Pensilvania
[La fecha a sido tachada]

La primera vez que estuve entre tus brazos, una calidez que envolvió mi pecho y lo volvió tan vulnerable ante ti, supe de inmediato que la fiebre de tus caderas iba a ser mi guerra interna, que día a día desataba una segunda, tercera, hasta quinta batalla entre mi mente y corazón. Hechizado por una belleza que tus hebras oscuras tenían en claro, pero que su dueño no tenía ni idea.

Que curioso es el latir desenfrenado de tu corazón.

Tus dedos largos juegan con mi cabello, oh qué maravilla estoy sintiendo. Se apodera de mí el vaivén de tus hebras, que azotan gustosamente mi rostro y sonrío, porque aunque no quisiera sentirme así de perdido, estoy cayendo poco a poco en esos oscuros y gatunos ojos tuyos.

Simplemente queríamos querernos, pero nunca llegamos a comprender la palabra amor. Y aunque intentamos apoyarnos mutuamente en este amor, simplemente terminamos con el mismo corazón desamparado.

Porque aunque yo lo negase, siempre tuve en mi mente esa sonrisa tuya mientras mi mano la desposa alguien que no eres tú.

Siempre se trató de ti.

Jeon—