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47. Un camino sin retorno al aeropuerto.

#LunesDeProblemas


"No pienses tanto, deja que la vida te sorprenda"


—Joder, Alex —suelta un bufido mi supuestamente incondicional amiga, Alice, cuando ya prácticamente arrastra sus pies por el centro comercial—. ¿Podemos comer algo? Muero de hambre.

Muere de hambre. Qué noticia.

—No —respondo sin preámbulos mientras mis ojos siguen volando de vidriera en vidriera en busca de algo que pueda usar esta noche. ¿Qué "esta noche"? ¡En dos horas! ¿Por qué tengo la manía de dejar todo para el final?

—Entonces decídete, mujer —farfulla. Soportarme es un trabajo especial que no le delego a todo el mundo. No todos son valientes como Alice Turner.

—Alice, me conoces de sobra. Sabes que soy la persona más indecisa que respira sobre la faz de la tierra.

—¿Eso también se aplica con Sean y Luke? —inquiere riendo.

—¡No, tarada! —volteo rápidamente para darle un manotazo en el brazo. No deja de reír lo cual capta unas cuantas miradas curiosas—. Deja de inventar.

Me da una mirada como diciéndome "No estoy hablando estupideces y lo sabes". Sin embargo, decide por guardarse el comentario y alzarse de hombros. Vuelve su vista al frente, mordiéndose la lengua para no estallar de nuevo.

Pongo mis ojos en blanco. Tengo que llamar a la fábrica de amigos para reclamarles una falla. ¿Sean y Luke? Acabo de salir de una relación de una manera horrible, lo último que necesito es saltar a otra.

—¡Oh! Mira ese vestido —Alice me sujeta del brazo y me sacude varias veces de manera violenta mientras su dedo índice señala un local de ropa.

Me zafo de su agarre en un movimiento brusco. ¿Por qué tanta violencia? Entrecierro mis ojos para ver con claridad. El vestido puesto en un maniquí de medidas perfectas es azul francia, ajustado y corto hasta la mitad de los muslos. Es simple, no muy llamativo, pero tiene algo que me gusta.

—Ese es —declaro asintiendo con la cabeza. Alice suspira con alivio—. Ese es el vestido perfecto.

—Vamos por el entonces —no duda en cerrar su mano en mi muñeca y tirar de mi. Pierdo el equilibrio por unos instantes, pero logro mantenerme de pie y seguirle el paso a mi amiga. ¿Quiénes la criaron, los caballos?

Al entrar a la tienda, el olor a lavanda inunda mis fosas nasales. Pongo una mueca de asco, se han pasado con el perfume. Alice también lo nota porque arruga levemente su nariz.

Una de las dependientas se acerca preguntando si buscábamos algo en especial. Asiento y le describo el vestido azul. Inmediatamente lo recuerda y nos lleva por el.

—Parece que es tu día de suerte, nos queda uno en tu talle —nos cuenta mientras observo su espalda y lo que más llama la atención, su cabello completamente gris. Artificial, por supuesto. De repente, se detiene y se gira a mirarnos. Luce apenada—. Se ha acabado tu suerte, esa chica lo tiene —señala señala con discreción a la rubia de espaldas.

Bufo. ¿Qué tienen las rubias con robarme lo mío? Debería ponerme una regla, como cero rubias o algo así.

—Uhm, bueno, gracias —murmuro—. Buscaremos algo, te aviso si necesito algo.

La dependienta estira una sonrisa falsa a niveles increíbles y voltea para irse. Pero después de todo, de algo hay que vivir.

—Vamos por el. —afirmamos con completa seguridad Alice y yo al mismo tiempo. Giro a mirarla, esto es sorprendente.

—¿Hay lugar para una trilliza entre tú y Drake? —bromea—. Porque tengo todo lo que se necesita.

Dejamos escapar unas cuantas risas, las cuales son todo menos disimuladas. Logramos captar la atención de la chica rubia.

—¡La vida se esta burlando de mí! —vocifero al verle el rostro. Alice deja de reírse y una expresión de asesina serial le posee el rostro. A grandes zancadas, se acerca a Penélope.

—Hola Penélope. ¿Qué tal estas? No me interesa, yo estoy bien. Ojalá te pise un camión. Necesitamos ese vestido.

Amo a mi mejor amiga.

