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Prólogo

En los años 60's, la preocupación más grande de un adulto era la guerra fría, donde hubo momentos de enorme tensión a partir del derribo del avión espía estadounidense.

Pero para un niño, su única preocupación era tener un comportamiento adecuado o de lo contrario el muy nombrado santa no iba a dejarle regalos y lo iba a tachar a la lista negra.

Pero aquí tenemos una muy gran diferencia de años.

En el año 1937, víspera de navidad donde cada familia con buen estatus social, se reunían para recibir la navidad de la manera más cálida junto a sus amigos. Para la madre de Jungkook no era la excepción, estos mismos se encontraban pisando la gran mansión Kim, una familia respetada y con dinero hasta por los codos. Eran lo más codiciados, pero lo más mal hablados.

¿Por qué?

Por ser una familia de estatus, lo tachaban de ser unos ambiciosos y desgarradores de poder, pero la realidad iba más allá de eso. Por más que eran tachados de egoístas marginales, tenían el corazón más puro que se le podría asignar a una persona. Al ser tan prestigiosos con el dinero, este iba donado a todas las fuerzas militares tras las guerras que día a día iba atentando a personas inocentes defensoras de su país.

Jungkook y su familia eran ajenos a esto. Era solo un niño de seis años que apenas conocía el mundo, pero lo entendía tan bien que era escalofriante. Era muy tímido, siempre se le hallaba detrás de su madre con miedo a que pellizquen sus mejillas al ser tan regordetes. ¡Odiaba que pellizcaran sus mejillas!

—¡Jiwon! —una mujer bastante esbelta y de pelaje negro, los recibió con esa característica sonrisa perlada y labios rojos como el vino. Portaba un vestido largo muy sencillo que se cirne a su cintura, con hombreras llamativas y perlas a conjunto que relucen en su cuello.

—Heejin, qué hermosa decoración.—halagó la mujer invitada, observando el panorama con una sonrisa.

—¿Verdad? Doyun sí que se ha esmerado en darle su toque. —la mujer le da créditos a su decorador, bastante agradecida por su buen trabajo — Pero pasen, esta es su casa también. —y de nueva cuenta el pequeño niño se escondió detrás de su madre a la par que las puertas se cerraban y daban paso a la gran mansión.

—¿Y el hermoso Taehyung? —la madre del pequeño niño por nombre Jiwon, cuestionó con una sonrisa, cubierta por unos labios color carmesí, más sencillos y brillantes que el mate rojo en la contraria.

—Ya sabes, ansioso por abrir los regalos de navidad. —la mujer rodó los ojos con diversión ante la anticipación de su pequeño.

Al curioso Jungkook le fue inevitable no alzar su mirada al escuchar la palabra "regalos". Le encanta recibir muchos de ellos y más si eran en su cumpleaños o víspera de navidad. Los regalos alegraban su corazón, porque él sabía que venían de personas importantes como lo era su madre.

Lo que no esperó es que Heejin lo mirase con asombro y brillo en sus ojos.

—¡Oh! Pero si es el pequeño Jungkook. —se lo esperó, fue inevitable no sentir el pellizco en sus mejillas, algo que lo hizo bufar en un puchero.— ¡Pero qué tierno! Era tan pequeño la última vez que lo vi.

—Ha pasado un tiempo largo. — quiso cortar la conversación, tras acordarse de aquellos tortuosos años, donde el llanto y la soledad era su única compañía. Tan azotador y desgarrante ante una madre que intentaba prosperar con su hijo recién nacido.

El padre de Jungkook había muerto en la marina tras la guerra, cuando este apenas había nacido, por lo tanto nunca lo ha conocido. Tampoco se preguntaba por él. Por una parte entendía el dolor de su madre al recordarlo, por ello tampoco le intrigaba saber de él. Y aunque era muy curioso, por una extraña razón el fallecimiento de su padre era un tema que no le apetecia mucho tocar. Fue entonces cuando Heejin acompañó día y noche a Jiwon en su duelo, teniendo Heejin también que cuidar de su bebé de un año, en este caso a Taehyung. Fue un tiempo duro, hasta ahora lo es. Ser madre soltera había sido una travesia muy dura y un trabajo muy difícil, y más al vivir en un año tan sexista como lo eran los años 30's. Trabajar tampoco se le era concebido, y sin embargo, ella nunca era de someterse a tal cosa como la incomodidad de un hombre y siempre encontraba una forma de generar dinero ahora que su esposo no estaba.

