente a nuestro alrededor se ha parado y han formado un círculo para poder ver mejor. Unos cuantos intentan pararlos pero ni ellos y ni mis gritos son de ayuda.

Los "amigos" se golpean sin detenerse. Luke tiene la fuerza, Sean tiene la técnica y la experiencia de haberse metido en cientos de peleas. Me siento culpable y con ganas de llorar, yo no quería que esto suceda. Pero tampoco puedo sentirme mal, no hice nada para detenerlo.

Esto tiene que parar. Me meto entre los dos y tiro a Luke de los hombros para que se quite de encima de Sean. No funciona mucho. Por suerte, no dura dos minutos mas cuando dos hombres enormes vestidos de negros toman a Luke y a Sean por la espalda y los separan de un tirón. Me siento inútil comparándome con el tamaño de esos guardias de seguridad que pudieron separarlos en un abrir y cerrar de ojos. Luke se deja llevar por el hombre. Sean en cambio, forrajea para salir de los brazos del corpulento, en vano obvio. Los sigo preocupada.

Finalmente los echan a la calle donde rápidamente me abro paso y salgo con ellos para evitar que también se golpeasen en la calle.

—¡¿Pueden detenerse?! —grito acostumbrada a la fuerte música del interior. Me obligo a calmarme y bajar un tono—. ¿¡Qué mierda les sucede?! ¿¡Acaso no ven como tienen las caras ahora?!

Ninguno se salva en esta situación. Los dos están igual de golpeados, ojos inflamados, labios partidos y pómulos rojos. Ellos se miran, como si quisieran continuar la pelea pero no dicen nada más.

—Vamos, los llevare a un lugar —suelto un suspiro y me acomodo la chaqueta que tengo puesta—. Tóquense de vuelta y juro que les doy vuelta la cara de una cachetada.

Me adentro en la fría noche de Londres, manejándome como los sé hacer. Ambos me siguen y en silencio, como tiene que ser. Llevamos varios minutos caminando, las calles vacías, los tacones de mis zapatos contra la acera y el frío es lo único que nos acompaña.

Mi celular comienza a sonar y me sorprendo de que siga con batería. Lo saco del bolsillo de mis jeans y atiendo.

—¿Seth?

La música se oye detrás pero a medida que pasa el tiempo, se oye menos. Supongo que ha de estar en el baño.

¡Alex! Nos tienes preocupados, ¿dónde estás?

—Estoy yendo a lo de Mark —resoplo. Mi noche de verdad está siendo un desastre.

¿Sola? ¿Por qué no nos has avisado? —ahí va el hermano protector.

—Sean y Luke, no los conoces.

—¿Dos chicos, tú y un motel?

—No pasará nada. Son solo dos estúpidos —hablo más alto a propósito. Oigo sus pisadas más fuertes y molestas—. ¿Quieres que le diga algo a Mark de tu parte?

—No, no. Cuídate, Alex. Nos vemos.

Corto la llamada y guardo mi teléfono de nuevo.

—¿Quién es Mark? —inquiere Sean apenas termino la llamada. Claro que preguntaría, tiene la manía de controlarlo todo.

—¿Mark? Un tipo que maneja un motel.

—¿Motel? —interroga casi con asco. Asiento. ¿Acaso esta sordo?

—Sí. Motel —respondo cortante. Se da cuenta de mi tono de voz y decide que es mejor no abrir la boca.

Seguimos caminando. Las calles están solitarias y oscuras, pero el camino me lo sabía de memoria. Luego de cinco minutos más a pie, termino en el motel de Mark. El cartel de luces que ponía motel y causaba un horroroso ruido cada vez que se apagaba y prendía, llamando la atención en la calle. Solo que la "T" no prendía en ningún momento y fácilmente se leía "Moel" desde que conozco el lugar está así. Supongo que Mark no planea arreglar eso. Luke y Sean miran el lugar con desconfianza, pero los ignoro y abro la puerta en donde una campana suena cuando lo hago.

El recibidor esta vacío, cómo lo esperaba. No necesito de Mark por el momento, seguro duerme. Salto el recibidor y caigo en el sector lleno de llaves.

—¿Alex qué haces? —pregunta Luke en un susurro. Es tierno cuando luce asustado.

—Calma —pido y me agacho para buscar la llave de la habitación 130 o mejor dicho, mi habitación. ¿Mia? Sí. Mark la perdió en una apuesta el año pasado. Dos meses antes de que Michael me llevara. La habitación no esta mal, le hice mucho uso en esos dos meses. Diferentes razones, claro.

—¿Robando? No me sorprende —murmura Sean de brazos cruzados.

—No le hables así —masculla Luke acercándose a él en forma de amenaza, no otra vez.

—Se calman —les advierto. Cruzo de nuevo el recibidor y me pongo entre medio de ellos. Los empujo lo mas lejos y fuerte que puedo y les pido que me sigan. Subo las escaleras hacia el segundo y ultimo piso. No es tan grande el lugar, tampoco hay ascensor.