—¿Qué? Yo lo vi primero —aferra el vestido a su cuerpo y nos mira a la defensiva. Oh, querida. ¿Es que no se da cuenta con quien intenta meterse? Yo ya hubiese entregado el vestido y el dinero para que lo compre—. Esto me pondré esta noche.

—¿Quién dijo que te dejaría pasar? Dame ese vestido. Además, hay que admitirlo. Me quedará mucho mejor a mi —contesto con una sonrisa irónica.

Bufa—. Qué inmadura. Ya veo porque Travis te dejo.

Sus palabras tienen un gusto amargo. Una familiar presión se hace presente en mi pecho. Tomo una profunda respiración y la miro.

—Penélope, no pelearé más. Travis no vale ni la mitad de lo que dice valer. ¿Te doy un consejo? No te encariñes tanto, va a dejarte. Ahora, a lo nuestro. Entrega ese vestido, ¿de verdad quieres que cause problemas?

Ella se asusta, aunque no lo quiera admitir y deja caer el vestido al suelo para luego irse a paso apresurado. Masculla una palabrota dirigida hacia mi cuando se va, pero la ignoro. El decorado puede callarse.

Alice me sonríe con orgullo—. Esa es mi Alex —finge limpiarse lágrimas.

Sonrío victoriosa y alzo el vestido del suelo, lo sacudo un poco y entro a uno de los probadores. Lo amé apenas hizo contacto con mi piel. Me lo quito para pagarlo. No esta barato, eso hay que decirlo, pero de todas maneras lo compro. Casi nunca me compro nada para mi y mi padre tiene dinero de más. No creo que fuera problema.

Bajamos al estacionamiento a eso de las siete de la tarde. La fiesta técnicamente comienza a las nueve, pero siempre podemos estirarlo.

—¿Crees que a Josh le guste el vestido que me compré? —pregunta Alice mientras conduce hacia la casa, donde nos prepararemos, haciendo referencia al vestido coral que se pondrá esta noche.

—¿Quién es Josh y por qué no lo conozco? —inquiero quitando la mirada de mi celular. Quizás si lo haya mencionado y como soy una amiga terrible, lo he olvidado. O quizás, recién suelta la bomba ahora.

—Es el novio que no tengo y quiero tener—lloriquea sin quitar la mirada del camino.

—No es malo estar sola, Alice —le recuerdo. Una mujer nunca debe depender de un hombre, es la regla numero uno de esta vida. Esa gente que ruega por pareja me repugna.

—Lo sé —resopla. Conozco a Alice de toda la vida y en eso, solo ha tenido tres novios. El primero, fue un fracaso, duraron apenas un mes, pero le robó su primer beso a los catorce. El segundo, era pasable. No lo recuerdo mucho, tampoco que estuvieron demasiado. Y por último, su novio del año pasado. Un imbécil al cuadrado, a ese sí lo recuerdo.

—Es solo que... ¿no sientes la necesidad de amar a alguien? —me pregunta ella mirándome en un instante para no distraerse del camino.

—La sentía —admito. No me vengan con que nunca nadie sintió la necesidad de querer a alguien, de tener a alguien para hacer esas cosas empalagosas y cursis que nos pintan en las películas, alguien a quien besar, alguien con quien estar y punto—. Ya no la quiero en absoluto.

***

—¡Bueno, bueno! Si me decían que iban así de feas no iba —exclama Cameron entrando a mi habitación una vez que termino de alisar el pelo de mi amiga. Tiene el pelo lacio ya de por sí, pero ella insistió. ¿Qué clase de amiga sería si no hago lo que me pide?

—No hables. Nosotras somos preciosas —le lanzo un beso.

—¡Habla la que tiene cara de foca! —vocifera el moreno al darse cuenta de que Alice se ríe de él.

—Grita más alto, aún no tienes la razón —le digo con una pequeña sonrisa en mi rostro.

Entorna sus ojos y se acerca más a nosotras. Ahora puedo verlo mejor. Cameron Holt fue creado para robarle todos y cada uno de los suspiros a cualquier chica que se cruce. Viste unos vaqueros negros, una camisa del mismo color que luce "desarreglada" cuando en realidad, yo sé que paso con seguridad, más de una hora intentando "desarreglarla" perfectamente. Su cabello va levemente desordenado, su reloj firme en su muñeca y esa colonia que vuelve demente a todas.

Debería dejar los estudios y ponerse a modelar. Aunque si se lo digo, probablemente me haga caso. No quiero eso.