El problema es que nadie sabía de donde generaba dinero.

Heejin y Jiwon se habían conocido en su adolescencia, en el instituto para ser más exactos. Heejin solía ser muy rebelde y libre, se negaba rotundamente a cumplir con los estándares de mujer perfecta que le catalogaban desde muy niña a las mujeres. No. Ella era la definición de libertad. En cambio Jiwon, era una de las nuevas, becada, educada y con el sueño de cualquier mujer risueña; ser madre y servir a su esposo.

Algo estúpidamente catalogado para Heejin.

¿Cómo es que ambas congeniaron?

El destino y las almas gemelas haciendo de las suyas.

Desde entonces han sido buenas amigas a pesar del gran estatus de ambas. Ser hijas de grandes dueños empresariales era un prestigio que no muchos corrían con la misma suerte. La familia Jeon era de gran estatus, no como la Kim, pero tenían de donde mantenerse, una buena capital y empresas de generación en generación. Más nada se le fue concebido a Jiwon a menos que el heredero Jungkook creciera.

Una gran presión para unos hombros tan pequeños.

—Dí hola, cariño. —el pequeño miró a su madre con ojos grandes y brillantes, para después posar sus esferas marrones en la otra mujer y alzar su manito para sacudirla en un saludo bastante cohibido.

La mujer chilló contenta. —¡A Taetae le caerás muy bien! Eres igual de tierno que él.

El pequeño Jeon no hizo nada más, solo se dedicó a perseguir los pasos de su madre cuando esta empezó a caminar a la par de Heejin, enseñando el interior de su casa. No supo como ni cuando, pero su mano se había soltado de su madre y con ellos sus pasos y su vista, quedando en medio del gran salón, rodeado de invitados prestigiosos y codiciosos. Sintió su nariz picar, acto reflejo rascó sus ojos al sentirlos aguarse. Quería llorar. No conocía nada del lugar y no había alcanzado a tiempo los pasos largos y perfilados de su madre. Habían personas por todos lados, caminos muy distintos y no sabía a donde encontrar a su madre sin tropezar en el proceso, porque sí, solía ser muy torpe.

—¿Mamá? —llamó en un puchero, queriendo sollozar al encontrarse acorralado de desconocidos.

La tarea difícil de un niño era encontrar a su madre una vez esta se perdida. Eso había pensado el chiquillo, claramente de una forma menos madura.

Jungkook era curioso, sí, se catalogaba a sí mismo un chismoso, porque todo lo extraño y nuevo le parecía magnífico.  Pero no por ello iba a perseguir a aquel pequeño berrinche en bufidos chillones que se escuchaban en la planta de arriba, camino a unas extensas y obscuras escaleras que eran devoradas por la espesa obscuridad.

Bueno, tal vez haría una excepción, y solo porque aquella voz chillona le estaba generando una curiosidad muy extraña en el pecho.

"La curiosidad mató al gato". Así decían muchos, pero para Jungkook significaba más que explotación a su curiosidad, al conocimiento extenso que su mente quería escrutar de pies a cabeza.

Tenía miedo, era primera vez que se encontraba en un lugar desconocido. Aunque pudo notar como su madre y la mujer esbelta se conocían desde hace ya mucho. Aún así, el miedo irracional recobró vida y se instaló en su pecho.

¿Y si habían monstruos que querían llevárselo y así quedarse con sus regalos de navidad?

"No no no" —el pequeño negó.

—¡Pica, pica! —aquella misma voz, tan pequeña, irritada y chillona.

"¿Sería un niño?"