Llego al final del pasillo y introduzco la llave. Giro la maneta una vez que lo hice con la llave y entro. Lo primero que noto es el olor a encierro. Ahg, nadie entra este lugar hace como meses. Supongo que yo fui la última. Le ofrecí a Anna y a Lexi venir cuando quieran pero según ellas, el lugar da asco así que no vienen. Seth si lo hace pero no tan a menudo como lo hacía yo.

Miro la cama matrimonial tendida, eso sí lo deje así. Y luego mis cosas esparcidas por distintos lugares de la habitación. Me cruzo hacia el otro extremo y abro la ventana. Luke se tira en la cama y Sean lo hace a su lado.

—¿Qué es esto? —pregunta Sean.

—Una habitación, idiota.

Los dos se comienzan a reír. Ruedo mis ojos.

—¿Ya están mejor? —pregunto.

—Sí—Luke se alza de hombros.

—En serio ¿Qué es esto?

—Que es una habitación, Sean.

—Pero esto es...

—Una habitación —digo cansada y Luke ríe.

—Pero...

—Gané esta habitación en una apuesta. Es mía y solo mía y puedo entrar cuando madres yo quiera y quedarme lo que yo quiero.

Asiente lentamente y comienza a dar vueltas por la habitación, inspeccionándola con sus ojos bien abiertos. Abre el armario, de puerta a puerta. Ve que tengo algo de ropa ahí.

—¿Cuántas chaquetas de cuero tienes? —pregunta Sean con asombro.

—No lo sé —digo acercándome a el. Lo empujo y cierro las puertas antes de que pudiera ver algo mas como mi ropa interior en los cajones—. Deja de revisar mis cosas.

—Buenas noches tenias aquí, eh —dice Luke y me giro confundida.

Ahg, maldito. Abrió el cajón donde guardaba condones.

—Deja —digo molesta.

—Nunca —sonríe él.

No contesto eso y me giro a Sean, el cual tiene su ceja alzada. Solamente que luce como un idiota ya que la tiene inflamada.

—Quédense aquí. Iré a buscar un botiquín.

No espero sus respuestas y me giro, saliendo de la habitación.

Vuelvo luego de casi media dado a encontrar un botiquín de primeros auxilios en esta pocilga es como encontrar oro entre tanta piedra. La caja blanca en manos parece nunca haber sido abierta. Entro a la habitación y lo primero que encuentro son risas. Sí, risas.

—¿Qué diablos están haciendo? —pregunto al ver como Luke tiene puesto mi bracier, el cual dejé acá hace casi medio año. Sean tiene puesto mi chaqueta de cuero, la cual creo que se romperá por su tamaño.

Ambos bailan. Aún sin música. Si esto pasara hace unas semanas cuando seguíamos en Los Ángeles, sería una de las cosas más normales que vería en mi vida. Pero me sorprende. Es decir, estaban idos de la ira hace un rato y ahora bailando como si nada hubiese pasado.

Mi estomago da un vuelco cuando identifico una botella de vodka barato casi a la mitad en el suelo. Esa botella la dejó Seth hace meses aquí. Se están bebiendo la botella. Maldición.

—¿Estas ciega? —pregunta Sean en un tono de obviedad.

—Pesado de mier...—lo fulmino con la mirada—. ¿Quién va primero? —inquiero cambiando el tono de voz.

—Yo digo que... Hagamos un trío —sugiere Luke con su lengua adormecida—. Tú... Yo... El mugriento a mi lado y la cama.

—Sí, seguro —murmuro sarcástica—. Luke siéntate que voy a desinfectarte las heridas.

Él lo hace sin chistar, lo que me gusta ya que esperaba una respuesta estúpida de su parte. Abro el botiquín bajo la mirada de Luke ya que Sean estaba muy ocupado intentando caber en la cazadora de cuero.

—Tienes unos ojos muy bonitos —remarca Luke a centímetros de mi rostro.

—Ajam... —pongo un poco de alcohol para desinfectar heridas en el algodón. No tengo ojos bonitos.

—¿Serías mi Katniss? —pregunta.

—¿Y tú mi Peeta, verdad? —pregunto divertida. Es raro, pero estuve investigando de libros para entender todas las cosas que McQueen dice. A él se le iluminan los ojos.

—Por Snow... —abre su boca con asombro y no puedo evitar reír. Paso el algodón por su ceja sin previo aviso. Sobresalta al principio, pero se deja. Sé exactamente lo que hay que hacer. Primero porque es conocimiento básico que todos deben saber y segundo, las veces que he curado a Seth son incontables.

Se queda callado cuando termino de desinfectarle la cara, eliminado la sangre seca y ponerle un par de vendas en la cara por la poca sangre que aun sigue saliendo. Ningún corte es mi grande por suerte.

—Gracias, doc —me guiña un ojo y se levanta—. Mitchell vas tú.

Sean asiente, se quita la campera dándose por vencido y la deja en una silla. No quiero saber de esa chaqueta. Seguro ahora es veinte tallas más grande. Él se sienta donde antes estaba sentado Luke.