—¿Ya están listas? —mi hermano, Drake, se detiene en la puerta al percatarse de que esta, está abierta de par en par. Entra con seguridad mientras termina de abotonarse la camisa blanca que tiene puesta.

Eleva la mirada y se detiene en Alice. A mí, por supuesto que me pasa por alto. Sus ojos van y vienen por todo el cuerpo de mi mejor amiga. Entrecierro los míos en un aire sospechoso. Esto no tiene que suceder así.

—¿Quieres un balde? Se te cae la baba, Drake —chasqueo mis dedos enfrente de su rostro. Parpadea unas cuantas veces y retrocede unos pasos. Sus mejillas se ponen rojas de la vergüenza. ¡Es la primera vez que veo a mi hermano sonrojarse!

Alice baja la mirada y es cuando de verdad me preocupo. Alice ha bajado la mirada, así como lo pongo. Se puso nerviosa, oh no. Cameron y yo intercambiamos miradas en una milésima de segundo. ¿Qué hacen estos dos?

Drake aclara su garganta—. Bueno, si ya están listas, las espero en el auto.

Mi hermano se va y Cameron se apresura a seguirlo, probablemente para ahogarlo en preguntas sobre esto. Yo no me quedo atrás. Ella se paraliza cuando mis ojos se abren bien grandes en su dirección.

—Dejaremos esto para después —sentencio.

Ella asiente y es la primera en tomar su bolso e irse de la habitación como si de repente, esta oliera terrible. A eso le llamo huir. Niego con la cabeza divertida y la sigo luego de tomar mi bolso de mano. Bajo las escaleras, teniendo cuidado con las armas asesinas que tengo en los pies.

En el garaje, me esperan Cameron, Drake y Alice. Al parecer, somos unos de los últimos en salir. Lo mejor para el final, ¿no dicen así?

***

—¿Entendiste, Alice? —pregunto cuando estamos entrando a la fiesta. A diferencia del resto, no hicimos fila para dar nuestros nombres. Simplemente el guardia de Michael vio a mi hermano y nos dejaron pasar. Además, traemos a uno de los cumpleañeros, cinco pasos hacia atrás todos.

—¿¡QUÉ?! —vocifera sin mirarme. La música hace que el maldito piso tiemble, ¿cómo espero que me entienda.

—¡Olvídalo!

Ella asiente. Ya veo cuanto le interesaba.

Lo primero que hago es admirar en lugar con la boca abierta como se debe. No sé cómo fueron estas fiestas años anteriores pero esta vez realmente se pasaron. El lugar es enorme y está ambientado como si fuese una selva tropical, hay bailarinas vestidas con hojas y flores que, repartiendo bebidas tropicales, los sillones se parecen a arbustos, hay estatuas de animales en todas las esquinas y en el centro una estatua de hielo con tres tigres, simulando ser Logan, Cameron y Sean. Sigo observando mi alrededor fascinada. No había podido venir a ver como quedo todo con la decoradora, pero esto es más de lo que alguna vez había imaginado.

—¡Alex, Alice! —exclama Thomas llegando a nosotras. Sonrío al verlo. Tiene puesto unos jeans con una camisa blanca. Sorprendentemente para Thomas Blake, lleva el cabello desordenado y dos rayas de guerra en cada una de sus mejillas.

—Vaya —murmuro cuando lo tenemos cerca. Deja escapar una carcajada.

—¡Tengo más pintura por si quieren! —grita inclinando su cabeza hacia ambas para oírse por encima de la música. Mi amiga y yo negamos con la cabeza. No señor, no habíamos pasado una hora maquillándonos como para arruinarlo así.

—¿Dónde está Sean?—le pregunto a lo alto. Tengo muchas ganas de saludarlo, después de todo, es su cumpleaños.

—¡Su vuelo se retrasó!

Asiento, vaya mierda eso de no llegar a tiempo para tu propia fiesta de cumpleaños. Sin embargo, nadie parece estar extrañándolo mucho.

Sean había decidido viajar a Portland ayer a la noche para pasar su cumpleaños con su padre y su familia allí. Desgraciadamente, no hubo "El día de Sean" para él, aunque hicimos una pequeña video llamada con todos los chicos y prometió volver para la fiesta. Ya veo como le salió eso.