La sola idea de que un niño estuviese en la profundidad carente de oscuridad de las escaleras, le da cierto entusiasmo. En el lugar no había un niño más que solo él, y estar rodeado de adultos no era para nada divertido. Así que caminó hacía las escaleras con un paso muy lento pero decidido, subiendo un escalón hasta llegar a ambos, bastante cohibido si en seguir o no. Poco a poco fue subiendo, sostenidose de los barandales intentando no caer en el proceso.

Tembló al final de las escaleras, al ver la total obscuridad del pasillo. ¿Por qué tendrán la costumbre de mantener todo a oscuras?

Ya se estaba retractando. Ni modo, tampoco es que estaba tan interesado en saber de que se...

Y de nuevo se volvió a escuchar las quejas de aquella voz chillona. Se asomó a lo que fue el reflejo de la luz de una habitación, observando como la puerta se abría por completo y de ella salía una figura masculina muy apresurada pasando por su lado, corriendo rápidamente escaleras abajo, sin siquiera notar su pequeña presencia. Encogido de hombros, volvió a darle un vistazo a ese reflejo de luz, mordiendo su labio con bastante duda. ¿Debería ir?

El pequeño Jungkook no hizo más que ladear la cabeza. Y se volvió a escuchar con más claridad la voz de un chiquillo.

"Entonces no es un monstruo".—soltó con inocencia para sí mismo.

Caminó en pequeños saltos, queriendo no tocar las líneas de la división de las baldosas, como un pequeño juego.

Su recorrido terminó cuando la puerta entre abierta refleja luz, escandalizando sus grandes ojos cafés. Empujó un poco la madera blanca, dando la luz por completo en su pequeño cuerpo, hasta llegar a ver una habitación; por segunda vez, exageradamente grande con miles de juguetes, en especial autos.

Del asombro quedó perplejo en su lugar, muy ajeno a la pequeña figura un poco más alta que él con una mirada incrédula que lo escrutaba.

—¿Y tú quién eres?— el pequeño castaño dió un brinco en su lugar, muy asustadizo. El otro puso sus manos en jarra, ambas manitos en su cadera, muy incrédulo. —¿Amigo o enemigo?

Jungkook pudo enfocar mejor tras la vergüenza y pudo notar a un niño claramente un poco más alto que él, con una piel ligeramente bronceada, ojos pequeños, rostro fino, nariz muy grande pero perfilada al igual que toda su pequeña anatomía, pequeñas pecas y labios finos. Vestía con un traje que se veía bastante incómodo. Abrigo beige, camisa grande con las solapas por fuera del cuello del abrigo, corbata roja,  pantalonsillos a su cintura de color marrón, medias blancas más arriba de los talones y zapatillas relucientes color negro.

—¿Eres mudo? —cuestionó el otro con su ceño fruncido, queriendo verse rudo, pero en realidad se veía muy adorable.

El pequeño castaño negó.

—¿Entonces? ¿Te vas a quedar ahí?

—M-mi nombre es Jungkook. —se dignó en hablar por primera vez con voz muy baja, temiendo de que aquel niño le dijese algo más insensato.

El chico era todo lo contrario a él. Era muy imprudente y tenía esa confianza que a él le hacía falta tener, y no porque a Jungkook faltase, sino que era un tanto peculiar y él lo sabía. Sabía que su mente estaba más capacitada y prefería ser tímido y equitativo que a que lo viesen como un extraño. Lo entendía bastante bien. Y por pocos instantes, pudo conocer por primera vez la envidia reflejada en la confianza de otra persona.

Como lo era Kim Taehyung.

—¿Acaso eres espía, Jungkook? —alzó una ceja, reprendiendo al otro. — ¡No es adecuado ir a las habitaciones desconocidas!—acentúa con su debo indice alzado y ojos cerrados, como un filósofo relatando una historia de la antigua Francia con miles de estudiantes observando con interés.

—Lo siento. —el pequeño se encogió, esperando no incomodar al chico con su presencia.

El más alto soltó una carcajada.

Y Jungkook pudo notar con más exactitud una sonrisa cuadrada, una bastante extraña.