—¿Serias mi Katney? —pregunta con cara de embobado.

—¡No intentes copiarme! —Luke lo reprende por él piropo fallido del tatuado.

—Tú quédate con las motos —digo divertida. Él se alza de hombros y procedo a hacer exactamente lo que hice con Luke. Una vez que termino con él, le doy dos palmadas en el hombro.

—Gracias, Alex—dice riendo.

¿Por qué se emborracharon así? Por favor, qué imbéciles. McQueen se sube de un salto a la cama y comienza a brincar sobre ella haciendo que los resortes oxidados chillen

—¡Luke, basta! —chillo cansada. Bufa pero me obedece.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunta Sean con las energías renovadas.

—Yo tengo sueño —les digo y me recuesto en la cama. En realidad no pero estoy cansada de esta situación y si dormir es mi única escapatoria, que así sea.

—¿Así dormirás? —el tatuado arruga la nariz al ver mis ajustados jeans.

—Ahora que lo pienso, tengo un pijama en el closet —digo acercándome mientras me acostumbro a mi altura normal al haberme sacado mis tacones. Abro las puertas encontrándome todo desordenado ya que los borrachos pasaron por aquí. Busco en el fondo y encuentro un pijama de dos piezas. Un short y una remera.

—No rompan nada —les pido antes de meterme al baño para cambiarme.
Dejo la ropa a un costado, lista para devolverle a Anastasia. El pijama todavía me queda. Salgo de la habitación y veo como Luke y Sean ya están acostados en la cama.

La cama es para dos personas solamente. No hay chance de que entremos los tres.

—¿Qué hacen? Salgan de ahí.

—Ya que lo mencionaste, nosotros también tenemos sueño —comenta Luke mirando al techo.

—Pero te dejamos un lugar aquí —me avisa Sean alejándose un poco de Luke y le da palmadas a la parte del colchón justo en el medio de ellos dos.

—Serán... —decido no protestar mas. Son como las cinco de la mañana y ya no tengo humor para nada.

Me acomodo en el medio como puedo. Los dos intentan abrazarme, pero me muevo como sardina.

—¡No me toquen, borrachos! —chillo considerando irme. Me obedecen.

—Luke, apaga la luz —pide Sean.

El hace lo que le piden y extiende el brazo, tocando el interruptor y apaga las luces. Ahora todo se encuentra en oscuridad. Mis piernas rozan con las piernas de ellos. Oh, no...

—Chicos... ¿Tienen ropa puesta?

—Claro, boxers —me contesta Luke.

—¡MIS CALZONES! —grita Sean aturdiéndome el oído. Ah, duele.

—¿Qué carajos te pasa? —pregunto molesta.

—Creo que perdí los calzones.

Cierro mis ojos y cuento. Diez, nueve... Ocho...

—Veintitrés —dice Luke, interrumpiéndome.

—Deja de pensar en voz alta —me recomienda Sean.

—Encuentra. Los. Putos. Calzones —digo intentando calmarme.

—Nunca los perdí —el tatuado se encoje de hombros.

—Duérmanse, por favor —gruño.

—Duérmeme —pide Luke. Me giro a verlo, confundida. Aunque no haya mucha luz, puedo ver un poco de su cara—. A besos —susurra y muerde su labio. Antes de que pudiera contestar, comienza a reírse escandalosamente.

Iba a dormirlo, de un golpe en la cabeza.

—Propongo algo—Sean aclara su garganta.

Otra idea estúpida en tres, dos...

—Yo digo que tenemos que hacerle uso a esos condones.

—¡Apoyo tu idea! —chilla Luke.

—Bueno, entonces jueguen a ponerles agua. No participaré en nada. Quiero dormir —sentencio. Mi enfado solo crece a cada segundo.

—Bien. Duérmanos —accede Luke y tengo ganas de hacerle un altar en estos momentos. Los chicos se quedan callados. Pero desafortunadamente y como siempre, no dura mas de veinte segundos.

—¡Deja de tirar el acolchado, Luke! —chilla Sean y yo solo siento como la tela que me cubre va y viene.

—¡Dejen de molestar! Hace frío —me quejo.

—Que no soy yo—dice Luke molesto.

Luego de... Debieron ser siglos de peleas, no recuerdo en que momento se volvieron en gritos, deciden llegar a un acuerdo. Bueno, en realidad no. Simplemente yo les grité.

Ya había amanecido y no había dormido nada. Me levanto de la cama, dejando el acolchado en el suelo. Los chicos de quejan del frío..

—Termine. Iremos a casa ahora mismo —sentencio—. No los soporto más.

Ellos se ríen. Pero esta vez no suenan como borrachos. Entrecierro los ojos a su dirección.

—Alex, nunca estuvimos borrachos —dice Luke sin arrastrar sus palabras, ni riéndose, nada. En su tono normal—. Tiramos vodka por la ventana.

Este triangulo amoroso no puede ser más extraño. 

***

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