Con Alice nos dirigimos directo a una de las tantas barras y pedimos algo tranquilo para empezar la fiesta. Una vez que me lo bebo todo de un solo trago, llevo mis ojos a Als que aun le cuesta digerir el alcohol. Ay, pequeña Oompa Loompa. Tironeo de su brazo al oír "Never forget you" y corro hacia la pista con ella que aun sostenía el vaso con su mano.

La gente enloquece y llega la parte electro con el volumen al máximo. Comienzo a saltar junto a ella y el tumulto de gente que sigue. Humo comienza a salir de las maquinas y puedo oír como Alice comienza a toser y es hago un esfuerzo inhumano para no comenzar a reírme. Bailando, doy unos pasos hacia atrás y accidentalmente choco con las espaldas de alguien. Giro y veo al chico rubio que se encontraba. Creo que no estuvo taaaan mal chocarme... Hacemos contacto visual, ve que sonrío y aprovecha para tomarme de la mano. Me hace girar y me pega a su cuerpo. Me dice algo gracioso y me río con el desconocido. Continuamos bailando hasta que la canción cambia y mi vista es obstruida por un cuerpo que pasa bailando.

Shane. Le da una mirada de esas que matan al rubio y él se va sin decir demasiado. Pongo mis ojos en blanco.

—¡Acabas de arruinar algo! —exclamo.

Se alza de hombros, claramente le importa un demonio. Se pone a bailar conmigo. Obviamente mucho más sutil que con el rubio.

Al cabo de media hora y de haber perdido a Shane, me acerco a la barra sintiéndome sedienta. Me hago espacio entre las personas y me apoyo en la mesa rectangular a esperar a que uno de los trabajadores deje de estar tan ocupado.

Mi celular vibra y lo saco de mi bolso. Es el grupo que tengo con los imbéciles.

Asunto del grupo: "Me gusta el trasero de Drake"

Sean Mitchell: ¿Hola? Acabo de llegar. ¿Quién me pasa a buscar? ¿Alguien cuerdo?

Drake Foster: Broou. ¿Ya estás en Porlanf? Ssaludos a la flias.

Cameron Holt: Estoy con una rubia. No pelirroja sjgbsajfbgas.

Shane Hastings: Creo que perdí a Aleson. ¡Aleson donde estas?

Logan Palmer: pongAN one direction

Luke McQueen: Están pasando una casion pff telible. Voy a matar al dyay.

Thomas Blake: CREO QUE ESTOY EN LA CAJUELA DE UN AUTO. AYUDA.

Sean Mitchell: Siempre ahí cuando los necesito ¿Verdad? Pasaré mi cumpleaños en un aeropuerto, no hay taxis por el temporal. Pd: que te den, Thomas.

Ruedo los ojos al ver que todos estaban borrachos. No han pasado ni tres horas. ¿Qué clase de personas son? Uhm... Quizás nos sea la más indicada para hablar de esto.

Alex Foster: Estoy en camino, Sean.

Sean Mitchell: :)

Aferro mi bolso a mi cuerpo e ignoro al barman que acaba de poner sus ojos en mi. Me muevo como sardina entre las personas para llegar a la salida. Antes de dejar el hotel, paso por la habitación que habíamos reservado para dormir esta misma noche. Es una de las mejores y es enorme. Busco entre las cosas y encuentro las llaves del auto de Logan.

Una vez en el estacionamiento, entro al auto de mi amigo. Me es imposible no poner una mueca de asco ante el olor que hay. ¿Cocina carne aquí dentro? ¿Tiene a Zayn Malik encerrado en la cajuela? Joder que apesta. Introduzco la llave y enciendo el motor. Antes de salir con el poco conocimiento a la hora de conducir que tengo, pongo la dirección de aeropuerto en el GPS ya que solo había estado ahí una vez y fue cuando llegué de Londres.

Son cuarenta putos minutos de viaje. Oh, Sean me debe una enorme. Me entretengo con la música y las vistas de la ciudad de Los Ángeles por la noche.

Maldigo en voz alta al ver como caen gotas del cielo y se estrellan en el parabrisas. Simplemente genial. Lluvia, lo que me faltaba. Se intensifica a cada minuto que pasa y aunque el limpia parabrisas este funcionando a su máximo, me es difícil ver. Reduzco la velocidad y me inclino intentando ver. Por lo menos no estaba tan lejos, solo un par de metros.