"Lo extraño le parecía magnífico."

Ese niño era extraño para él. Creo que incluso más extraño que él mismo.

—¡Pero no seas tímido! Solo jugaba contigo. Venga, entra con confianza. —le palmeó el hombro una vez se acercó, invitándolo a entrar

El más pequeño lo hizo, acojonado ante la invitación.

—¿Qué te trae por aquí, niño tímido que irrumpe habitaciones? —el pequeño tras eso se encogió más, llevando sus manitos tras su espalda, jugando con ellas ansiosamente.

—Me he perdido. —susurró.— Y..vi la luz de la habitación.

—Eres curioso ¡Igual que yo! Seremos buenos amigos entonces.

—¿A-amigos?

—Claro que sí. Me llamo Taehyung, tengo siete años, así que tratame con respeto, ya soy un hombre, eh. —codeó al otro con conspiración, sin quitar su sonrisa picara.

—Yo tengo.. —alzó sus manitos, contando dedo por dedo en voz baja —Seis. —le regaló una medía sonrisa, una tan tímida que hizo sonreír más grande a Taehyung.

—¡Entonces debes tratarme con respeto! De ahora en adelante seremos mejores amigos. ¿Si quieres ser mi amigo? Ni respondas, porque si es un no, no voy a recibir eso de tu parte. Ya somos amigos, no te queda de otra que soportarme.

《 "Había sentenciado mi mejor amigo, con esa sonrisa característica en él y faros grises en sus ojos. Hablaba hasta por los codos, nunca se cansaba y yo no me cansaba de escucharlo.

Lo que nunca supe, es que desde ese día muchas cosas iban a cambiar entre nosotros, que yo lo iba a considerar mi hermano, el que nunca pude tener en mi vida. Que lo iba a considerar mi salvación de la posible soledad que mi pequeña mente infantil se resignaba a aceptar para no sentirse menos "despreciable".

Kim Taehyung era la definición de salvación, de un ser celestial y un ángel que llegó a atraparme con su dulce sonrisa y abrazos acogedores. "》

La mente de un niño no está capacitada para entender muchas cosas, aún así se le hace un esfuerzo y ellos expanden sus mentes al mundo adulto, entiendo una y un mil cosas que para un niño debería entender dentro de diez años.

Así era la mente de Jungkook, tan extensa y abierta a todo lo que se aproximase. ¿Era normal para un niño de solo seis años eso? Tal vez no. El conocimiento humano, la ciencia y los secretos del mundo era una sobrerecarga si alguien llegase a descubrirlo, y no creo que al gobierno; que por tanto tiempo han tratado de esconder los secretos del universo, les agrade que alguien muy ajeno al mundo y pequeño descubriese eso.

Pero el pequeño castaño era así, siempre estaba al tanto de las cosas.

Solo que fingía no saberlas.

Él era tímido por miles de cosas que han sucedido a lo largo de su corta y diminuta vida. Era hijo único y su madre nunca estaba en casa y era cuidado por distintas mujeres de temprana edad. No tenía una figura paterna y el pequeño aprendió a captar y analizar detalladamente cada cosa que lo rodea.

Se obligó a sí mismo a aprender y detallar todo.

Por eso no tardó mucho en analizar a Taehyung.

El chico de cabello azabache era muy sonriente, irradiando esa alegría excéntrica y sonrisa tan rara. Era un mimado, eso sí pudo notar Jungkook. Lo tenía absolutamente todo. Pero él siempre se conformaba con la presencia de una persona jugando a su lado. El tener solo juguetes no llenaba el vacío de su soledad, así como se sentía Jungkook.

Y vaya que le contentó la vida tener a alguien a su lado y llamarle "hermano mayor."

Este era el inicio de una muy buena amistad, que ante los ojos de Jeon, tan inocentes e intelectuales, habría algo más allá que solo eso.

Pero él aún no entendía que era ese "eso", y sí que le daba cierta curiosidad.

Una curiosidad que iba más allá de un corazón roto..

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