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Narración 4


—¿Por qué estoy aquí?— susurró Seung mientras acariciaba a su cachorro.

—Mmh, ¿no era porque teníamos una tarea que hacer?— respondió Jean, el amigo más cercano de Seung-Gil. Tal vez el único— Me sorprende que estemos en el patio y no en tu cuarto. Casi no te gustan los exteriores.

El surcoreano decidió ignorarlo mientras jugaba con las mejillas de su pequeño husky. Sólo él mismo sabía que hacía en el patio. La simple idea siempre lo hacía sonrojarse.

—Eh, mira, llegó el cartero.

Seung se levantó de su silla tomando por sorpresa a su compañero Jean.

—¿Ocurrió algo?

Los dos niños se quedaron viendo como el señor cartero llegaba en su bici, se bajaba de ella y dejaba unos sobres en el buzón.

Todo, desde la distancia que marcaba el terreno de la casa.

—Hey, Seung-Gil— lo llamó su amigo—, ¿Sabes cómo se hace la cuatro? El procedimiento no parece el correcto... Seung, ¿me estás escuchando?

El niño no lo hacía realmente, él sólo esperaba a que el cartero se fuera.

—¡Lee!— lo volvió a llamar.

—¿Mmh?— respondió sin despegar los ojos del señor cartero hasta que éste se fue por fin.

—¿Qué tanto miras? ¿Esperas algo?— preguntó curioso siguiendo la mirada de Seung.

—N-no...

—Entonces ayúdame con esto.

Seung cargó a su pequeño cachorro e ignoró a Jean una vez más.

—Puedes esperarme dentro de casa— le anunció antes de alejarse lo suficiente y no escuchar sus quejas.

«¿Por qué hago esto? No es como si me fueran a responder...»

Siguió el largo sendero hasta que por fin dio con la reja de la entrada.

¿Por qué sus padres habían adquirido una casa que los alejaba de todo? Algo como eso sólo hacía que el pequeño Lee se sintiera más solo de lo que ya estaba.

Revisó el buzón y una sonrisa nerviosa amenazaba en salir.

—No albergues falsas esperanzas— se repitió a sí mismo.

Bajó a su cachorro y él se sentó a esperar a su amo pacientemente con la cabeza ladeada.

—Bien...

Por alguna razón no se atrevía a abrir el buzón.

—Que lento eres— Jean apareció detrás de Seung sin que éste se diera cuenta—. ¿Qué te pone tan nervioso?

Jean se interpuso entre Seung y el buzón para ser él mismo el que tomara todo el correo correspondiente.

—¡Leroy!— el niño presentó queja pero fue ignorado.

—Veamos...— pasó cada sobre rápidamente— Parece que sólo llegó tu revista.

—¿Qué?

—Sí, ten— le extendió el objeto y Seung lo tomó desanimado y su amigo lo notó—. ¿Qué ocurre? ¿Ya no te gusta esa revista?

—No es eso...

—Bueno, entonces volvamos a casa. Sigo sin saber cómo se hace la cuatro.

Seung-Gil asintió y ambos regresaron sobre sus pasos.

—Pero dime, ¿quién es Phichit Chulanont?

El pequeño Lee se detuvo provocando que Jean chocara con él. Se giró y miró el sobre que su amigo canadiense tenía en sus manos.

—¿P-por qué no me la diste?

—Te la daré— le extendió la carta y Seung trató de tomarla pero Jean se la alejó de nuevo—. Pero hasta que me digas quién es Phichit Chilanont.

—¡JJ!

—¿Seung?

—Entrégamela, por favor.

—Sigo sin saber quién es Phichit.

—Yo no sé quién es.

—¿No? ¿Y por qué este sobre tiene tu nombre?

—Y-yo no sé...— Seung comenzaba a sentir que las lágrimas querían salir.

—Oh no puedes ser—Jean se alarmó— ¡Ya, ya! Ten— tomó la mano del surcoreano y le dejó la carta—. Si no me quieres decir está bien.

—Gra-gracias...

—Ya, vamos a casa.

✉️

Todo el día había transcurrido tranquilo y Seung agradecía que su amigo JJ no hiciera cosas que perturbaran el ambiente tan armonioso.

El problema vino cuando fue la hora de despedirse.

—Entonces nos veremos mañana, ¿sí?— dijo Jean estando en el porche de la casa.

—Sí.

Cuando Seung-Gil estaba apunto de cerrar la puerta fue detenido por Leroy.

Lo siguiente que pasó fue tan repentino que ninguno de los dos pudo procesarlo.

Los labios del canadiense estaban en la mejilla del surcoreano.

Lee no podía creerse lo que estaba pasando... ¿su amigo le besaba la mejilla?

Cuando por fin se separaron, Jean estaba sonrojado y Seung no se quedaba atrás.

—E-entonces... nos vemos mañana.

Seung cerró la puerta rápidamente sin si quiera verificar que su amigo se haya ido.

Corrió hasta su habitación y se lanzó hacia su cama.

Su corazón latía rápidamente. Sentía que sus mejillas aún ardían y aún... aún podía sentir los labios de su amigo en su mejilla.

«¡No! Eso es imposible. No significa nada.»

—Es un beso de despedida... tal vez es común en su país.

Seung-Gil no estaba acostumbrado a ese tipo de afecto pues la única persona que le besaba las mejillas era su madre antes de irse (si es que se acordaba) y su perrito.

Trató de ignorar lo sucedido y sacó el sobre que conservaba en su bolsillo. Lo abrió rápidamente y de la misma forma lo leyó.

✉️

Parecía que el universo quería ver el rostro de Seung-Gil sonrojado.

El niño posó sus dedos encima de la última oración escrita en esa carta.

"Me gusta mucho tu letra"

Él nunca creyó que su letra fuera particularmente especial como para ser del gusto de un extraño.

—Siete años...— murmuró— ¡Tenemos la misma edad!— exclamó emocionado ignorando las causas de ese sentimiento.

Giró el sobre y la carta una y otra vez buscando si había algo más pero que, para su decepción, no lo había.

«Pero claro que no iba haber nada más. No es como si fuéramos amigos.»

Al momento de pensar en la palabra "amigo" le vino a la mente el beso que Jean le había dado hace apenas unos momentos.

Negó con la cabeza.

No quería pensar en eso.

—Quiero contestarle— dijo emocionado recordando la cuestión de la carta.

Cuando estaba a punto de tomar una hoja para escribir una respuesta escuchó que la puerta principal se abría.

¿Seung-Gil? ¿Estás aquí?

Era su madre.

Escondió rápidamente el sobre con la carta dentro y fingió estar durmiendo.

Escuchó los pasos acercarse hasta la puerta de su cuarto.

—¿Puedo entrar?

El silencio por parte del niño le otorgó el permiso a la madre.

—Cariño, ya llegué— dijo ella—. Te traje algunas cosas.

Seung sintió el peso sobre su cama.

—Bueno, creo que estás durmiendo... entonces nos vemos mañana.

El peso se aligeró y ahora sólo oían los pasos de su madre hasta salir del cuarto y cerrar la puerta.

Lee se levantó de su cama como un resorte y miró como había ropa perfectamente doblada encima de las sabanas.

—Más ropa— susurró, notando como más de una tenía el estampado de un perro.

Ignoró las prendas y tomó de nuevo aquel sobre. Lo analizó por última vez y escribió una respuesta a obscuras.

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