Suspiro aliviada cuando puedo estacionar el auto. He llegado, sana y salva. Abro la puerta, pero al instante me arrepiento y la cierro. La tormenta parece no querer parar y esta trajo consigo los vientos helados de la costa.

Definitivamente, me quedó en el auto. Pero Sean... Maldición. Intento llamarlo por teléfono, pero no me responde. Intento tres veces y sigue sin contestar. ¡Esto es el puto colmo!

Revisó el asiento trasero, en busca de un paraguas o algo que pudiese cubrirme de la lluvia. Pero si en California la lluvia es más rara que encontrar un pingüino bailando como en Happy Feet. Logan no guarda un paraguas.

Me armo de valor, dejando todo en el auto a excepción de mis llaves. Abro la puerta, suelto un chillido y salgo. Siento como en cuestión de segundos, me encuentro empapada por los cientos de gotas. Con tacones de diez centímetros y todo, me largo a correr por el estacionamiento.

¡No, idiota, no cierres los ojos!

Abro mis ojos antes que algún idiota me choque con su auto. Para cuando dejo de correr, ya he llegado a las puertas. Trato de sacudirme para no entrar tan mojada pero luego de unos segundos dejo de hacerlo al darme cuenta que quizá, me podrían confundir con un perro. Acabo de arruinarme el maquillaje y mi vestido.

Al caminar hacia las puertas, el sensor me capta y las puertas se abren. Cuando estoy adentro, dejo de sentir frío y miro hacia todos lados en busca de Sean. Miro hacia arriba y hacia los costados, el establecimiento es enorme. ¿Cómo se supo...? ¡Ahí esta!

Diviso a Sean a mi izquierda, con su bolso al lado y su cabeza gacha. Esta durmiendo y es el único que queda, por lo menos en el parámetro que puedo ver. Claro Sean, duerme y no me atiendas el teléfono.

Capto la atención de miradas curiosas cuando me acerco a Sean. Y no los juzgo, a decir verdad, yo estaría igual. Veamos, una chica, casi la una de la mañana, vestido azul pegado al cuerpo, tacones altos y empapada de pies a cabeza, digamos que resalto en un aeropuerto.

Me dejo caer en el asiento de al lado y doy un fuerte y largo suspiro. Esto parece despertarlo, ya que sacude su cabeza unas cuantas veces y sube la mirada para verme.

—¡Alex! —exclama este y sus ojos se iluminan. Me abraza si importarle que estoy mojada—. Dios, juro que pensé que pasaría la noche aquí.

Me rio—. ¿Listo para irnos?

—¿Tanto llueve afuera? —inquiere al verme empapada.

Asiento. El cielo está a punto de caerse y no exagero.

—Diablos, debes estar congelándote. Déjame buscar en mi bolso una campera.

No me niego, tengo frío. Se agacha y revuelve su bolso en busca de algo. No se demora en entregarme una sudadera de color negro.

—Gracias —murmuro al tenerla en mis manos y en un rápido movimiento, la paso por mis brazos. Él sonríe.

—De hecho, tienes un vestido que te hace unas curvas impresionantes, pero prefiero perderme el show a que te agarre hipotermia —me mira juguetón. Entorno mis ojos y golpeo su hombro. Eso estuvo de más. Caminamos hacia las puertas, ya no tenemos más que hacer aquí—. ¿En qué viniste?

—En el auto de Logan —respondo señalando el Audi a unos bastantes metros de distancia.

—¿Una carrera hasta el auto? —inquiere ladeando su cabeza.

Soy la primera en dejar la protección del techo y echarme a correr. Sean me grita algo con tramposa que no logro oír. ¿Qué dijo?

—¿Qué? —me doy vuelta a verlo, pero en eso, pierdo la coordinación cabeza-pies y en un fuerte tropezón caigo al suelo. Por suerte, mi mano logra amortiguar un poco la caiga, pero puedo asegurar que tengo mis piernas hechas un terrible asco.

—Pero mira la idiota —Sean llega a mi lado y comienza a reírse.

Que malo. Bueno, a decir verdad, tampoco espero que se tire al suelo conmigo y me levantara como una princesa, no había que esperar eso con uno de estos chicos. Mas si hablamos de Sean. Me uno a su contagiosa risa sin importarme que lloviera tan fuerte que las gotas dolieran un poco por la intensidad.

—¿Piensas quedarte ahí? —inquiere con sus cejas alzadas.

Me alzo de hombros. Le confío todo el peso de mi cuerpo a mis antebrazos sobre la acera.

—¿Tú qué dices?

—Esto —dice y se inclina hacia mi. Quedamos cara a cara y por un instante me paralizo ante su cercanía.

—¿Q... qué...?—

De repente siento unas manos debajo de mis muslos que me alzan y salgo de cualquier trance que me haya permitido pensar que nos íbamos a besar. Me levanta y me carga como si fuese una princesa. Nunca crean en los estereotipos.

—¡Idiota, bájame! —chillo ya que el bolso que tiene en el hombro mas yo, es demasiado peso.

Se niega en voz alta y en pocos pasos llegamos al auto. Aprieto el botón de la llave para quitarle el seguro. Sean me baja con cuidado y yo por poco me hundo de la vergüenza. Diablos, peso un montón, seguro se dio cuenta. Rápidamente, le doy la llave para que el conduzca el auto ya que yo no quería. Él la agarra y en rápidos movimientos, me subo al asiento del acompañante.

—Alex —me llama Sean una vez que estamos dentro del auto y protegidos de la lluvia—. ¿Qué pasa?

—Nada.

—¿Crees que no noté como te pusiste cuando te alcé? —inquiere y me obliga a mirarlo al colocar una mano bajo mi mentón.

Hacemos contacto visual. Sus ojos marrones, simples pero tentadores que se prestan para perderse en ellos. Me pone nerviosa así que corro la mirada rápidamente.

—Todo está bien —mantengo mi postura.

—Alex... —murmura. Suena más como una amenaza.

Suspiro frustrada. Me siento incómoda, joder. Sus ojos no se despegan de mí. Me revuelvo en mi asiento. No parará hasta que se lo diga.

—Bien... Yo...—

—¿Tú...?

—¿Me dejarías hablar?—suelto molesta. Asiente fugazmente—. No estoy conforme con mi peso ¿Sí? Me molesta que me hagan cosquillas, que me toquen el estomago, que me alcen y todo eso —confieso. Es la primera vez que lo digo en voz alta. Solo que no esperé que fuese con Sean. En realidad, no esperé nunca admitir que debajo de la fachada de la chica de alta autoestima, se esconda esta Alex.

Se queda en silencio y me mira como siempre.

—Bájate del auto —suelta de repente, desconcertándome por completo. Le acabo de revelar una parte de mí de la cual siempre estuve con inseguridades, dudas y prejuicios ¿Y me dice que me baje del auto? Parpadeo insólita —. No puedo tener en el mismo lugar a una persona que se preocupe por esas tonterías.

Niego con la cabeza repetidamente, no sabe ni la mitad. No sabe lo que es ser una chica en esta sociedad.

—Si fuese así de fácil —murmuro. Niega con la cabeza y yo me apoyo en la ventanilla—. ¿Podemos irnos?

—No —plantea él con seguridad. Se acerca a mí y me toma del mentón nuevamente, haciéndome girar. Queda a mi frente y me es inevitable no ponerme nerviosa. Bajo la mirada —. Mírame —pide él con suavidad y a duras penas le obedezco—. Nunca digas eso ¿Sí? Nunca te lo digas a ti misma, porque son mentiras. Alex, no quiero que pienses que eres gorda, no lo eres. Y si lo fueses, ¿qué tiene? No debes avergonzarte por tu peso, eso es una tontería que las chicas que comen una almendra al día inventan, no tienes que ser como ellas. Esas chicas tienen problemas en la cabeza. Y sí, no soy bueno dando este tipo de discursos, pero Alex, eres lo más perfecto que he visto en mi vida.

Esbozo una pequeña sonrisa cuando siento mis mejillas acalorarse.

—Eso, me gusta verte sonreír. Te ves preciosa así —sonríe y yo lo hago también. Me acaricia la mejilla y yo voy borrando mi sonrisa por una expresión más seria. ¿Qué esta por hacer?

Se acerca más a mí y puedo sentir como nuestras respiraciones se unen. Puedo sentir su aliento chocar contra mi boca cosa que me hace sentir cada vez más nerviosa.

—Eres hermosa tal y como eres—murmura mirándome a los ojo—. Eres hermosa y es una de las miles de razones por las cuales me vuelves loco...

Sus ojos bajan a mi boca. Antes de que pudiera decir algo, sus labios se estampan con los míos. 

***


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